01 - The game
Muchas cosas cambian después de la preparatoria. Los estudiantes de altas calificaciones se convierten en los tontos, los nerds tímidos de
repente se casan y tienen hijos, los tipos que juraron iban a unirse a la NFLterminan uniéndose a la Marina. Las personas toman todo tipo dedecisiones extrañas una vez que llegan a la edad adulta, como Jackson Wang, por ejemplo, decidió comenzar a invitar a los fenómenos a sus fiestas.
Fue a finales de octubre, fin de semana de Halloween para ser exactos.La noche era fría, una brisa helada levantaba ráfagas de hojas doradas por las tranquilas calles suburbanas. El vecindario de Jackson estaba cerrado, loque requería registrarnos en la puerta de entrada antes de que pudiéramos conducir nuestro automóvil. El guardia había dejado una lista de invitados,y la revisó meticulosamente mientras le mostraba mi identificación.
—Shin Gyemin, ¿eh? —Dijo, dando golpecitos repetidamente con subolígrafo en su tablero. Le dediqué una sonrisa tensa e impaciente, y miréhacia atrás a la fila de autos que había comenzado a formarse detrás denosotros. Jackson era conocido por sus fiestas masivas: decenas, si no cientos, de invitados llenaban la enorme casa, la piscina y el amplio patiotrasero de sus padres. Eso era algo que no había cambiado después de la preparatoria: ninguno de nosotros había dejado de salir de fiesta.
—¿Y usted es…? —el guardia miró más allá de mí al pasajero de miCorolla, mi mejor amiga desde el primer año.
—Nal Gidoh —dijo, mirando su teléfono mientras escribía—. ¿Usted, como… necesita mi identificación o algo?
—No, no, está bien. Entonces, señoritas, ¿se dirigen a una fiesta deHalloween? —Podía sentir los ojos del guardia posándose en mi cuerpo,al menos lo que podía ver de él a través de la ventana.
Tanto Gidoh comoyo nos habíamos disfrazado de ángeles, ángeles cachondos y sexys. Mi sostén blanco transparente habría mostrado mis piercings en los pezonessi no fuera por los cubre pezones que me había puesto debajo, y si medoblara con mi falda corta de satén, la gente definitivamente vería mitanga. Nuestras alas de ángel eran pequeñas, hechas de plumas blancas,recortadas en la parte posterior de nuestros sujetadores.Me estaba cansando mucho de que este viejo pervertido intentara haceruna pequeña charla. No tenía ninguna duda de que ya había visto nuestrosnombres en la lista y solo estaba tratando de que tuviéramos unaconversación con él. Miré hacia atrás con impaciencia cuando otro cochese detuvo en la fila. La camioneta justo detrás de nosotras temblaba y retumbaba, un infierno absoluto para mis oídos. Algo sobre la bestia viejay fea resultaba familiar…
Luego vi al tipo conduciendo e inmediatamente recordé dónde habíavisto el camión antes.
—¡El maldito Jeon Jungkook está detrás de nosotras! —Solté, tanpronto como el guardia finalmente nos hizo pasar. Gidoh inmediatamentelevantó la vista de su teléfono, se giró y se esforzó en su asiento para mirardentro de la camioneta cuando la dejamos atrás en el portón.
—Tienes que estar bromeando —dijo—. ¿Está segura? No puedo vernada con esos faros.
—Lo vi. Y esa es su misma vieja camioneta de mierda.
—Tú no… no crees… —Gidoh se reclinó en su asiento, dándome unamirada seria—. No crees que Jackson lo invitó, ¿verdad?
—Oh Dios, diablos no —hice una mueca de disgusto—. Jackson noinvitaría a ese bicho raro. No después de lo que pasó.
—Recuerda, Jackson ha estado en todo eso de "aceptación para todos"desde que tomó esa clase de Filosofía —dijo Gidoh en forma deadvertencia—. Y no es como que Jungkook viva aquí. ¿Por qué más estaría en este vecindario?
Negué con la cabeza.
—De ninguna manera los estándares de invitación de Jackson han caído tan bajo. Además, literalmente, todos losde la preparatoria están asustados por Jungkook. Sí, han pasado un par deaños, pero nadie olvida realmente al niño que casi apuñala a alguien.
Gidoh se cruzó de brazos con un pequeño estremecimiento y aceleré,dejando la vieja camioneta más atrás. Todas las casas del vecindario de Jackson eran enormes, ubicadas en amplios prados detrás de altas puertasde hierro forjado, a la sombra de árboles viejos.
Podía escuchar la música incluso antes de doblar la esquina hacia lacalle de Jackson. Los coches se alineaban en la acera, pero me las arreglépara encontrar un lugar a poca distancia a pie.
—Así queee, o sea, no es por traer momentos vergonzosos —Gidohhabló lentamente, haciendo estallar su chicle antes de continuar—. ¿Perotú y Jungkook no tenían, tipo, algo?
Suspiré profundamente. ¿Por qué tuvo que sacar eso a colación?
—Nos besamos en el baño una vez, pero eso no es nada. —Me miró conescepticismo y arqueó las cejas—. ¡No es nada!
Ella hizo una mueca.
—Quiero decir… Minho pensó que era algo.
Me burlé.
—Minhi y yo ni siquiera estábamos juntos. Éramos tanintermitentes.
—Oookay, pero ¿estaban juntos no?
—Aparentemente, Minho pensó que estábamos juntos —rodé misojos—. Por eso fue tan idiota al respecto.
—Sí, pero quiero decir, Jungkook le tiró un cuchillo. ¿Qué tipo demonstruo lleva un cuchillo a la preparatoria?
