44

LEONE

Salí de las duchas que había en el gimnasio, bastante bien equipada, y me puse una toalla alrededor de la cintura. No había traído ningún tipo de ropa a parte de la que me había puesto para entrenar, así que no me quedaba otra opción. Emma me esperaba en una sala de estar que hizo mi tío al lado del gimnasio pero bastante apartada. Al principio la hizo para mí, para mis amigos y mis reuniones de cuando era más joven. Tiempo después, Lorenzo se fue apropiando de ella cuando su padre le dijo que no a otra sala de esas para él y sus amigos. Se enfadó tanto que cuando tuve que empezar a viajar más y ser el Don, Lorenzo la bautizó como su "cueva" y nunca más la volví a pisar.

—Emma. —Dije llamando su atención. Había entrado y se había sentado en el gran sofá de cuero negro que ocupaba casi toda la habitación. Era espacioso para muchas personas y debía ser sincero al decir que había organizado varias fiestas aquí abajo cuando era joven.

Emma me miró sonrojada y apartó rápidamente la mirada.

—¿No tienes ropa?

—¿Desde cuando la importa que esté desnudo, señorita Sorrentino? —Pregunté con una sonrisa maliciosa, acercándome a ella. Cuando estaba casi a su altura, se levantó y nuestros rostros quedaron muy cerca.

—Desde que este lugar es más frío que la planta de arriba y que puede llegar a enfermarse, señor Caruso.

Se cruzó de brazos y levantó una ceja. Yo abrí los ojos sorprendido y solté una carcajada.

—No sabía que se preocupaba tanto por mí, señorita. —Dije con tono burlón. Ella frunció aún más el ceño, molesta por mi actitud.

—¡Pues claro que me preocupo por ti, idiota! ¡Voy a ser tu esposa!

Ambos nos sumimos en un silencio sepulcral en cuanto dijo esas palabras. El arrebato de Emma me había dejado sin palabras y me importaba una mierda que me hubiera llamado idiota. Se tapó la boca al darse cuenta de lo que había dicho, mientras yo seguía con la boca abierta. Esta mujer hacía conmigo lo que quería, y lo que soltó me llenó de orgullo, amor y deseo. Todo a la vez. Una mezcla que podía estallar en cualquier momento... o que estalló en ese momento. Estampé mi boca contra la suya mientras sujetaba su cuerpo para que no se desplomara en el suelo. Cogí sus piernas para envolverlas en mi cadera y gimió cuando notó mi dureza bajo la toalla. El trozo de tela se cayó al suelo, dejándome al descubierto. Emma se separó de mí y me miró con la respiración entrecortada. El deseo se reflejaba en sus ojos.

—Tenemos que irnos. Tu tío...

—Que le jodan a mi tío, Emma. Quiero hacerte mía ahora mismo.

Ahora fue ella la que estampó su boca contra la mía. Recorría mi pelo y mis abdominales con sus cálidas manos. Mi miembro palpitaba bajo su ropa, la cual ya empezaba a sobrar. La tumbé sobre el sofá y ella se quitó la blusa tan escotada que llevaba y los pantalones campana. Le hacían una figura de infarto. Quité su sujetador y empecé a lamer su cuerpo como si se tratara del manjar más exquisito del mundo. Ella comenzó a gemir más fuerte cuando mi boca atrapó uno de sus pezones. Lo chupé y lo succioné hasta que quedó relativamente rojo.

—Leone, per favore (por favor)...

Levanté la mirada para encontrarme con esos ojos verdes que tanto me gustan. Me volvían completamente loco.

—¿Qué quieres, amore (amor)?

—Yo...

Introduje un dedo en su intimidad, lo cual hizo que arqueara la espalda y se moviera esperando otra cosa dentro de ella. Era una mujer impaciente, la gustaba mandar y a la vez ser mandada. La encantaba el hecho de que hiciera con ella lo que quería y luego fuera ella la que mandase sobre mí, sobre el rey de la mafia italiana. Eso la excitaba aún más, saber que un hombre tan poderoso y cotizado por las mujeres era solo de ella. Lo pude comprobar ayer.

