Capítulo I
"Érase una vez una gentil belleza...
Natalia la radiante, aperlada princesa
¿Será que podrías concederme una audiencia
Y darle alas a este pobre diablo
que busca desesperado tu singular gentileza?"
Aquella gentil princesa crecía con rapidez conforme pasaban los años. Era aquella una mañana clara, bella como ella sola y no muy diferente de otras tantas. Los pueblerinos trabajaban desde el amanecer, arduos como era de costumbre, pues los precios altos eran terribles contra aquella gente. Desde que Linda tomó el puesto como reina la economía no era lo suficientemente buena para los pueblerinos, aquella mujer les robaba el dinero para ella solita sin que su esposo supiese sobre las miles de barbaridades que hacía...
En aquel pueblo, vivían una pequeña familia y estaba compuesta con tres integrantes llamados: Cass Hamada y sus dos sobrinos llamados Tadashi y Hiro. La señora era una panadera común para todos, Tadashi un herrero y Hiro con tan sólo dieciséis años era un increíble alquimista.
Lo que nadie sabía era que esa mujer... era una hechicera cocinera, sus extraordinarios postres eran magníficos; podían curar lo que sea, hasta enfermedades y heridas.
En aquel mundo, no existía la maldad entre las brujas, hechiceras, magos, etc. Todo aquellas leyendas donde aquellos seres estaban en el pasado, ¿o no?
En la panadería de la familia Hamada, la mujer estaba preparando el desayuno para sus dos sobrinos, ellos bajaron amontonados y corrieron entre risas hacía su tía.
—¡Buenos días tía! —dijo Hiro dándole un abrazo a la mujer.
La hechicera se sorprendió y río ligeramente—¡Hiro! —vio a su otro sobrino—Tadashi, que bueno que bajaron a tiempo. —de inmediato les entregó el desayuno—Tengan, su comida está lista.
Ambos chicos agradecieron y tomaron sus desayunos, uno de ellos observo que había y su expresión cambió...
—¿En serio tía? ¿Pan? —preguntó Hiro con seriedad.
—Sí... lo lamento, juraba hacerles algo mejor, pero eso fue pude hacer. —se disculpó Cass.
—Ah... entiendo tía, no es tu culpa. —sonrió el menor—Es la realeza, no están ayudando mucho con la nueva economía del Reino...
—Lo sé Hiro, pero que se le puede hacer... —suspiro la mujer—Bien, no pierdan el tiempo, vayan a hacer sus cosas.
Tadashi alzó la mirada teniendo migajas en los labios y habló con la boca abierta—Pero tía, quiero decirte-
—Aha, no comas con la boca abierta corazón. —regañó la pueblerina—Vamos, apúrense. ¡Se les hace tarde! —comenzó a empujar a sus sobrinos.
Ambos chicos a ser sacados de la casa, Tadashi se alarmó aún más—¡Tía espera! ¡necesito contarte- —y la puerta se cerró en su cara—Algo...
—Tenías que ver tu cara cuándo se cerró la puerta. —río él adolescente.
—¡Cállate! —exclamó él mayor avergonzado—Agh, mejor vete adelantando.
—Está bien, adiós Tadashi. —se largó de ahí corriendo, desapareciendo entre la multitud de la gente.
Él joven dio un gran suspiro cruzando sus brazos—Otra vez en este reino... —comenzó a caminar—¿Qué novedades habrá hoy? —se preguntó a sí mismo, yendo a su trabajo.
En esa misma mañana, en el gran castillo, la princesa Natalia apenas estaba despertando por los maullos de su gatita, Alice.
—Hmm... —abrió sus ojos despacio y lo primero que vio fue a su gata—Tú nunca me dejas dormir a gusto, ¿eh? —sonrió ella, comenzando a acariciar el pelaje del animal. En ello, alguien tocó la puerta y la princesa de inmediato se paró de su cama.
Una sirvienta entró al cuarto con una muda de ropa limpia y se le acercó con una sonrisa.
—Buenos días su majestad, ¿qué tal dormiste? —preguntó la mujer.
—Bien, ¿qué ropa me trajiste? —se acercó curiosa y observo el vestido que le habían traído.
—Te he traído este vestido rosado al parecer. Tu dama de compañía te lo escogió antes de hacer sus deberes, ¿quieres que te ayude a vestirse?
—Hmm... no. No es necesario, Gracias. —le devolvió la mirada y tomó la muda de ropa.
—Está bien, permiso. —la sirvienta hizo una reverencia y se fue de la habitación dejándola sola.
La princesa se propuso a observar la ropa, dándose cuenta que se trataba de un vestido simple con un delantal blanco. La chica hizo un gesto extraño, ¿qué tramaba su dama de compañía ahora? Debía que averiguarlo, pues la curiosidad la estaba matando lentamente...
Se empezó a vestirse inmediatamente y cuándo salió de su cuarto trato de peinarse, lo cuál salió algo... mal. ¡Pero eso no era el tema!
Corrió lo más rápido posible hasta encontrar a su dama de compañía, cuando de pronto alguien la jalo y le tapó la boca.
