☆71☆SACRIFICIO
Khristen
—Liberen a Lilly.
Hablo alto y claro. En este caso no se trató de cuál decisión era la correcta, sino de una elección a quien más necesitaba una salida; y esa es Lilly.
《Te salvaré Forian, juro que te salvaré aunquesea lo último que haga en vida》
Jasper asiente, vuelve a mirar al australiano y este desaparece por segunda vez.
—Ábranle el portón —ordena.
Dos descendientes se recubren las manos con unos guantes diferentes a los comunes, y me abren el portón de hierro. Paso sin pegarme a los balustres, porque si ellos se han protegido por algo será. No tengo que esperar mucho para ver a mi mejor amiga. La han vestido con una bata blanca, de las disponibles en psiquiátricos; tiene los ojos fijos en el infinito y anda balbuceando incoherencias.
—¿Qué diantres le han hecho? —me horrorizo.
—Está sedada —contesta Jasper—. Sabes princesa, que esa humana es muy peligrosa.
—No solo está sedada —grito con la amenaza de llanto en todo mi sistema—, la han torturado y experimentando con ella como si fuera un animal.
Nadie dice nada, pero algunos desgraciados de alrededor se ríen ¡Se ríen!. La prepotencia crece en mis entrañas a temperaturas extremas.
Miro a Lilly otra vez y trato de calmarme. Lo importante ahora es sacarla de aquí. Deseo mucho abrazarla, decirle que se pondrá bien. Que tiene personas estupendas que la ayudarán a controlar su poder, que confíe en ellos y que no me guarde rencor. Deseo despedirme correctamente, pero en las condiciones que se encuentra no va a ser posible. Así que me limito a llegar hacia ella, acariciarle la cara y dedicarle unas últimas palabras.
—Perdóname. —La voz me sale rota, como si millones de puñaladas hubiesen tenido de objetivo mi garganta—. Pero te pondrás bien, yo lo sé. —Beso su frente y ella me mira sin mirar realmente, con los ojos perdidos—. Estoy haciendo esto por ti, por todos ustedes, mi vida por las suyas.
Sujeto sus manos que están frías como las manos de un muerto. También las beso y varias de mis lágrimas se derraman sobre ellas.
—De verdad lo siento Lilly. No... No sabes cuánto lo siento —digo entre sollozos abrumada por la culpa.
—Suficiente. —El chico Súllivan entiende que ha pasado mucho tiempo y le da un tirón para separarla de mí.
Sale con ella a la avenida donde ya hay aparcado un auto negro que parece sacado de una película de terror. Puede ser algún modelo siniestro de Pontiac, pero no estoy del todo segura. Tampoco entiendo cómo ha aparecido de repente pero por aquí deambulan codo a codo científicos locos y psicópatas que trabajan con poderes sobrenaturales, por tanto ya nada me asombra. La ventanilla se baja dejando escapar una estridente canción de Heavy Metal y veo a uno de los gemelos Dónovan en el asiento del conductor.
Me quedo viendo hasta el momento que suben a Lilly y el vehículo se pone en marcha. Limpio mi mejillas mojadas e inspiro gran cantidad de aire.
—Quiero verlo, que se muestre —exijo. Saben que me refiero al sucio traidor.
Jasper parece juntar las cejas. Vaya, al fin una expresión en ese pálido rostro.
—Él no...
—¡Una entrada gloriosa! Eso estaba esperando —interrumpe la jocosa voz en perfecto inglés saliendo de la oscuridad—. Aunque debo decir que te subestimé preciosa —tuerce sus labios y finge que piensa mientras camina—. Jamás se me ocurrió que pudieras deducir que yo era la mente maestra de todo esto.
La contracción en mis músculos hace que el entorno se condense, el oxígeno es pesado de respirar, la tierra desprende una agonía inigualable. Los descendientes también bajan ante este la cabeza, que se pavonea satisfecho y se coloca frente a mí; no muy cerca, a un tiro de piedra. Pero es suficiente para que yo lo fulmine con mis ojos llameantes que se han activado inevitablemente.
—Pero que mal educado. —Se da un toquecito en la frente—. Buenas noches, su Alteza. —Hace una reverencia sin apartar la sonrisa sarcástica de su atractiva cara—. Es un honor recibirla de esta manera. Ahora le animo a dirigirse a nuestra no tan humilde morada de los tiempos libres —pide girándose noventa grados señalando una torre torcida separada del castillo que se entierra—, y hablemos de negocios, ¿le parece?
