Testa

Dieciséis


<<Testa>>


Anteriormente


En el salón del trono, cuando vio al príncipe de Lemuria por primera vez tras muchas décadas, lo que más llamó su atención fue una llama violácea que parecía danzar dentro de los brillantes ojos de ese omega. Por un instante las voces se sumieron en silencio, sólo se escuchaba el ondear del viento en un valle y el ruido de un ave que nunca en su vida había escuchado... era relajante.

El brillo plateado que jamás había presenciado le trajo una sensación que podía describir como...

—Paz... —abrió los ojos y meditó sobre sus palabras.


┈━┈━┈━ •● ✥ ●• ━┈━┈━┈


Tewaku y Tokusa vieron sin inmutarse el cuerpo inerte que se mecía con suavidad dentro de la habitación; colgado del cuello y atado a una viga de madera que daba soporte a los lujosos candelabros del techo. Los Cuervos acudieron al llamado desesperado de los sirvientes en el enorme castillo propiedad del clérigo Malcom Leverrier. Llegaron sólo para encontrarse con una escena bastante peculiar, pero no había nada que pudieran hacer para salvar a la omega que ya había fallecido por ahorcamiento y asfixia.


A su espalda, apareció Leverrier quien fumaba tranquilamente de una pipa de marfil— ¿Era su segunda esposa? —Tokusa le preguntó sin demostrar curiosidad.


—La tercera —le respondió simple—. Esta almenos no dejó manchas de sangre. Solo asegúrense de sacarla rápido y dejar todo impecable antes de la hora de dormir.


—Entendido... —los Cuervos respondieron al unísono.


El rubio se retiró a su oficina dejándolos con varias preguntas en su mente, pero no tenían tiempo para cuestionar la frialdad de su superior. Si el clérigo se los ordenó, debían limpiar el desorden y bajar el cuerpo de su ahora difunta esposa. ¿Habrá sido tan desdichada la vida de esa pobre mujer como para que llegara hasta tal punto? Tewaku lo descubrió cuando le quitó un pedazo de papel que tenía sujeto en su mano ennegrecida a causa del lazo forzado.


En él se leía "La muerte es una mejor opción que mi miserable vida como omega".


En otra área, Leverrier revisaba con una sonrisa de satisfacción en su rostro los datos que Link le había proporcionado a través de talismanes de comunicación difíciles de interceptar o detectar. Contenían la información que Bookman y el rey de Atlántida habían discutido en Atlas. Tewaku se acercó a su estudio con la intención de entregarle el trozo de papel que tomó del cadáver de su esposa, pero fue interrumpida por el llamado del alfa.


—Diga, señor Leverrier.


—¿Qué datos tiene el consejo real y la Rama sobre el compromiso de los príncipes?


—¿Busca algo en específico? —pregunta la mujer sin entender a qué se refería, guardando el pergamino en su túnica.


—Pensándolo bien... necesito estar enterado del momento exacto en que Cross salga de la capital —ordenó mientras añadía varios terrones de azúcar a su taza de café.


—Entendido. Según nuestros informantes, el general de las fuerzas militares, Cross Marian, saldrá en tres semanas en uno de los barcos de la división marina.


—No, se equivocan —Leverrier alardeó, a lo que la mujer encapuchada arrugó las cejas en duda—. Cross no tarda en partir a Atlántida porque tienen que consultar los Grimorios de Hevlaska.


—Eso es imposible... —Tewaku exclamó incrédula—, los grimorios se perdieron con el incendio del palacio en Citrino.


—Pues tal parece que el clan Bookman se lo tenía muy bien guardado. Debió ser el viejo Bookman antes de que los akumas incendiaran el bibliotecario. Muy astuto... en medio del caos nadie se daría cuenta —meditó en su asiento, luego miró hacia la ventana de su escritorio que daba la vista directa al nuevo palacio real, en la parte más alta de Cuargeo— Casi un siglo después de pensar que habíamos perdido los grimorios, resulta que se encuentran en algún lugar de Atlas.


—Si el general Cross se dirige a Atlas, quizás sea porque necesitan a los líderes de los clanes. Debe ser algo clasificado o demasiado importante... —pensó la mujer en voz alta llevando la mano a su mentón.


—Y sin un rey, Lemuria depende del general Cross hasta que el heredero al trono cumpla con la edad necesaria, o en este caso, hasta que se case... según dicta nuestra ley —Pensó en voz alta—. Dile a los Cuervos que mantengan un ojo sobre ese idiota alcohólico. Avísenme si actúa de forma extraña o si desaparece —le ordenó a la rubia. Tewaku asintió y desapareció en medio de una nube de humo negro.


Al quedarse solo, se puso de pie y se acercó a la ventana— ¿Escuchaste eso, Wisely? —divisó a una figura conocida que barría con la mirada los libros sobre un estante de mármol. El sujeto de piel morena que hacía unos segundos era invisible, apareció sobre el alféizar de la ventana vestido con una extraña túnica blanca muy reveladora y un curioso turbante a rayas en su cabeza.


—Fuerte y claro —el Noah responde con burla—. El Conde estará ansioso de enterarse que los grimorios siguen intactos, nos podríamos ahorrar muchos problemas si ponemos nuestras manos en ellos.


—Entonces... cumplí mi parte del trato e incluso obtuve información adicional —Leverrier encaró al alfa de curiosa mirada ambarina—. Sigo esperando el momento en el que el Conde me otorgue el poder para gobernar finalmente sobre Lemuria.


—Paciencia, oh gran clérigo Malcom —Wisely apareció súbitamente a su espalda. Leverrier sólo lo observó con evidente enojo.


—No me pidas paciencia cuando he esperado años para poner mis manos en el trono. Sólo estoy demandando lo que me prometieron —golpeó con fuerza el estante, haciendo que un libro cayera al suelo.


—Y lo tendrás... —menciona, ignorando la mirada de pocos amigos del contrario. Tomó el libro en sus manos y lo hojeo rápidamente, aburriéndole la palabrería ahí escrita—, pero el trato todavía no está completado, no hasta que encontremos al oráculo y hasta que todo rastro de la familia real de Lemuria y Atlántida sea nada más que cenizas. Considéralo una garantía para asegurarnos que tu lealtad es verdadera y que la información que nos das es confiable.


—¿Están jugando conmigo? Les facilité información que jamás habrían conseguido. Sin mencionar que fui la pieza clave para dejar a Mana sin guerreros sagrados en el ataque a Citrino y serví al inútil de su hijo en bandeja de plata para que acaben con él en Atlántida —amenazó al Noah con pose altanera y su voz de alfa— ¡¿Cómo te atreves a...


