❄️16❄️ LA HUMANA IRRITANTE

Año 13
10Ka, 50Ma.
Bajo Balgüim.

—¡Estás despierto! —chilló Maya que no pudo contener la emoción.

—Resultas tan irritante, Maya Alonso —susurró Jasper con un toque distinto en la voz. ¿Alegría?, ¿alivio?, ¿diversión? Ella no estuvo segura porque el Príncipe de las Tinieblas rehuía de las emociones "positivas". Pero dedujo que era algo de eso, aunque se esforzara por ocultarlo.

—Sabía que el durillo haría su efecto.

—¿Durillo?

—¡Las flores! —indicó Maya—. Su aroma era perfecto para tu recuperación. —Amplió más la sonrisa, apretando su mano y la de Jasper a consecuencia.

Sus dedos seguían entrelazados.

Él posó los ojos allí, piel con piel en contacto directo y prohibido. Maya lo soltó enseguida, agarrando el paño que descansaba en sus muslos y bajando la cabeza. Hacía unos instantes la acción no había supuesto vergüenza, ¿por qué ahora sus mejillas ardían tanto?

—Yo...

—Creí haber sido claro la última vez que intercambiamos conversación —musitó Jasper, no en regaño, no en réplica. Solo lo dijo, bajo y quizás, avergonzado también.

«La última vez que intercambiamos conversación». La española bufó interiormente. Era una forma elegante de rememorarlo, porque la última vez ella le había curado las heridas, como ahora. No es que simplemente hubieran hablado como dos viejos amigos que se reúnen a tomar el té. Cobró valor para responder, aunque siguió apretando el paño.

—La última vez no llegaste inconsciente a Balgüim —alegó ante la mirada penetrante de Jasper ¿Acaso él no pestañeaba nunca?—. Tuve... mucho miedo. Yo, el sanador, tus súbditos... Pensamos que no despertarías nunca Jasper, pensamos que... —La voz se le quebró a mitad de oración. Tragó saliva para recuperar la compostura—. Hice lo que tenía que hacer. Estuve a tu lado durante tres días limpiando tu sangre y curando tus heridas, ayudando a tus alas rotas. Y sí, sostuve tu mano porque yo tenía esperanza que despertaras. Y lo has hecho.

El receptor acogió las palabras con placidez, no respondió nada.

«Qué novedad» bufó Maya interiormente.

Solo con una parte de su cerebro, una pequeña. La mayor parte de su cerebro estaba ansiando una respuesta, cualquier cosa. Jasper la miró largo y profundo, sin variación en ese rostro tan neutro que era como una máscara de hielo.

—Gracias.

Fue tan breve, tan conciso que se volvió efímero. La palabra flotó en el aire entre ellos dejando a una Maya incrédula y desconcertada. Él no sonreía, pero en sus pozos hondos y negros la joven vio... gratitud.

—No ha sido nada —contestó con lágrimas en los ojos. No sabía bien porqué tenía ganas de llorar, pero estaba tan feliz que su emoción la abarcó de un modo pleno y agradable.

«Me haces sentir cosas tan agradables, Jasper»

No obstante mantuvo silencio al respecto, no quería llegar al punto de irritarlo. Jasper siempre se andaba quejando que la desbordante positividad de Maya lo irritaba. Pero qué hacerle cuando él le suscitaba cosas tan positivas... ¿Sería que el príncipe asociaba la irritación que ella provocaba con sensaciones positivas y por eso se incomodaba? De seguro le sucedía igual que con el contacto físico. Una región de su oscura pero blandita alma se inclinaba a acoger dichas sensaciones y él se aterraba de lo nuevo que le estremecía el cuerpo.

—Le avisaré al sanador. ¡Ah! Y a tu padre. P-Perdón, al rey Dlor. Y hay que pedirle a las cocineras que preparen el mejor guiso del mundo. Han traído un pescado fresco del Mar Nórtico que te encantará. Me aseguraré de tomar una sola giva para ti, como pediste, y salar la comida a la justa medida. Y puede que también...

—Maya.

La interrupción no fue brusca, sino suave, como todo lo que hacía Jasper Dónovan.

—¿Sí?

—Acabo de despertar y te me haces muy irritante.

Maya sonrió, sonrió por segunda vez ampliamente. Ahí estaba, el sinónimo de la alegría de Jasper. No reía con la evidente conmoción de ella, pero le había dado las gracias ¡Las gracias! Y mientras ella había estado parloteando cosas con rapidez había notado una variación, muy ligera, en las mejillas siempre pálidas del príncipe.

—Te dejaré para que descanses mientras yo ayudo a preparar todo.

Él asintió con la cabeza y la española organizó parcialmente los utensilios que había utilizado antes de ir a la puerta que conducía al vestíbulo.

