Capítulo 12: Problemática atracción

Tumbado en su futón, mirando el techo de su cuarto y acariciando al gato que dormía plácidamente y que había permanecido junto a él desde que Dabi se lo dio en aquel secuestro, Shoto no conseguía conciliar el sueño. Su hermano y su sobrino se encontraban en la habitación contigua y los nervios mezclados con una sensación de satisfacción no le permitían dormirse. Deseaba tanto salir al salón y estar toda la noche hablando con Dabi, con su hermano, pero... no podía o más bien, no quería.

Se dio la vuelta y miró a través de la ventana. Las estrellas no podían verse y era algo normal a lo que estaba acostumbrado. La contaminación lumínica en la ciudad provocaban esas cosas, sin embargo, sí veía la luna ocultándose a veces tras alguna nube que pasaba a gran velocidad arrastrada por las corrientes de viento.

Enterarse de que Dabi era su hermano sólo había dificultado todo. Fue el primer chico del que se enamoró y había sido un desastre. Ahora, por más que luchaba por tratar de verlo como lo que era, su hermano, le era imposible. Cuando le miraba a la cara, sólo sentía que su corazón se desbocaba y a su pensamiento, una única idea aparecía: el deseo de besarle.

Convivir con él no iba a ser una tarea sencilla, pero eran su hermano y su sobrino, dejarles en la calle le dolía mucho más. Era consciente de que toda su carrera pendía de un hilo, el hilo de que el mundo se enterase de que Dabi era su hermano. Fue un villano, el mejor reclutador que tuvo la liga de los villanos y que tantos destrozos causó.

Dio una vuelta más en la cama y trató de dormir. Tenía que conseguirlo y más, porque al día siguiente debía ir a trabajar. Cerró los párpados y pese a que no dejaba de pensar en Dabi que dormía en la habitación contigua, en algún momento de la noche, agotado, finalmente se durmió.

Fue el sonido de la alarma de su teléfono lo que le despertó nuevamente. Era temprano: las seis de la mañana. Sin apenas haber dormido, se sentía demasiado cansado incluso para abrir los ojos. Suspiró antes de hacerse el ánimo de ponerse en pie.

Se incorporó con brusquedad entre las sábanas y esperó unos segundos sentado en el futón antes de abrirlo y buscar con sus pies descalzos las zapatillas de andar por casa. Durante unos segundos, todo le pareció normal, sin embargo, pronto recordó que hoy no era un día como cualquier otro, sino que en su casa, se encontraban también Dabi y su hijo.

Con ese pensamiento en mente, se levantó dispuesto a ducharse antes de ir a preparar algo de desayunar. Quería dejar algo preparado para sus invitados y que así se sintieran como en casa pese a que la cocina no era algo que se le diera demasiado bien.

Shoto salió del cuarto y se metió en el único baño de la casa. Del armario sacó una toalla y la dejó sobre la mampara de la ducha para tenerla preparada justo antes de abrir el grifo para que saliera el agua caliente. Mientras esperaba a que el agua se calentase, empezó a quitarse el pijama.

Una vez desnudo, dejando la ropa en el suelo cerca de un rincón, Shoto entró a la ducha y cerró la mampara. Primero, tocó el agua que caía con la mano y al sentirla caliente, se dignó a meterse entero bajo ella.

Echó la cabeza atrás dejando que el agua impregnase todo su cabello y llevando sus manos hasta él, hundió sus dedos para que el agua cubriera todo antes de ir a por el champú.

En el momento en que iba a agacharse para recoger el bote de champú a sus pies, la puerta se abrió súbitamente. Tan acostumbrado a tener su cuarto de baño privado en casa de su padre y allí vivir solo, se le había olvidado poner el cerrojo. Dabi, que entraba en ese momento, al escuchar el grifo del agua encendido, miró en dirección a Shoto para cerciorarse de que realmente estaba allí y no se habían olvidado de cerrar el grifo.

— Lo siento – se giró con rapidez al ver que Shoto cerraba el agua y se tapaba con la toalla.

— No pasa nada. Ha sido culpa mía. Se me ha olvidado cerrar la puerta.

— Voy a ir a preparar los desayunos mientras acabas de asearte – dijo finalmente Dabi, quien ya le daba la espalda evitando avergonzar más al chico, sin embargo, no dejaba de venirle a la mente aquella escena durante el secuestro que una vez grabó con su teléfono donde Shoto se duchaba.

— Dame unos segundos e iré yo a preparar algo.

— No te preocupes. Yo me ocupo de la cocina.

Shoto mantuvo el silencio mientras observaba a su hermano marcharse y cerrar la puerta tras él. Pese a estar prácticamente desnudo, sólo cubierto con la fina toalla, su único pensamiento era Dabi. Le habría gustado que se hubiera quedado o incluso que hubiera entrado a la ducha con él. ¡Estaba enfermo! Así se sentía. No podía dejar de sentir ese amor casi obsesivo por él. Se repetía una y otra vez mentalmente, que era su hermano, que estaba prohibido, que no podía ser, pero su cuerpo seguía enervándose cuando le tenía cerca y su mente sólo le gritaba que lo besase cuando lo tenía a escasos centímetros de sus labios.