El tipo de fenómeno que anticipó la ira de mi ex y vino preparado paraella. Minho siempre había sido un idiota para Jungkook, había sido un idiotapara todos, pero Jungkook en particular. Era la víctima perfecta: tranquilo, con la cabeza gacha, normalmente vestido de negro, con una chaqueta de cuero llena de cremalleras como de motociclistas. Jungkook había corrido con la multitud gótica,los patinadores, incluso los chicos de anime. De alguna manera se las había arreglado para poner su pie en todos los grupos de rechazo posibles. Fueun buen saco de boxeo para Minho, especialmente una vez que Minho se diocuenta de que Jungkook y yo… teníamos… No algo, no. Pero por mucho que me había burlado de Jungkook -lapequeña animadora engreída que era- Jungkook también bromeó. Tuvimosla desgracia de que nuestros casilleros estaban uno al lado del otro, por lo que no había forma de evitar ver su cara molesta. Había días en los quepeleábamos de un lado a otro en los pasillos durante todo el camino a clase,apodos, insultos, risas…
No estaba realmente segura de sí era normal enamorarse de minémesis, pero una cosa llevó a la otra y… entonces Minho descubrió que yode hecho había besado a Jungkook. Fue un suicidio social para mí, pero fueuna gran manera de cabrear a mi ex.Minho y tres amigos habían acorralado a Jungkook en el baño de chicos.
Habían planeado golpearlo, Minho me contó algunas mierdas más tardesobre "defender mi honor". Pero Jungkook había venido preparado.Tenía que haber sabido en lo que se estaba metiendo cuando me besó:yo era la ex de Minho, la capitana del equipo de porristas, una de las chicasmás populares de la escuela. Llevé a Jungkook al baño, cuatro días despuésde que Minho y yo rompimos, y me besé con él contra la fría pared deazulejos.
—Tú sabes que todo fue solo para hacer enojar a Minho, de todos modos—dije enérgicamente, volviendo a aplicar mi brillo de labios en el espejode la visera—. Odiaba a ese chico. ¡Además, Minho me había dejado por ¡Jennie Kim! Obviamente tuve que cabrearlo.
—Sí, bueno, funcionó —Gidoh se encogió de hombros—. Minho seenojó, volvieron a estar juntos, y luego rompieron de todos modos—. Ellapuso los ojos en blanco—. Podrías haber elegido a otra persona con quiencabrearlo. Jungkook parece que le gustaría, tipo… matar animalespequeños.
Un impulso repentino e intenso de negar su evaluación se apoderó demí. Le había dicho cosas peores sobre Jungkook en su cara, pero cuandoalguien más lo decía, me irritaba de una manera que no podía entender del
todo.Me lo quité de encima. Ese fue el pasado, un pequeño drama de la preparatoria. Era mejor no insistir en eso. Metí la mano en el asientotrasero para agarrar mi bolso, y Gidoh de repente me agarró del brazo.
—Jungkook a las doce en punto —murmuró.
Miré hacia arriba lentamente. La gran camioneta de Jungkook se habíadetenido para estacionar frente a nosotros. Ay, Dios mío. No… no, no élno podía estar realmente aquí para la fiesta…
Se abrió la puerta de la camioneta. Jungkook era un tipo fornido, alto y delgado,y parecía aún más alto con sus jeans ajustados y sus botas de cuero concordones. Llevaba una camiseta negra que le ceñía el pecho y estabacruzada con una especie de correas de cuero, ¿un arnés? Había tenido el cabello corto en la preparatoria, pero ahora su cabello oscuro estaba largo ypeinado hacia los costados. Cuando saltó de la camioneta y cerró la puerta degolpe, se colocó con cuidado una gorra de vinilo brillante en la cabeza.
—¡Dios mío, mira hacia abajo, mira hacia abajo, mira hacia abajo!
Gidoh trató de advertirme, pero era demasiado tarde. Jungkook pasójunto a nuestro coche y me miró a los ojos, congelándome en mi asiento.
Tragué saliva cuandopasó, incapaz de apartar la mirada, incapaz de parpadear.Me sonrió, una sonrisa lenta y apreciativa. Luego se fue por la acerahacia la fiesta. Suspiré, desplomándome en mi asiento. Quizás no me habíareconocido. ¡Quizás no me recordaba en absoluto!Pero yo podía recordar. Todavía podía imaginarme el rostro de Jungkook cuando lo acompañaron a la oficina del director. Sabía lo que Minhoiba a hacer y le había enviado un mensaje de texto a Jungkook la nocheanterior, el único mensaje de texto que le había enviado, diciéndole que noviniera a la escuela. Él vino de todos modos. Cuando finalmente sacarona rastras del baño a todos los chicos, los dos guardias del campus se habíanllevado a Jungkook. Tenía ese gran hematoma púrpura en la mejillaizquierda, un goteo de sangre que le corría por la barbilla desde un labiopartido y una sonrisa sombría en su rostro.
Me sentí rara mientras pensaba en ello y me retorcí incómoda. Habíaalgo aterrador en la forma en que se veía, pero no podía quitarme su carade la cabeza. No había tenido miedo. Llegó ese día sabiendo lo que iba a suceder, y apuntó con un cuchillo a Minho de dos metros y medioy a sus amigos deportistas. Quería besarlo de nuevo cuando lo vi escoltado. Quería enviarle unmensaje de texto cuando me enteré de que lo habían expulsado. Queríadecirle que estaba orgullosa de que se hubiera defendido, que Minho sehabía merecido el susto, que no lo culpaba por traer el cuchillo.Nunca lo hice. Tenía una reputación que mantener y Jeon Jungkook noencajaba en eso.
—Qué. Repugnante. —Gidoh dijo, abriendo la puerta de unempujón—. Lo estamos evitando como una plaga. Ojalá lo echen.