—Heredera Alonso —detuvo Jasper antes que la chica cerrara la puerta. Ella se giró—. ¿Cuál fue tu químico para hacerme despertar?

Maya se mordió el labio inferior y le sostuvo la mirada.

—Amor.

No alargó el momento incómodo en el que Jasper dejó hasta de respirar, hincándole los ojos como si un poder extra universal lo hubiese congelado sobre la cama, llevándose su espíritu y dejando un cuerpo inerte. Tal vez él se hubiera paralizado mientras la sencilla palabra recorría su interior, pero Maya tenía mucho que hacer. Así que cerró la puerta sonriendo con picardía por los grandes logros de esa noche. Había conseguido de Jasper reacciones que nunca antes nadie le había sacado. Porque estaba noventa y nueve por ciento convencida que era la primera vez para él.

Con ese regocijo en el pecho acudió con prontitud a dar la bendita noticia.

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El alcázar era un hervidero de actividad. Cuando Maya le comunicó al rey Dlor, el temible, la situación favorable en la que se encontraba su único heredero, este no se sobresaltó, ni la felicitó, ni siquiera dio muestras de alivio. Se limitó a darle al ministro oscuro más cercano una serie de órdenes que debía acatar toda la servidumbre del castillo y despachó a la humana fuera del salón del trono. Había una revancha de guerra que planear y nada podía intervenir con eso.

Maya resopló por lo despreciable que podía ser ese engendro de Marilyn Manson, pero al menos no había decretado que el Príncipe de las Tinieblas formara parte de los próximos conflictos bélicos.

Ella evitaba pensar en la guerra. En Khristen, Forian, Aaron que debía estar en algún mundo del universo, al igual que Hiro, y por supuesto, su hermano Mateo. La guerra de seguro los inmiscuiría a todos, y en la guerra se perdían vidas. Pero como estaba atrapada en Balgüim y ya había pasado su período de negra depresión, esquivaba los pensamientos relacionados con el tema. Rememoró cómo las turias le daban de beber fórmulas de felicidad y lo alarmantemente loca que se ponía después de digerirlas. El efecto narcótico la empujaba a reír sin parar y realizar cosas estúpidas y humillantes sobre todo delante de Jasper, que era su nueva conexión según el pacto que se había sellado.

Hacer un pacto con el universo era peligroso, pero se obtenían ventajas. Aunque Jasper debía pensar que en su caso exclusivo, el universo se había olvidado de las «ventajas» y se burlaba de él.

Cuando Maya salía del efecto, se avergonzaba tanto que estaba días sin poder levantar la cabeza. Era escoger entre depresión o la loca que sobrevivía a base de brebajes. Se decidió sacar fortaleza y poner de su parte, no estaría eternamente drogada y menos sirviendo al príncipe. Para su suerte, aquellas fórmulas no creaban la misma adicción que la cocaína u otras drogas populares que se usaban en la Tierra; tampoco era comparable a la más consumida en Irlendia, Óctaco. Así que el proceso de independizarse de las sustancias fue rápido.

Entonces sí, puede que a veces resultara muy positiva, «irritante» a opinión de Jasper. Pero había sido una vía eficaz para no ahondar en su situación. No pensar... no pensar mucho en nadie que no tuviera contacto directo con su vida. No pensar en nada que no le ocupara un deber en Balgüim. Despojarse de todos y todo para quedarse siendo solo Maya Alonso, doncella personal del príncipe heredero del Bajo y Alto Balgüim.

Enfocarse en el presente. Nunca mirar atrás, no preocuparse del futuro. Solo importaba el hoy, hora a hora, por muy lentas que estas fueran.

Por ejemplo, mientras caminaba a la cocina real, suplantó las inseguridades sobre la guerra con el menú que mandaría a preparar para Jasper. También le pediría a Vaniz que le diera las indicaciones exactas para recoger más flores de durillo para los aposentos de su Alteza y cambiar las actuales. Llamaría al sanador para recibir instrucciones respecto a lo que tenía que hacer con el paciente en los días posteriores y cuál sería el mejor método para que este recuperara la movilidad total.

«Estoy muy ocupada aquí como para pensar en otra cosa»

Y eso se repitió en los próximos días, y los que siguieron a estos...

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Jasper se negó al principio. Como la gran, gran mayoría de las cosas, el tratamiento pos coma que le habían recetado le pareció «odioso». Pero Maya sacaba su desbordante positividad en cada traba que él ponía, y aunque Dónovan podía parecer muy resuelto, soportar la insistencia de una humana irritante no entraba en sus planes de recuperación. Por tanto y a su pesar, siguió cada una de las cosas «odiosas» que ella le pedía.

