Fallen (4)


Cada nuevo intento resultaba más doloroso que el anterior. Su cuerpo magullado, con hilos de carne envueltos en sangre, se negaba a levantarse del suelo.

El crepúsculo se alzaba brindando al mundo de Jadre una claridad esperanzadora. Y aunque la parte mental de Forian se alegraba porque el combate hubiese terminado y que la princesa estuviera a salvo, su parte física clamaba un poco de agua revitalizante de cualquier riachuelo de ese mundo.

Los destroyadores no tuvieron piedad y lo dieron por muerto cuando se cansaron de morder, desgarrar y partir cada pliegue de piel, cada facción de lo que una vez fue un perfecto rostro. Del beta legítimo no quedaba más que un trozo de carne tembloroso, empapado de espeso líquido rojo y con heridas más profundas que la oscuridad del mundo Balgüim.

Había logrado sobrevivir esa noche pero todavía no recuperaba fuerzas para levantarse; cada intento que hacía era vano, sus extremidades heridas no reaccionaban. Volvió a tratar esta vez con más ímpetu y consiguió arrodillarse en el lugar. Extendió sus brazos llenos de cortadas a la superficie rocosa, a la entrada de la cueva, y se aferró fuertemente para ponerse de pie. Se arrastró tambaleante al interior buscando algún preparado de raíces que pudiera untarse en las lesiones, los daynonianos debían tener algo.

La cueva estaba volcada en caos luego que su ex manada entrara buscando a la bebé, no obstante Forian encontró en la alacena de la cocina unos singulares envases de ungüento que olían a raíces. Escogió uno y esparció su contenido por todo el cuerpo, sintiendo una ardentía casi irresistible. Al punto en que estaba, si soportaba más dolor de seguro perdería la conciencia otra vez. Pero de forma rápida, empezó hacer efecto y el alivio fue inminente. El flujo de sangre también se trancó, y los trozos de carne que le colgaban empezaron a volver a su lugar. En otro mundo ese frasco hubiera costado una fortuna.

Después que el ahora desterrado destroyador se sintió recuperado, intentó pensar con claridad su siguiente movimiento. No podía irse al Bajo Mundo, Haret tenía razón, cualquiera de su especie estaba perdido en un lugar como ese. Tampoco podía dedicarse en su estado a deambular por los demás mundo. Todos los destroyadores tenían órdenes de matarlo si se lo topaban, y en las condiciones que él se encontraba no podría luchar para defenderse y seguir escapando. Meditó largo rato, sopesando sus opciones cuando recordó las palabras que el difunto escriba le había dado a su mujer:

«Daysera márchate creando un agujero con la energía que guardamos en la caja de acero.»

Su mejor elección sería sin duda encontrar la caja y crear un agujero negro. Jamás había saltado entre universos, pero tenía que intentarlo. Ahora se consideraba el guardián personal de la princesa Khristenyara; era su salvador, era su escudo. Y desde el momento que decidió rebelarse contra su manada, se consagró a la vida de la princesa por el resto de sus kiloaños.

Rebuscó con afán la caja de acero que guardaba la energía de la estrella Osérium. Gálora había dicho algo sobre una academia en América y recordaba perfectamente que sus parientes los Súllivan estaban en Australia. No conocía si ambos lugares quedaban cerca, pero ya lo averiguaría llegado el momento. Su prioridad sin duda era encontrar a Khristenyara y seguirla protegiendo, los que la buscaban para matarla no desistirían de hacerlo.

Finalmente, supo que había dado con la caja cuando una punzada similar a diez cuchilladas le azotaron la mano. Los destroyadores eran demasiado sensibles al acero, y grandes cantidades del mismo podía matarlos del ardor. Ignorando el que lo abarcaba ahora, abrió el pequeño cofre y una luz cegadora lo obligó a cerrar los ojos y apartarse. La energía era potente e irradiaba supremacía en cada destello.

Forian entendió el porqué los daynonianos eran los máximos líderes en Irlendia, controlar algo de esa magnitud no era para cualquiera. Sería devastador que cayera en las manos equivocadas, podría destruir el universo en un santiamén...

Como nunca había creado un agujero negro y no sabía los principios básicos de la acción, extendió la mano levantando un poco de polvo fluorescente. Era una mezcla dorada con luz celestial y quemaba. Quizás un irlendiés de otro mundo se hubiera quemado con el vapor, pero no uno de Drianmhar, dónde los destroyadores se entrenaban con fuego y los alfas y betas legítimos eran inmunes a sus daños.

