Capítulo III

La joven princesa sentía demasiada curiosidad por saber quién era aquel joven que habían traído al castillo, pero por las palabras de su padre sabía que no tenía permitido saberlo, mucho menos podía entrar y presentarse como si nada, no quería asustar al muchacho y mucho menos podia romper así de fácil las reglas. De repente tuvo una pequeña idea.

Finalmente dio la noche, antes de retirarse a dormir como es debido la futura gobernante tomo un papel y una pluma de la oficina de su padre y rápidamente los dejó en su pieza, asegurándose de que nadie la haya visto.

—Su alteza, le traje su ropa de dormir. — Dijo una de las sirvientas entrando a la habitación de la chica con unas prendas en mano, dejándolas encima de su cama. —¿Necesita que le ayude a vestirse?

— No, no, está bien. —contestó Natalia con una gentil sonrisa—Puedes irte, gracias.

La otra mujer solo hizo una reverencia antes de retirarse, la ojiazul pronto cerró la puerta y fue rápidamente hacia la hoja y la pluma que había traído, empezando a escribir una carta.

"Hola, me presento, soy la de Kincia, está mañana/tarde no pude evitar escuchar que ocurrió un terrible accidente en las afueras de Malconia, aparentemente tu fuiste un superviviente ¿No es así? Perdona si estoy siendo algo imprudente al hablarte por este medio, pero no tengo permitido verte y quería saber cómo te encuentras, espero que te recuperes pronto.
Por cierto ¿Cuál es tu nombre? El mío es Natalia."

Cuando terminó de escribir la muchacha puso la carta en el sobre y lo cerró. Ahora iniciaba su misión imposible. Abrió delicadamente la puerta de su habitación y asomó su cabeza para ver si no estaban sus padres o algún miembro de la servidumbre. "Perfecto, no hay nadie" Pensó con una sonrisa alegre y salió de sus aposentos.

Tan rápido como pudo se dirigió al cuarto donde sabía que estaba aquel joven de ojos como el sol, no le tomó mucho tiempo encontrarla.

Otra vez con delicadeza entró ahí, pudo ver al chico durmiendo, sin querer despertarlo caminó de puntillas y dejó el sobre encima de la mesita de noche que había a su lado.

Ahora ¡Tocaba huir velozmente a su habitación!

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A la mañana siguiente el muchacho de piel morena despertó, afortunadamente ya no estaba tan adolorido como ayer, se volteó un poco y pudo ver algo que definitivamente no estaba ahí la noche anterior.

—¿Una carta? ¿Porque la dejarían aquí? — Se preguntó mientras la agarraba entre sus manos. —Quizás sea para mí... —Nino abrió la carta y empezó a leerla.

"Vaya... parece ser amigable.", pensó él chico, se levantó despacio de la cama y fue a buscar alguna hoja para responderle a la chica.

"Hola Natalia, un gusto en conocerte. Me llamo Nino, y sí, me siento mejor que ayer aunque no podré mover mi brazo por un buen tiempo."

Nino a terminar de escribir la carta, se dedicó a intentar salir de la habitación sin ser visto e ir a buscar a la dama, hasta que encontró a una gata blanca en el pasillo...

—Aww~ que adorable, ¡un gato! —se acercó al animal—Oye, ¿sabes donde puede estar una chica llamada Natalia? —preguntó burlón, hasta que la gata empezó a caminar rápido hacía una dirección cualquiera. Hasta que se encontró con el rey.

—¿Príncipe Nino? —él rey se acercó curioso al joven—Vaya, parece que ya te sientes mejor. —sonrió.

—Ah, sí. Me siento mucho mejor, he descansado bien por la anoche. —respondió—Eh... Su Alteza, me gustaría preguntarle algo...

—¿Y es qué...?

—He recibido una carta en la que se menciona a la una dama llamada Natalia. ¿Tendría la amabilidad de decirme de quién es?