—Dímelo, Emma. ¿Qué quieres? —Se incorporó un poco para llegar a mi oído.

—Fóllame, Leone.

—Como desees, amore (amor).

Aparte su ropa interior de un tirón y de una estocada me metí dentro de ella. Al principio fui leve, suave, como un mar tranquilo sin una gota de viento. Pero a medida que escuchaba los gemidos de mi novia, mi cuerpo se iba calentando aún más y mis caderas se movían solas, aún más rápido que antes. Escuché un pequeño ruido pero lo dejé pasar, lo único que me importaba ahora era ella. Después, me di cuenta de que se nos había olvidado, otra vez. Cuando paré, Emma me miraba con la respiración agitada.

—¿Qué pasa? —Preguntó. Salí de ella lo más rápido posible.

—No estamos usando protección, Emma.

—Joder... —Dijo ella, frotándose la frente.

Se quedó callada de nuevo, al igual que anoche cuando mi tío nos interrumpió. Me senté en el sofá mirando a la pared de enfrente, hasta que noté un movimiento a mi lado. Emma se puso ahorcadas sobre mí, introduciéndome dentro de ella de nuevo.

—¿Qué haces? ¿Estás loca? No estamos usando...

Empezó a moverse arriba y abajo, haciendo que mis palabras quedaran en el aire y mi cabeza se cayera sobre el respaldo del sofá. Cogió mi cara y metió su lengua en mi boca.

—A la mierda el preservativo. —Dijo una vez separada de mí.

Joder... definitivamente iba a volverme loco. La forma en la que se movía era increíble. Comenzó a cambiar sus movimiento de delante hacia atrás, haciendo fricción entre nuestras caderas. Esta mujer iba a hacerme estallar en cualquier momento. Hice que parara para poder probar una cosa. Nunca lo había hecho y me gustaría saber si a ella la iba a excitar. Hice que se pusiera contra el sofá, de espaldas a mí, y empecé a embestirla de nuevo. Lo hacía cada vez más fuerte y ella solo gemía de placer, estaba claro que la gustaba. Pero entonces hice algo que no sabía si la iba a satisfacer. Alcé mi mano y la estampé contra su nalga. Me detuve de inmediato en cuanto ella gritó.

—¿Estás bien? ¿Te he hecho daño? —Pregunté apresuradamente. Ella giró su cara débilmente. Cazzo (mierda)...

—No. —Dijo con una sonrisa—. Me ha encantado.

Entonces mi cuerpo se movió por sí solo. Comenzó a embestirla de nuevo, muchísimo más rápido que antes y con más fuerza. Emma ya no gemía, sino que gritaba y gritaba aún más fuerte. Mis palmadas en sus nalgas comenzaban a ponerlas bastante rojas y hubo un momento en el que ya no lo hice por miedo a dañarla en exceso.

—Emma... voy a...

—Hazlo... —Dijo ella.

—¿Dentro? —Pregunté.

Ella afirmó con un monosílabo y me resultó bastante extraño. Mi cuerpo no pudo aguantar mucho más, antes de que lo pensara de nuevo y más detenidamente. Mis fluidos se metieron dentro de ella y mis manos se aferraron fuerte a sus caderas. Cuando salí de ella, se quedó en esa posición unos segundos de más mientras se recomponía. La cogí como una princesa y la llevé al baño. Nos duchamos de nuevo rápidamente y salimos de allí como alma que llevaba el diablo, aunque nos quedamos estáticos cuando vimos a la persona parada al pie de las escaleras. Doy gracias a que Emma tenía la ropa puesta.

—Mi padre está furioso. Os quiere arriba, ya.

