65

EMMA

Me quedé tranquila con el hecho de que Leone sabía lo que Anna me dijo cuando él se fue. Merecía saberlo, era el hombre de la casa y, quizás quedé como una especie de chivata como cuando éramos unos críos, pero era necesario. Además, me divertí un poco al ver su cara de terror. Me habría gustado ir detrás, pero mi instinto decía que no debía. Quizás ahí abajo habría una sala de torturas o algo así. Mi mente me decía que mantuviera la boca cerrada, que me callara y no hiciera nada. Pero mi cuerpo hizo caso omiso a esas advertencias, así que me fui hacia Carina.

—Carina. —Dije llamando su atención. Terminó de acoplar todo lo necesario para que Leone y yo desayunáramos. La verdad era que no había comido casi nada en varios días y ese desayuno en concreto hizo que mi estómago rugiera solo—. ¿A dónde la lleva?

—Señorita... —Dijo, sabiendo que no podía decir nada al respecto. Ambas sabíamos que si Leone se enteraba de que Carina me lo había dicho, ardería Troya.

—No va a enterarse. —Me acerqué a ella para estar lo suficientemente cerca. Su respiración era agitada, pero cogí sus manos para tranquilizarla. Cogió aire y lo expulsó lentamente. Entonces habló.

—Son una especie de mazmorras a las que únicamente el señor y algunos de sus hombres, como Salvatore, Alessandro o incluso el joven Valentino tienen acceso.

—¿Mazmorras? —Pregunté. Ella asintió.

—Algunas son solo celdas. Pero otras...

Sabía por dónde iba. Un escalofrío me recorrió de arriba a abajo y dije lo primero que se me había venido a la cabeza. Al parecer, acerté en mi hipótesis.

—Salas de tortura. —Carina asintió.

—Hacía mucho tiempo que Leone no metía a nadie ahí dentro... —Dijo esta vez, temiendo por la vida de la chica.

Sinceramente, no quería seguir sabiendo cosas de ahí abajo. Hay veces en las que no debíamos saber que es lo que se escondía en los suburbios del lugar en el que te encontrabas. Decían que la curiosidad mataba al gato, así que debía dejarlo estar. Me senté en la mesa, devorando con la mirada toda la comida que había sobre ella. Delante de nuestras sillas había un plato con varios cubiertos a sus lados y una taza de café en frente. Lo cogí, bebí un trago y casi me da una arcada. Odiaba el café, y Carina se dio cuenta.

—¿Quiere que le traiga otra cosa? —No perdí el detalle de que ya no me tuteaba.

—No, tranquila. No te preocupes. —Dije forzando una sonrisa.

—No me importa prepararle otra cosa. Está visto que no la gusta el café.

Asentí un tanto avergonzada.

—¿Quiere una taza de chocolate caliente? —Preguntó entonces.

Asentí de nuevo con la cabeza y la vi marcharse rápidamente con una sonrisa maternal en la cara. Aproveché para sacar mi teléfono móvil y llamar a mis padres. Me quedé un buen rato pensando, intentando conectar varias excusas para poder explicarles lo ocurrido. Aunque cambiando los hechos. Si mi padre llegaba a enterarse de lo ocurrido no dudaría ni un segundo en culpar a Leone por haberle dejado sin ser abuelo. Muy a mi pesar y sabiendo que había actuado delante de mi prometido, yo pensaba lo mismo que sabía que pensaría mi padre. Pero no podía causar más dolor en esta casa, porque sinceramente también pensaba que era culpa mía. Culpa de ambos. Ambos éramos los culpables de esto.

Leone apareció de repente, poniendo las manos en mis hombros. Miré detenidamente la pantalla de mi móvil. No sabía cómo había llegado hasta el contacto de mi madre, pero lo había hecho. Lo que sí sabía era que ella no me había llamado para que disfrutara de los primeros días en la casa en la que ahora vivía. Por desgracia no fue como esperábamos, ninguno de los dos.

—¿Vas a llamarles? —Preguntó, sentándose a mi lado. Acarició mi brazo mientras veía de reojo como miraba en mi dirección. Yo, por otra parte, me limité a mirar la pantalla del móvil. Asentí en silencio.