—¡Ah, la princesa Natalia! Es mi hija, querido. Me complace saber que ha entablado una correspondencia con ella.

—¡Oh, qué maravilla! Entonces, ¿la princesa Natalia es su hija? ¿Puedo conocerla? —preguntó Nino.

—Lamentablemente... No. Por ahora. Primero necesito saber ya razón del porque terminaste en la playa inconsciente y con un brazo roto. De favor.

—Oh... verás, Su Alteza... es algo complicado. Yo... —titubeó él joven—Mi madre, la reina, me quería casar con una chica que no conocía y me escape. —sonrió nervioso.

—Comprendo tus preocupaciones, príncipe Nino. El matrimonio es un asunto delicado y el amor verdadero es fundamental para una unión feliz. Es valiente de tu parte buscar tu propia felicidad y no dejarte llevar por las imposiciones. —habló Antonio.

—Tu sabiduría me reconforta, su Majestad. Pero ahora me enfrento a un futuro incierto. No sé qué deparará mi destino ni cómo serán las relaciones entre nuestros reinos después de mi escapada. Siento que puedo ocasionar una guerra o algo peor. —Nino bajó la mirada, triste.

—Tranquilo, veremos la forma de solucionar esto civilizadamente. Por mientras, no recomiendo que conozcas a mi hija por esa situación que estás comprometido. Pero... pensándolo bien, puedes empezar a platicar con ella mediante cartas.

—Cielos, ¡es una maravillosa idea! Aunque, no sé dónde queda su cuarto... ¿me llevas hasta ahí?

–Por supuesto. Te llevaré hasta ahí, ¿ya has escrito una carta?

—Sí. ¿Podemos irnos, Su Alteza?

El rey asintió con la cabeza y guió a Nino por los pasillos del castillo hasta llegar a una puerta de madera tallada con elegantes adornos. Giró la perilla con cuidado y abrió la puerta, revelando una habitación decorada con delicadeza y sutileza, como un reflejo de la personalidad de la princesa Natalia

—Su Majestad, ¿está seguro de que podemos entrar aquí? No quiero invadir la privacidad de tu hija.

—Tranquilo, príncipe Nino. Natalia está realizando sus quehaceres como princesa. Además, estoy seguro de que le hará feliz recibir una carta de alguien tan amable como tú.

Nino asintió, confiando en las palabras de Wasabi. Juntos, entraron sigilosamente en la habitación y se acercaron a la elegante mesa junto a la ventana. Nino dejó la carta con cuidado sobre el escritorio, asegurándose de que estuviera visible para Natalia.

—Muy bien, príncipe Nino. Ahora debemos salir de aquí antes de que la princesa regrese y nos descubra.

Los dos salieron de la habitación con la misma discreción con la que habían entrado. Cerraron la puerta suavemente detrás de ellos y comenzaron a caminar por los pasillos, alejándose rápidamente de la habitación de la princesa.
A medida que se alejaban, Nino sentía una mezcla de emoción y nerviosismo. Había dejado su mensaje para la princesa Natalia, y solo el tiempo diría cómo respondería ella.

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La princesa Natalia regresó a su habitación tras un día agotador cumpliendo con sus deberes como princesa de Kincia. Sus pies cansados arrastraban los pasos mientras suspiraba por el descanso merecido. Sin embargo, al abrir la puerta, algo captó su atención de inmediato: una carta cuidadosamente colocada sobre su escritorio.

Natalia se acercó rápidamente y tomó la carta en sus manos, notando el delicado papel y la caligrafía elegante que adornaba el sobre. Su curiosidad se mezcló con emoción al ver su nombre escrito en él. Con un suspiro expectante, abrió el sobre y comenzó a leer las palabras escritas con esmero por el príncipe Nino.

A medida que leía, su rostro se iluminaba con una sonrisa cada vez más amplia. Las palabras escritas por Nino eran dulces, sinceras y llenas de amistad. ¡Le había respondido la carta!