—Hiro —hablo sin gota de respeto—, cuando ellos hayan dejado Lilly en Mansión Fortress me moveré de aquí.
Él teje sus dedos en el lacio cabello negro, acomodándose el peinado moderno que siempre ha mantenido.
—¿Cómo sabes qué cumpliré? Puedo engañarte, ya lo he hecho antes con magníficos resultados.
Esta cuestión la pensé cuando planeaba entregarme. Pero hubo una razón infalible por la que sabía que mi apuesta no fallaría:
Los nombres tienen poder.
—Porque un japonés me dijo una vez que un Nakamura siempre cumple lo que promete —sentencio.
Nadie puede rebatir eso, contenga la maldad que contenga.
—Oh. —Se lleva la mano al pecho en un gesto teatral—. Veo que no lo olvidaste.
—No, Hiro. —Lágrimas espesas empiezan a brotar de nuevo desde los ojos daynonianos que más derraman en el universo—. Yo nunca olvido nada de mis amigos. O al menos... de los que fingen serlo.
Mentiría si afirmara que no me duele.
Cuando todas las pistas me llevaron al mismo nombre, no pude seguir resistiéndome a aceptarlo. Los Nakamura son descendientes de los xarianos, eruditos de Irlendia, buscadores del conocimiento eterno. Su sed del saber es insaciable, su hambre por hallar la verdad tras la ciencia es imparable.
La tarde que asistí a la fiesta en su yate, Titanic, Hiro nos comentó que era el mejor astrónomo de Howlland. ¿Y quién más sino un astrónomo desequilibrado por el ansia de estudiar una energía cósmica con poderes universales iba a querer secuestrarme y estudiarme antes que Jasper me matara?
Él fue el que me expuso abriendo la caja delante de todos en París. Quería que me desatara para ver en acción los místicos poderes. La confirmación de esto sucedió en la piscina del Campo de entrenamiento, donde él mismo me alentó a desatarme sin remordimientos.
Y finalmente, Hiro estuvo la noche de la reunión con familiares y amigos que se dio en Mansión Fortress. Él colocó los petardos y se marchó después del partido de básquetbol porque se había dado la alarma que Forian consiguió entrar en sus túneles subterráneos.
Todo me llevó a Hiro.
—Vamos preciosa cambia esa cara de pasa seca —bromea—. Estamos a punto de hacer algo sublime. —La mirada le resplandece con un fulgor malicioso— ¡Hay que estar felices en nombre de la ciencia! —Chequea su reloj—. Ya tu querida amiga debe estar en la Fortaleza viva y sana. Bueno, tal vez no tan sana. —Se ríe enseñando los dientes.
—Nunca le he deseado la muerte a nadie —digo luchando contra el volcán interior que desea erupcionar—, pero espero que la tuya sea lenta y dolorosa.
—Eres tan dramática en sentido negativo. Quitas lo placentero poniéndote antipática y vengativa. —Sacude una mano y su rostro se avinagra, como si mi actitud fuera lo único grave de toda la situación—. Soñé mucho con este momento ¿sabes?
—Siento arruinarte la diversión. Oh, espera. No, no lo siento. Es más, te daré muchísimo trabajo ahí adentro. Necesitarás más que un puñado de herederos flojos para contenerme.
—Aprésenla —ordena borrando cualquier vestigio de júbilo.
Palmea ambas manos y varios descendientes de los destroyadores me echan cadenas encima. Siento el peso de las mismas alrededor del cuello y cuando están complacidos con la cantidad, se acercan a inhabilitarme las manos. Hiro se vuelve en dirección a la torre y a mí me halan al mismo lugar. Para entrar, se ha dispuesto una pantalla digitalizada que necesita un código de doce dígitos. El japonés lo introduce rápido pero lo capto: 072420001030.
La puerta se abre dando paso a un ascensor cilíndrico. Me empujan adentro y dos descendientes entran con Hiro. Miro a los demás que se han quedado afuera, pero entre ellos no está Jasper. Ese aparece y desaparece como si fuera un fantasma...
Cuando las puertas del ascensor se reabren abajo, los dos que me llevan halan las cadenas y van tirando por los diferentes pasillos hasta llegar a uno que tiene una gran puerta de titanio, redonda y con cientos de cerraduras. Hiro vuelve a teclear el código rápido y noto que es la misma serie de números, pero en orden de derecha a izquierda. Lo que se encuentra adentro es una planta de dos pisos, con computadoras, personal en batas blancas y terrarios con ratas de laboratorio. En el amplio piso de abajo, una gran máquina sin forma definida ocupa gran porcentaje del espacio y varios chicos y chicas, en su mayoría coreanos, rusos y alemanes, están revisando apuntes y realizando escaneo con otros aparatos de los que no me sé el nombre.
