EMMA
Las lujosas puertas de la mansión de Leone se abrieron de par en par. Era tal y como la imaginé. Clásica, bohemia y ostentosa por fuera. Las escaleras que llevaban a las grandes puertas tenían personas de servicio a ambos lados, haciendo una especie de reverencia.
—¿Es necesario? —Le pregunté a mi prometido, refiriéndome a todas esas personas que agachaban la cabeza y el torso cuando pasábamos por delante. Leone rió.
—Es protocolo. Y es obligatorio.
Ambos entramos en la mansión, quedándome completamente desconcertada. El exterior era muy diferente al interior. Era precioso, lujoso pero a la vez moderno y minimalista. No tenía nada que ver con la fachada, está claro que no se puede juzgar a un libro por la portada. De pronto, unos pasos acelerados se escucharon por todo el lugar. Salva se puso a mi lado, mirándome con una sonrisa traviesa, a lo que respondí con una mueca de confusión.
—¡Por fin!
La voz de una mujer mayor se hizo presente a nuestro alrededor. Una persona de una estatura no mucho mayor a un metro cincuenta y cinco se puso frente a nosotros con una sonrisa de oreja a oreja. Sus canas se veían a través de ese tinte de color rubio platino, sus ojos marrones denotaban alegría y eso mismo lo confirmó su sonrisa de oreja a oreja. Su entusiasmo hizo que mi corazón se volviera cálido y acogedor. Me miró y me abrazó rápidamente.
—Carina, vas a aplastar a mi prometida y... —Empezó a decir Leone, pero le cortó la mujer que tanto se había alegrado de verme.
—Calla, bambino (niño). Tengo que hablar con la mujer que está frente a mí. —Dijo dirigiéndose a Leone como si fuera un crío. Él puso los ojos en blanco, haciendo que yo riera divertida—. Encantada, cariño. Soy Carina. El ama de llaves de esta casa y la persona que conoce al señor desde que es un hombre poderoso.
—Encantada. Me llamo Emma. —Respondí con una sonrisa. La maleta chocó contra mi pie. Elevé la mirada para ver a Valentino con expresión aterrorizada.
—So... sono spiacente (Lo siento), Emma.
—Aquí es señora, Valentino. No te tomes tantas confianzas.
Puse una mano en el pecho de Leone dándole a entender que podía parar. Le sonreí, haciendo que su respiración volviera a la normalidad.
—No te preocupes, Valentino. No ha sido nada. Y tranquilo, que podrás seguir llamándome Emma.
Leone emitió un gruñido a mi lado, pero no dijo nada más. La mujer que estaba delante de nosotros con una sonrisa de oreja a oreja me cogió del brazo con suavidad. Me dijo que me enseñaría nuestra habitación, la cual había acondicionado para Leone y para mí en la mansión. Me giré hacia mi prometido con una sonrisa divertida por la mujer que tiraba de mí, pero él ya estaba al teléfono, con el ceño fruncido y la mirada más fría que un glaciar. Una mueca de disgusto apareció en mi rostro a medida que subía las escaleras.
—No se preocupe, señorita. El señor es un hombre muy ocupado, pero siempre tiene tiempo para su dama.
La mujer de pelo canoso me hablaba a medida que subíamos las escaleras. Me giré de nuevo para observar a Leone. En cambio, me encontré con la mirada de Salvatore sobre mí. Artículo algo con los labios, lo cual no me fue complicado de entender. "Ahora voy". Carina me abrió varias puertas, enseñándome las habitaciones, el despacho, el salón, la cocina... todo era muy lujoso. Hasta que llegamos al dormitorio. Comenzó a hablarme sobre las precauciones que Leone y yo debíamos tomar antes de que nos casáramos, de lo puros y castos que debíamos ser.
Las horas pasaron y comencé a pensar en todo lo que estaba a punto de hacer. Quizás Leone me odiaría para siempre, quizás volveríamos de nuevo al momento en el que Volkov me secuestró. La situación era la misma. Acceder a un chantaje para poder proteger a mi familia. Unos toques en la puerta me sacaron de mi ensoñación. Corrí para abrir el pomo y encontrar al mejor amigo de Leone frente a ella.
—Pasa. —Le dije a Salva. Él entró un tanto nervioso.
