55

EMMA

Mis ojos se abrieron por la luz intensa de unos fluorescentes que estaban sobre mi cabeza. Me di cuenta segundos más tarde de que no estaba en mi habitación, ni en mi casa, sino en la habitación de un hospital. Me recompuse para poder sentarme. No había nadie más que yo ahí dentro. Había medicinas, un vaso de agua y una carpeta con bastantes papeles. En esa carpeta ponía mi nombre, por lo que no me pareció incorrecto cogerla. Me hice daño al estirar el brazo, no le había dado cuenta hasta ese momento de que una vía atravesaba mi brazo para mandarme líquido desde una bolsa. Abrí la carpeta con cuidado y vi que era mi expediente médico. Mi foto, mi nombre, ponía que tenía buen estado de salud...

"Diagnóstico médico: Emma Sorrentino, 24 años, salud estable, mareo a causa de una bajada de tensión. Dos meses de embarazo."

Dos meses de embarazo... ¿¡Dos meses de embarazo!? Así que nuestras sospechas eran ciertas... ¿Qué iba a hacer? ¿Qué iba a contarle a mis padres? Peor aún, ¿cómo reaccionaría Leone? ¿Se enfadaría? ¿Se iría, me abandonaría? ¿Querría al niño? Un millón de preguntas sin respuesta en mi mente hicieron que la máquina que estaba a mi lado comenzase a pitar como si no hubiera un mañana. Me puse aún más nerviosa por ese sonido y de pronto escuché el estruendo de la puerta abrirse de repente. Un médico, dos enfermeras, y la voz de Leone por el pasillo suplicando entrar.

—Señorita Sorrentino, debe calmarse. —Dijo una de las enfermeras.

—Está entrando en estado de shock. —Dijo el médico de bata blanca y pelo canoso. ¿Yo? ¿En estado de shock?

De repente, la figura de mi prometido se hizo presente. Vino hasta mí, apartando a todos los presentes sin importarle lo más mínimo. Acunó mis mejillas con sus manos y con suma delicadeza, mirándome con tanto amor que parecía imposible que fuera él. El doctor se fue, sin saber a dónde, dejándonos con las enfermeras.

—Tranquila, amore (amor). Estoy aquí.

Mi respiración agitada se fue calmando poco a poco. Leone acariciaba mi rostro con sus manos, tranquilizándome con sus palabras y sus caricias. Una de las enfermeras le miraba con deseo, era notable su atracción por él. Pero Leone sólo tenía ojos para mí. Debía reconocer que era un poco insegura, mis ex no me jugaron buenas pasadas, pero ahora... Iba a ser madre. Iba a casarme con Leone. Íbamos a formar una familia. Juntos.

—Señor, debería descansar. —Dijo entonces una de las enfermeras. Mi cara se transformó completamente, igual que la de Leone. Éste se giró hacia ellas sin dejar de acariciar mi rostro con una mano. Asesiné con la mirada a la que no apartaba los ojos de él, ya que tenía una sonrisa traviesa en la cara.

—Carol... —Advirtió la otra a su compañera.

—Estoy bien aquí, grazie (gracias). Pueden retirarse.

Leone volvió a fijarse en mí, pero yo no apartaba la mirada de odio que le estaba dirigiendo a la otra mujer. Mi prometido se dio cuenta, por lo que repitió la orden y ella aún no se movía de allí. La otra enfermera tiraba de su brazo, pero ella se zafó de su agarre con fuerza. La otra chica se disculpó, yéndose de allí, disculpándose de nuevo con la mirada que me dirigía. Asentí con la cabeza, al menos una de ellas tenía cordura. La otra aún seguía en la habitación.

—Puedo acompañarle a un café mientras el doctor da de alta a su hermana, si lo desea.

