♡𝓒𝓪𝓹𝓲́𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓽𝓻𝓮𝓼♡

Ihm Hwamin

Puedo sentir sus ojos en mí durante la clase. Mis normalmente bajos ojos tienen que luchar para quedarse de esa manera, porque quiero mirarlo. Intento concentrarme en lo que el profesor dice y lo sigo mientras elabora un problema de matemáticas en la pizarra. Pero todo lo que me las arreglo para hacer en copiar su trabajo de la pizarra digital en mi papel, todas sus palabras entran por un oído y salen por el otro.

Me rindo y echo un vistazo a Jungkook, y me dirige una media sonrisa, mostrando sus dientes perfectos y dos incisivos sobresaliendo de más. Vuelvo mi cabeza de golpe hacia mi papel y todos los números en la página parecen un jodido desastre. Lo oigo mover su pupitre un poco más cerca de mí. La cosa deja escapar un gemido y tengo que morder mi labio para evitar sonreír. No estoy segura de cómo encaja en él.

Jungkook no es pequeño para nada. No se ve como un estudiante de escuela secundaria, aunque todavía tiene un poco de suavidad en su rostro. Sé que es el mismo chico del que Yeji y Yuran estuvieron hablando en la oficina esta mañana. El que tiene una beca de fútbol y del que todas quieren un pedazo. Definitivamente luce como si perteneciera al campo de fútbol, partiendo a gente en dos y arremetiendo contra muros de cuerpos, pero incluso con su tamaño, por alguna extraña razón, no me intimida. De hecho, me hizo sentir cómoda cuando se ofreció a acompañarme a mi siguiente clase.

Cuando la campana finalmente suena, me levanto y pongo todo en mi mochila, preguntándome qué hacer después. Sé que necesito encontrar la biblioteca. Echando un vistazo, veo a Jungkook hacer lo mismo, pero baja la mano y toma mi abrigo.

—¿Almuerzo? —pregunta. Extiendo la mano para tomar mi abrigo de sus manos, pero niega, entonces toma mi mochila también.

—No, no voy a almorzar —protesto, queriendo ir a la biblioteca en su lugar. No me gustar gastar mi dinero en comida si no tengo que hacerlo. El almuerzo es una comida que puedo saltarme. Tengo que encontrar algún tipo de trabajo o algo. Intento quitarle mi abrigo, dando un pequeño tirón. Solo hace que me sonría aún más. Sus ojos marrones oscuros están llenos de humor y puedo decir que está pensando. De ninguna manera voy a quitarle esta cosa a menos que quiera entregarla.

Lo miro fijamente, sin un poco de incomodidad dentro de mí, incluso con él empequeñeciéndome.

—Tienes que comer. Eres diminuta.

Mis mejillas arden, sintiendo un poco de vergüenza por ser criticada. Es algo a lo que debería estar acostumbrada para ahora, pero todavía duele.

—No me refiero a eso. Solo quiero decir que eres pequeña y no puedes hacerte más pequeña —tartamudea—. Mierda. No quería decir eso tampoco.

Sonríe ante cuán nervioso se pone. Me encojo de hombros e intento explicar:

—Estoy segura de que comes lo que yo en una semana entera —me burlo, sabiendo que no estaba intentando ser grosero con su comentario. Quiero que sepa que está bien. No creo que esté acostumbrado a la incomodidad. La incomodidad es la historia de mi vida. Siempre me siento así.

—Vamos. —Me toma de la mano, envolviendo sus dedos con los míos y sacándome de la clase. Camina un poco demasiado rápido para mí, así que tengo que acelerar para no tropezar.

—¿Dónde está tu taquilla? —pregunta mientras intento mantener su paso.

Mira hacia atrás hacia mí, desacelerando y murmurando una disculpa. No suelta mi mano, sin embargo. De hecho, aprieta su agarre. Tengo que extender mis dedos para encajar entre los suyos.

—Me van a buscar una. —Se detiene de repente y casi choco con él, pero lo evito en el último segundo.

—Lo siento. Tengo que ser más cuidadoso contigo. —Lo dice como si pensara que puede romperme o algo—. Esta es mi taquilla. Nuestra taquilla. ―Suelta mi mano, arrancando algunas decoraciones de fútbol del frente del vestuario antes de hacerlas una bola y lanzarlas a una papelera al otro lado del pasillo.