—Ya íbamos, Lorenzo. —Respondí. Emma se sonrojó mientras apartaba la mirada hacia el sofá donde hemos estado minutos antes—. Me he demorado un rato más boxeando.

—¿Os creéis que soy tonto? —Preguntó Lorenzo—. Llevo aquí un buen rato. Pensé que os había pasado algo y vine a buscaros porque mi padre me lo ordenó.

—¿Cuánto... llevas aquí? —Preguntó Emma esta vez. Lorenzo sonrió de forma perversa, cosa que no me gustó nada. Puse a Emma tras mi cuerpo en el momento en el que mi primo avanzó un paso.

—El suficiente como para saber que gritas en exceso, cara (querida). Algo muy excitante, por cierto.

—¿Has visto algo? —Pregunté con asco. Lorenzo era capaz de muchas cosas y que yo estuviera desnudo no era un impedimento para querer ver a mi prometida de la misma forma.

—Quién sabe. —Emma elevó la mirada, horrorizada—. No me interesa ver tu cuerpo, si es lo que quieres preguntarme.

—¿Y el de Emma sí? —Pregunté con rabia, dispuesto a pegarle un puñetazo en cualquier momento.

—Es toda una dea (diosa). Una mujer excelente con unas curvas de infarto, pero eso lo supe desde que la vi.

Figlio di puttana... (Hijo de puta...)

—¡Eh! Cuidado con lo que dices, Leone. Acabas de insultar a mi madre. La mujer que te dio un techo cuando tus padres te abandonaron. No me obligues a ponerlos en contra tuya, más de lo que ya lo están.

—Me adoran, Lorenzo. Jamás se pondrán en mi contra.

—¿Eso crees? Mi padre está realmente enfadado ahora mismo, y sabes lo que ocurre cuando alguien lo enfada en exceso. —Dijo alejándose para irse a la planta superior—. Buena escena de sadomasoquismo. Espero que la próxima sea mejor... y que uséis protección.

Se fue rápidamente y sentí como Emma estaba a punto de desfallecer. La sujete de la cintura y miré su rostro. La pobre estaba tan avergonzada que tenía la cara como un tomate. Me vengaré del idiota de mi primo, cueste lo que cueste. Es una pena que no sepa quién soy en realidad, porque todo el mundo sabe que con el Diablo no se juega.


Tras una bronca inmensa de mi tío hacia mí por tardar tanto, todos nos subimos al coche familiar para dirigirnos a la casa de la playa. Decidí conducir para que los demás pudieran descansar, aunque no es que haya dormido mucho anoche. Emma también se veía cansada y mi tía le dijo que se sentara a mi lado. Nadie debía indicarme el camino, me le sabía de memoria, así que todos estaban prácticamente dormidos cuando emprendimos el viaje. El día de hoy era bastante soleado comparado con los anteriores. Las noches quizás sean más frescas pero no creo que se necesite ropa abrigada. Faltaba muy poco para que terminase el verano, y también este viaje. Emma y yo nos habíamos sumido en una burbuja cuando nos reencontramos hace unos días. Ha estado hablando con su madre cada día y al parecer está un poco mejor. Supongo que son rachas, pero creo que voy a ayudar en el tratamiento de Samara. Diga lo que diga su hija, es evidente que lo que gana en el hotel no es suficiente.

Tardamos dos horas en parar en una gasolinera para echar combustible. Parecía que daba tiempo a llegar sin repostar pero no quería arriesgarme. Todo el mundo estaba dormido, incluida mi abuela, así que me tome la libertad de bajar a estirar las piernas y pagar la gasolina. Salvatore y unos pocos hombres venían en otro furgón detrás de nosotros. ¿Pensabais que no iban a venir con nosotros? Error.

—¡Leone! —La voz de Salva me sacó de mis pensamientos mientras esperaba a que el mozo de la gasolinera terminase su labor.

—¿Ocurre algo? —Pregunté. Salvatore se veía un tanto preocupado últimamente.

