Capítulo 4: Desesperación

El sol había salido de nuevo hacía varias horas, pero su cuerpo se negó a moverse. Estaba agotado. Tumbado bocabajo sobre su futón, con los ojos entreabiertos, Shoto miraba la puerta de su habitación. Los rayos de luz se colaban entre las formas cuadriculadas del papel de su puerta indicándole que era de día. Hundió el rostro en su almohada una vez más y trató de dormir.

Era el segundo día que no se movía de su cuarto. Sólo se había dignado a levantarse en contadas ocasiones para ir al aseo. En él había visto su demacrado rostro. Con los ojos hinchados de haber derramado amargas lágrimas y sus mejillas ligeramente coloradas por el calor del cuarto, no consiguió reconocerse en el espejo.

Su hermana había acudido el día anterior a la hora del desayuno para despertarle preocupada por si llegaría tarde al trabajo. La realidad era que no fue a la agencia. Era la primera vez en su vida que faltaba al trabajo. Supuso que ella llamaría para avisar de que estaba enfermo, porque esa fue la excusa que él dio. También era su primera mentira.

Hoy tampoco quería moverse de la cama. Miró el reloj. Eran las once de la mañana y ni siquiera su padre o su hermana se habían molestado en intentar despertarle. Seguramente le dejaron una bandeja con el desayuno en el pasillo, pero tampoco tenía ganas de salir del futón.

La conversación de la otra noche con Dabi le había dejado un mal sabor de boca y un pensamiento que no conseguía hacer desaparecer. ¡Su hermano! No se lo había confirmado al cien por cien, pero... lo había dejado caer de forma indirecta. Fue una sorpresa enterarse de que tenía un sobrino, pero fue mucho más duro tratar de aceptar que realmente, se había acostado con su propio hermano.

Se culpaba a sí mismo por no haber visto esa posibilidad y cuando ya se había martirizado lo suficiente con esa idea, se reafirmaba a sí mismo que habría sido imposible saberlo a ciencia cierta sabiendo que los muertos no volvían a la vida, nunca pensó en esa opción porque no debería haber existido. Pero... ni siquiera con esa idea, se quitaba la sensación de haber hecho algo éticamente incorrecto.

Dabi le dijo que lo olvidase, que siguiera con su vida, que no le buscase de nuevo pero... ¿Cómo se quitaba esa sensación? Él fue su primer amor y era algo que no podía olvidar sin más por mucho que quisiera. Todo habría sido más fácil si Dabi sólo hubiera sido un villano. Seguía estando mal, pero... sería un poco más simple.

Una explosión sacudió el lugar y un intenso pitido se colocó en sus oídos. No podía escuchar nada, pero la puerta de su cuarto acababa de caer a no mucha distancia de su futón. Shoto se incorporó con rapidez, creyendo primero que su casa estaba sufriendo un ataque y, posteriormente, relajándose al ver aparecer la figura de su compañero: ¡Bakugo Katsuki! Él nunca se andaba con rodeos.

— Vaya, pero si veo que no estás herido — sentenció Bakugo al verle ligeramente incorporado sobre su futón, sin vendas, sin heridas ni moratones. Llevaba su camiseta corta del pijama y le observaba con sorpresa –. Entonces levántate y vamos a patrullar.

— ¿Bakugo? — preguntó Shoto con total confusión.

— Me toca la patrulla contigo y no pienso ir yo solo. ¿Tienes fiebre? — preguntó. Shoto negó con la cabeza al instante al ver el enfado en el rostro del rubio –. ¿Tos? ¿Quizá te duele la garganta? Si es un malestar de estómago, tengo pastillas para la digestión — sacó un bote de su bolsillo, pero al ver cómo Shoto incapaz de mentirle a la cara negaba con la cabeza a todo, Bakugo sonrió –. ¡Muérete, Todoroki! Si no estás enfermo, entonces vístete de una puta vez y vámonos.

***

Completamente sonrojado y enfadado, Bakugo caminaba en silencio llevando a cabo su patrulla rutinaria. Los gritos de Endeavor los tenía clavados en su cabeza por haber destrozado la puerta, pero... miró hacia Shoto a su lado. Él caminaba en silencio, cabizbajo y sumido en sus pensamientos. Siempre había sido un chico reservado y de hecho, le gustaba patrullar con él; era el menos molesto de la agencia, pero hoy estaba realmente raro.

