Dancing Fire

Diecisiete


<<Dancing Fire>>


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"Ni una carta, ni una visita, ni un regalo. Sabiendo quien Lavi es, podía ser entendible, pero muy en el fondo no podía evitar sentirse olvidado. Sobretodo cuando luego de haber aceptado su partida y haber conseguido nuevos amigos como Lenalee o Daisya, ocurrió aquel trágico evento que lo marcó para siempre.

—Bueno... éramos niños, era normal sobrevalorar las cosas en ese entonces —Alma rompió el silencio. Lavi lo miraba analizando lo que pasaba por su mente sin tener pistas— No estoy molesto contigo, pero recibir al menos una carta no hubiera estado de más.

Sintió una mano posarse en su cabeza. Los zafiros vieron la mirada esmeralda y los labios de Lavi tornarse en una sonrisa cálida, haciendo que un doloroso latido resonara en su pecho y el rubor nuevamente se le subiera al rostro, agradeciendo los destellos rojizos de la obsidiana que no lo hicieron notable.

—Estoy de vuelta, lamento la demora, Alma —Lavi sonrió, esta era una sonrisa sincera.

Alma relajó los hombros y dejó que Lavi revolviera su cabello hasta alborotarlo un poco.

—Bien-bienvenido a casa, Lavi... —contestó en un hilo de voz y ladeando la cabeza cuando escucho la risa de Lavi, incapaz de sostener la mirada."


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Tiedoll y Bookman finalmente llegaron a la base del clan de los Bookman. El lugar estaba cerca de Pragas y dentro de la ciudadela de la clase más alta de la capital; una fortaleza protegida por una muralla cubierta de hiedras acuáticas altamente venenosas y potentes talismanes para disuadir a intrusos y akumas. Debía estar muy protegida, ya que en su interior guardaban una cantidad impensable de escritos, artefactos y documentos históricos de Lemuria y Atlántida.


Al abrirse la entrada a la edificación, el emblema del clan se proyectaba en una enorme fuente con colores cambiantes que se abría paso mientras caminaban al recinto. Dentro del lugar, un sistema avanzado de polines y elevadores los hizo descender hasta lo profundo de la base rocosa de los cimientos y luego de avanzar automáticamente por un laberíntico corredor. Los Bookman que resguardaban la entrada a uno de los salones hicieron una reverencia ante su líder y el rey Atlante.


Bookman dio un paso al frente y pronunció unas palabras en un idioma desconocido. Los hombres asintieron y colocaron las manos sobre la puerta de piedra. Esta tenía símbolos tallados que al contacto con sus manos comenzaron a brillar. La puerta se abrió para dar paso a lo que parecía ser una bóveda repleta de pergaminos y libros antiguos. En el centro del lugar había una elaborada mesa de cristal y dos personas que los nobles conocían muy bien.


—Debe ser algo importante para ordenarnos venir —expresó su inquietud el alfa anciano Zu Mei, líder del clan de Loto, con los brazos sobre la mesa y los dedos entrelazados.


—¿Dónde está Jaeger? —preguntó Tiedoll mientras tomaban asiento.


—Pensé que venía con ustedes —contestó Zu en tono neutro.


—Jaeger es el representante de mi clan en Atlántida, pero yo soy su líder, así que podemos empezar sin él —aclaró Bookman.


—Será mejor que esto no tome mucho tiempo —se escuchó el eco de una voz conocida. Cross tenía las piernas cruzadas sobre la mesa y fumaba tranquilamente. No tenía su armadura militar puesta; vestía una simple Kurta y Sherwani de colores oscuros y traía el cabello amarrado en una media cola. Pero el olor del cigarro no se sentía en el lugar, menos la intimidante presencia del alfa pelirrojo. Su cuerpo era semitransparente y emanaba un brillo escarlata.


Sabiendo que estaba siendo vigilado de cerca por Leverrier y algunos ministros, Cross usó magia avanzada para materializar su mente, ya que su cuerpo físico aún seguía en Lemuria. Un hechizo realmente poderoso, pero de tiempo limitado, sólo así evitaría levantar sospechas entre los eruditos y nobles en Lemuria.


—Iré al grano. Tenemos la sospecha de que hay miembros del clan Noah en la ciudad. Ellos están buscando el oráculo o cualquier pista para dar con el paradero de la forma física de Gea...


—Ese tema no necesita de mi valioso tiempo en la base de los Bookman. La sospecha de que hay al menos un Noah en Atlántida es algo que todo el reino sabe. ¿Por qué no lo reportaron a los guerreros sagrados entonces? —cuestionó el alfa más viejo, interrumpiendo la explicación de Bookman.


—Es porque los necesitamos aquí para abrir los grimorios de Hevlaska —Bookman responde a su pregunta sin rodeos, dejándolo con una expresión de asombro.


—Oh... Esto finalmente se está poniendo interesante —menciona Cross, mostrando una sonrisa socarrona— ¿Y se puede saber con qué motivo planean abrir los grimorios si aún no se han cumplido los últimos diez años?


—¿En serio tenemos que llegar hasta ese extremo? Sabes del peso del poder de Gea acumulado en ese libro —cuestionó el rey atlante.


—Es para proteger el futuro de ambos reinos. Sólo necesitamos mover al oráculo de su localización actual. El Conde no tardará mucho tiempo en encontrarla, con o sin los grimorios... y cuando lo logre, todos estaremos en peligro. Con cada día él se vuelve más fuerte y su ejército aumenta de tamaño bajo nuestras narices —explicó. Aun así, el ambiente seguía tenso al notar reacio al líder del clan de Loto y la duda de Tiedoll.


Hevlaska fue el primer oráculo de Gea escogida por los clanes muchos milenios atrás como la portavoz de la diosa, dictadora de profecías y predicciones de abundancia, calamidad, lluvia o sequía. Solía estar resguardada en lo profundo de la Rama Norte. Sin embargo, al agotarse su energía vital por la edad, decidió crear un libro con todos los conocimientos transferidos por la diosa. El libro está enlazado al oráculo con una magia que es capaz de transcribir las visiones en el mismo instante que son presentadas a la persona, además de guardar magia y espíritus muy poderosos.


Después de Hevlaska, ha habido centenares de oráculos que cumplen con el mismo trabajo hasta fallecer y ser reemplazados bajo la estricta selección que le fue asignada al clan de Loto y el extinto clan Campbell.


Debido a la situación actual, era demasiado riesgoso que el oráculo estuviera en una de las Ramas u oculta en alguno de los clanes, así que luego de la decisión de los soberanos y líderes de ambos reinos, decidieron enviarla lejos. La información de su paradero exacto se encuentra sellado dentro de los grimorios.


—No tenemos alternativa —contestó Cross, sentándose apropiadamente cuando sintió que su hechizo comenzaba a acabarse y su cuerpo se volvía más transparente— Los esbirros del Conde atacaron una de nuestras ciudades hace un par de semanas buscando al oráculo. Es cuestión de tiempo para que planeen una movida en Atlántida... y considerando que el sucesor al trono de Lemuria está en sus tierras, ustedes serán responsables si algo le pasa al príncipe Allen —sentenció, afilando su mirada—. Doy mi consentimiento, como regente temporal de Lemuria.


