54
ARIANNA
Los meses pasaron volando. Vitali y yo convivimos como una pareja, aunque su comportamiento cambiaba de forma repentina la mayoría de las veces. Era un hombre muy complicado, sus cambios de humor me trastocaban mis esquemas y tenía miedo de que en cualquier momento sacase una pistola y me pegase un tiro entre ceja y ceja. Sinceramente no le veis capaz de hacerlo, nunca lo ha hecho, aunque no descarto la idea.
En dos meses me había casado con él, no habíamos convivido como una pareja normal. Sí, nos habíamos casado por orden de mi madre, pero la mayoría de veces yo estaba en el jardín paseando o recorriendo la mansión mientras que Vitali no salía de la oficina y pocas veces dormía en casa. No me extrañaría que tuviera más mujeres, que estuviera engañándome. Porque cuando empecé a convivir con él empecé a notar ciertas actividades que se realizaban en el salón principal, o incluso en los sótanos. Esos sótanos donde nunca he ido pero que siempre me llamaron la atención de descubrir. Por orden de mi marido, no puedo bajar ahí. Las sirvientas siempre están pendientes de mí, para que no baje o vaya a lugares a los que tengo totalmente prohibido ir.
Hoy era un día como otro cualquiera. Me levanté de mi cama y me fui al baño que estaba en mi habitación. Aún casados, Vitali y yo no compartíamos alcoba. Yo todavía no había accedido a ir ahí, y él no había insistido. Empezaba a notar las intenciones que tiene con este matrimonio: negocios, negocios y más negocios. Tanto con mi madre como con otra gente que, al parecer, conoce a mi padre. Sé perfectamente que ambos están contra Caruso, igual que Vitali, por lo que fueron listos al aliarse con él. La duda que aún rondaba por mi cabeza era siempre la misma. ¿Qué necesidad había de entrometerse en mi vida personal y sentimental con tal de vengar la muerte de mi hermana? Tenía que reconocer que yo también quería venganza, pero no así. No interponiendo mi vida amorosa.
Pensaba muchas veces en Logan. No tuvimos tiempo de conocernos lo suficiente como para empezar algo serio. Solo nos besamos en la discoteca cuando Caruso llegó junto a Emma. Vitali no lo sabe ni nunca lo sabrá, sería capaz de rajarle la garganta con el simple hecho de saber que besé a otro hombre, aunque aún no le conocía. Y Emma... mi amiga... si es que podía considerarla como tal. Yo la quería, y sinceramente ella no tenía la culpa de nada. Se enamoró del hombre que su corazón le dijo, mi madre quiere destruirla al igual que a su futuro marido, pero no puedo permitirlo. Sobre todo que se lo haga a Samara. Es una mujer dulce, extrovertida y entusiasta. Siempre está contenta, aún por la situación por la que está pasando. Mi madre era buena actriz, por lo que no la fue difícil engañar a la madre de Emma con sus artimañas.
Logan y ella no dejaron de llamarme. Quería responderles pero siempre había algo que me lo impedía. Se cortaba la línea, el móvil se me quedaba sin batería, el internet se esfumaba cuando intentaba comunicarme con ellos por medio de mensajes... O simplemente mi móvil desaparecía sin previo aviso.
Con todos estos pensamientos salí de la ducha y me dirigí al salón comedor, donde Vitali siempre estaba esperando por mí para desayunar juntos. Podía haber varias versiones suyas, animado, molesto, enfadado, triste o indiferente. Ninguna me daba miedo, pero sabía que ninguna era buena, ni siquiera la de "animado". Cuando entré estaba leyendo un periódico. Sus ojos verdes se fijaron en mí, mientras me recorría el cuerpo con la mirada. Yo me fijé en su barba que hacía días que no se arreglaba, en sus ojeras y en los ojos vidriosos. Me acerqué a él para darle un beso en la mejilla, pero en ese mismo momento di un paso hacia atrás.
—¿A qué hueles? —Pregunté con una mueca de desaprobación.
—A colonia. ¿A qué si no? —Preguntó arrastrando las palabras. Estaba borracho.
—¿Has bebido? —Pregunté de nuevo. No me respondió y se centró de nuevo en el periódico. Me senté a su lado, intentando captar su atención—. Vitali, ¿has bebido?