— Hoy estás más molesto de lo habitual — se quejó Bakugo. Estaba acostumbrado a que Shoto permaneciera en silencio, pero ayer no había ido a trabajar y hoy no pensaba tampoco hacerlo, lo cual, aunque Bakugo no quisiera aceptarlo, le preocupaba y eso era una gran molestia.

— No he dicho nada — sentenció Shoto como si se hubiera esforzado en hacer su ronda sin molestar.

— Te fuiste a buscar a esos villanos tú solo sin decir nada — se quejó, lo cual sorprendió a Shoto. Él no había hablado con nadie sobre sus intenciones excepto... –. Sí, ese estúpido de Deku me lo dijo. Estaba preocupado por ti. Cuando no viniste ayer a trabajar, pensó que te pudo haber ocurrido algo y que estarías herido, pero no quiso ir a tu casa para no molestar. Te estuvo llamando por teléfono, pero no respondías.

— No debió preocuparse, estoy bien.

— Y por tu culpa de no responder a las llamadas del nerd, yo, que tuve patrulla con él ayer, me tocó aguantar su preocupación y sus lamentos.

— ¿Lo... siento? — preguntó Shoto al creer que Bakugo quería una disculpa quizá.

— No me vengas con eso, Todo-idiota. No vuelvas a hacerlo, al menos si me toca patrulla a mí con el nerd. No quiero tener que aguantar sus lloros.

— Pero si vives con él — sentenció Shoto sabiendo que ambos habían iniciado una relación hacía un tiempo y, por tanto, aunque no patrullasen juntos, Deku acabaría contándole sus preocupaciones en casa. Ante esa afirmación rotunda, Bakugo se sonrojó y se sorprendió.

— ¡MUÉRETE! — le gritó a Shoto.

Por primera vez en toda la mañana, Shoto esbozó una ligera sonrisa. Con Bakugo, las patrullas siempre eran diferentes, inusuales y ligeramente divertidas. Su carácter no era precisamente el de un héroe, atemorizaba a la gente, pero... era divertido verle actuar y, sobre todo, era un buen amigo que sabía guardar los secretos pese a que él siempre se quejase de que no era el pañuelo de nadie.

— Me enteré de algo que me ha afectado — susurró Shoto deteniendo su paso y obligando a Bakugo a frenar también.

— ¿De qué hablas?

— De que no fui del todo sincero con lo ocurrido en mi secuestro.

— No me interesa nada de lo que allí ocurriera, Todoroki — volvió a caminar Bakugo, pero al ver que Shoto permanecía inmóvil en el sitio y cabizbajo, frenó de nuevo –. Seré sincero contigo, Todoroki, me importa una mierda lo que allí ocurriera con esos tipos, lo que a mí me importa es que tú me salvaste y odio tener deudas pendientes. Un día podré devolverte el favor. Y la próxima vez que vayas a enfrentarte a los villanos, llámame — sonrió Bakugo — sabes que yo te acompañaría.

Shoto sonrió. Era cierto que siempre podría contar con Bakugo, incluso Deku se ofreció para ir con él, pero... la realidad era muy diferente. Necesitaba ir solo.

— — Tenía que ir solo — sentenció Shoto.

— No te confíes demasiado.

— No es lo que crees, Bakugo. Yo... tuve... un romance con uno de ell...

Bakugo se lanzó como alma que lleva el diablo a taparle la boca. Estando en la calle alguien podría escuchar algo así y era mejor que esas palabras jamás salieran de la boca de un héroe.

— Cállate y no digas nada — se quejó Bakugo –. Sigamos con la ronda.

— ¿No vas a juzgarme por lo que hice? — preguntó Shoto al ver que Bakugo volvía a la patrulla.

— Me importa una mierda lo que hiciste o no. Eres un buen héroe a quien le importa la gente, eso es lo único que debería importarte a ti. Deja el pasado atrás y si tienes asuntos por arreglar, entonces arréglalos cuanto antes y deja de esconderte en tu cuarto. Te cubriré las espaldas, al fin y al cabo, te debo una. Y llama al idiota del nerd, no soportaría otra noche de sus lloros y lamentos preocupándose por cómo estás.

***

Toda su vida había cambiado en cuestión de unos meses. Tras nueve médicos clandestinos asesinados y un único veredicto, Dabi se rindió al diagnóstico recibido. Su vida de fechorías como reclutador para la liga de los villanos se acabó. No fue una decisión fácil y seguía sin serla, al fin y al cabo, un villano siempre sería un villano. La gente le conocía y no era de extrañar. ¿Quién olvidaría su rostro y cuerpo quemado? Todos sabían quién era él: Dabi Blueflame, su nombre de villano.