—No me quedaré de brazos cruzados ante un ataque, Cross. Tenemos las fuerzas necesarias para defender Pragas, Atlas y cualquier ciudad de Atlántida además de mi futuro yerno —expresó Tiedoll, poniéndose de pie— Pero la guerra se habrá perdido si perdemos al oráculo.


Zu Mei lo pensó por unos largos segundos, hasta que llevó las manos a su frente con frustración— Si el oráculo está en Atlántida, las posibilidades de un ataque igual al que ocurrió en Citrino pondrán en riesgo a mi clan, y el linaje de la familia real atlante. Hagan lo que consideren necesario. Tienen mi consentimiento.


Con la aprobación de todos en el lugar. Bookman se levantó y caminó hasta una maqueta dentro de la bóveda que era una representación de Hollow Earth. Su dedo tocó la esfera de cristal en el centro que simbolizaba el sol y de pronto una enorme barrera de color verde brillante se hizo visible, produciendo un ensordecedor sonido.


Al reconocer a Bookman dentro de la barrera, esta se disipó y un portal se abrió a través de la esfera cristalina, de ahí pudo sacar un libro de apariencia rígida y polvosa en cuya portada estaba la runa que simboliza la tierra. Los presentes se pusieron de pie, dijeron su nombre, casta y linaje noble, haciendo que el seguro se abriera.


Observaron con detalle como Bookman abrió el grimorio; las páginas en vez de ser de papel o piel, eran de agua mágica. Con cada página que al alfa pasaba, una ventisca de aire hacia volar papiros y papeles dispersos en la bóveda además de sonar susurros y voces de los espíritus contenidos en él.


—Fuego... —murmuró Cross cuando llegaron a la página que necesitaban y del grimorio saliera una bola de luz. De inmediato la luz se convirtió en una llama danzante que pasó a tomar la forma de un ave fénix esperando indicaciones.


—Encuentra al oráculo y su guardián antes de que el Conde los encuentre primero. Cuando lo hagas, busca un nuevo escondite o crea uno —Ordenó Bookman, y el animal desapareció en una llamarada al tiempo que el grimorio se volvía a sellar.


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Komui y Lenalee guiaron a Allen fuera de la zona prohibida, yendo al estudio del alfa para tomar un poco de té mientras notificaba a su asistente que habían encontrado al príncipe.


Luego de un rato y un par de bocadillos, Allen estaba cómodamente sentado sobre una de las mullidas piezas del lugar. Lenalee le había llevado una taza de té de trébol para calmarse un poco y despejar la mente, pero al ver su reflejo en el líquido no pudo evitar sentirse frustrado.


—Tontos alfas —se quejó en un murmullo. Si Cross hubiera estado ahí, esos hombres habían sufrido un verdadero infierno por atreverse a usar su ventaja como alfas para someterlo. Su molestia se disipó al recordar las veces que el general había ahuyentado a cuánto alfa o beta se acercara al palacio con la clara intención de pedir su mano o cortejarlo. En ese aspecto, ese alfa alcohólico y gruñón era lo más parecido a un padre sobreprotector que pudo tener.


Sus ojos se fijaron en Komui, que finalmente había tomado asiento cerca de él. El pelinegro acomodó sus lentes y lanzó un pesado suspiro— La vida es injusta para todos, en especial los omegas desde la reaparición de Erebo y del clan Noah—, resopló cansino. Agradeció con una enorme sonrisa a su hermana cuando le llevó una humeante taza de café.


—Muchos en Atlántida son de la idea de que los alfas pueden hacer lo que se les antoje sin temor a represalias o problemas. Si mi hermano los hubiera reportado, ellos habrían alegado ante los ancianos del consejo que caminabas sin compañía y sin un collar —finalmente Lenalee le explicó sobre el peligro que corrían los omegas en el reino. Ella rebuscó entre los cajones de un viejo estante de madera tallada, sacando un collar que le extendió con algo de pena.


—E-espero este sea de tu talla... —se disculpó con una media sonrisa en el rostro para animarlo, prestándole uno de los suyos. No había collares para omegas hombres debido a su rareza.


Komui añadió— No vuelvas a salir sin el collar puesto mientras no se haya realizado la ceremonia del lazo. Si quieres puedo pedir a los modistas reales que hagan algunos a tu medida. Oí decir que recibieron un nuevo aprendiz, un joven de Lemuria que creo venía en tu comitiva de viaje —pensaba con la mano en su mentón, refiriéndose a Johnny quien a petición de Allen se quedaría cerca del palacio.


—Es la primera vez que veo uno de estos de cerca —menciona Allen, contemplando con la yema de los dedos la cuerina blanca tallada con un bello diseño floral similar al de las plantas que vio en los jardines. En Lemuria, sólo los esclavos usaban collares para que no fueran marcados sin la aprobación de sus dueños.


—Espera, te ayudaré a colocarlo —se ofreció Lenalee. Allen aceptó algo apenado e hizo a un lado su cabello para que las manos de la omega lo ajustaran en su cuello. Al estar cerca y sentir su aroma dulce similar a la flor de jazmín, le recordó un poco a Miranda.


—Gracias, eh...


—Mi nombre es Lenalee, y mi hermano se llama Komui —se presentó sonriente.


Allen lleva con cautela la mano a su cuello para contemplar el nuevo accesorio, era algo incómodo, pero debía empezar a acostumbrarse. Lenalee tomó asiento a su lado; se fijó en el collar que portaba, de un tono similar al de su piel para pasar un poco más desapercibido y opacado por los detalles de su vestido. Sin embargo, no fue eso lo que le llamó la atención en gran manera, fueron los extraños aros metálicos de color rojo que colgaban de sus tobillos.


—Tuve la suerte de convertirme en una guerrera sagrada —respondió la omega, anticipando la pregunta de príncipe—. Aun si una omega nace en una familia noble, suelen ser comprometidas a temprana edad o... en el peor de los casos, vendidas como esclavas o sirvientas.


—¡Pero nadie será capaz de ponerle las manos encima a mi adorada perla de mar mientras yo viva! —exclamó Komui con una mueca furiosa al sólo pensar en las palabras dichas por Lenalee. Causando una sutil risa en Allen al ver los gestos infantiles del alfa.


—¿Es del tipo armamento? —preguntó curioso ya que no lograba identificar qué clase de arma era. Lenalee era la primera guerrera sagrada omega que conocía y por mucho tiempo pensó que él era el único en ambos reinos.


—Digamos que si... —Komui respondió, recuperando la compostura y levantando el dedo índice— Es más como un tipo de energía cristalizada. Ocupa la sangre del usuario, pero no es invasiva o requiere de mucha energía vital. Es un tipo de cristal que se adapta del equipamiento en los guerreros sagrados de Atlántida tras un largo entrenamiento —explicaba bajo la mirada de asombro de Allen.


