Capítulo treinta y tres | La despedida

Adam

Me gustaba verla así. Se veía muy feliz y libre. Siempre he querido verla así, que su pasado no la atormente. Salimos de su sesión en silencio, pero sabía que Diana iba pensando en su libertad. Cualquiera pensaría en eso, ser libre de el pasado.

De pronto la miré y sonreí. Solamente hice eso, no le hablé, solamente la miré. ¡Dios! La iba a extrañar, sabía que esta despedida estaba por llegar, pero también sabía que esto era lo mejor, cada uno iría a encontrarse a su mismo, yo en Londres buscando mi lugar y Diana viendo su lado, sabía que sería feliz.

–¿Estás bien? – me preguntó.

–Yo debería preguntarlo – añadí mientras soltaba una risa – Si, solo estaba pensando, ¿Tu lo estás?

–¡Más que bien! Adam, ¿Puedes creerlo? No tendré terapias, esto es algo que deseaba desde hace muchos meses – decía ella con orgullo.

–Es lo que mereces Diana – respondí mientras paraba frente a ella – Te mereces ser feliz, reír en todo momento, conocer a nuevas personas, pero también merecer conocerte.

Ella me sonrió y se apoyó en mi unos segundos, nos quedamos mirando un espejo que había en una muralla, me quedé allí unos segundos hasta que se me ocurrió hacer algo que no pensé que haría. Saqué mi teléfono del bolsillo y tomé la foto, ella se quedó sonriendo pero quiso tomar una, puso el teléfono mientras que yo me acercaba a ella, a su cabello. Siempre me ha gustado estar cerca de ella, no de la forma sexual, solo estar allí.

–Gracias por estos días. De verdad que los necesitaba y más si eran a tu lado – añadió mientras me sonreía.

Asentí y comenzamos a caminar, si mano iba entrelazada con la mía. Esto no se sentía mal, nada con ella se sentía así.

–Nos volveremos a encontrar.

La miré tratando de recordar la nueva versión de ella, asintió y me besó en los labios.

–Nos volveremos a encontrar.

Me gustaba ser parte de su vida, estar a su lado solamente mirándola o escucharla hablar de sus cosas. Lo único que pasaba por mi mente era que si lo íbamos a lograr, ¿Estaríamos bien luego de estar separados? ¿Conocería a otras personas? ¿Me olvidaría?

Estaba bien hacer todo esto, solamente que a veces sentía esos pensamientos, a pesar de todo eso siempre la iba amar. No me podía imaginar un mundo en que no nos encontremos. Era inútil.

***

Volvimos al departamento, al final de la meta. Miré mis cosas, era como si nunca me hubiera ido, pasé por su vida como el viento, algo pasajero.

–No quiero que pienses que esto fue algo pasajero Adam. – añadió mientras me daba una sonrisa – Nunca lo sería.

–¿Cómo puedes saber lo que estoy pensando?

–Te conozco y aparte tienes esa pequeña arruga en tu frente – decía mientras se acercaba – Estás pensando mucho las cosas.

–Es imposible no hacerlo, en algún momento debemos enfrentarlas.

–Es verdad, pero si pensamos mucho en ellas, nos van a comer vivos.

–¿Desde cuándo te volviste tan inteligente?

–Es la verdad Adam, tienes un futuro increíble, tienes la oportunidad de conocer a tu familia y a ti mismo.

–Gracias por todo este apoyo, si no te hubiera conocido, quizás nunca los conocería.

Ella me sonrió.

–Conocerte fue lo mejor que me pudo haber pasado.

Nos quedamos abrazados unos minutos. Ya era momento de irme, solamente quería quedarme allí entre sus brazos. Era mi lugar favorito, ella se separó y me vio a los ojos.

–Es tiempo de irnos.

–Nunca podría separarme de ti.

Ella se elevó un poco más y me besó en los labios, mientras ponía una mano en mi mejilla acariciándola.

–Ni yo de ti.

Fui a buscar mis cosas a la habitación, mientras que daba un paso, daba miles más hacia mi futuro. Bajamos y si conserje pidió un taxi, nos quedamos sentados esperándolo.

–¿Va de viaje señor? – decía el amable mientras revisaba unos documentos.

–Si, voy a estudiar a Londres – añadí con entusiasmo – Seré un arquitecto.

