☆72☆REMATE

Khristen

Hiro entra en escena con una emblemática bata blanca y unos anteojos que resaltan su inteligencia. Tiene toda la pinta de científico majareta de los programas más aclamados de ciencia ficción. Le dice a Jasper que se largue, que es hora de hacer su trabajo, y luego me guiña un ojo. En el transcurso, desde el otro lado de la planta, los gemelos Petrov empiezan a dar vueltas a unas manivelas y la máquina se activa. Siento como el semicírculo se estremece.

—A partir de hoy se reescribirán los libros de historia, de física y de todos las materias conocidas y desconocidas para el mundo. —Alza la voz y a pesar que no puedo ver, imagino que los herederos han dejado sus tareas y le prestan atención—. Y tú mi preciosura —dice volviéndose a mí con aire paternal—, vas hacer posible eso.

—Eres despreciable.

—Lo sé —reconoce arrogante—. Pero tendré un momento de altruismo y te compartiré mi secreto. Siempre me pregunté por qué el Clan Daynon simplemente no utilizó a cabalidad la estrella Oserium y pulverizó a todos en una sola acción. —Toca otro botón y el techo de este cascarón metálico se mueve, dejando al descubierto una lupa—. Y ¡tachán! Se me ocurrió una sugestiva teoría.

—No me interesa escucharla.

—Verás, la energía Oserium, extraída de la estrella es muy potente. Los daynonianos lograron dominarla, de acuerdo un aplauso corto para ellos por el logro, y así automáticamente se posicionaron encima de todos. —Mueve la lupa y la sincroniza con mi cuerpo—. Pero es tan, tan potente, que una exposición demasiado cerca y prolongada debe ser capaz de fulminar a cualquier criatura ¿no crees? —Ahora aprieta con más fuerza las sogas dañándome la piel.

—Ojalá la máquina funcione bien, rebote lo que me saques y te fulmine. Así todos tendremos un final feliz.

—Tan tierna —Me tira un beso—. Hace chistes cuando está a punto de asesinar a su guardián.

—¡¿Qué?! —Forcejeo en el asiento pero el malnacido me ha amarrado bien.

—¿Pensabas que lo iba a dejar fuera del show? Que mal director de obra fuera princesa.

—¡Qué piensas hacer! —grito impotente al recordar que todavía tienen a Forian a su merced.

—Te lo traeré para que se saluden, deben estar ansiosos por verse. Tan juntitos en las malas y en las buenas —Entrelaza sus propios dedos—. Giovanni —llama sin dejar de mirarme.

No veo nada, pero escucho un estruendo de cadenas por la segunda planta que me queda y el italiano se coloca al frente en una posición ideal para mis ojos. Tira de las gruesas cadenas y entonces llena de espanto contemplo a mi destroyador, o mejor dicho lo que queda de él.

Por todos los clanes.

Está irreconocible.

Lo han golpeado a gusto, acuchillado, y degradado. Apenas está vestido con un mugriento paño alrededor de la cintura, dejando al descubierto el resto de su cuerpo musculoso, ahora desollado por partes y con moretones violáceos reciente. Lo han estado torturando hasta hace poco. Tiene marcado los eslabones de las cadenas, y ampollas infladas se esparcen por la espalda y piernas.

《Cómo has sufrido Forian, cómo has sufrido por mi culpa》

Nunca he soltado tantas lágrimas, nunca he sudado con tanto dolor.

—Te debo una disculpa por las condiciones de la bestia —dice Hiro—. Lo dejé encargado a mis muchachos y estos se han pasado un poquitín —suspira como si estuviera muy apenado—. Pensarás que soy un anfitrión terrible pero qué remedio, entre estas aburridas paredes en algo hay que entretenerse.

—Desgraciado bribón, traidor asqueroso —Le lanzo un escupitajo.

—¿En serio Khristen? —modifica el tono de voz y se limpia mi saliva de la cara—. Sino estuviera a punto de matarlos a los dos, eso te hubiera costado caro.

Ya no puedo contenerme.

El volcán, ese volcán que todos estos días he luchado por reprimir, llega a su punto máximo y me agrieta la piel. El vapor inunda todo el cascarón metálico, la llama del fuego consume mis ojos y estoy poniendo a vibrar cada partícula de aire cuando Hiro le hace señas a Giovanni y este rueda una lupa gigante, colocándola en un ángulo estratégico donde mi reflejo se estampa en el débil destroyador.

Siento la máquina estremecerse con fuerza, y me da tanta rabia que aumento la presión.

Mi cuerpo se ilumina, la máquina se ilumina, enviando una radiación a la lupa gigante que también se ilumina y le traspasa puro fuego a Forian.

Este empieza a gritar de aflicción y yo me he desatado de tal modo que no... no puedo detenerme.

¡No puedo!

Se está quemando vivo.

Yo lo estoy quemando.

