11



        Los ojos de Phoebe se abrieron de par en par ante la cantidad de luces y colores que desprendía el festival; había lámparas de papel de colores colgadas por las calles marcando el camino desde el puerto hasta el castillo, puestos de dulces y comida con gente riendo, juegos con premios llamativos y niños corriendo con estrellas pintadas en sus caras. Si eso era lo que podía apreciar asomándose desde una calle oscura y vacía no se imaginaba lo que habría más allá.


—¡Vamos!—dijo Luffy detrás suyo avanzando hacia la calle alumbrada con una gran sonrisa. Más Phoebe se quedó quieta escondida detrás de esa esquina, él ladeó la cabeza confundido—¿qué pasa?


—¿Y si alguien me reconoce?


Las apariciones de Phoebe como princesa ante el pueblo eran muy poco comunes, básicamente en días festivos y anuncios reales pero de todos modos sus rasgos no eran muy fáciles de esconder. Luffy se llevó la mano a la barbilla pensativo, mirándola de pies a cabeza. Los pantalones cargo negros junto a la camisa blanca con mangas dobladas hasta los codos y botas estilo militar no era algo que se suela relacionar con la realeza, además su cabello azabache estaba por ningún lado gracias a las brisas de aire. Entonces supo qué podría terminar de arreglarlo. Se quitó el sombrero de paja para ponerlo sobre su cabeza.


—Listo—sonrió satisfecho ofreciéndole la mano.


Ya estaban allí, ¿qué más daba? Pese a que su rostro aún parecía indeciso la tomó siendo arrastrada a la cálida y alegre luz del festival. La música típica de Cratos resonaba de manera armónica por los callejones con casas de colores producto de los músicos que tocaban alegremente no muy lejos de donde estaban. Phoebe no se daba abasto entre todo lo que había para admirar pues pese a ser su pueblo natal no conocía el verdadero corazón de su nación. 


—¿Y eso que es? Se ve delicioso—Luffy prácticamente le arrastró hacia un puesto de comida. Todo era gratis por apoyo del rey por lo que aceptó gustoso dos de las paletas de colores entregándole una a Phoebe.


—Es una paleta artesanal de hielo—le explicó mientras le veía darle un gran mordisco con ilusión solo para después hacer una mueca debido al cerebro congelado haciéndole reír—lo siento, debí decírtelo antes.


—El azul significa chicle—dijo llevándose una mano a la cabeza aún algo aturdido pero no fue impedimento para que siguiera comiéndola—¿y la tuya?


—El rojo significa fresa—dio un par de lengüetazos saboreando la fruta—¿quieres?


Asintió acercándose para darle una mordida igual que con la suya ocasionando el mismo efecto en su rostro  y otra risa genuina de la princesa. Al estar cerca del puesto aún pudo tomar una servilleta y sin pensarlo mucho limpió la barbilla de Luffy para evitar que se coloreara de rojo y azul por el resto de la noche. Él le sonrió dulcemente girando para continuar caminando.


No mucho después lograron llegar al centro de la ciudad donde una enorme fuente con una estatua de una mujer parecía ser a quien brindaban tributo al bailar alrededor suyo. Varias parejas e incluso niños se movían al ritmo de los músicos que estaban en un costado usando prendas blancas con bordados de lunas grises.


—¿Ella quién es? Se parece a la de tu patio—preguntó Luffy con el palito de madera en su boca al haberse terminado en tiempo récord la paleta. 


—Es Soona, la diosa Luna y poeta de los tiempos difíciles—ambos miraban la silueta de piedra, Phoebe daba una última vuelta a su paleta—el festival se llama Sizigia, se supone que hace tributo a cuando ella y el dios del Sol se alinean para brindar una nueva era a la Tierra.


—¿Y en dónde está él?


—No sé, no se sabe mucho. En mi familia se ha pasado la historia de su gran amor que liberó al mundo y puso un antes y después en la historia durante el Siglo Vacío pero se han perdido detalles...se dice que su amor es tan fuerte y puro que al morir juraron volver a encontrarse en otra vida para seguir amándose y terminar la guerra juntos.


—¿Y tú crees que si pase? ¿Que vuelvan?


—Yo creo que un amor así sí existe. Digo, debería de ¿no?


Luffy la miró. Estaba cruzada de brazos con la mirada perdida en dicha mujer inmóvil como si estuviese pidiéndole un milagro pero al mismo tiempo como si la entendiera. 


—¡Me gusta tu sombrero!—interrumpió una vocecita aguda, misma que se robó la atención de ambos y les hizo mirar hacia abajo. Era una pequeña niña con vestido de estrellas que combinaban con las que decoraban parte de su rostro.


—¡Gracias!—le respondió Phoebe—pero no es mío, es suyo—señaló a Luffy—me lo prestó.


—Y a mí me lo prestó un amigo cuando era igual de pequeño que tú—le contó con una amplia sonrisa—era un pirata, de los buenos.


—¿Pirata?—la pequeña abrió los ojos sorprendida y emocionada a la vez—¿conoces piratas?


—No sólo eso, nosotros somos piratas.


Phoebe miró a Luffy fulminante. Ese era el tipo de comentarios que causaban desastre en Cratos y decirle eso a una pequeña era un peligro total, en especial con guardias patrullando todo el tiempo. Estaba preparada para tomarlo de la mano y correr lo más lejos posible, calculando por cual callejón llegarían más rápido a la parte trasera del castillo y...


Genial—murmuró la niña—¡oigan, vengan!—ahora gritó hacia su costado haciendo que casi una docena de niños de su edad corrieran hacia ellos—¡ellos son piratas!


—¡Pero es un secreto! ¿si?—añadió a la brevedad la de cabello negro—no se lo pueden contar a nadie porque si no la Marina vendría por nosotros y ya no podríamos ser piratas y tener aventuras.


Luffy no pudo evitar sonreír mirándola. No negó ser un pirata. Los niños saltaron alegres jurando cada uno a su manera que no dirían nada causando un suspiro de alivio por su parte.


—Señorita pirata, ¿podemos pintarla?—una niña de grandes ojos grises tomó su brazo jalándolo un poco para que le prestara atención. Otras tres se unieron a su petición.


—La señorita pirata estaría más que gustosa—respondió Luffy tomándola por los hombros brevemente.


Las niñas le arrastraron eufóricas lejos de él y los demás. Phoebe miró a Luffy con ojos asesinos cosa que para variar le hizo reír. Pero por dentro no podía mentirse a sí misma, estaba disfrutándolo tanto que se veía en la necesidad de ocultarlo sabiendo que no duraría mucho con esa actitud.  




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top