52
EMMA
El fin de semana pasó rápido, al igual que las semanas. Leone y yo volvimos a Nueva York para volver a mi casa. O más bien, a la casa de mis padres. Sí, me atrevía a decir que esa era la casa de mis padres. Les vi mejor que nunca. Siempre les vi bien, aunque no como en ese momento. Por otro lado, mi hermano estaba de lo más raro. Mi madre me había contado que había empezado a recaer de nuevo. Había intentado hablar con él de todas las formas posibles, pero Leo seguía consumiendo lo poco que podía a escondidas. Sabía que yo también debía a hablar con él, pero todo a su debido tiempo. Además, el ambiente en casa se siente pesado, extraño, como si hubiera algo que los demás sabían y yo no. Aún así, lo dejé pasar. Quería ver feliz a mi familia, unida de nuevo.
Leone y yo decidimos casarnos dentro de un mes y medio. Agosto sería la fecha ideal para celebrar una boda íntima, con nuestra familia más cercana y alguno de nuestros amigos. Siendo sinceros, sí, yo quería una boda por todo lo alto. Siempre lo quise, siempre lo imaginé así, desde niña. Pero me he dado cuenta de que los lujos, la extravagancia y la grandeza se quedan cortos al ver a la persona que más quieres a tu lado. Da igual como se celebre, la idea es estar con tu pareja lo máximo posible. Eso es lo que quería hacer, disfrutar con él. Ser feliz.
En cuanto a mis amigos... Si dijera que la muerte de Sophia no me dolía, estaría mintiendo. Sí, dolía. Me ponía triste y empezaba a recordar todos los buenos momentos que vivimos juntas, ambas con nuestras madres, las cuatro yendo de viaje... Fuimos amigas desde que nacimos, fuimos prácticamente hermanas y nunca nos habíamos separado. Aún así, supongo que todo tiene un fin. Me gustaría saber quien la mató, me gustaría saber quién tuvo la mente tan retorcida de haber preparado ese asesinato. Debía estar preparado, ¿no? No creo que nadie tenga la capacidad de matar a alguien así sin siquiera haberlo pensado anteriormente y con detenimiento. Eso es lo que yo pienso, pero todo en esta vida puede ser posible.
En otra banda están Arianna y Logan. Del segundo sé lo suficiente como para afirmar que trabaja sin parar. Siempre que le llamo o me llama está en la oficina. Mañana pensaba levantarme pronto para ir a mi turno y pasarme por su despacho. Era otra de las personas con las que debía hablar detenidamente. Era mi amigo y sabía el motivo por el cual trabajaba tanto. Y ese motivo tenía nombre y apellido: Arianna Martini.
Desde el día de la discoteca no volví a saber nada de ella, ni tampoco de su madre. No me dio tiempo a preguntar por la tarde a mi madre sobre ella. Al parecer, Cloe también ha estado muy ocupada resolviendo unos temas de su empresa de aprendizaje de cocina con su hija y no podía pasarse a ver a mi madre en ningún momento. Sinceramente, lo veía sospechoso. Ella siempre venía a verla y mi madre se pasó por allí para ver cómo iban esos temas. Cloe la dijo que estaban reformando el interior, por lo que a mi madre se la ocurrió pasarse por allí para hacer una visita. Cloe no estaba en el momento en el que mamma (mamá) fue a verlo, y, cuando pregunto a uno de los responsables, que se había cargo en ausencia de la jefa, le dijo que no sabía nada de ninguna reforma. Mi madre era muy cariñosa y apegada a la gente que la trata como tal, da mucho más de lo que recibe y si es cierto lo que Leone me ha contado de Cloe, empiezo a pensar que va a ser muy mala influencia para mi madre. También sé que mi madre es la mujer más inteligente del planeta y no se dejará ningunear por una persona como Cloe.
Hacía ya dos semanas que Leone y yo hicimos el viaje con su familia. Nos encontrábamos tumbados en mi cama. Era bastante pequeña y teníamos que dormir pegados el uno al otro. Me estaba acariciando el pelo y el brazo. Empezaba a quedarme dormida cuando escuché como depositaba un beso en mi cuello. Después otro, y otro, obligándome a darme la vuelta para ver su sonrisa traviesa en el rostro. Eran las doce de la noche y, no sabía por qué, pero estaba muy cansada. Mis ojos se cerraban de nuevo gracias a las caricias en mi brazo de Leone, pero la erección que notaba en la parte baja de mi abdomen era tan evidente que no me dejaba concentrarme. Tenía a un dios italiano en frente de mis narices, sin camiseta y con unos simples pantalones de chándal cortos , y mi único pensamiento en ese momento era dormir.
