14

EMMA

Va bene. A ver. Esto es bueno. Leone me ha pedido matrimonio. Anoche supe por fin que este uomo me importaba, igual que yo a él. Sigo pensando que todo esto es demasiado precipitado, pero... estábamos enamorados. ¿Verdad? El problema era otro, y tenía nombre y apellidos: Sophia Jhonson.

Mi mejor amiga, aunque Leone me dijo que no era quien decía ser. Me extraña que Sophia pueda decir algo malo de mí. Nos adora a todos... a mi madre, a mi hermano y a mí. Me ha ayudado muchísimo durante todo este tiempo con el tema de mi padre, ha estado siempre para mí, al igual que yo para ella ¿Cómo puedo creer a Leone después de todo lo que ha hecho Sophia por mí?

—¿Estás bien, niña?

Me encontraba en el autobús. Después de que Leone me propusiera matrimonio, tuve que irme a los vestuarios para coger algo de ropa. Siempre guardaba un conjunto para emergencias como esta. Debía ir a casa y hablar con mi madre, aunque no estaba segura de si debía contárselo ya. Una señora mayor interrumpió el remolino de pensamientos que tenía en la cabeza. Me miraba preocupada. Parecía una mujer muy amable.

—Sí. Estoy bien. Muchas gracias, señora. —Sonreí para tranquilizarla, pero la mujer no se fió de mis palabras.

—¿Segura? —Preguntó. Acto seguido miró mis manos y sus ojos se abrieron de par en par. Sonrió ampliamente—. ¡Enhorabuena! ¡Deberías estar contenta!

—Sí, ¿verdad?

—¿Acaso no lo estás, querida? —Suspiré.

—Mucho, pero...

—¿Qué ocurre? —Preguntó la anciana.

—Ha sido todo muy... precipitado.

—¿Y qué? ¿Lo quieres? —Asentí—. ¿Y él te quiere? —Volví a asentir—. ¿Entonces cuál es el problema?

—Le conocí hace prácticamente una semana y media.

La mujer se quedó pensativa.

—Eso es muy poco tiempo.

—Lo es. Aunque en realidad yo lo conocí hace mucho más tiempo. —Me miró extrañada.

—¿Qué quieres decir?

—Nosotros... bueno. Nos conocimos hace años. Yo era una niña y él un adolescente, creo. Era muy pequeña, pero sí que recuerdo haberle visto. —No podía contarle a la mujer que tenía al lado que la mafia de Leone me secuestró.

—Eso es el destino, cariño. Os separasteis, pero os habéis vuelto a encontrar de una manera u otra. Es maravilloso.

—Supongo que sí... —Dije sonriendo. El autobús paró y vi que era mi hora de bajarme. Me volví de nuevo hacia la amable señora que todavía estaba sentada—. Debo bajarme aquí.

—¿Vas a decírselo a tu familia? —Asentí—. Pues te deseo mucha suerte, niña. Eres muy joven, pero se nota que lo quieres. Que seáis muy felices.

Molte grazie, señora.

Bajé y me fui caminando hacia mi casa. Ya era casi de noche, al parecer desperté bastante tarde en la habitación de Leone. Llegué a la puerta pero no me atreví a entrar. Tenía que pensar en qué decirles. Miré mi mano derecha una vez más. El anillo era precioso, no me extrañaría que fuera de diamantes. Estaba dando vueltas hasta que escuché un sonido a mis espaldas.

—¡Emma! Estaba preocupada por ti, hija. —Mi madre salió de casa y vino hacia mí. Parecía preocupada y enfadada—. No has aparecido la noche pasada por casa. ¿Dónde estabas? —Escondí mis manos a mis espaldas para que no viera nada.

—Lo siento mamma. Me fui con Sophia a una discoteca y terminé durmiendo en su casa.

—Imposible. Llamé a su padre para saber si estabais allí las dos y no os vio pasar por casa en ningún momento. ¿Dónde estabas? Y no me mientas.