Los ojos de Leone aún estaban clavados en los míos. Mi ceño se fruncía por momentos, esta chica empezaba a cabrearme. Leone se giró de nuevo hacia ella, acercándose peligrosamente. Esta no se movió intimidada, es más, disfrutaba con cada paso que mi prometido daba hacia ella. De un momento a otro, Leone sacó la pistola de su pantalón y apuntó a la frente de la enfermera. Sonreí con malicia, empezaba a acostumbrarme a este tipo de arrebatos. Debía decir que ese me había gustado.

—No me enfade, señorita. Porque la va a ir muy mal.

La chica salió corriendo, como alma que llevaba el diablo. Aunque mi llamada de atención la frenó en seco.

—Como cuentes algo seré yo la que te mate.

Ella asintió asustada, yéndose rápidamente de la habitación. Miré a Leone, el cual había cambiado su semblante por uno divertido y pícaro.

—¿Te había dicho que me gustas aún más cuando amenazas de muerte a alguien? —Dijo sonriendo. Negué con la cabeza, al igual que él, con una sonrisa.

—Quiero irme a casa. Mis padres estarán muy preocupados. ¿Qué ha pasado con Leonardo? ¿Por qué se lo ha llevado la policía? Debemos ir a por él, Leone. No tiene sentido, se supone que dejó la droga. Quizás le hayan tendido una trampa y...

—Shh... —Dijo él, poniendo un dedo en mis labios. Cerré los ojos, suspirando—. Confesó.

Mi ceño se frunció. Justo antes de que pudiera preguntar qué fue lo que confesó mi hermano ante la policía, un hombre entró en la habitación, acompañado del doctor. Éste caminaba asustado, con una pistola apuntándole en la nuca. Cazzo (mierda).

—¡Vaya! ¿Adivinad quien va a ser el tío de la criatura?

—Vete de aquí, Carlo. —Dijo Leone, protegiéndome con su cuerpo.

—Solo quiero ver cómo está tu novia. ¿Cuando era la boda? ¿Estaré invitado verdad? —Nadie dijo nada. El doctor estaba acojonado y yo no me atrevía a abrir la boca, por lo que pudiera pasar—. ¿No? Leone... eres mi mejor amigo...

—Era. Ya no soy nada tuyo. No serás nada de mi hijo. No eres nadie para mí, Carlo. Vete de aquí.

—Encima que dejó todo el lugar fuera de peligro para ti. Absolutamente todo el hospital evacuado para poder venir a verte. ¿¡Y así me lo pagas?!

El rostro de Carlo estaba rojo de furia. Comenzó a gritar. El doctor quería irse, pero Carlo le sujetó de la bata para que no lo hiciera. Estaba realmente asustado y el pobre hombre empezaba a preocuparme. Carlo le soltó, diciéndole que viniera hasta mí para que me quitase la vía y pudiera levantarme me de la cama. Vi mi ropa en el sofá, pero Carlo se adelantó y me la dio. El doctor se sentó en el sofá por orden del italiano, siendo apuntado por la pistola. Leone aún apuntaba a Carlo a la cabeza y yo estaba detrás de él. Me fui al baño lentamente, una vez allí me puse la ropa y me miré al espejo. Me puse de perfil para mirar mi barriga. No se notaba nada, aunque supongo que yo como madre sentía un pequeño y mínimo bulto en mi vientre.

—Carlo. —Escuché como decía Leone—. Déjanos en paz. Lo que ocurrió en el pasado que se quede en el pasado. No hagas daño a mi familia.

—¿Que no haga daño a tu familia? —Preguntó con cara de loco. Carlo realmente se estaba volviendo loco—. Querido Leone, tú me arrebataste a mi familia.

—Yo no te arrebaté nada. —Respondió Leone tajantemente. Me quedé en la puerta del baño, escuchando la conversación. ¿A qué se refería Carlo?

—¿Ah, no? —Carlo empezó a reírse como un auténtico demente. Empezaba a pensar que estaba volviéndose realmente loco—. Piensa un poco, amigo. ¿Quién fue el que se folló a María? —Un silencio se instaló en el ambiente—. ¡Responde!

