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         Cuarenta días y cuarenta noches había pasado Phoebe esperando bajo la luz de la luna que parecía ser su único acompañante. Tenía un dilema dentro suyo a este punto ¿acaso era bueno seguir manteniendo la esperanza de verle llegar pese a que Luffy ya estaba cumpliendo su sueño sin ella? Se sentía tonta esperándole pero no podía dejar de aferrarse a dicha promesa.


Aquella mañana la lluvia era tenue, un clima básicamente perfecto a comparación del diluvio prolongado. Era curioso ya que la tranquilidad parecía venir abriéndole paso a un barco en específico por el muelle trasero de Cratos. Lo cual ya era demasiado raro considerando que estaba prácticamente abandonado y solo pequeños botes pesqueros se detenían de vez en vez.


Phoebe miró por la ventana y se llevó las manos a la cintura con un suspiro. Era un buen día para salir a caminar así que por primera vez en semanas se puso sus botas, pantalones y aquel abrigo negro. Pasó de largo la guardia que montaban, se habían relajado demasiado en todo ese tiempo. Excepto su madre quien la alcanzó en la puerta del jardín.


—¿Vas a salir?—ella giró la cabeza para verle—no es un regaño solo...hace mucho que no lo haces.


—Aprovecharé que la lluvia es tenue.


—Muy bien—se acercó para poner el gorro de su abrigo y acomodar el cabello que cubría su rostro de manera desordenada—con cuidado.


Phoebe sonrió asintiendo dándose la vuelta para poner un paso afuera cuando otra irritante voz le llamó.


—¡Iré contigo!—habló Jacob saliendo por delante suyo.


La princesa rodó los ojos suspirando ganándose una suave risa de la reina. No tuvo de otra más que aceptarlo. Aunque eso no significaba que le prestaría atención a su presencia en lo absoluto. Sentía como si traicionara a Luffy recorriendo el mismo camino que hacían juntos ahora con un tipo que se peleaba con los mosquitos y plantas siguiéndole.


—Es...—tiró un manotazo a un mosquito que atacaba su rostro—un lugar muy bonito.


Ella no dijo nada, seguía subiendo hasta llegar a la zona boscosa. Conocía cada árbol y piedra del camino por lo que fácilmente se abría paso hasta llegar a uno en específico. Allí se quedó quieta y suspiró. Con una mano recorría el relieve tallado por ambos uno de sus tantos días de aventura. Su dedo viajaba por el contorno del corazón en cuyo centro había dos iniciales: PL. El musgo verde crecía a su alrededor como si estuviese enmarcando el diseño.


Jacob finalmente le alcanzó. Se notaba que estaba pasando un muy mal momento en especial porque su ropa no ayudaba en nada con el tipo de lugar.


—Oh. Wow. ¿Tú lo hiciste?


—No. Pero le presté mi navaja.


Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios recordando a Luffy con la lengua entre sus dientes tan concentrado en hacer correctamente las líneas. El tenue ruido de las gotas cayendo en las hojas verdes. El olor a tierra mojada. Su cabello oscuro. Su cicatriz. Sus ojos entrecerrados...


Se dio la vuelta para seguir caminando antes de que terminase cayendo en un agujero de memorias. Miraba al suelo. Entonces frunció el ceño al notar huellas marcadas en el lodo por delante suyo. Eran varias y de distintos tamaños. Ladeó la cabeza al notar lo frescas que estaban y decidió seguirlas, parecían ir en dirección al risco. A su lugar.


No pudo evitar sentir una rabia irracional. ¿Quién se había atrevido a pisar el lugar que les pertenecía a ellos y solo a ellos? Siguió las marcas hasta que los árboles se terminaron y allí, levantó la cabeza.


Sus labios se separaron ligeramente. Su expresión completa cambió a una de asombro. No sabía si confiar en lo que veía, en lo que su mente estaba recibiendo. ¿Qué más daba si era producto de su imaginación? No perdía nada. Como si fuese el piloto automático corrió directamente a él.


Monkey D. Luffy, con la sonrisa más grande que podía tener, hizo lo mismo. Sus botas contra el pasto mojado era lo único que podía escucharse en dicho risco. La lluvia se detuvo en seco.


Y entonces los brazos de Phoebe se envolvieron en el cuello de Luffy. En cambio, los brazos de Luffy la tomaron con fuerza de la cintura y como si fuese nada la levantó del suelo para dar vueltas. Las nubes poco a poco dejaban pasar los dorados rayos de sol sobre dicho punto de la isla. Ella cerró los ojos hundiendo su rostro en el espacio entre su cuello y hombro escuchando su dulce risa ante el momento.


El joven finalmente se detuvo y sin bajarla, la princesa salió de su escondite para mirarlo. Lágrimas bajaban por su rostro de la emoción y una sonrisa estaba allí para quedarse, reacción que no tenía mucho sentido para Luffy quien le miraba preocupado.


—Bee, ¿porqué lloras? ¿te di muchas vueltas? Perdón, creo que me emocioné.


Ella negó con una risa suave ante su comentario, subiendo las manos a sus mejillas.


—Solo te extrañé mucho, Lu—acariciaba su rostro suavemente—más que demasiado.


Depositó un dulce beso en su mejilla, ganándose una risita tan suya. Finalmente la bajó con cuidado pero aún sin soltar su cintura del todo, con una mano limpió las lágrimas que mojaban su piel con el mismo suave tacto con que la sostenía. El calor que irradiaba Luffy contra sus mejillas sonrojadas por el frío era una linda sensación.


—Perdóname por tardarme, ¡tengo tanto que..!—su entusiasmo se detuvo al notar a alguien más detrás de ella—contarte...¿y este quién es?

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