⚓️13⚓️ ORIGEN DE MALTAZAR

Año 13
10Ka, 50Ma.
En algún punto
del Mar  Entanche.
Bajo Mundo.

Había transcurrido poco tiempo de su estadía en el Atroxdiom. Aunque las circunstancias ambientales de Bajo Mundo diferían entre sí según la zona, los días que Isis había pasado en Greendomain le habían bastado para aprender cómo funcionaba el conteo del tiempo.

Contando la noche que él la había invitado, había compartido con el Capitán cinco cenas, pero no consecutivas. El resto de cenas y noches habían transcurrido con la princesa recluida en su camarote. Lo que sucedía era que los atracos en las aldeas vecinas tenían ocupado a Maltazar. La toma y quema de la hacienda de El Verde en el Valle Enrevesado le había representado a la tripulación pirata una pérdida de recursos que debía ser repuesta cuanto antes. Y cuando la tripulación del Atroxdiom recuperaba, lo hacía a lo grande. Recuperado lo necesario, los pillajes seguían solo por el gusto de ejercer terror. Para ellos constituía de vital importancia tener aterrados a sus enemigos.

Aracnéa se encargaba de dejarle muy claro que los piratas y su capitán eran seres ocupados y no perdían el tiempo holgazaneando como ella, que se la pasaba encerrada en su camarote todas las horas excepto las pocas veces que había cenado con Maltazar. No es que Isis fuera prisionera, pues desde su primera cena con Maltazar éste le aseguró que podría ir y venir por cualquier rincón del barco y que ningún pirata la tocaría. Pero la albina no tenía ganas, así de simple. Y menos con la turia dispuesta a incordiarla en cada ocasión que tuviera oportunidad. ¿Por qué la odiaba con tanto empeño?

Mientras se aseguraba de evitarla, se entretenía leyendo los muchos libros que el actual capitán había recopilado de los distintos rincones de Irlendia. La mayoría estaban en Káliz, pero algunos estaban en una lengua que nada tenía que ver con las conocidas. Isis sospechó que era una lengua humana. Recordaba que en su tiempo con la doncella Maya Alonso había adquirido conocimientos del planeta Tierra y su universo paralelo, el sistema solar de un solo astro brillante por el día y los diferentes países y culturas que cohabitaban dentro de su mundo.

Pero... ¿por qué un irlendiés poderoso, capitán del barco pirata más temido de los ocho mares, estaría interesado en conservar libros en una lengua humana? ¿Afición, tal vez? O podía ser...

Isis sostuvo la hipótesis de lo que supondría que un descendiente humano del clan Fayrem albergase el poder legendario de un oscuro como el que había sido su tío. Si para los nacidos en Irlendia la acción resultaba demencial e impensable por sus riesgos y consecuencias ligados al pacto con el universo, el cuerpo de un mortal nacido en la Tierra debía colapsar como mínimo.

Y sin embargo ahí seguía él, tan bello y letal como podía ser una combinación de dones estelares depositados en una sola alma.

Isis conocía la leyenda de sus antepasados, y cómo su tío había renunciado a ostentar un alto cargo en la corte invernal y oscura de Balgüim para convertirse en el espanto materializado sobre las aguas.

Hacía kiloaños, el alcalde y alcaldesa de Bajo Balgüim habían contraído nupcias con uno de los soles débiles como testigo y un centenar de asistentes a lo que sería una boda abierta en un páramo cubierto de copos de nieve. Los nacidos del clan Oscuro no necesitaban ceremonia para validar el matrimonio, tan solo consumar la unión con sus cuerpos. Aun así, el alcalde y su alcaldesa prepararon una pequeña celebración.