Sí, tengo una mente prodigiosa pero para convertirme en sabelotodo tengo que adquirir conocimiento primero ¿no? Y ese conocimiento se adquiere estudiando. Últimamente con todo lo que tenía mi pobre cabecita de adolescente, solo me estaba restringiendo a estudiar lo mínimo que imponían en la Academia.
Entramos ahora en una cabina de teléfono que resulta que funciona como ascensor y bajamos hasta la planta final.
—Llévenla a la máquina —espeta Hiro serio y se aleja a un despacho cercano.
Tiran de nuevo y la rozadura constante que hacen las cadenas en mi cuello ya empieza arder. A una distancia más corta, puedo fijarme mejor en la máquina. Es como un semicírculo soldado en una plataforma cuadrada, que está a su vez apoyada en la punta de una pirámide.
Para tener una idea, se pueden ubicar en esos dibujos que traen los libros de geografía que nos reparten en la Enseñanza Media; donde representan la idea antigua que tenía la humanidad sobre el mundo. Se creía que la tierra era plana y estaba apoyada sobre cuatro elefantes, y los mismos estaban parados en una tortuga gigante. Y por si fuera poco, una gran serpiente rodeaba todo. Vale, no es exactamente así, pero es en lo primero que he pensado al ver la estructura.
La máquina está fabricada con varios metales y desprende seis ondas magnéticas cada 3.5 segundos. La pirámide tiene una escalera exterior por la que me obligan a subir. No es mucha altura, calculo unos seis o siete metros. Me empujan al interior del semicírculo abierto y una vez en el asiento que por algún desprendimiento de bondad de Hiro, está acolchonado, me amarran las manos. Luego los verdugos bajan por la escalera y me quedo sola unos segundos.
En breve escucho unos ruidos que provienen de la derecha pero como estoy metida en este cascarón de huevo no puedo ver de qué se trata. Mi curiosidad no me hace sufrir, porque Jasper se asoma, observándome fijamente. Me sobresalto en el asiento porque sus ojos negros son tenebrosos de verdad y me da mala espina que me observe de esa manera.
—¿Quieres dejar de observarme? —pido—. Será mi petición antes de morir.
—Hay una belleza fascinante en tu especie —de su boca sale como un coro de varias voces en una.
Es escalofriante.
—Ah... gracias. Supongo... Oye no te sientas mal, pero no eres mi tipo —aclaro.
Jasper se inclina y pasa su asquerosa mano blanca y carente de temperatura por mi frente. Entierra los dedos en mis cabellos y se acerca quedando a milímetros para olerme.
—Esperé mucho por tenerte así —susurra con un eco sombrío—. Atada para mí.
—Em... es un poco tarde, lo hubieras pensado mejor antes de obligar a tu séquito de locos a matarme. Por eso temo decirte que nuestra relación no será posible nunca.
No me culpen. Me van a matar de una forma despiadada, lo único que me queda es hacer uso de mi sarcasmo para llevar más ameno el proceso.
—Me he preguntando por qué una raza que desprecio tanto puede al mismo tiempo causarme dicha fascinación.
—Pues te haría el favor de ir a Irlendia a preguntar pero como ves estoy metida en una máquina extrae-poderes y no me será posible. Que mal —suspiro resignada—, nos quedaremos con la duda.
—Shhh —Coloca un dedo en mis labios sin dejar de acariciarme la cabeza—. No arruines el momento diciendo cosas sin sentido.
¿Yo, cosas sin sentidos? ¡Él es el que está actuando como el paciente más grave de un sanatorio mental!
Antes de que pueda volver a responder, me alza un poco la cabeza tirando de mis cabellos y me obliga mirar esos dos pozos
profundos que por arte sobrenatural, empiezan a mostrar imágenes rápidas que forman una video sangriento y perturbador.
El corazón se me paraliza.
La respiración se me paraliza.
Es Balgüim, el mundo del Clan Oscuro.
Hay guerreros recubiertos con armadura de acero; portan espadas recubiertas de hielo eterno y escudos que tienen moldeados la cara de un lobo y un búho. Lo que sigo viendo es guerra, muerte y madres rasgándose las ropas al ser arrebatadas de sus hijos. Algunas se las llevan de esclavas, a otras las...
Cierro mis ojos.