Mamma... sono spiacente... —Dije arrepentida.

—No vuelvas a mentirme jovencita. Estábamos muy preocupados por ti.

—Lo sé, mamma. —Dije revolviendo mis manos. Por desgracia, mi madre se dio cuenta.

—¿Qué tienes ahí? —Intentó acercarse y coger lo que supuestamente tenía, aunque era difícil que lo cogiese, la verdad. Me alejé.

—Nada. —Dije alejándome.

—Emma Sorrentino Foster. Dime qué tienes ahí. Ahora mismo. —Dijo enfadada.

Va bene, pero ¿puede ser dentro de casa? —Me miró con los brazos cruzados sobre el pecho, no se daría por vencida—. ¿Per favore?

—Vale, entra.

—Tú primero. —Dije haciendo una especie de reverencia.

En cuanto entramos en casa, mi hermano se levantó del sofá y vino corriendo hacia mí.

—¿Se puede saber dónde estabas? —Dijo mi hermano cabreado.

Mi madre me cogió las manos de repente. Al tener las palmas hacia arriba, no vio nada. Me miró confusa, al igual que mi hermano. Pero de un momento a otro, giré mis manos y se hizo un silencio en toda la sala. El timbre creo un estruendo, sacando del shock a mi familia.

Abrí la puerta. Leone se encontraba parado en el umbral de la porta de mi casa.

—Señora. —Le dijo a mi madre—. Leonardo. —Dijo saludando a mi hermano.

Cerré la puerta, mientras Leone cogía mi mano en el proceso. Me sonrió y me dio un beso en la frente. Me volví hacia mi familia. Mi madre tenía una sonrisa de oreja a oreja, pero mi hermano se cruzó de brazos frunciendo el ceño.

Mamma...

—¿Cuándo es la boda? —Leone rió, nunca le había visto reírse así. Sonreí al vernos así de felices—. Vas a llevar el vestido más bonito de todos, cariño.

—Todavía no nos casaremos.

La expresión de mi madre decayó un poco.

—¿Por qué? Os queréis, ¿no?

—Sí, señora. —Dijo Leone—. Pero creo que debería conocer mejor a su hija antes de casarme con ella, ¿no cree?

—Sí. Tienes toda la razón. —Dijo mi madre. Luego frunció el ceño—. ¿Y cómo es que le has pedido matrimonio? ¿Así de repente?

Miré a Leone. Él giró a mirarme también. En cuanto abrió la boca, mi cuerpo se derritió por dentro.

—Sí. No sé por qué, pero creo que conozco a su hija de toda la vida. En cuanto la vi, supe que era la mujer que estaba buscando para pasar el resto de la mia vita.

Sus ojos me transmitían todo el amor que podía recibir. Es increíble cómo en una semana y media mi vida ha podido dar un giro de ciento ochenta grados. Mi hermano dio un paso al frente, rompiendo la burbuja que Leone y yo habíamos creado hace unos segundos. Leonardo carraspeó. Sus nombres serían muy parecidos pero eran como el agua y el aceite.

—¿Y a quién has pedido permiso para pedir su mano?

—¿¡Perdón!? —Pregunté con la boca abierta. Mi hermano levantó la mano para que me callara mientras miraba fijamente a Leone. Éste, por su parte también le miraba bastante serio. ¿Qué les pasaba a esos dos? Crucé miradas de confusión con mi madre, ella tampoco sabía de qué iba este arrebato de mi hermanito pequeño.

—Tienes toda la razón. —Dijo entonces Leone. Soltó mi mano y se arrodilló ante mi hermano. Leonardo se quedó atónito.

—¿Qué coño...? —Empezó a decir mi hermano, pero Leone le cortó.

—Ya que eres el único uomo Sorrentino que hay en esta casa, me gustaría pedirte la mano de tu hermana. Es la mujer que amo y amé desde el momento en que la conocí. Per favore, dame tu bendición para casarme con esta bella dea.