Cuenta la leyenda que Balgüim no habitaba en tinieblas para ese entonces, y aunque siempre fue un mundo que albergaba invierno de forma extendida en su parte baja, en lo que se conocía como 'Alto Balgüim' la temporada de la primavera era más larga, el sol fuerte y las flores y animales podían prosperar sin necesidad de pertenecer a una especie que sobreviviera el intenso frío. De hecho, en Alto Balgüim nunca había existido eso del «intenso frío», quien lo quisiera experimentar debía viajar a Bajo Balgüim. Y así lo hicieron el alcalde y su esposa de la región alta, que viajaron para celebrar la boda del alcalde y alcaldesa de la región baja.

Del nuevo enlace nacieron dos mellizos. El parto de la alcaldesa fue extremadamente doloroso, pues sus semillas lucharon en el vientre en el momento de nacer. El primer hijo dispuesto en el canal del parto fue interferido por su hermano de manera violenta, y así éste, que estaba destinado a nacer segundo, vio la luz primero. Su madre lo nombró Dlor, que en Káliz significa dolor o pena del parto que tuvo por su causa.

Su segundo mellizo nació con cabello del primero entre las manos, y las parteras le confesaron al alcalde que aquello representaba mal asunto, que la maldad de ellos trascendería a los años. Así fue como el segundo nacido recibió el nombre de Maltazar, haciendo referencia en Káliz a la maldad prematura y las ansias por prevalecer.

La historia a partir de ahí deja descansar a Balgüim unos años, los cuales se ocuparon en criar a mellizos con conceptos "correctos" entre el bien y el mal, y que ellos fortalecieran una buena relación de hermanos. Los escritos continuaban con los caminantes de Bajo Mundo que llegaron a Jadre, donde se instalaron con su cabecilla daynoniano Ulkar.

El registro histórico general lo tenía guardado el clan Daynon en su mundo, e Isis no tenía noción del año exacto en que Kronok, el hijo de Ulkar, después de interactuar con la energía Osérium y decidir someter a los otros mundos, prestó atención a Balgüim.

Ella solo sabía lo que era de conocimiento general, que el daynoniano Kronok y su esposa no podían tener hijos y que llevaban centenas de años intentando todo tipo de brebajes. Pero sí había leído las crónicas que narraban el suceso trascendental en el que Kronok, como rey, decidió exigir la lealtad de todo Balgüim. Cuando el hijo primogénito del envejecido alcalde, Dlor, se enteró de la premisa, tomó cartas en el asunto.

Como su envejecido padre se negaba (sabiamente) a entablar una guerra con Kronok, Dlor comenzó a someter a los habitantes de Balgüim por la región baja. Debido a la superstición de su nacimiento y la crueldad con la que intimidaba a sus súbditos, tenía muchos seres bajo su mando, oficiales incluidos y químicos expertos. Con ellos partió a Alto Balgüim, envenenando la región hasta que no quedó gota de calor. Se deshizo del alcalde, de su alcaldesa y de sus cóndores. Algunos difieren en cómo logró envenenar tanto el ambiente que la toxicidad se tragó la claridad de la que antes disfrutaba. Una completa oscuridad abarcó cada rincón acompañada de la tan característica nieve con la que había crecido en Bajo Balgüim. Nieve para siempre. Eterno invierno.

Así logró unir Dlor las dos regiones en una sola, volviéndose el líder indiscutible de su mundo.

Al regreso a su casa en Bajo Balgüim recibió la noticia que el viejo alcalde, su padre, había muerto, y que su madre había entrado en coma al enterarse de las atrocidades de su primogénito en el sur.

Maltazar había iniciado un proyecto de construcción para mejorar el castillo en el que vivían en vista de la posible aparición de Kronok con su ejército, todo esto a pesar que la nevada que se precipitaba sobre ellos estaba pronosticada a ser la más fuerte del kiloaño.

Los mellizos tuvieron una acalorada discusión de entre tantas. Dlor exigía la sumisión de su hermano y que se acatasen sus ideas respecto a lo que se debía hacer con Kronok. Maltazar estaba firme en su estrategia.

