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Londres, 1988.
Al ritmo de "What Difference Does It Makes", Julian Lennon corría por los pasillos del Real Academic of Dramatic Arts. Era su primer día y se avergonzaba por llegar tarde.
"Me costó tanto aprobar el examen y ahora hago esto. Qué pena." Pensaba en su cardiaca trayectoria.
Chocaba con la gente o la apartaba con sus manos. Sus pies, torpes y rápidos, no podían detenerse. Su enloquecida mirada intentaba buscar el salón 2-B, pero era tan difícil entender el orden. Algunos veían al joven novato con mucha burla, debido a que se notaba a larga distancia qué era nuevo. Julian estaba cansado, por eso salió con media hora de anticipación, quería encontrar rápidamente su clase, pero no contaba con un largo tráfico de los autos. Él decayó bastante y no dejaba de respirar con la boca abierta, intentando recobrar su postura, pero enloqueciendo y desesperándose cada vez más. Revisó la hora en su reloj de mano y su corazón latió al ver que ya estaba atrasado por veinte minutos.
Finalmente, su cuerpo se detuvo de golpe, al ver el deseado salón 2-B.
Se apresuró a abrir la puerta con un gran golpe, fue tanta su exaltación, que cayó de bruces al piso. Después de las risas de sus compañeros, él se levantó, fingiendo qué no había sucedido nada.
—¿Puedo pasar? —Preguntó entre bocazas de aire.
—No ¿Por qué tan tarde? —Recibió como respuesta.
Julian se talló los ojos. Fue una sorpresa ver que el profesor no era uno de esos viejos gordos sin cabello o canas alrededor de un ovillo. Al contrario, el encargado era alguien muy joven, con el cabello largo, delgado, pálido y con una cara suave, aunque con gestos que forzaban seriedad.
—Disculpe, yo... Tuve un problema.
—¿Un problema? ¿Cuál? Déjame adivinar, saliste de casa, pero pasaste por un licuado, confiándote del tiempo. Pero hubo tráfico en Lower Richmond Road, eso quiere decir que llegaste corriendo como un loco intentando buscar en cada salón y no preguntaste por pena—el profesor habló de forma tan rápida, que era difícil entenderlo.
—Sí, pero... ¿Cómo lo supo?
—Tus dedos tienen restos de licuado de fresa, pero las palmas de tus manos muestran irritación, esto debido a que apretaste muchas veces el claxon en forma de desesperación en el tráfico. Lo otro fue fácil, sudor recorriendo tu frente, exaltación y suelas de los pies sucias y ralladas: corriste desde que dejaste el automóvil en el estacionamiento.
—¡Es increíble!
—Y no sólo lo hago contigo. A cada uno de ustedes, puedo decirle exactamente qué es lo que hicieron antes de llegar aquí. Usted—señaló a un estudiante—sacúdase la cocaína, aún tiene un poco en su fosa nasal izquierda. Tú—señaló a otra—, ese brillo labial es lo que te provoca la irritación en el rostro.
—Es maravilloso, profesor...
—No sabes mi nombre ni la materia, ¿verdad?
—Es que... como salí bruscamente de mi coche, no me dio tiempo de revisar—confesó Julian.
—Debiste leerlo antes. Típico, tú miras, más no observas. Así como el resto de ustedes, típicos ordinarios.
—Lo lamento mucho, no volveré a llegar tarde.
—Eso espero, porque deben entender que la tolerancia en esta clase es nula. No hay ningún límite ni tiempo de espera. A las 8:00 AM entro yo y se cierra la puerta. ¿Oyeron?
El grupo asintió, profundamente aterrado por la actitud del profesor.
—¿Y usted? —El profesor preguntó a Julian.
—Sí, entendí a la perfección.
—¿Cuál es su nombre?
—John Charles Julian Lennon, profesor.
Cuando escuchó ese nombre, —mejor dicho, ese apellido—, el profesor se alteró por completo. Levantó su mirada y sus pupilas se dilataron con ferviente intensidad.
—¿Dijiste Lennon?