–¡Eso es increíble! Si la vejez no estuviera conmigo, estudiaría como nunca – decía entre risas.

–Pero Héctor, usted se ve muy bien – decía Diana dándole ánimos – Yo creo que podría estudiar lo que usted quisiera. No hay edad para nada.

–¿Lo dice enserio? Quizás mis hijos podrían ayudarme.

–Claro, si usted desea algo, vaya y salga a buscarlo.

El conserje parecía estar convencido.

–Su taxi ha llegado – decía mientras me ayudaba con mis cosas – Que tenga un buen viaje señor.

–Puede llamarme Adam, quizás nos veamos muy pronto.

Miré a Diana al decirlo, el pareció entenderlo ya que soltó una risa.

–Me alegro Adam, estaré a su disposición cuando lo desee – decía mientras guardaba mis cosas – Que llegue bien a su destino.

Nos subimos al auto en silencio, Diana iba mirando hacia la ventana. Pero luego, se apoyó en mi hombro dando un suspiro.

–¿A dónde los llevo? – decía el taxista.

–Al aeropuerto.

***

Habíamos llegado, le pagué unos billetes extras al taxista y bajamos mis cosas. Diana me ayudó con uno mientras me ponía al hombro el más pesado.

El aeropuerto estaba lleno de personas, en casa rincón había alguien que se iba a a otro destino, familias tristes despidiéndose, todos tenían el mismo propósito; separarse.

El destino era algo extraño, ¿verdad? Tenía todo lo que quería aquí, podía ser feliz teniendo a Diana a mi lado, ella estaba bien y era lo que importaba. Podía crear una cosa en Nueva York o esperarla... ¿Eso estaba bien?

–¿Que piensas? – decía ella mientras miraba hacia la ventana.

–No sé, en todo.

–¿Algo en específico?

–En ti, mi futuro, pero más en ti.

Ella sonrió y me besó en los labios. Miré a la pantalla, mi vuelo apareció y me puse nervioso.

–¿Que tal si me quedo? Sería increíble vivir aquí, contigo – añadí, ella solamente me miraba.

–Adam, no.

–¿Qué? – estaba confundido – Pensé que querías que estuviéramos juntos.

–Claro que quiero – decía ella mientras me daba una mirada y media sonrisa – Pero este es tu futuro, no quiero arruinarlo. Ahora es tu momento, Adam.

–¿Momento de que?

–De conocerte, debes ir allí y buscar lo que estás buscando. Vive tu vida, sé feliz.

Dios... Cada día me enamoraba más de ella.

–Eres increíble Diana, ¿Lo sabías? – añadí mientras me acercaba a ella.

–Se que será duro volver a separarnos, pero... – añadía mientras me acariciaba la mejilla – Nos volveremos a encontrar y estaremos mejor.

–Estoy seguro de eso – le respondí.

De pronto, escuché voz de alguien que indicaba que debíamos ingresar al avión. Me quedé viendola unos segundos más, ella parecía notarlo, por un leve momento me sentí mal, sentía que sudaba helado y un poco mareado.

–¿Estás bien? Te ves un poco pálido.

–Si... Digo, no – respondí mientras daba una sonrisa.

–Estas nervioso, no lo hagas Adam. Mírame a los ojos y respira – añadió – Estarás bien, ¿me escuchas? Serás el mejor arquitecto, tenlo por seguro.

Asentí y la besé en los labios. Iba a extrañar muchísimo hacer esto.

–¡Dios! Diana, gracias... – le respondí mientras me quedé allí, nuestras narices se rozaban y oía nuestras respiraciones – Te voy a echar de menos.

– Y yo a ti, chico extraño.

Sonreí ante el sobrenombre, agarré mi bolso y me puse mi mochila al hombro y agarré mi bolso. Caminé hacia donde estaba la mujer que recibía los pasajes, se lo entregué y le sonreí.

- Que tenga un buen viaje a Londres.

Mientras caminaba por el pasillo, luchaba para no darme vuelta y ver a Diana por última vez, sabía que si lo hacía nunca me iría, pero ella tenía razón, este era mi momento. Busqué mi asiento, me había tocado a la ventana nuevamente, dejé mi mochila entre mis piernas y di un largo suspiro.

***

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¡Nos vemos pronto!

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