Desde bebés y en su crecimiento, no habían logrado limar esa enemistad con la que indudablemente habían nacido. Como las palabras no resolvieron nada, se ensañaron en una pelea cuerpo a cuerpo usando todos los poderes y recursos con los que contaban. Dlor guardaba varios frascos con veneno que usó contra su mellizo sin dudar, que al hacer reacción le causaron una desfiguración en el rostro de la que nunca se recuperó.

Humillado y vencido, Maltazar huyó de Balgüim en un bote robado a unos aldeanos de la costa baja y nunca más regresó. Huyó de todo lo que conocía para labrarse un nuevo camino y fortalecer su nombre. Los nombres tienen poder, y el poder de ese que se había adquirido con perversidad desde la matriz de su madre, se forjó más fuerte al cerrar un pacto con el universo.

Hay un rumor que circula Irlendia desde tiempos remotos: Todo el que cierra un pacto con el universo y usa energía de estrellas para secundarlo, vende su alma.

A Kronok le había salido físicamente bien, pues su figura no se había modificado para peor y la vigorosidad de su cuerpo resultó evidente sobre sus enemigos. Pero había desatado una guerra y conseguido engendrar una hija que tenía los genes alineados con las estrellas. No era casualidad, todo constituía el resultado de su pacto con el universo. Muchos consideraron tal engendro de princesa un milagro. Otros, la condena que extinguiría a los irlendieses.

También se rumoreaba por el universo sobre los pactos que Dlor y Maltazar habían realizado con fines egoístas. Y el rumor más sombrío era respecto al que había promovido los pactos en sí, el que inició, el que descubrió el canal para conectar con el poder de Irlendia y usarlo a favor. Ese que nadie conocía pero a la vez, todos sabían de su existencia. El que era calificado como "El Creador" por sus inumerables experimentos y los ritos estrafalarios para conseguir lo imposible. El que expandió la idea de que se podía negociar con el universo de Irlendia como un socio si se llegaba a entender la estructura del mismo. Ese que ambicionaba no solo la energía Osérium, sino todas las energías dispuestas en las estrellas...

Pero eran asuntos que le producían jaqueca a Isis y como todos sabían, a los rumores no se les podía dedicar demasiada atención. ¿Qué era cierto y qué eran inventos? Lo único que tenía por seguro es que los pactos con el universo existían y se sellaban con estrellas. Que su tío labró el nombre de Maltazar y su objetivo era perdurar a través de la inmortalidad.

Y ahora otro ostentaba el nombre junto con el título de capitán. Y cabía la posibilidad que se tratase de un humano del planeta Tierra. Isis pensó que el joven, antes de ser Maltazar, debió destacarse mucho entre los suyos por inteligencia. Y que lejos de los poderes del mal que ahora lo consumían, su belleza no debía haber estado marcada por el peligro.

Todas las cenas que había compartido con él fueron extrañas, comprobó los modales refinados al manejar cada cubierto y sus conocimientos de Balgüim y el clan Oscuro. La princesa no comprendió a cabalidad cómo alguien que había interactuado con un oscuro sabía tanto sobre ellos. No lo había aprendido en el Atroxdiom, eso con seguridad, pues su tío Maltazar se había encargado de jamás acercarse al Mar Nórtico ni tener interacción con los peones de su hermano.

Pero si el joven era un humano descendiente de Legendarios todo estaba más claro. Maya le había contado que en la Tierra existía un tipo de escuela para ellos, donde los preparaban para destacar en varios aspectos, les enseñaban Káliz y les entrenaban las habilidades. Él debía provenir de allí. Pero, ¿cuál había sido su nombre antes de Maltazar? ¿Cuál había sido la identidad que había mantenido por años antes de cruzar a Irlendia y terminar en el peor destino posible?

—¿Perdiendo el tiempo como siempre?

La interrupción a los pensamientos de Isis con la irritante voz de la contramaestre Aracnéa hizo que se enderezara en el asiento.

