CAPITULO 7. L DE LUNES Y LEMNISCATA

Las semanas fueron pasando y setiembre acabó finalizando dando paso a octubre. El fin de semana había terminado dando lugar a un lunes nublado que parecía burlarse ante el hecho de que la semana volvía a comenzar. Por lo menos no llovía ni hacía mucho frío, pero la niebla siempre conseguía que mi estado de ánimo decayera. Mis padres siempre bromeaban, diciendo que esto se debía a que era una chica brillante como el sol y llena de alegría a pesar de todas las adversidades por las que había pasado. Y era por eso, por lo que cada vez que salía la niebla, mi ánimo se ensombrecía y me mostraba algo huraña. Por lo que si juntábamos el hecho de la niebla y de que era lunes, el resultado era una Aria que lo único que quería era quedarse en casa todo el día. Por suerte tenía un sentido de la responsabilidad que solía reconducirme cara al camino correcto en estas ocasiones. Me levanté de la cama, me vestí con: un pantalón corto vaquero y una camisa azul cielo con estampado floral a juego con unas bambas blancas y me peine con un moño bajo de esos caseros en los que se suele tener algunos mechones sueltos. Bajé las escaleras camino a la cocina, en donde se encontraban mis padres quienes me dieron los buenos días. ¿Dónde diantres estaban los buenos días? Era un lunes de niebla, clases y academia. Era un lunes negro literalmente, y para rematar la mañana la cafetera se había roto. Necesitaba mi dosis matutina de café para poder llevar la mañana y tarde con un mínimo de dignidad y normalidad. No es que fuera dormilona, pero el café conseguía darme una dosis de energía suficiente para mantenerme despierta y activa a lo largo de todo el día. Por suerte teníamos una gran reserva de naranjas con las que podía hacerme un zumo natural, el cual acompañé con una tostada de tomate natural y un poco de aceite. Al terminar, subí al cuarto de baño y me lavé los dientes, y contemplé mi reflejo en el espejo, buscando alguna señal en mis ojos que indicara que la enfermedad de Wilsom había vuelto. Esto se había vuelto en una rutina que repetía en mí día a día. Cuando terminé, bajé de nuevo y me dirigí al colegio, con la esperanza de que apareciera como mínimo un rayo de sol.

Llegué al colegio temprano, pues quería pasarme por la biblioteca antes para buscar unos libros para un trabajo, que nos habían puesto el viernes sobre la genética humana y la herencia genética. Al llegar a la biblioteca me encontré con Jake que estaba sentado en una mesa con un libro concentrado. Me acerqué a él y lo saludé, comprobando que tenía unas grandes ojeras bajo sus ojos.

- Me parece que a ti te hace más falta un café que a mí. Sin ofender pero tienes unas ojeras de mapache que ya podrías protagonizar una nueva versión de el Llanero solitario- Jake me devolvió una sonrisa que parecía un tanto forzada, una sonrisa que parecía ocultar algo que le preocupaba.- Jake, ¿te ocurre algo? Sé que no nos conocemos muy bien aún, pero si necesitas hablar de algo puedes contar conmigo por lo que sea, o sino siempre puedes hablar con Kevin que seguro que te escucha.

- Gracias Aria, pero estoy bien, sólo estoy cansado. No é dormido muy bien esta noche, Dafne tuvo algo de fiebre esta noche y mis padres la llevaron al hospital. Por suerte no fue nada grave pero hasta que llegaron a casa de nuevo no fui capaz de dormirme de nuevo.- Era muy tierno oir como Jake se preocupaba por su hermana, mostrando ese lado dulce y de sentimientos que solía esconder tras esa máscara de chico duro y poco hablador. Sonó el timbre y cada uno nos dirigimos a nuestras respectivas clases. Las clases se me hicieron eternas. Notaba que en mi cuerpo faltaba mi dosis de cafeína; pero veía que no era la única que mostraba síntomas de cansancio. Se notaba que era lunes, pero que además era un lunes de niebla, pues hacía que todos nos sintiéramos desganados. En la hora de recreo, nos reunimos los cuatro en una mesa de la cafetería sobre la cual había una hoja elaborada por Tina. Cogí la hoja y me puse a leerla en voz alta. En ella se recogían una serie de normas y reglas que debíamos seguir como el grupo que éramos según nos explicó Tina. Lo único que nos faltaba era un nombre con chispa y maduro. Surgieron varios, pero todos fueron rechazados como: los cuatro fantásticos, Los tres de Kevin, TKJA (Las siglas de nuestro nombre) entre otros. De pronto se me vino a la mente una clase de matemáticas y la solución apareció ante mis ojos:

- Lemniscata- tanto Kevin como Tina me miraron con cara de confusión, mientras Jake asintía ante el nombre y daba su visto bueno.

- Alguien puede explicar a los no tan aventajados alumnos de esta institución ¿que es eso de la Lemniscata?