—Mi hermano ha dedicado gran parte de su vida a estudiar el poder de Gea a través de los cristales de inocencia. Es el supervisor a cargo de los guerreros sagrados de la división de Atlas en la Rama Sur —respondió con calma.


—Y mira que es raro, por no decir demasiado extraño, que un omega lleve una inocencia del tipo parásito. ¡Es increíble! Apuesto a que el rey Mana llegó a pensar que serias un alfa... —su cara se acercó a la de Allen con claras intenciones de examinar su brazo, poniéndolo algo incómodo.


—Komui, ten un poco más de tacto con lo que dices —regañó la menor.


—E-está bien... —dijo Allen, levantando con algo de duda su brazo. Komui tomó la mano y examinó con detenimiento el cristal brillante en el dorso.


—No sólo ellos, todo el reino esperaba que fuera un alfa —confesó con cierto disgusto—. Pero hace mucho tiempo que aprendí a aceptarme como soy. Aun siendo un omega, también soy un guerrero sagrado perteneciente a la Rama Norte —dijo con orgullo bajo la sorpresa de los hermanos. Komui y Lenalee compartieron una mirada comprensiva.


—Es una lástima que el príncipe Kanda no tenga interés en el compromiso —añadió el pelinegro, pensativo— Quiero decir... Sé que ha sido arreglado, pero no es tan difícil conversar y conocerse —corrigió. Pero en verdad pensaba que el malhumorado Kanda estaba ciego al no ver la belleza única del príncipe del reino de Lemuria.


—Él no ha hecho más que evitarme desde que llegué al palacio. Me odia y no logro entender el motivo —Allen se quejó mientras fruncía el ceño con sutileza, siendo notado por Lenalee. Komui había terminado la inspección de su brazo e incluso había tomado un par de anotaciones.


—Iré por unos archivos, no tardaré mucho —dijo el alfa—. Quiero consultar datos adicionales sobre la inocencia parasitaria. Vuelvo enseguida, mi bella Lenalee. Con su permiso, príncipe Allen —concluyó para salir de la habitación con tranquilidad ya que Lenalee estaba cuidando del príncipe, aunque a juzgar por su inocencia, sabía que podía defenderse solo.


Allen miró con duda a la peliverde que sostenía entre sus manos su taza de té sin haberlo probado aún. Su actitud había cambiado cuando comenzó a hablar del príncipe Kanda— Él no te odia... —mencionó casi como un susurro mientras agachaba la cabeza aprovechando que estaban solos.


—Pues a mí me parece que sí. No he visto más que desprecio de su parte, me trata como si fuera un cachorro y apenas me ha dirigido la palabra... además de insultarme y llamarme Moyashi. Mi nombre es Allen —se cruzó de brazos con ligera molestia.


—Yo conozco a Alma y a Kanda desde que éramos cachorros —comenzó a contar, sin mucho detalle— Kanda casi siempre ha tenido ese temperamento frío, pero a pesar de eso, a veces es bastante sobreprotector y amable. Respeta las reglas y le gusta el orden y la calma. Tiene una increíble fuerza y ha entrenado hasta convertirse en el guerrero sagrado y el más fuerte de nuestro reino.


—Pero eso no quita que no quiera verme ni en pintura. ¿Tan grande es su trauma por un compromiso? ¿O es que acaso odia a los omegas? Los matrimonios arreglados han sido parte de la nobleza de Lemuria y Atlántida desde la época de los dioses... No lo odio, pero se ha comportado como cualquier otro alfa arrogante que cree que puede tomar decisiones por mí... yo no escogí este compromiso, sólo acepté porque mi prioridad es mi reino —respondió, sintiendo la tristeza de su lado omega al ser rechazado por el príncipe.


—Quizás no soy la persona indicada para decirte esto... pero tarde o temprano te tendrías que dar cuenta —dijo con duda, ladeando la mirada. Allen esperaba con curiosidad lo que fuera a contar.


Un nudo se formó en su estómago, algo le decía que no quería escuchar sus palabras, pero pensaba que esa podía ser la única forma de conseguir más información sobre él.


—Hace veinte años, Kanda buscó al rey Tiedoll y a los ancianos del clan de Loto para anunciar que se quería comprometer y finalmente hacer pública la relación con su pareja. Pensaba que no habría problemas, pues ella era una omega de tercer rango igual que yo, hija de una de las familias nobles de nuestro clan—comenzó a explicar en tono bajo. Dichas palabras fueron una noticia chocante para Allen. No se imaginaba al príncipe comprometido con alguien por voluntad, o enamorado. Aquello produjo que fuera abordado por una sensación de frío.


— ¿Q-qué... ocurrió entonces? —se armó de valor para seguir escuchando. Vio el rostro de Lenalee hesitante, entendiendo que por sus gestos algo muy malo había sucedido.


—Ella fue acusada de conspirar a favor de su familia. Nuestro clan los tachó de traidores y seguidores del dios Erebo —dijo casi al borde de las lágrimas—. Pensaron que tramaba llegar al trono a través de Kanda. Así que rechazaron su compromiso —recordó con pesar aquellos turbulentos días en los que su amiga fue apresada por mandato del rey y el clan—. Lo último que sé, es que dijeron que ella murió ahogada tratando de escapar. Desde entonces Kanda no ha vuelto a hablar de ella y actúa un poco más distante que antes con nosotros.


Allen se había quedado sin palabras, su boca se abría y cerraba pero no sabía exactamente qué decir, no sabiendo digerir bien la noticia— Ya veo... —musitó cabizbajo. Se quedaron en un pesado silencio hasta que Lenalee se puso de pie y se paró frente a él con una mirada triste pero al mismo tiempo comprensiva.


—Príncipe Allen, no te pido que te vuelvas su amigo de un día para el otro, pero espero que esto te ayude a comprenderlo mejor. Él resiente mucho a su padre por lo sucedido, y es por eso que se comporta así ante el compromiso que acordaron los reyes de Lemuria con el rey Tiedoll.


—Gracias... por confiar en mí y contarme eso, Lenalee. Me ha ayudado a entender un par de cosas —agradeció con una sonrisa un poco fingida sin saber por qué su ánimo estaba tan decaído.


La puerta es abierta repentinamente, asustando a los omegas. Komui entró al lugar con una mirada preocupada, enfocándola de inmediato en Lenalee.


—¿Link? —Allen miró incrédulo a Link acompañando al alfa.


—¿Qué ocurre, hermano? —preguntó la peliverde.


—Me llegó el reporte urgente sobre la búsqueda del ministro Jaeger. El clan Bookman dice que desapareció sin notificar a nadie y su escolta fue encontrada inconsciente y a punto de ahogarse cerca de Ginnabrio —comentó. Lenalee llevó las manos al su boca para contener un grito de temor y asombro.


