Inside a lie
Ocho
<<Inside a lie>>
Anteriormente
"—¿Aún la extrañas?... —pregunta con cautela. Notó que el alfa tensó su mandíbula y se puso de pie, dándole la espalda.
Ella sabía la respuesta. Se acercó de nuevo y quiso poner la mano en su hombro para brindarle apoyo, pero Kanda se alejó de su toque. Se volteo y la vio con unos ojos fríos y sin brillo— Ese no es tu asunto... Quiero estar solo, ¿acaso no entiendes eso? ¡VETE DE AQUÍ! —gritó de nuevo, esta vez usando su voz de alfa.
Lenalee tembló ante su voz. Como omega era aún más susceptible y siendo Kanda un alfa de alta categoría, hizo que cayera de rodillas agachando su rostro ante la presión.
Kanda abrió los ojos y finalmente recuperaron su brillo. Sin embargo, ya era demasiado tarde para retractar sus acciones. Chasqueó su lengua y se alejó para darle espacio cuando sintió el miedo mezclado en su aroma.
Lenalee no podía negarse a la orden hecha con la voz. Con los ojos llorosos y las piernas temblorosas se puso de pie buscando alejarse. Pero antes de saltar al agua y regresar al palacio, juntó la valentía suficiente para poder hablar sin el nudo en su garganta.
—Yo aún la extraño, Kanda. Pero con el tiempo aprendí algo, debemos seguir adelante pese a las cicatrices que cargamos en nuestro corazón... Estoy segura que ella hubiera querido que fueras feliz, aun si ya no está a tu lado —sentía el llanto a punto de nublar su mirada llena de tristeza. Saltó al agua para buscar a su hipocampo, dejando al azabache finalmente solo en la cueva fría y desolada.
Kanda notó algo cálido bajando por su mejilla y llevó la mano a su cara, tocando la humedad de una lágrima que se escapó sin permiso de sus ojos."
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—Eso fue lo que pasó. En realidad, no tenía otra elección —Allen le explica a Lavi, incorporándose tras derribar a un enorme esbirro y partirlo en dos con su espada.
—No le des más vueltas al asunto entonces ¿Qué puede salir mal? Atlántida nos enviará su ayuda... Aunque no dejo de pensar que el consejo trama algo —pensó en voz alta, con una sonrisa escueta. Se acercó a Allen para revolver sus cabellos y de pronto lo empujó mientras su martillo pasaba sobre él para destrozar a un akuma que quería atacarlos por la espalda.
Habían sido enviados para controlar a los esbirros que devoraban el famélico ganado del pueblo de Saltmites a las afueras de Cuargeo. El lugar está lleno de exiliados de la capital y esclavos omegas.
Una docena de bestias se aproximaban con la obvia intención de asesinarlos. El par de guerreros sagrados estaba rodeado; Allen aún podía dar pelea, pero Lavi comenzaba a exhalar exhausto debido al calor del desierto. Sus uniformes forrados con varias capas de tela para protegerlos del sol tampoco ayudan en mucho, concentrando el calor en su cuerpo.
—Cross me dijo algo parecido. También sospecha que Leverrier trama algo —respondió pensativo, antes de lanzar un nuevo ataque para descargar su frustración.
Los akumas y esbirros que los habían acorralado en la base de una duna se lanzaron en picada. Allen se separó un poco de su compañero para liberar más poder de su inocencia. Se movió en círculos y su espada comenzó a rebanar a los que estaban cerca, como si de una danza macabra se tratara.
Con ello logró hacer una abertura que usaron para escapar de los proyectiles de los akumas. La pelea de nuevo se acercó al pequeño pueblo que protegían, aunque la mayoría de sus casas ya estaban carbonizadas y convertidas en escombros.
La grotesca mano de un esbirro se afirmó en el tobillo de Allen, tomándolo por sorpresa. El monstruo lo lanzó varios metros haciéndolo impactar y destruir a su paso la pared de piedra de una muralla.