—¿Qué se le ofrece? —respondió en forma de pregunta lo más educado que pudo.

—¿De ti? —La turia arqueó una ceja. Sus espesas pestañas se movieron arriba y abajo, analizándola y mostrando una expresión de asco—. Nada. Además de tirarte en el próximo arribo y que así salgas para siempre de nuestras vidas.

«Nuestras vidas» meditó Isis. Aracnéa usó el plural. Y el tono mordaz con el que evidenció sus deseos bastaba para atajar cualquier otra pregunta.

—El Capitán quiere verte —informó Aracnéa cambiando la vista para no darle atención con los ojos. Al parecer el marco de la puerta tenía un clavo de lo más interesante—. Quiere que te vistas con uno de los trapos suntuosos del baúl —espetó todavía mirando el marco de la puerta.

—¿Algo más?

Entonces la turia la miró. Oh, cuánto odio albergaba esa mirada...

—¿Además de que espero que te atragantes con una espina de pescado? No, ya he terminado.

Y diciendo eso tiró la puerta de tal forma que Isis se estremeció de pies a cabeza. Suspiró y se puso manos a la obra. Aracnéa no lo había expresado correctamente, pero con su frase «trapos suntuosos del baúl» la princesa albina supo que se refería a los carísimos vestidos que el Capitán había recogido de ese barco misterioso en el mundo de Korbe. Estaba convencida que se trataba de un barco importante dentro del grupo de familias xarianas distinguidas.

Isis abrió el baúl incómoda e irritada. Cenar con un genocida no entraba dentro de sus cosas favoritas. Aunque en realidad, nada dentro de ese maldito barco lo era. Si fuese por ella, pasaría el resto de sus días confinada en el camarote leyendo libros y comiendo su cena en soledad. Porque cuando comía con él sus interacciones se limitaban a contestarle las preguntas con monosílabos y no mirarle a los ojos. Porque esos ojos tempestuosos irradiaban tanta intensidad que quemaba...

A Isis no le interesaba quemarse.

Optaba por ocupar la vista en las nuevas decoraciones que en cada ocasión destellaban en el camarote del capitán. Al actual capitán le fascinaba la decoración y cuanto más extravagante mejor. Y qué decir de su indumentaria, sus capas de la realeza, sus anillos con piedras preciosas y sus muchas cadenas y manillas. Pero, ¿de qué valía lucir siempre limpio y estar obsesionado con vestir bien si su alma era tan sucia como su consciencia? Isis se preguntó cómo un infanticida podía apoyar la cabeza en la almohada y dormir por las noches.

Escogió un vestido color verde turquesa que iba degradando el tono de claro a oscuro. Quedaba ceñido en la cintura y la pieza inferior imitaba una cola de sirena.

«Acorde» pensó Isis remontándose a su legado materno.

La parte superior del vestido comprendía un escote con un borde de encaje y unas mangas transparentes. Lo combinó con un collar sencillo que tenía una piedra de esmeralda en el centro. Peinó su blanco cabello que había crecido unos centímetros y se maquilló con tonos oscuros, pues así había estado haciendo en las cenas pasadas con el capitán. Isis no pretendía dejar de hacer nada que a él le pareciese adecuado. No por miedo, sino por el deseo de mantener su intimidad. Mientras Maltazar estuviese complacido y le diese su espacio, ella se arreglaría como deducía que a él le gustaba.

Mientras caminaba hacia el camarote ideó par de frases ingeniosas para contestarle en caso que él quisiera saber detalles de esos días que no habían cenado. Aunque lo poco que conocía a Maltazar le indicaba que no era de los que indagaban mucho, más bien le gustaba observar. La observación intensa era una de sus cualidades, o, a juicio de Isis, de sus defectos.