—Shhh... —el ojiambar colocó un dedo sobre la boca de Leverrier. El cuerpo del clérigo se paralizó a causa del poder del Noah. Las venas sobre la frente y cabeza del rubio comenzaron a alterarse y sintió un dolor tan agudo en la cabeza que no pudo más que morderse la lengua para no gritar y verse débil frente al Noah. Leverrier sentía que en cualquier momento su cabeza estallaría en mil pedazos— Si hubiera querido, yo personalmente habría obtenido la información. Es muy sencillo mostrar pruebas y hacer que te apresen por traicionar al rey y cooperar con el enemigo... Pero no lo he hecho, simplemente por holgazanería y porque me parece curioso el comportamiento de los humanos intraterrestres.


Llevó un brazo al cuello de Leverrier que aún seguía paralizado— Pero no tienes por qué temerme. Sólo soy el Noah de la sabiduría. Soy pacifista. Odio la violencia y las personas que creen que pueden mandar sobre otros ¿sabes? —habló en tono bajo con una mirada inocente pero con una postura de soberbia.


—Mal... dito Noah... —Malcom escupió la sangre que se acumulaba en su boca, manchando el traje blanco del alfa de ojos ámbar. Wisely finalmente desactivó su poder, dejando que Leverrier llevara la mano a su cabeza y limpiará el rastro de sangre en sus labios.


—Ugh... lemurianos y atlantes... son tan frágiles —Wisely dice en un monólogo—. Se pueden aplastar como hormigas —comienza a caminar por el estudio con las manos tras su espalda—, cuando Gea nos confinó a la oscuridad de los abismos no se dio cuenta de que ahí nosotros encontraríamos un poder más fuerte que simples ofrendas y rezos... En la oscuridad encontramos el miedo y terror puro, así que nos alimentamos de él. Nos hizo más fuertes.


Leverrier miró una horrenda mueca desfigurada formarse en el rostro de Wisely. Tras reír, una nube de energía oscura los envolvió y bloqueó la luz del sol que entraba por la ventana. De pronto dejo de ver al Noah, pero seguía sintiendo su presencia.


—Tú sigues siendo la marioneta del Conde y de nuestro clan, por lo que me iría mal si te mato en este instante —su voz se escuchó en toda la habitación— Si necesitamos información adicional te lo haré saber. Pero cuida mucho tus acciones de ahora en adelante, porque si el Conde se entera que en algún punto nos has traicionado...


Leverrier nunca llegó a escuchar las palabras finales del Noah porque la nube de energía oscura desapareció junto con la risa de satisfacción de Wisely dejando a un muy molesto alfa en su estudio lanzando maldiciones a Erebo.


┈━┈━┈━ •● ✥ ●• ━┈━┈━┈


—Definitivamente, nada se compara a verlo con mis propios ojos —comentó Allen con gran interés.


Alma no había parado de contarle sobre las costumbres de los atlantes, algunos lugares importantes de la ciudad y un poco de la historia de su reino. Para él, el príncipe beta era una persona amigable que no lo había tratado diferente desde su llegada al palacio pese a ser omega. Sin embargo, una ligera espinita comenzaba a instalarse en su pecho al recordar que el reino de Atlántida no sólo era conocido por su gran economía, cultura y avances tecnológicos, también cuentan con un alto índice de discriminación hacia los omegas además de permitir actos tan crueles como la esclavitud.


—Espera a que conozcas las principales ciudades de nuestro reino. Empezaremos por Atlas, pero necesitamos conseguirte un hipocampo y también tienes que aprender a nadar apropiadamente. Lo del hipocampo es pan comido... —Alma estaba entusiasmado con la idea de mostrarle a Allen todos los rincones de Atlántida.


Cuando se acercaron al salón del trono. Alma analizó el lugar— No hay nadie —concluye. Viendo que el lugar estaba en completo silencio llevó la mano a su mentón pensativo.


—¿Alguna idea de dónde puede estar?


—Sólo se me ocurre que esté pintando en cualquiera de los jardines del palacio. Pero son muchos. Si quieres yo revisaré bajo el agua y luego buscaremos en los jardines de tierra —El omega asintió y Alma lo guió por un atajo que tomaban los sirvientes para llegar más rápido al área externa del palacio, que era una mezcla de elaborados jardines con flores exóticas y estanques de aguas cristalinas, pasillos hechos con pilares de piedras semipreciosas y techos de enredaderas.


Mientras caminaban en silencio, Alma analizó al príncipe Walker entre miradas discretas; tenía un temperamento tranquilo y una actitud noble. En ocasiones notó cómo se mostraba tímido ante su acercamiento y su natural personalidad alegre, escondiendo el brazo izquierdo entre las mangas de su traje por alguna razón que no comprendía.


Admiraba la fuerza y determinación que tuvo cuando se presentó ante ellos en día que fueron recibidos en el palacio. Pese a que el príncipe omega era observado con temor y desprecio por sus cicatrices e inusual cabello blanco, su rostro siempre permaneció firme y su mirada no tenía ni un poco de duda. Alma hizo un sutil gesto de negación para sí mismo cuando sintió algo de pena por Allen, ya que en los planes de su hermano no estaba un compromiso.


Hasta cierto modo entendía la actitud de Yuu, pero ya había pasado mucho tiempo desde aquello y lo único que él quería era verlo feliz y verlo convertirse en un gran rey al lado de alguien que lo quiera incondicionalmente.


Recordó que cuando supo del compromiso, quiso averiguar todo sobre su futuro cuñado, sorprendiéndose ante la poca información que pudo obtener del linaje del príncipe antes del rey Mana. Como si los Bookman hubieran borrado toda información sobre los antiguos reyes de Lemuria.


Lo que sí pudo saber en su mayoría siendo explicado por su padre, era que Allen no tenía mucha autoridad en su reino a pesar de haber pasado varios años desde la muerte de los reyes, además de que Lemuria iba en decadencia por la aridez de sus tierras tras la maldición de Erebo y la infinidad de problemas económicos y políticos que enfrentan por la falta de un soberano.


Su mirada azulina se fue hacia las nubes en el cielo mientras recordaba un detalle en específico; se llevó una gran sorpresa cuando descubrió que Lavi y su abuelo acompañaron al príncipe Allen hasta Atlántida. No supo en qué momento su amigo de infancia pasó de ser un cachorro rebelde y travieso a un alfa guerrero sagrado y sucesor del líder del clan Bookman.


Suspiró tras una leve sonrisa que apenas fue notada por su tímido acompañante— Oye, Allen... ¿Sabes en dónde se encuentran Lavi y su abuelo? No estoy enterado si se quedaron en el palacio —pregunta sin ocultar su curiosidad.


—Creo que escuché a Bookman decir que pasarían unos días con su clan. Supongo que ellos también tienen asuntos que atender en Atlántida —comentó, aunque no estaba del todo seguro. Bookman y Lavi tocaron ese tema antes de llegar a Pragas pero en ese momento él estaba más concentrado en el paisaje acuático de la ciudad que en su conversación—. Eso explica por qué no vi a Lavi esta mañana.


Al acercarse al primer jardín acuático no tardaron mucho en escuchar varios pasos, pronto divisaron la silueta del rey Tiedoll siendo acompañado de su escolta de guardias caminando con prisa hacia una de las salidas submarinas.