—¡Allen! —gritó Lavi, viendo en dirección a la nube de polvo que envolvía al omega. Su oído pronto captó los gruñidos de otra horda de esbirros que recién ingresaban a la zona.
"Mierda... ¿Acaso crecen de la arena?" pensó el ojiverde, apretando sus dientes y poniendo en posición su martillo listo para defender a Allen.
—Crown Belt —gritó el omega, haciendo que una capa blanca brillante cubriera su espalda. La sangre de una herida no tan profunda y su labio partido bañó la mitad de su cara. Maldijo en voz baja la llegada de más bestias, viendo que Lavi le daba pelea a dos akumas al mismo tiempo.
—Necesito refuerzos por aquí —se dirigió al albino, sin despegar la vista de los akumas— Podemos dejar la conversación para después. ¡Aún tenemos un par de akumas que destrozar!
Se juntaron ambos espalda con espalda. Lavi finalmente mostró una sonrisa dentada y mientras Allen bloqueaba los ataques con su espada, llevó su martillo al suelo para crear una ráfaga de viento y arena succionando y lanzando lejos a un akuma que intentaba romper la barrera del buscador que protegía el fragmento de inocencia en sus brazos y a unos cuantos aldeanos dentro de esta. El buscador beta estaba nervioso al ser el blanco de los monstruos pero no dejaba de recitar oraciones a Gea que mantenían el talismán de la barrera activa.
Los minutos se convirtieron en una hora de lucha encarnizada. Lavi ya había sobrepasado su límite y Allen no estaba en mejor condición. Por fortuna habían acabado con casi todos los monstruos, akumas y esbirros a excepción de tres akumas que habían hecho bastante daño a la barrera y el talismán.
No esperaban toparse con un fragmento de inocencia en Saltmites ya que estaba en hibernación bajo la arena sin ser detectada antes, siendo activada por mera casualidad con la presencia de los guerreros sagrados.
Corriendo en zigzag en un rápido movimiento Allen fue el primero en llegar hasta el buscador. Uno de los akumas retenía a Lavi quien usaba su martillo como escudo sin darse cuenta que los otros dos estaban por combinar un ataque en dirección a la barrera.
—¡Es imposible! Si atacan al mismo tiempo, no lo soportará —gritaron aterrados los que se encontraban dentro.
Allen mordió su labio sintiendo el sabor metálico de la sangre, buscando desesperado un plan.
Sus ojos grises se abrieron como platos al pensar en una arriesgada idea. Su espada regresó a su forma original en el brazo y con su otra mano en los labios hizo un silbido agudo, llamando la atención de Lavi. El pelirrojo entendió de inmediato lo que estaba tramando.
—Gozu, dame la inocencia —ordenó al buscador bajo su mirada de asombro.
—¿Está seguro, señor Walker? —pregunta incrédulo.
—Si. Tan pronto desactives la barrera, busquen refugio —explicó apurado, pues no les quedaba más tiempo.
El buscador hizo caso; la barrera se rompió en pedazos como un cristal y Allen tomó la inocencia, escondiéndola dentro de su uniforme. Fue la distracción suficiente para que los akumas detuvieran su ataque combinado al ver la típica luz verde emanada por la inocencia en las manos del guerrero sagrado mientras se alejaba.
Lavi también silbó al aire, evadiendo un fuerte golpe del akuma que se incrustó en el metal de un granero.
En cuestión de segundos, los refuerzos hicieron aparición. Un par de grifos rugieron y sus sombras se proyectaron desde el cielo. Timcampy fue el primero en bajar y tomar con sus patas a Allen, Lavi saltó a la montura de su grifo llamado Loom y luego empezaron a maniobrar de forma evasiva, llevando su pelea al aire.
