Unlocked risk
Trece
<<Unlocked risk>>
Anteriormente
Panda se acercó a su nieto, levanto su mano y lanzó un golpe certero a la cabeza de este, haciendo que un chillido infantil saliera de su boca—. Idiota, es que acaso piensas que dejaré que se cambie de ropa frente al pervertido de mi nieto. Ten algo más de respeto por el que será tu rey, Lavi —fue su contestación sin gracia, acertando en su afirmación. Lavi podía considerar a Allen como su hermanito, pero lejos de ello, él era un omega y un príncipe... por lo que siempre necesitaría un poco más de espacio.
—Está bien... tu ganas —contestó el ojiverde, con tono regañado. Siguiendo sin rechistar a su abuelo, pero sin dejar de lado la preocupación por el bienestar de su amigo y la posible llegada (y encuentro inevitable) de Socaro. Después de todo, eran ellos los invitados en su casa.
Al otro lado del continente...
—¿Kanda?... ¿me oyes?
La peliverde tocaba la puerta sin sonar insistente. Su mirada estaba puesta en su reflejo borroso al ser esta de cristal opaco, pero seguía sin obtener respuesta del mencionado; llevado así una semana tratando de hablarle o almenos hacer que saliera para entrenar juntos.
—Hablé con tu padre, me dijo que podías acompañarme. Mi hermano creó otro Komurin esta mañana y nadie en la Rama sabe cómo detenerlo... quieren que nos ayudes a destruirlo, sino se incendiará el área científica —añadió la omega, recibiendo más silencio como respuesta.
No iba a negar que se empezaba a frustrar por la actitud apática del príncipe, pero más que frustrada se sentía preocupada. Kanda de cachorro era un poco más sociable, uniéndose a Alma, ella y otros amigos en juegos, travesuras y prácticas, frescas en su memoria como dulces y añorados recuerdos.
<< Casi siendo el ciclo solar menor, finalmente se habían juntado luego de sus respectivos quehaceres.
La pequeña Lenalee había salido del agua para tomar aire. Luego de sumergirse nuevamente su vista se nubló por la tinta de pulpo que había disparado Alma entre risas que se perdían mezcladas con las burbujas de aire.
La peliverde vio como ambos hermanos se perseguían bajo el agua, con unas pistolas de juguete que disparaban tinta oscura. Estaban jugando dentro de uno de los estanques privados del palacio, por lo que estaban constantemente vigilados por su protección en especial si jugaban bajo el agua, pues para un cachorro atlante el aprender a mantener la respiración era algo crucial que debían desarrollar, y que mejor manera que jugando.
Kanda aprovechó el movimiento de un cardumen de peces y nadó hasta ocultarse tras uno de los pilares, esperando a que su hermano bajara para asestarle una trampa.
Tan pronto Alma nadó cerca, Kanda pegó el arma en su cara y apretó su el gatillo para que la tinta liberada manchara su cara. A Lenalee le parecía una escena de lo más cómica; ver a los hermanos jugando le enternecía. Su propio hermano no tenía el tiempo de acompañarla por su trabajo como clérigo y supervisor. Pero para fortuna de ella, los príncipes rápidamente la habían acogido como una amiga y hasta casi como una hermana, siendo además que tenían edades similares.
Pronto se unió al juego, y luego de unos cortos minutos, el aire de todos había llegado a su límite. Cansados por el trabajo físico que requiere nadar a velocidad, los tres decidieron que era hora de salir, quedarse en tierra y esperar a que llevaran los sándwiches para merendar. >>
La peliverde recordaba cómo poco a poco el ojiazul fue socializando más; su infancia pasó como una normal para cualquier niño atlante de clase alta. Pero luego de la desaparición de la reina, la actitud del pequeño príncipe se había cerrado y comenzado a ser lo que es su temperamento y seriedad hoy en día, mientras que Alma no parecía demostrar cambio alguno en su forma de ser... aunque en más de una ocasión ella lo había encontrado llorando solo, demostrándole que también sufría de la pérdida de su madre, pero mantenía su sonrisa frente a todos a pesar del dolor.
No estaba enterada en lo más mínimo, de lo duro del pasado de los príncipes luego de ese evento. Pero podía deducirlo en base al cambio de Kanda.
Por un momento dejó de tocar a la puerta y decidió apoyar su espalda en esta. Llevó las manos a su pecho, pensante. Triste debido a lo cruel que había sido la vida con su amigo; arrebatándole las dos cosas que más amaba, apagando el rayo de luz que había iluminado su camino de nuevo, también de la forma más cruel.
Su pensar se vio interrumpido por el sonido de la puerta siendo abierta sin medir. Asustada, no le dio tiempo de reaccionar y cayó al suelo sentada, viendo la silueta de Kanda de pie con su mirada seria y con el traje de guerrero sagrado puesto.
—¡Tsk!... pensé que te habías aburrido de esperar y te habías largado —dijo el alfa, mirándola con reproche un paso atrás.
—No se trata así a una dama, tardaste mucho —respondió la ojilila con un mohín, molesta por el poco tacto de su amigo.
—¿Y bien? ¿Te piensas quedar ahí sentada?
—Fuiste tú el que hizo que cayera en primer lugar.
—No tengo la culpa de no saber que estabas apoyada en la puerta —responde cruzado de brazos.
—Entonces, ¿vas a ayudarnos? —Lenalee pregunta, poniéndose de pie y sacudiendo su falta para alisar los quiebres en la tela.
—¿Tengo acaso otra opción? —añade molesto, ladeando su cabeza en desacuerdo con la petición de la joven. Saliendo de su habitación seguido por esta.
Para sorpresa de todos, Kanda ahora se paseaba por los pasillos acompañado de Lenalee. No había salido de su habitación más que para comer o para atender los asuntos militares o internos del reino, evadiendo en manera cuando su padre buscaba tocar el tema del príncipe Walker o el compromiso en general. En esos casos, simplemente dejaba las reuniones o regresaba a su habitación para no ser visto hasta el día siguiente a la hora de comer.