—Con suerte —murmuré, mientras me deslizaba sobre mis talones.
Los zapatos eran altos, con un patrón de filigrana blanca y tiras que mellegaba hasta la rodilla. Vi mi reflejo en la ventanilla del auto y sonreí. Meencantaba hacer un entrada.La pasarela que conducía a la casa estaba llena de linternas decalabaza, pilares de velas parpadeando dentro de sus rostros amplios ysonrientes. Esqueletos de plástico junto a las puertas de entrada de la casay lápidas falsas cubrían el césped del jardín delantero. El bajo contundentede un DJ en vivo me atravesó el pecho mientras presionaba el timbre. Fuesolo unos segundos antes de que una mujer de mediana edad con el cabello rubio decolorado y un vaso de sangría abriera la puerta.
—¡Oh, Dios mííííoooo, Gyeeeeeemin! —ella chilló, envolviéndome enun abrazo apretado que me aplastó contra sus tetas falsas—. Y Gidoh, ohDios mío, ¡bienvenidas señoritas!
—Hola, Sra. Wang —le di una sonrisa mientras entramos en laentrada. La Sra. Wang era la definición literal de una "madre genial", ellasiempre estaba presente en las fiestas de su hijo, riendo, bailando y bebiendo. Ella era uno de esos padres que realmente no parecían padres,pero de vez en cuando dejaría caer algo de sabiduría que solo podríaprovenir de décadas de experiencia en el planeta.
Las paredes de color crema pálido y la mesa decorativa de caoba en elsalón de entrada había sido sembrada de telarañas falsas, y las bombillasdel candelabro del techo se cambiaron por luces negras. Maniquíes realistas de zombis bebes estaban metidos en las esquinas y nos mirabandesde la escalera. La casa estaba llena, como había esperado. Habíadocenas de personas que conocía, algunos amistosos, otros no. Ser capitana del equipo de porristas y salir con el mariscal de campo estrelladel equipo de fútbol definitivamente me había hecho ganar algunosenemigos, incluso después de la graduación. Sabía que no había sido lamás amable de la preparatoria, pero lo que sea. El pasado era el pasado.
Gidoh y yo nos servimos algunas bebidas y deambulamos por lafiesta, reuniéndonos con amigos y haciendo pequeñas conversaciones,admirando la espeluznante decoración de la casa. Jackson siempre se habíaasegurado de hacer todo lo posible con las decoraciones de su fiesta. Lasangría se llevó a cabo en un caldero de brujas gigante, la salsa de quesohabía sido moldeada en la forma de un cerebro, e incluso los entremesesparecían pequeñas arañas espeluznantes y dedos cortados.Afuera, la gente se zambullía en la piscina climatizada y jugaba a beberen las varias mesas que habían sido preparadas para albergar beer pong yKing's Cup. El DJ tocaba en el mirador cubierto de telarañas, vestido conun traje rojo brillante y cuernos de diablo. El patio trasero era grande,cubierto de hierba, con hileras de arbustos que cubrían el muro de piedraque lo rodeaba.
Cerca de las mesas de beer pong finalmente encontramos a Jackson,disparando una cerveza antes de saltar, completamente vestido, a lapiscina. Pero no había estado bebiendo solo. Había estado bebiendo junto a nada menos que Jeon Jungkook, quien tiró a un lado su lata de cervezavacía con una sonrisa y se rió mientras Jackson se sumergía.
Me sentí como si hubiera entrado en el algún fondo negro. Había estadoun poco fuera de lugar desde que comencé la universidad, pero todo estoestaba mal. ¿Por qué diablos estaba bebiendo Jungkook con Jackson? ¿Porqué estaba rodeado de personas que no lo habrían mirado dos veces en la preparatoria? Por qué…
—¿Por qué te está mirando? —Dijo Gidoh, llevándose el vaso a laboca para enmascarar sus labios. Tenía razón: los ojos de Jungkook sehabían posado en mí y aún tenía que apartar la mirada. Había reconocimiento en sus ojos y me pregunté qué recuerdo le vino primero.
¿Era yo que lo miraba en silencio mientras caminaba por los pasillos sosteniendo la mano de Minho? ¿O era mi cara a centímetros de la suya antesde que nos besáramos, mientras susurraba: "¿Prometes no decirlo?"Con un repentino dolor agudo en mi pecho, me pregunté si me odiaba.No es que me importara ganarme la aprobación de un bicho raro como él,pero… la forma en que me miraba no se sentía odiosa. Parecía curioso,sus ojos se detuvieron en mi cara y luego hacia abajo, sobre mi cuerpo.
Por supuesto que se quedaría mirando. Todos miraron. Pero de algunamanera todavía sentía… qué era esto… ¿culpa? Después de todo, me había besado con él e inmediatamente volví conel tipo que lo había estado intimidando desde el primer año. Me burlé deél sin descanso, difundí rumores sobre él, me reí de él. Si eso no me hacía parecer una idiota, no sabía qué lo haría.
—¡Oigan, señoritas, bienvenidas! —Jackson corrió, chorreando de lapiscina, ofreciéndonos hi-fives en lugar de abrazos. La mirada de Jungkookfinalmente se rompió cuando Jackson tomó su mano amigablemente ydijo—: Buen trabajo, hermano. ¡Simplemente no lo suficientementerápido!
—Esto es tan jodidamente extraño —susurrò Gidoh—. ¿Desdecuándo son amigos?
Me encogí de hombros, tratando de no detenerme en el tema. Cuantomás lo pensaba y cuanto más miraba a Jungkook, más incómoda me sentía.E "incómoda" no era un sentimiento normal para mí en absoluto.