—Esa es la idea. Pero...

—Pero no sabes cómo decirles que ya no vamos a ser padres.

Asentí de nuevo. Apagué la pantalla, centrando mi mirada en el bol de frutas que estaba a punto de coger. ¿Cómo se suponía que le decías a alguien que habías perdido un hijo? Seguí mirando hacia, literalmente, la nada. Leone dejó que reflexionara, sin decir absolutamente nada. Y se lo agradecí. Eran mis padres, pero no quería darles otro disgusto. No me sorprendería que ya supieran de la tortura de mi hermano. Una parte de mí sintió alivio, era evidente que si hubieran matado a mi hermano ellos ya lo sabrían. Mi madre me habría llamado rápidamente. Entonces me decidí, pulsé el botón y ya no había vuelta atrás. Puse el manos libres para que ambos pudiéramos escuchar la conversación. Leone frotó mi espalda con suavidad, mientras besaba mi cabeza. Comunicó una, dos... y hasta tres veces. Escuché como la puerta de atrás se abría, no hizo falta que me diera la vuelta para saber que era Carina. Vi como me colocaba la taza delante, a lo que contesté con un pequeño "grazie (gracias)" y una sonrisa de boca cerrada antes de que saliera por la puerta.

Entonces, la llamada se cortó. Fruncí el ceño con confusión. Mi padre siempre llevaba el móvil encima, aunque supuse que estaría haciendo algo importante. Miré a Leone un tanto desorientada, pero me limité a cambiar de número de teléfono y llamar a mi madre. Tampoco respondió. Empecé a preocuparme notablemente. Mis manos comenzaron a sudar y era evidente que algo había pasado. No me di cuenta en el momento en el que Leone cogió mi mano con la preocupación reflejada en su rostro.

—Tranquila, amore (amor)... —Dijo, intentando darme una sonrisa que no le llegaba a los ojos.

—Esto es un poco raro, Leone...

—Estarán ocupados. Quizás estén duchándose o limpiando la casa. No te preocupes. —Su voz sonaba firme, pero sabía que lo que realmente pensaba era lo mismo que pensaba yo.

Asentí con la cabeza, limitándome a dejar el teléfono móvil en la mesa, boca abajo, intentando de una vez por todas comer algo y llenar mi estómago. Llevaba varios días sin comer y no podía seguir así. Leone cogió el bol de frutas y lo puso entre ambos, al igual que dos tenedores. Me tendió uno de ellos para que pudiera comer algo, así que lo cogí entre mis dedos. Piqué algo, no mucho. Menos de lo que me habría gustado. La preocupación me envolvió desde el momento en el que el cuarto timbre procedente de la llamada que hice a mi padre sonó, haciendo que la propia llamada se cortase automáticamente. Comí poco, cosa que a Leone no se le pasó desapercibido, pero no me recriminó nada porque sabía que no estaba pasando por un buen momento. Ninguno de los dos estábamos pasando por ello.

Sorprendentemente, los días que han pasado desde nuestra visita al hospital fueron más tranquilos de lo normal. Es cierto que yo no hacía mucho más que comer, dormir, y andar por la mansión recorriendo todos y cada uno de los rincones. Menos los sótanos. Era algo que aún no me atrevía a ver con certeza. Una cosa era saber que Leone tenía una especie de mazmorras ahí abajo y otra muy diferente era pensar qué narices les hacía a los intrusos en las salas de tortura. Cada vez que se me venía a la mente la piel se me erizaba de forma exagerada.

—¿Quieres ir a dar un paseo por la ciudad?