La emoción se apoderó de Natalia, y sin poder contener su felicidad, dejó escapar un grito de alegría que resonó en la habitación. Se dejó caer en la cama y abrazó la carta contra su pecho, como si fuese una adolescente enamorada que descubre que su amor es correspondido.

Natalia no podía evitar la sensación de que esta carta era el comienzo de algo especial. Inmediatamente fue a su escritorio y le respondió la carta. Dibujando al final un corazón con una carita feliz. Salió de su habitación discretamente y se dirigió rápido al cuarto del príncipe Nino a dejarle la carta deslizando la hoja por debajo de la puerta.

De repente, escuchó pasos aproximándose desde el otro lado del pasillo. Sin pensarlo dos veces, Natalia se escondió detrás de un pilar cercano, manteniendo su presencia en secreto.

Pocos segundos después, la puerta se abrió y Nino entró en su habitación. Se veía pensativo y algo distraído. La princesa Natalia no pudo evitar esbozar una sonrisa ante la imagen de Nino, ella desde el principio solo pudo conocer el cuerpo del príncipe... pero no su rostro.

El rey Wasabi se encontraba sentado detrás de su imponente escritorio, ocupado con los asuntos del reino. Mientras revisaba documentos y tomaba decisiones importantes, su fiel caballero personal, Dae, se acercó con respeto.

—Mi señor, ¿cómo van las cosas con el príncipe de Malconia y la princesa Natalia?

Wasabi levantó la vista y suspiró, dejando momentáneamente de lado los papeles frente a él.

—Les he permitido que se comuniquen mediante cartas, Dae. Creo que es una forma segura y discreta de permitirles conocerse y expresar sus sentimientos.

—¿No le preocupa, mi señor, que esta forma de comunicación pueda resultar peligrosa? Después de todo, no sabemos qué puede ocurrir. Su madre debe estar preocupada...

El rey Wasabi sonrió con suavidad, demostrando confianza en su decisión.

—Entiendo tus preocupaciones, Dae, pero he optado por confiar en el príncipe Nino. He leído sus cartas y me han transmitido sinceridad y respeto hacia Natalia. Además, estoy convencido de que Natalia es lo suficientemente inteligente y perspicaz como para discernir cualquier engaño.

—Pero, su majestad-

Wasabi se levantó de su silla y se acercó a Dae, colocando una mano reconfortante en su hombro.

—Dae, entiendo tus preocupaciones y te agradezco por cuidar del bienestar de mi hija. Pero también debemos permitirles a nuestros jóvenes que vivan su propia historia y tengan la oportunidad de ser felices. Siempre estaremos aquí para protegerlos y guiarlos en caso de necesidad, pero también debemos permitirles tomar decisiones y aprender de ellas.

El caballero no dudo en sentirse tímido ante la presencia cercana al rey. Dae comprendió y asintió con su cabeza, un tanto tartamudo.

—Entendido, mi señor. Haré todo lo posible para apoyar esta situación y velar por la seguridad de nuestra princesa. Deseo de corazón que encuentre la felicidad y el amor que merece.

Wasabi sonrió y asintió agradecido. La complicidad entre ellos, cargada de una tensión romántica no dicha, se selló en ese instante. Sabían que el destino de Natalia y Nino estaba en juego, pero también sabían que merecían la oportunidad de explorar la amistad yla felicidad en sus propios términos.

Semanas después.

Hiro, un joven ciudadano del reino, caminaba por las bulliciosas calles de su ciudad cuando fue abordado por dos señoritas vestidas con elegantes ropas. Las dos chicas parecían estar algo perdidas y buscaban ayuda.

—Disculpa, buen caballero. ¿Podrías indicarnos dónde se encuentra el castillo de Kincia?