—Sí, profesor... —Julian sacó una pequeña nota, donde venía su horario y materias. Frunció la mirada para leer— James McCullogh.
—¡Oh! No, no me digas que...
—¿Qué? —Preguntó Julian, sorprendido.
—¿Tienes algún parentesco con John Lennon?
—Oh, bueno... —Julian sonrió, afligido—. Él es mi padre.
La emoción fue total. El profesor McCullogh dio un grito sonoro. Julian se alejó un poco. Luego, la cruel y seria imagen del encargado de la clase se redujo a la más tierna de las acciones.
—¡Magnifico! ¡No puede ser! Su padre es el gran cronista, ¡John Lennon!
—Oh, sí...
—¿Ven? —Preguntó McCullogh al resto de alumnos— ¡Es hijo de John Lennon!
Pero las jóvenes promesas del teatro no sabían quién era.
—Se pierden las costumbres—dijo él—. Pero bueno, ¡es un gusto!
—Gracias, profesor.
—Supongo que tu papá y el detective consultor McCartney siguen siendo amigos.
—Mmm... No realmente.
—¿Cómo? —Esto desanimó a McCullogh.
—No, papá no lo ha visto desde que yo tenía doce.
—¿Hace ocho años? Pero... ¿Por qué?
—No sé...
—Bien, pero ¡Cuéntame más!
—Profesor... —Julian miró los gestos de los compañeros, aburridos— Creo que no es el momento adecuado para hablar sobre esto.
—Eres muy listo, muchacho. Tienes razón, hablaremos de esto en otra ocasión. ¿Puedes al final?
—Tengo otra clase.
—No te preocupes, es la primera semana, nadie presta atención a estos días.
—De acuerdo, claro. Me gustaría—dijo Julian, no tan seguro.
Después de ver al hijo del gran ex cronista, el profesor jovial James McCullogh olvidó que tenía preparado para la clase. Empezó a hablar sobre las famosas y extintas Apple Stories y el impactó qué causaron en él. Se dedicó a hablar sobre Paul McCartney, como si se tratara de un dios y enfatizó la influencia que ejerció en su vida. Sus ojos brillaron sin pensarlo.
—Recuerdo que yo leí por primera vez las Apple Stories cuando tenía catorce años, en el otoño del 67, todos mis amigos y conocidos tenían su propio ejemplar. Pero yo, por terco e idiota, no quería hacerlo. Un día, tomé el periódico por puro aburrimiento, ¡ah! El caso era "Lovely Rita". No pude parar, lo leí una vez, dos e incluso tres veces o más. ¡Era increíble! Tuve que leerlo muchas veces, ya que era escéptico, pero ¡Era real! Luego, leí las ediciones pasadas. Incluso, llegué a acampar afuera de algunos puestos de periódicos para conseguir una nueva edición. Todo el mundo quería comprarlas, hacían largas filas y se llevaban cientos de ediciones. ¡Fue una verdadera locura! Tal vez ustedes aún no nacían, pero, el padre de Julian—lo señaló—, fue un ícono para nuestra generación, al igual que su gran amigo. ¡Lindos recuerdos!
Y esos recuerdos siguieron envolviendo los oídos de los estudiantes, quiénes ya estaban hartos, pero nadie quería detenerlo. Julian deseaba hacerlo, pero escucharlo era más interesante. Su padre no le había contado mucho al respecto, y saberlo de la forma más extraña, era un gran logro.
—Bien, terminó la clase—dijo, después de las dos horas—. Mañana seguiremos normalmente. ¡Pueden irse!
Los estudiantes le tomaron la palabra, Julian quería marcharse, pero la pronta interrupción de McCullogh se lo impidió.
—Joven Lennon, ¡prometió charlar un poco conmigo! Vamos a la cafetería, le compraré el desayuno.
—Gracias...—dijo Julian, sin mucha confianza.
Ya en la cafetería de la escuela, surgió la extraña conversación:
—Estoy muy emocionado y nervioso por conocerte, Julian... ¡De verdad! Jamás pensé que el hijo de John Lennon estudiaría aquí.