—Príncipe Walker, fue muy imprudente y peligroso lo que hiciste. Sabes que un omega no puede rondar solo, menos uno noble que no tiene una marca. Además, por tu imprudencia ahora tenemos que dar explicaciones por los problemas que causaste en un área privada del palacio... —Link se acercó al omega muy molesto tras recibir el aviso del supervisor Komui. Había pasado horas buscándolo en todo el palacio, su habitación, e incluso en el Grerto pensando que estaba con Timcampy.


Allen parecía perdido en sus pensamientos, restando importancia a las palabras del beta rubio. Estaba más concentrado en lo que Komui había explicado a Lenalee sobre el secuestro de ese noble, sobre todo al escuchar que era un Bookman.


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El rey Tiedoll miraba con frustración el lienzo blanco frente a él, ni siquiera tenía el ánimo de pintar. A su lado Alma le hacía compañía en una de las estancias del palacio en donde exhibe con orgullo todas sus pinturas. El beta mayor sentía frustrado porque llevaban poco más de tres días sin ver la iniciativa de Kanda para comenzar con el cortejo. Las ideas se le escurrían como agua de sus manos y comenzaba a pensar que tendrían un gran problema con el reino de Lemuria y el clan de Loto que esperaba con ansias las noticias sobre el avance de la relación de los príncipes.


Para empeorar la situación, en la afueras del palacio los rumores corrían y había un gran alboroto después de que se hiciera pública la noticia de la desaparición de un alto cargo del clan Bookman. En el lugar del incidente no encontraron pista alguna sobre quién pudo atacarlos y seguían sin localizar el paradero del alfa, ya que los guardias alegaron que cayeron inconscientes repentinamente sin ver al atacante.


Bookman dejó a Lavi en el palacio junto con Link para tener un ojo sobre Allen, no quedando más alternativa al alfa mayor que viajar a las costas del este de Atlas por un par de días hacia la segunda ciudad más grande del reino llamada Evenor. Debían recabar toda información que los ayudara a encontrar a Jaeger con vida, porque dicho alfa poseía un vasto conocimiento que sería muy peligroso si cae en manos equivocadas.


No estaban seguros si él o los atacantes eran de los grupos rebeldes, exiliados del clan o miembros de los Noah. Debido a ello incrementaron la seguridad en muchas zonas de la capital, incluidos los territorios de los clanes y el palacio de Pragas que ahora parecía una base militar con tres veces más cantidad de guardias y soldados atlantes. De vez en cuando se paseaban por los pasillos algunos guerreros sagrados y procuraban que la familia real y los nobles siempre tuvieran una escolta.


—No hay que exagerar las cosas aun, padre. Todavía faltan unas semanas para la ceremonia —decía el beta de ojos zafiro suspirando por enésima vez en el día al no poder ayudarlo. Su mirada estaba perdida en una pila de manzanas rojas sobre una bandeja no muy cerca de él, recordando a cierto alfa que también se quejaba infantilmente momentos atrás porque seguía bajo el castigo de su abuelo, escondido tras una montaña de libros en la biblioteca del palacio.


—¿Alguna sugerencia? Soy todo oídos ahora —pidió el mayor habiéndose quedado sin ideas.


—Mmm, es Yuu de quien estamos hablando ¿eh?... Estoy seguro que se negaría si arreglas un encuentro o si recibe una invitación hecha por el príncipe Allen —Alma se quedó pensativo mientras se acomodaba sobre las almohadas, tomando una manzana en sus manos. Luego de una revelación instantánea y una sonrisa, mira la expresión de duda de su padre y tras unos segundos ambos parecieron llegar a la misma conclusión cómplice— Creo que tengo una idea... —dijo, dando un mordisco a la fruta.


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Ajeno a la mayoría de problemas del reino Atlante, en el otro extremo del palacio y dentro de cierta habitación, el omega albino seguía durmiendo. No era normal que durmiera hasta tan tarde, pero por alguna razón se removía incómodo entre las sábanas.


Estaba completamente sumergido en lo que parecía ser un manantial de agua dulce, vestido con una holgada túnica blanca que se mecía con las corrientes; de alguna extraña forma no sentía la necesidad de respirar. Su cuerpo se sintió liviano, parte del entorno y de los peces que nadaban a su alrededor, entonces con un poco más de confianza sus piernas se movieron y nadó para explorar cerca de las raíces de los árboles cercanos que se extendían hasta la profundidad oscura del entorno de agua.


Un cardumen de peces cegaron su camino por un segundo y cuando estos se disiparon, su rostro chocó contra la espalda de alguien que no estaba ahí hacía unos momentos. Lo siguiente que vio incrédulo fue un manto de tela negra y el largo cabello azabache del príncipe Kanda, quien volteó igual de sorprendido de no encontrarse solo. Allen trató de preguntar qué hacía en ese lugar, pero de su boca solo salieron burbujas.


Se sorprendió cuando la línea de los labios del alfa se curvó en una sutil sonrisa y contestó. Por lo que trataba de decir pudo entender un "sígueme", a pesar de soltar muchas burbujas. Acto seguido, Kanda comenzó a nadar con una facilidad asombrosa, normal en los atlantes.


Allen sacudió su cabeza sin terminar de asimilar lo que estaba ocurriendo. ¿Estaba soñando? No estaba del todo seguro, pero el cosquilleo en el estómago al ver su sonrisa se sentía bastante real. Decidió confiar en sus instintos y trató de seguirlo torpemente hasta la superficie. Cuando salió del agua lo llenó el olor de la madera húmeda y el musgo pegado en una cornisa de piedra de la que se desprendía una cascada suave, casi pareciendo una cortina de agua.


Se volvió a encontrar completamente solo; a donde miraba solo podía ver la espesura de la selva, sin poder escuchar algo además del ruido del agua y algunos animales.


De pronto sintió la presencia de alguien a su espalda y su mano siendo tomada con sutileza por el ojiazul. Antes de reaccionar, el fuerte brazo del alfa ya había rodeado su cintura, acercando su cuerpo hasta quedar de frente. Estaba hipnotizado por el inexplicable brillo en el par de zafiros que transmitían una llama de deseo que alborotó un enorme sonrojo en su pálida piel. Él era tan frío y distante, pero en ese momento su mirada se sentía tan cálida como el sol.


Trató de poner distancia colocando las manos sobre su pecho, pero era notoria la diferencia de fuerza. El rostro de Kanda se iba acercando peligrosamente y su aroma lo tenía demasiado aturdido como para escapar de su agarre. Su lado omega le estaba produciendo un extraño escalofrío bajando desde el cuello, recorriendo todo su abdomen hasta llegar a su vientre.


Finalmente cedió y sus brazos perdieron fuerza, terminó sujetándose a la ropa mojada del contrario y no supo en qué momento se sintió tan feliz al ser mirado de esa forma por el príncipe atlante. Tragó con dificultad cuando llevó los ojos en dirección a sus labios, invitándolo a pensar en cosas que nunca se habían cruzado por su cabeza antes.


Quiso probarlos... deseaba probarlos.


Finalmente la curiosidad del omega fue aminorada por dicho contacto. Kanda tomó la iniciativa y aprovechó el momento de distracción del ojigris para rozar sus labios con ansias, deleitándose con el delgado cuerpo entre sus brazos temblar ante el primer beso.