—¡Padre! —Alma intentó llamar su atención agitando su brazo. Tiedoll de inmediato miró en la dirección de ambos jóvenes para sonreír con su usual actitud alegre.


—Alma, príncipe Allen... Aah, debí olvidar que era la hora de comer —se disculpaba apenado, llevando la mano a su cabeza. No quería levantar ninguna sospecha pero solo acabo preocupando a su hijo que traía consigo a Allen.


—Su majestad —Allen lo saluda con una sutil reverencia— No podía aceptar toda esa deliciosa comida y comer a gusto si mi anfitrión, el soberano de Atlántida, no estaba presente. Lamento si interrumpimos algo importante.


—Eso es muy amable de tu parte... Eres todo un caballero —Tiedoll confesó halagado y casi llorando de felicidad. Los modales y personalidad de su futuro yerno habían tocado una fibra sensible en su modo paternal—. Ha surgido un pequeño contratiempo y temo que tendré que ausentarme por el resto del día.


—¿Sucedió algo malo? —Alma pregunta preocupado igual que Allen.


—Si puedo ser de utilidad en lo que sea, no dude en decírmelo —añadió el ojigris.


—No, no... no es nada grave —Tiedoll movió las manos para calmar la preocupación de los jóvenes.


—Los hipocampos están listos... —La voz de Bookman resonó en el lugar cuando apareció a un costado para cortar la conversación entre el rey y los príncipes. Allen notó que Lavi no estaba con él.


—¡Ministro Bookman! —Allen exclamó algo sorprendido— No tenía idea de que se encontraba en el palacio.


Bookman respondió con su usual tono serio— Hubo un par de asuntos que teníamos pendientes con nuestro clan, pero no podemos dejarte completamente solo, menos aquí. Oí decir que los grifos llegarán hoy. Link y los soldados pronto te acompañarán al Grerto para que ayuden con el resto de tu equipaje y te sientas más cómodo en el palacio.


—Entiendo... Gracias por avisarme, extrañaba mucho a Tim —su rostro de inmediato se iluminó y no pudo evitar sonreír— ¿No irá con nosotros?


—Cuando encuentre al idiota de Lavi, le diré que los acompañe.


—¿Qué no estaba con usted? —pregunta desconcertado.


—No lo he visto desde esta mañana —Bookman se quejó, teniendo una idea vaga de dónde podía estar su nieto. Alma escuchaba atentamente—. Como sea... Debemos apresurarnos, Froi.


—Eh... ah sí, sí, tienes razón —Tiedoll recordó por qué tenían mucha prisa por partir—. Bueno, nos vemos luego —se despidió, entrando al agua de uno de los túneles de salida siendo seguido de cerca por los guardias y Bookman.


—C-creo que olvide también que tenía algo que hacer... —Alma se excusó con una risa nerviosa cuando una idea llego a su mente. Llevó sus manos a los hombros de Allen en medio de una mirada de súplica—. Perdóname por dejarte solo en este momento. Te lo compensaré luego, ¿sí?


—No te preocupes, yo iré a buscar a mi asistente para ir a ver a nuestros grifos. —contestó no muy seguro de si era una buena idea quedarse solo en el palacio tras las palabras de Bookman.


—¿Sabes cómo llegar al Grerto?


—No tengo idea en lo absoluto. Pero sé que Link ha estado en el palacio de Pragas antes junto a mi tutor, así que iré a buscarlo y esperaremos a Lavi. No ha pasado mucho tiempo, pero extraño a mi grifo. Te caerá muy bien, se llama Timcampy —le explicaba sin ocultar la emoción de reunirse con su amado grifo. Allen ansiaba montar a Tim y tener una vista aérea de Atlas, aunque debía consultarlo con Link o Bookman antes y tener a alguien de guía para no perderse.


—En ese caso te buscaré más tarde y luego me presentas a tu grifo —respondió con una sonrisa de alivio. Sin embargo, cuando su mirada azulina se enfocó en cierto lugar, apretó un poco el agarre en sus hombros y su expresión pasó a una que desconcertó al albino—. Tan pronto te quedes solo, busca a tus guardias lemurianos o tu asistente rápidamente.


—¿Eh? —levantó una ceja con duda. Antes de preguntar el motivo, se percató que Alma ya estaba corriendo en dirección al túnel acuático que conecta con la salida, a varios metros de él.


—Nos vemos luego... Allen —se despidió agitando su mano y sonriendo con algo de nerviosismo. No quería ser él quien hablara con el príncipe omega sobre ese asunto en específico.


Después de todo, no había de qué preocuparse. Si, Alma quizás sólo estaba pensando mucho las cosas... ¿verdad?


Allen se quedó solo, a mitad del pasillo y sin alguna idea de en dónde buscar a Link o sus guardias.


Merodeó por varios minutos con la esperanza de retornar al comedor o su habitación, pero al no tener éxito, quiso saciar su curiosidad explorando el castillo. Sabía por las palabras de Bookman y el príncipe Alma que no debía deambular solo, pero al no entender la razón, paseó despreocupado por el lugar. Al principio se topó con unas jóvenes beta; a juzgar por sus trajes atlantes de colores más opacos y simples para el trabajo, dedujo que eran de la servidumbre. Quiso pedir indicaciones pero ellas evitaron hacer contacto visual con él y pasaron de largo.


Allen cruzó por unos gigantescos jardines internos con caminos hechos de piedra que tenían el techo parcialmente abierto para dejar paso a cascadas de agua fría y la luz del sol iluminando unas pozas naturales. En otro extremo alejado del palacio, contempló un jardín flotante con vista al mar que le recordó mucho las casas sobre los árboles del bosque de Onns.


Extendió su mano para tocar unas flores luminiscentes que se cerraron con su tacto y liberaron un dulce aroma. El ambiente era animado por el canto y trinar de aves de todas las formas y tamaños. Al asomar su rostro en los estanques, quedó maravillado por la belleza de esculturas acuáticas y peces de colores paseando sin miedo sobre la arena blanquecina del fondo.


Este lugar es hermoso... —pensó. Se ruborizó y sintió mal por un segundo tras tener un sentimiento de envidia. Todo en la capital de Atlántida y el palacio de Pragas gritaba a riqueza; no pudo evitar compararlo con el modesto palacio de piedra en medio del desierto de Cuargeo y el hambre que sufría su pueblo. Cerró los ojos y dejó que sus feromonas salieran para calmar el sosiego y ansiedad que lo estaba molestando desde su llegada al reino atlante.


Un sonido lo puso en alerta, volteó con rapidez y sus ojos recorrieron el lugar sólo para darse cuenta que no había nadie. Notó la posición del sol, había perdido la noción de cuánto tiempo llevaba en ese jardín del palacio. Seguramente Link o Lavi estarían preocupados buscándolo.


