Veintiseis | La visita
Diana
Mi voz había salido en un susurro, pensé que me lo estaba imaginando. Él estaba mirándome pero estaba serio.
––¿De verdad estás aquí? –– le volví a preguntar.
Adam reaccionó y me sonrió, lo que más extrañaba era su sonrisa.
––Si, lo estoy –– respondí y se acercó para darme un abrazo.
Me quedé allí recordando cada detalle de él, su perfume, la forma en que coincidíamos cuando nos abrazamos. Entró a mi departamento y se quedó viéndome, más bien el vestido.
––Te ves increíble, ¿Andabas en algún evento? –– preguntó.
Mi sonrisa desapareció y asentí.
––Me invitaron a una conferencia, en una universidad.
––Te vi Diana con él.
Me quedé confundida.
––¿Y estás enojado por eso? ¡Tú me dijiste podíamos ver a otras personas!
Él se quedó asimilando lo que había dicho.
––¡Mentí! No quería eso, quería darte el espacio para que tú estuvieras bien y luego estuviéramos juntos otra vez.
Él se quedó en silencio, mientras que yo me apoyaba en un sillón.
––¡Dios! Adam, no puedo creer que estés aquí –– respondí tratando de calmar la tensión.
El soltó un suspiro, se pasó sus manos por el cabello y se sentó a mi lado.
––¿Sorpresa? –– decía el dando un suspiro –– Ven aquí.
Adam me indicó que me acercara a él, me abrazó y nos quedamos así unos segundos, recordando la paz que nos producía hacerlo.
––¿Adam?
––¿Si?
––Te extrañé.
Pude notar que sonrió, me alejé de el para poder mirarlo. Él estaba aún sonriendo.
––También yo, todos los días – respondió mientras daba un suspiro.
––¿Y qué haces en Nueva York? –– le pregunté.
––Voy a conocer a Gabriel, mañana nos veremos –– respondió –– De todas formas mi visita es corta, mi viaje a Londres es en dos días.
––Eso es increíble Adam, me alegra que estés conociendo a tu familia – respondí dándole una sonrisa –– ¿Cómo está Jake?
Sonrió de una manera única. Siempre que hablaba de Jake era inocente.
––Cada vez más grande, llegando a la adolescencia pero aún con rastros de inocencia –– decía él mientras me sonreía –– ¿Cómo están las cosas por aquí?
Solté un suspiro bastante largo, le sonreí a medias y él lo entendió todo. Me volvió abrazar y se quedó allí unos segundos y me besó la cabeza.
––Ya vendrán días mejores Diana, solo debes esperarlos – respondió.
––Extrañaba mucho verte, hablar contigo, ¡Mírate! Estás guapísimo.
Él sonrió mostrando sus dientes y me dio un guiño.
––También estás guapísima, te ves de una forma inexplicable. Me gusta cómo te ves, sin ataduras, mucho más libre.
Me gustaba como sonaba eso.
––He tenido días complicados, sobre todo al hablar de mi problema alimenticio –– le respondí.
Con Adam no sentía presión en contarle mis cosas personales, todo fluía de una manera increíble y natural.
––¿Qué planes tienes mañana? –– preguntó.
Nos sentamos en el sillón, Adam se sentó en una esquina y yo en la otra.
––No lo sé, ¿Recorrer un poco más Nueva York? ¿Ir a terapia?
El soltó una risa.
––¿Has vuelto a pintar?
No me esperaba esa pregunta. La pintura me ayudó en el pasado a poner los sentimientos que tenía atorados, me gustaba la sensación que me daba poder crear algo nuevo y que fuera mío.
––No, no he tenido tiempo.
Adam se quedó en silencio un momento, miró su teléfono y lo dejó en la mesa. Me quedé asimilando que su presencia era real.
––¿Dónde te estás quedando? –– le pregunté, curiosa.
––En un hotel a unas cuadras de aquí, no se ve malo.
Me acerqué un poco más a él, con menos vergüenza que antes. Me acomodé en su pecho mientras él se quedaba allí en silencio. Cerré mis ojos un momento y escuché su corazón, cómo lentamente bombardeaba más fuerte, su respiración agitada pero al mismo tiempo se calmaba al oír la mía.
––¿Te gusta oír mi corazón? –– me susurró.
Sonreí mientras me acomodaba de una mejor manera.
––Me gusta oírte. Me gusta saber cómo reaccionas cuando me acerco a ti.
Me acerqué y ahí estaba, a unos centímetros de él. Adam miraba mis labios y luego mis ojos, cómo siempre en busca de mi permiso. Me acerqué un poco más y él hizo lo mismo. Nuestros labios se tocaron e hicieron magia. La que nunca piensas que conocerás. Produce algo que pensaste que nunca ibas a sentir.
––Tu tradición es dejarme sin palabras –– susurró mientras me besaba la nariz.
Sonreí y me sonroje.
Adam se quedó viéndome, una de sus manos me acariciaba la mejilla. Cerré los ojos y lo disfruté, extrañaba mucho cuando lo hacía. Me dejaba llevar por sus suaves caricias.
––¿Qué? –– lo miré dándole una sonrisa.
Él sonrió negando.
––Eres tan hermosa.
Me volví apoyar en él, pero está vez los dos nos quedamos abrazados en el sillón. No sabría explicar quién estaba más aferrado a quién, el me abrazaba de una manera protectora y yo, no me quería ir de allí, quería abrazarlo para siempre.
***
Al otro día me despertó un ruido extraño, por un momento pensé que me había quedado dormida en el suelo, pero al abrir los ojos, logré localizar dónde estaba. Tenía leves recuerdos del día anterior, la salida, estrellas, un vestido rojo, ¿Adam? No sabía si la última parte había sido real. De lo mucho que lo extrañaba quizás me lo estaba imaginando, pero algo se movió a mi lado, más bien alguien.