Yo lo estoy matando.

También grito. Grito su nombre, grito de dolor. Mi piel sigue agrietándose y abriéndose. Me quemo también con mi propio fuego al mismo tiempo que le inflijo un martirio indescriptible a mi guardián, mi salvador, mi alma gemela.

En el punto máximo de la ardentía, escucho a Hiro riendo como un auténtico desquiciado. Siento que voy a perder la consciencia por la intensidad del poder.

Todo se agudiza y se opaca.

Todo se escucha alto y se acalla.

Todo da vueltas y se queda fijo.

Es contradictorio, es tormento, es desesperación.

Y entonces, un misil cubierto en llamas se abalanza a la circunferencia. Hiro cae de la plataforma y espero que se haya roto las costillas. La figura envuelta en llamas golpea la máquina una y otra vez. Golpea con tanta furia y ahínco que logra romperla y yo caigo acostada en la plataforma. Siento el mundo revolverse y todos los líquidos de mi organismo mezclarse, pero como resultado final, dejo de irradiar poder y acontece una gran calma...

Calma con silencio.

Silencio con estupefacción.

Me levanto poco a poco sin determinar la emoción exacta para describir lo que ven mis ojos.

—Pero qué...

Me llevo una mano a la boca. Maravillada, escéptica. Es Forian, es él. Realmente es él.

Está de pie ante mí llameando sin quemarse.

Cada heredero de la sala se ha quedado mudo. No pestañean, no pueden abrir la boca. Estudié este prodigio en la Academia, pero simplemente es difícil creer que sea él, que sea él lo que es y lo haya ocultado todo este tiempo.

—Imposible —exhala Hiro atónito mientras sus aliados ayudan a incorporarlo—. No solo es un destroyador... Es... es...

—Es el Alfa —declaro llorando de felicidad, de asombro o yo qué rayos sé.

Ya no tengo control de mis emociones aunque mis poderes se hayan apagado.

Y sí, Forian es un Alfa. Solo un Alfa puede ser sometido a calientes llamas y no quemarse. Solo un Alfa además del elemento tierra, maneja y ordena el otro elemento más codiciado de los clanes: el fuego

Forian continúa fulgurando en colores rojos y dorados, pareciendo un hombre antorcha. Y entonces noto como en el brazo donde lleva las dos marcas negras empieza a nacer una tercera. Ahora tiene tres círculos, ahora todos verán claramente lo que es. Se arrodilla ante mí e inclina el rostro, dedicándome una sublime reverencia.

—Por favor, levántante Alfa —clamo presa del éxtasis—. Soy yo la que me inclino ante ti por salvarme una vez más, ahora de una manera totalmente insuperable.

—Es un completo honor pelear con usted esta batalla, alteza.

Se incorpora y a través de las llamas puedo apreciar esos ojos verdes casi transparentes, hermosos y antinaturales. Las heridas han sanado milagrosamente, los moretones han desaparecido. Ya no tiene ampollas, ya no luce débil. Está revitalizado y fuerte, el fuego lo hace más fuerte.

Lanza una mirada aplastante a todos los espectadores y luego la posa en mí.

—¿Juntos?

Sonrío porque de igual modo, me siento más poderosa, más enérgica. Él me da resistencia, él es mi fortaleza.

—Juntos.

Y nos lanzamos de la plataforma a demostrarle a esos psicópatas quiénes son los amos del universo.

Juntos golpeamos, juntos pateamos traseros, juntos incineramos cabezas. Es una batalla impareja. Ellos serán cincuentas, nosotros solo dos. Debería sentirme mal por los números, pero siendo sincera, dicha balanza a nuestro favor es placentera a nivel máximo. Porque ellos son simples humanos defendiéndose con reducidas habilidades. Nosotros somos Legendarios, dos Legendarios con poderes extraordinarios.

Sacamos enorme ventaja. Muchos se han desaparecido, otros yacen en el suelo. Hemos pulverizado sus proyectos e investigaciones; la planta se ha convertido en desorden y barandales, computadoras y sillas se han incendiado.

—¿Dónde están Jasper y Hiro? —grita Forian para hacerse oír por encima del caos.

Los busco pero no los veo.

—¡No están! —le respondo igualmente gritando.

Ambos empezamos a mirar entre el fuego a todas las direcciones.

—Allí. —Señalo agitada la única puerta que está fuera del alcance del humo.

Forian asiente y acercándose a mí, se gira de espalda y se arrodilla.

—Pensé que no me lo pedirías de nuevo —acepto la propuesta montándome.

—Pensé que no viviría para pedírtelo —Se endereza acomodando mis piernas flexionadas.

—Tú mismo lo dijiste, hace falta más que un puñado de descendientes armados para matarte. —Palmeo su cuello—. Eres un hueso duro querido Alfa.

—Agárrate fuerte, esta carrera va a ser la más veloz de tu existencia.