La voz de Leone me sacó de mi ensoñación. Me miraba preocupado pero a la vez con un tanto de ilusión. Sabía que, tanto a él como a mí, nos gustaban esos paseos por el centro de la ciudad que hemos hecho a veces. Ambos teníamos miedo de que nos asaltaran los periodistas, pero hubo un momento en el que nos dimos cuenta de que, para nosotros, salir en la portada del Corazón o en un programa de cotilleos de la televisión, era lo más normal del mundo. Era parte de nuestra vida, somos personajes públicos. Leone por ser quién es y yo por ser su prometida. Me hubiera gustado ser alguien en la vida, alguien conocido por sus logros y no por haberse enamorado. Aunque algunos de los periodistas dicen que es todo mentira, que Leone y yo tenemos un pacto, un contrato en el que tenemos que casarnos por un bien común: él para conseguir mucho más dinero del que ya tiene y yo para sacar a mi hermano de la cárcel. Porque sí, la noticia de que mi hermano pequeño quedó entre rejas terminó siendo de lo más pública.

Me giré hacia mi prometido, con una sonrisa falsa pero con la intención de que pareciera real. Aunque sabía perfectamente que era imposible engañarlo. Intenté poner mi mejor cara, asintiendo con la cabeza.

—Claro. Me vendrá bien tomar el aire.

Ambos nos terminamos el desayuno, hablando de las calles que podríamos recorrer. Aunque no lo pareciera, Florencia era muy grande y había ido muy poco. Llevaba lo suficiente aquí como para saber que había tanto arte... Italia era un país muy creativo, con muchas obras de arte.

Leone y yo nos levantamos de la mesa. Carina entró en cuanto escuchó el sonido de las sillas, no me sorprendería que hubiera estado detrás de la puerta escuchando. No me importó, Carina se había preocupado muchísimo por mí durante estos días y la sentía como si fuera mi propia abuela. Nos despedimos de ella antes de salir por la puerta, viendo cómo Salvatore y Valentino venían detrás de nosotros. Me giré hacia ellos, viendo cómo se acercaban a nosotros y estaban dispuestos a ir hacia uno de los Land Rovers aparcados.

—No hace falta, señores. —Dijo entonces la voz profunda de mi prometido, el cual sujetaba la puerta del copiloto de su Ferrari—. No hace falta. Iremos nosotros solos.

—Leone... —Comenzó a decir Salvatore. No sé qué cara le habría puesto su jefe, puesto que comenzó a ponerse nervioso—. Disculpe, señor. Pero me parece una locura que vayan ustedes solos estando en el punto de mira de los rusos.

—Sabemos cuidarnos solos. Antes de ir a la ciudad pasaremos por otro lado. No os preocupéis. —Dijo Leone para ambos. Entonces enfocó su mirada únicamente en Salvatore—. Estate atento al teléfono móvil. Si ocurre algo, te llamaré.

—Por supuesto, señor.

Dicho esto, Leone me indicó que entrase en el coche. Así lo hice, no sin antes dirigirle una mirada tranquilizadora al mejor amigo de mi prometido. Vi a través de sus ojos azules una preocupación y una angustia notable, pero sabía perfectamente que Leone era capaz de cuidarse por sí mismo. Al igual que yo. Mi prometido rodeó el coche, montándose en el asiento del piloto y saliendo de la propiedad en la que ahora ambos vivíamos. Entonces, una pregunta acaparó mi mente: ¿Salvatore y Valentino vivirían en la mansión?

—Sí. —La voz grave de Leone acaparó el silencio del coche, obligándome instantáneamente a girar la cabeza para mirarlo. Estaba concentrado en la carretera, hablando a la vez conmigo—. Salvatore y Valentino son nuestros guardaespaldas. Viven con nosotros, solo que en otra ala de la casa.

—La mansión solo tiene tres pisos. —Dije extrañada. Él ladeó un poco la cabeza, divertido.

—Exacto, amore (amor). Nosotros dormimos arriba del todo. Ellos en la segunda planta. —Asentí comprensiva. Pero entonces, otra duda acaparó mi mente: ¿cómo sabía mi pregunta? —¿En serio quieres que te responda a eso?