Lavaba los platos en la pila cuando el timbre sonó. Su hijo de apenas casi cinco años jugaba encima del sofá con sus muñecos de acción.

Se secó las manos con uno de los trapos y salió de la pequeña cocina para adentrarse en el comedor. Aquella destartalada casa dentro de un mal barrio era lo único que podía ofrecerle a su hijo. Al menos tenía un techo y un lugar seguro al que recurrir. No podía pedir más con la vida delictiva que había tenido. Tampoco le faltaba trabajo en el club de abajo y Tomura fue un apoyo en momentos difíciles. Sobre todo en las noches, solía acudir a cuidar del renacuajo mientras él se iba al bar a trabajar.

Dabi abrió la puerta sabiendo que, seguramente, sería Tomura. Hacía dos días que no veía a Shoto y pese a que había encontrado el lugar donde trabajaba, no esperaba que encontrase también su casa, pese a que con los héroes, uno nunca podía estar seguro. De todas formas, esperó haber sido muy claro con Todoroki. Era mejor así, alejado de sus vidas para evitar hundirle la vida.

— Traigo el desayuno — susurró Tomura en cuanto la puerta se abrió, enseñando una bolsa de papel marrón algo grasienta. Seguramente traía bollos de alguna panadería cercana.

— Pasa. Está jugando en el sofá.

— ¿De nuevo con Shoto Todoroki? — preguntó Tomura con una sonrisa viendo cómo el niño se subía sobre el asiento del sofá y apoyaba sus manitas con la figura de acción de Shoto Todoroki sobre el respaldo.

— Mira, tío Tomura, papá me compró a Todoroki, ahora podré derrotar a todos los villanos — sonreía el niño mostrando la figura de un villano en su otra mano.

— ¡Qué bonito! — sonrió Tomura con cierta decepción en su voz –. ¿Seguro que no prefieres ser un villano? Ellos hacen lo que quieren, sin someterse a las reglas de la sociedad.

— No — dijo el niño con una gran sonrisa, haciendo sonreír a Dabi.

— Créeme, lo he intentado muchas veces — sonrió Dabi hacia Tomura — pero es fan devoto de Shoto Todoroki. Al menos no lo es de Endeavor, eso habría sido mucho peor para mi orgullo.

— ¿Sabes qué, tío Tomura? Vi a Shoto Todoroki en el festival — sonreía el niño con gran ilusión.

— Ya. Fui yo el que te aparté de allí. Lo recuerdo.

— Si vuelvo a verle, ¿podré jugar con él?

Tomura miró hacia Dabi directamente. Una cosa era que su padre le consintiera ciertas cosas, pero... sabía que jamás le permitiría otras, como que conociera a Shoto Todoroki. Dabi tenía debilidad por ese chico y no quería poner su carrera en peligro.

— Podría ser mi profesor — susurró el niño.

— ¿Es que yo no soy un buen profesor? — preguntó Tomura.

Ir a la guardería o al colegio era algo que Dabi no estaba dispuesto a aceptar. Su cabello con dos colores y la heterocromía de sus ojos habrían podido crear un desastre. Mucha gente pensaría que era hijo de Shoto Todoroki, lo cual era cierto, pero hacer público algo así habría sido un desastre para la carrera del héroe. Por eso mismo, Dabi y Tomura le enseñaban a usar su quirk y le educaban en casa.

— Sí lo eres, pero... es que... — intentó decir el niño, poniéndose de espaldas al respaldo y sentándose finalmente en el asiento mirando fijamente la figura de Shoto Todoroki en sus manitas.

Al verle un poco desanimado, Tomura se sentó a su lado en el sofá dispuesto a animar al pequeño. Dabi les miró desde donde estaba.

— ¿Sabes? Yo peleé una vez contra Shoto Todoroki.

— ¿De verdad? — se le iluminó el rostro al pequeño queriendo saber más de todo aquello.

— Pelear es mucho decir — sonrió Dabi — yo más bien diría que todos os quedasteis helados.

— Oh, cállate — se quejó Tomura ante el sarcasmo de Dabi. — Soy yo el que cuenta la historia.

— Entonces no te olvides de las partes cómicas.

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