—¡Yo los destruiré!... tú debes regresar y proteger la inocencia —gritó para que el omega lo escuchara ya que el ruido de las explosiones y balas de energía oscura le dificultaron acercarse al grifo dorado y su dueño.
— No me iré. Es nuestra única oportunidad de acabar con ellos. No podrás solo, Lavi —respondió y en sus ojos se veía la determinación de protegerlos a todos.
—Esper-... —Lavi no pudo reclamarle porque Tim dio un giro pronunciado hacia los akumas. Parecía que iba a colisionar con ellos.
Timcampy rugía con ira y Allen miró fijamente a los akumas. Tenía que poner su fuerza restante un un poderoso ataque o estarían acabados. No tenía lesiones graves, pero bastarían para dejar fuera de combate a una persona normal.
Usó la habilidad de su inocencia llamada "Cross Grave" para inmovilizar a dos akumas. Los gritos de advertencia de Lavi ya no llegaban a sus oídos, no había vuelta atrás.
Allen tomó impulso desde la montura de su grifo, esquivando por muy poco un proyectil dirigido a su cabeza y activó su espada nuevamente. Se lanzó hasta los akumas en medio de un grito de furia, cayendo con gracia y potencia.
—¡EDGE END! —gritó a todo pulmón, rebanando justo en la mitad a un akuma y chocando de lleno con el segundo. Una gran explosión se dio y luego dos enormes objetos y uno más pequeño impactaron en la arena.
Una espesa nube de humo y arena bloqueaba la vista del único ojo de Lavi. El akuma restante aprovechó la abertura en su defensa y se abalanzó sobre él provocando que empezaran a caer. Lavi estiró su martillo haciendo que el mango se anclara en la arena y se separara de su grifo para que no sufriera daños.
Una vez en la seguridad del suelo activó su sello de fuego que desintegró finalmente al tercer akuma.
Estaba terriblemente debilitado por la insolación y el calor, usando su martillo como apoyo para no ceder al agotamiento. Para su suerte, ambos grifos bajaron y Loom se acercó para brindarle soporte.
Llegaron hasta el cráter producido por Allen y los akumas al caer. La preocupación de Lavi era evidente, pues no había rastro del albino en ninguna parte además de los cuerpos de los akumas que empezaban a desintegrarse.
De pronto el sonido de alguien tosiendo captó su atención, girando su rostro se dio cuenta que Timcampy rascaba la arena para desenterrar a Allen.
—¡Estás loco! Por un momento pensé que habías muerto —lo regañó, aunque su voz sonaba más aliviada que molesta.
—No fue la mejor idea que he tenido... pero funcionó —exclamó el menor afinando sus sentidos y escupiendo la arena que había tragado. Quedó cubierto por completo luego de perder la conciencia con su último ataque.
Lavi soltó un suspiro y comenzó a reír, burlándose por cómo había terminado con arena hasta en su cabello. Allen bufó en respuesta viéndole con un gracioso puchero y el ceño fruncido, cediendo ante la contagiosa risa de Lavi. Se subieron a sus grifos y regresaron al pueblo para cerciorarse que no quedaban más akumas o esbirros.
El lugar estaba en ruinas, muy pocas viviendas seguían intactas pero en precarias condiciones. El resto era una montaña de escombros calcinados con el suelo ennegrecido por la maldición de Erebo. No había ruido más allá del fuego de incendios menores y el aleteo de los grifos aterrizando.
Con su ojo izquierdo, Allen es capaz de detectar la energía oscura de los akumas. Descartó de inmediato su presencia en el lugar, concluyendo que habían acabado con todos ellos.
—Está despejado —confirmó con un gesto afirmativo. Los habitantes betas y unos cuantos omegas comenzaron a asomarse aún con miedo, algunos tenían heridas leves pero milagrosamente no hubieron fallecidos. Se quedó estático y con la mirada ensombrecida, ya que siempre que presencia la destrucción producida por el fuego, los recuerdos de su pasado lo atacan. Sacudió la cabeza para aminorar sus emociones y se bajó de la montura de Tim.