––Despertar juntos se está volviendo una costumbre, ¿no crees? –– respondió dándome una sonrisa.
Sonreí y está vez fue de verdad. Poder verlo hacia que todo fuera bueno, lleno de color, eso era lo que el trajo a mi vida.
Adam se levantó y fue a la cocina a preparar algo de desayuno.
––Buenos días, ¿Cómo dormiste? –– me entregó una taza de café.
––Mejor, ¿Y tú?
––Increíble.
Sonreí y bebí un trago de mi taza. El hizo lo mismo y admiraba el lugar. Recorrió cada rincón y sonreía mientras veía los pequeños papeles que salían del libro.
––¿Este es el segundo de Harry Potter? –– decía mientras lo agarraba.
––Fue lo primero que compré cuando llegué acá. No podía dejar botada la historia, aparte debemos leerlo juntos.
El asintió y bebió un trago de su taza.
––Es cierto, hay que seguir con las tradiciones.
Lo dejó en su lugar, me besó en la mejilla y se sentó a mi lado.
––¿Estás preparado para conocer a Gabriel?
––La verdad no, estoy un poco nervioso. De hecho, quería saber si podrías acompañarme.
De pronto mi teléfono vibró, era un mensaje de Martin y Beatrice. Nos indicaba que hoy la reunión sería un poco más diferente, debíamos invitar a un familiar para poder hablar de nuestros cambios.
Esto sí que era una coincidencia.
Miré Adam y solté una risa.
––¿Qué sucede?
––Pues, adivina.
––¿Alguna pista?
––Podrás estar conmigo.
Adam se quedó en silencio, mientras pensaba.
––¿Ir a pasear por la ciudad?
Negué.
––No creo que sea esto, pero ¿ir a terapia contigo?
Asentí y sonreí como una niña pequeña.
––¿De verdad? No te molesta, ¿verdad?
––Claro que no, es parte del proceso. Y lo mejor de todo, es que podrás conocer a Gabriel.
Adam sonrió pero se volvió serio de inmediato, por un momento pensé que se había arrepentido de conocerlo, pero hizo algo que me dejó sin palabras.
Comenzó hablar sin parar.
––Debo ir a cambiarme al hotel, no puedo ir así con ropa sucia, debo bañarme, debo ir a comprar algo, debo....
––Hey hey, calma –– le dije mientras acariciaba sus manos –– Todo irá bien, iremos juntos, no estarás solo.
––Nunca me había pasado algo así, qué bueno que estoy contigo –– decía mientras me besaba la frente –– Pero de todas formas, debo ir al hotel a cambiarme.
Le sonreí con una idea loca en mi mente. Sabía que me iba arrepentir de esto pero...
––¿Y si te quedas conmigo? Puedes dormir en el sofá.
Adam se quedó mirándome mientras parpadeaba.
––¿Lo dices enserio?
Aclaré mi voz y me levanté a dejar la taza en la mesa.
––Claro, no tengo problema en que te quedes, ¿Y tú?
En el momento en que iba a responder, nos interrumpió dos golpes en la puerta. Fui abrirla y me lleve con la gran sorpresa de tener a Melo enfrente, ella no se dio cuenta de quién estaba conmigo, solamente entró hablando.
––¡No sabes el hermoso día que está afuera! Deberíamos salir y tomarn.... – decía hasta que lo vio –– Perdón, no sabía que tenías visita.
Podía ver que había una sonrisa, Adam le sonrió de vuelta.
––Melo, te presento a Adam.
Ella sonrió mucho más y asintió y se acercó a él, dandole un beso en cada mejilla. Adam se quedó asombrado por el gesto.
––Un gusto, he oído hablar mucho sobre ti – decía Melo.
––¿En serio? ¿Les hablas a otros sobre mí? Solo espero que sean buenas cosas – decía él.
Comenzaron a reír juntos, yo solté una risa nerviosa.
––No te preocupes Adam, solo fueron buenas cosas –– respondió ella amable.
––Perdón que lo diga, pero nunca había oído tu nombre, ¿De dónde eres?
––Soy de Turquía, pero mi nombre es Melek, mis amigos me dicen Melo.
Melo nos veía, sonreía por la forma en que nos mirábamos.
––Bueno, veo que he interrumpido algo –– decía ella mientras caminaba hacia la puerta.
––Pero acabas de llegar –– le decía, ella solamente se reía conmigo.
––Puedo volver más tarde –– decía, miró Adam y se despidió –– Un gusto conocerte, espero que te guste la ciudad, nos vemos pronto Adam.
––¿Y si nos acompañas? Iremos a terapia juntos. Digo, yo acompañaré a Diana – respondió Adam mirándola.
Melo se quedó unos segundos pensando, podía notar que no estaba segura en querer ir.
––¿Lo dices en serio? No quiero molestar en algo tan personal –– respondió –– De verdad que puedo volver más tarde.
Le sonreí.
––Me gustaría mucho verlos a los dos allí conmigo.
Ella me sonrió de vuelta, Adam se me acercó y me besó la frente.
––Me iré a cambiar de ropa entonces –– aclaré.
––Yo iré a buscar mis cosas al hotel y volveré en unos diez minutos – respondió Adam.
––Perfecto, entonces nos vemos pronto –– les respondí.
Melo salió del departamento, me quedé allí unos segundos dando un largo suspiro, Adam estaba allí mirándome. Esperando un momento para poder preguntar.
––¿Estás segura de que quieres que vaya contigo?
––Si, claro que sí –– respondí mientras me acercaba a él –– Significaría mucho para mí verte allí.
Él me sonrió y me besó suavemente en los labios.
––Entonces nos vemos pronto.
***
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