—No... bueno... sí. Ayer Emma nos interrumpió y... debía decirte algo importante.

—Suéltalo de una vez. Ahora estamos solos.

Miró cómo el trabajador se iba de allí. Esperó a que entrara en el local para mirar a su alrededor y por último al coche. Su cara me decía que algo no iba bien.

—Leone...

—Salvatore, dilo. ¿Es sobre Alessandro? ¿Hay problemas en Nueva York?

—Alessandro, Samara y Leonardo están bien. La que no está bien es Sophia.

—¿Sophia? —Pregunté con el ceño fruncido—. ¿Y a mí que me importa? Casi arruina nuestra vida. Sophia está muerta para nosotros.

—Literalmente, Leone. —Un silencio se instaló entre nosotros.

—Explícate. —Ordené furioso. Salva sabe que odio las adivinanzas y los rodeos.

—Sophia está muerta.

Mi expresión neutral le dio a entender a Salvatore que me importaba una mierda Sophia, pero no me creía que estuviera muerta.

—¿La han matado? —Pregunté un tanto confuso.

—No han visto a nadie, pero no parece que se haya suicidado. Los forenses dicen que ha sido un homicidio de arma blanca. La policía aún investiga al asesino.

—Por eso los rusos están allí... —Deduje frotando mi barbilla—. Alessandro se está encargando de que la familia de Emma esté a salvo, ¿verdad?

—Sí, Don. Pero los rusos sospechan.

—¿De quién? —Pregunté. Salvatore miró al coche de nuevo. La única figura que se veía era la de Emma—. No será ella, ¿no?

—No. De Emma no. De Leonardo.

Cazzo (mierda). Me sorprendería que Leo hubiera matado a Sophia. Emma me contó que llevaba enamorado de ella desde que era muy pequeño. No sé mucho más de la historia y tendría que escuchar su versión para juzgarlo.

—Llama a Alessandro. Que ningún ruso se acerque a la casa de los Foster. Yo hablaré con Leonardo cuando volvamos.

—Como usted diga.

Salvatore se fue al coche rápidamente mientras yo sacaba mi teléfono móvil. El trabajador que me había atendido vino corriendo hacia mí y yo fruncí mi ceño y me crucé de brazos mientras marcaba el número.

—Señor. No puede usar su teléfono aquí.

—Es una llamada urgente.

—Las ondas de esos aparatos son nocivas y peligrosas para los combustibles. Le voy a pedir amablemente que se vaya y haga su llamada en otro lado.

—¿Te atreves a dar órdenes a un cliente que aún no ha pagado?

El hombre se encogió de hombros. Estaba furioso y preocupado. Lo último que necesitaba era que un idiota viniera a decirme lo que tenía que hacer. Unos pasos se escucharon detrás mío mientras alguien cerraba la puerta del coche. Me di la vuelta y vi a mi prometida venir hasta mí.

Sono spiacente (Lo siento). Ahora mismo pagamos y nos vamos, ¿verdad, cariño?

El hombre miró a Emma con los ojos abiertos y una sonrisa de medio lado. Tenía ganas de darle un puñetazo para que dejase de mirar a mi novia. Ese gilipollas parecía cautivado por Emma, así que cambio de opinión y nos regaló la gasolina que habíamos echado en el coche. Emma insistió en pagar, pero el hombre no la dejó, así que nos fuimos lo más rápido posible de allí.

—¿Voy a tener que salir siempre a salvarte del culo? —Preguntó mi novia adormilada.

—Mientras no sea en una gasolinera en la que le gustes al trabajador...

—Celoso.

—¿¡Yo!? Deja de decir bobadas.

Emma rió y se quedó mirando por la ventana un rato hasta volver a dormirse. Aún quedaba alrededor de una hora de viaje, así que sería conveniente que durmiera. La miraba de reojo de vez en cuando y cada día admiraba más a la mujer que pasaría el resto de mi vida a mi lado.

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