Lavi buscó la sombra de un techo de madera agujereado por las balas y recargó su hombro en la pared, vaciando el contenido de una cantimplora con agua sobre su cabeza.
—¡Señor Bookman!... ¡Señor Walker! —el buscador se acercó de prisa hacia ellos, traía unas vendas sobre su brazo y la cabeza.
—Sellaré la inocencia con los talismanes restantes para que no la puedan rastrear más akumas —explicó el beta mientras que Allen la colocaba con cuidado en una bolsa de tela.
—Fue heroico de tu parte activar la barrera donde estaban los demás —felicita el albino.
—Los protegiste muy bien, Gozu —añade Lavi. El buscador sonrió apenado.
—A-Al contrario. Sin ustedes aquí, todos estaríamos muertos ahora. Nos han salvado —reconoció el hombre haciendo una reverencia— Será mejor que se acerquen al hospital improvisado que instalaron. Tienen que atender sus heridas.
—No hay tiempo para eso. Hay que regresar rápido a la Rama... —Allen buscó una excusa y la encontró cuando su estómago comenzó a gruñir pidiendo comida. Aquello llamó la atención del buscador y Lavi, quien comenzó a reír.
—Nada como comer a montones después de volar en un grifo suicida y casi morir por akumas —se burla un poco y luego se acerca para darle un leve golpe en el hombro. Allen se quejó pero al final sonrió resignado y fue convencido de tratar sus heridas primero antes de partir a Cuargeo.
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Desafortunadamente, había otro motivo por el cual no quería quedarse más tiempo ahí. Nunca podría acostumbrarse a las miradas despectivas y las palabras hirientes de las personas que lo reconocen por ser el príncipe o por ser un omega, y vaya que sus rasgos únicos lo hacen fácil de reconocer aun con la capucha puesta para ocultar su cabello.
Cada misión termina con el mismo resultado, pero más allá de la hostilidad de las personas, siempre afectan su estabilidad emocional en menor o mayor medida.
Caminó con cautela entre las sábanas y costales viejos que servían como camas improvisadas en una bodega semidestruida. Desvió sus ojos con una mueca de tristeza al ver a una pequeña niña, quizás la única infante, a la que le estaban poniendo una tablilla en su pierna.
La menor de ojos oscuros no desprendía su mirada de él.
¿Curiosidad? ¿Miedo? No estaba del todo seguro en medio de ese lugar que a pesar de ser grande, le daba la sensación que se reducía y se volvía más pequeño.
Gozu les explicó que eran los primeros guerreros sagrados en llegar a Saltmites desde que se fundó la nueva capital en Cuargeo. Tal parece que las pocas visitas son de soldados del reino resguardando a quienes colectan los impuestos; los únicos que acechan el lugar como buitres esperando que el ganado muera para devorar sus huesos.
—Miren... es el "príncipe" —murmuró una de las personas al reconocer la cicatriz en su rostro. Allen acomodó un poco su capucha al verse descubierto y buscó el lugar más alejado, apoyándose en una mesa con utensilios y gasas de curación.
De nuevo más miradas no deseadas lo analizaban con una variedad de emociones, algunos curiosos como la niña, otros con reproche, odio y envidia. Lavi estaba en el extremo opuesto mientras se vendaba el brazo, sin percatarse de la hostilidad en el ambiente.
—Atenderé sus heridas, joven. Retire su capa —escuchó de pronto la voz ronca de una mujer mayor, haciéndolo respingar por no darse cuenta de su presencia.
—D-De acuerdo... —respondió titubeante y un poco renuente a quitarse la capa frente a quienes lo miraban. Pero la cara de fastidio de la mujer más la insistencia lo obligó a hacer caso.