Hiro se detuvo, sorprendido por la pregunta. Era inusual que alguien desconociera la ubicación del castillo en su propio reino. Sin embargo, decidió ayudar a las chicas.

—Claro, el castillo de Kincia se encuentra al final de esta calle principal. No podrás perderlo, ya que su imponente estructura se alza majestuosamente sobre las colinas.

—¡Gracias! Es de gran ayuda. Necesitamos llegar al castillo lo más rápido posible.

—Si me permiten preguntar, ¿a quién visitarán en el castillo? ¿Conocen a alguien allí? —preguntó Hiro.

Megan y su compañera Karmi se miraron con complicidad antes de responder.

—Bueno, en realidad somos las damas de compañía de la reina de Malconia. Nos han encomendado una tarea importante en el castillo de Kincia. —respondió Karmi.

Hiro quedó sorprendido al enterarse de que las dos señoritas eran de Malconia y tenían una conexión directa con la reina. Sin embargo, no dejó que su asombro afectara su cortesía.

Después de intercambiar una sonrisa de despedida, Megan y Karmi se apresuraron en la dirección indicada por Hiro, ansiosas por cumplir su misión en el castillo de Kincia. Hiro las observó mientras se alejaban, sintiéndose honrado de haber conocido a estas señoritas tan especiales.

Mientras continuaba su camino, Hiro reflexionó sobre el encuentro inesperado. Se preguntaba qué tipo de tarea importante habían sido encomendadas a Karmi y Megan. Quizá... tenía algo que ver con el príncipe que había naufragado.

El sol se ocultaba en el horizonte cuando Megan y Karmi, las damas de compañía de la reina de Malconia, llegaron al majestuoso castillo de Kincia. El aire estaba cargado de tensión y un ambiente dramático envolvía el lugar. Su misión era clara: debían recoger al príncipe Nino y llevarlo de regreso a Malconia.

El castillo de Kincia estaba tranquilo mientras las dos damas avanzaban por los pasillos. Cada paso resonaba en el silencio, creando una atmósfera aún más intensa. Finalmente, encontraron a Nino en una de las salas, despidiéndose de algunos de sus nuevos amigos en el reino.

—Príncipe Nino, ha llegado el momento de regresar a Malconia. La reina nos envió para escoltarlo de vuelta.

Nino asintió, sabiendo que su partida era inminente. Miró a sus amigos con una mezcla de tristeza y anticipación.

—Agradezco su amistad y hospitalidad. Me llevo conmigo hermosos recuerdos de mi tiempo aquí en Kincia. Espero que algún día podamos encontrarnos nuevamente.

Sus amigos se despidieron con pesar, entendiendo que el destino los separaba por el momento. Nino siguió a Megan y Karmi, dejando atrás el reino que había llegado a apreciar y a la princesa Natalia, sin sospechar la tristeza que lo esperaba.

Mientras tanto, en su habitación, Natalia sostenía una carta en sus manos. Era de Nino, la última que había recibido antes de su partida. Sus ojos se llenaron de lágrimas al leer sus palabras de despedida. El corazón de Natalia se entristeció al saber que Nino ya no estaría a su lado en el reino.

Sin embargo, un destello de esperanza se encendió en su interior. Recordó las palabras de Nino en sus cartas anteriores, sobre cómo podrían seguir comunicándose a través de sus escritos, sin importar las dificultades que se interpusieran en su camino. La idea de seguir manteniendo ese vínculo especial, incluso a distancia, le dio consuelo y aliento.

Con determinación, Natalia se secó las lágrimas y tomó una pluma y papel. Escribió una respuesta a la carta de Nino, expresando su tristeza por su partida y su deseo de que puedan seguir compartiendo sus pensamientos y sentimientos a través de las cartas. La promesa de mantener su conexión y su amistad brindaba una pequeña luz en medio de la oscuridad.