Leonardo quedó atónito ante la valentía de Leone. Miró a mi madre, la cual había juntado las manos con expresión de ternura. Leone era todo un caballero, de eso estaba segura.

—¡Tengo una idea! —Saltó la mia mamma de repente.

—Espera, mamá. Todavía no les he dado su bendición. —Leonardo miró de nuevo a mi prometido y entonces le tendió la mano. Leone se quedó un poco confuso mientras se levantaba del suelo sacudiendo un poco su pantalón negro de Armani. Mi hermano le dio una palmada en el hombro y sonrió de medio lado—. Está bien. Te doy mi bendición. No pareces tan malo.

Leone me abrazó al instante, a lo que mi hermano solo se quedó estático.

Grazie, Leo. —Dijo Leone.

—Una cosa es darte mi bendición. Pero como me entere de que le haces cualquier tipo de daño o sale herida, te mato. —Si él supiera...

—Serás el primero en pegarme un tiro. —Mi madre se atragantó con la expresión de Leone. Podía ser muy explícito con armas en algunos casos y encima con gente que apenas conoce. Debería dejar de hacerlo, o si no le pillarían. Dudo mucho que, si la mia mamma o mi hermano se llegan a enterar del oficio real de Leone, no tardarían ni medio segundo en llamar a la policía.

Mamma. —Dije—. ¿Cuál era esa idea tuya? —Espero no arrepentirme de haberla preguntado. Su cara se iluminó como las estrellas.

—¡Sí! —Dijo emocionada—. Leone, ¿puedo llamarte así? —Preguntó. Mi madre estaría loca, pero era una persona muy educada. Leone asintió con la cabeza—. ¡Genial! Había pensado que la boda podría ser en Florencia. Es tu lugar de nacimiento, Leone. Y créeme que no voy a esconder mis ganas de viajar a Italia de nuevo. Hace mucho que no vamos.

—No me parece una mala idea, cara. Pero por ahora estaremos solo comprometidos. No habrá boda, de momento.

—Claro, lo entiendo. —Dijo mi madre—. No sabéis lo feliz que me hacéis, niños. —Vino hasta nosotros y nos abrazó con un entusiasmo infinito.

—Me alegro mucho de formar parte de vuestra familia.

—Y nosotros de que formes parte de la nuestra.

Va bene, ahora que ya hemos dado la noticia me gustaría llevarme a Emma un momento al aeropuerto. Salgo dentro de una hora y media. Debo atender unos asuntos en Florencia.

—Pues que tengas un buen viaje, hijo.

—Volveré lo más pronto que pueda para visitaros. —Concluyó Leone con una sonrisa. Dio dos besos a la mia mamma en las mejillas y un abrazo a Leonardo.

Fuimos a atravesar la porta, pero la voz de mi hermano nos frenó en seco. Ambos nos tensamos con esa pregunta, pensé que no se acordarían.

—Oye, ¿qué pasa con Sophia?

Leone y yo nos miramos. Estaba claro que mi hermano quería a mi mejor amiga y en cierta parte se alegraba de que Leone y yo estuviéramos juntos para poder quedarse con Sophia. Pero era un problema. Sophia no podía enterarse.

—Yo... —Leone se quedó en blanco.

—No puede enterarse. —Dije.

—¿No lo sabe? —Preguntó mi madre. Negué con la cabeza. Ella puso cara de tristeza—. Se va a llevar un chasco, Emma. No quiero que Sophia y tú dejéis de ser amigas por esto, ambas sabemos que te va a odiar.

Una parte de mí lo sabía. Sophia y yo éramos las mejores amigas del mundo, y ahora esto... no va a poder soportarlo. Va a pensar que la he levantado el novio o algo así. Técnicamente no lo hice, Leone no es su novio. Aunque se hayan besado en mis narices. Dos veces. Joder...