—¿Estás cansada? —Preguntó. Asentí con la cabeza lentamente. Él hizo una mueca, pero no de fastidio sino de preocupación—. Llevas así unos días. Quizá haya sido mucho viaje para ti...
—Tranquilo. Estoy bien. Solo debería descansar entre dos y tres días. Me lo ha recetado el médico. —Mi sarcasmo hizo que Leone soltara una pequeña carcajada silenciosa—. Sí que es cierto que echaba de menos mi cama.
—Lo entiendo. —Dijo dándome un beso en la frente—. Descansa, princcipessa (princesa).
—Ti amo (Te quiero). —Dije dando un beso en sus labios.
—Yo también. —Dijo él acariciando mi cabeza, algo que hacía que me durmiera al instante—. Duerme, amore (amor).
Me di la vuelta para estar más cómoda y Leone me abrazó por la espalda. Poco tiempo después, me quedé dormida. Leone me tenía apretujada contra su pecho, pero hubo un momento en el que dejé de notar su cuerpo. Quizás eran imaginaciones mias, aunque mi imaginación me jugó una mala pasada. Una pesadilla estaba en mi mente, y el sudor comenzó a recorrer mi cuerpo...
Me desperté en una cama bastante cómoda. Mullida y grande. No era mi casa, estaba claro. Yo no tenía una cama de matrimonio en mi habitación. Me levanté un poco desorientada intentando averiguar dónde me encontraba. El balcón de la habitación estaba cerrado, pero a través del cristal podía contemplar el mar. Extrañada pero acostumbrada a ello, bajé unas escaleras y me dirigí como un robot a una sala. Allí estaba Leone, con cara de pocos amigos. Al parecer estaba desayunando, o comiendo. Levantó la mirada, encontrándose con la mía. Me quedé parada en el umbral de la puerta sin saber qué hacer.
—¿Quieres desayunar? —Preguntó con voz fuerte. Asentí con la cabeza—. Come, Gianni no tardará en venir. Tengo una reunión con él.
Asentí de nuevo. ¿Gianni? ¿Venía a una reunión? Entonces, no sé por qué, pero dije algo que, en la realidad, me puso los pelos de punta.
—¿Vais a ir a Rusia? —Pregunté un tanto enfadada. Leone no me contestó. Siguió comiendo y mirando su teléfono móvil. Estaba sentada frente a él, en una mesa no muy grande y podía ver su facción de fastidio al haber abierto la boca. Aún así, no me dirigió la palabra—. Leone, te estoy hablando.
—Y yo te estoy ignorando. —Dijo. Estaba realmente enfadado.
—¿¡Por qué narices me tratas así!?
Me sorprendí hasta en mi sueño de haberme levantado así de la mesa y haber pegado un golpe en la misma. Leone se levantó cabreado y vino hacia mí, pero no me intimidó en absoluto. También era consciente de que los hombres de Leone estaban delante, protegiendo las puertas del comedor. Y sabía que todos tenían armas.
—No quiero perderte, ¿¡es tan difícil de entender!? ¡No pienso dejar que vayas ahí!
—¡Es mi amiga, Leone! ¡Debo salvarla, joder!
—¿Puedes dejar de intentar salvar a todo el mundo? Primero tu hermano y ahora ella. —La mención de mi hermano hizo que se me encogiera el estómago. Algo se removió en mi interior y me encontré realmente mal. Parecía tan real...—. No vas a exponerte a estos peligros, y mucho menos en tu estado.
¿Estado? ¿Qué narices era este sueño?
—No vas a detenerme, Leone. Me has formado, tal y como tú quisiste. Querías que manejara armas, ahora las manejo. Sé cómo son y lo que puedo llegará a hacer con ellas. No va a pasarme nada, nadie sabe lo que ocurre.
—Precisamente por eso. No vas a ir, punto. No pienso discutir más sobre el tema.
—Leone, joder. ¿No puedes entenderlo?
—¡Eres mi mujer! ¡Nadie va a tocarte, nadie va a tocarlo! ¡Tu deber es cuidar de nuestro hijo! ¡Ese que llevas dentro! —Dijo señalando mi estómago.