Hicieron ejercicios que fueron aumentando rigor a medida que pasaban los días, lo que en su momento incluyó las alas. Jasper descubrió que los ejercicios impuestos por la descendiente de idryos para recuperar su movilidad lo ayudaban con el control de esas espantosas alas. Y ya fuera porque estaba demasiado concentrado en todas las tareas tontas que Maya hacía con él, o por las pomadas y fórmulas que ella aplicaba sobre ciertas zonas, el malestar por ser una bestia emplumada fue disminuyendo considerablemente.

No es que se hubiese adaptado. ¡Que sus antepasados más terribles resucitaran solo para estrangularlo a él si llegaba a darse el caso! No, por todos los huesos que se extendían debajo de la muralla ¡no! Estaba resuelto a hallar la cura a su deplorable situación emplumada. No obstante, la agonía persistente lo había abandonado y las pesadillas eran nulas, como si nunca hubieran estado presente para atormentarlo. Tal vez se debiera a que Maya dormía a escasos metros.

Sí, otra de las muchas acciones irritantes de la española. ¿Cómo detenerla? Se había encaprichado en dormir muy cerca de él para controlar su evolución y precaver cualquier mala reacción, a lo que fuera. Las alergias repentinas podían aparecer, según afirmaba, o la erupción a alguna fórmula reciente, o las mismas pesadillas, que podían avivar sus alas y crear caos en estos nuevos aposentos que ella mantenía muy ordenados, con un toque femenino que a Jasper le parecía innecesario. Tantas energías gastadas en esas paredes que no le pertenecían a nadie...

Todavía no se había mudado a sus aposentos, sus desordenados pero sin duda, plácidos aposentos. Se mantenía en aquellos donde Dlor y el sanador lo habían arrastrado después de su último combate. El último combate... No quería pensar en eso, en la revancha con... «él».

En la Tierra, Jasper había hecho muchas cosas con el único deseo de detener la Guerra Roja, entre ellas levantarse en contienda con el heredero Arthur Kane al que creyó muerto después de la caída la tarde que se atacó la Fortaleza. Pero con todas las letras había sobrevivido y viajado a Irlendia. Cuando lo distinguió entre los fayremses en el primer enfrentamiento que las tropas oscuras tuvieron con las daynonianas, se desconcertó en gran medida.

Y en este segundo combate Arthur Kane había ido por él; con su ira, sus ganas reservadas y sus lobos. Jasper debió suponerlo: el clan Fayrem y sus descendientes eran los seres más sedientos de venganza que la galaxia podía albergar. No se quedaban de brazos cruzados, si alguien los escachaba y vencía, ellos tomarían las fuerzas necesarias para resurgir, más poderosos que antes, y destruir a su objetivo. Y Arthur no era la excepción. ¿Cómo podía convertirse en un monstruo de acero? No sabía, no le interesaba descubrirlo. Solo debía estar muy alerta porque la sombra de la muerte lo rodeaba con las ansias de un descendiente repleto de rencor.

Algo había escuchado también del menor de los Kane, Aaron. De boca en boca se gestionaba mucha información extraoficial, y a los oídos del Príncipe de las Tinieblas llegaban muchas cosas. Antes claro, de quedarse hecho una bestia lamentable. Pero recordaba par de cosas de cuando estuvo investigando el paradero de Hiro Nakamura. Al parecer en Imaoro, la lujosa capital del mundo de Korbe, sí que había un alfeñique de humano merodeando por las calles. Hiro era demasiado astuto para exponerse de esa manera tan pública así que no debía ser otro que el hijo menor de Álioth.

Pero en aquel entonces al príncipe no le causó interés seguirle la pista y dejó que esta se enfriara y desvaneciera. ¿Para qué necesitaba él recoger al hijo del aire de los suburbios? Cada quien en Irlendia estaba para atender sus asuntos. Aunque al parecer, Arthur y Aaron no se habían reencontrado porque de ser el caso, el segundo descendiente también estaría enlistado en el ejército buscando cortarle la cabeza.

Jasper meditó en el pasado, y cómo después de llegar al alcázar él ideaba una manera precisa de detener la guerra. Nunca se imaginó estando en aquellas circunstancias cuando su máximo empeño en la Tierra había sido establecerse en el universo paralelo sin la preocupación de la princesa que todos necesitaban matar. La curiosidad por su presunto padre Legendario siempre había estado latente, y él albergaba la ferviente esperanza de abandonar el mundo de los humanos para ocupar su lugar en Irlendia. Pero no con la guerra inconclusa.

Después de analizar los hechos, Jasper reconocía amargamente lo manipulable que había resultado. Y al heredero no le gustaba nada que lo manipularan.