Una ronda de beer pong acababa de terminar, así que Gidoh y yo nosacercamos para desafiar a los ganadores. Siempre había sido una personacompetitiva, ya fuera porristas o beer pong, odiaba perder. Hundimos losvasos del equipo contrario rápidamente, bajándolas en unos minutos y consiguiendo un buen zumbido mientras estábamos en ello. Con el juegoterminado, me di cuenta de que una pequeña multitud se había reunidopara vernos jugar. Jungkook también estaba mirando. Mirándome.Una vez más, el miedo de que me odiara se apoderó de mi pecho, perono podía entender por qué me importaba. No lo había visto ni habíapensado en él en años. Nuestro beso se había desvanecido en el fondo demis recuerdos, al igual que todas nuestras tensas interacciones, todas mispalabras crueles y miradas altivas. Se había desvanecido, hasta que lo vi esta noche. Ahora todo volvió a chocar contra mí como un puñetazo en el
pecho.Pensé en el moretón debajo de su ojo después de que Minho lopersiguiera… la sangre en su labio… pero nada de esa mierda era mi culpa.
De acuerdo, tal vez algo fue culpa mía… y claro, la mayoría de misinteracciones con él habían sido burlándome de él y llamándolo porapodos… ¡pero él también se burló de mí! Todo lo que hice fue besarlo.Y él me devolvió el beso.
Pasé demasiado tiempo desde entonces tratando de averiguar por qué.¿Por qué Jeon Jungkook?
No había sido por su tranquilidad, las miradas inquietantes siempre mehabían asustado, y las cosas que me asustaban eran irresistibles. No habíasido porque detrás de ese exterior tímido y retraído estaba seguro de quehabía una bestia al acecho. No había sido porque sus labios eransorprendentemente suaves, y cuando lo besé, envolvió su mano alrededorde mi garganta, y mi corazón se aceleró por un segundo.
No. No había sido nada de eso. En absoluto. Era solo una mierda de lapreparatoria que sería mejor olvidar.
—¿Quién es el siguiente? —Gidoh se echó a reír, sorbiendo lo últimode su bebida—. Vamos, ¿quién es el próximo retador?
—Tendré que ir yo.
Mi corazón se hundió en mis zapatos. Jungkook había dado un paso alfrente. Ahora que estaba más cerca, de pie casi directamente frente a mí alotro lado de la mesa, podía ver que se había vuelto más musculoso desde laúltima vez que lo vi. No era voluminoso, pero sus bíceps se tensaron contralas mangas de su camisa y su pecho estaba apretado debajo del arnés decuero que llevaba. ¿Qué pasaba con ese arnés de todos modos? ¿Cómodiablos se suponía que debía vestirse? ¿Fue una especie de fetiche?
—Uh, claro, está bien —Gidoh sonaba irritada—. ¿Quién es tucompañero de equipo?
Jungkook se encogió de hombros.
—Solo yo. Yo contra ella. —Meseñaló. Fue una lucha evitar que mi boca se abriera. Escondí miincomodidad detrás de la mejor cara de perra en reposo que pude manejar.
—Sí, tal vez no te hayas dado cuenta, pero estamos jugando en equipos—dije despacio, sarcásticamente.
—Aw, ¿tienes miedo de perder si juegas sola? —Su voz era burlona,familiar. Era la misma forma en que me había hablado en la preparatoriacuando respondía con brusquedad a mis bromas. Excepto que ahora su vozera más tranquila. Era casi arrogante en la forma en que se comportaba, ensus gestos, en su tono.
Maldita sea, sabía cómo llegar a mí.Me reí.
—Oh, cariño, no. Más bien me aburriría de lo fácil que serávencerte.
—Supongo que aceptas el reto, entonces —dijo, haciendo rebotar lapequeña bola blanca en la mesa—. Quiero decir, es una victoria fácil parati después de todo, ¿verdad?
Mi mandíbula se apretó. Quería decir algo grosero, pero Jackson nosinterrumpió.
—Woah, chicos, si van a ir uno contra uno,¡hagamos esto un pocomás interesante! —Se acercó a la mesa, marcador en mano, y empezó aescribir en nuestras tazas: una sola palabra en unos y nada en otros. Mientras escribía en uno de los más cercanos a mí, vislumbré lo que decía:
RETO.
—¡Bebe o reto! —él exclamó—. Las mismas reglas de la casa, exceptoque, si lo haces en una de las copas de "reto" de tu oponente, ellos tienenla opción de hacer tu reto en lugar de perder la copa. —Él sonrió con picardía—. Cualquier desafío que quieras. Sin límites.
La multitud comenzó a vitorear y luego corear:
—¡Bebe o reto! ¡Bebeo reto! ¡Bebe o reto! —Era exactamente el tipo de espectáculo que a ungrupo de estudiantes universitarios con cara de mierda les encantaría, ycon tantos ojos puestos en mí, nunca lo olvidaría si me echaba atrás.
—Bien —dije, recogiendo mi pelota—. Espero que estés listo para ser humillado, Jungkook. Oh, espera… pero ya estás acostumbrado a lahumillación, ¿no?
La multitud estalló en carcajadas. Sabían exactamente de lo que estabahablando. Todos ellos sabían. Es posible que Jungkook se las haya arregladopara llevarse bien con Jackson, pero eso no significaba que todos hubieranolvidado de dónde venía.
Jungkook se limitó a sonreír mientras nos veíamos cara a cara.
—Asíque sí recuerdas mi nombre. Me siento halagado, Gyemin. Señorita Popularrecuerda quién soy, ¡oh, vaya! —Su voz estaba llena de sarcasmo. Alineósu tiro y dijo—: Supongo que besaba tan bien que no puedes olvidar minombre.