Su aliento se mezcló con el embriagante olor del alfa y de pronto dejo de sentir frío. Ahora un calor abrasante quemaba su piel donde el azabache tocaba su nuca para acercarse aún más y profundizar el roce hasta convertirlo en un beso algo torpe pero cargado de deseo.


Kanda luego comenzó a repartir besos en el cuello cerca de la zona donde va la marca. Aquello produjo sonoros suspiros en Allen cuando sintió su lado omega obligándolo a ladear su rostro y permitir al alfa dejar un camino húmedo sobre toda la extensión de su piel, buscando el ángulo ideal para marcarlo. Pero de pronto, Kanda se detuvo a escasos centímetros de atravesar la piel con sus colmillos...


Había un sonido insistente proviniendo de la puerta de su habitación. Lentamente Allen fue abriendo los ojos que ahora más que nunca se encontraban hinchados y un poco enrojecidos. Llevó la mano a su frente sólo para notar la ligera temperatura de su cuerpo.


Cuando se sentó con pereza y restregó sus ojos para enfocar con mejor claridad, estos no tardaron en abrirse totalmente al caer en cuenta el motivo de su inusual temperatura, respiración agitada y... un molesto problema entre sus piernas. Su cara estaba casi tan roja como la sangre, completamente abochornado agarró las sábanas para cubrir su entrepierna tras un fuerte respingo por la nueva tanda de golpes a la puerta.


—V-voy enseguida... —alcanzo a decir nervioso con la vergüenza aun coloreando su cara, pero en un tono tan bajo que no estaba seguro si la persona tras la puerta lo había escuchado o no.


—¿P-pe-pe-pero qué diablos pasa conmigo? —se regañó mentalmente, aún más sintiendo sus alborotadas hormonas impregnadas en toda la habitación, que para colmo no podía ser ventilada al estar cayendo una gruesa lluvia torrencial típica de esta época en el reino atlante.


No lo iba a hacer, jamás aceptaría que había tenido esa clase de sueños con el ultra estoico príncipe Yuu Kanda como protagonista. Golpeó su rostro hasta dejar ligeras marcas enrojecidas en sus mejillas para asegurarse que estaba despierto. Luego se encargaría de borrar tales escenas bizarras de su cabeza, pero aun así, había algo desatendido y húmedo en su parte baja que comenzaba a ser una molestia.


Los últimos días se había descubierto a sí mismo con sensaciones nuevas y cada vez más vergonzosas en momentos completamente ajenos a los de su periodo de celo. Aunque hablando de este...


—Debe ser eso, supongo... —murmuró, atribuyendo el reciente despertar caluroso a que faltaban pocos días para su próximo periodo de celo. Debía avisarle a Link sobre tal asunto para que lo ubicaran en un lugar más alejado, ya que tener enfrente la habitación de Kanda siendo un alfa no fue muy buena idea de parte del rey Atlante.


Cuando ya no sintió la presencia de aquella persona tras la puerta, soltó un pesado suspiro dejando caer sus hombros. Iría por un baño rápido con agua muy fría para aminorar la incomodidad, a su paso, tomando un frasco de cristal con supresores por si acaso y el ahora mandatario collar sobre su cuello.


Tras un buen rato decidiendo si salir o no de su habitación, abrió la puerta y asomó la cabeza con cautela, sin evitar mirar en el otro extremo del pasillo la enorme puerta a la habitación de Kanda que seguía tan silenciosa como los días anteriores en los que no vio rastro del alfa en ningún momento. Viendo el lado opuesto, divisó a Lavi no tan lejos de ahí y cerca de un par de guardias beta que lo escoltaban. El ojiverde lo esperaba sosteniendo una pila de libros y papiros así que pensó que él había tocado a su puerta antes.


—Sí que te tardaste en salir... —dijo el pelirrojo con una expresión de aburrimiento tras bostezar. Tenía un par de ojeras bastante notables y un creciente dolor de espalda por pasar sentado en una muy mala posición al leer por varias horas.


—Perdón, es que tuve... un ligero contratiempo —llevó la mano a su cabeza apenado.


Lavi parecía no haberlo escuchado, caminaba casi automáticamente y aquello no pasó desapercibido por el omega.


—Te ves cansado.


—Me siento fresco, como una lechuga —respondió sarcástico— Panda quiere matarme... o terminar de dejarme ciego. Tengo que ponerme al día con toda la nueva información acumulada, y déjame decirte que no es poca. ¡Es una biblioteca entera! —Chilló exasperado, sabiendo que era parte de su castigo por haber desobedecido a su abuelo unos días atrás cuando fue a visitar a sus padres.


Allen sintió lástima por su amigo. Aunque ya se lo había expresado, sabía lo mucho que Lavi ansiaba estar en Atlántida— Por cierto, Lavi... ¿por qué has venido a buscarme? —recordó con intriga.


—Ahh... eso... —Lavi recuperó la compostura y contestó con una sonrisa que Allen sólo pudo describir como malvada— Su excelencia, el rey, ya tiene los preparativos para tu primera cita con el galán y apuesto -aunque no tan apuesto como yo- príncipe Yuu —dijo, sonriendo lúdico al ver la reacción de sorpresa y el creciente nerviosismo en la cara de omega.


—¡¿Qué?! ¿Tan pronto? —dijo alarmado.


—De hecho, tienes casi una hora de retraso —confirmó como si fuera lo más trivial, caminando a paso tortuga. Luego trató de recuperar el equilibrio por el movimiento de los libros más pesados— Así que me ofrecí para buscarte ya que tenía que dejar estos libros prestados en la biblioteca.


—¿Y por qué no me avisaron antes?


—Escuché que Link estaba molesto porque trató de despertarte antes, pero no atendías a la puerta —recordó con gracia al ver al beta de cabello rubio con una notoria vena sobre su frente intentando no entrar a la fuerza a la habitación del albino.


El rostro de Allen palideció y no pudo hacer más que disculparse cuando tras despedirse con prisa de Lavi, llegó a una de las salidas del palacio frente a la figura del rey Tiedoll, el príncipe Alma y Link, quien tenía una cara de pocos amigos; el beta sostenía un paraguas a un lado de la puerta de un vehículo acuático jalado por media docena de enormes cetáceos dorados.


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Fue escoltado por algunos guardias beta del palacio montados en hipocampos y resguardando su camino de miradas curiosas y hostiles por los canales submarinos de la ciudadela central hasta que llegó a su destino. De ahí en más, su principal indicación fue buscar al príncipe alfa, quien se suponía estaría más que molesto por estar esperándolo.


Allen traía un atuendo atlante de color gris claro, con mangas en tonos beige y sutiles diseños florales bordados con hilos de oro. No entendiendo del todo la repentina decisión del rey Tiedoll y los dudosos consejos de Link y Alma siendo todos betas, había sido llevado hasta una de las muchas áreas que pertenecían a la extensión de terrenos del clan de Loto para tener más "privacidad" con el príncipe Kanda.