Mis hormonas estaban alteradas. Tanto que, de un momento a otro, en medio de la discusión, empujé a Leone contra la pared por el comentario que había soltado. Sí, era una mujer. Sí, era su mujer. Y sí, estaba embarazada. Pero nadie lo sabía. Solo nosotros. Si el enemigo supiera lo que ambos sabemos desde hace más diez semanas, vendrían directamente aquí. A por mí. A por nuestro bebé. Lo mejor era infiltrarme mientras yo no tuviera una barriga exagerada. Nadie lo notaba. Mientras pensaba todo esto, vi a Leone contra la pared, con una mueca de dolor. Entonces, el sonido de unas armas se activaron y al darme la vuelta vi a todos los hombres de mi prometido apuntando directamente a mi cabeza.
Leone se recompuso y se puso delante de mí, apuntando a todos sus hombres. Estaba rojo de ira, pero no sabía si por mí o por ellos.
—¡Bajad las putas armas! —Gritó fuera de sí—. ¡Como alguien se atreva a disparar os mato uno por uno! ¿¡Entendido!?
Me desperté de un sobresalto. No podía respirar y el brazo de Leone no ayudaba. Al parecer no se había movido en toda la noche. Leone se removió y abrió los ojos, estaba igual que anoche, sin camiseta y con sus pantalones de chándal. Me miró preocupado.
—¿Tutto bene? (¿Todo bien?) —Preguntó adormilado. Asentí no muy convencida. Él me miró interrogante—. ¿Qué pasa?
—Nada... solo he tenido una pesadilla.
—He escuchado algo, pero no llegaba a comprenderlo. ¿Quieres hablar de ello? —Preguntó mientras acariciaba mi pelo.
De repente unas ganas de vomitar se hicieron notorias. Salí corriendo de la habitación, levanté la taza del inodoro y eché lo poco que cené anoche. Ayer tampoco comí mucho, no tenía hambre. Además, estaba preocupada por mi hermano. Cuando Leone y yo estábamos cenando con mis padres, mi hermano bajó corriendo las escaleras y se marchó durante toda la noche. Lo único que conseguimos escuchar era un "capullo", hacia Leone por parte de mi hermano. No entendía por qué le odiaba tanto. Le dio su bendición para casarse conmigo y ahora...
—Emma, amore (amor)... —Unos brazos me levantaron y me subieron al lavabo—. No estás bien, estás completamente pálida. ¿Qué te duele? ¿El estómago? ¿Quieres ir al hospital?
Negué con la cabeza. Lo único que quería era comprobar si parte de mi sueño era cierto. Quería ir a la farmacia y comprar un test de embarazo, pero no me atrevía a ir yo sola. Y tampoco quería precipitarme y decírselo así como así a Leone. Debía ir sola, hacerlo sola, y si salía negativo debía olvidarlo y seguir con nuestras vidas.
—Non ti preoccupare... (No te preocupes) —Dije en un susurro—. Anoche me sentó mal la cena, eso es todo.
Leone asintió no muy convencido. Le pedí que me dejara sola en el baño, y así lo hizo. Salió por la puerta, no sin antes decirme que iría a preparar el desayuno para todos. Era muy considerado por su parte que quisiera también preparar el desayuno de mis padres, incluido el de mi hermano. Y hablando de mi madre, la veía muchísimo mejor. El tratamiento que Leone y mi padre pagaban para ella estaba dando sus frutos, el cancer aún persistía y había días en los que mamma (mamá) debía quedarse en la cama. De todas formas, todos teníamos fe en que se curaría. Y, aunque no lo quisiera admitir, mi hermano también estaba preocupado por ella. Fue la única figura materna y paterna que tuvo. Su relación con mi padre, ahora que ha vuelto a casa, es muy mala. Cree que mi padre solo ha vuelto para aprovechar lo único de vida que le pueda quedar a mi madre. Sí, mi hermano no piensa que mamma (mamá) pueda llegar a curarse del todo. Aún así, todos tenemos la esperanza de que pueda eliminar el cáncer de una vez por todas.
—Emma. —La voz de mi padre me sacó de mis pensamientos—. ¿Estás bien, hija? Tienes mala cara.
—Sí, papá. —Cuando le llame así, un brillo apareció en sus ojos verdes, iguales a los míos. Por otro lado, su expresión de preocupación no desapareció de su rostro—. En serio, estoy bien. Ayer comí algo que me sentó mal y he vomitado. Pero ahora estoy mejor. Además, no comí mucho. Tengo un poco de hambre.
—Entonces bajemos a desayunar. Tu madre ya está abajo.
—Ahora voy. —Dije.