—No creo que esto sea apropiado, Emma. —Dijo él. Le miré con mis manos sobre mis caderas—. Es mi mejor amigo. No puedo traicionarlo así.
—Es mi familia, Salvatore. Y si él no va a protegerla tendré que hacerlo yo misma.
—Sabes perfectamente que lo hará. Leone haría todo por ti, estoy completamente seguro. ¿Por qué no confías en su palabra?
Confiaba. Claro que lo hacía. Pero me arriesgaba a perderlo. Si lo perdía a él, perdía a mi familia. Por eso quería hacerlo por mis propios medios.
—¡Emma! —El grito de Leone me sacó de mis pensamientos. Me puse alerta y empujé a Salvatore hacia la puerta.
—Va bene, va bene! (¡Está bien, está bien!). Ya me voy. Pero piensa en lo que te he dicho antes de cometer una estupidez. Confía en el poder que tiene tu futuro marido.
Cerré la puerta de golpe y cogí mi teléfono móvil. Había numerosos mensajes de texto, casi todos del mismo número, alguno también de mi madre. Aunque hubo un número que me llamó la atención. Solo ponía "hola". No había nada más. Entré en el chat, dándome la vuelta para poder salir al balcón y estar más tranquila. Me cercioré de que Leone aún no había llegado a la habitación. Llamé al teléfono que me había puesto un solo mensaje. Tenía curiosidad por saber quién sería esa persona. La primera persona en la que pensé fue en Logan, pero yo tenía su teléfono grabado así que no sería lógico. Sonaron varios timbres antes de que la llamada se cortara. Miré de nuevo hacia atrás, y decidí llamar de nuevo. Me giré para quedar de cara a la puerta.
—Emma. —Dijo la voz detrás de la línea telefónica. Mi piel se erizó al instante, al no creerme quien era la persona que me llamaba.
—¿Arianna? —Pregunté con voz débil. Mis manos comenzaron a sudar considerablemente—. ¿Eres tú?
—Lo soy. Pero parece que has decidido olvidarme.
Su voz era la misma, pero su tono amable había sido sustituido por uno más hostil. Fruncí el ceño ante su actitud.
—Nunca he tratado de hacerlo. —Dije con voz dura—. Logan está preocupado por ti, no le contestas a los mensajes desde hace prácticamente dos meses.
—Por lo menos alguien se preocupa por mí.
Me quedé callada. Notaba mucha tensión en la conversación, y si continuaba sabía que no iba a terminar bien.
—¿Puedo saber para qué me llamas? —Pregunté después de estar debatiendo mentalmente si continuar hablando o colgar.
—Me gustaría hablar de tu hermano. Ya sabes, porque está en peligro y todo eso. —Asentí en un susurro antes de que continuara—. Iré directa al grano. ¿Te llegó la foto?
—¿Foto? ¿Qué foto? ¿De qué hablas? —De repente, la puerta se abrió y Leone entró buscándome con la mirada. Carraspeé—. Ya le he dicho que no me interesa cambiar de compañía. No insista, grazie mille (muchas gracias).
Colgué rápidamente. Leone me miró confuso mientras avanzaba hacia mí. Recibí la notificación en la que Arianna me había mandado la dichosa fotografía. Borré la notificación y dejé el teléfono en la mesilla, la miraría más tarde. Cogí el cuello de su camisa y estampé mis labios sobre los suyos. Sus manos se dirigieron a mis caderas, recorriendo la piel desnuda que dejaba mi top corto.
—Ciao (Hola). —Dijo Leone con voz ronca. Respondí de la misma forma, mirándole con una sonrisa tonta en los labios—. ¿Un vendedor?
—Sí. Nada importante. —Dije volviendo a juntar nuestros labios.
Levantó mi cuerpo de un salto. Sus manos recorrían mis curvas con ligereza. Me tumbó sobre la cama, haciendo que mi cuerpo se arqueara debido a los besos en el cuello. Esos besos que hacían que mi mente volara a otro planeta. Pero no todo dura para siempre.
—Leone, ha llegado Gianni.
Mi prometido bajó su boca a mi cuello, besando, chupando, mordiendo... Pero los golpes en la puerta volvieron a hacerse presentes. Leone soltó un gruñido contra mi piel, pero no detuvo sus movimientos y comenzó a acariciar mi piel bajo la falda. Al otro lado de la habitación, Salvatore amenazaba con entrar de un momento a otro. Leone suspiró, levantándose de la cama sin la camiseta puesta, la cual no supe en qué momento se quitó. Abrió la puerta, ocultándome tras su amplia espalda.
