14
Phoebe vio por la ventana. Un arbusto con flores blancas estaba abajo y la altura era mínima de tres metros. Miró a los lados y sin pensarlo dos veces subió las piernas al borde para pisar el borde de cemento que decoraba la separación entre ambos pisos, apenas y cabía uno de sus pies por lo que comenzó a avanzar con la espalda pegada a la pared poco a poco hasta la esquina del edificio. Allí se encontró con la enredadera que su madre regaba todas las mañanas y que crecía encima de una rejilla de madera.
Pidió disculpas a la reina en su mente antes de usarla como escalera hasta que fue seguro saltar al suelo. Hizo una mueca de dolor cerrando los ojos al sentir el ardor de sus rodillas cuando las dobló al pisar el empedrado. Se levantó tratando de ignorarlo aunque sentía las palpitaciones con cada paso que daba en la oscuridad, bajo la luz de la luna que brillaba con más intensidad que momentos antes como si quisiese iluminar su camino a la torre más sombría del castillo, una que se construyó con un solo propósito y no se usaba en años.
Conforme se acercaba las memorias invadían su mente como estrellas fugaces. Una torre hecha para contener piratas y convertirlos en polvo. Cratos no había tenido uno en años, demasiado historias como para ahuyentarlos de dicha isla. Y por lo mismo no había nadie custodiando cuando llegó. Cruzó sus pasillos largos guiándose con una mano tocando el muro ante la oscuridad sintiendo su respiración más y más pesada conforme se adentraba más.
Y entonces pudo notar la luz tenue de una antorcha. Aceleró el paso hasta dar la vuelta y encontrar la celda. Luffy estaba sentado contra el muro bajo la ventana enrejada viéndose las manos para entretenerse. La antorcha estaba en el pasillo al otro lado de la puerta. Suspiró de alivio al ver que efectivamente estaba bien.
Una sonrisa se dibujó en el rostro del joven al verla. Como si fuesen dos imanes se encontraron a la brevedad, ambos tirándose de rodillas frente al otro siendo separados por los barrotes oxidados.
—Ay, Bee. Ensuciaste tu vestido por mi culpa—dijo mirando la prenda con un puchero triste, recargando la frente entre los metales.
El vestido blanco ahora estaba manchado de tierra y eso sin contar la sangre por sus raspones. Phoebe negó con una sonrisa.
—Tú no te preocupes por eso—respondió imitando su acción, si no fuese por los barrotes sus frentes se estarían tocando.
Luffy soltó una pequeña risa al estar tan cerca uno del otro. Quitó las manos de Phoebe del hierro sin romper el contacto visual para entrelazar sus manos. El ardor en sus palmas fue reemplazado por la calidez del aspirante a pirata.
—Hay que sacarte de allí—le dijo separándose un poco para ver a su alrededor en búsqueda de la llave.
—¿Buscas esto?—preguntó soltando su mano para sacarla de su bolsillo—ellos no saben que soy de goma. La tomé en cuanto se fueron.
—¿Y porqué no te fuiste antes?
—Te estaba esperando—se puso de pie para poder abrir la puerta—si me iba, probablemente pensarías que me había pasado algo.
La reja se abrió con facilidad y Luffy levantó el pulgar sonriendo ampliamente antes de poner un pie afuera y estirarse lo suficiente para tomar la antorcha. Tenía razón. Probablemente habría causado un escándalo haciéndolo problema de todos sin importarle las consecuencias.
—Si...—dijo viéndole con la antorcha, comenzando a caminar para evitar encararle mientras decía lo siguiente—ahora sigue sacarte pero de Cratos.
—¿Qué?—aceleró el paso para alcanzarla—¿tan rápido nos vamos? Bueno, supongo que es algo muy de piratas escapar.
Mordió su labio sintiendo sus ojos cristalizarse conforme salían a la luz de la luna. Luffy seguía a Phoebe cruzando los jardines del palacio tomando casi el mismo camino que tomaron momentos antes para ir al pueblo, ninguno hablaba pero él jugueteaba brincando piedras y cosas por el estilo. Ella temía que si hablaba terminaría rompiendo en llanto, así que no lo hizo. Mantenía la mirada al frente acercándose cada vez más a la costa.