La sensación de ser observado lo volvió a inquietar. Dio un respiro profundo para captar el aroma de alguien cerca pero no encontró nada— ¿Hola?... Estoy perdido, ¿me puedes ayudar a encontrar mi habitación o el Grerto? —habló en tono suave, caminando en la dirección en la que escuchó el sonido, pero nada más se encontró con un camino de rocas cubiertas en musgo que daba a un edificio alterno no tan decorado como los anteriores, sin obtener respuesta a su pregunta.


Sabía que debía estar en un área muy antigua del palacio, deduciéndolo por los cristales rotos, polvo, tela de araña y maleza sin cortar pegada a los pilares viejos de mármol y piedras preciosas que tenían ciertos símbolos tallados en un idioma que no podía entender.


Su mano se posó en la piedra con el tacto del frío en sus dedos. Fue en ese momento en el que algo hizo click en su mente y la sensación de peligro recorrió su espalda como un rayo. Se dio la vuelta, listo para activar su cristal de inocencia, pero su pie tropezó con una raíz que sobresalía del suelo haciéndolo caer cubriendo su cara del impacto.


—Pero que ray...


Masculló molesto, luego vio alarmado las grietas formarse en el suelo bajo su cuerpo hasta abrirse paso para formar un hoyo. Usando a Crown Clown alcanzó a sujetarse de una planta cercana antes de caer junto a las rocas en el cuarto subterráneo que ahora estaba al descubierto. Se disculpó mentalmente por el problema en que se había metido, pero sus ojos se abrieron con sorpresa cuando el polvo se disipó y la luz del sol reveló una cámara que a primera vista parecía una celda de tortura o un lugar para hacer rituales.


Deja de imaginar cosas, Allen... es solo el calabozo. Si, debe ser eso... de no ser así, no estaría abandonado ahora, ¿verdad? —se dijo a sí mismo para calmarse.


Un intenso olor pútrido a sangre seca inundó sus fosas nasales. Había utensilios oxidados; sierras, cuchillos, espadas y una infinidad de instrumentos regados por el suelo, así como centenares de velas derretidas cubrían casi en su totalidad el lugar.


Miró con más detenimiento que las paredes estaban forradas de extraños talismanes y en el fondo se podía ver el símbolo de la familia real atlante tallado en la húmeda pared de piedra. No era una celda o un calabozo... el lugar parecía ser un salón para sacrificios o para algún tipo de ritual a juzgar por los talismanes y símbolos en el suelo.


Allen se acercó a la orilla para analizar con más detalle el lugar, sacudiendo el polvo acumulado en su traje. Cuando dio un paso atrás notó nuevamente la presencia de alguien, pero en esta ocasión sí había una persona, o más bien dos.


—Miren a quien encontramos rondando por el área prohibida del palacio. Nadie más que el gran príncipe de Lemuria —La voz de uno de los guardias atlantes hizo que Allen respingara y rápidamente se diera la vuelta cuando sintió que su hombro era tocado por las manos callosas del soldado.


Allen vio a dos alfas frente a él con el uniforme de la guardia Atlante; parecía que habían corrido al lugar muy seguramente a causa del ruido y el temblor que ocasionó que el suelo de esa bóveda subterránea se cayera.


—Perdón por haberlos alarmado —Allen se disculpó, con una expresión apenada y con la mano rascando la parte trasera de su cuello— Se supone que debía ir al Grerto y encontrarme con mi asistente, pero me perdí en el camino, luego tropecé con una planta y el suelo se hundió como pueden ver... ¡En serio lo siento, no fue mi intención causar problemas! —agitaba las manos con nerviosismo.


Habiendo encontrado una oportunidad única, los alfas se vieron con ojos cómplices sin escuchar los murmullos rápidos de Allen al disculparse.


Sin estar consciente del peligro...


—La próxima vez evite rondar solo por el palacio, su gran majestad —Regañó el guardia con una sonrisa altanera y un tono de voz exagerado, haciendo dudar a Allen de su amabilidad— Pero no se preocupe, reportaremos el incidente y lo ayudaremos a llegar al Grerto.


—Gracias... creo —murmuró incómodo al descifrar las miradas de los alfas fijas en un punto de su cuerpo, su cuello. Fue en ese momento que finalmente entendió las palabras del príncipe Alma y Bookman.


Instintivamente comenzó a retroceder a medida que los guardias se acercaban con malas intenciones y sonrisas que le resultaban asquerosas además del potente aroma de sus feromonas que comenzaba a causarle alergia en la nariz. Su pie sobresalía entre el límite de la orilla y el agujero provocado por el derrumbe. Con la ayuda de su inocencia podría lidiar con esos alfas, pero quería evitar a toda costa causar más problemas en el palacio. Tendría suficientes con haber desaparecido por horas sin reportarse con Link o sus guardias, que en ese instante maldecía no tener cerca.


—No será necesario que me acompañen al Grerto, caballeros. Sólo necesito que me indiquen a donde debo ir.


—¿Tan pronto se va, su alteza? —canturreo el alfa más alto, enseñando los dientes con malicia.


—Podemos llevarlo a otro sitio, uno que le encantará. ¿Qué dice? —añadió el otro alfa, haciendo que Allen frunciera el ceño.


Estaba por contestarles cuando su brazo fue jalado por la delicada mano de una joven de ojos violetas y cabello verde. Allen no tenía idea de quién era ni como apareció en el lugar, pero por su aroma sabía que se trataba de una omega. Trataron de correr, pero los guardias les bloquearon el paso con las espadas que traían.


—Tenemos suerte el día de hoy. Dos omegas, uno sin collar y encima es un príncipe.


Allen estaba tenso y Lenalee los miró con odio, lista para golpearlos en la entrepierna y escapar, pero su mirada se suavizó y relajó su postura cuando la silueta oscura de alguien se colocó tras los alfas.


—Aquí la única suerte que tienen es que no serán azotados si no le reporto al rey en persona lo que ustedes dos planeaban hacer con el príncipe Walker y mi hermosa hermanita —La voz lúgubre de Komui hizo estremecer a los hombres, aun sin haber usado su voz de alfa.


—Maldición... Vámonos, de pronto ya no vale la pena... —le sugirió el guardia a su compañero retirarse tras haber sido descubiertos. El otro alfa temió el castigo y finalmente se marcharon molestos y sin decir palabra alguna o cruzar miradas con Komui o los omegas.


Cuando el momento de tensión se había esfumado, Allen se tentó a hablar— gracias por sacarme de ese aprieto...


Su voz fue callada porque la peliverde jalo su oreja a modo de regaño— ¿Aprieto dices? Para empezar, por el amor de Gea... ¿Por qué se te ocurrió la brillante idea de pasearte por el palacio solo y sin un collar en el cuello?


Allen agachó la cabeza y aceptó la culpa. Su curiosidad fue más grande que el sentido común de caminar despreocupado sabiendo el peligro que significaba ser un omega sin marcar en un lugar desconocido.