Mi padre se fue no muy convencido, pero me dejó sola. Me bajé del lavabo y me miré al espejo. Cerré la puerta para hacer una cosa. Me puse frente al espejo para ver mi rostro, sí estaba pálido. Parecía que había dormido mal, y todo se debía a esa pesadilla que tuve. Me puse de perfil y me levanté la camiseta del pijama y me toqué el estómago. Tenía la sensación de que dentro de mí estaba creciendo algo. ¿Qué pasaría si era verdad? ¿Qué haría yo con un bebé ahora mismo? ¿Qué haríamos Leone y yo? ¿Me dejaría? ¿Le involucraríamos en el mundo de la mafia? Ni hablar, no quería que mi bebé se expusiera a esos peligros... ¿verdad?
Sin darme cuenta, sumida de nuevo en mis pensamientos, la puerta del baño se abrió y mi madre entró en él.
—Espero que no estés pensando lo que yo estoy pensando. —Dijo con los brazos cruzados sobre su pecho. La miré y entonces me entraron unas ganas inmensas de llorar. La abracé y comencé a soltar lágrimas y sollozos. Mi madre me abrazó para que llorase, pero luego me separó—. ¿No utilizasteis protección?
—No... no me acuerdo. Creo que no... —Dije en un susurro—. ¿Qué voy a hacer, mamma (mamá)?
—Lo primero, dejar de llorar y tranquilizarte. ¿Leone lo sabe? —Negué de nuevo—. ¿Te has hecho la prueba? —Volví a negar con la cabeza. No me salían las palabras. —Va bene (Bien), luego iremos a una farmacia y compraremos una prueba de embarazo. —Dijo cogiendo mis manos.
—Vale... Yo... tengo miedo, mamma (mamá). —Las lágrimas asomaban de nuevo, pero mi madre me las limpió con un movimiento rápido.
—Lo sé, cariño. Y debisteis tener más cuidado. Pero eso también es fruto de vuestro amor, y créeme que Leone se pondrá como loco de contento si es positivo.
Sonreí, sorbiendo mi nariz. Imaginé a Leone con un niño, jugando en un jardín. O consintiendo con juguetes y muñecas a una niña pequeña. Realmente se veía muy bien como padre.
—No me dejes mamma (mamá). Ninguno de vosotros. Per favore... (por favor).
—Nunca, mia bambina (mi niña).
Ambas bajamos a la cocina cuando ya tuve la cara lista y sin rastro de haber llorado. Al tener las mejillas un poco sonrojadas, parecía que ya no estaba tan pálida. Leone y mi padre estaban conversando animadamente. Se relajaron al verme con mejor rostro, aunque por dentro estaba aterrada y con ganas de desmayarme. De pronto, mis ojos se abrieron y mi nariz se deleitó con un olor increíble.
—¿Qué es eso que huele tan bien? —Pregunté. De pronto, mi mirada se dirigió a una bolsa abierta de cacahuetes pelados. La cogí y comí uno. Miré a mi madre, la cual estaba sorprendida y divertida a la vez. Su mirada me transmitía que ya sabía cuál era el futuro resultado del test, y yo también—. ¡Están riquísimos!
—Te he preparado el desayuno, Emma... —Dijo Leone sorprendido. Sus ojos se abrieron aún más cuando me comí la bolsa en dos minutos. Todos me miraban expectantes.
—¿No hay más bolsas? —Pregunté, haciendo caso omiso a las palabras de Leone.
—No. Esos eran de tu... —Comenzó a decir mi padre, pero entonces la figura de mi hermano se hizo acto de presencia. Me miró, luego a la bolsa, y vino corriendo hacia mí.
—¡Emma! ¡Mis cacahuetes! Joder...
—Sono spiacente (lo siento), pero estaban muy buenos.
Después de desayunar, con alguna que otra mirada de desagrado hacia mi persona por parte de mi hermano, mi madre y yo nos fuimos a una farmacia. Mentimos diciendo que iríamos al centro comercial, aunque la verdad me gustaría pasar por un supermercado para coger bolsas de cacahuetes.
—No pensé que el antojo te viniera tan rápido, cariño. —Dijo mi madre divertida—. Aunque no sabemos aún de cuánto estás.
—¿Ya lo das por hecho? —Dije con una mueca de desagrado mientras caminábamos hacia la farmacia.
—Es más que evidente.
Mi madre entró y lo compró por mí. Lo hizo para que no se levantaran sospechas. Yo mientras, me dirigí al supermercado para comprar mi pequeño antojo de embarazada. Aún no estaba claro, pero tenía la certeza de que ese test iba a salir positivo. Después de algunas compras más en el súper, mi madre y yo volvimos a casa después de una hora y al llegar no pensábamos lo que nos íbamos a encontrar. Las sirenas de policía resonaban por todos lados y la imagen de mi hermano saliendo esposado de casa y siendo metido en el coche de policía a la fuerza me partió el alma.
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