—Shh... cuidado, no querrás que los guardias nos vean. —murmuró la dama de la princesa, para luego quitar su mano de encima de ella.
Natalia la miró y se sorprendió a ver que estaba vestida igual que ella misma, quedando perpleja viéndola de pies a cabeza.
—Que bonito vestido, Hilaria. Pero, ¿por qué estamos vestidas de pueblerinas?
—Te llevaré al pueblo para que te diviertas un poco, aparte que quiero llevarte al campo a hacer un picnic. —murmuró Honey Lemon–Bien, ponte esta capa para que nadie sepa de quien eres. —le colocó una capa con capucha de color blanco y se lo acomodó.
—¿Crees qué nadie nos va a reconocer estando vestidas así? —preguntó Natalia.
—Hmm... no creo princesa, ahora vámonos que perderemos el tiempo. —la agarro de la mano y se la llevo corriendo hasta la salida del castillo, no sin antes tratar de ser precavidas.
Luego que lograron salir del castillo, caminaron hacía la caballeriza y entraron rápido para ir corriendo hacía sus caballos.
—No le digas a tu padre ni a tu madre sobre esto, ¿Ok?
—¡Estoy con la boca cerrada! —Natalia sonrió ampliamente, en cuánto ella se subió a su caballo con un poco de dificultad—Ya pude, ¡vámonos!
Honey asintió con la cabeza y igual se subió a su caballo, ambas salieron del establo y cabalgaron hasta el pueblo.
El reino Kincia era bastante conocido como uno de las regiones más preciosas que han existido mediante años, tal aquellos árboles en primavera decorados con flores magenta y los misteriosos bosques que provenían de ahí...
En el momento que llegaron al pueblo, dejaron a los caballos en un establo público y caminaron juntas a dar un paseo. Alrededor de la mañana desayunaron unos panes dulces en el camino, parecía que nada interesante iba a ocurrir, hasta que la princesa observo a una familia yendo de mudanza a otra parte... lo cuál, le despertó la curiosidad.
—¿Sabes qué está pasando ahí, Hilaria?
La rubia observo a aquella familia y suspiro, acercándose a ella—Seguro es arte de tu madrastra, princesa... lamento por decirte esto ahora, pero ya que preguntas supongo que es momento de contarte.
—¿Ah? ¿Qué sucede? —la miró preocupada.
—Verás princesa... —la llevo a otra parte comenzando a caminar—Hay familias aquí que por la economía nula, tienen que mudarse a otro lugar para tener una mejor vida.
—Cielos... pero, ¿por qué dices que es arte de mi madrastra? –preguntó Natalia.
—Bueno... sabes que ella es caprichosa y sólo piensa en ella misma, tú sabes que cuando se cambiaron las leyes de aquí todo empeoró en el lado de los pueblerinos.
–Ay, es cierto. No puedo creer que mi padre haya aceptado casarse con ella... —bajó la mirada, un poco desanimada—Ella es tan creída y no tiene una pizca de carisma. —cruzo sus brazos—Ugh, no la soporto.
—Tampoco yo, aunque bueno... no podremos hacer nada por ahora. Tendrías que esperar a que tu padre y tu madrastra fallezcan para que tengas la herencia del reino, obvio que debes que casarte porque es complicado gobernar. —habló la mujer.
—¿Casarme? Ay, para de decir barbaridades. De tan sólo imaginarme me da pena. —río un poco—Pero... ¿sabes? Siempre he querido conocer a un chico encantador, que me lleve flores y sea romántico conmigo. —suspiro enamorada—Como en los cuentos de hadas, ¿te imaginas?
La dama se río ante eso y le dio un leve codazo—Eres una indecisa princesa, primero dices que te da pena y luego terminas diciendo lo mucho que quieres que un chico guapo te dé flores.
—¡Lo qué digo es verdad! No es una pena de "Ay, no me quiero casar ñiñiñi". —movió sus brazos de forma exagerada—Sino es una pena de... ay, no lo sé... simplemente es...- Ah, ¿de que estábamos hablando? —la miró apenada.
La rubia se río aún peor y entrelazó su brazo con la de ella—Mejor olvídalo, estoy segura que después de todo encuentres a alguien que ames y viceversa.
La princesa vio el cielo despejado de color celeste y dio un gran suspiro—Sí, ojalá...
Después de unas horas en la que ambas mujeres estuvieron divirtiéndose en el pueblo y hicieron su picnic en el bosque, se dirigieron al final al castillo.
En otra parte del reino, en el castillo, se hallaba el rey en su escritorio trabajando. Cuándo de pronto alguien tocó la puerta y el rey dejó de escribir.
—Pase... —alzó su mirada y miró de quién se trataba.
Entró un caballero de estatura mediana, de ahí se quitó su casco mostrando su rostro... los ojos tales como la luna miraban al rey con una sonrisa amplia, y sin olvidar de la caballera rubia del chico.
—Buenas tardes Su Majestad. —hizo una reverencia—La princesa Natalia y su dama de compañía han llegado. Estuvieron haciendo travesuras en el pueblo.