Una vez estando casi listos para partir se había llegado el momento tenso, en el cual debían hacer saber a Socaro sobre su partida. Punto en el que Allen no estaba del todo cómodo debido a lo sucedido antes. El sólo regresar a la plaza le provocaba una sensación de nauseas, pero debía ser fuerte y no demostrar lo afectado que estaba.
Link era el intermediador, entablando una incómoda conversación con Socaro y su actitud altanera. Habían salido de la residencia del alfa tan pronto Allen se sintió mejor.
Antes de dejar la plaza y la ciudad, Allen sintió curiosidad al voltear su mirar al lugar de la ejecución. Sin que los demás lo notaran comenzó a caminar, acercándose a un niño que estaba acurrucado cerca del charco de sangre.
El omega notó que a los adultos poco o nada les importaba que el cachorro estuviera cerca de tal lugar. Con algo de valentía se armó de fuerza para dirigirle unas palabras pese a lo mal que sentía su estómago con el olor de la sangre.
—No deberías estar jugando en un lugar como este —habló con la voz suave y un semblante dudoso, alejando las moscas que querían posarse en su cara.
El niño lo miró a los ojos, sin una mueca de extrañes por la gran cicatriz que marcaba su rostro además de su brazo enrojecido—. No estoy jugando —contestó—, solo recogía el collar de mi padre.
Ante la afirmación, la sorpresa se marcó en su rostro. En efecto, las manos del menor sostenían una cadena de plata con una piedra ámbar como dije— E-Espera, ¿viste la ejecución de tu padre? —Recibió el asentimiento del niño como respuesta—. ¡¿Cómo es posible que tu madre permitiera eso?! —gritó escandalizado.
—¿Eso es algo malo? —Cuestionó con real frialdad e indiferencia—. No es la primera vez que vengo los Yargis. Pero es la primera vez que vengo con mi mami solamente, porque ella dijo que papá hizo algo muy malo, pero ahora está con la diosa Gea en un lugar mejor. Es por eso que quiero recoger su collar.
Tal confesión dejó atónito a Allen—. ¿Tan poco significado tiene para ellos la vida en este mundo? —se cuestionaba, apretando los dientes, sintiéndolos rechinar. Se notaba su ira acumulada; había recorrido el camino en el que estaba gracias al sacrificio de sus padres, había aprendido los valores más preciosos infundados por Gea a través de la estricta doctrina de sus mentores.
Sin duda, una vez siendo rey no dejaría atrás a estas personas. Ignorantes e inmersas en una absurda tradición y reglas poco ortodoxas... se encargaría de salvarlos a todos, de guiarlos por el buen camino.
La madre del menor se acercó y tomo la mano ensangrentada del infante, llevándoselo tras mirar un tanto consternada al albino. Allen se quedó nuevamente solo entre el olor de la sangre. Las personas comenzaban a retomar los rumbos de sus vidas, que parecían alegres... pero sólo era una capa superficial; en su interior no podían esconder sus verdaderos sentimientos y actitudes: el morbo y el miedo.
Eran solo ganado fácil de manipular. Cosa que los altos miembros de los cuarteles de la Rama Norte y el consejo real sabían a la perfección.
Frustrado y cansado, Allen bajó hasta la plataforma en la que los grifos esperaban por la partida, tomó asiento cerca de unos escalones empinados que conectaban con uno de los puentes aéreos cercanos a la zona comercial. Era cuestión de minutos antes de que salieran de la ciudad, así que no se movería del lugar hasta que Link y los demás dieran la señal de partir. Apoyó ambos brazos sobre sus piernas y suspiró, mirando como las ramas altas de los árboles se mecían con el viento.
—No sabía si acercarme o no, pero siento que debo disculparme por lo que hice.
Escuchó una voz proveniente de la esquina cercana al puente, alguien había estado oculto tras la sombra oscura del tronco del árbol base. Allen de inmediato se tensó al no notar antes a la persona que le hablaba. Al voltear vio a un joven con capa, por su rostro y facciones lisas parecía ser de su misma edad, saludando efusivamente con una sonrisa nerviosa.
—Hola, príncipe. Mi nombre es Johnny Gil —exclamó el beta, acercándose con cautela al ver al albino con una expresión de asombro y alerta.
El ojigris dudó por un instante, pero luego de que Johnny removiera la capa de su cabeza y se sentara a la par, pareció no sentir ninguna sensación de peligro proveniente del joven—. Hola, Johnny... y-yo me llamo Allen.
—No hace falta que te presentes, ya tenía una idea de quien eras cuando te vi en la ejecución— dijo rascando la parte trasera de su cabeza con timidez—. A veces al alcalde se le va un poco la cordura cuando tenemos que hacer un Yargi, y no había ocurrido uno en varios días —añadió con semblante triste.
—Eh... ¿Puedo preguntar algo? —Allen cuestionó con duda, bajo la mirada curiosa del castaño—. ¿Por qué te disculpaste antes? No recuerdo haberte visto en... ese lugar —dijo con dificultad lo último. De inmediato el beta se tensó y aclaró su garganta.
—Eso fue... porque yo fui el que tomó las vidas de esos ladrones, yo soy el sayón de la ciudad —confesó sin hesitar, bajo la mirada de asombro del príncipe—. Está bien si no me crees, su alteza. Sólo el alcalde sabe de esto, pero no hay día en que no me arrepienta de ser... este monstruo —Declaró, viendo sus manos con asco. Johnny no conocía a Allen más allá de saber que era el hijo del rey Walker, pero por su mirada inocente y su semblante, se sentía capaz de expresar sus miedos sin ser visto como alguien despreciable.
Eso precisamente era, un monstruo incomprendido y relegado a las sombras. Su cabeza se agachaba cada vez más, sentía el llanto a punto de colarse entre el reflejo de sus lentes. Detrás de ese estigma no era más que un joven beta introvertido, infantil y amante de la costura y confección... pero la vida no podía ser justa con él, no podía ser justa con todos.