Se quitó la capa y su chaleco con el emblema de la Rama, dejando únicamente una ajustada camisa sin mangas pegada a su torso. Los hombros y su piel blanquecina estaban marcados por cortes, sangre seca y unos moretones pequeños, también destacaba bastante el tono carmín de su brazo izquierdo y el brillo de la inocencia en el dorso de la mano.
La menor fue cargada en los brazos de su madre, una mujer bastante delgada y con ojeras visibles en su rostro.
—Mami, mira... es un guerrero sagrado, pero es un omega... —lo señaló, identificado su aroma— ¿Por qué no tiene un collar?
Aquel comentario despertó más críticas y miradas resentidas, haciéndolo sentirse culpable. Acababan de exterminar a todos los akumas y esbirros, pero con excepción de aquella niña, el resto pareció olvidar quien los salvó.
—Un omega no debería ser un guerrero sagrado —hablo un hombre con ropa harapienta y apariencia de vagabundo— Tal parece que Gea tiene preferencias, porque el mocoso nació en una cuna de oro...
—¡El príncipe es un hipócrita! —exclamó otra mujer con rencor en sus ojos, al ser una esclava omega— Mírenlo ahí, no tiene valor de vernos a la cara porque se irá a su lujoso palacio y nos dejará aquí muriendo de hambre y sin un techo para protegernos de la arena de este maldito desierto.
Quejas y reclamos se hicieron más fuertes entre los heridos.
—Lo único que hacen por nosotros los marginados es llegar a tiempo para la recolección de impuestos... ¿Y luego qué? ¡Nos dejan a la suerte para servir como carnada de akumas! —gritó un hombre de apariencia más robusta. Tomó una piedra y la lanzó hacia Allen.
La piedra pasó muy cerca de su rostro. Cuando impactó en la pared, el eco finalmente captó la atención del buscador quien de inmediato alertó a Lavi.
Allen no se movió, tampoco hizo algún gesto, permaneció con la cabeza baja y ocultando los ojos tras el flequillo. Apretó con fuerza las manos en puño hasta que sus nudillos se tornaron blancos.
Después de todo ellos decían la verdad... aún era incapaz de salvarlos de la miseria en la que viven.
¿Cuándo tendría el poder y los recursos para ayudar a su pueblo? ¿Cuándo acabaría la guerra?, se preguntaba.
Si había una diosa a la cual rezar... ¿Por qué no respondía las plegarias?
—¡Que otra prueba quieren de que Gea nos ha olvidado! Nos ha condenado a todos a morir a manos del Conde. Si el rey Mana estuviera vivo, no estaríamos pasando por esta miseria —exclamó otro, secundado por todos aquellos que frustrados y molestos buscaban excusar sus penurias y culpar a alguien por su miserable situación.
"Basta"
—Eres peor que la basura... ¡Tu lugar está con los esclavos, no la realeza!
"No los escuches, Allen"
—Apuesto a que tiene una legión de esclavos y omegas en su inmenso palacio. Vaya ironía.
"Eso es mentira..."
—Solo sirve de algo por ser un guerrero sagrado.
"Lo lamento. Es la única forma en la que puedo ayudarlos en este momento..."
—Debió morir junto con la sucia omega de su madr-...
—¡YA BASTA! —Lavi usó su voz de alfa, harto de escuchar sus insultos. Todos se estremecieron ante su presencia, siendo el único alfa en el pueblo. La ira brotaba de su interior y como buen Bookman trataba de controlar sus emociones, pero los instintos alfa-omega eran más difíciles de detener.
La mirada de Allen por fin chocó con el ojo esmeralda; también se había visto afectado por su voz, sintiendo un ligero temblor en el cuerpo y encogiéndose incómodo cuando Lavi se acercó para tomar la capa que se había quitado, poniéndosela en la espalda para cubrirlo. El ojigris podía notar en su aroma que estaba molesto y a pesar que tenía peores golpes que él, seguía viéndose imponente.
