10
La dulce risa de Monkey D. Luffy se ganó la atención de Phoebe distrayéndole de su tarea, haciendo que separara el lápiz negro del papel para admirarle. El sol parecía estar allí únicamente para reflejar en él de entre las nubes grises, el olor a tierra mojada y agua salada predominaban aquel día en Cratos.
Un mantel estaba extendido debajo de ambos y una canasta vacía les separaba por unos cuantos centímetros mientras Phoebe le dibujaba. Ya se había cansado de repetirle que se quedara quieto porque se distraía con cualquier cosa así que se resignó a capturarle como pudiera. Estaban en su nuevo lugar allá en el punto más alto de la isla donde días atrás habían visto las estrellas, ninguno de los dos ha mencionado lo que sucedió ese día.
—Y mi abuelo se enojó tanto que casi le sale humo por las orejas—dijo terminando su anécdota suspirando—¿ya casi acabas? ¡Quiero verlo!
Phoebe cubrió contra su pecho la libreta para evitar que Luffy viera el progreso de su dibujo provocándole un puchero molesto. Ella solo rió.
—Me falta poquito ¿si?
—Mmm...—se quejó cruzándose de brazos mirando a otro lado.
Entonces vio con ojos entrecerrados el estuche de colores de madera de Phoebe: todos tenían punta y fácilmente era más de una docena acomodados por tonos.
—Oye Bee, ¿cuál es tu color favorito?
—El verde, supongo—respondió sin apartar la vista de lo que hacía—y el tuyo debe ser el rojo ¿no?
—¡Si! ¿Cómo lo supiste?—pasaba el dedo por encima de los pedazos de madera coloridos haciéndolos rodar en su mismo lugar.
—Como no lo supe—soltó una risita.
En el rostro de Luffy se dibujó una sonrisa cálida ante ese sonido tan único de Phoebe. Pareció perderse un momento en su presencia cuando recordó lo que había recolectado en el camino a su lugar. Se sentó cruzando los pies estilo mariposa y se dispuso a hacer lo suyo.
No mucho después la princesa miró la hoja donde había plasmado a su acompañante en el centro, sopló para eliminar el exceso de grafito y después con una sonrisa satisfecha se giró para enseñárselo. Luffy escondió a tiempo récord lo que hacía detrás suyo causando una mirada extraña como respuesta.
—¡Wow!—exclamó asombrado olvidándose de lo que sostenía para tomar la libreta—¿hay algo que no puedas hacer?
—Lograr agradarle a mi padre.
—¿No le caes bien a tu papá?—negó apretando los labios—pues a mí me caes muy bien, eres asombrosa. Él se lo pierde. Apuesto a que te extrañará cuando te vayas conmigo.
—Tú siempre tan entusiasta—soltó un suspiro casi nostálgico para luego cambiar su expresión por completo—Lu...
—¿Uh?—ella le miraba con los ojos entrecerrados, lo había atrapado. Sonrío algo nervioso devolviéndole la libreta—no es nada, realmente.
Los labios de Phoebe se separaron ligeramente ante la sorpresa: Luffy sostenía un brazalete hecho a base de nudos de una cuerda delgada con un pequeño cuarzo amarrado en el centro. Era blanco y traslúcido con manchas negras. No lo sabían en su momento pero se trataba de una piedra lunar que se encontraba en la isla desde hace miles de años y su existencia básicamente era un cuento para contar.
—Encontré la piedra cerca del río y me pareció linda—dijo mientras tomaba su mano derecha para ponérselo—me recordó a ti. ¿Te gusta?
Era la princesa de una de las islas más ricas del mundo y poseía una gran colección de joyas, algunas regaladas y otras heredadas pero el brazalete que ahora adornaba su muñeca se había convertido en la más valiosa de todas.
—Me encanta—sonrío admirándola—muchas gracias.
Sin pensarlo mucho y como forma de agradecimiento por el gesto giró la cabeza y besó su mejilla haciéndole apartar la mirada al lado contrario. Se había sonrojado y no quería que le viera así pero de todos modos ella lo supo.
—Si, ya te dije que no es nada—dijo en voz baja jugando con sus dedos. Phoebe reía ante su expresión—oye, ¿porqué hay tantos barcos llegando al puerto?
Ella juntó las cejas algo confundida pero luego entendió a lo que se refería cuando miró a donde él. Efectivamente había por lo menos cinco barcos lujosos acercándose, parecían ir saliendo del sol que estaba bajando por el horizonte.
—Ay no...¿qué día es hoy?
—Viernes.
—¡No! Me refiero a...—cerró los ojos recordando—este fin de semana es el baile anual de Cratos.
—¿Un baile?
—Ajá. Vienen políticos de otros países y hasta generales de la Marina, es tortura pura. También hay un festival en la ciudad, nunca he ido pero se ve divertido desde la ventana.
—Entonces vamos.
—¿Al festival?
—Sipi.
Phoebe lo pensó. Sus padres estarían muy ocupados recibiendo a los invitados y el staff del castillo estaría vuelto loco, nadie se daría cuenta de su ausencia. Además, la ropa que usaban podía hacerlos pasar desapercibidos muy fácilmente entre la gente.
—Bueno pero primero debemos ir a dejar todo esto a la casita del árbol.
—¡Lo que diga, su majestad!—exclamó con entusiasmo llevándose la mano a la frente como si fuese un cadete.
La pelinegra sonrió. Ya era un gesto predeterminado en presencia de Luffy.
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