Entonces Luffy se le puso enfrente deteniéndola en seco. Sostenía una pequeña flor blanca, misma que acomodando un mechón de cabello tras su oreja dejó allí, decorándole.
—Bonita—dijo sonriendo antes de seguir caminando.
Phoebe sintió una puñalada directo en el pecho. ¿Cómo es que lo iba a despedir cuando actuaba de esa manera? Tomó un gran respiro antes de continuar con su camino. Los muelles estaban a cinco minutos cuando Luffy volvió a interrumpir el silencio.
—Creo que ya se porque tu papá siempre está enojado—ella lo miró ladeando la cabeza—el castillo está embrujado. Llegué a escuchar voces en la biblioteca. No es tu culpa. Son los fantasmas.
Phoebe sonrió negando. No había espíritus, solo una gran línea hereditaria maldita de la cual era imposible escapar. Responsabilidades y compromisos. Nada sobrenatural. Comenzaron a bajar unas escaleras de piedra que les llevaba al nivel del mar de esa parte de la isla.
—Por eso es mejor que vengas conmigo—saltó tres escalones de una posicionándose enfrente.
No podía irse por más que quiera. Si se iba estaba segura de que su padre les perseguirían y terminaría lo que empezó esa noche. Lo mejor era dejar a Luffy ir ¿quién era ella para interponerse en su sueño?
—No puedo, Lu.
Sus pies hacían crujir la madera del muelle donde varias pequeñas embarcaciones descansaban a la deriva en la oscuridad de la noche, era la zona de llegada de suministros para el rey.
—Pero tú...
—Si voy contigo mi papá te perseguirá. Te arruinará todo. No quiero eso.
—Podemos con él.
—¿Qué haremos tú y yo contra el rey de una de las naciones más poderosas del mundo y su ejército?—dejándole con aquella pregunta le pasó por un lado para dirigirse al único barco que irradiaba luz—¿hola?
Se paró en el borde esperando que el dueño apareciera, los ruidos provenientes del mismo indicaba que estaba allí. Luffy frunció el ceño cual niño pequeño molesto y le alcanzó tratando de pensar en un argumento en contra pero tenía razón. Un sujeto ya de edad avanzada se asomó por la puerta de la pequeña cabina.
—Buenas noches, ¿este barco es suyo?
—¡Princesa!—dijo arrodillándose en cuanto la reconoció en mayor parte por el relicario con el escudo real que colgaba de su cuello—si, el barco es mío.
Ella se rascó la nuca un poco incómoda ante la acción. Era por esas razones que no salía al público, odiaba ese respeto falso.
—No tiene porqué hacer eso—le dijo con voz calmada a lo que el señor se levantó—uhm, ¿tiene lo suficiente para un viaje largo? Digamos que hasta la próxima isla.
—Si, recién terminaba de subir los víveres para un mes entero.
—Bien...me temo que necesitaré disponer de él. Por la mañana vaya al castillo y será recompensado con el doble del valor actual.
—¿De verdad?—los ojos del hombre se abrieron del asombro—muchísimas gracias princesa.
Phoebe le sonrió al hombre que tomó una especie de libro y un marco de la cabina en su caminar fuera del barco. Se dio media vuelta para ver a Luffy.
—Todo suyo, Rey de los Piratas.
—No—dijo cruzándose de brazos negando con un puchero—yo no me voy sin ti.
—No seas infantil, Lu. Anda, sube. No tenemos mucho tiempo.
—No. Ya dije que no—negó con la cabeza volteándose cerrando los ojos.
Phoebe rodó los ojos suspirando llevándose la mano al puente de su nariz en frustración. Luffy abrió un ojo para verle y lo volvió a cerrar en cuanto ella lo atrapó. Rió suavemente ante dicha actitud, expresión que relajó a Luffy de la suya.
—Tú y tu libro parecen saber mucho sobre la Gran Ruta. Si voy a encontrar el One Piece es importante tener a alguien en mi tripulación que sepa todo eso—hizo una pequeña pausa poniendo sus pies en el barco, quedando a la misma altura que ella—yo...te necesito, Phoebe.