Sin embargo, allí con la humana española parecía que este hecho se volvía difuso. ¿No era una forma de manipulación lo que ella hacía con él? ¿Por qué la dejaba?, ¿no era mejor aplastarla, mandarla a la región de las sombras de manera permanente o algo por el estilo? Una razón invisible y desconocida, una que le recorría los huesos, se lo impedía. Por eso aún permanecía en aquellos aposentos tan diferentes a los suyos. Y a Maya le encantaban, porque tenía su pequeño diván para vigilarlo y dormir según tocara. Jasper sospechó que ella necesitaba abrir los ojos y verlo respirando, que en realidad el miedo a las presuntas alergias y erupciones eran una excusa; el mayor miedo de la humana era verlo morir.

Decidió que no pensaría cómo le hacía sentir eso. Decidió dejar de pensar en todas las alborotadas sensaciones que ella le causaba. Era irritante, sumamente irritante; eso debería bastar para explicar todo.

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Una noche más clara que las anteriores, cuando la luna era un círculo con baches en lo más alto del firmamento, Maya se empeñó en que los ejercicios correspondientes se convalidarían por una salida de entre las paredes de hielo y hierro.

—¡Daremos un paseo!

—No —fue la tajante y predecible respuesta de Jasper.

—Ahora dirás que odias los paseos. —Maya se cruzó de brazos.

—No los odio —dijo él y la chica volvió a mostrar ojos abiertos de entusiasmo—. Pero los realizo solo y siempre con un motivo.

—¡Pero tenemos un motivo! Es parte de tu recuperación.

Jasper la miró con cara de pocos amigos; su cara habitual.

—Oh vamos, no puede ser tan malo—insistió Maya—. Ningún guardia ha traído los durillos que encargué y estos se están marchitando. —Tomó los más cercanos y se acercó a Jasper, que estaba tomando tranquilamente un té.

Maya hizo un puchero mostrando la flor, así que Jasper movió su índice y un humito negro se desprendió terminando de marchitar por completo el espécimen.

—¡La has matado! —chilló Maya abriendo mucho la boca.

Y entonces él sonrió. ¡Sonrió! Sonrió consiguiendo un milagro en todo el mundo de Balgüim. ¿Cuándo había sido la última vez que Jasper Dónovan, Príncipe de las Tinieblas había sonreído? Quién se acordaba, ni él mismo se acordaba, quizás cuando era un niño en la Tierra.

Ah, la irritante humana sí que sabía cómo sacar del paso.

—¿No acabas de afirmar que morían de todos modos y por eso debíamos ir a buscar nuevos ejemplares? Solo he adelantado el proceso.

Y entonces Maya sonrió también. Fue un acto reflejo a consecuencia de la pequeñísima sonrisa de Jasper.

—Me acabas de hacer una broma.

Jasper pareció impactado por esa frase. Como si combinar la palabra «broma» en algo que lo incluyera fuese un hito legendario. Señaló la flor negra que más que marchita lucía envenenada.

—Eso fue muy en serio.

—¿Sabes que sí es en serio? Los arreglos que he concretado para que partamos en breve.

—Dime humana, ¿escuchaste la parte que explico que no voy acompañado a ningún lugar?

—No seas aguafiestas —dijo Maya haciendo un mohín—. Me he pasado sabrán las gárgolas cuánto tiempo encerrada entre estas paredes de hielo y columnas de hierrro. ¿Me prohibirás acompañarte?

Maya estaba poniendo la situación de un modo que evitara el pensamiento a Jasper que aún estaba débil y convaleciente y que ningún príncipe de Balgüim en su sano juicio pasearía solo por el mundo después del ataque sorpresivo de las tropas daynonianas. Ataque en el cuál el príncipe había quedado inconsciente y con heridas mortales.

Pero si por el contrario, él pensaba que ella solo quería ir por su propia necesidad humana, entonces no se pondría tan terco.

—Muy bien —suspiró resignado—. Pero debes prometer viajar en silencio y no irritarme con tus emociones.

—Lo prometo. —Maya levantó una mano que Jasper miró, dubitativo.

Estaba consciente que le esperaba un largo, largo trayecto...

Resultó que la humana lo había preparado todo eficientemente. A la salida del alcázar había dispuesto un carruaje y el puente levadizo fue bajado para que ellos pudieran salir. Como Maya desconfiaba y temía a casi todos los oscuros, le había pedido a Lofer, de la guardia personal del príncipe, que les sirviera de conductor.

El carruaje estaba ensamblado a la montura de cuatro alces con tarros azules fluorescentes que tiraban con vigor para una marcha servicial, ni muy rápida ni muy lenta. Y de este modo, continuó el paseo que les ocuparía las próximas horas.

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