Y así, mientras Nino se alejaba de Kincia, sin saber la tristeza que había dejado en el corazón de Natalia, ambos jóvenes tenían la certeza de que, a través de las letras, podrían seguir compartiendo su mundo interior y manteniendo vivo el lazo que los unía. La distancia física no sería un obstáculo para su conexión emocional, y eso les daba esperanzas para un futuro lleno de incertidumbre y posibilidades.

Después de la partida del príncipe Nino, el rey Wasabi notó la tristeza en los ojos de su amada hija, la princesa Natalia. Determinado a verla sonreír nuevamente, decidió organizar un campeonato de arqueros en honor a su princesa, con la esperanza de que algún valiente ganador le pidiera la mano a Natalia.

El día del campeonato, el reino de Kincia se llenó de emoción y algarabía. Los arqueros más hábiles de los reinos vecinos se reunieron para competir por el amor y la mano de la princesa. Los jardines del castillo estaban adornados con flores y banderas, y la música festiva llenaba el aire.

En el castillo, Natalia se estaba cepillando su cabello. No tan... interesada en ir al campeonato. De repente, su padre tocó la puerta y entró a la habitación de su hija.

—Querida, he organizado un campeonato de arqueros en tu honor. Me gustaría que asistieras y disfrutaras del evento. Creo que te hará bien tener algo de diversión en estos momentos difíciles.

Natalia, con la mirada perdida y el corazón lleno de nostalgia, suspiró—Padre, agradezco tu gesto, pero realmente no estoy de ánimo para ver chicos disparando flechas. Preferiría quedarme aquí y descansar.

Wasabi comprendió la tristeza de su hija, pero no estaba dispuesto a verla sumida en la melancolía.

—Natalia, entiendo tu dolor, pero es importante que te levantes y sigas adelante. Este campeonato será una oportunidad para conocer a jóvenes valientes y talentosos. Además, podría ser una oportunidad para encontrar un compañero digno de ti.

—Pero... no quiero un compañero, ¡ni un pretendiente! —se levantó y se acercó a la ventana de su cuarto—Yo pensaba que podría tener una amistad con él... pero, cuando supe que Nino estaba comprometido y que su madre lo esperaba... No sé, me siento confusa.

—Mi querida hija, entiendo que estés triste por la partida de Nino, pero debes abrir tu corazón a nuevas posibilidades. La vida continúa y mereces encontrar la felicidad.

—No es solo por Nino, padre. Siento que no encajo en estas expectativas. Quiero encontrar el amor por mi cuenta, no a través de un evento organizado. No deseo ser un premio en un campeonato.

Wasabi se acercó a su hija y le tomó suavemente las manos—Te entiendo, Natalia. No queria presionarte a hacer algo que no deseas. Solo quiero verte feliz. Pero, por favor, acompáñame solo por un momento y después podrás decidir por ti misma qué camino tomar.

Natalia reflexionó por un momento, viendo la sincera preocupación en los ojos de su padre. Finalmente, accedió a acompañarlo. Juntos, se dirigieron al campo donde se había organizado el evento, con la esperanza de que la diversión y la emoción cambiaran el estado de ánimo de la joven princesa.

Al llegar al campo, Natalia se sorprendió al ver la magnitud del evento. Había coloridas carpas y puestos que ofrecían una variedad de actividades para entretener a los asistentes. Puestos de comida aromática llenaban el aire con deliciosos olores, y se escuchaban risas y aplausos provenientes de las gradas donde los espectadores se acomodaban.

El rey Wasabi, comprometido con su objetivo de distraer a Natalia, la condujo por el lugar, señalando las diferentes atracciones que habían preparado. Había juegos de destreza, carruseles decorados con unicornios, y artistas callejeros que realizaban acrobacias y malabares para el deleite de la multitud.

Mientras caminaban, Natalia notó cómo su padre se encontraba absorto en una animada conversación con algunos nobles que habían acudido al evento. Aprovechando la distracción, la princesa decidió que era el momento perfecto para escapar discretamente.