—Ábrelos Khristenyara, mira como tu gente masacró a mi pueblo.
—No. —Sigo apretando mis ojos—. No quiero ver...
Jasper me suelta el cabello. Ya no siento su aura aterradora sobre mi rostro, así que intuyo que se ha enderezado. Abro los ojos lentamente y efectivamente lo veo erguido y con las manos cruzadas detrás de la espalda. Sus ojos vuelven a ser negros y ya no reproducen imagen alguna. Me doy cuenta que estoy respirando acelerado, y las pulsaciones me han aumentado como no le es posible a ningún ser humano.
—Esto es lo que no cuentan los libros de tu esplendoroso Clan Daynon —dice con desprecio «esplendoroso»—. Aceptaron que los guerreros fayremses atacaran a inocentes de mi mundo y los ultrajaran sin remordimiento.
Trago saliva.
—Así supiste de las condiciones en que había quedado la Guerra Roja. No hay registros de cómo transcurrió, pero tú lo viste todo, ¿cierto? —indago.
—También hay voces en mi cabeza princesa, voces que no se callan nunca, es desesperante, es mi maldición.
—¿Voces?
—Escucho el clamor de las almas desterradas, vagando por los rincones inhóspitos del Bajo Mundo. Escucho los gritos de angustia de los familiares de los caídos en combate. Escucho el crujir de dientes de los inocentes cuando un destroyador desolla su carne.
Con cada palabra que sale de su boca, mi repulsión crece. Pero también crece una pena inmensa que jamás pensé derrochar por él. Si yo tuviera que pasar por lo mismo, no sé si hubiera resistido. Por tanto, me compadezco hasta cierto grado de Jasper al tiempo que la piel se me queda de gallina.
—Mi progenitor es un misterio que siempre me ha interesado descubrir. No me deja nunca en paz, me atosiga pidiendo que regrese a Irlendia, que tiene un sitio para mí.
La noche que nos quedamos hasta altas horas de la madrugada a campo raso mirando la Torre Eiffel, Arthur me reveló varios asuntos que nunca se hablan en Howlland. Entre ellos, que Jasper fue concebido en el universo paralelo y la terrorífica historia de su madre.
—Él me ha contado muchas cosas Khristenyara... —dice con la mirada perdida—. Me contó sobre ti, y la urgente necesidad que mueras pero de la manera correcta.
—Y esa manera es quitándome los poderes.
—Es sacándote el corazón.
—Ah.
—Pero primero Hiro quiere extraerte los poderes. —Echa un vistazo rápido a la máquina—. Hemos pactado que cuando te despoje de ellos, serás mía. Terminaré el sacrificio y llevaré tu corazón ante mi padre.
—Y él te acogerá y al fin serán una bella familia feliz —Ruedo los ojos—. Pensé que eras más inteligente que eso Jasper. Entiende que ese sujeto te está utilizando.
Él no se inmuta. Qué novedad...
—Como sea, no me importan tus problemas familiares, sino salvar a todo un universo. Por lo tanto, sino te importa, acaba de esfumarte para que Hiro haga lo que tenga que hacer y terminenos con esto.
—Me sorprende tu valentía —reconoce.
—Créeme a mí también —suspiro recordando todas las veces que me convencí que hacer esto era lo correcto—. Pero alguien me dijo una verdad que me dio el coraje necesario. "No tengas miedo de tus miedos, están ahí para que demuestres tu valía" —rememoro las palabras de Adrián—. Por eso sé que valgo mucho Donovan. No por ser Legendaria, no por ser princesa, sino porque enfrenté mi mayor miedo, el miedo a morir por salvar a muchos.
El cadáver andante, como algunas veces lo llamaba Arthur, mueve ligeramente, muy muy ligeramente, las comisuras de los labios. Algo imperceptible en cualquiera, pero que en él es lo más remotamente posible a una sonrisa. Tal vez está, de cierta manera retorcida, orgulloso de mí.
—Sino tuviera que matarte, hubieras sido una gran aliada —confiesa.
—Tal vez sino insistieras en estar del lado herrado, hubieras sido un gran aliado —acepto.
Y sí señores y señoras, increíble pero cierto: Jasper Donovan, mitad Legendario mitad humano y yo, princesa daynoniana amarrada y sin escape, acabamos de tener unos segundos de reconocimiento sincero. Diría que es lo más bonito que llegaremos a compartir.
Porque después de todo, a los enemigos se les reconoce las capacidades, los puntos fuertes y la mayor virtud.
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