Levantó la mirada del papel para clavar sus ojos verdes enrojecidos en los míos, muy diferentes a los suyos. Su respiración era pesada y notaba la desesperación y la rabia reflejadas en su rostro. Tenía el presentimiento de que esta conversación no iba a terminar bien. Me alejé otro paso por lo que pudiera pasar, y no me equivoqué. Vitali se levantó de repente, tirando su silla al suelo sin importarle lo más mínimo. Vino hacia mí hecho una furia. Si él avanzaba un paso yo retrocedía cinco. Hubo un momento en el que no pude retroceder más, pues mi espalda chocó contra la pared y su aliento se hacía aún más presente. La mezcla de whisky y tabaco era algo que repudiaba con todas mis fuerzas, pero no iba a decir nada. No iba a empeorar la situación.
—No tienes... —Empezó a decir. Agarró mi cara con una de sus grandes manos—, ni puta idea... de lo que ocurre en mi vida. Así que mantente al margen si no quieres que te mate.
—¿Serías capaz de hacerlo?
"Cierra la maldita boca", repetía mi cabeza una y otra vez. Sabía que en cualquier momento Vitali explotaría, que se estaba conteniendo, pero no debía provocarle tanto. Él entrecerró los ojos, analizando mi inesperada valentía. Su mano aflojó el agarre y pude volver a respirar con normalidad. Se dirigió a la puerta y salió de allí. No respondió, ¿por qué no lo hizo? Está claro que ese hombre no está conmigo por amor, pero eso mismo lo supe desde el día en el que mi madre decidió ir a la sede rusa y comunicárnoslo a Vitali y a mí.
Me quedé varios minutos estática contra la pared del comedor, hasta que una figura apareció por la habitación. Me sorprendí y me alejé un poco de la puerta, pues pensé que Vitali había vuelto para volarme la cabeza, pero no. Erika, la sirvienta rubia que trabaja exclusivamente para mí, por órdenes de mi marido, se acercó rápidamente.
—Señora, ¿está usted bien? —Preguntó levantándome del suelo. No sabía en qué momento mi trasero había tocado el pavimento amarmolado, pero lo había hecho. Mi confusión se reflejó en su semblante—. ¿El señor la... pegó?
—No, Erika. No me ha tocado. —Ella me examinó de nuevo y frunció el ceño al ver mis mejillas—. Estoy bien. No te preocupes.
Ella asintió sin querer insistir más en el tema. Estaba rara, lo notaba. Siempre estaba tensa, con miedo a que Vitali apareciera y le pegara una paliza porque, al parecer, eso es lo que hace con los empleados que realizan alguna orden errónea. Les propina golpes y golpes hasta que quedan inconscientes. Por lo que Erika me ha contado, ellos no se quejan en ningún momento, asumen las consecuencias y aguantan todo lo que Vitali les hace, pero hoy es distinto. Hoy la ha pagado conmigo sin una razón de peso.
—Hoy es... un día duro para el señor.
Su afirmación me dejó con intriga y confusión. ¿Qué ocurría hoy? ¿Acaso era el aniversario de la muerte de alguien? No creo que eso le importe mucho a mi marido. Es un asesino sin ningún tipo de remordimiento, le da absolutamente igual quién fallezca en el proceso cuando intenta conseguir lo que quiere. Miré a Erika, esperando alguna explicación sobre sus palabras, pero lo único que hacía era mirar al suelo con las manos sobre su espalda. Lo cierto era que había guardias de seguridad por todas partes, detrás de cada puerta. Menos en los dormitorios.
—Me gustaría ir a mi habitación, Erika. Acompáñame.
Mi orden hizo que Erika me mirase y abriera rápidamente la puerta. Pasé delante de ella, no sin antes guiñarle un ojo, cómplice de la situación. Erika me miró con miedo pero acaricié su brazo para tranquilizarla. Sabía que tenía miedo de Vitali, pero si yo estaba de por medio, no habría problema. Mi marido no me había tocado hasta ahora, y empezaba a pensar que podría sentir algo por mí, aunque fuera lo más mínimo. Erika y yo llegamos a mi habitación, cerrando rápidamente la puerta. Vitali no debía enterarse de que Erika era mi amiga, la mataría.
—Señora... no sé si esto está bien. No podemos tener amistades en el trabajo...
—Lo sé, Erika. Intentaremos ser cuidadosas. Si en algún momento Vitali se entera de esto, yo hablaré con él. —Dije con voz firme. Ni siquiera yo sabía si lo que había dicho era lo correcto, pero la esperanza es lo último que se pierde—. Ahora dime, ¿qué ocurre hoy?
—Hoy es el cumpleaños de... del señorito Killian.