Sin llamar la atención, Natalia se alejó del bullicio del campo y se adentró en el cercano bosque. Natalia caminaba en silencio, sintiéndose cada vez más alejada de la algarabía del evento. Sus pasos la llevaron más profundo en la naturaleza, hasta que se topó con una joven de su misma edad.

La chica llevaba un vestido sencillo y en sus brazos cargaba un gran ramo de hermosas rosas azules. Su rostro se iluminó al ver a Natalia. ¿Quién era esa chica?

Natalia se acercó a la chica con una sonrisa curiosa y la saludó con la mano—Ah... Hola, ¿Quién eres tú? ¿Y por qué llevas esas hermosas rosas azules? Son muy bonita.

La chica se acercó a la princesa con un poco de timidez, ofreciéndole una flor—Soy Lumy, una... humilde habitante de estos bosques. Estas rosas azules son un regalo especial que recojo cada año. Se dice que traen esperanza y felicidad a aquellos que las encuentran.

–¡Maravilloso! —tomó la flor y la olió con delicadeza—Huele tan bien, gracias.

—De nada. ¿Tú cómo te... llamas?

—Natalia, soy la princesa de Kincia. –reveló ella.

–Oh, ¿princesa? Mis disculpas. —hizo una reverencia—No lo sabía, aunque debí saberlo por tu corona. —río un poco.

—Sí, ¡pero no te preocupes! Está bien, todos nos equivocamos. —sonrió Natalia.

Lumy le devolvió la sonrisa al final. Después de pasar un tiempo conversando en el claro del bosque, Lumy sintió que había establecido una conexión especial con Natalia. Decidió llevar a la princesa a su cabaña, un lugar apartado donde se sentía segura para revelar su verdadera identidad.

Mientras caminaban por el bosque, Natalia se asombraba por la belleza y la tranquilidad del entorno. Llegaron a una pequeña cabaña cubierta de enredaderas y flores silvestres, y Lumy abrió la puerta con una sonrisa nerviosa.

—Bienvenida a mi humilde morada, princesa Natalia. Espero que te sientas cómoda aquí.

Natalia observó el interior de la cabaña, decorada con elementos naturales y libros antiguos. Su curiosidad se agudizó al notar varios objetos mágicos dispersos por la habitación.

—¿Eres... una hechicera?

Lumy bajó la mirada, temiendo la reacción de la princesa—Sí, lo soy. Pero por favor, no me juzgues. Aprendo magia por mi cuenta, pero es un secreto que debo guardar. No me vas a mandar a la horca, ¿verdad?

—¡Claro que no! —Natalia río—Eso quedó en el pasado. En mi reino las hechiceras, brujas y los magos son bienvenidos. No debes sentir miedo, Lumy. Es mas, ¡es maravilloso! Siempre he soñado con la magia y los poderes místicos. ¿Podrías mostrarme algo? ¡Por favor!

Lumy se sorprendió por la reacción de Natalia, pero no pudo resistirse a su entusiasmo—Está bien, pero debemos ser cautelosas. Aquí nadie puede vernos.

Lumy cerró la puerta de la cabaña y, con gestos delicados, comenzó a entonar palabras en un antiguo idioma. De repente, una pequeña llama morada se materializó en la palma de su mano y flotó en el aire, iluminando la habitación con su suave resplandor.

Natalia quedó boquiabierta, observando la danza de la llama azul con fascinación—¡Eso fue grandioso! Nunca había presenciado algo así. Eres realmente talentosa, Lumy.

—¿Talentosa? No tanto, soy solo una aprendiz. Tengo mucho que aprender. Pero recuerda, debemos mantenerlo en secreto. Es peligroso para ambas.

Natalia asintió, comprendiendo la importancia de mantener el secreto de Lumy a salvo—¡Secreto guardado!