—Veinte, treinta y cuatro, diecisiete —me dice mientras gira la esfera, luego abre la puerta. Pone mi abrigo dentro y me mira—. ¿Algo más que quieras meter? ¿Aligerar tu mochila? No importa. Solo la cargaré. ¿Recuerdas el número? —Me mira y lo observo. Es absorbente y es diferente tener a alguien cuidándome. O, al menos, así se siente lo que está haciendo. Cuidándome en mi primer día en una nueva escuela—. Olvídalo. Estaré contigo. No necesitas recordar la combinación.

—Veinte, treinta y cuatro, diecisiete —repito—. ¿Siempre contestas tus propias preguntas?

Mis palabras le sorprenden.

—No. —Ladea su cabeza como si estuviera pensando. Entonces me toma de la mano de nuevo, tirando de mí hacia él—. ¿Tus manos están calientes ahora? —Su pulgar acaricia mi mano como si probara la temperatura él mismo.

—Estoy bien.

—No deberías caminar hacia la escuela. Un buen viento podría tumbarte.

—¿Cómo sabes…? —Mi voz se desvanece cuando me doy cuenta de que ahora estamos en el comedor. Los estudiantes se giran para mirarnos. La gente susurra y un nudo se forma en mi estómago. No me gusta cuando la gente mira fijamente. Siento mi respiración atorarse e intento retirar mi mano de la de Jungkook, pero su agarre es irrompible.

Me lleva a una mesa.

—Siéntate aquí, iré por nuestra comida. —No hay pregunta en sus palabras.

Deja caer nuestras mochilas en el suelo junto a mí y se gira para irse. Echo un vistazo alrededor de la habitación, viendo a todo el mundo todavía mirando, los susurros se hacen más altos. Alzo la mano y echo mi cabello a un lado para que cubra mi cicatriz, asegurándome de que nadie la vea. Debato sobre agarrar mi mochila y salir corriendo de aquí.

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Jeon Jungkook:


La miro por el rabillo del ojo mientras avanzo en la fila y agarro dos bandejas. Puedo ver su indecisión a distancia, y sé que si no me doy prisa se marchará. Por suerte, las damas aquí me conocen y me sirven rápido. Soy silencioso, pero saben que puedo atiborrarme de comida, así que dos bandejas no son inusuales para mí. Hwamin está inquieta y la veo mover su mano hacia su mochila. Me echa un vistazo y la miro con fijeza, diciéndole con la mirada que no se mueva. No puedo protegerla si huye de mí, y Dios sabe dónde acabaría si se perdiera. Nuestra escuela es enorme y odio la idea de que esté perdida y sola. Asiento hacia ella, dejándole saber que casi he terminado mientras saca su mano de la mochila colocándola en su regazo.

Camino al final de la fila, marcan mi comida y la cargan en mi tarjeta de la escuela. Mis padres ponen dinero en una cuenta escolar para mí y el coste de esto agotará el saldo. Ayudo a mi padre en la tienda de hardware algunas noches y en los fines de semana de temporada baja para ganar dinero. Así que puedo añadir un extra a mi cuenta si lo necesito. No me preocupa si es para asegurarme de que Hwamin tenga bastante para comer. Tendrá lo que malditamente quiera.

Llevo las bandejas donde está sentada, las coloco delante de nosotros y me siento a su lado. Podría fácilmente sentarme frente a ella, pero quiero estar tan cerca como pueda. Siento que mi cuerpo es mucho más grande que el suyo, así que puedo protegerla si fuera necesario.

Estos pensamientos sobre protegerla siguen apareciendo en mi cabeza y no sé de dónde vienen. Nunca he sentido algo tan fuerte por alguien tan rápido, pero la necesidad es abrumadora.

—¿Qué te apetece? —pregunto, empujando comida hacia ella.

—Esto es una tonelada de comida. Déjame darte algo de dinero. —Intenta alcanzar su bolso, pero pongo mi mano sobre la suya y la llevo a mi regazo.

—No te preocupes. Me comeré lo que no quieras. Así que mejor elige algo antes de que desaparezca.

Su sonrisa me impacta justo en el pecho. Es más poderoso que cualquier golpe que haya recibido jugando fútbol. ¿Cómo puede tener este efecto en mí?