Sus ojos se encontraron con los de Luffy ante esas palabras. Sentía una presión en el pecho, cálida pero presión. Necesitar. No de la manera en que se le necesitaba en el reino, no. Era diferente y ella lo sabía porque sentía lo mismo.
Fue entonces que el sombrero de paja entendió y su sonrisa cambió a una expresión más seria. Phoebe no poseía la misma libertad que él pese a estar ambos fuera, con el infinito océano frente a ellos. La quería, eso lo sabía, pero aún no estaba lista para romper la cadena imaginaria que la ataba a esa isla.
—Te prometo algo—habló tomando su mano entrelazando sus dedos. Solo les separaba una delgada línea de agua entre la madera hecha para zarpar y la madera hecha para quedarse—digamos que te daré tiempo de preparar tus mejores libros, de despedirte de esa bonita cocina y aún más importante, de juntar todas las provisiones necesarias...eso, en lo que consigo al resto de nuestros compañeros.
Nuestros. Phoebe ladeó un poco la cabeza.
—Promesa de pirata—continuó alegre, alzando sus manos para que ambos pudiesen verlas unidas. Ella las observó y después a sus ojos tan sinceros como siempre—y esas no se rompen nunca jamás de los jamases.
Entonces sonrió. Sonrió ampliamente como no lo hacía desde niña, sin sentirse como un robot que tiene que mandar la señal para que sus músculos faciales se movieran. La emoción fue tal que sus ojos se cristalizaron sin notarlo. Podría ser media noche pero sentía la misma calidez que el sol brindaba al atardecer, prometiendo volver a la mañana siguiente con la misma energía que el día anterior.
¿Y Luffy? Incluso soltó una risita llena de felicidad. Phoebe quería memorizar dicho sonido en lo más profundo de su ser, junto al de la caja musical de su abuela. Suspiró.
—Conociéndote, la comida no te va a durar. Necesitarás dinero para más comida—habló separando sus manos para poder quitarse la cadena con la pequeña luna colgando, mismo que tenía desde niña—mucha comida—añadió recordando con un cariño particular el apetito de Luffy—es oro blanco, vale lo suficiente para que empieces tu viaje seguro.
—Pero...—antes de que pudiese discutir se aseguró de ponerlo en su cuello—esto es tuyo.
—Y te lo regalo a ti.
—Eres muy amable. Ni siquiera pareces hija de ese Rey tan gruñón—Phoebe sonrió ante el chiste, más sus ojos aún mantenían ese efecto acuarela en ellos—oye, no te pongas triste. Ya te dije que regresaré por ti.
Con la yema de su pulgar limpio la lágrima que resbalaba lentamente por su mejilla pecosa, movimiento que Phoebe aprovechó para poner su mano encima, acicalándose contra el tacto de Luffy. Él, un poco tomado por sorpresa, sonrió cálidamente mientras continuaba acariciándola. Los ojos de la princesa se cerraron ladeando la cabeza y soltando un suspiro.
Tras unos segundos los abrió lentamente respirando profundo. Luffy quitó su mano para atraerla a sí mismo por la cintura, escondiendo su cara en el cuello de Phoebe. Le abrazaba fuerte y firme. Aunque le tomó un momento reaccionar, ella también se aferró a él. Apretó los ojos con fuerza como si eso fuese a cambiar toda la situación.
—Entonces, no te tardes, Rey de los Piratas—murmuró.
—No lo haré—le respondió separándose para verle a los ojos. Ambos sonreían.
Phoebe acomodó su sombrero y acarició su cabello una última vez antes de retroceder un paso. Luffy también lo hizo, poniendo en marcha el barco que poco a poco se alejaba de su alcance.
Y así, la princesa de Cratos permaneció en el muelle hasta que le fue prácticamente reconocer la silueta de Luffy despidiéndose agitando la mano. Tenía los brazos cruzados como si se abrazara a sí misma. La embarcación tomó el tamaño de una estrella del cielo y procedió a desaparecer. Así como una en la mañana.
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