You left Me
Partes: 1/1
Advertencia: Spoilers del manga.
AU Semicanon.
Nota del autor: Basada en la teoría de que Dabi es Todoroki Touya, nombre oficial del hermano faltante sacando del manga.
[Por cada mal hombre hay una mala madre]
Rei no podía dormir. Una noche más a su interminable lista desde que la internaron en el hospital. Se ocultó entre sus blancas sábanas con olor a detergente caro. Buscando entre la palidez de la tela, el sueño que debería tener a esas horas de la noche. No era como las otras veces que no dormía por el miedo de no poder presenciar el amanecer con sus ojos.
Temía por sus hijos y su marido.
La razón de su insomnio era la temible angustia que se aferraba en la cabeza, diciéndole que algo saldrá mal. Desde hace días no podía relajarse al pensar que Shouto estaría de nuevo en una situación de peligro. Fuyumi y sus intentos de irse a Brasil, solo porque no podía aceptar los sentimientos que tenía por el héroe número dos. Natsuo con el rencor profesado hacia su padre, negándose al perdón que sanaría el corazón de de un padre e hijo.
Y él, Touya. Cada vez que preguntaba por el joven de ojos turquesas y cabellera de fuego, todo quedaba en silencio, causando miradas tristes a quiénes pregunta.
También pensó en el héroe del fuego. La albina miró la caja chocolates, solo se lo había mencionado una vez a Enji cuando se habían conocido. Sonrió complacida. Los detalles del hombre que un día se ganó con orgullo su corazón de nieve, lo hacían de nuevo.
Pero había un objeto, un objeto que a cualquier persona le parecería una broma infantil de los niños. Era un pájaro de origami, posándose con orgullo en la mesa que aparecía cada dos semanas.
No era ninguno de sus hijos, con anterioridad les había preguntado al igual que al personal del hospital. Era como si entrase por la ventana y decidiese quedarse para hacerle compañía.
Los ruidos que se escuchaban afuera se limitaban al pitido de los autos y el ladrido ocasional de un perro. Combinándose con el sonido del aire acondicionado; en su máxima capacidad, apaciguando el indomable calor de la zona residencial del hospital.
Por un segundo al voltear por la ventana, su cabeza mandó señales de alerta al ver una mancha azabache cerca del hospital. En un parpadeo la mancha se había desvanecido.
Más tarde al notar que mirar los faroles de las calles no traería consigo el descanso que desea, se volvió a su cama acostándose a punto de cerrar sus ojos; cuando lo escucho algo.
Un detalle pequeño, Rei siempre se fijaba en los detalles pequeños. Escuchó los zapatos de alguien estrellándose contra las baldosas, estás mismas avanzaron hacia su cama. Rei entró en pánico; ella cerró sus ojos, con el corazón bombeando en sus oídos que solo empeoró cuando sintió que dedos desconocidos acariciaron delicadamente sus hebras blancas. Eso le dió la confianza para abrir los ojos.
Era un hombre algo joven de cabellera negra e intensos ojos azules grabados de calma y cinismo. Le estremeció ver lo maltratada de su piel, el abrigo negro desgastado y la camisa blanca con un corte en el cuello en "V".
Observó sus intenciones de irse con la expresión de arrepentimiento plasmada en su rostro; compitiendo con la incredulidad de que estaba despierta. Deslizó de sus manos los cabellos de la mujer de Enji caminando hacia la ventana con la intención de volver al frío de la calle.
— ¿Eres tú? — habló Rei parándose, y disipando sus dudas al aferrarse a la supuesta ilusión de la figura de abrigo oscuro; obligando a que se detuviera en seco.
— ¿Eres real? — cuestionó la mujer con los ojos vidriosos de la emoción y el amor incondicional de una madre. Era él. Su pequeño Touya. Lo sentía, llamándola por su sangre o tal vez el sentimiento inoxidable que siente el ser humano al ver a un hijo. Se sentía como si fuese la primera vez que lo tocaba.