Mi mente se quedó en blanco. ¿Acaso había algún empleado aquí llamado así? ¿Algún familiar de Vitali? Qué yo sepa no vino ninguno de sus familiares a nuestra boda, solo mi madre. Y lo único que hizo esa mujer fue ligar con los socios de mi marido y follar sin control por toda la mansión. Cada vez que lo pienso me entran innumerables arcadas.
—¿Un familiar de Vitali que no conozca? —Erika asintió con la cabeza—. ¿No vino a la boda? —La chica negó en un susurro.
—Es el hijo del señor.
Mis ojos se abrieron como platos. Esperaba a cualquier persona, un criminal, un socio, un primo, un vecino, un amigo de la infancia... pero no un niño. Y mucho menos su hijo. ¿Con quién lo tuvo? ¿Cuándo? Todas esas preguntas empezaban a arremolinarse en mi cabeza, ninguna sin respuesta, hasta que la rubia volvió a hablar.
—Cumple cinco años en el día de hoy. El veinte de septiembre.
No sabía ni qué decir. Me senté en la cama, pensando en los posibles escenarios que podrían darse si ese niño viene aquí. ¿Me enfadaría con él? Por supuesto que no, solo es un niño. No tiene la culpa de nada, pero con su padre sí. No me lo contó. Soy su mujer, y debería estar informada de estas cosas como la persona con la que va a compartir su vida por la eternidad. Quería ir a gritarle, quería interceptarle, pero no podía hacerlo. Pondría a Erika en peligro y durante estos dos meses, la convivencia aquí ha sido agradable con su presencia. Nunca me lo perdonaría. Lo dejé pasar, salí de mi habitación para pasear, como siempre lo hacía, hasta que escuché la voz ronca de Vitali en la planta baja. Me dispuse a recorrer las escaleras con sumo cuidado.
—¿Qué hacéis aquí? —Preguntó con cierto tono enfadado.
—Es su cumpleaños, Vitali. Tiene derecho a verte. —La voz de una mujer se hizo presente en mi oídos—. Kill, te quedarás con papá unos días.
Nadie emitió ningún sonido, hasta que un golpe me sobresaltó incluso a mí. ¿El niño estaba delante? ¿No tenía miedo de su padre? El estruendo se escuchó por toda la casa y ni siquiera oí un quejido ni nada parecido por parte del hijo que, al parecer, estaba presente.
—No quiero veros, ni a ti, ni a ese crío, ni a nadie.
Di un paso más por la escalera, con la mala suerte de que resbalé por la dichosa moqueta y me fui cayendo de culo por el resto de las escaleras hasta terminar en el suelo de abajo. Me encontraba justo delante de la pareja y detrás de la figura de Vitali podía apreciar el pequeño cuerpo de su hijo. El ruso me miró con un cabreo monumental. Vino hasta mí, me cogió del brazo para levantarme del suelo y me estampó contra la pared.
—¿Qué te he dicho sobre escuchar conversaciones ajenas? —Preguntó entre dientes. La furia irradiaba por cada uno de sus poros.
—Lo... lo siento. Yo... estaba bajando y me caí...
—¡Mentira! —Gritó en mi oído. Giré la cabeza, evitando la mirada de sus ojos verdes, encontrándome con unos muy parecidos en un ser más pequeño que él—. Lárgate antes de que te mate aquí mismo.
—¡Vaya! Dijiste que no querías ver a nadie! Ahora lo entiendo. —Dijo la mujer con valentía y una sonrisa pícara. Vitali se alejó de mí.
—Vete a tu puta cueva con ese niño y no volváis por aquí. —Dijo Vitali con rabia.
Estaba harta de que mi marido me escondiera ante todos. Estaba harta de ser la mujer que tenía encerrada como una prisionera para que nadie me viera. Estaba harta de ser su muñeca de trapo. Era su mujer, y debía actuar como tal. Haciendo caso omiso a sus demandas, me acerqué a ellos con una sonrisa tan falsa como el amor de Vitali hacia cualquier ser humano.
—Buenos días. Soy Arianna, la mujer de Vitali. Encantada de conoceros.
Me fijé en el niño, ignorando completamente la expresión de locura que estaba despertando en mi marido. Éste gruñó como respuesta, pero no me apartó. La mujer sonrió, al parecer sorprendida por la acción, o más bien, el error que acababa de cometer.