Mis ojos se abrieron como platos, a lo que él respondió con una risa muy satisfactoria. Su voz ronca mezclada con la diversión le hacia parecer más jovial y mucho más sexy de lo que ese hombre ya era. Me parecía increíble como una persona con tanta fama, tanto carisma y con tantas mujeres como debía tener detrás, me eligiera a mí. Una chica del montón, con problemas familiares, un hermano drogadicto y una madre enferma de cáncer. Pero entonces pensé en mi padre. Él fue el que, por alguna razón, nos juntó. Aunque debía decir con certeza que, aunque mi padre hubiera tenido que ver, desde el primer momento en el que supe que él me secuestró el destino quiso que estuviéramos juntos.

Amore (amor), es fácil leer tu mente si hablas en voz alta y dices todo lo que piensas.

Cazzo (mierda)...

El resto del trayecto se sumió en un silencio bastante cómodo. Decidí poner música en la radio y cerrar los ojos para poder descansar un poco antes de llegar.

—Tienes la boca muy sucia, ¿lo sabías?

No abrí los ojos. Me limité a sonreír por el comentario de Leone, el cual se había puesto serio de repente. Pero sabía perfectamente que si abría los ojos le vería con una media sonrisa que me derretiría en dos segundos. Mi cuerpo se relajó de repente, mis ojos empezaron a adaptarse a la luz, y terminaron viéndolo todo negro. Estaba claro que necesitaba echar una cabezadita.


Amore (amor)...

Un beso húmedo en el cuello hizo que me despertara con una sonrisa. Me hizo cosquillas, y no precisamente en el cuello. Con ese simple gesto el calor empezó a inundar mi cuerpo, pero tuve que contenerme. Estábamos fuera de casa y aún no estaba al cien por cien preparada. Abrí los ojos, encontrándome con la mirada penetrante de mi prometido a solo unos centímetros.

—¿A dónde me llevas? —Pregunté con intriga.

—Ya lo verás.

Me guiñó un ojo antes de salir del coche. Rodeó todo el deportivo para abrirme la puerta y tenderme la mano. Bajé con su ayuda, ansiosa por saber a dónde iba a llevarme esta vez. Me había estado enseñando toda la ciudad. Hoy era el día en el que estábamos los dos solos, siempre habían venido Salvatore y Valentino con nosotros. Agradecía que, por una vez, pudiéramos ser una pareja normal y corriente. Aunque no duró mucho tiempo. Cuando Salva y Valentino venían con nosotros no se acercaba absolutamente nadie. Pero esa vez fue diferente. La gente nos miraba, los teléfonos empezaban a elevarse delante de sus caras y con las cámaras enfocándonos. Intenté pasar de todos esos fans o simplemente gente normal que había visto a un famoso. Porque sí, aquí el famoso solo era Leone, a mí no me conocía nadie. En cierta parte lo agradecía, pero si quería ser famosa no quería serlo por el simple hecho de estar enamorada. Entonces, llegamos a unas puertas monumentales, un lugar al que me habría encantado ir algún día. Al parecer ese era el día.

—Es... increíble... —Dije sin aliento.

Estábamos ante una de las grandes obras del arte renacentista italiano. Brunelleschi la creó con muchísimo esfuerzo. Algunas fuentes incluso afirman que es un edificio procedente de la rama gótica, pero la adición de la cúpula lo transformó en algo totalmente distinto. En algo perteneciente a la famosa época del Quattrocento.

—¿Entramos? —Dijo una voz a mi lado.

Leone me miraba con emoción, tanto como yo miraba a la iglesia. Asentí con una sonrisa de oreja a oreja, pero esta se esfumó en cuanto vimos la larga cola que había para poder entrar. Un mohín salió de mis labios mientras agarraba la mano de mi prometido, acompañado de un puchero. Si teníamos que esperar toda esa cola, tendríamos que quedarnos aquí todo el día y no disfrutaríamos del resto. Entonces, sin previo aviso, Leone tiró de mí, poniendo una mano en la parte baja de mi espalda. Nos dirigimos a otra puerta, sin ser la principal, donde unos hombres esperaban tranquilamente como unas estatuas.

Signori. Lei è la mia fidanzata, Emma. (Señores. Ella es mi prometida, Emma).