Muy pocas veces había visto ese lado de Lavi debido a su personalidad lúdica. Al ser un alfa con un alto estatus dentro del clan Bookman y nieto del actual líder, su voz era bastante formidable en comparación a la de otros.
—¿P-Por qué def-defiendes al príncipe? —preguntó uno de los que hacía un momento insultaban a Allen, siendo aquel que lanzó la piedra— Tú eres un Bookman alfa y guerrero sagrado con la vida hecha en Cuargeo. Él es una deshonra para la familia real.
—Me parece que aun no les quedó claro que no toleraré sus comentarios —contestó el ojiverde, con la mirada seria— No tienes derecho a reprocharnos cuando hemos arriesgado nuestros cuellos al salvarles a todos la vida. Yo no estoy aquí como Bookman y él no está aquí como un príncipe. ¡Entiende eso!
Aquel hombre no hizo más que retroceder con su semblante molesto. Esta vez Lavi se dirigió a los demás.
—Todos estamos pasando por una crisis, Cuargeo también y Allen no es la excepción. Él se está sacrificando y luchando a su manera por el bien de su reino, ¿pero qué le dan a cambio? ¿El desprecio sólo por ser un omega? —dijo con decepción.
Una delicada mano se posó en su hombro para detenerlo. Vio de soslayo que Allen ya estaba vestido nuevamente; en sus ojos plateados miró agradecimiento a pesar de no haber dicho nada.
Lanzando un suspiro frustrado, Lavi pasó la mano por su cabello pelirrojo. Era tiempo de irse, primero porque debían llevar la inocencia recuperada hasta la Rama, y segundo porque su presencia tras usar la voz empezaba a marear a los heridos que se encontraban aún más débiles.
El viaje de regreso se sentía cansado y largo a pesar de estar a sólo unas horas de la Rama Norte.
No hubieron más palabras, ni bromas, ni conversaciones de por medio. Allen miraba el atardecer encandilado del ciclo menor, pero sus manos aún temblaban sosteniendo las riendas de su grifo. Tim gruñó y elevó su cabeza para distraerlo de sus pensamientos.
El ojigris le dedicó una pequeña sonrisa y acarició las plumas doradas de su cuello, sintiendo el cálido viento del desierto golpear su rostro. Todavía tenía que superar muchas inseguridades, y ahora más que nunca estaba decidido a luchar con sus demonios internos.
Su madre tenía razón, no hay otra elección, tiene un deber que cumplir y ese es el convertirse en el rey de Lemuria.
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Dentro de una ostentosa estancia, dos personas confabulan y discuten un malicioso plan para tomar el reino a la fuerza.
Leverrier tenía las manos entrelazadas y una sonrisa que ocultaba sus verdaderas intenciones. Al otro lado de la mesa, un aliado de alto rango en la Rama bebía vino rojo y se acomodaba en la silla de piel; un hombre viejo de baja estatura y corpulento, con cabello negro y un monóculo en su ojo.
—¿Hiciste lo que te pedí? —preguntó Leverrier.
—Así es, el informe ya está listo. Link se lo dará a Cross en las próximas horas —responde con una sonrisa cómplice. Leverrier sacó de la gaveta una caja que contenía varios lingotes de oro como pago. El ambicioso beta de cabello negro relamia sus labios al ver el reluciente brillo del metal precioso.
—El general Marian y el príncipe cayeron sin problemas, y con los detalles modificados del informe, tendremos la victoria asegurada —el alfa añade con malicia, poniéndose de pie para contemplar la vista al jardín desde la ventana.
—Deberíamos enviar también a Bookman y su nieto junto con el príncipe. Mientras más lejos estén los aliados del general mejor —pensó en voz alta y volteó su rostro expectante. Leverrier seguía de espaldas a él— El lamesuelas de Cross es más listo de lo que parece.