┈━┈━┈━ •● ✥ ●• ━┈━┈━┈


Kanda había salido hacia la zona de entrenamiento para estirar sus músculos y olvidarse de los problemas que lo agobiaban. Agradeció no escuchar las súplicas de su padre, los parloteos de su hermano o encontrarse con el príncipe de Lemuria, pero sabía que tarde o temprano tendría que volverlo a ver.


Muy a su disgusto, tenían un mes antes de la ceremonia del lazo. Según dictan las normas tanto de Atlántida como Lemuria, la pareja debía iniciar el cortejo treinta días antes. Pero la idea de pasar el tiempo junto a ese omega le disgustaba. Moviendo la cabeza en negación busco apartar esos pensamientos.


Antes de saltar al agua para ir por su hipocampo, un aroma muy particular captó su atención reconociéndolo de inmediato. Su mirada zafiro vio de soslayo la silueta del príncipe omega caminar desorientado en el extremo opuesto del lugar donde se encontraba, pareció no darse cuenta de su presencia y agradeció en silencio.


Solo a un tonto Moyashi se le ocurre caminar solo sabiendo que es un omega —recrimino al príncipe en sus pensamientos. Una parte de él quería que se perdiera y jamás volviera a aparecer, con él se irían todos sus problemas actuales.


Decidió ignorarlo y pensó en que debía pulir el equipamiento metálico de su hipocampo antes de alguna nueva misión, pero sus ojos se abrieron en sorpresa cuando se descubrió a sí mismo siguiendo al omega albino sin que lo notara.


No quería admitir que tenía curiosidad por saber sobre él. La realidad era que, muy en el fondo sabía que estaba mal dejar que un omega desprotegido sea el blanco fácil de otros alfas. Siendo esa diferencia de poder alfa-omega algo que revolvía sus entrañas con rabia por traerle muy malos recuerdos.


La ley de reclamo impuesta por el clan de Loto dicta que un alfa o beta de clase media alta puede reclamar a cualquier omega con o sin su consentimiento si este es encontrado solo y sin una marca, con la única excepción de si el omega es esclavo de alguien.


Pese a estar comprometidos, ellos no habían formado ningún tipo de lazo, tampoco habían iniciado los cortejos. El príncipe Allen se estaba sirviendo como un trozo de carne en la boca de lobos hambrientos. Que peor lugar que cerca de los cuarteles en el que los guardias reales, en su mayoría alfas, descansan o se equipan de armaduras y provisiones para sus rondas de guardia en el palacio.


Kanda sintió las feromonas que el albino liberaba y sus zafiros se clavaron en la sutil sonrisa que se formó en los labios del omega que cerraba los ojos para sentir el perfume de las flores y escuchar el canto de las aves. Su cabello blanquecino parecía irradiar un brillo azulado por el reflejo del sol a través del agua. Cuando este se inclinó para admirar los peces en el estanque, observo detenidamente las extrañas marcas que cubrían su brazo teñido de color rojo y adornado por el cristal de inocencia sobre el dorso de la mano.


El trance en su cabeza llegó a un abrupto cuando no midió la presión de su pie al dar un paso al frente, rompiendo unas ramas cerca de él y haciendo que Allen girara su rostro en dirección al ruido.


—Tsk... —chasqueo su lengua mientras fruncía aún más el ceño. Rápidamente se escondió tras un arbusto, procurando que el viento estuviera en su contra para evitar ser descubierto por el omega. Lo último que quería era dar una explicación que ni él mismo sabía cómo responder en ese incomodo instante.


—¿Hola?... Estoy perdido, ¿me puedes ayudar a encontrar mi habitación o el Grerto? —escucho la voz del albino. Juzgando por su tono de voz, no se había percatado aún de que lo estaba vigilando o de quién se trataba, por lo que justo antes de que Allen pasara por la zona, se lanzó hacia el techo de hojas con agilidad y sin producir sonido alguno. Viendo como el príncipe de Lemuria se alejaba en dirección al único lugar del palacio al que no quería ir.


Debes estar bromeando —bufó irritado cuando vio al omega adentrarse en ese lugar. Sintió sus dientes crujir y los nudillos ponerse blancos en los puños por el inútil predicamento.


Escuchó un grito y luego el derrumbe del suelo de la zona prohibida. Habiendo aclarado sus dudas, dio una bocanada de aire y se acercó para ver qué había ocurrido. Se hizo a un lado cuando vio a los guardias acercándose a la zona para verificar si un intruso se había infiltrado, pero su mueca pasó a una de disgusto cuando vio cómo los hombres, siendo alfas, se acercaban con claras intenciones hostiles al Moyashi.


—No... —se dijo, dando un paso firme hacia atrás. No tenía responsabilidad alguna de ayudar a ese omega. Ni siquiera lo conocía más allá de saber que era el hijo de los anteriores reyes de Lemuria. Él se había metido en ese problema por su cuenta y si iba a ser el soberano de su reino debía lidiar con las consecuencias de sus acciones— No te metas en sus asuntos. Este problema no te incumbe —masculló molesto porque una fuerza que no podía describir le impedía moverse a voluntad y alejarse.


Su lado alfa le producía un ligero malestar en su estómago y un tic en el ojo, pero su orgullo no iba a aceptar más de la cuenta que desde la primera vez que vio a ese omega no quería separarse de él.


Su mano deshizo la roca de la pared en la que se apoyaba. Era inútil meterse en ese asunto porque sabía que el albino tenía una inocencia... aquel príncipe podía defenderse solo.


—¿Pero por qué no te defiendes? —se preguntó unos segundos después cuando lo vio retroceder y a los guardias sonreír victoriosos. Sus ojos comenzaron a afiliarse y las venas de su cuello a exaltarse por la rabia que comenzaba a acumular al verlo en desventaja.


Estaba a punto de moler a golpes a esos alfas cuando divisó la silueta de Lenalee ayudando al príncipe a escapar. Los soldados pronto los acorralaron, pero ella ya estaba acostumbrada a ese tipo de acoso, no iba a permitir que les pusieran una mano encima. En ese instante algo en su pecho se sintió aliviado. Culpó al calor de la luz del sol y tomó la decisión de marcharse después de que Komui también llegara para ahuyentar a los alfas.


Cuando se dio la vuelta escuchó tan sutil como el viento la risa de una mujer que conocía a la perfección. Incrédulo, liberó la sangre de los estigmas en sus brazos y materializó su espada para llevarla al cuello del espectro frente a él. No cabía en asombro sin vislumbrar los ojos nostálgicos de su madre, viendo únicamente una sonrisa tranquila en su rostro antes de que desapareciera como la espuma del mar.


A sus pies apareció una flor de un Loto recién cortada, la tomó y la voz se escuchó nuevamente como un eco.


Mi pequeño, Yuu... sólo escucha tu corazón.


—Debo estar enfermo... —llevó las manos a sus oídos y luego parpadeó con fuerza para verificar que lo que había visto no fue nada más que una ilusión o el ruido del viento salado del mar haciendo eco en las paredes viejas de aquel lugar abandonado. Con el recuerdo de la sonrisa de su madre, caminó de regreso y en silencio hacia el área de entrenamiento dejando al príncipe de Lemuria al cuidado de Lenalee y Komui.


