5


No obstante una sonrisa cálida y suave se dibujó en su rostro mientras observaba su perfil tan distraído, tan dulce. Obviamente que recibía halagos todo el tiempo, era la princesa de dicho país —y la única que permanecía allí a diferencia de sus hermanos— pero las intenciones eran la diferencia. Luffy era sincero y único ante sus ojos.


Por eso mismo sabía que regresaría tarde o temprano a su ruta en búsqueda del sueño que le tenía muy seguro. La sonrisa que tenía en su rostro poco a poco perdía sentir, volviéndose agridulce ante el mero pensamiento de despedirse de él y su cabello alborotado que caía con sumo orden en sus lugares específicos, él y el sombrero de paja que no soltaba por nada del mundo, él y su sonrisa cuya luz se reflejaba en ella haciéndola brillar.


—¿Qué?—preguntó al girar la cabeza y tenerle totalmente perdida en su rostro.


—Nada—hizo una pausa ladeando la cabeza—solo me preguntaba cómo pasó eso.


Señaló en su propio rostro el lugar donde la cicatriz de Luffy estaba dibujada, bajo el ojo. ¿Acaso fue una pelea con algún animal? ¿O una simple caída? Era tan inquieto e interesante que no podía evitar divagar en las opciones. Su mente hacía mil y un cuentos sobre lo que podría ser la vida de Monkey D. Luffy.


—Yo me la hice—los ojos de Phoebe se abrieron más por la impresión. Luffy soltó una risita—los piratas tienen heridas así de cool, yo también necesitaba una.


—Oh...—no sabía exactamente cómo reaccionar—¿y no te duele a veces?


—Nope. Hasta olvido que la tengo—movía sus pies colgantes de un lado a otro manteniendo ambas manos a sus costados tocando la fría piedra.


Entonces levantó la mano temblorosa, no sabía si era de nervios o de esa electricidad que algo dentro suyo producía ante la presencia de Luffy. Él permanecía quieto, esperando su siguiente movimiento sin temor alguno lo cual aterraba a a Phoebe. Las yemas de sus dedos se detuvieron a milímetros de su piel bronceada como si tuviese miedo a corromper su pureza. Y lo tenía de verdad.


Luffy era tan dorado brillante, ella tan azul apagado. Pensaba en la posibilidad de contagiarle su oscuridad.


Pero de alguna manera su postura tan tranquila le dio la confianza suficiente para terminar de romper la distancia, su mejilla era suave y poseía una calidez más allá de la que el sol que estaba a nada de salir le daba.


Sentía que estaba descubriendo un mundo nuevo y ansiaba por memorizar cada sensación, sentimiento y pensamiento que le pasaba por la cabeza en aquel momento. Estaba en un torbellino y no le molestaba dar vueltas y vueltas.


Movió con suavidad el pulgar acariciando las diminutas manchas de sol que decoraban su piel, no podían llamarse pecas pero estaban allí esperando a ser descubiertas por alguien. Poco a poco su tacto subía hasta llegar a la cicatriz tan característica y allí se detuvo por un momento mientras se grababa en lo más profundo de su mente la forma que tenía. No lo pensó mucho, era más un instinto a esta altura el rozar su relieve lentamente. Era una caricia simple que decía mucho.


Podía notar un cambio en Luffy: sus ojos se abrieron más, sus labios se separaron un poco e incluso dejó de columpiar sus pies. Pero seguía quieto y en silencio, dejándole explorar una parte suya que a juzgar por su reacción nadie se había atrevido a hacer. Su mirada perdida en el rostro de Phoebe todo el tiempo.


—De verdad quiero que vengas conmigo—dijo tan seguro y en un tono suave, tranquilo.


Bajó el toque lentamente hasta que dejó de acariciarle y su mano volvió a donde antes, a su regazo. Luffy mantenía la misma expresión que al principio. Anteriormente lo había preguntado pero era eso, una pregunta. Ahora era más una petición, una necesidad. Y ella nunca había sido necesitada de esa forma. Pero tampoco podría dejar atrás todo lo que conocía para embarcarse con alguien prácticamente desconocido en una aventura que le sonaba un poco absurda a decir verdad. Apartó los ojos de los suyos sin saber qué decir.


—¿Bee?—le llamó ladeando la cabeza.


—Apenas nos conocemos—contestó jugando con sus manos.


—Pero sé lo suficiente de ti. Como que te gusta el té, el color verde y los mapaches. Que tu cabello no siempre está perfecto y por eso lo amarras, que te gusta leer, conocer cosas nuevas...y que estás muy triste.


Se quedó inmóvil ante la última oración. Nadie en el inmenso castillo alguna vez lo había notado porque claro ¿quién estaría triste viviendo allí? ¿teniendo la vida resuelta? ¿con servidumbre y comida lista cuando lo pedía? Suspiró con la mirada volviéndose cada vez más borrosa por las lágrimas que se acumulaban.


Pero sus ojos seguían fijos en sus manos ansiosas, cuyos movimientos fueron interrumpidos por la mano de Luffy quien tomó una de ellas para sostenerla. La última vez que alguien hizo eso fue a los 4 años el día en que nació su primer hermano. Después de eso era como si hubiesen dado por sentado sus necesidades afectivas.


Una lágrima había logrado escapar resbalando lentamente cuando giró la cabeza para verlo de nuevo, le daba una sonrisa tierna tan suyas mientras entrelazaba sus dedos. Encajaban tan bien, como un rompecabezas hecho con la más fina madera.


—Definitivamente creo que eso que vi fue un hombre lobo—dijo tan normal, haciendo que Phoebe sonriera ante su cotidianidad—solo lo veía cuando había luna llena, eso no era coincidencia ¿verdad?


Ella negó siguiéndole la idea perdida en su perfil, admirándole través de las lágrimas que parecían darle un look más etéreo sin perder su belleza.


Ni siquiera sabía qué hora era cuando puso una manta encima suyo asegurándose de que no pasara frío aunque estuviese acostado en el sofá frente a la chimenea encendida. Lucía tan tranquilo boca abajo con el brazo colgando ya dormido. Su habilidad para tomar el sueño tan rápido era otro punto que admiraba de él, otro que no compartían.


Sonrió mirando su rostro una última vez antes de salir de la biblioteca cerrando la puerta con mucho cuidado. Odiaría despertarlo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top