Menos gente sabía de eso. Mucha menos. Pero todavía habíamurmullos y jadeos de "¡oooh, mierda!" de los que sabían. Hice una mueca, instantáneamente irritada cuando mi cara se puso caliente. Esasonrisa suya era desconcertante, tan desconcertante que perdí mi vaso yperdí el ojo a ojo. Maldije en voz baja. No podía dejar que se metiera debajo de mi piel.
—Entonces, ¿cómo ha estado Minho, Gye? —Jungkook dijo mientrasalineaba su primer disparo.
—No lo sabría —dije bruscamente—. No estamos juntos.
—Aww, muy mal. El Rey y la Reina no obtuvieron su felices parasiempre. Qué mundo tan triste. Honestamente impactante. —Su pelotavoló por el aire y se hundió, afortunadamente no en una copa de desafío.
No sabía qué tipo de desafíos se le ocurrirían, pero no quería averiguarlo.Bebí la cerveza barata y dejé el vaso a un lado.
—Me sorprendió verte aquí, Jungkook —le dije, apuntando—. No sabíaque Jackson estaba invitando a los perros.
Más risas, incluso de Jungkook. Las palabras rebotaron en él comopelotas de ping pong. La rutina me resultó familiar. Cuanto más nosmovíamos de un lado a otro, más se aceleraba mi corazón.
—A todo el mundo le gustan los perros —dijo, inclinándose detrás delos vasos de modo que, mientras apuntaba, me vi obligada a mirarlo a losojos. Él era tan malditamente distractivo, y espeluznante —. Y aquellos que no lo hacen, bueno… solo los imbéciles patean a un perro y esperan que no los muerdan.
—¿Todavía llevas cuchillos? —Traté de sonar condescendiente, peromi voz se disparó.
—Siempre. —Muy serio. Tan malditamente serio. Me temblaba lamano y la pelota voló, ¡entró! ¡Un vaso de reto también! Me crucé debrazos victoriosamente
—Entonces, ¿cuál es su desafío, señorita Gyemin? —dijo, mirando la taza pensativamente—. Podría solo tomarlo.
La multitud gritaba sugerencias, desde lo mundano hasta locompletamente indignante. Entonces Gidoh se inclinó hacia adelante yme susurró al oído, y sonreí con picardía.
—Te reto… a entrar, meter la cabeza en el inodoro y tirar la cadena —le dije con dulzura. Su sonrisa, esa sonrisa tan arrogante, vaciló levemente—. Tuviste mucha práctica con eso ya, ¿verdad?
Por un segundo, pensé que podría hacerlo. En cambio, bebió el vaso yla dejó a un lado. Sin embargo, todavía tenía el efecto que quería: habíaperdido su sonrisa arrogante.
—Oh, Gye —negó con la cabeza—. Gye, Gye, Gye. ¿No sabes que sesupone que debes crecer después de la preparatoria? Todos somos adultosaquí. —Lanzó la pelota y entró. Un desafío para mí también—. Pero supongo que algunos de nosotros realmente lograron la cima en lapreparatoria.
—¿Cuál es tu desafío? —Espeté. No había forma de que perdiera estejuego; aceptaría cualquier desafío que me diera.
Ni siquiera lo dudó. Solo había estado esperando la oportunidad dedecirlo.
—Besa mis botas.
La gente jadeaba, reía y silbaba. Gidoh hace un ruido horrorizadodetrás de mí. Fruncí el ceño.
—Entonces… ¿qué… solo un pequeño beso?
—Oh, no, no, no —se rió entre dientes, caminando alrededor de lamesa para que pudiera verlo completamente, con botas y todo—. Te retoa que te pongas de rodillas, bajes la cara al suelo y beses mis botas durante sesenta segundos. —El horror en mi rostro le devolvió esa sonrisaarrogante—. O puedes acobardarte y beber.
—Grandes palabras de alguien que simplemente se negó a su reto —le respondí. Pero no se inmutó.
—Sí o no, Gyemin —dijo. Ahora la multitud estaba invertida. Porsupuesto que querían verme hacerlo, malditos pervertidos. De todas lascosas que podía elegir, había optado directamente por algo humillante, no es que yo hubiera elegido un modo diferente. Eché mi cabello hacia atrás,decidida a no dejar que me viera sudar.
—Bien. Sesenta segundos.
La multitud estalló en vítores. Gidoh estaba murmurando protestasdetrás de mí, sorprendida de que realmente fuera a hacerlo. Caminéalrededor de la mesa, el corazón latiendo con fuerza mientras Jungkookestaba de pie frente a mí, con los brazos cruzados. A medida que meacercaba, recordé lo alto que era. Podía mirarme hacia abajo incluso contacones, y cuando caí de rodillas en la hierba, se cernió sobre mí como unespeluznante espectro de ojos muertos. Miré hacia arriba y Jungkook me sonrió.
—Te ves mucho mejor derodillas, Gyemin —dijo en voz baja, lo suficientemente suave como paraque nadie más pudiera haberlo escuchado por encima de la música.
—¿Disfrutando tu venganza? —Siseé.
Él se rió, sacudiendo la cabeza.
—Es solo un reto, Gye. Es un juego.
No era sólo un juego. Era más que eso. Era una venganza por cada vezque me reía de él, cada vez que susurraba sobre él a sus espaldas. Venganzapor el beso que lo había atacado y expulsado.No iba a dejar que me viera sonrojar… pero el calor en mi cara se habíaconvertido en un incendio forestal, superando cada centímetro de piel.Estaba segura de que incluso mis dedos de los pies estaban sonrojados.Bajé la cabeza… me agaché … el culo hacia arriba. Mi falda se subió y elaire frío de la noche rozó mis mejillas. Estallaron vítores, silbidos y abucheos: si iba a llamar la atención, seria caliente mientras lo hacía.
