4|

Con mucha tristeza, John regresó a Twickenham, sintiendo que todo el viaje a Sussex había sido un completo fraude. Entró llorando, porque sabía que no tendría respuestas concretas para el secuestrador. Sin embargo, recibió una gran sorpresa al ver a Julian; sano y salvo bajo el resguardo de la policía.

—Por todos los cielos—corrió a darle un abrazo— ¡Julian! ¡Estás vivo! ¿Te hicieron algún daño?

—¡Ninguno!

—¿Cómo fue posible?

—Gracias a mí—Kyoko se levantó del sofá y se dirigió con su padre y hermano—. Yo logré descubrir el paradero de McCulloch.

—¿Cómo lo hiciste?

—Fácil...

"Cuando tú corriste como desquiciado, yo fui a la escuela de Julian y, mediante tácticas bien planificadas, logré descubrir las placas del coche de McCulloch: PMCAB. Luego, llamé a la policía para que buscara algún posible lugar. Resulta que McCulloch tenía una propiedad en Plaistow, curioso, una de las zonas más peligrosas del país. Dicha propiedad se trataba, nada más y nada menos, que una bodega sucia, descuidada y sin chiste.

Sin perder tiempo, los policías y yo marchamos para allá. Pero no atacamos de forma rápida y directa, sino que, primero, nos aseguramos de que estuvieran ahí. Ese era el automóvil y no había dudas. Pero ¿Julian? Me asomé un poco sobre la parte trasera y pude comprobar que estaba su chaqueta.

Luego, era cuestión de actuar. Me unté un poco de sangre falsa sobre mi estómago, y grité por toda la calle, esperando que alguien saliera de la bodega.

Por la fotografía que vi en su solicitud de trabajo, supe que se trataba de McCulloch.

—¡Ayuda! Ayuda, por favor... ¡Mire esto!

—Llamaré a la ambulancia, espere aquí, por favor.

—No... ¡Moriré ahora! Tiene que llevarme al hospital—dije, fingiéndome convaleciente.

—Señorita, no puede entrar y...

Sin pensarlo, lo golpeé con la botella de la sangre falsa. Él cayó al instante.

Entré sin mirar atrás y, en una silla, encontré a Julian amordazado. Le quité la venda de la boca.

—¡Por dios! Vete, ¡vete de aquí!

—Tranquilo. Él no hará nada.

Pero me había equivocado, porque regresó y disparando. Yo solté a Julian de inmediato y nos fuimos a esconder detrás de unas cajas vacías.

—¿Dónde están? ¿Quién eres tú? Un momento... ¡Rasgos asiáticos! Eres la bastarda del señor Lennon.

Él empezó a disparar con locura. Luego, las sirenas sonaron, como sinónimo de entrada.

—¡Maldito seas! Tú y tu padre son los desgraciados más grandes.

Segundos después, el comandante Gilmour y sus hombres, entraron con esperanza de encontrarlo, cosa que no fue así. McCulloch se fue, pero nosotros recuperamos a Julian."

—Así es—asintió Kyle Gilmour—. Eso fue exactamente lo que pasó, recibimos órdenes precisas y cautas. No logramos atrapar a James McCulloch. Pero ya está siendo buscado a nivel nacional. No sólo eso, no podrá dar más clases en el RADA.

—Maldito loco. Me secuestró usando una trampa y, luego, me llevó a ese lugar. No me hizo ningún daño, pero seguía señalando que sólo me soltaría hasta que Paul McCartney y papá resolvieran sus diferencias. De lo contrario, me cortaría algún dedo u otra cosa—Julian se aferró a su padre.

—Es bueno que hayan actuado como se debe—dijo John—. Yo no dudaría en rebajarme ante Paul. Pero él no quiso. Siempre con su orgullo. Hice un viaje hasta Sussex para nada.

—No había necesidad de hacerlo, papá. Te dije que tenía un plan.

—Eres un elemento muy importante, Kyoko—dijo Kyle Gilmour—. Al Yard le encantaría que te unieras a sus filas.

—No, gracias. Pero con gusto puedo ayudarles.