El grito de Carlo me hizo dar un pequeño salto hacia atrás en el baño. Cerré los ojos y apreté los dientes con el presentimiento de que el enemigo de mi marido iba a venir hacia aquí. Efectivamente, escuché unos pasos acercarse rápidamente, hasta que Leone habló por fin. Dijo lo que Carlo tanto estaba esperando.

—Yo. —Los pasos se detuvieron, supuse que Carlo se había dado la vuelta hacia él—. Fui yo.

Salí del baño cuando me cercioré de que Carlo estaba lo suficientemente lejos. Vi como el pobre médico se había desmayado sobre el sofá, dejando conscientes únicamente a tres personas. Los dos italianos se apuntaban entre sí, haciendo que mi corazón latiera como loco de miedo. Mi hijo no podía quedarse sin un padre.

—Fuiste tú... Y por eso estoy aquí, Leone. Primero te mataré, y luego me follaré a tu mujer sobre tu puta tumba.

Ante las palabras de Carlo, las aletas de la nariz de Leone se abrían y se cerraban con brusquedad. La respiración del mismo era agitada. Miraba a Carlo con el ceño tan fruncido que pensé que en algún momento se rompería. Leone estaba muy pero que muy enfadado.

—Sobre mi puto cadáver, Carlo.

—Exacto, Leone. —Dijo Carlo, provocando aún más a mi prometido. En cualquier momento, Leone explotaría—. Veo que lo vas entendiendo.

Carlo cargó el arma, acercándose a Leone y apuntando directamente a su frente. Avancé un paso, intentando impedir que Carlo matara a mi prometido, pero hizo algo que no me esperaba. Apartó el arma de la cabeza de Leone para apuntar a la frente del doctor, el cual, de un momento a otro, yacía tendido en el suelo alrededor de un charco de su propia sangre. Ahogué un grito desgarrador, ya que ese hombre no tenía ninguna culpa de haber muerto.

—No me mires así, Leone. No podíamos dejar pruebas, iría a la policía. —Aclaró Carlo. ¿Esa era la excusa que ponía al haber matado a un ser humano inocente?

—Carlo. —Dije yo, intentando captar su atención y armándome de valor—. ¿Me quieres a mí, no? Pues ven a por mí.

—Emma... —Advirtió Leone aún más enfadado—. Cállate. —Hice caso omiso a sus palabras, centrándome en el loco que apuntaba a mi marido con un arma.

—Es a mí a quien quieres, pues ven a por mí.

Él dejó de apuntar a Leone, acercándose peligrosamente a mí. Me quedé estática, expectante ante todos y cada uno de los movimientos que hacía el rubio. Cerré los ojos cuando sentí su aliento por todo mi rostro, dándome bastantes arcadas.

—Tienes tres segundos para alejarte de ella. —Advirtió Leone. Su enemigo se puso a mi espalda, pegando su dureza contra mi trasero. Cazzo (Mierda)—. Tres. —Empezó a decir Leone. Tanto Carlo como yo estábamos de espaldas a la puerta de la habitación—. Dos. —Miré a Leone con temor al notar el arma de Carlo sobre mi sien. Leone solo miraba a su antiguo amigo. —Uno...

De pronto, un disparo resonó en todo el lugar, el peso de Carlo cayó contra mi espalda, haciendo que ambos cayéramos al suelo. Leone apartó rápidamente a Carlo de encima mío y me ayudó a levantarme. Comprendí entonces que Carlo tenía una bala en la cabeza, estaba muerto. Abrí los ojos por completo y vi una tercera figura en la puerta, apuntando aún con la pistola al aire.

—¿Me habéis echado de menos? —Preguntó el invitado con cierta burla y diversión. Sonreí al ver de quién se trataba.

—Gianni. —Dijo Leone a modo de saludo y también de agradecimiento. Se acercó a él rápidamente para darle un cálido abrazo—. Grazie (Gracias).

Gianni hizo un gesto con la mano, quitándole importancia al asunto.