Al salir del carro acuático y poner los pies en la tierra firme, podía sentir su corazón latiendo cada vez más fuerte a cada paso que daba sobre el césped de aquel jardín. Una creciente ansiedad comenzaba a molestarlo porque sabía que sería su primer encuentro únicamente a solas con el príncipe Kanda.


Adentrándose en el lugar, pudo ver dos lagunas de agua dulce color esmeralda, en medio de una colina ligeramente elevada había una cúpula de piedra sostenida con gruesos pilares de mármol blanco y esculturas que representaban a algunos dioses menores. El espacio interno estaba adornado de una infinidad de almohadas y finas telas blancas, ideal para una charla amena bajo el cielo nublado y la sutil lluvia que bañaba de rocío las cantidad exagerada de plantas exóticas y flores, demostrando las enormes riquezas del clan y buen gusto por la mezcla de decoración y naturaleza.


Buscaba aminorar su nerviosismo, pero no dejaba de pensar en posibles escenarios, ¿volvería a tratarlo con desprecio? ¿Podría soportar ser rechazado directamente? ¿Qué pasaría con su reino si no se logra concretar el compromiso?


—Esto es sólo un matrimonio por conveniencia, no tengo la obligación de enamorarme ni nada por el estilo... es más, ¿quién podría enamorarse de él con su mal genio? —murmuró para sí mismo mientras movía su cabeza en negación para despejar su mente. Todo parecía tan caótico, que en más de una ocasión tuvo que recordar que su lugar como heredero al trono pendía de un hilo para mantener su mente centrada en otra cosa además de lo que su lado omega pedía con avidez. Sin embargo, las palabras de Lenalee le hacían pensar que jamás tendría la oportunidad de tener un matrimonio feliz a su lado, causándole una gran tristeza.


Observó con cautela el lugar bajo la cúpula; juzgando por lo pulcro de las telas y la falta de arrugas en los cojines, concluyó que nadie había ocupado ese espacio aún, pero sentía a la distancia el aroma del alfa rondando cerca.


Quizás se aburrió de esperar... —pensó preocupado, pero su suposición no encajaba con el lugar vacío y sin perturbar— A menos que esté bajo el agua.


Sin importar mojarse por la llovizna y con esa idea en mente caminó despacio hasta asomarse a la orilla de uno de los estanques de agua dulce. Bajo la capa de nenúfares el agua estaba algo turbia y el sedimento no dejaba ver con claridad el fondo.


Estaba realmente tranquila... demasiado, tanto que no se podía ver ninguna perturbación en la superficie, como si el viento no soplara o las gotas de lluvia no cayeran sobre el agua.


—Un segundo... algo no anda bien aquí —dijo en voz alta y frunciendo el ceño. Vio la superficie de la otra laguna no muy lejos completamente normal.


Una pequeña libélula revoloteaba cerca de las plantas. Se acercó al agua y tan pronto sus patas crearon una perturbación en el líquido, un gigantesco chorro de agua vació casi por completo el estanque. Allen saltó con agilidad antes de ser golpeado.


De pronto parte de su ropa fue sujetada por una mano, fue movido con brusquedad y antes de reaccionar su ojos miraron asustados un gigantesco colmillo demasiado cerca y a nada de perforar su cabeza.


—¡¿Buscas que te maten acaso, idiota?! —escuchó una voz grave y claramente molesta reclamarle. Cuando cayó sentado en el suelo vio lo que ocurría; el príncipe Kanda estaba de pie con una mirada furiosa clavada en su persona. Estaba completamente mojado, con una filosa espada en su mano y frente a él estaba la cabeza encajada en el suelo de una enorme serpiente que doblaba su tamaño. El impacto del animal había destruido parte de la decoración y el veneno que escurría de sus colmillos servía como ácido, disolviendo las plantas.


En otro punto de vista, Kanda maldecía que de todas las personas a la que pudieron enviar como refuerzos, jamás se imaginó ver al príncipe omega en ese lugar— ¿Por qué el Moyashi se encuentra aquí? —pensaba con claro fastidio, evadiendo el lodo y los escombros.


El reptil se removió antes de que el alfa intentará perforar su garganta con Mugen. Escupió un chorro de veneno que el azabache esquivó mientras intentaba lanzar un ataque con sus ilusiones. De alguna forma, la serpiente estaba atascada con la otra mitad de su cuerpo escamoso escondido en el fondo de lo que quedaba de la laguna.


Kanda activó parte del poder de su inocencia, materializando una segunda espada en su mano. Usó una piedra cercana como base y saltó para contraatacar cuando del lodo salió una segunda cabeza de serpiente y extendiendo los colmillos detuvo ambas espadas, produciendo chispas y un fuerte chirrido casi pareciendo que habían chocado contra metal.


Allen reaccionó tras unos segundos pero sus ojos no podían creer lo que veían. La serpiente tenía otra cabeza en donde se supone debía ir la cola.


—¿Te vas a quedar sólo a observar? ¡MUEVE TU TRASERO INÚTIL Y LÁRGATE DE AQUÍ! —gritó el de ojos zafiro cuando la serpiente se enfocó en el omega y comenzó a arrastrarse hacia donde estaba. Kanda empezó a correr tras la bestia para alcanzarla antes de llegar a su nuevo objetivo.


—¿Qué?... ¡AAAH! —gritó cuando el animal clavó sus ojos en él, quizás como presa o como amenaza. Sea cual sea el motivo, Kanda tenía razón, no iba a quedarse parado solo a observar. El animal juntó sus cabezas y comenzó a moverse como una rueda gigante con la intención de aplastar todo a su paso. Cuando estaba cerca del omega, abrió las fauces listo para morderlo.


Al contrario de lo que el Kanda esperaba, vio que el omega activó su inocencia. Una capa blanca cubrió su cuerpo y su brazo se desvaneció mientras que con el otro sacaba una espada ancha. La capa lo cubrió como un escudo, recibiendo el impacto de la cabeza de la serpiente y siendo arrastrado varios metros en la tierra.


Encajó los pies en el suelo y dos lazos salieron de Crown Clown para atarse a unos pilares de piedra y darle soporte. Aquello logró detener su arrastre y neutralizar la primera cabeza, pero la cabeza secundaria del reptante se abrió y lanzó disparada para engullirlo.


Allen sonrió ante el descuido del animal y movió con agilidad la espada hacia su cuello logrando cercenar la cabeza de la serpiente en medio de un grito de furia.


La que aún seguía pegada al cuerpo lanzó un gruñido gutural y no pasó poco hasta que una lluvia de sangre se mezclara con la lluvia que comenzaba a intensificarse mientras la parte sin cabeza se retorcía. Con los ojos inyectados en dolor y furia, la serpiente se deshizo de la atadura y se enrolló alrededor de Allen. Ya no tenía la intención de comerlo, ahora quería que su cuerpo se deshiciera por los ácidos que escurrían de su boca.


—Mal...dición... —se quejó el ojigris cuando el animal lo tomó con la guardia baja. Se comenzaba a asfixiar con la temible presión de las escamas bañadas en sangre y su brazo estaba inmovilizado.