┈━┈━┈━ •● ✥ ●• ━┈━┈━┈


Alma salió del palacio montado en su hipocampo, con la excusa de ir a la Rama Sur para buscar los reportes de su nueva misión.


Mientras se deslizaba por las corrientes frescas de la zona más concurrida de la ciudadela del clan de Loto, dirigió las riendas del animal para que nadara más rápido y lo llevara a cierto lugar que tenía en mente.


Si estaba en lo correcto y con el poco tiempo que había pasado, todavía podría encontrarse ahí.


Tras casi una hora nadando, el equino acuático finalmente se acercó a los soportes de un puente de piedra y madera con salida a la superficie. Alejados de las casas y comercios de la capital, habían dejado la zona turística y acomodada de Atlas y ahora se encontraban en una pequeña ciudad pesquera que en gran parte estaba construida sobre la superficie al tener una población de residentes de Lemuria.


Se cercioró por última vez que el hipocampo estuviera lejos de la vista de los habitantes de la zona y con cautela salió a la superficie justo para llenar sus pulmones con aire y comenzar a buscar a cierto pelirrojo.


En su mayoría betas, los habitantes del pequeño pueblo de Berberer se hallaban a mitad de sus labores diarias, con redes especiales y arpones para la caza de los animales marinos más grandes. El ojiazul se escondió entre unos barriles cuando un hombre que le resultaba conocido pasó cerca de él cargando en su espalda un rollo de leña y en el hombro un ciervo que había cazado en el bosque cercano. Con un cabello castaño rojizo y barba corta, el alfa de mirada cansada de pronto sonrió al ver a su esposa a lo lejos.


Con cautela, Alma siguió al hombre hasta su hogar no muy lejos del resto del pueblo. La casa era humilde; sobre el agua, con una cúpula de madera remendada y conectada a la orilla rocosa por medio de un puente de piedra. La omega de ojos esmeralda, esposa de aquel hombre salió del agua con un canasto lleno de algas y trozos de esponja que trajo desde el arrecife cercano. Cuando este llegó, la saludo con un tierno beso, dejó la leña a la par de la puerta y la ayudó a cargar la canasta al interior del modesto hogar.


El príncipe observaba a la pareja a través de la ventana, conviviendo como un matrimonio amoroso en un ambiente que le resultaba bastante cálido y frío a la vez.


Sintió una mano tocar su hombro. Cuando volteó se encontró con el ojo esmeralda de Lavi que lo miraba con burla por haberlo sorprendido espiando.


—¡Lavi!... N-no... no es lo que crees. Escuché a tu abuelo decir que habías desaparecido y quise venir a buscarte —se excusó queriendo ocultar lo nervioso que estaba, viéndose descubierto tan fácilmente. Sonrió tranquilo tras escuchar la contagiosa risa de Lavi.


El pelirrojo sonreía como hacía mucho tiempo no hacía, recargado en uno de los árboles. No había cambiado casi nada además de ese parche en el ojo, el cual le intrigaba mucho. Alma se acercó y se apoyó al lado contrario del árbol, se cruzó de brazos y contempló los alrededores mientras Lavi seguía con la mirada fija en la pareja dentro de su hogar a lo lejos, quienes no notaban que están siendo observados.


—¿Cómo han estado? —Alma se atreve a preguntar. Seguramente Lavi había estado al tanto de ellos.


—Bien... Tienen sus dificultades cuando es la hora de la recolección de impuestos, pero no es algo que no hayan podido solucionar juntos. Mamá parece que enfermó hace unos días, pero ya se está recuperando. En todo este tiempo, jamás volvieron a tener hijos —contestó melancólico. De pronto su mirada se entristeció y decidió dar la vuelta. Hizo una seña a Alma y los dos comenzaron a caminar hacia el puente.


—¿No piensas hablar con ellos?


—No sirve de mucho que un extraño toque a su puerta sólo para saber cómo están —respondió con tono burlón, pero a pesar de los años Alma lo seguía conociendo muy bien. Tras la mirada de reproche, Lavi llevó la mano a su cabeza para acomodar la banda que sostenía su cabello.


—Está prohibido para los Bookman relacionarse con los exiliados —recordó con pesar su posición como sucesor del clan. Suspiró pesadamente— Panda igual me va a regañar cuando regresemos a Pragas, pero... —se detuvo bajo la mirada analítica de Alma. Lavi agradecía aún contar con su amigo de infancia en Atlántida; él significaba uno de los pocos lazos que le quedaban en el reino con los que todavía se podía relacionar.


Su pasado en Atlántida fue corto, pero algo turbulento. Su madre iba a ser la sucesora del clan, pero al ser una omega, los Bookman de la sede atlante la rechazaron. El plan de Panda era arreglar un compromiso con algún noble alfa de Atlántida o el reino de Lemuria para asegurar un heredero. Pero su plan no salió del todo bien, pues ella decidió formar a escondidas un lazo con un alfa mercante del reino de Lemuria.


Era su destinado, pero aquel alfa no era de una casta noble, así que cuando Lavi nació, le fue arrebatado de sus brazos a los pocos años de edad. Panda trató de disuadir al resto del clan, pero ella terminó siendo exiliada.


Como castigo por la insubordinación, borraron las memorias de la pareja. Su madre perdió todo conocimiento y memoria sobre los Bookman, y entre ellos, olvidando incluso a su propio hijo.


No fue del todo malo para ella, pudo vivir tranquila una vida al lado de su pareja destinada, pero causó un increíble dolor en el joven cachorro producto de la repentina separación a tan corta edad. Lavi creció y acorazó sus emociones debido a ello.


Alma entendió el miedo de Lavi, colocó una mano en su hombro y le brindo una sonrisa comprensiva como apoyo— No te sientes listo para enfrentarlos aun, ¿verdad?


Lavi asintió con una sonrisa trémula. Tras liberar un poco de estrés, el ambiente se volvió más apacible. Dejaron atrás el pequeño pueblo y a los padres de Lavi, después de todo tenían mucho tiempo para ponerse al corriente con lo que había sido de sus vidas.


—¿Y cómo llegaste a este lugar sin un hipocampo? No creo que seas tan buen nadador. Tus habilidades deben estar oxidadas por los años que viviste en Lemuria —bromeó Alma mientras se acercaba a la orilla del agua.


—Encontré a mi grifo cuando lo llevaban a Pragas y pedí que se quedara conmigo antes de llegar al palacio —confesó, encogiéndose de hombros—. Aunque veo que en la capital no están muy acostumbrados a nuestros grifos. Tuve que escapar de los guardias de la zona industrial porque pensaron que era un ladrón que merodeaba por ahí.