—¿Qué? —Preguntó como si fuera más una afirmación, un tanto irritado.
—Gianni está aquí. Necesita hablar contigo.
Leone echó la cabeza hacia atrás con frustración. Cerró la puerta de golpe, provocando un gran estruendo. Vino hacia a mí de nuevo como si fuera una bestia a punto de comer a su presa.
—Ahora vuelvo, amore (amor).
El italiano salió de la habitación, dejándome completamente excitada sobre la cama. Me senté para calmar mis sentimientos y los latidos acelerados de mi corazón. Lo peor fue que en cuanto se fue, un nudo se instaló en mi garganta. No podía respirar. La angustia que me provocaba estar engañando a mi prometido era inexplicable. Pero era lo más lógico. Unos toques en la puerta me devolvieron a la realidad.
—Soy yo. —Dijo la voz que se encontraba detrás del trozo de madera.
—Pasa.
Salvatore entró casi corriendo a la habitación para evitar que Leone le viera. Cogí mi móvil rápidamente, no se me había olvidado mi conversación con Arianna y mucho menos que me había mandado una fotografía que, quizás, cambiaría mi vida. Estaba nerviosa, claro que lo estaba. Salva me miraba con intriga, preguntándome qué era lo que me tenia tan inquieta. Le enseñé la pantalla dándole a entender que un número desconocido, aunque ya no tanto para mí, me había enviado una foto. Le indiqué en voz baja que la persona que me había llamado desde ese teléfono fue Arianna, a lo cual respondió poniendo los ojos como platos y metiendo las manos en los bolsillos.
—¿Qué crees que es esta foto? —Le pregunté.
—No lo sé, pero no es buena idea que la abras. Quizás sea una trampa para rastrear nuestra ubicación.
—Si ya tienen mi número, qué más da.
—No da igual. Escucha, bambina (niña). Esto no es un juego. Borra ese número, bloquéalo, porque lo que va a hacer esa chica contigo no es otra cosa que comerte la cabeza.
Le pillé.
—Entonces sabes de quién te hablo, ¿verdad? —Salvatore suspiró y se frotó la cara con las manos—. Responde, Salva.
—Sí, sé quién es.
—Entonces sabrás cuál es esta foto. Ya la has visto, ¿verdad? —Él no respondió, en cambio asintió levemente con la cabeza—. Y Leone también, ¿no es así?
Su silencio dijo mucho más que unas simples palabras. Me alejé cuando Salva pretendió coger mi móvil. Le hice una seña con la cabeza para que no se acercase.
—Emma...
Cuando abrí la fotografía sentí como mi alma caía a mis pies. Reconocería la figura de mi hermano en cualquier parte. Mi mano voló a mi boca para amortiguar el gemido de dolor y angustia que escapaba de mis pulmones. Las lágrimas se acumularon en mis ojos antes de empezar a rodar por mis mejillas. Salvatore se puso de cuclillas frente a mí, agarrando mis manos y apartando el teléfono móvil de mi vista.
—Él... mi hermano... —Las palabras se agolpaban en mi garganta provocando que me ahogara—. Lo matarán... Salva van a matarlo...
—No lo harán, Emma. —Aseguró el italiano—. Leone está haciendo todo los posible para evitarlo. Y para eso solo podemos hacer una sola cosa.
—¿El qué? —Pregunté una vez que mis lágrimas comenzaron a caer sin control.
—Matar a Volkov.
Mi corazón se aceleró con esa idea. La sed de venganza iba recorriendo mis venas. Froté ni frente con frustración. ¿Qué se suponía que debía hacer en ese momento? ¿Esperar? Para mí esperar no era una opción. Mi hermano podía estar a punto de ser asesinado o torturado por un clan de la cárcel. Seguramente sean contactos de Volkov. Salvatore me miraba con la angustia rebosando por sus ojos azules. Quería ayudarme y no sabía cómo. No sabía cómo no traicionar a su mejor amigo, lo veía a través de su mirada.