Pasaba que, al tomar sus cosas y finalmente emprender camino a casa, se encontró al salir a la plaza con la escena del príncipe y el niño cerca de la tarima de ejecución. Sintió pena sabiendo que él había tenido que presenciar el crudo espectáculo, siguiéndolo en silencio y dudando si aclarar las cosas y disculparse o solo dejar que se fuera y siguiera con su rumbo. Si, seguramente eso era lo mejor. El príncipe quizás nunca más volvería a poner un pie en Didierite... y su vida como verdugo seguiría siendo igual de aburrida y desdichada hasta el fin de sus días en Lemuria.
Ese era su plan: irse con la cabeza baja, pero algo lo detuvo. La sensación que debía hacer lo correcto almenos una vez en su vida, buscó redimirse y al final terminó en esa complicada situación: sentado, siendo un fracaso al disculparse correctamente ante Allen.
—Su alteza, ¡estoy increíblemente apenado por lo sucedido... pido algún día me perdones! —Lloraba y exclamaba infantilmente, en sus ojos se notaba el dolor y el arrepentimiento—. Es mi deber cumplir con el puesto de verdugo heredado por los hijos varones de mi familia. Es una maldición que el dios Erebo puso a mi bisabuelo hace muchísimo tiempo.
No notó en qué momento Allen se había puesto de pie. Solo sintió una mano cálida sobre su cabeza que buscaba calmar su llanto. Johnny elevó su mirada para encontrar la sonrisa noble de Allen, parecía un ser divino bajo el rayo de luz que se colaba desde las copas de los árboles. Alguien tan benevolente y puro le estaba extendiendo una mano.
—Johnny... yo te creo, y al mismo tiempo no tienes por qué disculparte. Has tenido la valentía de acercarte aun sabiendo que podría haberte rechazado, pero mis principios nunca me permitirían hacer eso. Si crees que eres un monstruo solo te dañas a ti mismo. Tú también tienes el derecho y el poder de elegir tu destino —dijo con calidez. Johnny no dejaba de llorar por el consuelo de sus palabras. Algo que Allen había aprendido de su padre, era que la mirada nunca mentía, y podía ver en los ojos chocolate del joven sentado ahí el arrepentimiento y el dolor de algo que no era más que simple mala suerte—. Además, dudo que fuera una maldición del Conde... de serlo, mi ojo ya lo habría notado —aclaró señalando su ojo izquierdo bajo la mirada dudosa del castaño.
—G-Gracias, príncipe Walker... siento que con esto me quito un enorme peso de encima. Mi padre y abuelo no estarán contentos, pero al ser el último con vida de mi familia puedo escoger mi propio destino y el de mi descendencia —exclamó con una mezcla de llanto y una sonrisa de felicidad genuina, poniéndose de pie y dándole a Allen múltiples reverencias.
—Ya, ya... no es necesario la reverencia. Sólo hazme saber si al final lograste cumplir tu sueño —alegaba Allen moviendo sus manos para detener al animado beta. Se sentía un tanto incrédulo al ver el rostro jovial y alegre del joven, sabiendo que bajo una capa podía convertirse en un verdugo a sangre fría, pero se sentía aliviado al saber que al menos no todas las personas en esa ciudad tenían el corazón corrompido, por muy oscuro que fuera su pasado.
A lo lejos divisó que tanto Link como Bookman y los guardias caminaban a su encuentro, era hora de emprender de nuevo el viaje de camino. La pausa por Didierite no fue larga, pero no debían perder más tiempo si buscaban llegar a la costa en pocos días.
—Oye, Allen... ¿Quién es tu nuevo amigo? —canturreó Lavi, acercándose al castaño para colar el brazo sobre su cuello en un abrazo. Johnny tenía el rostro azul por el nerviosismo y la vergüenza, era del tipo que prefería en lo mínimo el contacto físico y ese animado joven pelirrojo parecía no notarlo.
—Dejen de perder el tiempo, que si no nos vamos ahora se nos hará tarde para salir del bosque —. Gruñó Link, empacando las últimas cosas en las bolsas de la montura de su grifo.
—Nos debemos ir, así que espero volver a verte pronto, Johnny —Allen se despidió y Lavi lo soltó para así ambos nobles dirigirse a sus respectivos grifos y montarse.
El castaño lo pensó unos segundos, embobado por la belleza de las armaduras de las bestias aladas, además del porte de la raza de grifos de batalla. Antes de que partieran, empezó a correr hasta detenerse frente a Timcampy. Allen y los demás lo miraban interrogantes.
—¡Esperen! Déjenme ir con ustedes, se los ruego —preguntó en un impulso, elevando sus manos con sus ojos llorosos en una mueca infantil.
—No podemos dejar que un civil nos acompañe —aseveró Bookman con su semblante serio, viendo al omega—. Sólo será un estorbo si nos encontramos en alguna situación complicada, y nadie nos asegura que no tenga dobles intensiones. Lo acabas de conocer... no podemos confiar en él.
—Dime por qué quieres acompañarnos, Atlántida es literalmente un reino distinto y una cultura que es todo menos acogedora para un Lemuriano normal —ignorando el consejo sabio del alfa mayor, Allen pregunta desde arriba al castaño.
—Porque si me quedo aquí no podré cumplir nunca mi sueño. Tú dijiste que era mi elección, y mi elección es desde ahora servirte e ir a cualquier lugar lo más lejos de esta ciudad —. Afirmó con seguridad, sujetando con fuerza sus propias ropas al sentirse ínfimo al lado de los nobles.
Allen se conmovió ante la decisión y determinación del joven. Algo le decía que su alma era pura, a pesar de estar sus manos manchadas de sangre—. Yo respondo por él —Aseveró seguro. Se volvió hacia Link y Bookman, quienes escuchaban atentos—. No es un simple civil, además es un excelente sastre y conoce este bosque... puede sernos útil.