Las palabras de Leone hicieron eco en los oídos de todos ellos, ya que pagamos la entrada y nos encaminamos al interior sin tener que esperar. Mi boca se abrió con alegría y asombro. Miraras donde miraras había restos de frescos antiguos, grabados o cualquier otra reliquia creada por el gran Brunelleschi. Podía decir con certeza que, tanto él como Miguel Ángel, eran los arquitectos renacentistas que más me entusiasmaban.

—¿Sabías que al principio podía considerarse un edificio gótico?

Mi pregunta pilló totalmente desprevenido al hombre que tenía a mi lado. Él me miró interesado en lo que decía, aunque no tuviera ni idea de arte. Negó con la cabeza ante mi respuesta, pero expectante para saber qué era lo que iba a decir a continuación.

—La cúpula es la parte más magnífica de esta iglesia. Los expertos se atreven a afirmar que este edificio era gótico, pero que, con la adición de esa cúpula, se convierte en una obra totalmente renacentista.

Leone me miraba embelesado, pendiente de absolutamente todo lo que decía y prestándome mucha atención. Sabía que, a parte de mí, nadie se esperaba esta pasión por el arte como la tenía yo. Deduje que a Leone no le importaba que hablase sobre algo que sabía, o que creía saber, así que seguí hablando.

—Brunelleschi pretendió unificar las partes con ella. —Dije señalando la cúpula—. Así rompía con la apariencia más medieval y conseguía un aspecto más de la época. Más italiano. Más... él. Con esta solución ganó un concurso de arquitectos. La doble cúpula tiene cimbras en el interior y ocho dinteles de piedra en el exterior. Además, gracias a todos los ábsides repartidos en la iglesia se podía crear una especie de compartimentación del espacio interior.

Terminé mi discurso con una sonrisa, mirando y apreciando los pequeños detalles de los pilares interiores y de los frescos de la parte interior de la cúpula. Me giré de nuevo hacia mi prometido, el cual me miraba con una sonrisa orgullosa.

—No sabía que te gustaba tanto el arte. —Dijo dándome un beso en la mejilla. Reí ante su tierno gesto.

—Me gusta mucho. Antes de empezar la carrera de turismo siempre quise hacer Bellas Artes, pero nunca terminó de convencerme la idea. Pensaba que no sería capaz de estudiar algo así, y el turismo era algo que también me gustaba mucho. Aún así, mientras estaba en la carrera, buscaba información, leía libros sobre la arquitectura renacentista, barroca, gótica... Me gustaba empaparme de la historia de la arquitectura antigua y moderna.

—Eres una caja de sorpresas, amore (amor). Esta es la iglesia favorita de mi madre, por eso te he traído aquí. —Dijo. Su semblante se tornó un tanto oscuro y triste. Me puse frente a él, cogiendo sus mejillas y alzándome sobre las punteras de mis pies para darle un beso en los labios.

Ti amo (Te amo). —Dije contra sus labios. Una sonrisa se dibujó en el semblante de ambos.

—¿Quieres ir a visitar algún otro lado? —Preguntó Leone. La sonrisa me llegó casi a las orejas, con emoción.

—¡Claro que sí! Vayamos al Hospital de los Inocentes y a la iglesia de San Lorenzo. Son del mismo arquitecto que esta iglesia, de Brunelleschi. Aunque tiene muchísimas más. Casi toda la ciudad tiene obras suyas. —Dije como una niña pequeña—. ¡Ah! Se me olvidaba. También hay una obra de Alberti. Santa María Novella. Se podría decir que es mi favorita junto a esta. ¿Podemos ir a verlas?

—Pues claro, amore (amor).

Emití un pequeño chillido, casi inaudible para el resto pero sí para Leone y para mí. Él se rió ante mi emoción y mi alegría. Cogí su cara de nuevo con mis manos y la junté con la mía. Nuestros labios se encontraron, nuestras lenguas bailaron lentamente y nuestros corazones latían desbocados. Éramos dos enamorados. Y a pesar de todo lo que nos ha pasado queríamos disfrutar de nuestro tiempo juntos. Vivir en un mundo tan peligroso podía quitarte vidas de la noche a la mañana, por lo que queríamos vivir la vida como lo que es. Una sola.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top