—Tranquila, Emma. Vamos a solucionarlo. Leone está haciendo todo lo posible por sacar a tu hermano de ahí, pero es muy complicado.
—¿Complicado? —Pregunté con sarcasmo—. ¿¡Complicado!? Salva, mi prometido es un hombre poderoso. Con una llamada ya debería haberlo salvado, ¿no crees?
Salvatore se levantó, ofreciéndome su mano para ponerme en pie. Sequé mis lágrimas con rabia.
—Créeme cuando te digo que Leone está moviendo cielo y tierra para ello. —Dijo cogiendo mis manos—. Lo haremos, te lo prometo.
—Enséñame.
Salvatore me miró confundido.
—¿Qué? ¿A qué? —Preguntó.
—A disparar.
Salvatore echó la cabeza hacia atrás, frustrado. Sabía perfectamente que no me enseñó en su momento por Leone, por lo que pudiera pensar su mejor amigo y porque no tenía experiencia en este mundo en el que me estoy metiendo. Aunque, sinceramente, ahora tampoco. Las armas eran una historia de la que no había leído mucho, pero aunque no le gustara, debía hacerlo. Debo defender a mi familia cueste lo que cueste.
—¿Te has vuelto loca? —Preguntó con rabia. Negué con la cabeza—. Estás embarazada, Emma. No voy a dejar que cojas un arma y te pongas a disparar en tu estado.
—No va a pasar absolutamente nada.
—¿Y si te matan? —Preguntó Salva de nuevo.
—¿Por qué iban a matarme solo por aprender a disparar?
Salvatore se dirigió a la terraza. Salió y se apoyó contra la barandilla.
—No puedo dejar que te hagan daño. —Dijo tras varios minutos de silencio. Me senté de nuevo en la cama, esperando a que siguiera hablando—. Eres la mujer de la que mi mejor amigo está enamorado. Y además llevas a vuestro hijo en el vientre.
Se dio la vuelta para mirarme, y pude ver la tristeza y el miedo en sus ojos. Mi silencio fue lo que le incitó a seguir hablando.
—Hay una parte de la historia de Leone que no sabes. Sé perfectamente que el que debería contártelo es él, pero creo que es momento para ello. Si después de lo que te diré quieres seguir con esto, no me interpondré. Pero piénsalo, piensa en lo que vas a escuchar y en el bebé que llevas contigo.
Las lágrimas de impotencia comenzaban a agolparse de nuevo en mis ojos, aunque esta vez no dejé que continuaran más allá. Las sequé para poder ver con claridad la expresión de Salvatore. Él vino hacia mí y se sentó en el sofá que yo tenía en frente. Quería saber todo aquello que aún no sabía de mi prometido. Salvatore se acomodó entre los cojines y yo solo quería levantarme para estrangularle y hacer que hablara de una vez. Contradictorio, lo sé, pero el embarazo estaba haciendo que mis hormonas empezasen a alterarse cuando me ponía muy nerviosa. Entonces, comenzó a hablar.
—Leone siempre ha sido muy sobre protector. Desde que lo conozco, ha hecho cosas impensables para poner a salvo a su familia. Es una persona un tanto complicada a la hora de negociar dichos asuntos. Nunca acepta un "no" por respuesta, y eso es lo que le llevó al abismo. —Salvatore se frotaba la barbilla y su pierna comenzó a moverse como si fuera un tic nervioso—. Aún no salía con Adriana, pero la conocía, cuando mandó llamar a los militares más prestigiosos de Rumanía y de Estonia. Tiene contactos alrededor de Rusia para poder tener algún frente a salvo. La ayuda no es algo que le apasione, pero sabe cuándo pedirla.
—Eso qué tiene que ver con todo esto. —Pregunté exasperada. Salvatore levantó una mano para que me callara y poder seguir hablando.
—Esos militares estaban destinados a proteger únicamente la propiedad de los Grimaldi. Viajaron desde muy lejos para llegar hasta allí y proteger a los familiares de Leone mientras él estaba en Inglaterra. —Dijo, a lo que asentí para que continuara—. En cuanto se enteraron, los señores Grimaldi, sobre todo él, quisieron hablar con su sobrino y hacerle entrar en razón. Pero no hubo forma humana de hacerlo, en cambio tuvieron una discusión tremenda. Desde mi punto de vista entendía las dos versiones. Por una parte estaba la de la familia de Leone, que se sentían asfixiados con tanta vigilancia y no entendían la necesidad de hacerlo, ya nunca supieron ni saben que es el mafioso más peligroso e importante del país. Y por otro lado estaba la razón de Leone, la cual también puedo llegar a comprender. No quiere que le pase nada malo a su familia por su culpa. Sabe el mundo en el que se ha metido y del cual ya no va a poder salir.