Me relamo los labios.

—Genial, ya era hora de una buena carrera en esta historia.

No he terminado de decirlo, y el tiempo se realentiza, las neuronas se vuelven torpes y la visión se me tupe. En un abrir y cerrar de ojos, Forian ha penetrado por la puerta, recorrido el oscuro pasillo y derrumbado la pared retráctil que han dejado para impedir el paso. Toso por el polvo del estruendo, y estamos unos segundos en una espesa niebla que no nos permite ver nada.

—Ya eres toda una experta —felicita Forian cuando la disipo usando mis ojos como rayos láser.

—Sí, tuve un buen maestro —Apago los rayos concentrándome en la anomalía que se abre.

La felicidad se nos rompe cuando el techo se estremece de forma intensa y el agujero negro que estaba al alcance de nostros, desaparece de repente.

—¡Nooo! —Corro al lugar donde estaba, pero realmente se ha consumido— ¡No, no, no! —Dejo que mis puños se encuentren con la pared—. Se han ido. —Apoyo la frente y descargo una palmada sonora contra la superficie—. Se han ido a Irlendia.

—¿Qué esperas? —motiva Forian desde su posición.

Giro la cabeza y lo miro sorprendida.

—¿Que qué espero? Si estás insinuando que abra un agujero negro pasas por alto el insignificante detalle de que no sé cómo lograrlo.

—Yo sí, lo hice una vez.

Da pasos al frente y me extiende las manos. Se las doy. Sigue caliente a pesar que las llamaradas no están.

—Cuando vine a buscarte a la Tierra, tuve que usar energía Oserium para salir de Jadre.

—Pero si sale mal y...

—Khris mírame —Me agarra la cara con ambas manos—. ¿Confías en mí?

Esa mandíbula definida, esas orejas puntiagudas, los ojos verdes que te hipnotizan y el resto de rasgos todos simétricos y perfectos. Es un ser fuera de este mundo. Tanta belleza, vigor y lealtad parecen un sueño; pero es mi sueño hecho realidad llamado Forian. ¿Y lo mejor? Es el mismísimo Alfa de los destroyadores y me ha escogido por encima de su manada y de su universo.

—Siempre.

—Entonces debes dejar el miedo y concentrar toda tu energía en tu deseo de estar en Irlendia. Piensa en sus soles, en su vegetación y sus largos ríos.

—Nunca he estado allí.

—Sí, sí has estado. Yo corrí contigo por los terrenos del dominio Daynon. Perteneces allí Khristenyara, ese es tu lugar y dieciocho años entre humanos no te van a quitar eso.

Suspiro.

Ahora debo demostrar todo lo que soy.

Puedo hacerlo, me siento lista.

Extiendo las manos perpendicularmente y fijo la vista en la pared del frente.

—¿Qué pasará con ellos? —pregunto sin mencionar cada nombre, porque de hacerlo se me despedazaría el alma.

—Entenderán que te has ido a reclamar lo tuyo princesa.

—¿Los volveré a ver? —intento averigüar con los párpados húmedos.

—No hay forma de saberlo.

Trago saliva.

Cierro los ojos.

Dejo la mente en paz.

Desde que tomé a la decisión de entregarme renuncié a todo. Renuncié a Arthur, renuncié a Adrián, renuncié al amor.

Esta es mi decisión, este es mi destino.

Abro los ojos y dos flemas rojas chispean en su lugar. Concentro mis sentimientos en un solo deseo: entrar a Irlendia. Mi ira, frustración, alegría, nostalgia, bondad, carencia, anhelo, temores, los fundo en una inmensa necesidad y se la transmito a los elementos.

El techo tiembla.

El suelo tiembla.

Las paredes tiemblan.

Yo tiemblo.

La luz fluorescente empieza por mi cabello y va bajando por el vientre y piernas. Convertida en un ser de luz, con aros de electricidad, sintiendo la tierra en mis dedos y el aire hasta dentro de mis órganos. Entonces, como sucedió hace un momento atrás cuando estaba en la máquina, un halo de luz se desprende del gran farol que ahora soy, y se refleja en la pared de enfrente. Parece que la quema pero al cabo de unos segundos, se abre un agujero negro que crece y crece, hasta acoger el tamaño de una persona promedio.

Detengo el derroche de poderes.

Lo he conseguido.

No tengo tiempo de recuperarme, porque al sentir pasos detrás de nosotros, Forian embiste mi cuerpo con rapidez y ambos nos introducimos al portal que nos llevará a través de la galaxia.

Una fuerza soberbia nos arrastra a la negrura del agujero. Nos aprieta los sesos, nos revienta la estabilidad. Yo siento que mis miembros se consumen y de un instante a otro, puedo desaparecer.

-Notas-

*Edit de Forian llameando como un Alfa.
(Ojalá fuera un fanart, pero tendremos que esperar a que nos llegue un lector artista jjj)

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