Lavi miraba intrigado la nueva decisión de Allen, analizando la situación. El instinto de su amigo siempre era acertado, por lo que pronto volcó su atención en Panda. Trataba de descifrar el rostro de su abuelo, quien era el guía principal; estaba seguro que el viejo Bookman no había viajado a esta ciudad desde hacía décadas, por lo tanto, a pesar de su inigualable memoria, los cambios en el bosque y la amenaza latente de los esbirros y akumas representaban un peligro del que no podían confiarse. Un guía local sería de utilidad, almenos mientras estén dentro de la ciudad esmeralda y el bosque de Onns.
—Si no tienes tu propio grifo y provisiones olvídate de acompañarnos. Te daremos diez minutos solamente —habló finalmente Bookman. Allen esbozó una ligera sonrisa y volvió a ver al beta que brincaba de alegría; su grifo podía no tener el porte y la semblanza de los del palacio, pero al menos podría seguirles el paso con su vuelo.
Corriendo hasta el lugar que a partir de ese momento sería su antiguo hogar, empacó sus pocas pertenencias, se despidió de su jefe en la sastrería y buscó a su atolondrado grifo en el Grerto comunitario; un animal sumiso y algo tímido, de color negro con algunos parches en donde por su torpeza se había arrancado las plumas.
Antes de partir, se aseguró de que Socaro no se percatara de su presencia junto al príncipe. No quería sufrir de la ira del alfa cuando se enterara de que el único verdugo de los Yargis huía de la ciudad. Sabiendo de que nunca más vería su tierra natal, dejó salir un pesado suspiro; una mezcla de alegría y melancolía, por lo que dejaba atrás en medio de árboles y clima húmedo... su pasado.
El conjunto de grifos no tardó en llegar a su siguiente destino tras dos largos días más de vuelo. Johnny se había adaptado rápidamente al viaje, maravillado por cada detalle nuevo de los lugares por los que volaban. Cada vez que se detenían a descansar, tomaba apuntes de las diferentes cosas nuevas, también le enseñaba a Lavi y Allen algunos de sus mejores diseños en trajes y vestidos característicos de su reino y también algunos prototipos extraños de vestimentas atlantes.
Pronto en la lejanía, una espesa bruma y un clima nublado los comenzaba a recibir; la costa de Citrino era un escenario lúgubre y silencioso, sin arboles a la vista, solamente colinas con pasto seco en donde una vez hubo bastante vegetación. La que una vez fue la capital de Lemuria y la ciudad más prospera, ahora esa solo un despojo y vestigios de la época de los antiguos reyes.
Allen sentía pesado su respirar, sintiendo el aire salado del mar que llenaba su cabeza de dolorosos recuerdos—. Luego de tantos años... —Murmuró consternado. Por donde mirara sólo podía distinguir ruinas calcinadas o destruidas, ya que volaban bajo para evitar los rayos en el cielo nublado.
—Sesenta y tres, para ser exactos... —añadió el ojiverde volando cerca de él, su tono era bastante serio. La mirada del omega se clavó en el rostro pensante de Lavi; había llevado involuntariamente la mano a su cara, frotando el parche que escondía su ojo faltante. La sensación de culpa pronto le hizo voltear su mirada a otro lado y pensar en todo lo que había acontecido en ese lugar.
Allen muy pocas veces había vuelto a tocar el tema de la muerte de sus padres o el ataque a Citrino, Lavi lucía serio al igual que el viejo Bookman por los recuerdos que en ellos eran más claros que el agua. Para Link, Johnny y los soldados que los acompañaban, la sensación de frialdad y desamparo reflejada en las ruinas de la capital los ponía a todos en una situación incómoda y en alerta a cualquier movimiento entre la niebla y las nubes espesas. No había señal de lluvia inminente, pero a medida se acercaban a los vestigios del castillo podían divisar el mar agitado a su costado.
Su segundo destino no era la antigua capital, debían llegar al puente de Cira; lugar en el que la capitana Anita, cortesana noble de la armada naval de Lemuria, los esperaba pacientemente para el peligroso viaje marino a través del mar de Aquabóreas. Un viaje imposible hasta para el grifo mejor entrenado y con más resistencia; a pesar de tener ciertas zonas con aguas clamas, centenares de kilómetros separan a ambos reinos sin una sola isla a la vista. El mar también era asediado por fieras marinas, leviatanes, dragones acuáticos, tiburones, también los vientos y tormentas más fuertes... por lo que viajar sin un barco resistente y sin un buen navegante era un viaje peligroso e incluso suicida.
Por suerte la corriente que llega hasta el estero del puente de Cira les daría un viaje tranquilo hasta que el clima les juege una mala pasada, tal era el caso de la bruma y el mar tempestuoso en ese momento.
—Desde aquí se puede ver el océano, es increíble —Johnny confesó admirado. Con sus ojos abiertos y soltando su propio brillo, contemplaba el mar que empezaba a ponerse turbulento a la distancia.
—¿Qué nunca habías visto el mar antes? —Lavi le preguntó curioso. A lo que recibió una negación por parte del beta.
—Nací y crecí en Didierite. Además mi trabajo y situación económica nunca me habían permitido viajar, o conocer el mar. Sabía de él por los libros y las clases en la Escuela cuando era un cachorro.
—Sólo trata de no marearte entonces —el pelirrojo respondió burlón, teniendo una idea de lo tedioso que sería el viaje en barco para un inexperto. Las ligeras gotas de llovizna se sentían como un alivio en su piel expuesta. El ojiverde ansiaba llegar al mar y cruzar las aguas para llegar al reino vecino, en su mente había dejado atrás los dolorosos recuerdos y pensaba únicamente en una cosa—. Ya casi llegamos pero a este paso la tormenta nos alcanzará antes de que lleguemos al barco —se dirigió a su abuelo, quien solo asintió tras dar un vistazo rápido a la costa y los restos viejos de las casas costeras y muelles hundidos.