—No ha sido nada. Tengo ganas de ser tío, eso es todo. —Dijo dirigiéndome una sonrisa. Si no recordaba mal, ese era el amigo con el que estuvimos Leone y yo en la discoteca hace aproximadamente dos meses. El día en el que maté a una rubia que intentaba camelarse a mi prometido. El día en el que me convertí oficialmente en una asesina.

Ciao (hola), Gianni. —Dije con una sonrisa.

Ciao, cara (Hola, querida). Cuánto tiempo. La última vez eras tú la que tenía una pistola en la mano.

—Cierto. —Afirmé. Leone vino hacia mí, de nuevo con el ceño fruncido— ¿Qué pasa?

—No vuelvas a hacer eso. Nunca. —Ordenó tajantemente.

—Carlo está muerto, no pasa... —Me interrumpió sin dejar que terminara mi frase.

—No vuelvas a hacerlo, Emma. Casi te pierdo, otra vez. ¿Cuantas veces van ya, eh? Y además estás embarazada, joder.

Lo único que me atreví a hacer para calmar a la bestia que tenía como prometido fue rodear su cadera con mis brazos y estrujarlo fuerte contra mí. Él quiso apartarme para que no hiciera tanta fuerza, pensando que dañaría al bebé.

—Es muy pequeño, Leone. No le pasará nada porque le dé un abrazo a su padre.

—Padre eh... —Dijo Gianni acercándose a Leone. Puso una mano en su hombro y con la otra hizo como si secara una lágrima de su mejilla—. Crecen tan rápido...

Leone le propinó un empujón en el pecho. Veía muy buena relación entre ellos, pero me pregunté qué pensaría Salva de esto. Por lo que he estado viendo, Salvatore es el mejor amigo de Leone. Y como si mis pensamientos hicieran magia, un acalorado Salvatore entró corriendo en la habitación. Sus mejillas estaban rojas, su pelo desordenado y sus labios hinchados. Reprimí una sonrisa mordiendo mi lengua.

—¿Estáis todos bien? —Dijo mirándonos a Leone y a mí repetidas veces. Dirigí mis ojos a mi prometido con una sonrisa traviesa, el cual miraba a su amigo de la misma forma—. ¿Tengo monos en la cara o qué?

—Nosotros estamos bien, ¿tú estás bien? —Pregunté.

—Yo sí. —Dijo respirando de nuevo. De repente, giró la cabeza mirando a Gianni—. ¿¡Gianni!?

—Pensé que no se daría cuenta. —Dijo mirándonos con una sonrisa burlona. —Ven aquí, amigo.

Salvatore y él se dieron un abrazo emotivo. Se preguntaron de todo, se contaron de todo, todo iba bien. Pero entonces me di cuenta de algo. Me giré hacia los dos cadáveres.

—Me sorprende su actitud.

Me di la vuelta y vi que Leone y Salva miraban a Gianni, mientras que él me miraba a mí. Entrecerré los ojos en su dirección, preguntándome a qué narices se referiría, pero alguien se me adelantó.

—¿A qué te refieres? —Preguntó Leone.

—Me refiero a que no está asustada. Acabo de matar a alguien delante suyo. El doctor también está muerto. Si fuera otra, estaría sentada en esa cama y temblando como un flan. —Explicó Gianni con una sonrisa llena de orgullo—. Pero no tenemos tiempo para charlas. Debemos irnos. Ya.

Andiamo (Vamos). —Dijo Leone, sujetando mi cintura y empujándome hacia la salida.

Nos fuimos por una puerta secundaria del hospital. Todo el personal estaba en la planta baja. Cuando salimos a la calle, escuchamos las sirenas de policía por todos lados. De pronto, vimos a alguien salir minutos después, por la misma puerta por la que salimos nosotros. Alessandro. Miré a Salvatore, al cual se le iluminaron los ojos nada más verlo.