El rey Antonio se paró de su silla y se le acercó—¿Travesuras? —soltó una pequeña risa, sin evitar sonreír —¿Y dónde está mi hija?
—Se está cambiando para la cena su Majestad, eso no lo dudo.
—Está bien, dile a mi esposa que se prepare para la cena. —comentó mientras se acomodaba su capa.
—Sí su majestad... —volvió a hacer la reverencia antes de irse y se fue.
El rey Antonio suspiró, no estaba tan esperanzado que su esposo viniera a comer con él. Ella siempre estaba ocupada, aveces ni estaba en el castillo sin motivo alguno... quizás, hoy iba a comer con su hija.
Cuándo salió de ahí, se dirigió independientemente al comedor y fue recibido por su hija.
—¡Papá! —dijo la princesa con felicidad—¿Cómo estás?
–Hola hija, bien, gracias. —se acercó a ella y besó su frente antes de sentarse—Él caballero Dae me ha dicho que hoy hiciste travesuras, eh.
—¿¡Ah!? ¿Él te lo contó lo que hice en el pueblo? —subió sus hombros avergonzada.
—No lo suficiente. —él rey comenzó a comer—Y bien, ¿qué hiciste?
—Bueno... fui al pueblo disfrazada de plueblerina y hice picnic con Honey Lemon... o Hilaria, lo que sea.
—¿Sigues usando ese apodo que el rey Fred le puso a ella? —la miró sonriente.
—Sí, es Bonito... —Natalia empezó a comer también—Fue divertido, me encontró con unos patos en el camino.
—Vaya, vaya... me alegro que te hayas divertido hoy, y me encanta que te responsabilizaste en ocultar tu identidad. —bebió un sorbo de vino—Sabes que hay gente mala en cualquier parte, debes priorizar tu seguridad hija.
—Lo sé, eso hago siempre... —miró a ambos lados, notando que su madrastra no estaba en ninguna parte—Huh, ¿dónde está Linda?
—Ah, no lo sé... no la he visto durante todo el día, seguramente está ocupada de nuevo. —comentó él rey.
—Ya veo... ¿y cómo ha estado tu día, papá?
–¿Mi día? Normal, estuve trabajando en mi escritorio como siempre y he pensado en los preparativos de tu fiesta de diecisiete años.
La princesa se sobresaltó de la emoción y chilló entusiasmada—¿¡Mi fiesta de cumpleaños!? ¡¿de verdad!?
—Claro hija, no me iba a olvidar de tu cumpleaños. —la tomó de la mano y la miró con dulzura—¿Cómo quieres que sea tu fiesta de cumpleaños?
—Hmm... ¡de antifaces y disfraces! —exclamó Natalia con felicidad.
—Está bien, será de eso entonces. –le sonrío a su hija.
Natalia le devolvió la sonrisa y a terminar de comer se levantó del comedor—Me iré a mi cuarto a leer, provecho. —se despidió de su padre y se fue.
—Adiós hija. —él afrodescendiente siguió comiendo, ahora se encontraba solo... como siempre.
En el cuarto de la princesa, ella estaba leyendo un libro de romance en su sofá un tanto desanimada... Hasta que Honey entró a la habitación nuevamente con su pijama puesta.
—¿Princesa Natalia? —la miró sentada en el sofá y se sorprendió—Oh, ¿no estabas dormida?
La adolescente alzó la mirada—¿Ah? No. Estaba leyendo algo... —dejo su libro al lado y fue a su cama a sentarse.
La rubia se acercó a ella y agarro el cepillo que estaba en la mesita de noche—¿Y bien? ¿Cómo estás? —comenzó a peinarla.
—Estoy bien... supongo. —bajo la mirada.
—Hm... no te oyes muy bien, ¿sucede algo? —preguntó Honey.
—...Extraño a mi mamá, sólo eso... —confesó la princesa—Ya fue mucho tiempo que ella se fue... mi papá sigue ahí y tiene a una bonita esposa, pero... ella no es dulce contigo tal como mi madre... —habló Natalia—No me gusta que este con mi padre, él merece a alguien mejor.
Honey se detuvo y le acomodó un mechón que le tapaba la cara de la chica—Pequeña... tranquila, sé lo mucho que te duele... pero, debes entender que no puedes hacer nada con el matrimonio que tiene la reina Linda con tu padre.
—Sí, sí. Lo sé... —tomó un gran suspiro y se acostó metiéndose entre el edredón—Hilaria, ¿crees que mi padre sea feliz en algún momento?
—Uno nunca se sabe, pero te apuesto a que sí. No importa si sea hombre o mujer, ¿no?
—Ajá... tienes razón Honey, buenas noches. —bostezo la princesa.
Honey Lemon le sonrío con dulzura, —Buenas noches princesa, descansa. —la arropó un poco y apagó la vela con delicadeza, para después salir de la habitación...
👑
Aclaro que Wasabi es Antonio, mediante los siguientes capítulos el obtendrá el apodo de Wasabi.
Espero que el capitulo haya sido de su agrado, nos vemos. Byeee ❤️
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