♡𝓒𝓪𝓹𝓲́𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓬𝓲𝓷𝓬𝓸♡

Ihm Hwamin

Miro alrededor de la sala de estar. Finalmente desempaqué la última caja. Cada mudanza, tenemos menos y menos que traer con nosotros. Nuestra vieja vida desaparece lentamente. Me pregunto si el dolor permanecerá cuando todo se vaya. ¿Mi padre y yo seremos capaces de dejar de vivir en esta miseria que siempre nos rodea?

Cuando escucho la puerta principal abrirse, me vuelvo para ver a mi padre entrar tambaleándose. Casi tropieza con sus propios pies y me apresuro, intentando detenerlo de caer en el suelo de madera.

—¡Joder, no me toques! —grita y estira su brazo hacia mí.

Me empuja hacia atrás y la fuerza causa que mis pies se enreden. Pierdo el equilibrio y no puedo sujetarme a tiempo, caigo. Algo puntiagudo recorre mi espalda, la esquina de una mesa pequeña. Grito cuando el dolor cegador arde por mi cuerpo.

—Maldita sea, Hwamin. —Mi padre se inclina hacia mí, su una vez oscuro cabello ahora salpicado de gris, las arrugas alrededor de sus ojos son duras. Se han duplicado en los últimos años. Parece agotado hasta el hueso. El alcohol, combinado con la muerte de mi madre, lo muestra por todo su rostro. Su sucio aliento llena mis pulmones mientras sus dedos se clavan en mi brazo y me levanta de un tirón. Reprimo otro grito, con mi espalda ahora latiendo.

—Lo siento —digo, queriendo mirar a cualquier parte menos a él. No suelta mi brazo y tengo que mirarlo de nuevo. Me observa con ojos salvajes. No sabe dónde está y ese conocimiento hace que me recorra el terror. Su agarre se aprieta en mi brazo y no sé cuán lejos está a punto de ir—. Papá —gimoteo.

—Eres igual que ella. No puedo soportarlo.

Con eso, me libera con un pequeño empujón y se dirige a la cocina. Lo oigo golpear alrededor por un minuto, luego todo se queda en silencio. Sé que está comiendo los simples espaguetis con carne que hice. Dejé el plato envuelto en plástico para él en la mesa. No sabía cuándo regresaría. A veces viene directamente del trabajo y otras veces termina en el bar hasta tarde. Si ese es el caso, viene a casa después de que me haya dormido. Prefiero que vaya al bar. Cuando viene a casa directamente del trabajo, tengo que verlo tomar bebida tras bebida. Al menos cuando lo hace allí, no tengo que verlo.

Yendo arriba, me dirijo a mi habitación poniendo tanta distancia entre él y yo como es posible. Desearía tener un teléfono o algún tipo de ordenador para mirar la tienda de hardware de la que Jungkook me habló, algo para sacar mi mente de lo que acaba de suceder. Me miro en el espejo, levantando mi camiseta para ver una brillante marca roja donde mi espalda golpeó la mesa. Va a doler por la mañana.

No hubo arrepentimiento de mi padre esta noche. Tal vez todavía está borracho. Esta no es la primera vez que salgo herida intentando ayudarlo. No sé por qué sigo tratando, pero no puedo evitarlo.

Dejo que mi camiseta caiga, sin querer mirar más la marca. Agarro mi cuaderno, me tumbo en la cama y dejo que mi bolígrafo se mueva. Pienso en el chico que me hizo olvidar por primera vez en años. Quiero volver a la cafetería a esos pocos minutos que compartimos. Recordando el brownie, meto la mano en mi mochila y lo saco. Debato si comerlo, pero en su lugar, lo pongo en mi mesita de noche, queriendo guardarlo.

Quiero creer en él, que lo que Yeji dijo no importaba, pero todavía permanece en mi mente. Es duro creer en algo bueno cuando todo ha sido malo por tanto tiempo. ¿Por qué mentiría? Parecía maliciosa cuando la escuché hablando esta mañana. Sé que tiene una cosa por Jungkook, o quiere tenerla. Si realmente piensa que es tan mal chico ¿entonces por qué lo querría?

Pienso de nuevo en todo lo que dijo cuando no sabía que estaba sentada en la oficina. Dijo que era un imbécil, pero que no le importaba. Sé que a algunas chicas les gusta eso. No lo entiendo. Yo querría a alguien dulce y amoroso.