De pronto la sombra del alfa se vio en el aire. Kanda cayó con fuerza e incrustó su espada en medio de los ojos de la serpiente. El abrazo constrictor cedió y Allen finalmente dio una bocanada de aire escapando del agarre.


—¡¿Qué se supone que haces?! Haz empeorado la situación, Moyashi—gruñó con el ceño extremadamente fruncido, parándose a su lado.


—Ya te he dicho que mi nombre es Allen, BaKanda —reprochó, sin entender a lo que se refería, hasta que la serpiente comenzó a moverse y la cabeza cercenada se arrastró mágicamente hasta unirse de nuevo al cuerpo.


Vio paralizado como el animal recuperaba fuerzas, volvía a rugir y derramar saliva venenosa. Se veía mucho más fuerte que antes; sus escamas estaban erizadas mientras la musculatura se engrosaba, los ojos reptilianos comenzaron a brillar y un par de cuernos comenzaron a crecer en ambas cabezas.


—¿Qué es e-esa cosa? —retrocedió, sin dejar su postura de ataque.


—Tsk... "esa" cosa de ahí es un anfisbena, y solo se puede matar cortando ambas cabezas de una vez —explicó molesto por la intromisión del omega en su pelea.


—¿No se suponía que esto debía ser una cita? —se preguntó incrédulo cuando tuvieron que esquivar un nuevo ataque con más velocidad y potencia. Pensó que no había sido escuchado por el alfa, pero no tardó en oír su queja a lo lejos.


—¿Huh? ¿De qué mierda estás hablando? Me enviaron en una misión para acabar con este maldito animal —espetó realmente cabreado, recibiendo una nueva tanda de ataques de una de las cabezas que se lanzaba enloquecida. Colmando su paciencia, lanzó un puñetazo limpio a la serpiente con tal fuerza bruta que terminó rompiendo uno de sus colmillos, luego lanzó una patada que aturdió al anfisbena por unos instantes. Ahora entendía qué hacía el Moyashi en ese lugar y comenzó a murmurar maldiciones a su padre por haber tramado eso sin haberle dicho la verdad, estando casi seguro que fue idea de Alma.


Allen también entendió la situación sintiéndose igual de engañado, pero era el peor momento para distraerse ya que sus vidas estaban en juego. En ese punto no hacía más que defenderse de los potentes ataques de la bestia y a pesar de que unas gotas de ácido salpicaron las mangas de su traje, tuvo la rapidez de arrancar la tela antes de que tocaran su piel. Pese a no ser un akuma o tener energía oscura, el anfisbena era mucho más fuerte que cualquier akuma con el que hubiera lidiado antes.


Cambio de planes —pensó mientras regresaba la espada a su brazo y volviendo a activar Crown Clown. El alfa trataba de juntar las cabezas para acabar con ellas de una vez, pero con la fuerza creciente del animal, sólo trabajando juntos podrían matarlo.


Corrió a su encuentro con la serpiente que se retraía y lanzaba ataques con las fauces abiertas. Usando la capa como cebo, dejó que se acercara lo suficiente para morderla y cegarlo momentáneamente con el brillo que emanaba; su brazo se sujetó de uno de los cuernos y logró montarse en la parte superior de la cabeza, sosteniéndose con todas sus fuerzas para no ser lanzado al suelo o mordido. Ahora el anfisbena golpeaba todo a su paso para deshacerse de Allen.


La cabeza que seguía peleando con Kanda escuchó los ruidos y los movimientos de su cuerpo. Al instante se giró y empujó al alfa, lanzándolo hacia la cúpula de piedra que no pudo mantenerse en pie por el impacto.


—¡¿A dónde crees que vas?! —sentenció el de ojos zafiro, saliendo de los escombros cuando vio a la serpiente moviéndose demasiado cerca del estanque. Sus ojos se abrieron en sorpresa cuando divisó que Allen estaba sobre una de las cabezas en un aparente grave problema.


El ojigris se movió a tiempo para evadir la mordida venenosa de la primer cabeza, esta sin embargo, acabó en el cuello de la segunda bestia produciendo un gruñido furioso y que comenzaran a pelear entre sí con Allen aun meciéndose de un lado a otro como si fuera un muñeco de trapo.


Tuvo un problema mayor cuando tras el estruendo de un rayo, la serpiente cayó al agua sin darle tiempo de tomar suficiente aire. No podía soltarse porque eso significaba ser una presa fácil para la bestia y parecía que la pelea interna del animal se tornaba cada vez más violenta.


Sí, definitivamente había algo en ese omega que era como un imán que atrae problemas a donde fuera. Kanda limpió la sangre en su frente con una cara de completo fastidio y comenzó a correr para lanzarse al agua. Un lemuriano común no soportaría más de cinco minutos la respiración, obligándolo a enfocar su misión en salvar el pellejo del príncipe omega antes que tener que dar explicaciones sobre una posible guerra con Lemuria si algo llegaba a ocurrir con él en su "primera cita".


La idea de Allen no había salido tan bien como pensaba porque no esperó caer en la laguna. Las sacudidas del animal lo hacían tragar enormes cantidades de agua y luchar por ver con claridad entre la agitación y el lodo. Aun así sabía que Kanda se lanzaría al agua para ayudarlo, y no estaba equivocado. El ojiazul buscaba una apertura en la defensa del anfisbena para alcanzar al albino, lo vio luchando por mantenerse consciente aún sujetado a los cuernos de la segunda cabeza.


Sin embargo, Kanda se detuvo al ver la mirada de determinación del omega. Cuando sus ojos hicieron contacto, le costó admitir que entendía que debían acabar con la serpiente primero.


Dos minutos habían pasado, el tiempo jugaba en su contra y sentía que sus pulmones dolían contrayéndose desesperados por aire, pero estaba siendo la distracción perfecta para matar al la bestia. Kanda hizo aparecer de nuevo su segunda espada en la mano izquierda y nadó con agilidad esquivando los movimientos enfurecidos de la primera cabeza. Allen se arriesgó a aflojar su agarre. No tenían más oportunidades; sacó su espada y la colocó bajo la cabeza de la serpiente que sostenía.


Con lo que le quedaba de fuerza trató de cortarla de nuevo, pero las escamas endurecidas le dificultan aún más la tarea. Su espada estaba a medio camino sobre la tráquea del animal y este se estremecía con agonía. La vista de Allen comenzaba a nublarse tanto por la sangre de la serpiente como por la falta de aire. Kanda cortó sin problemas la primera cabeza y su ataque se complementó con el suyo para terminar de rebanar el hueso de la vértebra de la segunda cabeza. El anfisfena estaba completamente decapitado, dejó de moverse y toda el agua cambió de color a causa de la sangre.


Una vista totalmente distinta a la de su sueño...