—Deben saber algo. —Dijo Leone muy serio. Contó todo lo que Sophia dijo de mí en el ascensor cuando Leone venía a por mí. Después todo lo que Sophia ha hecho para poder estar con él. Mi madre se quedó boquiabierta, sin palabras. Mi hermano parecía echar humo por las orejas de la rabia que contenía por dentro, no sé si porque Sophia le causó ilusiones o porque habló cosas muy feas de su hermana. Supongo que por lo primero.

—No me lo puedo creer... Sophia, esa niña tan amable, risueña y pura... no puede ser. Mi pequeña Sophia...

—Sophia es una arpía, señora Foster.

—Ahora lo veo... Su madre no estaría nada orgullosa de lo que ha estado haciendo. Siento tanto lo que os ha pasado. Solo que... Sophia es como una hija para mí y...

—Lo sé, mamma. Pero todo lo que dijo de mí... no creo que pueda perdonarla.

—Haz lo que tengas que hacer, hija. No voy a meterme en vuestra amistad. Que su madre y yo fuéramos las mejores amigas del mundo no significa que tengáis que serlo vosotras también.

Nos quedamos en silencio. Era verdad, mi madre quería mucho a la suya. Aún fallecida, sigo escuchando a veces a mi madre hablar con ella como si estuviera a su lado. Además, hay veces que mi madre se va a escondidas al cementerio para llevarla flores. Eran como hermanas, sé que es duro algo así. Pero el comportamiento de Sophia no tiene perdón. No solo saboteó mi confianza, sino que habló mal de mí a mis espaldas. Quién sabe cuantas veces lo habrá hecho ya. Cuando se lo propone, Sophia puede llegar a ser peor que el diablo.

—Bueno. Me alegro mucho de haber aclarado las cosas con ustedes. Pero tengo que irme. Mi vuelo no tardará en llegar.

—Iré con él, luego cogeré un taxi hasta aquí.

—Que tengas un buen viaje, querido. —Dijo mi madre despidiéndose de él.

Cuando salimos de casa, Leone me cogió de la muñeca y me atrajo hacia sí. Sus ojos me escrutaban con miedo.

—¿Qué ocurre? —Pregunté poniendo una mano en su mejilla.

—No vas a volver en un taxi. Es peligroso.

—Leone...

—Tengo todo hablado con mis hombres. Salvatore se quedará contigo.

—¿¡Qué!? —Pregunté atónita—. ¡Es tu hombre de confianza, Leone! —Vi como Salvatore venía hacia nosotros. Le miré—. ¡No dejes que se vaya a Sicilia sin ti, Salva! ¡Dile algo!

—Las órdenes del Don se acatan pase lo que pase.

—No, no y no. Salvatore se va contigo a Sicilia. Y como no vuelvas iré a matarte yo misma, ¿me oyes? —Leone soltó una carcajada ante mi valiente amenaza.

—¿Es que todo el mundo quiere matarme hoy? —Preguntó divertido, aunque sabía que a mí no me hacía ni pizca de gracia—. Te tomo la palabra, cara. Salva se quedará contigo, quieras o no.

Dicho esto, emprendimos el camino hacia el aeropuerto. No podía dejar de preocuparme por Leone. Si Salva no iba, me temía lo peor. En el coche no me di cuenta de que habíamos llegado hasta que Leone me cogió la mano.

—Eh... —Cogió mis mejillas—. No va a pasarme nada. Te lo prometo.

—No prometas algo que no sabes. Mírate, aún estás herido.

—Ya estoy bien. Solo es un rasguño. Voy a volver a por ti cuando arregle todo en Sicilia.

—¿Cómo estás tan seguro?

Una sonrisa maliciosa apareció en su semblante. A cualquiera le habría dado miedo, pánico. Habría salido corriendo cuando Leone puso esa expresión en su rostro. Pero a mí me calmó considerablemente.

—Porque soy el Don, cara. Soy "el Diablo" que toda Italia teme.

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