—Comiencen a descender, estamos cerca del puente. Una vez ahí será más fácil ver el barco —ordenó Link. Todos de inmediato se acercaron en picada hasta pasar muy cerca de las ruinas del castillo.
Allen no pudo evitar mirar los restos del palacio real, un nudo se formó en su garganta sintiendo la nostalgia y el vacío que sus padres habían dejado. El silencio era el que ahora reinaba en el enorme complejo destruido y cubierto de cenizas y vegetación seca.
Timcampy chilló para llamar la atención del omega, la acción del grifo sacó a Allen de su ensoñación, haciendo que sonriera al sentir como este se preocupaba por él; dedicó al animal una mirada cálida, acariciando las plumas de su cuello—. Tienes razón, Tim... este no es momento para pensar en cosas del pasado. Tengo un deber que cumplir —afirmó para sí, levantando su mirada y borrando la expresión melancólica de su rostro.
Sin demora, el grupo de grifos aterrizó frente a un viejo muelle; anclado a la orilla estaba una fragata de batalla. Las velas eran de un intenso color rojo, mientras que la madera oscura le daba un aire intimidante... debía serlo, pues era parte de los barcos de la fuerza naval del reino de Lemuria. Tan pronto el grupo se juntó escucharon ruidos al interior de la nave, los tripulantes se preparaban para zarpar.
Habiendo divisado al grupo de grifos, la capitana Anita dio la orden de preparar mástiles y velas para la partida.
—Mi señora, ellos estarán aquí en unos segundos... la tripulación espera sus órdenes —exclamó una corpulenta alfa a la espera de la suave voz de la pelinegra. Anita apuntaba su catalejo, dejando ver en su pálido rostro una mueca de disgusto por las nubes de tormenta que ya empezaban a descargar la lluvia.
—Diles que suelten sólo la vela principal, ve con la escolta de bienvenida por el príncipe Walker. Yo me encargaré del resto.
— ¿Sólo una vela? —pregunta con duda la teniente.
—El viento no está a nuestro favor, si nos confiamos nos hundiremos tan pronto estemos mar adentro, Mahoja —confirmó, guardando el catalejo.
— ¡A sus órdenes! —exclamó la mujer alfa, apresurándose a expresar las ordenes de su capitana y saltando desde la proa para recibir a la comitiva real.
...
Allen, Lavi y los demás no tardaron en ser recibidos por los hombres y mujeres de aspecto regio que acompañaban a la teniente. El ojiverde fue el primero en sorprenderse por el porte rudo y mirada seria de esta.
—E-Espera... ¡¿es una mujer?! —Lavi cuestionó asombrado mientras la señalaba, le resultaba poco creíble que una dama tuviera el cuerpo tan trabajado y musculoso.
Luego recibió un golpe en su cabeza, el viejo Bookman lo miró molesto—. Tienes muy poco tacto, idiota. Es obvio que es una mujer.
—Deja de golpearme, Panda —reclamó en un puchero infantil, sobando el golpe en su cabeza—. Que si no hubiera visto sus pechos hubiera pensado que era un... ¡auch! —Se quejó por otro golpe, esta vez de parte de Link, que movía su cabeza en negativa por la actitud del nieto de Bookman.
El grupo se inclinó en muestra de respeto y la mujer alfa dio un paso al frente, encarando a Allen.
—Reciban nuestros cordiales saludos, y sean bienvenidos al barco comandado por nuestra capitana Anita. Mi nombre es Mahoja, teniente de cargo medio de la flota asignada a su traslado sano y salvo hacia el reino de Atlántida —saludó la mujer, inclinándose en una reverencia hacia el omega, quien se sentía algo intimidado por el gran tamaño de esta, quien era incluso más alta que Lavi.
—Hola, espero no los hayamos hecho esperar mucho tiempo —saludó el albino con una sonrisa nerviosa, removiéndose la capa para dejar ver su rostro.
—Para nada, su alteza. Si me permite, debo llevarlo con mi capitana, ella estaba esperando por su llegada bastante ansiosa —respondió, con una suave sonrisa.
Después de eso, todos abordaron la fragata; las cuerdas se soltaron y el ancla se elevó. Así dieron marcha a una nueva etapa en el largo viaje.
Lavi parecía reír lúdico ante el rostro verde de Johnny, ya que el joven beta se tambaleaba al correr en la proa del barco, buscando un lugar para liberar su estómago a causa del mareo. El alfa pelirrojo había acertado en su predicción sobre el inexperto castaño. Link ayudaba a Mahoja en la interpretación de los mapas marinos, los grifos estaban dentro del barco en un segmento especial para el transporte de animales, mientras que Bookman estaba en su habitación, escribiendo un nuevo reporte de ubicación para notificar tanto a Cross como al rey Tiedoll en Atlántida sobre el estado del príncipe y los días faltantes para llegar a las costas vecinas.
Mientras que Allen estaba apoyado sobre el barandal de madera, en la parte en la que estaba el timón del navío. Su mirada se clavó en las nubes que auguraban un clima complicado a medida que la costa se hacía más lejana. El barco se mecía fuertemente, pero el ojigris no prestaba atención a eso; por las feromonas que soltaba sin haberse percatado, denotaba que estaba ansioso, y eso no pasó por alto para la mujer que estaba junto a él, quien pese a ser una beta, tenía un olfato muy desarrollado luego de años de experiencia como enfermera antes de convertirse en navegante.
La delgada mujer de cabellos oscuros se percató de la mirada perdida del príncipe—. ¿Por qué haces esto, su alteza? —preguntó, dejando frente al rostro del joven una taza de té caliente. Ella también notó cómo la fragata se mecía con algo de rudeza, pero la tripulación no se inmutaba ante el clima, pues se movían con destreza en cubierta.
—Lo hago porque es mi deber... —contestó sin ánimos, tomando la taza de la mano de la azabache y viendo su reflejo turbio entre el vapor que emanaba.