—Sí, bueno. Me tardé un poco en aprobar el examen de admisión, pero... Ya estoy aquí y estoy orgulloso.
—Entonces ¿Tu papá ya no le habla a Paul?
—No que yo recuerde.
—¿Y cuándo fue la última vez que lo viste?
—Mmm... cuando tenía doce años. Era navidad y fue unos días después de que mi madre, digo, madrastra Yoko falleció. Papá estaba devastado, así que nos mudamos a Twickenham, mismo lugar en donde seguimos. Esa navidad, papá se levantó de la cama y nos dijo que iríamos a Sussex. Al principio, Paul no quería recibirnos, pero papá lo convenció. Mientras ellos conversaban, mi hermana Kyoko y yo fuimos a cabalgar.
—Y... ¿Qué pasó? ¿De qué hablaron ellos?
—Profesor McCullogh, no lo recuerdo. Cuando Kyoko y yo regresamos, papá estaba nervioso y quería marcharse lo más pronto posible. Se volvió un poco grosero con Paul, y no dudó en tomar el automóvil para regresar.
—Y ¿No platicaron más?
—No, bueno... No lo sé. Si lo han hecho, papá no me dijo.
—Eso es tan terrible... ¡Ellos dos son la mejor dupla de la historia! Después de que Paul se retiró, la tasa de criminalidad en Londres se disparó y no cede. ¿Por qué no haces que ellos vuelvan a encontrarse?
—Profesor...—Julian se levantó del asiento— Yo no quisiera meterme en esos asuntos. Son de mi papá. Él se deprimió estos años porque no supera el hecho de que mi madrastra...
—Era la Señora, lo sé muy bien.
—Usted parece saber más que yo. Él quiere tranquilidad y finalmente la encontró. No le recordaré su pasado.
—Vamos ¡Como si fuera muy malo! Siempre pensé que tu papá era el malo. ¡No agradeció a Paul por todo lo que le dio! Es terrible.
—Yo no me meto en esos asuntos, profesor. Y si yo no lo hago, creo que usted tampoco debería hacerlo.
—Perdón, muchacho. Pero siéntate otra vez, por favor.
Julian aceptó.
—Y ¿Qué tal tú? ¿No te interesaría ser como Paul?
—¿Cómo mi padrino? No, gracias. Yo quiero ser actor, bueno... Me gustaría ser director. Mi mamá enseñaba aquí historia.
—¡Sí! Cynthia Lennon, ¿no?
—Exacto. Y prometí estudiar aquí para honrar su memoria. No voy a perder esa oportunidad. Papá no pudo ir a la universidad, así que está contento.
—Pero no me refería a que fueras detective consultor—arregló McCullogh—, lo que yo quería saber es... Si te gustaría, no sé... Seguir el arte de la ciencia de la deducción, como lo decía Paul.
—Ah, sobre eso. Bueno... No...
—Vamos, yo te dije mucho sobre ti. ¿Por qué no me dices algo sobre mí?
—En realidad, no creo...
—¡Inténtalo!
Después de insistir tanto, Julian no tuvo otra alternativa:
—Bien, bien... Eh... Saco de mayor talla combinado con un chaleco más grande, puesto y diseñado para verse más fornido de lo normal y ocultar una delgadez extrema. Sin embargo, quiere mantener su jovialidad con ese cabello que, en mi opinión, ya está muy pasado de moda. Ya nadie usa el cabello así ni deja esas puntas tan largas. Debido a la forma en que empezó su clase, sé que quiere dar un semblante serio y una cara forzada para cubrir sus gestos que, naturalmente, son más débiles y menos toscos. Lo mismo de usar ropa más grande aplica con los pantalones, que se los compró así. Por las costuras, sé que intentó hacerlos más pegados, pero al final desistió, debido a que no le gustaba la figura que se podría generar en torno a usted. Por la arruga en su frente, deduzco que quiere forzar su mirada y así poder ver mejor a sus alumnos, más de cerca. Pero probablemente padezca de astigmatismo, miopía o una combinación de los dos. Y usa lentes, lo sé por la irritación en sus oídos y marcas en su cara, pero no quiere usarlos aquí. Son circulares y muy grandes. Acertó, no le quedan del todo bien.