—De eso me encargaré luego. Pero más importante aún... cuando el reino esté en mis manos tendrás la otra mitad de tu pago. ¡Serás nombrado virrey y vivirás como el nuevo gobernador de Didierite! —añadió y el mayor sonrió triunfal, imaginando los recursos que tendría al alcance de sus asquerosas manos, sin reparo en las manos del alfa sobre sus hombros.
Una sensación de desconfianza llegó a la cabeza de aquel hombre gordo. Se puso de pie inmediatamente, tomando algo de distancia de su patrocinador e intentando que no se notara que estaba tenso.
Malcom comenzó a reír sin motivo aparente, su mirada se ensombreció y el pelinegro sintió el sudor de su frente bajando por la piel.
—No estás pensando en quedarte con todo el botín, ¿o si?
El más alto finge consternación— ¿Yo?... ¿Por qué querría traicionarte, mi viejo amigo? —se llevó la mano al pecho con cara de incredulidad.
—¿De qué hablas? Tu eres la persona más ambiciosa y traicionera que he conocido. No busques problemas, Malcom, no mientras sepa tus secretos —amenazó en un último intento de salvar su pellejo, dándose cuenta que cayó en una trampa al ver que tenía bloqueada la única puerta de salida. Leverrier parecía no verse perturbado en lo más mínimo.
—Tienes razón, tú ganas... —dijo y el viejo hombre suspiró aliviado— No hay que perder una buena relación de negocios por algo tan trivial —pero sus acciones decían todo lo contrario, acercándose cada vez más. El pelinegro retrocedió hasta que su espalda chocó con la pared.
—Sin embargo, no puedo permitir que mis planes salgan a la luz antes de lo previsto... —se agacho un poco hasta llegar a la altura del beta y mirarlo a la cara; sus ojos se abrieron, enrojecidos por la locura.
Sacó una daga que tenía escondida en su sherwani y cortó el cuello de aquel hombre en un movimiento rápido de su mano. Fue un corte limpio que de inmediato se abrió y lanzó chorros de sangre de forma violenta.
Su víctima no pudo más que llevarse las manos al cuello en un intento inutil de detener la hemorragia, cayendo de rodillas. La sangre manchó la cara del alfa y también escurrió hasta la alfombra.
Leverrier se regocijaba con el dolor ajeno. Una mueca retorcida cubrió sus labios cuando el viejo dejó de respirar y quedó inerte, con una mano estirada hacia su dirección. Se agachó y puso la daga en su mano, moviendo el brazo de tal forma que pareciera un suicidio.
—La próxima vez cuida mejor tus palabras, aunque no creo habrá una próxima para ti... No es nada personal —musita con desdén y soberbia.
Su plan nunca incluyó a alguien más que él mismo desde el principio.
Ser un clérigo de la Rama Norte era su fachada principal. Su verdadero ser era vil y manipulador, moviendo los hilos desde las sombras con el único objetivo de convertirse en el rey de Lemuria.
Su familia siempre tuvo en mente llegar al poder, pero a pesar de los múltiples intentos a lo largo de los siglos, ofreciendo a las mujeres y omegas mas hermosas de su clan como candidatas a esposas, jamás los tomaron en cuenta.
Leverrier fue criado para engendrar a una hija omega capaz de comprometerse con el principe, pero con el inesperado giro de eventos relacionados con Allen y tambien el no haber podido engendrar hijos, la ambición del alfa crecio más y más hasta el punto de hacer tratos y negocios en el mercado negro y otros grupos con intenciones oscuras a cambio del poder absoluto.
Sus tácticas habían funcionado bien hasta ahora, ya solo faltaban los arreglos finales y su plan estaría completo dentro de muy poco...
Mientras tanto debía mantenerse libre de sospechas. Su rostro retorcido por la ambición y la locura se volvió una mueca de pánico y se puso de rodillas para sostener en sus brazos el cuerpo.