— Mamá — pronunció lento el hijo mayor, trayendo a la vida los recuerdos junto con los traumas que padeció o aún lo hace. Viendo que a pesar de los años, esa mujer aún seguía igual de bella, igualando la hermosura de la nieve recién caída que volvía pura todo aquel que lo tocara.
Los ojos azules se movieron conmovidos al sentir al tacto de la mayor. Las manos frías de Rei recorrieron el rostro en lo que alguna vez hubo una sedosa y rosácea piel de un tímido niño; que fue sustituido por enormes cicatrices sostenidos por grapas del color de la plata simbolizando el peso de los pecados que cargaba. Su antes cabellera roja encrespada, se ha teñido de negro borrando cualquier evidencia de su sangre o de quién fue.
Lo que más le dolía a la madre era ver esa mirada atenta a la distancia cargada de odio. Era ver de nuevo los ojos de Endeavor que tanto la atormentaron en el pasado.
— Cariño...
— Lo siento — interrumpió el azabache — Yo no soy lo que tú esperabas, no soy parte de la familia ni siquiera un ciudadano de bien. Porque me he convertido en lo que una vez jure destruir, soy un villano, que ha asesinado gente y que nunca olvidara sus ojos por que ellos nunca se olvidarán de mí. Me he cortado a mí mismo tantas veces que las cicatrices me han llegado al alma que jamás volverá a levantarse con heroísmo. Ese niño que vivía para mantener la paz se ha convertido en polvo. He hecho tanto que tú deberías odiarme, por el monstruo en el que me he vuelto. No te ruego tu perdón, porque sé que no soy merecedor de las palabras de alguien tan pura como tú.
— No lograría eso, no me pidas lo imposible, yo nunca te dejaré de amar, mi amor. Te amaré aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, el Sol se oculte para dejarnos en la oscuridad, Touya.
— Ya no me llamo así. Solo soy Dabi, el monstruo que asesinó a Todoroki Touya — aclaró el hombre, se arrodilló frente a la cama en la que se sentaba la mujer de cabellos blancos.
— Es mentira, con cualquier nombre con que te refieras a tí, tu sigues siendo mi hijo. No serías capaz de acabar con la vida de otro — Rei dejó que las lágrimas se asomaran, pero sin dejar que se escaparan. Negando que su niño que crío con amor y educó con devoción; sería capaz de las atrocidades que aclamaba que cometió.
Dabi sonrió burlonamente, la mujer era muy ingenua e inconsciente de lo que su hijo hizo en su vida. Por lo que abrió su boca y le contó sin omitir detalle o endulzar la realidad. De como su vida pasó a ser tan caótica, la sangre de miles en sus manos para incinerar los cuerpos de inocentes.
Era su culpa, pensó la al albina, el remordimiento se leía en sus ojos grises. No podía creer que el niño que dió a luz podría ser capaz de arrebatar el último aliento de un ser humano con el don que había heredado. Su primogénito no podía ser ésto, no debería haberse encaminado al mal. Debió ser más fuerte, pero su ceguera no le permitió estar a su lado.
— Es mi...
— No, no lo es — negó con vehemencia — Nunca digas eso, fue por la culpa de ese falso héroe que puso de prioridad a un objetivo imposible sin importarle mis heridas, golpeando tu cuerpo, ignorando a Fuyumi y a Natsu; para que al final hiciera cargar a Shouto sus frustraciones.
—... Perdóname.
Le había dejado. No había otras palabras para decirlo.
Estaban rotos.
Hasta quien te quiere te puede mentir.
Ven conmigo, Shouto.
No puedo, alguien debe velar por mamá.
¿Volverás?
Del infierno.
— No hay nada que perdonar y si lo hubiera ya está perdonado.
Aún había tantas cosas que decir; tantas por hacer, pero la vela del tiempo se iba consumiendo con la rapidez de un relámpago. Pero ese instante, en ese pequeño pedazo de tiempo, se sintió el eterno paraíso que existió en antaño.
El de orbes azules se recostó en el regazo de su madre, dejando que le contara sobre la aceptación del lado de fuego del menor que marcó la etapa del perdón y el origen de un héroe. La redención del héroe de las llamas enviándole tulipanes blancos haciendo el intento de entregárselas personalmente, aunque siempre se quedaba afuera de su habitación. La vida de la maestra acosada por un ángel que iba más rápido de lo que debería y el aprendiz de chef que aún buscaba la plenitud de una vida, quiénes irían a visitarla en la tarde.