La energía Osérium devoró su organismo y Forian dedujo que mientras ocurriera, debía desear con todo su corazón estar con Khristenyara. Su mente, cuerpo y corazón siguieron este deseo con vehemencia y un resplandor negro se disparó al frente, abriendo el tan famoso portal.

Él olfateó, pero no hubo aroma alguno. Enfrentarse a lo desconocido era difícil para su especie, pues ellos siempre se valían de las facultades que los diferenciaban de los demás para llevar ventaja en cualquier situación; ya fuera la percepción de los fluidos de sus presas, ver más allá de lo superficial con sus ojos de halcones o escuchar la velocidad con la que latía un órgano con su sentido auditivo extra sensorial. Pero con el agujero negro todo había desaparecido, era saltar o arriesgarse a que desapareciera.

Envolvió la caja de acero en una tela y se la guardó en un bolsillo de su prenda inferior. Respiró hondo.

Y saltó.

Una fuerza indescriptible succionó cada centímetro de su alma con una rapidez más soberbia que la que producía una manada de destroyadores al correr, arrastrándolo hasta un punto infinito. Todo se volvió negro y frío al punto de congelación; pero en cuestiones de segundos la temperatura subió, calentando el ambiente, provocándole intensas sudoraciones. La corriente lo haló sin disminuir velocidad, tanto que empezó a marearse. Era un aparente viaje sin salida y Forian sentía que se perdía en el tiempo, que podía extinguirse...

***

Año 2002
California, Estados Unidos.

Gradualmente abrió ojos soportando el agudo dolor de cabeza que le había provocado el salto. Se incorporó analizando el terreno a su alrededor notando la luna llena que brillaba en el firmamento. El pasto contenía un olor alcalino y unas luces que parecían antinaturales parpadeaban a kilómetros de distancia. Forian caminó a paso ligero para acercarse a lo que fuera que representase la imponente construcción que sus ojos de halcón vislumbraban. Le faltaba el vigor necesario para correr, pues el agujero negro había absorbido su energía propia, así que se tardó más de lo acostumbrado.

Pero cuando finalmente llegó al portón principal se dio cuenta que la construcción era muy distinta a las que albergaban el resto de los mundos de Irlendia. El portón contenía en el centro un escudo bastante geométrico con las letras H y A resplandeciendo en un material idéntico al oro y unas alas abiertas de búho a los costados. También había una inscripción con letras bastante grandes:

"HOWLLAND PRIVATE ACADEMY"

El destroyador no supo cómo era capaz de descifrar el idioma pero las letras se organizaban solas frente a su vista. No era tan diferente al Káliz, el idioma predominante en su universo.

Con la impaciencia en cada poro, se impulsó arriba y un solo salto bastó para cruzar el portón. Un laberinto de césped se extendía y del otro lado estaba la anunciada academia. A pesar que a esa hora el lugar parecía deshabitado un olor inolvidable llegó a su experta nariz, un olor que le revolvió las entrañas porque el único similar en su vida había sido el de su madre. No se acordaba mucho de ella, pero jamás pudo desprenderse del olor que emanaba. Y ahora después de dos mil años al fin podía atribuir la razón: era el olor de los humanos.

Siguió el rastro en la penumbra, entre altas paredes y lujosos pasillos hasta un despacho bien iluminado donde la percepción se acentuó con más detalles: Dos corazones latiendo, perturbación en fluidos, y un poco de impaciencia en los nervios. Curioso, Forian se asomó a la puerta y contempló dos hombres jóvenes en una discusión que podía definirse como tranquila.

—Tu padre está causando problemas y lo sabes Álioth. —El hombre de cabello rubio tomó la palabra—. Ya es hora que se aparte de nuestros negocios y los deje fluir.

—Lo sé, lo sé. —El segundo, de un cabello castaño oscuro perfectamente peinado, sacudió la cabeza—. Pero le tiene demasiado apego a esta Academia, ha dejado su vida en mantenerla funcionando y yo estoy tan nervioso por el segundo parto de Ariana que no tengo ánimos de contrariarlo.

—Pues ya viene siendo el momento de...