A partir de ese momento, una amistad única y mágica se forjó entre ellas, prometiendo proteger y apoyar los sueños de cada una, sin importar las dificultades que enfrentaran.

Mientras la pequeña llama azul seguía flotando en el aire, Natalia se sentó junto a Lumy en el comedor, emocionada por su descubrimiento y ansiosa por conocer más sobre el mundo de la magia.

—Lumy, esto es increíble. Nunca había conocido a alguien con poderes mágicos antes. ¿Cómo aprendiste a hacer magia?

Lumy sonrió, encantada por la curiosidad y el entusiasmo de Natalia—Durante años, he estudiado antiguos libros de hechizos y he practicado en secreto con ayuda de mi padre. La magia siempre ha sido una pasión para mí, una forma de conectarme con la energía del universo. Pero es algo que debo ocultar cuidadosamente.

Natalia asintió, comprendiendo la importancia de mantener el secreto de Lumy a salvo.

De pronto, el pánico comenzó a apoderarse de Natalia mientras recordaba sus responsabilidades y la posibilidad de enfrentar las consecuencias por su escapada.

—¡Ay no! ¡el campeonato! ¡No puedo llegar tarde! ¿Qué voy a hacer?

Lumy se levantó y se acercó a Natalia con una sonrisa reconfortante—No te preocupes, Natalia. Tengo una solución. Tengo una escoba voladora que podemos usar para llevarte al castillo sin que nadie nos vea. ¿Te gustaría intentarlo?

Los ojos de Natalia se iluminaron con una mezcla de asombro y emoción—¡Una escoba voladora! ¡Eso sería increíble! Por favor, Lumy, ¿me llevarías?

Lumy asintió y se acercó a una esquina de la cabaña donde se encontraba su escoba. Con un movimiento de su mano, la escoba cobró vida y flotó en el aire frente a ellas.

—¡Súbete, Natalia! Aférrate fuerte y confía en mí.

Natalia se montó en la escoba, abrazando a Lumy con fuerza mientras esta tomaba el control. La escoba se elevó suavemente en el aire, ganando velocidad mientras se dirigía sigilosamente hacia el castillo de Kincia.

Mientras volaban por encima de los árboles y los campos, Natalia se maravillaba con la experiencia. Sentía la libertad del viento en su rostro y la emoción de la velocidad. La tensión y el miedo que había sentido momentos antes se disiparon, reemplazados por la alegría y la aventura.

Pronto, Lumy aterrizó suavemente la escoba en un lugar apartado cerca del castillo, asegurándose de que nadie las viera.

—Llegamos justo a tiempo. Ahora debes ser cuidadosa y volver sin que nadie se dé cuenta.

Natalia asintió, agradecida por la ayuda de Lumy—Gracias, Lumy. No sé qué habría hecho sin ti. Eres increíble.

Lumy sonrió y abrazó a Natalia con cariño.

—Espero que nos veamos pronto. Te deseo suerte. —dijo Lumy.

La princesa asintió con la cabeza y se fue alejando, acercándose a donde se encontraba su padre. La chica se sentó sigilosamente y comenzó a ver el campeonato.

En el amplio campo de tiro, los arqueros se preparaban para el esperado torneo que determinaría quién tendría el honor de "pedir la mano" de la princesa Natalia. Entre ellos, dos arqueros, Sergio y Rodrigo, destacaban por su habilidad, pero también por su arrogancia y rivalidad desmedida.

Con miradas desafiantes, ambos se posicionaron en sus respectivas líneas de tiro, esperando la señal para iniciar la competencia. El aire se llenaba de tensión y expectativa mientras el público se agrupaba alrededor, ansioso por presenciar el talento de los arqueros.

Sergio, confiado en su destreza, tomó su arco y una flecha, apuntando al blanco con una sonrisa autosuficiente. Blade, no dispuesto a quedarse atrás, también se preparó con determinación.