La mujer dejó entrever una sonrisa comprensiva, apoyándose de espaldas al barandal y dando un sorbo a su propio té—. Un matrimonio arreglado... que no es por amor. ¿Qué pasará con tu propia felicidad? ¿Has pensado en tu descendencia... o en cómo se ha tomado la noticia el príncipe de Atlántida?
—No me estoy comprometiendo por amor, y pienso que a él tampoco le interesa esto —Allen responde, sin voltear a verla—. Si no lo hago, las fuerzas oscuras del Conde terminarán esclavizando a mi pueblo. Y no los dejaré a merced de los Noah o de los esbirros. Lo que pase conmigo solo es un pequeño precio a pagar por la felicidad de quienes me importan. Si logro cumplir con mi deber como príncipe heredero de mi reino, lo demás es pequeño en comparación... incluso mi misión como Guerrero sagrado, o mi situación como omega.
La mujer se quedó pensativa, vaya que ese omega tenía las cualidades de un líder. Pero aun así había un detalle que Allen estaba pasando por alto, y ella se encargaría de hacerle ver una peligrosa realidad.
—Yo no conocí al rey en persona, es una pena, porque escuché maravillosas historias sobre la rectitud, bondad y amor con su pueblo, que eran característicos de él —menciona en un susurro, llamando la atención del ojigris—. Ese poderoso rey alfa que también cedió a sus sentimientos casándose con una hermosa omega, hija de humildes pescadores del puente de Cira.
— ¿A qué quiere llegar con eso, capitana Anita? —cuestionó, ya una vez interesado en lo que la sabia mujer narraba.
—A lo que quiero llegar es que, según cuentan los rumores, el rey Mana encontró en esa mujer a su pareja destinada. Así como todos en esta vida, y gracias a la Diosa Gea, tenemos a nuestro complemento y destino.
Dichas palabras dejaron mudo al omega, no eran sólo rumores... su propia madre le contaba innumerables veces la historia de la poderosa conexión que sintieron ambos al verse por primera vez.
—Sabes bien, príncipe Walker, que el ritual de compromiso junta a dos almas por toda la eternidad, no importa si amas a esa persona o no —explicó la mujer, sin importarle a ambos que la lluvia comenzara a caer más fuerte—. El lazo de sangre que estás por formar será un golpe fuerte si el príncipe Kanda no resulta ser tu pareja destinada. Te estarías condenando a vivir una vida de constante sufrimiento y también lo condenarías a sufrir lo que sufren todos aquellos que son sometidos a un compromiso forzado. Sé muy bien que el lazo es aún más fuerte si la pareja está hecha por un alfa y un omega—. Añadió, con una mirada preocupada—. Es una conexión tan fuerte, que hasta el dolor es compartido si la ceremonia se realiza bien.
La mirada de Allen estaba estática en cierto lugar. Anita había removido el guante que cubría su mano, dejando ver la cicatriz de la ceremonia de compromiso; una herida seca que pese a ser corta, se extendían por todo el resto del brazo de la mujer, cientos de venas enegrecidas de su propia mano.
—Esto... es...
—Lo que pasa cuando te fuerzan a formar un lazo con alguien que no está destinado a ti —. Confesó la mujer, colocando de vuelta el guante y mirando a sus costados para asegurarse que nadie más los había visto—. Perdí a mi prometido en una de las batallas iniciales contra los akumas hace varias décadas. No fue un golpe duro, pero desde entonces he vivido condenada a sufrir de pesadillas y constante dolor en mi cuerpo. En cuanto a mi pareja destinada... no sé de él casi en la misma cantidad de tiempo que llevo navegando con mi tripulación. Lo último que supe, fue que ese tonto alfa se había mudado a Cuargeo y había adoptado al hijo de un buen amigo.
—Lo siento, fui muy insensible y dije cosas que no debía —se disculpó el albino. Con las mejillas rojas, apenado por ignorar lo que había sucedido con ella.
—No fue tu culpa, no lo sabías—. Se excusó la beta, negando con su cabeza. Luego dejó la taza de té sobre el barandal, colando su mano enguantada sobre la cabeza del omega—. Pero deja que esta solitaria mujer te aconseje una cosa... al momento de conocer cara a cara al príncipe Kanda, míralo a los ojos y pregúntate qué veras más allá de ellos.
El ojigris la miró con un rostro de auténtica duda. Sintiendo un hormigueo en la zona de su cuello en donde va la marca de la mordida del alfa. Sintió un vacío en su pecho, seguido de un fuerte latido, sin saberlo su omega comenzaba a clamar a su alfa... a su pareja destinada.
Un fuerte estruendo hizo que se tambalearan, una ola gigante había impactado la popa del barco. Los gritos y la campana de alerta comenzaron a sonar.
—¡¿Qué está sucediendo?! —Allen preguntó alarmado, de no haberse agarrado a la baranda habría caído por la borda. La mirada de Anita se había afilado, viendo a la distancia como los rayos comenzaban a acumularse y los vientos a ponerse más fuertes.
—¡Medidas de escape, marineros! ¡Amarren todo lo que pueda servir de lastre para evitar heridos!... Príncipe Walker, por su seguridad le ruego que se oculte en mi cabina personal —ordenó la mujer, gritando a todo pulmón entre la furia del mar y el ruido de las ventiscas.
Para cuando la mirada de la beta se calvó en el albino, este ya estaba a punto de saltar con una mirada de determinación en su rostro—. Lo siento, capitana Anita. No puedo obedecer a esa orden—. Y habiendo dicho eso se lanzó hacia la parte inferior, dejando atónita a la beta.
—¡Capitana!... ¡mire a su izquierda! —exclamó Mahoja, llegando hasta donde se encontraba, tras sujetarse de una de las cuerdas que se había roto.
Anita volteó su mirar, quedando ambas mujeres sorprendidas por lo que veían. A un costado de la fragata, una cabeza gigante y escamosa salía del agua y se volvía a hundir en el turbulento océano.