—Encantada, Arianna. Yo soy Brooke, la madre de este pequeño. Él se llama Killian. —Dijo, presentándose a sí misma y al niño. Sonreí hacia ellos, más hacia el pequeño que me miraba con curiosidad y con una sonrisa oculta. Tenía la misma expresión de dureza que su padre.
—Ya basta. Fuera de aquí. —Dijo Vitali.
—Yo quiero quedarme.
Los tres adultos miramos a la pequeña voz procedente desde abajo. El pequeño Killian habló por primera vez, mirándonos a su padre y a mí, y posteriormente a su madre, a la que le estaba pidiendo permiso. Brooke le soltó la mano a su hijo y éste intentó pasar entre Vitali y yo. Me hice a un lado para que pudiera hacerlo, pero Vitali le agarró del hombro haciendo que se detuviera.
—Vuelve con tu madre. —Dijo Vitali con rudeza. El niño se le quedó mirando. Se dio la vuelta, dispuesto a volver con su madre, pero entonces decidí hablar, poniendo mi mano en el otro hombro del niño para que no avanzara.
—Es el cumpleaños de tu hijo. —Dije firmemente. Vitali me miraba con fastidio.
—¿No te vas a callar nunca, mujer? —Dijo en un tono que no me gustó nada.
—Estoy harta, Vitali. Harta de ser siempre la chica que está encerrada aquí como una prisionera. Ya basta. Soy tu mujer, no tu marioneta.
Los ojos de Vitali me miraron con furia, su borrachera se había ido por completo. Era consciente de todo lo que le había dicho y, para mi sorpresa, no me gritó. No me agarró ni me empujó hacia el interior de la casa. Miró a su hijo y quitó la mano de su hombro. Se giró hacia su madre para decirla que solo estará en esta casa durante dos días, luego volvería a por él. Su madre se fue satisfecha con lo que había ocurrido y me miró con una sonrisa de orgullo.
Cuando Brooke se fue, Vitali y yo nos quedamos durante un buen rato en la entrada. De un momento a otro, Killian agarró mi mano, junto con la de su padre. Ambos miramos al pequeño, yo con ternura, Vitali con asco. Soltó la mano del niño sin miramientos, alejándose de nosotros, pero yo pare sus pies con mis palabras.
—No hagas lo mismo que hizo mi madre conmigo. —Se quedó mirando al frente, no se giró hacia nosotros en ningún momento, pero sabía que me estaba escuchando—. No dejes que la indiferencia gane esta batalla, Vitali. Sé que nunca planeaste esto, pero si piensas que es un error debes aprender a vivir con ello.
Entonces se giró hacia mí. Su ceño fruncido me indicaba que estaba muy enfadado, pero pude ver un destello de tristeza en sus ojos.
—Estaré en mi oficina. Que nadie me moleste.
Dicho esto, subió las escaleras y se perdió por el pasillo. Un portazo resonó en toda la mansión, haciéndonos saber que se había encerrado en su oficina y no saldría en todo el día. Me agaché para quedar a una altura asequible para el pequeño que se encontraba a mi lado. Era un niño encantador, había heredado los ojos grises tan intensos de su padre y el pelo negro y brillante que había visto en su madre. Mi tono cobrizo y pelirrojo y mis ojos marrones combinaban para nada con él.
—¿Eres la novia de papá? —Preguntó con educación. Veía mucha clase y etiqueta en su educación. No parecía el típico niño alegre que quería ver toda la mansión de arriba a abajo y correr por los pasillos jugando y riendo. Asentí con la cabeza a su pregunta—. ¿Y él te quiere?
Me encogí de hombros.
—Quizás algún día lo haga. No nos conocemos mucho.
—¿Entonces quieres conocerme a mí? Mamá dice que me parezco a él.
Su inocencia me conmovió tanto que me atreví a darle una abrazo, el cual no tardó en corresponder. Era un niño muy inteligente, amable y educado. Me había contado muchas cosas y, para tener solo cinco años, sabía hablar perfectamente. Estuvimos dando paseos por el jardín, mirando flores y viendo plantas. Le apasionaba aprender cosas nuevas. De un momento a otro, vi a Vitali asomado a la terraza de su oficina con un cigarro en sus labios y casi pude apreciar de reojo una sonrisa de medio lado, pero cuando se dio cuenta de que lo miraba, se metió dentro sin decir ni una sola palabra y con el ceño fruncido de siempre.
Quizás Vitali no era una mala persona. Quizás sólo estaba obsesionado con su trabajo y con sus negocios. Quizás no quería alejarse de su hijo. Quizás... podría llegar a enamorarse de mí algún día.
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