—¡AYUDA! —gritó afligido, alertando a sus guardias personales y a cierta persona que también acompañaba al fallecido clérigo beta— ¡Necesitamos un médico de inmediato!
Link fue el primero en entrar sólo para encontrarse con la macabra escena— ¡Por Gea!... Señor Leverrier, ¿qué sucedió? —preguntó mientras tomaba con sus dedos los signos vitales del hombre.
—Confesó que era un espía del clan Noah y quiso sobornarme con oro para comprar mi silencio —mintió, y pese a que ni él mismo creía en su mentira, pareció ser suficiente para consternar a Link— Cuando le dije que iba a reportarlo decidió... quitarse la vida. Yo traté de salvarlo, pero no lo logré a tiempo.
Los guardias no tardaron en llegar y la conmoción se hizo aún más grande. Leverrier sonrió en sus adentros; tanto Link como los guardias eran betas y nadie dudó de la veracidad de sus palabras, a pesar que su aroma como alfa denotaba exitación e ira.
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Ya de vuelta en el palacio, Allen estaba recostado sobre el césped dentro de su jardín privado. Suspiró para calmar sus nervios, pero no podía conciliar el sueño de ese día.
Los rayos del sol apenas si daban la sensación de calor sobre su piel al estar en el punto más bajo del ciclo solar menor; la mayoría dentro del palacio debía estar durmiendo sin notar su ausencia.
Su ansiedad se debía a que este podría ser uno de sus últimos momentos en Cuargeo antes de partir a tierras desconocidas, por lo que iba a atesorar cada sensación y aroma de Lemuria.
Llevó sus manos al cielo, queriendo alcanzar algo todavía imposible para él. Luego desvió su vista al brillo emanado del cristal de inocencia incrustado en su mano izquierda. Por un momento juró sentir la tibieza de las manos de sus padres sobre las suyas, como solían hacer cuando era un cachorro.
La expresión más pura de su afligida alma se convirtió en una sola lágrima, tan brillante como un diamante y tan solitaria como el corazón de su dueño en ese instante.
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Traducción del título: <<Dentro de una mentira>>
Esclavos: Además del menosprecio que sufren los omegas, después de que Mana falleció proliferó la esclavización para varios fines, de explotación sexual, para trabajos domésticos o manuales (el último más que todo en esclavos betas).
Algunos miembros del consejo y mercantes adinerados de Lemuria copiaron técnicas atlantes (ya que los esclavos están permitidos en Atlántida), para conseguir mano de obra barata.
Se supone que es ilegal en Lemuria, pero los que manejan el poder sobornan a los clérigos o son los mismos miembros del consejo, por lo que hacen la vista gorda para beneficio propio.
*Aclaro que en el palacio donde vive Allen, la servidumbre no es esclava. La mayoría viven adentro (como Jerry y Miranda) y son libres de salir cuando quieran.
Collar para omegas: A diferencia de Atlántida, en Lemuria sólo los esclavos omegas usan un collar, que es por lo general hecho con cuero o metal para que no sean marcados a la fuerza. Los dueños de estos esclavos incluyen su nombre o sello personal en los collares para identificar a quién pertenecen. (La niña se sorprendió al ver que Allen no tenía un collar porque ella nunca había visto a un omega libre *cries in Spanish)
Esbirros: Si mal no recuerdo lo había mencionado antes, pero vuelvo a aclarar que los esbirros si pueden sucumbir con armas normales. En cambio, los akumas solo pueden ser destruidos con inocencia como en la serie. Son bestias de apariencia humanoide sin inteligencia y del tamaño de un adulto intraterrestre. No cambian de forma como los akumas y tampoco pueden proyectar energía oscura, solo usan la fuerza de sus brazos y mandíbulas para asesinar a sus presas.
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Los dejo con un Bye Bye Dango...
レムーリャ By: Varela D. Campbell ウァレラ・デェー・キァンベル。
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