El silencio se hizo presente mientras los arqueros tensaban sus arcos y apuntaban con precisión. La señal resonó y las flechas volaron a gran velocidad hacia el blanco. El público contuvo el aliento, esperando ver quién obtendría la victoria.

Sin embargo, la competencia no resultó como Sergio y Rodrigo esperaban. Ambos erraron el blanco por un amplio margen, causando risas y burlas entre el público. La situación se volvió aún más incómoda cuando los dos arqueros comenzaron a culparse mutuamente, desatando una discusión absurda y ruidosa.

–Oh, Cielos... se me olvido decirles a los participantes sobre el cambio de premio del campeonato. —se maldijo el rey.

—¿Se te olvido? —preguntó Natalia a su padre.

El rey volteó a verla, sorprendido—¡Ah!, Hija, ¿desde cuándo estás aquí? Te estaba buscando por todos lados, ¿Adónde fuiste?

—Estaba explorando... ¡el puesto de pesca! Sí, eso. —mintió nerviosa.

—Bueno... está bien. Ponle atención al campeonato, yo veré como darles el comunicado.

La princesa obedeció y continuó observando la competencia de tiro a blanco.

¡No tienes oportunidad, Sergio! La princesa está destinada a elegirme a mí como su prometido. Soy el mejor arquero del reino. —dijo Rodrigo.

—¡Ja! Eso lo dices tú, Eric. La princesa quedará cautivada por mi destreza y encanto. No tengo rival. —habló Sergio.

La discusión se volvió cada vez más acalorada, y los arqueros se lanzaron acusaciones y desafíos. El público, inicialmente entretenido, comenzó a sentirse incómodo y decepcionado por la actitud de ambos hombres.

En ese momento, la princesa Natalia, quien había estado observando la competencia, decidió intervenir. Subió al estrado y se dirigió a la multitud con una mirada seria pero compasiva.

—¡¿Adónde mierda vas señorita!? —exclamó Linda, pero su esposo la calló.

—Shh... mírala, creo que dirá algo. —el rey observó a su hija con curiosidad.

—Queridos ciudadanos y valientes arqueros, agradezco su entusiasmo y dedicación en este torneo. Sin embargo, deseo hacer un anuncio importante.

El silencio cayó sobre la multitud mientras todos esperaban las palabras de la princesa.

—He escuchado sus palabras y disputas, y quiero aclarar algo. No estoy aquí para ser un "premio" que se gana en una competencia. Soy una persona con mis propios deseos y necesidades. El nuevo premio para el mejor arquero será un buen renacimiento y una flecha de oro... —tomó la flecha que estaba a un lado de ella y lo mostró a la multitud.

Las palabras de Natalia resonaron en el aire, haciendo reflexionar a todos los presentes, incluidos Sergio y Rodrigo.

—Además, quiero dejar en claro que no estoy lista para conocer a ningún pretendiente en este momento. Mi corazón necesita tiempo para crecer y descubrir lo que realmente anhelo en una pareja. Les pido que respeten mi decisión y permitan que este torneo se lleve a cabo en paz y felicidad.

Un murmullo de comprensión y aceptación se extendió entre la multitud. Sergio y Rodrigo, avergonzados por su comportamiento, bajaron la cabeza y asintieron en señal de acuerdo.

Natalia sonrió con gratitud y continuó hablando—Celebremos esta competencia en honor a la destreza de todos los arqueros presentes y la unión de nuestro reino. Agradezco su apoyo y les deseo a todos buena suerte.

La multitud estalló en aplausos, reconociendo la sabiduría y valentía de su princesa. A partir de ese momento, el torneo se desarrolló en un ambiente pacífico y lleno de camaradería, enfocándose en el talento de los arqueros y en la unión del reino.

Natalia, satisfecha con el cambio de actitud, observó el torneo con una sonrisa en el rostro. Había dejado en claro su posición y deseos, y estaba lista para forjar su propio camino, sin presiones ni expectativas externas...





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