McCullogh se quedó sorprendido, abrió la boca de tanta impresión. Quería gritar como una fanática alocada, pero se contuvo.
—¡Esto es fantástico! Espero que seamos amigos. Porque, aquí entre nos—susurró—, yo quiero ser el nuevo detective consultor.
—¿Qué?
—¡Sí! Es una pena que el señor McCartney no hubiera tenido descendientes o... ¿Sí? ¿Tiene hijos?
—La última vez que yo lo vi, no. Y no creo que haya cambiado.
—Yo tampoco lo creo. Entonces, necesitará un heredero y... ¿Quién mejor que yo? Aunque tú no te quedas atrás. Pero, si tú no quieres serlo, alguien debe ocupar ese lugar. Y pienso ser yo.
—Me parece bien, profesor McCullogh. Pero si quisiera serlo, no estaría en otro empleo.
—Hago esto para entrenar mis capacidades de observación y deducción con la manada, con los estudiantes. Al calificar exámenes o revisar tareas, soy capaz de decir quién hizo trampa o no.
—¡Ja! Yo también. Eso es de primaria...
McCullogh se enojó por esa aseveración.
—Digo, quiero decir... Yo lo hacía en la primaria. Era fácil detectarlo, era jefe de grupo, usted sabe—Julian corrigió sus palabras.
—Sí, lo entiendo bien. Pero así, poco a poco, he logrado afinar estas increíbles dotes, siempre inspirado por Paul.
—Eso es fantástico. Tenga mucha suerte.
—Pero me hace falta... Ya sabes, un cronista.
—Profesor, por favor. No soy mi padre, además, no quiero ser su cronista.
—Bien, de acuerdo. Entonces seamos amigos, ya sabes, podemos estar, no sé... Por ejemplo, aquí, ¿Qué me puedes decir de la comida servida? O de la cocinera, o de algún estudiante.
—Profesor, aunque pudiera, no le diré. En serio. No quiero ser su amigo, no quiero jugar a "juegos de deducción". No es mi área.
—¡Pero lo hiciste muy bien conmigo!
—Y no lo pienso repetir. Es como una especie de maldición, no puedo evitarlo. Pero sí puedo callarme—se volvió a levantar de la silla—. Ahora, si me lo permite, ya me tengo que ir. Me hizo perder la segunda clase, no me hará perder la última.
Julian se marchó sin mirar atrás. Por su lado, McCullogh lo observaba detenidamente, combinando envidia con odio. Suspiró vencido y abatido por la situación.
(...)
Los Lennon vivían en el #29 de Tower Road, cerca de la estación del tren Strawberry Hill. Julian se hacía treinta minutos a la escuela, pero no podía quejarse, porque tenía un hermoso automóvil Peugeot 405, recién fabricado y nuevo. Con su estéreo integrado, se sentía amo y dueño de las carreteras, porque lo ponía a un volumen tan alto, que parecía ser parte de una película. Amaba tanto conducir, aunque fuera sólo por treinta minutos. Adoraba su coche y no encontraba otra satisfacción.
Entró a su casa, y vio a su padre leyendo el periódico, mientras que su hermana Kyoko escribía muy apresurada en su libreta.
—¡Hola! —Saludó a su padre y luego, a su hermana.
—¿Cómo te fue en tu primer día?
—Bien, supongo que bien—se sentó en la silla de su comedor.
—Supongo que debe ser muy difícil, ¿no? Bromeo. Nadie puede tomarse semejante carrera en serio—dijo Kyoko, a forma de molestar.
—Aunque no lo creas, hermana, en el RADA son muy profesionales.
—Sí Kyoko, no digas nada. La mamá de Julian fue maestra ahí. ¡Ah! Recuerdo que solía visitarla en sus ratos libres y nos íbamos a caminar a Carnaby Street—recordó Lennon, con mucha nostalgia.