Avanti (Adelante) —Dijo él, ignorando completamente la mirada de Salvatore. Miré al amigo de Leone. La decepción se reflejó en sus ojos azules, hasta que vi como Alessandro le guiñaba un ojo antes de meterse en el asiento del piloto. Sonreí por el gesto.

Salimos de allí, con Gianni de tras de nosotros en las camionetas de sus hombres. La policía nos paró y al saber que éramos nosotros nos retuvieron un rato. Leone me susurró y me explicó que la policía estadounidense se olía el negocio en el que estaba metido. Nos soltaron al enterarse de que estaba embarazada, y realmente aún no conseguía creérmelo ni yo. Al llegar a la casa de mis padres, entramos sin miramientos, con Gianni detrás. Invité también a Salvatore y a Alessandro.

—¡Emma!

La voz de mi madre resonó por toda la casa. Salió al recibidor, encontrándose con más hombres de los que esperaba. No le dio cierta importancia, vino hacia mí como un rayo para abrazarme. La dije que estaba bien, que el bebé estaba bien y que quería contárselo a mi padre. Ella no le había dicho nada. Me acompañó junto con Leone al salón, donde él estaba nervioso, con el móvil en la oreja y con su pelo canoso bastante revuelto.

Ciao (Hola), papá.

—Emma. Leone. —Dijo colgando el teléfono sin importarle la persona que estaba al otro lado de la línea. Vino casi corriendo hacia mí para abrazarme. Leone me miró alarmado, pero le acaricié el brazo mientras que con la otra abrazaba a mi padre. Cuando se separó, mi padre me cogió la cara con ambas manos—¿Estás bien? Nos has dado un susto de muerte.

—Estoy bien, papá. Mejor que bien, incluso. —Dije con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba realmente feliz por la criatura que estaba dentro de mi vientre. Agarré la mano de Leone,  el cual no tardó en envolverla con la mía—. Leone y yo tenemos que hablar contigo.

—¿Qué ocurre? —Preguntó esta vez, con un tono más firme. Miré a Leone nerviosa, pensé que sería él el que hablaría ahora. En cambio, asintió con la cabeza para darme a entender que era mi padre y por lo tanto debía decirlo yo.

—¿Qué te parece la idea de ser abuelo?

Quizás no fue la mejor forma de decirlo. Leone se atragantó con su propia saliva, mamma (mamá) carraspeó nerviosa, mi padre tenía los ojos puestos en mí. En el pasillo, justo detrás de la puerta escuché la risa que se le escapó a alguno de los tres hombres que al parecer también estaban al tanto de la conversación.

—¿Abuelo? —Preguntó mi padre frunciendo el ceño. Cazzo (mierda), no le gustó la idea—. No me desagrada. ¿Estás embarazada?

Asentí con la cabeza. El cuerpo de Leone estaba bastante más relajado de lo que esperaba, pero el mío estaba en completa tensión. No sabía cómo iba a tomárselo mi padre, esperaba que bien pero a juzgar por su expresión... De repente, una pequeña sonrisa apareció en sus labios. Empezó a reírse como si no hubiera un mañana.

—¿Papá? —Empezaba a asustarme.

—Enhorabuena, chicos. —Dice dejándose de reírse y con una sonrisa de oreja a oreja. Mi madre fue con él, pasando un brazo por su espalda, a lo que él respondió poniendo el suyo sobre sus hombros—. ¿Cuándo ocurrió? —Mis mejillas se pusieron rojas, sentí como mi rostro ardía cada vez más.

—¡Rafaello! —Le reprochó mi madre—. No preguntes esas cosas.

—¿Tengo derecho a saberlo, no?

—¡No! Anda, déjales tranquilos. El pobre Leone está pálido. —Escuché un carraspeo por parte de mi prometido, dándome a entender que empezaba a estar más nervioso. Aún siendo el jefe de mi padre en la mafia, estaba nervioso ante su futuro suegro.

—Quería decirles que... ahora que Emma está embarazada, me gustaría que nos mudásemos a Florencia. —Les dijo a mis padres, aunque luego se giró hacia mí—. Si le parece bien, claro.