—Aah... ¿Tan pronto debía morir? —pensó Allen, mientras diminutas lágrimas se perdían en la inmensidad del agua a su alrededor habiendo perdido toda su fuerza. Tal vez así era mejor. Si, de esa forma finalmente sería libre... aunque lamentaba la forma en la que su vida acabaría y también el no haber visto por última vez su reino y la tierra que lo vio nacer y crecer. La oscuridad se iba apoderando de él a medida que soltaba las últimas burbujas de aire y sentía su cuerpo tan pesado como las rocas hundirse en la profundidad lodosa antes de cerrar los ojos.


Mientras tanto, Kanda rebuscaba entre las aguas turbias alguna señal del peliblanco hasta que finalmente lo alcanzó, lo tomó en brazos y comenzó a emerger a la superficie lo más rápido que podía.


Al sacarlo del agua de inmediato colocó en el suelo. La lluvia seguía sin señal de aminorar y la temperatura de su cuerpo era muy baja— Más te vale que no seas tan débil como para morir por esto —Kanda se quejó esperando una contestación que no llegó; la cara de Allen estaba demasiado pálida y sus labios azulinos por la falta de oxígeno. Jamás entendería la debilidad de los lemurianos por el agua, pero debía actuar rápido. Comenzó a hacer presión sobre su pecho para reanimarlo pero el omega seguía sin reaccionar.


La técnica de primeros auxilios no estaba funcionando y dudaba que tuviera heridas internas para darle algo de su sangre haciendo que una idea llegara a su mente— ¿De verdad tengo que hacerlo? —dijo para sí mismo mientras fruncía el ceño. La respiración boca a boca era la única opción, si lo llevaba al curandero o doctor más cercano, para cuando llegaran era probable que el príncipe no lograra sobrevivir. Al pensarlo, un extraño latido lo paralizó un segundo. Aquello produjo una sensación en su cuerpo que no pudo describir... pensó que era por la adrenalina, pero su lado alfa sentía que debía salvarlo a toda costa.


Sin perder más tiempo, juntó sus labios mientras que con su mano sobre el pecho del albino sentía como los pulmones se llenaban de aire. Luego de dos intentos más, Allen dio un profundo respiro y luego se movió bruscamente a un costado para escupir el agua acumulada en su boca y toser con dificultad.


Allen recuperó el aliento y sintió que el azabache se puso de pie, giró para ver su rostro pero estaba de espaldas— En serio no debiste aparecer aquí. Yo lo tenía todo bajo control, pero metiste la pata y por tu culpa debo reportar el doble de daños —explicó sin ocultar la molestia o mirarlo a los ojos. No supo si esa sensación de cosquilleo en sus labios venía por el frío tras pasar mucho tiempo bajo la lluvia o por lo que había hecho.


Por un instante Allen pareció notar preocupación en el tono de voz de Kanda, pero pensó que el cansancio le estaba jugando una mala broma. Cuando recuperó sus fuerzas se puso de pie torpemente. Lo que era un hermoso jardín idílico ahora estaba reducido a una pila de barro, sangre y escombros bañados por la lluvia.


—Me adelantaré y enviaré a alguien para que venga a recogerte... No hay alfas cerca, así que no te muevas de aquí o te meterás en más problemas —ordenó simple el ojiazul, sabiendo que un lemuriano no podría viajar en hipocampo. Empezó a alejarse sin decir nada más.


Allen dudó en responder. Entendía que Kanda jamás tuvo la intención de encontrarse con él en primer lugar. No era una cita ni nada similar pero no pudo ocultar un poco de emoción, recordando que juntos lograron derrotar a esa bestia, además de un gran sentimiento de gratitud.


—¡E-espera!... —con determinación lo llamó, temiendo que no le hiciera caso.


Kanda detuvo su andar cuando escuchó la trémula voz del omega. Siempre dándole la espalda, sólo ladeó su rostro— ¿Qué sucede? —preguntó calmado, pero al mismo tiempo impaciente por irse.


Allen se perdió nuevamente en el brillo de color zafiro en los ojos del alfa, pero debía concentrarse. Llevó la mano a su cabeza y mostró una sonrisa inocente.


—Gracias por salvarme... te debo una.


Kanda abrió los ojos, sorprendiéndose por las palabras del ojigris. No se dio cuenta, pero una casi imperceptible sonrisa apareció en su rostro— Tsk... Sólo aprende a nadar, tonto Moyashi.


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Traducción del título: <<Fuego danzante>>

*V-chan haciendo dos actualizaciones de Lemuria en menos de treinta días.

*Sus lectores: [inserte meme de "el fin del mundo se acerca"]

Agradezcan a unos pequeños fallos con mis herramientas en la computadora de trabajo y un poco de "availa", lo que me dejó una razonable cantidad de tiempo libre que no pude aprovechar mejor que escribiendo —cof cof... no le digan a mi jefe... cof—. Esta vez fue relativamente más fácil terminar el capítulo pues ya tenía un par de cosas adelantadas que no coloqué en el capítulo anterior porque era demasiado largo, pero aun así espero que lo disfruten.

Empezamos el nuevo "arco" de este fic con la —no tan— inesperada sorpresa de la desaparición de uno de los miembros de mayor rango dentro del clan Bookman, el erudito Jaeger. Su rango dentro del clan está por debajo de Bookman Panda y fungió como líder secundario en Atlántida mientras Bookman fue ministro y líder de la sede del clan en Lemuria.

*Grimorios de Hevlaska: A pesar de que es un solo libro, los clanes lo llamaron así para protegerlo y confundir a posibles ladrones más fácilmente ya que en caso de que alguien quisiera robarlos, irían en busca de más de un grimorio.

*Clan Bookman: La bóveda en la que se reunieron Cross, Tiedoll, Bookman y Zu Mei está basada en las descripciones de la biblioteca de Alejandría.

*Fénix: en el universo de Hollow Earth representa el espíritu del fuego y reencarnación. Es considerado como un dios menor por lemurianos y atlantes.

*Anfisbena: Es un animal perteneciente a bestiarios y es descrito como una boa con una cabeza en cada extremo y cuernos en estas. En algunas descripciones fuera de este AU, también se les añade plumas y dos patas en el centro del cuerpo.

Las preguntas preguntonas no pueden faltar en cada actualización:

☆ ¿Se sorprendieron al ver una nueva actualización?

☆ ¿Cuál fue su escena favorita del capítulo?

¿Tienen más teorías sobre el pasado de Kanda, Alma, el oráculo o alguna teoría de cualquier otro personaje? Estaré atenta a sus comentarios. Recuerden que aún nos falta saber qué ocurrió exactamente en el pasado de nuestro grumpy BaKanda y por qué odia tanto a su padre. Tengan en cuenta la explicación de Lenalee... pero no tanto *risitas*

¿Cuánto tiempo pasará hasta que V-chan actualice de nuevo?

PD: Estaré haciendo una ligera edición en los primeros capítulos, sobre todo para corrección de ortografía y coherencia.

*✲*(^^)*✲*

Los dejo con un Bye Bye Dango... y nos leemos (espero) en unos cuantos días ^^

レムーリャ By: Varela D. Campbell ウァレラ・デェー・キァンベル。

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