—Exacto.
—Pero cuéntanos, ¿cómo te fue? —insistió John.
—Bien, aunque sólo tuve dos clases.
—¿Dos clases? ¿Por qué?
—Porque el profesor de la primera me interrumpió y no me dejo ir a la segunda.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Mmm... Al parecer—Julian sacó una bebida del refrigerador—, se sorprendió mucho por conocerme, a mí, al hijo del gran cronista JOHN LENNON—comentó lo último, burlón.
John se apenó bastante y su rostro se hizo rojo.
—¿En serio?
—¡Sí, papá! El profesor se declaró gran fan de las Apple Stories, y dijo que las leía desde niño. ¿No te parece fascinante?
—No, pensé que al fin habían quedado en el olvido—aceptó John.
—¿Por qué deberían? Él estaba muy alegre.
—¿Y qué te dijo?
—Nada, me pregunto si seguías hablando con mi padrino.
—No, por fortuna.
—Eso fue lo que yo le dije y ¿Sabes qué me respondió?
—¿Qué?
—¡Que quiere ser el nuevo detective consultor de Inglaterra! Heredero de Paul.
—Ja ¡Es lo más tonto que he escuchado!
—Y me pregunto si yo quería ser su cronista.
—Es absurdo, naturalmente le dijiste que no.
—Exacto.
—Pobre de ese hombre, no sabe ni media palabra de lo que dice—especificó John—, habla como si ser eso fuera un premio, pero no ¡Es una completa desgracia!
—Ah, ¿sí? —Julian empezó a espantarse.
—Totalmente, es más—John sacó una hoja y una pluma de su estante—. Le escribiré una carta a tu profesor, invitándolo a reflexionar y a que no sea un idiota.
John se sentó en el sillón, y Julian miró, interesado por el contenido.
—¿Cómo se llama tu profesor? —cuestionó Lennon.
—James, James McCullogh.
—Mierda, hasta en el nombre se parecen...
Y esto fue lo que escribió:
Querido señor McCullogh.
Soy John Lennon, EX cronista de las extintas Apple Stories y ex amigo del detective consultor McCartney. Mi hijo me contó sobre sus planes. Ni él ni yo tenemos ningún problema en que usted decida ser detective consultor, pero mi hijo consideró un insulto haberle propuesto esa labor absurda de cronista, así que le pido que no lo vuelva a molestar. Y sobre su banal deseo, tenga en cuenta lo que significa ser como Paul McCartney: un gran ególatra, imán de problemas y escases de soluciones. Créame cuando le digo que no le conviene para nada ser como él. Estoy seguro de que usted tiene una mejor personalidad que mi examigo. Pero si mis palabras no son suficientes para convencerlo, está bien. Ya lo experimentará en carne propia. Si sigue con ese estúpido objetivo, bien. Si quiere ser como Paul, sabrá que significará atenerse a una pérdida total de humanidad y sentimientos.
Firma sinceramente.
John Lennon.
—Toma—John lo dobló a la mitad—, se lo das y evitas hablar con él. Es más, si puedes cambiarte de clase, sería la mejor opción.
—Ay papá—intervino Kyoko—, no exageres. Si yo aguanté las burlas e insultos en la escuela, Julian también.
—No tanto. Mis compañeros no tenían ni idea de qué estaba hablando—dijo Julian.
—Qué suerte tienen. Al fin, una generación se liberó.
—Pero papá ¿Por qué hablas como si fuera algo malo? ¿Te molesta?
—Sí, y mucho.
—¿Por qué? Eso es algo que no entiendo. El profesor me preguntó porque ya no le hablas a Paul.
—Porque no quiero, y es lo mejor para los dos. Además, que flojera ir hasta Sussex, por favor—se levantó del sillón—. Me voy, dormiré un rato. Y no se te olvide darle esa carta al profesor.
—No papá, no lo olvidaré—dijo Julian, con más dudas que respuestas.
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