Agachó la mirada al plato de ducha y miró los dedos de sus pies encogerse. No podía seguir así, tenía que quitarse esas ideas de la cabeza. Sacudiéndola e impregnando la mampara con las gotas que su cabello dejó escapar, se quitó de nuevo la toalla para dejarla en el sitio de antes y volvió a encender el agua para terminar de ducharse. Quería salir cuanto antes para echar una mano con el desayuno.

Con la toalla amarrada a la cintura, Shoto pasaba otra toalla por su cabello frotándola con fuerza para secarlo mínimamente. Él nunca había sido partidario de secarlo con secador. Al ir hasta el mueble para vestirse y tocar con sus dedos la chaqueta azul de su traje de héroe, se dio cuenta una vez más de que aquello era imposible. Él era un héroe, Dabi un ex villano. Con una sonrisa cargada de tristeza, agarró más fuerte la ropa dispuesto a vestirse.

***

Si hubiera tenido otro lugar al que ir, sin duda alguna, Dabi lo habría preferido y no era porque no le gustase el piso de Shoto o su compañía, sino por lo difícil que era aguantar los impulsos de estar con él todo el tiempo. Shoto era un chico atractivo, interesante y pese a lo reservado que era, también conocía ese lado seductor y tentador que tenía.

Cada palabra, cada gesto, cada mirada que le ofrecía... era como si el diablo le tentase a pecar. Se había enamorado de alguien prohibido.

Ya había dejado la leche, los tazones y unas tostadas con mantequilla y mermelada en la mesa. Él se había criado con desayunos rápidos e incluso, a veces, había acabado tomando un café rápido en cualquier local o camión de comida rápida. Sonrió con cierta tristeza, porque estaba seguro de que Shoto se había criado con buenos desayunos, aunque probablemente, pocos días desayunarían en familia.

— ¿Ya te has duchado? – preguntó Dabi al escuchar los sonidos de unos pasos a su espalda.

— Sí. ¿Has dormido bien? Todavía es temprano, creí que dormirías más.

— He dormido suficiente. Sólo faltan los cereales y está todo listo.

— Ya voy yo.

Ambos se lanzaron hacia el armario de los cereales. Shoto creyendo que él sería más rápido puesto que Dabi no debía saber dónde guardaba las cosas, sin embargo, Dabi, que esa noche apenas pudo pegar ojo también, se dedicó a inspeccionar los armarios. Había ido tan directo que su mano se colocó sobre la de Shoto cuando agarró la caja de cereales.

Completamente paralizados, se miraron fijamente. Con el brazo estirado sobre la caja de cartón de los cereales, Dabi no podía apartar la mirada de los exóticos ojos de Shoto. Sus labios, ligeramente entreabiertos, temblaban sutilmente mientras sus ojos permanecían completamente abiertos observándole.

Los latidos del corazón de ambos se aceleraron ante su cercanía y el deseo de permanecer más tiempo a esa escasa distancia. Sus pensamientos sólo les hacían hincapié en que deseaban sentir los labios el uno del otro.

La mano libre de Dabi se posó sobre la mejilla de Shoto. Su piel era tan suave como la recordaba, pero que él cerrase los párpados y elevase ligeramente la cabeza hacia él como si le pidiera un beso no ayudó en absoluto a Dabi a controlar sus instintos. Su fuerza de voluntad flaqueaba cuanto más cerca de él se encontraba.

Acercó el rostro hacia Shoto mientras con su pulgar acariciaba con suavidad la mejilla del chico. Le amaba. No podía evitarlo ni negarlo más. Convivir con él era una tentación tras otra.

Estaba a punto de besarle cuando el ruido de unos pasos que venían por el pasillo les hizo separarse con rapidez. Shoto soltó la caja de los cereales dejando que Dabi la sostuviera finalmente.

Dabi observó unos segundos la reacción de su hermanito. Agachó la cabeza tratando de esconder el sonrojo de sus mejillas y en su mirada apareció un sentimiento de miedo y decepción. Él luchaba por no sentirse atraído en esas situaciones igual que hacía Dabi. Aquello iba a ser un suplicio para ambos. Quizá nunca debió decirle la verdad, jamás debió confesar que era su hermano y cuanto más pensaba en ello, más se daba cuenta de que no debía contarle que tenían un hijo juntos si no quería agravar esa situación.

— Papá...

— Buenos días, pequeño dormilón.

Dabi sonrió. Su hijo era lo más quería en ese mundo y verlo feliz era toda una bendición. A él le encantaba la idea de quedarse un tiempo en la casa de su héroe favorito sin saber el parentesco que tenían.

Aunque el niño todavía se restregaba los ojos con sus manitas, en cuanto vio a Shoto, salió corriendo en su dirección dispuesto a abrazarle. ¡Adoraba a Shoto! Le admiraba como a ningún otro héroe y sin siquiera darse cuenta, al ver cómo Shoto agarraba a Luka y lo aupaba para agarrarle en brazos, sonrió. Puede que nadie lo supiera, pero él si era consciente de que Luka era en realidad su hijo y verles juntos y sonriendo, le gustaba.

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