—Eso es un Leviatán —exclamó Bookman desde la cubierta, con cara seria al recordar los estragos narrados en reportes de cientos de barcos hundidos por esas bestias. El monstruo medía unos 15 metros; de un intenso color azul y ojos verdes, asechaba el barco a la espera de que las olas lo tumbaran para así devorar a todos en su interior—. Estamos en un grave problema.
Lavi había lanzado hacia el interior del barco a Johnny. Ya que de poco les podía servir tener a un hombre mareado esquivando los vientos y objetos que se movían en todas direcciones.
—¡Allen! —gritó el ojiverde buscando en todas direcciones a su amigo, en el camino esquivando las astillas rotas de uno de los mástiles. El mencionado había saltado a cubierta, activando a Crown Clown para sujetarse de una base de madera y lanzarse fuera de la fragata para rescatar a unos hombres antes de que cayeran al agua.
—¡Dinos en qué podemos ayudar! —Link se dirigió a la morena, Mahoja volteó hacia la capitana quien luchaba por controlar el timón. Con cada segundo se les hacía más difícil mantener erguida la vela principal y mover el timón para evadir los coletazos que daba el leviatán desestabilizando el barco.
—Ayúdenos a distraer al monstruo, nosotros prepararemos los cañones —exclamó con decisión la alfa. Link y Bookman de inmediato saltaron, uno sobre el gravía y el otro hacia la vela trinquete para atacar y desviar los colazos de la bestia.
Laví sacó su martillo, activando su habilidad—. ¡Moku Ban! —Gritó, activando el sello de su inocencia; de inmediato se creó una burbuja que estabilizó el viento tempestuoso, dándole a los marineros la oportunidad de abrir todas las escotillas laterales y preparar los cañones—. Esto no durará mucho tiempo, ¡apresúrense! —añadió, concentrando toda su fuerza en estabilizar el viento en un rango de 20 metros alrededor del barco. Los ataques de Bookman y Link habían hecho salir a la bestia, soltando un rugido que intimidó a todos.
— ¡Ahora! —ordenó Mahoja.
Los cañones comenzaron a dispararse e impactar de lleno en el animal, que rugía tan fuerte que hacía los rayos caer peligrosamente cerca del barco. El sello que Lavi había activado pronto se rompió; el alfa cayó de rodillas exhausto por la fuerza empleada, mientras el agua dulce de la lluvia los volvía a bañar y los vientos disipaban el humo de la pólvora. Allen se había acercado al pelirrojo para ayudarlo a ponerse en pie.
— ¿Estas bien? —preguntó preocupado, viendo como Lavi usaba su hombro y el martillo para sostenerse.
—Eeh, ¿qué dices? Eso no será suficiente para derrotar al gran conejo escarlata —contestó con una sonrisa ladina, sintiendo su cuerpo tensarse al escuchar de nuevo el rugido del animal.
El Leviatán se escondió y luego sólo escucharon el fuerte viento azotando el barco. Todos se quedaron inmóviles por unos segundos, largos segundos en los que no había señal de la bestia fiera.
—Está preparando su ataque... —Allen pensó en voz alta, llamando la atención de todos.
—¡Manténganse alerta! Vendrá desde el fondo a embestir el barco, pero no lo dejaremos —exclamó Anita—. Escuchen todos, a mi señal soltaran las velas que no estén dañadas.
—¡A sus órdenes! —gritaron en respuesta los marineros. En unos segundos más ya estaban listos para soltar las cuerdas y abrir todas las velas.
Un estruendo fue la señal para que Anita soltara el timón, dejando que girara rápidamente en cualquier dirección—. ¡Ahora! Sujétense.
Tras haber liberado las cuerdas y soltado el timón, la fragata se estremeció, girando bruscamente cuando el viento llenó la tela de las velas. La tripulación y sus acompañantes se agacharon, sujetándose de lo que sea que tuvieran cerca mientras el barco daba un giro justo antes de que el leviatán saliera disparado como bala del agua; una de sus garras dañó por poco una sección del barco, pero sin ser algo de gravedad, mientras la bestia caía de nuevo al agua. La furia de este no se hizo esperar, persiguiendo al navío que descendía por una ola gigante. La fragata no tenía rumbo, pero se movía a gran velocidad. Sin embargo, no era suficiente para perder de vista a la enorme bestia.
El destino y las vidas de todos pendían de un fino hilo, sea en las fauces del leviatán, o naufragando en el vasto mar de Aquabóreas. Todos se sujetaban con fuerza y cerraban sus ojos, esperando escuchar el crujir de la madera.
Los hombres de la tripulación rezaban a la diosa, clamando por piedad y un milagro. Allen cerró los ojos por igual, pero de un momento a otro, dejó de escuchar el sonido del caos y se sumió en una extraña calma.
Su mente viajó por un instante difuso hacia un bosque etéreo; yacía de pie, con nada más que una simple túnica blanca, sin la cicatriz en su rostro y sin la inocencia cubriendo la extensión de su brazo.
—¿En dónde estoy? —pensó, de su boca no salían palabras... todo se sentía extrañamente pacífico en ese lugar rodeado de vegetación. De pronto otra voz se dejó escuchar, resonante en todo el sitio.
—Esto no lo he causado yo, mi querido niño. El poder de Erebo es cada vez más grande... pero la ayuda pronto vendrá. Sólo confía...
Esa dulce voz ya la había escuchado antes, sus ojos grises buscaban en cada rincón de ese lugar a la emisora, pero no podía ver más allá de la brillante luz que comenzó a aclarar todo hasta volverse en un instante en la realidad en la que se encontraban todos en el barco.
Allen se asustó cuando terminó su trance. Vio que en la parte alta de la cubierta, Anita se arrastraba con dificultad a causa del viento, su objetivo era llegar al timón para cambiar el curso de la fragata.
Confía... esa palabra se volvió a repetir en la cabeza del albino. Así que con un poco de fuerza, se levantó, manifestó de nuevo su capa y se impulsó a pesar de lo peligroso de la situación hasta quedar frente a la mujer que estiraba su mano para alcanzar el timonel.