Ella rememoró que en la última de las cinco cenas, el hombre había realizado cada acción observándola sin recato. Cortaba el marisco en trocitos pequeños observándola, se llevaba el Fron a los labios observándola, y se limpiaba con finas telas la boca observándola. Por la parte femenina, las acciones se realizaban con la cabeza baja y tragando con dificultad. Él le inquirió respecto a su gusto o disgusto por la comida y ella respondió favorablemente.

«El problema no es la comida, es quién me acompaña» dijo para sus adentros «Nada me quitará el asco de tener que soportarle».

Tanto tiempo viviendo entre bestias le había enseñado a Isis que con estas no se podía desahogar la frustración. Primero fue con Dlor, luego con Vogark y ahora su bestia tenía ascendencia humana y un nombre robado. ¿De qué servía reprimir la amargura para luego echársela en cara si las bestias harían de lado el sentimentalismo ajeno y seguirían con sus actos impíos? Isis era más inteligente que eso, y se había criado como una princesa, con los modales y decencia que estas debían tener. Para el rey de los oscuros siempre fue muy importante que su hija aprendiera sumisión, subordinación y respeto silencioso. Jamás replicar, jamás cuestionar un proceder por muy bárbaro que fuera.

Siempre había planeado para ella un futuro que le beneficiara políticamente al reinado de oscuridad.

Con el nuevo Maltazar no era diferente. A veces por las noches, Isis lloraba la muerte de esos niños inocentes, aunque fueran prole de pesadillas o razas horrendas, ellos no sabían distinguir su mano derecha de la izquierda, figurativamente hablando. ¿Por qué no perdonarles la vida y dejarlos sometidos en el Valle? El capitán también necesitaba aliados en las zonas de conquistas. Isis se recondenaba con los hechos, por no poder hacer nada. E incluso peor, acatarse al silencio.

Suspiró al llegar a la puerta abierta. Maltazar no estaba sentado a la mesa, sino revisando unos pergaminos cerca de la ventana. El viento nocturno se colaba para jugar con su cabello color almíbar y en su perfil destellaba la luz de luna que quizás, por la altura que había alcanzado el Atroxdiom en el cielo, se veía más grande a través del cristal.

El resto del lugar estaba medio oscuro, con luces muy tenues, varias zonas eran engullidas por las sombras. Como la decoración se repartía entre colores verdosos, negros, y un azul propio a lo profundo del mar, la cabeza de kraken que reposaba encima del cabecero de la cama parecía cobrar vida. Isis siguió el recorrido de los gigantes tentáculos y vio la manera en que algunos se cruzaban en el techo encima de la cama.

«No me acostaría en esa cama ni aunque me encadenaran» pensó.

Los tentáculos se extendían por el techo conectando con los muchos adornos de oro que sobraban en la estrambótica habitación. Los muebles en ese diseño de terminados complejos con cojines fabricados a base de fibras de ciervos y cocidos con hilos de oro.

—Ya la habías visto antes —sorprendió Maltazar a la mujer.

—Miraba los detalles. Mis disculpas, Capitán —se excusó.

—No te disculpes. —Él comenzó a caminar hacia ella dejando los pergaminos en una encimera de caoba—. Los detalles son importantes —declaró ya a un paso del cuerpo femenino—. Los detalles son el secreto para la grandeza.

La observó de pies a cabeza, deteniendo el examen visual en áreas específicas y esbozando una ligera sonrisa en sus labios que no era inofensiva, a opinión de Isis. Aunque con aquellos ojos desgarradores era imposible parecer inofensivo. Ella reprimió una arcada.

—Los detalles forman bellezas exquisitas, como la tuya.

Isis no respondió. Su cuerpo rígido y vista al frente, fuera del ángulo visual en el que entraba el capitán, fueron mensaje más que suficiente de su disposición a permanecer callada.

—Entra, ordenaré que nos traigan la cena.

Y después de estas palabras, y con un simple movimiento de campanita de Maltazar, una atamarina hizo acto de presencia con todo tipo de platos.

+Notas+

El camarote del capitán:

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