Alma estalló en risas— Pues es obvio, es muy raro ver grifos en Atlas. Los que aparecen en algunas ocasiones son salvajes y se mantienen alejados de nosotros —explicó y Lavi llevó la mano a su cabeza apenado porque sabía de ese detalle, pero nadie de su clan le prestaría un hipocampo para escaparse y ver a sus padres, así que no tuvo otra opción.


—Supongo que es hora de regresar. Le dije a Panda que ayudaría a Allen hoy con su equipaje, y no quiero que mi grifo cause más problemas —Lavi recordó y suspiró. No es que no quisiera ayudar a Allen, pero recién se encontraba con Alma y todavía tenía muchas preguntas que hacerle.


Alma tardó un par de segundos en responder. Llevó la mano a su mentón buscando una excusa para el alfa, cuando de pronto una idea cruzó su mente. Con una mirada lúdica, se lanzó al agua y flotó a la superficie juntando las manos en su pecho—. Yo vi a Bookman no hace mucho, y antes de acompañar a mi padre a una reunión lo oí decirle al príncipe Allen que un tal Link lo acompañaría al Grerto.


—¿En serio?


—Así es. Significa que tenemos un rato antes de que pregunten por ti —señaló con los ojos cerrados y una enorme sonrisa mientras dejaba que la corriente lo alejara poco a poco. Lavi entonces se cruzó de brazos y sonrió mientras alzaba la ceja con malicia— Oye, Lavi... ¿todavía sabes cómo llegar a las cascadas de Opal?


—¡Nunca podría olvidarlo! —exclamó entusiasmado.


—Entonces encuéntrame ahí en una hora. Tengo algo que mostrarte... —ordenó decidido. Extendió las manos y al producir un chapoteo su hipocampo apareció debajo de él. Se sujetó de la montura para luego sumergirse en la profundidad del agua.


Volando a paso veloz, el ojo esmeralda de Lavi admiraba asombrado cómo muchas cosas seguían tal y como cuando vivió en Atlas por última vez. Fue el primero en llegar, teniendo varios minutos de ventaja por su grifo.


Loom asó sus garras a las ramas entre las rocas resbaladizas. El lugar era tan brillante y colorido por las piedras de ópalo a su alrededor, que tuvo que entrecerrar su ojo unos instantes para adaptar la vista; de una gigantesca cueva en la base del acantilado brotaba el agua de un río subterráneo hasta convertirse en una cascada.


Lavi sentía como si hubiera regresado en el tiempo. La vegetación y el turquesa vivo del agua desbordándose era exactamente igual a cuando eran cachorros, esbozando una sonrisa al sentir el calor apoderándose de su pecho, no podía ser más feliz por ello. Caminó hacía la orilla del acantilado en pasos juguetones, metros de caída libre lo separaban de las aguas salvajes y los peñascos que se afilaban al fondo.


Tenía vista de toda la ciudad y Pragas, y no pasó mucho tiempo hasta localizar al hipocampo del peliazul que surgió del río subterráneo. Alma salió del agua, sacudiendo su cabello y acercándose animado para apreciar una vez más el lugar que solía ser la "base secreta" de reuniones cuando eran cachorros.


—¿Y bien? ¿Qué es lo que ibas a mostrarme? Este lugar se ve casi igual a como lo recuerdo. No veo muchas cosas nuevas —cuestionó cuando vio que Alma simplemente caminaba a su alrededor tarareando una canción que reconoció tras unos instantes.


—No te hice volar varios kilómetros para nada... menos mal traes ropa atlante, la necesitarás —dijo el beta, llamando su atención.


—¿Recuerdas a Testa? —Alma preguntó en voz alta desde su posición luego de subirse sobre una roca cerca de la orilla. Viendo la reacción del alfa, supo que había escudriñado en la infancia de ambos, dándose por acertado al verlo asentir.


—Qué bueno... ¡Entonces deberías saludarla! —incitó, ensanchando su sonrisa burlona.


Con los dedos índice y pulgar silbó al vacío y acto seguido tras mirar de soslayo a Lavi se lanzó a la cascada dejándose caer de espaldas sin más, riendo al ver la cara de terror de ojiverde por su acción imprudente.


Sabía que caer en el agua no le preocupaba... pero las rocas al fondo eran su principal motivo de consternación.


—¡¿PERO QUÉ HACES?!... ¡Alma! —gritó aterrado por la imprudencia del azabache y corrió hasta donde lo vio por última vez.


La figura del príncipe se perdió en la inmensa nube de agua que azotaba inmisericorde las rocas.


Detectó movimiento luego de un par de segundos, dudaba si volar con Loom porque las corrientes de aire en la base los pondrían en peligro.


—¿Qué tiene que ver Testa en esto y por qué te lanzaste así, idiota? —reprochaba asustado, llevando las manos a la cabeza sin saber qué hacer, aunque las dudas se aclararon en un segundo.


De un momento a otro, el agua abrió paso a una criatura de dimensiones irreales, no tan grande como un dragón pero sí podría ser fácilmente comparada con el tamaño de un gigante.


Una tortuga colosal, inmensa, monstruosamente gigante se impulsó con tal fuerza que salió disparada de entre las aguas, elevándose por encima del acantilado hasta subir la cascada.


Alma gritaba a todo pulmón, riendo en verdadera felicidad y euforia. El caparazón del animal era negro y de él destellaban brillos ocre y rojos por los rayos del sol ya que estaba hecho de obsidiana pura; sus seis aletas estaban acorazadas con dicho cristal al igual que su cabeza y las escamas debajo de todo ese blindaje natural.


Lavi cayó sentado al suelo con la boca abierta, solo pudiendo contemplar tal escena irreal completamente en shock, viendo finalmente de que se trataba. Loom gruñía, aleteando por el susto que se habían llevado.


Testa fue una tortuga gigante bebé lastimada a la que cuidaron y nombraron hasta que tuvieron que dejar de frecuentarla por prohibición de sus padres. Bookman solía regañar seguido a Lavi, porque el menor sabía muy bien que estaba prohibida la convivencia con criaturas salvajes, sobre todo las de ese tipo.


¿Ilegal?... Sí.


Pero a pesar de ello Alma la siguió domesticando aun hasta ahora...


—¡Testa dice que también está feliz de verte! —exclamó entre risotadas, burlándose de la mueca de asombro de Lavi mientras el enorme animal caía grácilmente sobre el agua dejando una estela que parecía lluvia torrencial a su paso.


Le costó un poco recobrar la compostura, carraspeando y poniéndose de pie como si nada hubiera pasado— Si... también los extrañé —contestó nostálgico, sabiendo que Alma no lo podía escuchar. Miró a Loom quien con cautela se acercó para ser montado.


Voló precavido hasta que su grifo se acostumbró a estar cerca de la tortuga. Esta comenzó a nadar lejos de la cascada y por el enorme tamaño de su caparazón, Loom fue capaz de aterrizar sobre ella.


—Yo... —Testa levantó su cabeza y con sus ojos zafiro miro al alfa pelirrojo y lanzó un sonido parecido al de un renacuajo cuando se acercó a Alma.