Mi mente se quedó en blanco. ¿Vivir con él? En estos dos meses yo he vivido aún con mis padres y mi hermano. Leone venía a visitarme todo lo que podía, viajaba y viajaba de Nueva York a Florencia y viceversa. Era cierto todo el gasto de dinero que hacía solo por venir hasta aquí para mí. Miré a mis padres, los cuales sólo nos miraban inexpresivos. Sabía lo que hacían, no querían opinar sobre esto. La decisión era mía, no querían interferir.

—¿Estaréis bien? —Les pregunté. Ellos asintieron con la cabeza y una sonrisa.

—Algún día iba a pasar, amore (amor). —Dijo mi madre—. Vamos, te ayudo a hacer las maletas.

Ambas subimos hasta mi habitación. Leone y mi padre se quedaron en la planta de abajo. Una vez que cerramos la puerta, mi madre se abalanzó hacia mí para estrujarme entre sus brazos. Las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos, pero no quería llorar frente a ella. Tenía que ser fuerte, mi madre había sido un pilar fundamental para mí. Aún estaba enferma, aunque su estado había mejorado muchísimo gracias al tratamiento que Leone y mi padre estaban pagando para ella. Le dije a Leone muchas veces que no era necesario, pero él insistió. Él quería mucho a mi mamma (madre), por lo que terminé accediendo a ello. Cuando mi padre se enteró, no dejó que Leone pagara todo él solo. Los gastos se dividieron a la mitad y mi padre y él han conseguido que ella esté muchísimo mejor.

—Lo sé todo, cariño. —La afirmación de mi madre me tomó por sorpresa.

—¿A qué te refieres, mamma (mamá)?

—Tu padre, Leone. Sé a lo que se dedican. Lo sospeché desde el día en el que tu padre se fue, el mismo día del secuestro. Rafaello habló conmigo justo antes de que te cogieran. Antes de que te cogiera Leone.

Mis mejillas ardieron al recordarlo. ¿Quién iba a mí a decirme que me enamoraría del hombre que me secuestró? ¿Se consideraría como síndrome de Estocolmo? No lo creo.

Mamma... (mamá). —La miré un tanto asustada.

—Son mafiosos. Lo sé. Y te vas a casar con uno. Sé lo que la ocurrió a su mujer, sé que era la hija de mi amiga. Lo sé todo. —No dije nada. No sabía qué decir o hacer—. No quiero que te separes de él. A pesar de todo, te veo feliz, cariño. Quiero que seas feliz. Pero, per favore (por favor), tened cuidado.

Grazie, mamma. (Gracias, mamá). —Ella me abrazó de nuevo con fuerza. Se separó de golpe pensando que había hecho daño al bebé—. ¿Por qué pensáis todos lo mismo? ¡Es muy pequeño! No le pasará nada. Por cierto... ¿podríamos dormir hoy aquí? Me da un poco de nostalgia irme ya, me gustaría quedarme con vosotros esta noche. Aunque... no sé si a Leone le parecerá bien.

—Por lo que he visto, a Leone le parece bien todo con tal de que tú estés a gusto y feliz. Se lo diré en cuanto bajemos.

Ti amo, mamma. (Te quiero, mamá).

—Y yo a ti, cariño. Tengo ganas de conocer a ese pequeñín. —Dijo acariciando mi tripa.

—O pequeñina. —Dije riendo.

—Sea lo que sea, le consentiré.

—No quiero que mi hijo sea un malcriado, mamma (mamá).

—¿Para qué estamos las abuelas entonces? Lo haré quieras o no. Ahora vamos a hacer las maletas.

Y así, entre risas, recuerdos, lágrimas y mas risas, mi madre y yo hicimos las maletas para prepararme e irme a vivir con Leone a Florencia. Tenía un buen presentimiento. Mi cabeza lo imaginaba todo de color de rosa, todo feliz...

Aunque la realidad siempre nos golpea en la cara.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top