Haría que Jungkook quisiera tener más de mí.
Sus botas brillaban, como si las acabaran de lustrar. El cuero estabagastado, con grietas y arrugas alrededor del tobillo y donde sus cordonesestaban apretados. A medida que me acercaba pude oler el cuero en sí, ricoy ligeramente dulce. El olor se precipitó en mi nariz y despertó algo en mí,una extraña sensación que no pude nombrar. Inhalé de nuevo,profundamente, llenando mi cabeza con el aroma.
Besé la punta de su bota, provocando más vítores de la multitud. Elcuero se sintió suave debajo de mis labios. Lo besé de nuevo, luego cambiéy besé al otro. Sesenta segundos… solo sesenta segundos… eso pasaríarápido, ¿verdad? Toqué mis labios ligeramente con ellos, pero, aun así, mi pálido brillo de labios dejó la huella de mis besos atrás. Las marcaspermanecerían allí, probablemente por el resto de la noche, un recordatorioconstante de lo que había hecho. El calor que había estado aumentando enmis mejillas se convirtió en un resplandor, y estaba agradecida de que micabello ocultara mi rostro. La posición en la que había elegido colocarmeestaba haciendo que mi tanga apretada presionara aún más contra mispartes íntimas, y de repente estaba horriblemente consciente de que estabateniendo una reacción a esto que no esperaba.
Me estaba mojando. Mi coño se sentía tan caliente que era como si ellatambién se sonrojara. ¡Mierda, mierda, mierda! Seguramente no se vería através de mi tanga, pero la idea de que alguien pudiera ver una manchahúmeda cuando estaba en esta posición humillante hizo que mi rubor se enfriara de horror.
¿Por qué esto me excitaba?
Besé la punta del pie, hasta que llegué a la curva de su tobillo. Beséallí también, donde estaba gastado el cuero. Me pregunté cómo sería pasarmi lengua por él, sentir la textura del cuero, saborearlo, solo una vez.Fue el minuto más largo de mi vida.
Nunca había hecho algo tan descaradamente degradante. Esperabasentir que mi vergüenza se volviera espesa y se asentara en mi estómago,lo retorciera como comida podrida y me dejara sintiéndome mal. Encambio, ese sentimiento de vergüenza se estaba convirtiendo en lujuria, yde repente estaba pensando en Jungkook presionando la suela de su bota contra mi cara. Pensaba en él aplastándome contra la hierba, riéndose demí, llamándome puta sucia por atreverme a que me gustara…
—¡Sesenta segundos! —Jackson gritó el conteo, con el sonido de másvítores y silbidos. Me levanté, sintiéndome mareada, y me di la vuelta lomás rápido que pude. No quería ver el rostro engreído y victorioso de Jungkook.
Volví a mi lado de la mesa, con la barbilla levantada y me recogí elcabello, tratando de actuar como si nada inusual hubiera pasado. Gidohme estaba mirando con los ojos muy abiertos.
—¿Fue tan malo? —Dije suavemente, tomando su bebida mientras ellame la ofrecía y bebiendo el alcohol.
—Bueno… quiero decir… fue eh… —se encogió de hombros,sacudiéndose—. Fue sólo un reto. Y te veías jodidamente caliente haciéndolo. Pero chica… eres realmente ardiente.
Asentí rápidamente. Si hubiera podido desear que mi rubordesapareciera, lo habría hecho. En su lugar, permaneció, mi propia letra escarlata marcada en cada centímetro de mí.Calmando mi respiración, me volví hacia mi oponente.
—¿Por quédiablos estás sonriendo? —Exigí. Jungkook pareció complacido.
Demasiado complacido.
—¿Valió la pena no perder el vaso? —él dijo. Preparé mi puntería.
—Por supuesto que lo fue. No planeo perder, Jungkook. —Hundí suvaso y bebió de nuevo, pero había obtenido la victoria y ambos lo
sabíamos.Intercambiamos vasos, de ida y vuelta. Hizo su siguiente reto, tomandoun trago de huevo crudo sin esfuerzo cuando esperaba verlo atragantarse.
Tomó más de las mías, vasos sin atrevimiento, así que me las bebí. Erasolo cerveza barata, por lo que mi zumbido fue sutil incluso cuando solome quedaban 4 vasos.
—Parece que podrías estar perdiendo, Gye —Jungkook se rió entredientes, negando con la cabeza—. A menos que en verdad te guste hacerretos.
—Yo no pierdo —dije, mi voz goteaba con falsa dulzura. Mientras yoestaba distraída con sus burlas, él hizo rebotar la pelota y entró, y lamultitud se quedó sin aliento por mi mala suerte. Dos vasos para una,ambas de reto. Suspiré, cerrando los ojos para enmascarar mi frustración.
—Solo dame el reto —gemí, seguro de que a Jungkook se le ocurriríaalgo maligno. Alguien le entregó una bebida mezclada de la que tomó unlargo sorbo, y ver la camaradería me puso de los nervios. ¿Por qué a lagente le agradaba? ¿Por qué todos habían decidido de repente ser amablescon el fenómeno?
—Es por dos vasos —dijo en tono de advertencia—. Sabes que va aser difícil.
—No me asustas, Jungkook.
Una mentira, él me asustaba. Con esa sonrisa confiaday las marcas de mi beso en sus botas, parecía que tenía todo el poder. Peoraún: cada vez que lo miraba y lo encontraba devolviéndole la mirada,sentía una ráfaga cálida en el vientre y un hormigueo en la espalda.Me estaba excitando. Sólo parado allí, me estaba excitando, y eso measustó.