—Testa también dice que nos abandonaste, y como castigo debes dar un paseo con nosotros —Alma intentó inútilmente ocultar un ligero rubor y las mejillas infladas por el puchero infantil, produciendo una sonrisa creciente en su amigo.


—Yo no tenía planead...


—El que dijo que era nuestro amigo se fue y nos dejó en medio de un ciclo solar preguntándonos qué hicimos mal. ¿Verdad, Tes? —interrumpió Alma, hablando suavemente a Testa. Se puso de pie y con un salto grácil se subió a la cabeza de la tortuga que emitió un gemido bajo y lagrimeó como si entendiera las palabras del peliazul.


—Ya, ya... entendí la indirecta. Perdón... —contestó trémulo sin conseguir respuesta del ojiazul.


—Si no hubiera un inocente polisón, hundiríamos a ese tonto alfa aquí mismo... ¿Verdad, Tes? —dijo, refiriéndose al grifo como excusa. La tortuga emite otro sonido e hizo vibrar su caparazón, creando ondas en el agua.


Eso tomó desprevenido a Alma, que no tenía un buen soporte en sus pies haciendo que perdiera el equilibrio. Antes de caer al agua, el brazo de su inocencia fue sujetado por la mano de Lavi.


Sus ojos zafiro vieron la mirada esmeralda de Lavi preocuparse por un instante.


—¿Estas bien? —Lavi pregunta al ayudar a Alma a subirse sobre el caparazón.


—Sí, estoy bien... Gracias por ayudarme.


Hubo un incómodo silencio cuando se sentaron uno al lado del otro viendo como Testa nadaba sobre las aguas turquesa del arrecife más alejado. Todo este tiempo Alma trató de no desanimarse.


Ellos se fueron tan rápido que no le quedó tiempo de correr al puerto a despedirse. Recordó que pasó noches enteras llorando sin consuelo.


Ni una carta, ni una visita, ni un regalo. Sabiendo quien Lavi es, podía ser entendible, pero muy en el fondo no podía evitar sentirse olvidado. Sobretodo cuando luego de haber aceptado su partida y haber conseguido nuevos amigos como Lenalee o Daisya, ocurrió aquel trágico evento que lo marcó para siempre.


—Bueno... éramos niños, era normal sobrevalorar las cosas en ese entonces —Alma rompió el silencio. Lavi lo miraba analizando lo que pasaba por su mente sin tener pistas— No estoy molesto contigo, pero recibir al menos una carta no hubiera estado de más.


Sintió una mano posarse en su cabeza. Los zafiros vieron la mirada esmeralda y los labios de Lavi tornarse en una sonrisa cálida, haciendo que un doloroso latido resonara en su pecho y el rubor nuevamente se le subiera al rostro, agradeciendo los destellos rojizos de la obsidiana que no lo hicieron notable.


—Estoy de vuelta, lamento la demora, Alma —Lavi sonrió, esta era una sonrisa sincera.


Alma relajó los hombros y dejó que Lavi revolviera su cabello hasta alborotarlo un poco.


—Bien-bienvenido a casa, Lavi... —contestó en un hilo de voz y ladeando la cabeza cuando escucho la risa de Lavi, incapaz de sostener la mirada.


┈━┈━┈━ •● ✥ ●• ━┈━┈━┈


Hola hola, minna-san.

V-hiatuslocos-chan resurgió de las cenizas como un fénix... y hablando de fénix(?)

Tenía planeado añadir un par de escenas más que involucraban a los Noah y ciertos personajes... pero me extendí un poco con algunas cosas y considero que 9000 palabras para una actualización son más que suficientes, así que decidí mover las otras escenas para el próximo capítulo.

Por cierto, estuve leyendo las teorías que me escribieron en el capítulo anterior sobre qué pudo haber sucedido con la madre de Kanda y Alma y también qué ocurrió con la anterior pareja de Kanda. Me alegra saber que algunos tienen más o menos la idea de lo que pasó, pero cuando esa parte del pasado sea revelada, habrán muchas cosas que puede que los sorprendan(?)

¿Qué tal la han pasado en la cuarentena? En realidad espero de todo corazón que tengan lo necesario para sobrellevar la calamidad que está afectándonos a todos. Yo pues en estos momentos estoy en la modalidad de Home Office, así que no he podido disfrutar de mucho tiempo libre, pero aun así logré avanzar poquito a poco hasta terminar este capítulo que espero sea una buena compensación por la larga espera.

Por si alguno de ustedes también está al día con mi otro fic Jikan no Breaker, les aviso que publiqué un nuevo capítulo, por si no les cayó la notificación siéntanse libres de ir y buscarlo en mi perfil (el cap viene con una pequeña sorpresita tho, así que corran a leer).

Tengo la alegría y honor de presentarles la nueva portada de Lemuria. Fue el resultado de una comisión hecha por moyashisa16 -Yukariet Art-... MIL GRACIAS POR TAN BELLA OBRA DE ARTE, HISAAAAAAA!!!! Te lo dije una y otra vez, pero nunca me cansaré de agradecerte y admirar tus dibujos y fanarts. Los adoro.

Les recomiendo encarecidamente que sigan su página de Facebook (pueden buscarla como Yukariet Art), porque ahí postea la mayoría de comisiones, dibujos y fanarts de DGM y otros fandoms.

Dejo también el enlace por si tienen problemas para encontrarla: https://www.facebook.com/Yukariet/

Supongo que no era difícil adivinar que Leverrier tuvo algo que ver con la caída de la antigua capital de Lemuria, pero también aclaro que él no es el único traidor en el reino y único responsable de todo lo acontecido en los flashbacks.

Los Cuervos no sirven al Conde, pero gran parte de ellos son controlados por Leverrier a ser un miembro de alto rango de la Rama Norte y del culto de adoración a Gea.

Testa está basado en la tortuga de la mitología hinduista que carga en su caparazón al mundo (A'Tuin). Su nombre en el fic viene de una de mis tortugas mascota que tristemente murió hace un par de meses. Como dato curioso, tengo -actualmente- dos tortugas semiacuaticas dragón de la especie Ornate Wood, sus nombres son Sheldon y Julie y viven conmigo desde hace 8 años.

Quiero dar una mención especial a @LotusCrownH por haberme ayudado con la escena de Testa y aportado ideas. Mil gracias, linda. Te extraño un montón y espero puedas leer esto.

Las preguntas preguntonas no pueden faltar en cada actualización:

¿Les gustó el capítulo?

¿Tienen más teorías sobre el pasado de Kanda y Alma? Vamos, no sean tímidos y comenten aunque sea una idea superficial que tengan al respecto. Me encanta leer sus teorías.

¿Cuál fue su escena favorita?

¿Predicciones para el próximo capítulo?

。*゚*(^ᴗ^)*゚*。

Los dejo con un Bye Bye Dango... y nos leemos (espero) en unos cuantos días ^^

レムーリャ By: Varela D. Campbell ウァレラ・デェー・キァンベル。

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top