Me quedé sin palabras. Todo el enfado en mí de desvaneció y la culpa se instaló en mi pecho. Desconfío del poder y de las buenas intenciones de mi prometido. Sufrió, por supuesto que sufrió. Salvatore todavía no lo había contado, pero sabía perfectamente la parte de la historia que estaba por seguir.
—Adrianna y él se casaron siendo la pareja más feliz del mundo de la mafia. En este campo, todas y cada una de las parejas o matrimonios son por conveniencia, concertados o simplemente amañados a través de amenazas. Pero ellos no, Leone se enamoró hasta las trancas de Adrianna, al igual que ella de él. —Salvatore sonrió al recordarlo, pero en mi rostro solo apareció una mueca de disgusto—. Ahora bien, los socios de Leone empezaron a alejarse.
—¿Sus socios? —Salvatore asintió con la cabeza—. Pero yo he conocido a algunos de ellos. Gianni por ejemplo. Los demás les he visto en fotografías o en algún tipo de evento al que he asistido estos meses con Leone.
—Todos esos de los que has oído hablar son solo una tercera parte de lo que tiene. Y de los que tiene ahora conoces a muy pocos. Los anteriores, como ya te he dicho, le abandonaron. Creyeron que ese matrimonio tan sutil no era digno de una persona como él. El Don decidió no renunciar a ella.
Asentí con la cabeza. Era lógico, Leone estaba enamorado de ella hasta la médula y habría hecho cualquier cosa por ella. Ahora las dudas me invadían. ¿Leone haría lo mismo por mí que por lo que hizo por ella? Sí, eso sí lo sabía. Él lo haría todo por mí, él me lo ha demostrado y Salva acaba de confirmármelo. Pero había una duda que no se iba de mi cabeza y no conseguiría irse en mucho, mucho tiempo: ¿Leone me querría tanto como quiso a Adrianna?
—Cuando Adrianna murió, —Salvatore me sacó de nuevo de mis pensamientos. —Leone se vino abajo. No dejaba de beber, fumar y follar con una diferente cada noche. Hasta que un día tuvimos que llevarlo al hospital. Al privado, por supuesto.
Los pelos de todo mi cuerpo se pusieron de punta mientras un escalofrío lo recorría por completo. Subí mis piernas al borde de la cama para abrazarlas.
—Yo... no sabía que había sufrido tanto... Y... he querido engañarlo... y dudé de sus acciones... Yo... —Mi garganta se entrecortaba con cada palabra que decía.
—¿Qué es lo que realmente quieres, Emma? —Preguntó Salvatore con sus ojos azules fijos sobre los míos.
—Quiero vivir en paz. Quiero ser feliz.
—Entonces no pretendas llevar a cabo un plan tú sola sin saber con certeza en el mundo en el que ahora estás metida. —Dijo Salva. Se levantó del sofá para dirigirse a la puerta.
—¡Espera! —Le dije. Me levanté, pero no me atreví a acercarme a él—. Yo... le amo, Salva. Le quiero con toda mi alma pero no puede retenerme aquí dentro sin hacer nada mientras están torturando a mi hermano en la cárcel de esa forma. Quiero ayudar a mi familia. —Me dejé caer de nuevo en la cama, abrazando mis rodillas y apretándolas contra mi pecho.
—Lo sé, y lo sabe. Hablaré con él... —Salvatore abrió la puerta, pero no salió de la habitación. Mi mirada seguía perdida en el suelo, pero la levanté cuando vi a Salva girándose hacia mí. Habló antes de abrir la puerta por completo—. O puedes decírselo tú misma.
Leone estaba apoyado contra la jamba de la puerta, de brazos cruzados y con el ceño fruncido. Su expresión y su forma de estar me decían que estaba bastante enfadado. Salvatore se fue y entonces Leone entró, cerrando la puerta tras de sí.
Algo me decía que estaba en problemas.
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