—Me gusta esa tanga que estás usando —dijo pensativamente,posando un poco, como si estuviera pensando. Mi estómago se hizo unnudo—. La vi mientras estabas de rodillas. Una elección muy linda parausar debajo de una falda corta. —Puse los ojos en blanco. No meavergoncé de que la multitud hubiera visto mi ropa interior; Siempre había disfrutado presumir, sabiendo que me deseaban, pero no podían tenerme.
Pero tenía la sensación de que sabía lo que Jungkook me iba a desafiar ahacer, y ya no me gustaba
—Quítate la tanga —dijo—. Y dámela.
De inmediato sonaron vítores y silbidos. Atrajimos a una multitudconsiderable. Allí estaban las chicas de mi antiguo equipo de porristas,gente que conocía desde hacía años. Todos mirando, esperando, sorbiendo
sus bebidas.Si dudaba demasiado, lo pensaría demasiado. Yo no iba a perder, no con Jungkook. Metí la mano debajo de mi falda y tiré de mi tanga. Mientraslo hacía, podía sentir mi excitación adherirse a la tela. Incluso mirándolos brevemente, noté que había una mancha de humedad en la tela quedelataría toda mi postura orgullosa en el segundo en que la mirara.Alguien aulló su aprobación. Los teléfonos estaban fuera, grabando.Esto estaría en todas las redes sociales por la mañana. Pero puse mi mejor sonrisa sarcástica y giré las bragas alrededor de mi dedo.
—¿Es esto lo que quieres, Jungkook? —Dije—.¿Mmm?
Extendió su mano expectante. Tan malditamente engreído, como si nole sorprendiera que yo aceptara el reto, no era de extrañar que le estuvieradando exactamente lo que quería sin dudarlo. Antes de que pudiera pensarque estaba fuera de ella, hice una bola con la tanga y la tiré, arrojándolaagresivamente.
Lo atrapó, sonrió y lo sostuvo abierta entre dos dedos.
—Gracias porel trofeo.
—Maldito pervertido —traté de sonar disgustada, pero mi voz saliódemasiado alta y temblorosa para ser convincente. Para mi horror, vi quelos ojos de Jungkook se detenían en el refuerzo y detectaban la humedad.
Cuando su mirada se deslizó hacia mí, había un fuego en sus ojos.Me preparé, esperando que lo anuncie y agregue más leña a la hoguera dela humillación. Pero simplemente se metió la tanga en el bolsillo con una sonrisa victoriosa.
—Tu movimiento —dijo.
Estar ahí con mi minifalda y sin bragas resultó ser una distracciónsignificativa para mi juego. Cada soplo de viento besó debajo de mi falday se deslizó sobre mi coño, frío e impactante contra mis labios húmedos.Sí, mojados. Vergonzosamente mojados. Traté de no pensar en eso, intenténo dejar que mi mente se detuviera en la punta de tela blanca que sobresalíadel bolsillo de Jungkook.
Apreté mis piernas juntas, preocupada de que fuera a gotear por mismuslos. En el momento en que dejé que mi mente volviera a pensar en lovergonzoso que era todo esto, solo empeoró. ¿Qué estaba mal conmigo? Literalmente estaba siendo degradada frente a amigos y extraños, y megustó eso.
Sin duda, Jungkook se estaba divirtiendo; Podía verlo en todo su rostro.
Me pregunté cuánto tiempo había pensado en humillarme, si habíafantaseado con hacerme retorcerme, hacer que mis mejillas se pusieranrojas y mi voz temblara. Me pregunté si también lo estaba excitando. Tomé otra de su vaso y él tomó dos más de la mía. Jackson declaró quelas reglas de la casa eran que, si ya se había usado un desafío para mantenerun vaso, si la pelota entraba de nuevo, no habría un segundo reto. Comoya había usado mi último reto para guardar dos vasos, esas dos se retiraron rápidamente de la mesa.
La puntería de Jungkook era irritantemente buena. Obtuvo un tercervaso de mí y apreté los puños mientras esperaba su reto. ¿Qué más podíapedirme?
Sacó mi tanga de su bolsillo.
—Haz tu próximo tiro, con esto en tuboca.
Gritos de sorpresa y aullidos surgieron de los transeúntes. Algunosestaban disgustados, otros intrigados. Sus teléfonos todavía estaban fuera.Tomé el vaso, lo bebí y la tiré furiosamente a un lado.
—Vete a la mierda —le señalé con el dedo—. Vete. A. La. Mierda.
Jungkook se encogió de hombros y volvió a guardar mi ropa interior ensu bolsillo.
—Relájate, Gyemin. Es solo parte del juego.
Una parte de mí quería seguir gritándole. Pero estaba perdiendo yhacer eso me haría lucir aún peor. Bebí el vaso tan rápido como pudeporque si no lo hubiera hecho… si me hubiera permitido considerar sudesafío por un momento… podría haberlo hecho.
Me imaginé metiendo mis propias bragas en mi boca a su orden, luegoparada allí babeando y amordazada frente a todos. Apreté las piernas conmás fuerza. Tal vez solo estaba paranoica, pero estaba segura de que Jungkook podía decir que esto me estaba excitando: había demasiado humor
en su sonrisa torcida.Solo me quedaba un vaso. Tomé uno de los suyos, luego otro. Solo lequedaría una vaso si no aceptaba mi reto, y estaríamos empatados. El juego estaba demasiado cerrado para su comodidad. La gente gritaba obscenas sugerencias de atrevimiento, pero yo ya sabía lo que quería.
—Te reto a que me devuelvas mi tanga —le dije con fuerza. Me mirócon escepticismo.
—¿Estás segura de que no quieres pensar en otra cosa? —él dijo. Peroestaba decidida.
—No. Te reto a que me la devuelvas.