—¡No lo hagas...! —exclamó casi gritando para que lo escuchara—. Confía en lo que digo... deja que el viento siga moviéndonos.
—¡Es peligroso, si no hago nada terminaremos hundidos! —expresó la beta, con la vista nublada por las gotas de lluvia que impactaban con fuerza su rostro. Sintió entonces cómo la capa del albino la envolvía y protegía del viento. Sus ojos vieron incrédulos la sonrisa pacifica que el príncipe tenía en el rostro.
—Estaremos bien...
Las palabras de Allen terminaron por convencerla, desistiendo de querer controlar el timón y en vez de eso, aferrándose con fuerza a la capa del omega.
Moviendo con dificultad su rostro a causa del viento, vio como el leviatán estaba a nada de saltar y hundir el barco. Pero algo lo detuvo, otro animal con brillantes escamas turquesa salió del agua y envistió al monstruo; era de un tamaño menor al de la bestia, con extraños cuernos y símbolos en su cuerpo. Así ambos comenzaron una encarnizada lucha, dejando a la fragata escapar casi intacta hacía donde el viento la arrastrara.
Al final sí confió, sintió que debía hacerlo...
El viento cada vez se iba calmando, la tormenta se iba quedando atrás. Era hora del recuento de daños en la nave.
Traducción del título: <<Peligro desbloqueado>>
Aló aló... si aún hay alguien con vida luego de los siglos sin actualizar le agradece la enorme paciencia ;-; Ya era hora de un nuevo capítulo y a pesar de haber tenido las paginas necesarias para subirlo antes, sentía que era demasiado "corto" y continué hasta este punto.
La inspiración-chan de la escena de la batalla con el Leviatán salió de una lista de reproducción de folk metal ruso *V-chan es amante de la música internacional*, aunque me excedí como siempre, pienso que a ustedes no les afecta ;)
He de soltar un mini dato del próximo capítulo: ¡finalmente llegaremos a Atlántida! *aplausos* y también se llega el tan esperado encuentro con Kanda. Las apuestas comienzan de inmediato, xD vayan por sus palomitas y soda, que esto se pondrá picante... oh sí.
*Aquí muestro en una imagen cómo se vería el lugar en el que Kanda, Alma y Lenalee jugaban en la escena de los recuerdos del pasado, al inicio del capítulo:
*Aquabóreas El nombre del mar que rodea ambos continentes proviene de una mezcla de la palabra latin Aqua de agua y el nombre de una deidad griega de vientos fuertes y carácter violento llamada Bóreas.
*Ceremonia de compromiso: Envuelve un ritual en el que se mezcla la sangre de las personas involucradas en el compromiso, dicho proceso sólo puede ser hecho en un templo de Gea y es de carácter permanente, igualando incluso el lazo de una pareja destinada. Habiendo cientos de templos regados en ambos continentes tendría el equivalente del matrimonio "por la iglesia". El cómo se hace ese ritual lo verán más adelante ;)
*Anita: Como bien habrán notado, Chaoji no hizo aparición en este capítulo. También he de remarcar el hecho de que Anita y Mahoja siguen vivas (al igual que Daysha y Alma) eso es porque quiero darles más protagonismo a esos lindos y carismáticos personajes que me dieron una pena infinita verlos morir en el manga. Aquí estarán vivitos y coleando, además de que Lemuria no va tan apegado al canon de D.Gray-Man en general... por lo que siempre verán algo inesperado en esta historia. Y si, sólo por si alguien tenía sospechas... la pareja destinada de Anita es Cross Marian ;)
Casta y edad de los personajes presentados:
*Anita: (Beta) 168 años / 27 años humanos
*Mahoja: (Alfa) 181 años / 29 años humanos
No puedo irme sin antes compartirles unos preciosos fanarts hechos por ... linda, tus manos son de oro *grito de fangirl* ¡MIREN NOMAS EL SENTIMIENTO E INTENSIDAD QUE DESBORDA LA IMAGEN DE ALLEN SIENDO CACHORRO! También la belleza de Allen con su vestimenta real. Se ve como todo un príncipe... esperen, ya es un príncipe jajaja xD
*Creditos totales a moyashisa16 por estos bellos fanarts, aquí también les dejo el nombre de su pagina de FB para que se deleiten con otros fanarts y preciosos dibujos: FB - Yukariet
También les muestro el Soundtrack que ella creó para Lemuria, se llama "Allen's memories" y no tengo palabras para describirlo más que hermoso
Ya que no es un link de YouTube no puedo ponerlo directamente aquí, pero en el comentario adjunto a este párrafo dejaré el link para que puedan ir a escucharlo.
¡Mil gracias por tan lindos regalos! TwT Y gracias por alegrar a esta pobre escritora loca *se pone sentimental*
Estaré respondiendo sus lindos comentarios como es usual. Ahora se vienen las típicas preguntas:
☆ ¿Les gustó el capítulo?
☆ ¿Qué les parecieron los fanarts y la canción para Lemuria?
☆ Comenten también su escena favorita, me encantaría saber que les gusta de esta alocada historia. A mí en lo personal, me encantó la escena de la pelea con el Leviatán y el inesperado desenlace. ¿Qué opinan ustedes?
Y con eso me despido por otros 1000 años... ok, no tanto.
Para los que no se recuerdan o se fijaron en las notas de Jikan no Breaker, les aviso el orden de actualización de todas mis historias, para que así tengan una idea de qué sigue luego de cada nuevo capítulo. El orden es: JnB, Lemuria y luego Pole Rabbit. Así que prepárense para la actualización de la telenovela de Alma stripper y alfa husbando ricachón (cuando terminas con las neuronas fundidas de tanto escribir ja, ja... je)
⋆。*゚✲*(^ᴗ^)*✲゚*。⋆
Los dejo con un Bye Bye Dango... y nos leemos (espero) en unos cuantos días ^^
レムーリャ By: Varela D. Campbell ウァレラ・デェー・キァンベル。
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