Mi padre nunca fue el más dulce, pero amaba a mi mamá. Probablemente más que a nada en el mundo entero. Incluida yo. Una vez los escuché peleando sobre tener otro hijo después de que le pedí a mamá un hermano o hermana. Sus palabras están grabadas en mi memoria. “Quisiste un bebé y te lo di, Yumin. Sabes que te daría cualquier cosa que pudiera, pero no voy a compartir más de ti o tu tiempo. Uno es todo lo que tendremos. Es suficiente”.

Ahora la mujer que amaba más que a nada se ha ido y está atascado con una hija que solo tuvo por complacerla. Y la peor parte es que cada vez que me mira todo lo que puede ver es a ella, y creo que lentamente lo está volviendo loco. Tal vez es la razón de que beba. No puede soportar mirarme cada día cuando viene a casa. Se queda hasta tarde en el bar con la esperanza de no tener que verme en absoluto.

Miro a mi cuaderno y jadeo. Es Jungkook, viéndose como un guerrero. Su rostro es duro como si estuviera listo para la batalla. Su cabello negro es un desastre, el sudor cubre su cuerpo. ¿Cómo puede alguien verse tan aterrador, pero tan protector al mismo tiempo? Me dijo que era especial. No sé por qué eso sigue reproduciéndose una y otra vez en mi cabeza. Tal vez porque no me he sentido especial desde que mi madre murió. Quiero ser especial para alguien de nuevo. Saber que me cuidan, y no por obligación. Pongo el cuaderno sobre mi pecho, dejando que mis ojos se cierren mientras el sueño me toma.

Por primera vez en mucho tiempo, deseo que llegue mañana.

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Jeon Jungkook

—¿Qué? —digo mirando a mis padres. Los dos me han estado mirando fijamente desde que bajé esta mañana y siguen intercambiando miradas. Sé de qué se trata, pero ninguno dice nada.

Cuando llegué a casa después de la escuela, mi padre y yo hablamos y dijo que le podría dar un puesto de trabajo a Hwamin. Me sorprendió que no hiciera preguntas, simplemente estuvo de acuerdo. Fue un alivio, pero sabía que eso solo los mantendría a raya por un tiempo. Ayer mi madre tuvo un largo turno en el hospital, y está a punto de marcharse de nuevo en unos minutos. El tiempo no se detiene, y sabe que su oportunidad para hablar conmigo está pasando.

—Entonces, Jungkook, tu padre dice que tienes novia.

Ahí está.

—Sí —digo, terminando mi desayuno y llevando mi plato a la cocina.

De repente, mi madre me agarra del brazo y me empuja contra el mostrador. Está jugando, pero me sorprende la fuerza que tiene para ser una mujer tan pequeña. Es más grande que Hwamin, pero no por mucho.

—Escúchame, Jeon Jungkook. Nunca antes te he visto ni siquiera parpadear en la dirección de una chica, por lo que no puedes asomarte y decir que tienes una novia sin darme detalles. —Me hinca un dedo en el estómago, y eso me hace reír—. Escúpelo, Dulce Patata, o voy a sacar la artillería pesada.

No puedo evitar reír ante el apodo que me dio cuando era un bebé. Dijo que al nacer salí todo de color naranja y era blando como una patata dulce. Levanta sus manos y las pone en forma de garras como cuando me va a hacer cosquillas, y me pongo serio. Si hay una cosa que sabe que odio, es que me hagan cosquillas. Para algunas personas es divertido y disfrutan de la sensación. Se ríen y piensan que es un juego. Yo no. Cuando me hacen cosquillas, me enojo, y ella lo sabe.

—Mamá —le advierto y trato de apartarme.

—Escúpelo —dice, levantando una ceja y retándome a ponerla a prueba.

Dejando escapar un suspiro, me rindo. Sé que es inútil luchar cuando se pone así. Miro por encima de su cabeza a mi padre, que está apoyado en el mostrador, bebiendo su café y esperando. Los dos están juntos en esto.

—Su nombre es Hwamin. Nosotros, eh, nos conocimos ayer. —Veo reflejarse sorpresa en su rostro, pero no me detiene—. Es nueva en la escuela, pero ayer teníamos las mismas clases y le di un aventón a su casa.

—Oh. —Mamá deja caer sus manos, y se ve como si estuviera pensando en lo que estoy diciendo—. ¿Así que es tu novia? —Su tono demuestra confusión, pero no presiona.