Era un desafío débil, pero no podía soportar estar allí sintiéndome tandesnudo. Me distraía demasiado ver el encaje asomando de su bolsillo, yno había forma de que le diera la satisfacción de llevársela a casa.Él bebió. Se bebió el maldito vaso en lugar de devolverme la tanga, ymi boca se abrió.
—Tu turno —dijo, sonriendo ante mi sorpresa. Más suave, pero nomenos seguro, agregó—: Vas a perder. Será mejor que terminemos de unavez.
Estábamos empatados. No podía perder, ¡no ahora! No después detodas sus miradas sonrientes y engreídas; Nunca viviría a la humillaciónde esta noche. Apunté con cuidado, disparé, fallé. Miré a Gidoh y la encontré mirándolo con horror, con la mano sobre la boca. Ella pensó queiba a perder.
Después de esa falta, pensé que también estaba a punto de perder.Jungkook apuntó. La multitud esperaba con la respiración contenida.Necesitaba un trago, dos tragos, un shot. Necesitaba mi tanga de vuelta, porque no podía separar mis piernas sin sentir la humedad de miexcitación.
La pelota voló por el aire y cayó sin esfuerzo en el vaso. Losespectadores vitorearon, la victoria segura era suya incluso antes de mi refutación. Intenté concentrarme, intenté tomarme mi tiempo con unapuntería cuidadosa… pero luego Jungkook se agachó y jugó con el borde demi tanga, acariciando la tela entre sus dedos. Mi puntería estaba fuera delugar, muy lejos.
Había perdido.
Cerré los ojos con fuerza, reprimiendo un gruñido de frustración. Elborracho Jackson levantó a Jungkook en un abrazo de oso, sosteniéndolo en alto como si acabara de ganar el Super Bowl. La gente se acercó más,felicitando su victoria, sosteniendo sus teléfonos y reproduciendo losvideos que habían conseguido de mí de rodillas. Maldita sea, estaba jodida.Mi posición social acababa de ser pateada.
Salí pisando fuerte, y Gidoh rápidamente se enganchótranquilizadoramente a mi lado. Estaba lista para perderme en un estupor borracho y olvidar este juego molesto.
—¡Gye! ¡Gyemin!
Me volví con la mandíbula apretada. Jungkook me estaba indicando que retrocediera.
—Todavía tienes un desafío, Gyemin.
Tenía razón: mi vaso final tenía RETO escrito en el costado. Pero ¿quétipo de desafío me iba a dar que significara perder potencialmente suvictoria? Sería horrible, lo sabía. Elegiría algo que yo tendría que rechazar.
—Bien —volví a la mesa lentamente, con los brazos cruzados. Nisiquiera quería escucharlo—. ¿Qué es?
Hizo una pausa antes de responder, y juro que fue solo para vermeretorcerme. Traté de quedarme quieta, pero mi coño aún goteaba lentamente, y podía sentirlo en mis muslos. El solo hecho de que me miraraasí, como si yo fuera insignificante, me hizo querer acurrucarme de nuevosobre mis rodillas.
—Te voy a dar otra oportunidad —dijo—. Si lo logras, ganasinstantáneamente. Pero si no lo haces… y pierdes… tienes que ser mi esclava por el resto de la noche.
Mi corazón latía con fuerza, y enmascaré lo intrigada que estaba conla ira.
—¿Qué diablos se supone que significa eso? ¿Tu esclava?
—Haz lo que te ordene, por el resto de la noche o hasta que te vayas acasa. Cualquiera y cada orden, lo haces tú. No me evites. Si estás deacuerdo, quédate a mi lado.
Que se joda. Que se jodan él y su estúpido desafío. Al diablo con estamultitud y lo interesados que estaban en verme derribada. Y al diablo mivagina por traicionarme en cada paso del camino y ponerme cachonda portodo esto. Tenía que negarme.
Algo en mí me decía que perdería, que perdería y me gustaría. Nisiquiera podía permitirme considerarlo.
—¿Qué pasó con todo ese espíritu competitivo, Gye? —Jungkook hizoun puchero burlón mientras yo luchaba conmigo misma. Posibledestrucción social… o una oportunidad para redimirme—. ¿Estás intimidada? ¿Un poco asustada de perder ahora?
Cogí la pelota. La furia, la intriga y la excitación estaban creando unamezcla dentro de mí que hizo que mi cerebro se sintiera como una papillay me prendiera fuego.
Lanza el tiro dijo una vocecita malvada en mi cabeza. Sabes querealmente no quieres ganar. Quieres hacer ese desafío. Quieres arrodillarte por él de nuevo.Me temblaban las manos, el tiempo a mi alrededor se ralentizaba. Loúnico que estaba enfocado era Jungkook. Jungkook con su sonrisa arrogante y las marcas de mis labios en sus botas. Jungkook,esperando y mirando. Jungkook, sabiendo que había ganado.Mi pelota aterrizó en la hierba. Gidoh soltó un juramento detrás de míe inmediatamente me llamó:
—¡Vamos, Gye, olvídalo!
Pero no pude. Jungkook curvó su dedo hacia mí, haciéndome un gestomientras el siguiente grupo de jugadores se apiñaba en la mesa.
—¿Cómo se siente ser un perdedor? —Dijo suavemente, mientras yome acercaba a su lado, con los brazos cruzados, negándome a mirarlo a losojos. Sus palabras se clavaron en mí, ese tono suave y condescendiente se deslizó viscosa sobre mi piel. Él me tenía, él en realidad me tenía…
Y la peor parte fue que… lo había disfrutado.
•••
Esto está más largo que mi vida, y hay capítulos que quedaron mucho más largos, si los termino de corregir hoy los subo.
No hay pregunta porque esto ya está bastante largo.
Espero que les guste esta mini historia que va a tener solo 4 capítulos.
Lxs sarangheo❤
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