Mira la comida, toma el plato con una rebanada de pizza y se lo acerca. Todavía sostengo su otra mano en mi regazo, así que con mi mano libre tomo una de las Coca-Colas y la coloco delante de ella, siguiendo con una orden de patatas fritas. Después de eso, tomo un brownie y lo dejo a su lado mientras mueve su mano.

—Es suficiente. Estoy bien. —Ríe y me mira a través de sus pestañas—. Podemos compartir. —Empuja el brownie entre nosotros, el pensamiento de compartir con ella suena íntimo.

Tomo una de las tres hamburguesas y doy un bocado mientras hace lo mismo con su pizza. Ninguno de los dos retira su mano mientras comemos. Es como si hubiéramos estado haciendo esto por más que unas pocas horas, y no tengo deseos de pararlo.

Se inclina hacia mí y me habla en voz tan baja que apenas puedo oír lo que dice.

—La gente está susurrando.

Miro alrededor de la habitación por primera vez desde que llegamos. Realmente nunca presto atención a lo que me rodea cuando estoy en la cafetería. Tomo un asiento vacío, como y me voy. A veces, leo en el patio interior antes de mi próxima clase, pero eso es todo. Capto unas pocas miradas antes de que la gente se gire, miro a Hwamin y le quito importancia.

—La gente suele hacerlo cuando estoy cerca. Ignóralos. No es por ti.

—¿Por qué crees que eres tú? —pregunta con genuina curiosidad en su voz.

—Porque no hablo mucho. Y soy reservado. —Me encojo de hombros y vuelvo a comer.

—Has hablado conmigo y no me conoces.

Me detengo y lo pienso durante un segundo. Tiene razón, pero no sé cómo explicárselo sin sonar loco. Toda mi vida mi papá ha dicho que soy un talento natural en lo que me propongo. Soy inteligente, entonces saco sobresaliente. Soy atlético, así que tengo un paseo completo a la universidad. Pero me ha dicho una y otra vez que necesito encontrar mi pasión. Que un día encontraré algo sin lo que no pueda vivir, y a eso es a lo que debería dedicar mi vida. Al mirar a Hwamin, a sus grandes ojos oscuros de ciervo encontrándose con los míos, siento que algo en mi corazón ha cambiado. Creo que he encontrado algo con lo que apasionarme.

—Eres especial —susurro y coloco un mechón de su cabello detrás de su oreja. Agacha la cabeza, pero puedo ver el sonrojo en sus mejillas antes de que se gire.

Nos sentamos en cómodo silencio hasta que la obligo a comer otra rebanada de pizza, la mitad de una hamburguesa y patatas fritas antes de que finalmente se rinda.

—Voy a morir. No puedo comer más —dice, intentando reprimir una risa.

—Aún tienes tu estómago para postre, así que todo está bien.

—¿Mi qué? —dice juguetonamente y me tenso por la urgencia de ponerla en mi regazo.

—Ya sabes, tienes un estómago para comida y luego uno para postre. Así que no importa cuánto comas, siempre hay espacio para los dulces. —Le estoy contando lo mismo que mi mamá me ha dicho desde que era un niño. Desenvuelvo el brownie y lo extiendo hacia ella para que dé un bocado.

Niega, pero lo contoneo un poco y le sonrío. Ríe y se inclina hacia delante, abriendo su boca, e intento no mirar sus labios llenos cuando se abren y toma un bocado de la esquina. Siento su boca rozar mi pulgar y envía un calor pulsante por mi espina dorsal. ¿Cómo algo tan inocente y divertido se ha convertido en algo más en cuestión de segundos?

—¿No lucen íntimos?

Echo un vistazo y veo a Ryuwoo tomar el asiento frente a nosotros. Intenta acercar una de mis bandejas hacia él, pero extiendo la mano y la agarro, echándola hacia atrás. Me da una mirada de ¿cuál es tu problema?, pero entonces se distrae con mi compañía. Sus ojos recorren a Hwamin y la mirada lasciva que le da me enfurece. Quiero esconderla y enseñarle a este chico algo de respeto. Quiero golpear a mi quarterback en los ojos porque no merece mirarla.

Hwamin se tensa a mi lado. Tengo que sacarla de aquí antes de hacer algo que Ryuwoo lamentará.

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