- En matemática, una lemniscata es un tipo de curva descrita por la siguiente ecuación en coordenadas cartesianas- Dijo Jake al tiempo que escribía en una servilleta la ecuación: (x²+y²)²=2a²(x²-y²), enseñándola- La representación gráfica de esta ecuación genera una curva similar al de infinito, haciendo que esta se convirtiese en el símbolo del infinito.

- Amigo, me has dejado igual de patidifuso que antes. Pero creo que es lo que buscábamos. Sin duda, el nombre de grupo nos otorga seriedad.

- Tu siendo serio Kevin. Eso había que verlo.

- Tina, se supone que debemos apoyarnos entre nosotros, está recogido en las reglas que tú misma elaboraste.-El recreo dio paso a otras nuevas clases que se hicieron infernales de nuevo, y aún me quedaba la academia al salir del colegio. Deseaba tener más clases junto a Tina o compartir alguna con Jake o Kevin pero al ser un curso optativas y al ser un centro tran grande la única persona con la que coincidía en alguna clase era con Tina, y esa clase era "Historia de las guerras de antaño". En ella repasábamos, las diferentes guerras que en su día se habían producido en nuestro antiguo planeta, veíamos las causas de estas y sus consecuencias, con el objetivo de enseñarnos que estas nunca traían nada bueno.

A las 14:00 sonó la última campana, dando por finalizada la jornada escolar. Al terminar las clases, me encaminé hacia mi casa con los ánimos por los suelos; el cielo seguía nublado y a mi aún me quedaba academia de 16:00 a 18.00. Cuando llegué a casa vi una nota de mi padre, la mejor nota que podría haber recibido ese día "Cariño la cafetera está arreglada. Disfruta de tu chute de energía diario". Heché el café en la cafetera junto con un poco de agua y lo puse a hacer. El simple olor de este, ya conseguía despejarme y relajarme. Era el olor de la alegría para mi. Comí en mi habitación, con el ordenador encendido y con los cascos puestos escuchando algo de música, dando el toque perfecto a ese momento de descanso que junto al café hacían que mi día se tornase como soleado a pesar de la niebla. A las 15:30, salí de mi casa y me dirigía a la academia, ya con más ánimos y fuerza para enfrontarme a cualquier reto que nos propusiesen. Entrar en la academia había sido un gran alivio para mí, pues había significado entrar de nuevo en ese mundo que conseguía mantenerme alejada de mis pensamientos junto a los libros, pero nadie me habría dicho que sería tan dura y que exigiría tanto esfuerzo. Sabía perfectamente que el baile era muy exigente, y que exigía por ello fuerza y dedicación, pero en la academia llevaban el baile a un nivel superior al que estaba acostumbrada. En ella nos preparaban con el objetivo de que en un futuro entrásemos en una facultad con una buena beca de baile, para conseguir entrar en un futuro en una gran academia de baile y actuar en los más espectaculares espectáculos. Mi sueño era bailar El cascanueces, la obra con la cual me había enamorado del ballet, enfrente de una gran multitud que disfrutase tanto como yo había disfrutado aquella vez. Entré en mi clase de la academia donde había sólo 2 chicos y una chica calentando, a quiénes saludé al entrar. Luego me coloqué en una barra y empecé a hacer calentamientos antes de que empezaran las clases. Unos diez minutos después empezaron las clases de ballet, con la señorita Rossane y luego de jazz con el señor Smith, dando esto lugar a un dolor de pies producido por las numerosas ampollas. Esas dos horas las pasé aguantando el dolor, dolor que había aprendido a calmar con el paso de los años. Al salir de la academia, antes de dirigirme a clase, decidí dar una vuelta hasta la playa. Me senté en una pequeña roca alejada de la gente y saqué mis zapatos, dejando al descubierto mis pies llenos de ampollas los cuales sumergí en el agua salada del mar haciendo que soltara un pequeño quejido de dolor.

- Vaya miraditas, y yo pensando que tus ojos eran lo más bonito.

- Hola Kevin, pensé que estaba sóla.

- Lo estabas hasta que te vi y decidí acercarme. Hoy apenas nos hemos visto y eché de menos picarme con alguien.

- Y decidiste sólo acercarte para picarme

- No, decidí acercarme para pasar un rato contigo a sólas y preguntarte si querías quedar algún día conmigo- Kevin solía ser un chico directo sin nervios, por lo que al notar rasgos de nerviosismo en él no pude evitar sentir admiración ante el hecho de que me había pedido una especie de cita. Aquel día que hablamos en el lago, quedáramos en conocernos bien y ver lo que pasaba, por lo que acabé aceptando su petición. Después de despedirnos, me dirigí de nuevo a mi casa donde me aguardaba una grata sorpresa, Parece que al final no todos los días nublados son negros, y que incluso en estos días cuando menos te lo esperas sale un rayo de luz que deja atisbar la esperanza o que te muestra que detrás de la oscuridad siempre hay algo de luz aunque no la veamos.

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