Forian irrumpió en la sala consiguiendo que las miradas de ambos hombres recayeran en él. Tanto uno como el otro repararon en los pantalones bombachos, el pecho descubierto lleno de rasguños y cicatrices, los cabellos color miel despeinados y las manchas de suciedad que resumían aquella figura masculina. Pero los ojos verde pardo con ese filo de peligro, el estado de alerta que reflejaba su rostro y la postura antigua, primaria, los convenció que no se trata de un heredero, más bien de un ser con un alcance superior.

—¡Pero! —El nombrado Álioth se levantó de su asiento—. Tú... tú ¿cómo has llegado aquí?

Forian siguió analizándolos y se aseguró que podía confiar en ellos.

—Por un agujero negro.

—¡Eso es imposible! —se asombró Álioth—. Nadie ha cruzado un agujero negro desde... desde...

—Desde el tiempo de los Legendarios —terminó el otro—. Esto es inaudito pero está ocurriendo. Soy Jonan O'Brien. —El hombre le extendió a Forian una mano que no fue estrechada—. De acuerdo debes estar muy confuso, pero puedes confiar en nosotros ¿sí? Dinos ¿cómo te llamas?

—Forian —respondió tajante y levantó su antebrazo mostrando su marca—. Beta del clan Destroyer, primogénito de Haret y... —Se detuvo y decidió omitir el detalle que estaba desterrado por traición—. Eso es todo.

—Imposible —negó Álioth—. El alfa Haret es una leyenda de cuando mis tatarabuelos.

—Este chico no miente —acuñó Jonan—, recuerda que los irlendieses vivían miles de siglos, contaban su edad por kiloaños. Si ha cruzado el agujero negro significa que el alfa todavía vive y también todos los destroyadores que dejaron su descendencia por el mundo.

—Forian —intervino Álioth—, ¿nos traes algún mensaje de los demás Legendarios?

El destroyador pensó la respuesta. Los humanos no tenían ni idea de todo lo que sucedía en los mundos de sus ancestros. Al parecer el tiempo transcurría mucho más lento en ese universo que en el que ahora pisaba, y las acciones de hacía siglos atrás de su manada y demás irlendieses constituían leyendas de libros antiguos. Razonó que era mejor que no supieran nada por el momento.

—No.

—¿Y respecto a la Guerra Roja? —insistió Álioth que parecía saber más de lo que quería mostrar—. Nuestro conocimiento de Irlendia es nulo después de ese acontecimiento, pero sabemos que ha durado siglos.

—No recuerdo nada, lo siento —mintió el cazador.

—El agujero debe haberle afectado —se apiadó Álioth—. Deduzco que tampoco sabes cómo es que puedes comprender y hablar el inglés.

Forian sí lo sabía: su madre le hablaba en ese idioma cuando aún vivía y él por alguna razón lo recordaba.

Pero no se lo diría aquellas personas por el momento. Ya habían sido demasiadas confesiones por una noche. Estaba cansado y necesitaba dormir.

—No te preocupes este es tu lugar —siguió hablando Álioth—. Si eres hijo de Haret podrás hacerte lugar en el linaje Súllivan. Este año han entrado varios australianos en la Academia, puedes acercarte a ellos. Por ahora es importante que no sepan tu origen, causaría demasiada conmoción, así que debes mantenerlo en secreto.

—No será problema.

—¿Podemos colocarlo en el puesto de entrenador en el Campo? Sus aptitudes experimentadas serían de gran ayuda a los chicos —razonó Jonan.

—Eso haremos. Para evitar que las interrogantes detonen en sospechas, te mantendrás alejado de los medios de comunicación. No uses ningún tipo de red social y evita tomarte fotos.

Forian frunció el ceño porque no comprendía lo que conllevaban ciertas palabras. No obstante decidió asentir a lo que le dijeran porque todo en ese planeta era para él y mantenerse ajeno también constituía parte de su plan.

—Los Súllivan tienen una mansión en Malibú que...

—Deseo quedarme solo. Si no es problema usaré uno de los cuartos de este lugar.

—Solo se usan algunas veces entre semana, así que será perfecto para ti. Te asignaremos una habitación.

Forian fue llevado al cuarto correspondiente y ambos hombres le enseñaron a lo largo de los días todo lo referente a Estados Unidos, el siglo veintiuno y la Academia Howlland, sin sacar nada en claro de la aparición misteriosa del beta y el porqué un Legendario que supuestamente no recordaba nada se negaba volver a su universo de origen.

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