A los colores del alba que sacaron del lugar a las estrellas, la mujer de Enji supo qué tal vez esa sería la última vez que se verían en la paz de entre cuatro paredes. La vela se estaba apagando.
Siguió el impulso de hacer un último intento de tener a su hijo a su lado, sano y a salvo. Tomó la decisión de tomar la mano que evidentemente era más grande que la suya.
— Puedes quedarte, puedes redimirte, puedes dejarlo. No dejes que sea demasiado tarde, Touya.
Ese nombre. Touya era un niño de una timidez desesperante que se ocultaba detrás de la falda de su madre o entre sus manos, incapaz de aplastar un insecto y una férrea voluntad ante las adversidades. Lástima que ese niño estaba muerto para dar lugar a su yo actual.
— Déjame ir, madre — suplicó el de cabellos oscuros acariciando la delgada mano de su progenitora. No quería irse, extrañaba tanto el calor de su cuerpo al abrazarla, las bromas pesadas realizadas al lado de su torpe Natsuo, hacer el tonto con Fuyumi enojando a los vecinos que iban a reclamar a la puerta de la casa y jugar o colarse en la habitación de su hermano menor, Shouto.
La duda entró en su corazón, dudó de que si lo que hacía era correcto y más importante que si debería seguir adelante con esta vida. De volver con sus consecuencias, las cuales no podía aceptar, aún no ni en un futuro cercano.
— Por favor — suplicó la mujer del invierno al soldado del mal, tratando de curar las cicatrices de guerra del pobre hombre para salvarlo de sus propias garras.
Lo sabía, fue un error visitar a su madre así era ella, tratando de encontrar la bondad en un mar de odio, pero cuando no lo hallaba, la creaba. Por que Todoroki Rei nunca conoció a un monstruo que no pudiera amar.
— Perdóname.
La albina dejo fluir sus lágrimas, susurrando un 'te amo' antes de dejarlo marchar por donde había venido.
Amarla era contradictorio.
Su dulzura te intoxica el alma.
Su sonrisa repara los corazones caídos.
Sus lágrimas arrugaban el corazón.
Sus palabras te destruían.
Pero su mirada te brindaba del perdón que necesitabas.
Los lamentos ya no sirven de nada, porque era peligroso desear algo sin considerar la realidad, no se podía ignorar sus manos cubiertas de pecado, sus ojos destellando la locura y sus sonrisas ocultando mentiras piadosas.
Era Dabi, uno de los más buscados de Japón, unirse a la morbosa idea de Shigaraki de derrumbar a la sociedad destruyendo los pilares nombrados héroes, masacrando su orgullo una y otra vez, verlos apretar los dientes en cólera con deseos de matarlos solo de imaginarlo le dieron escalofríos, solo para que All For One ganara.
Él era la destrucción de su sonrisa.
Él era la causa de sus lágrimas.
Él era la crueldad que ella no poseía.
Él era la palabra de la traición.
Y no era nadie ante la mirada de Rei.
Todoroki Touya había muerto desde que cruzó el pórtico dejando atrás a una familia rota y con ellos, su noble corazón.
Creo fielmente en la teoría de que Dabi es el hijo de Endeavor, para mí es demasiada coincidencia en kosei, el que no quiera decir su verdadero nombre, su particular fijación en Shouto y Enji, los parches/ quemaduras y los ojos azules de este personaje, además sugieren que algo le pasó a Touya ya van dos veces que lo mencionan de esta manera.
Y que conveniente que cuando apareció frente a Enji, este hombre veía borroso y el diálogo que dijo se puede sugerir que tal vez no es la primera vez que se ven. En el idioma original para aclarar.
Además de que ¿Porqué Dabi aparece frecuentemente en el arco de la Familia Todoroki?
Y si no es así, Horikoshi has logrado confundirme y despistarme, mis respetos.
Atte. MiraiLenKun
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