—Mamá. —Pongo mis manos en sus brazos, y levanta la vista, nos miramos a los ojos—. Es más que mi novia. Sé que suena loco, pero ustedes me contaron que en el instante en que se miraron a los ojos en cuarto grado, supieron que estaban hechos el uno para el otro. Es así con Hwamin. Solo hace falta que ella lo vea también.

—Pero, Jungkook…

—Confía en mí —digo interrumpiéndola—. Voy a traerla tan pronto como pueda convencerla. Pero créeme, mamá, es la elegida.

Me mira a los ojos como si estuviera buscando algo. Después de un segundo parece encontrar lo que está buscando y me sonríe.

—Siempre has marchado al compás de tu propio tambor, y sé que haces las cosas en tu propio ritmo y manera. Confío en ti.

Me da un beso en la mejilla mientras agarra su bolso y le dice adiós a mi padre. Papá me sonríe, toma su termo de café y se va a trabajar también. Me quedo ahí por un segundo, pensando en lo que les acabo de decir y en su reacción. Siento formarse una sonrisa en mis labios mientras considero lo que podría haber pasado frente a lo que realmente sucedió. Lo acepto. A pesar de conocerla por menos de un día, Hwamin significa más para mí de lo que podría haber creído posible. Pero prefiero sentirme obsesivamente consumido antes que no sentir nada en absoluto.

Anoche me quedé despierto hasta tarde, acostado en la cama y rebobinando todo el día en mi mente, pensando en todos sus movimientos, cada vez que la tocaba, y me dolía por querer verla de nuevo.

Agarro mi bolsa, salgo a la calle, y me monto en mi Jeep. Me dirijo hacia la casa de Hwamin. Salí temprano pensando que tal vez podría entrar y conocer a sus padres o algo así. Para que sepan que no anda con un loco y que yo me encargo de ella. También me gustaría que me conozcan porque va a pasar mucho tiempo conmigo. Justo antes de llegar a su casa, veo que ya está caminando por la acera. Al verla en el frío, la ira destella a través de mí. Me acerco, detengo el auto, y salgo.

—Hola —digo, dando un paso hacia ella. Me mira sobresaltada, como si estuviera sorprendida de verme—. ¿Intentabas deshacerte de mí?

—No, solo pensé que tal vez lo habrías olvidado. —Mira hacia el suelo, y me paro delante de ella, poniendo mi mano bajo su barbilla.

—Nunca te olvidaría, Hwamin. Jamás. —Veo cómo se forma una piscina de lágrimas en sus ojos, y la atraigo a mis brazos—. ¿Estás bien, nena? —Asiente contra mí, pero no puedo evitar pensar que algo está mal—. Oye, déjame llevarte al Jeep para que entres en calor. Apuesto a que no desayunaste, ¿verdad?

Tomo su mano y abro la puerta, levantándola para ayudarle a que entre. Alcanzo el suelo del auto y coloco una bolsa en su regazo. Todavía está caliente.

—Mi mamá hace las mejores magdalenas de chocolate, pensé que querrías probar una. O tres.

Le guiño un ojo y su rostro se ilumina mirando hacia la bolsa. Cierro la puerta y camino hacia mi lado, y al momento en que entro el olor de chocolate caliente llena la cabina.

—Esto ha arreglado mi día —dice Hwamin, y da un mordisco.

La miro, y ver cómo la luz regresa a sus ojos mientras me sonríe hace que todo mi año mejore. Tiene una mancha de chocolate a un lado de su boca, y no puedo soportarlo más.

Inclinándome hacia delante, coloco mi mano en el lado de su cara y cubro su mejilla. Se ve un poco sorprendida, pero no asustada.

—Te voy a besar, Ihm Hwamin. Porque eres la chica más dulce y más hermosa que he conocido, y si no lo hago podría morir. Pero una vez que lo haga, vas a pertenecerme.

Se lame los labios y mira hacia los míos. Cuando sus ojos brillantes parpadean, solo hay deseo ardiente en ellos. Coloco mi boca suavemente sobre la suya, siento la seda de sus labios contra los míos. Son llenos y dulces, cuando abre su boca deslizo mi lengua dentro. Sabe a menta y chocolate, y quiero comerla. Pero esto es solo nuestro primer beso, el primero de muchos, y mi objetivo es ir lento con ella.

No es suficiente ni de cerca, pero me retiro un poco, apoyando mi frente contra la suya y respirando su aroma. Huele a Navidad y hogar, todo en uno. La emoción, la comodidad, y una abrumadora sensación de estar en lo correcto se asientan en mi pecho.

La he estado esperando toda mi vida.

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