Lo que pareció ser tensión y dificultades, se vio cubierto por un rato de risas. Kyoko sonrió, sintiéndose verdaderamente apreciada y con un gusto total por salvar a su hermano. Pero John no lo veía del mismo modo. Al ver a Kyoko detenidamente, logró comprobar que los genes de su madre se expresaron totalmente en ella. Kyoko tenía el cabello negro, pero bien peinado. Su piel era blanca, como la de su madre. De cierto modo, sería una copia exacta, a diferencia de la altura. Kyoko era alta, herencia de su padre biológico. Sin embargo, John miraba a Yoko. Era un cruel recuerdo.

—¡Silencio! —Gritó enfurecido— ¡Esto no da risa! Mi hijo casi muere y ustedes riéndose.

—Disculpe, señor Lennon—dijo Gilmour, al instante.

—¡Váyanse de aquí! Inútiles. El Yard siempre es una estafa: se aprovecha de los amateurs para llevarse créditos que no se merecen. ¡Si no lo sabré yo! Ahora ¡Largo!

Gilmour y sus hombres se marcharon al escuchar las órdenes de John. Él los corrió usando ademanes y cerrando la puerta sobre sus espaldas. Julian y Kyoko pensaron que era algo exclusivo, que sólo esos hombres recibirían.

—Y tú, idiota. ¿No te dije que te alejaras de ese maníaco? ¡Ahora está prófugo! Y ¿Quieres saber cuándo lo atraparán? Te lo diré: ¡Nunca!

—Papá, te dije que fue una trampa.

—¡Trampa nada! Tú eres un niño estúpido. Te voy a poner mano dura, para que aprendas a ser un adulto. Y tú...—Se dirigió a Kyoko— ¿Por qué me desobedeciste? ¡Te dije que estuvieras atenta al teléfono! No que empezaras a jugar al James Bond.

—Papá, pensé que...

—¿Quieres presumir tu astucia? No la tienes. ¿Quieres saber qué tienes, Kyoko? ¡Inteligencia! Sí, pero es la misma inteligencia que heredaste de tu madre. O sea, ¡inteligencia maligna que corre por tus venas!

—No la ofendas así. Ella no es como su mamá—intervino Julian.

—¿Tú qué sabes? Cállate. Y tú, Kyoko, sé que me engañaste durante un largo tiempo. Pero te descubrí, tú no deseas ser buena. Sólo quieres ser como tu familia auténtica.

—¿Familia auténtica? ¡Yo no tengo ningún vínculo con los Cox! Y menos con los McCartney.

—¡Porque tu mamá los mató a todos! ¿Entiendes? Nosotros somos los sobrevivientes de una incauta y asquerosa guerra que tu madre orquestó. ¿Estás feliz? ¿Quieres ser como ella?

—¡Papá, basta! —Exclamó Julian— Kyoko no quiere ser como su mamá. Ella ya está muerta, déjala descansar en paz. ¡Tienes que reconocer que Kyoko es muy inteligente!

—Sí. Conozco bien su árbol genealógico.

—Y no puedes reclamarle por cosas que no tuvo nada que ver.

—Eso crees tú. Pero no, de seguro, sabías muchas cosas de tu mamá.

—¡Yo no sé nada de ella! —chilló Kyoko, herida.

—Ah ¿Sí? Entonces, te irás a Japón para hablar con tu abuela. Pregúntale cosas sobre tu mamá, o descúbrelas por ti misma. Así, sabrás la clase de víbora que era.

—Víbora y tu esposa, por cierto—habló Julian.

Pero recibió un fuerte puñetazo que lo hizo caer.

—¡Sí! Mi esposa, y mi peor error también.

Kyoko auxilió a Julian, y no comprendían el temperamento desquiciado de su padre

—¿No oíste? ¡Largo! Vete, vete con los Cox, los Ono, o con quién quieras. ¡Pero vete!

—¿La estás corriendo? —Preguntó Julian.

—¡Sí!

John se dirigió al cuarto de Kyoko y sacó su ropa de los armarios. Empezó a tirarla afuera de la ventana, haciendo que volara por los aires. Kyoko y Julian quisieron detenerlo, pero era una fiera.

—¡Largo! Voy a fumar, y cuando regrese, quiero que hayas sacado tus cosas de aquí.

—¿Y a dónde se supone que vaya? —Cuestionó ella, enfadada.

—A Japón, ya te dije.

John salió extremadamente enojado de casa. Entró a su Rolls-Royce y encendió la radio, una canción triste "Where Are You Now" de Nazareth lo hacía sentir peor. Lloró mientras fumaba un poco y miraba como la nieve no tardaba en caer. Se limpió las lágrimas, pero el sentimiento era irrevocable. Porque, aunque había pasado tantos años desde la trampa de Yoko, no podía olvidar a esa mujer. La amaba, a pesar de sus malos tratos y su fealdad interna. Por eso, cuando George Harrison le confesó la verdad, no podía creerlo. No sólo acabó la vida de Yoko, sino la fachada de escenario perfecto para John. Todo lo construido se fue a la basura. Y aunque ya se había restablecido, él no era capaz de olvidarlo. Se sintió traicionado al descubrir la verdad, tanto por ella como por Paul. Eran viejas heridas que él no superaba.

A través de la ventana, vio como Julian ayudaba a Kyoko a sacar sus cosas de la casa. Luego, él le pidió un taxi y guardaron sus maletas en la cajuela. Ella le dio un fuerte abrazo antes de entrar y enfrentarse a un destino incierto. Julian observó cómo su papá lo veía a través del vidrio. Le dio un gesto de desapruebo y entró a la casa.

John recargó su cabeza sobre el volante, llorando sobre algo que nadie más entendía.

(...)

Había ciertas costumbres que la gente no olvidaba. Una de ellas, era escuchar vinilos de décadas pasadas. Era la actividad que más disfrutaba Paul McCartney. Consideraba que la música moderna era una basura y prefería estancarse en lo antiguo. Escuchaba "Stewball" de Peter, Paul y Mary.

Al mismo tiempo, tomaba una taza de chocolate caliente frente a su chimenea. Veía como el fuego se consumía, y sus pensamientos estaban igual de encendidos:

"Me pregunto qué habrá pasado con John... Era Julian la víctima, no al revés. Tal vez me pasé un poco, tal vez fui grosero. Pero no concibo la idea de que Kyoko viva con ellos. ¿En qué cabeza cabe?"

Siguió viendo como la chimenea seguía alumbrado y aportando calor. Tomó galletas para acompañar su cena.

"Aunque, por otro lado... Supongo que no podía dejarla sola. Es su padre legal, al fin y al cabo. Es como Ruth y papá. Fue un poco infantil haberme enojado por eso. Total, la víctima era Julian, no ninguno de esos dos."

Cerró los ojos, sintiéndose incapaz de continuar con sus alimentos.

"¿Y si ese hombre le hace algún daño a Julian? Ciertamente, era una exageración pedir eso. ¿Quién lo haría? Alguien muy obsesionado conmigo. No tengo dudas... Si le pasó algo malo a Julian, ya lo sabré en su respectivo momento. Su padre es figura pública. No dudo que se descubra tarde o temprano."

Puso la taza en los trastes sucios y la lavó. Aquello, fue suficiente para tomar su decisión:

"Tengo que ir y disculparme con ellos. ¿En dónde están? Ah, sí. Twickenham. Mmm... Tower Road, 29. Me acuerdo perfectamente. Será mejor que vaya en seguida. Siento que mañana, voy a olvidar el asunto."

Paul hizo un par de maletas que durarían algunos días. Luego, fue con Rodger Parker, su trabajador más leal en la granja.

—Rodger, tengo que ir a Londres—dijo, mientras entraba a su nuevo automóvil; un Lancia Delta color rojo.

—¿A Londres, señor?

—Sí. No sé cuánto vaya a tardarme. Durante mi ausencia, te harás cargo de la granja.

—Entendido, señor.

—Me conoces, sabes mis métodos, Rod—dijo amenazante—. Sabré si haces algo ilícito.

—Nunca le fallaría, señor.

—Más te vale. Te enviaré una carta cuando haya logrado asentarme. Hasta entonces.

Unos minutos después, Rodger se asomó a la ventana y miró que el automóvil seguía ahí, sin moverse. El conductor no despegaba sus manos del volante; había adquirido la posición de una estatua. Salió de nuevo y le gritó:

—¡SEÑOR! Tiene que ir a Londres.

—Oh, sí—Paul salió del trance—. Tienes razón.

—Hágalo, no me iré hasta que no arranque.

—Gracias.

Y de ese modo, él embarcó un largo camino de regreso a Londres. Siempre consideró que había huido de forma abrupta, y hasta algo cobarde de los problemas. Pero estaba dispuesto a realzar su nombre otra vez. No como detective consultor, eso quedó atrás, sino como lo que era realmente.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top