☆69☆ÚLTIMA VEZ

Khristen

Llegan momentos en la vida en los que debemos tomar decisiones difíciles. Dependiendo nuestras circunstancias, la magnitud de dificultad varía en distintos grados.

Desde que leí la profecía, he estado pensado muchísimo en el cargo de emperatriz, en las fuertes criaturas de los cinco mundos, en la Guerra Roja... Sin embargo, cuando salió a la luz que había un traidor entre nosotros solo pude concentrarme en una sola cosa: encontrarlo. Me había acostumbrado a ser el primer escalafón en Palm Springs, y aunque nunca me vanaglorié de ello en el tiempo que estuve en Howlland, decidí sacarle partido desde el fatídico ataque a Mansión Fortress. Eso fue un cruce de líneas y una declaración abierta de guerra.

Lo otro, es mi incesante preocupación por Forian y Lilly. El primero dispone de recursos para defenderse; pero mi mejor amiga, tan confundida, adolorida y aterrada... No ha pasado un solo minuto desde que se la llevaron que no me culpe. Y no solo por ella, todo lo que está pasando en sentido general es culpa mía. Forian, por intentar protegerme; Lilly por estar sometida a mi propia radiación; Aaron, por no haberle prestado atención cuando necesitaba de mí; Arthur, por perder sus piernas tratando de defenderme; Adrián... Adrián siente cosas que... no son correspondidas al nivel que él necesita. Tal vez de esto también tenga culpa. Debí apartarme y no dejarme llevar por ese magnetismo que me hala.

Adrián es extraño, pero sin dudas magnético.

Y como todo es mi culpa, soy yo la que debe decidir lo más difícil que puede decidir alguien. Quizás esté cometiendo el peor error de los dos universo, pero no estoy dispuesta a que sigan pasando cosas horribles por mi causa. Todas esas vidas me importan más de lo que cualquiera puede llegar a comprender, así que para mí la decisión es la correcta aunque no lo sea para el resto.

Porque hay decisiones que cambian la vida; pero hay vidas que cambian tus decisiones.

Si antes deseaba aceptaba viajar a Irlendia y ponerme un vestido bonito, hoy solo deseo salvar a mis amigos, mis verdaderos amigos, y para ello hay sacrificios que son necesarios. Al final, esta historia inició por una razón y yo voy a concluirla basándome en lo mismo. ¿Tengo mínima posibilidad de equivocarme? No, ninguna. Porque cuando se salvan vidas no cabe lugar para posibles equivocaciones.

Repaso los pasos que daré, y me infundo ánimo, para que mi fortaleza no se vea aplastada por la carga gravosa del momento. Primero será mi madre. Está en el jardín de la zona de empleados regando las plantas. Me asomo con suavidad en la puerta de nuestro apartamento y la veo tan radiante en la labor, con un vestido acampanado y el cabello suelto que le llega a los hombros. Vanessa es una mujer muy atractiva, con razón las defensas de Alioth se han visto afectadas.

Me pregunto en qué punto específico andarán ellos. También, me he preguntado miles de veces por qué a mi madre no le afectó la exposición a la energía Oserium y en cambio a Lilly la convirtió en una termoeléctrica andante. Los Kane propusieron en su momento someterla a algunas pruebas pero la situación se complicó con el ataque de nuestros enemigos y muchas cosas pasaron a un segundo plano.

—Oh, hola hija. —Se alegra cuando me ve—. Tenía un tiempo libre y decidí atender el jardín.

—¿Tu clase de enfermería empieza a las siete, cierto?

—Sí, pero no iré. El señor Kane necesita cuidado en su herida.

—Claro. —Sonrío y me acerco a ella para abrazarla.

—Mi niña, ¿ocurre algo?

—Te quiero mamá, eres la mejor mamá humana que pude tener. —Sorbo la nariz.

—Khristen, nunca me arrepentiré de haber aceptado quedarme contigo —Acaricia mi coronilla—. Cuando aquella señora de ojos extraños se apareció en la casa con una bebé huérfana entre brazos, ¿cómo iba a decir que no? Quedé encantada en cuanto te sostuve.

—Prométeme que buscarás tu felicidad mamá. —Contengo el llanto, no puedo desarmarme ahora—. Has estado dieciocho años buscando la mía, ya es tu hora.

—Cielo. —Ella me separa—. Estamos en guerra, y lo más importante ahora es protegerte hasta que cruces a Irlendia, nada puede sustituir eso.

—Lo sé —intento recomponerme—. Me refiero a... a que yo tengo suficientes personas que se ocupan de mí. Pero tú... Solo prométeme que no te vas a contener de nada y dejar fluir lo que surja.

Ella sonríe suspicaz y me mira arrugando la frente.

—Khris, ¿de qué estás hablando? Porque me parece que quieres decir algo sin decirlo.

—Nada, nada —Me estiro la blusa—. Voy a ver a los Kane, ¿sabes dónde están?

—En la terraza. —Señala a su espalda.

—Bien. —Le dejo un beso en la mejilla.

El último beso.

Me encamino a la que en el pasado fue una terraza lujosa, ahora reducida a ruinas. De segundos, serán los Kane. Le dedico una mirada a mi madre, que ha vuelto a su faena tarareando alguna melodía alegre. Las despedidas no son experiencias que gusten experimentar los humanos; y a pesar que soy daynoniana comparto el criterio. No obstante, quien no sepa cuándo se está dando lugar una, no sufrirá por ello.

No me he acercado lo suficiente, pero advierto a Alker que está muy animado hablando de peleas, delincuentes y finales victoriosos junto a sus hijos, sobrinos y hermanos debajo del tiznado techo que protege del sol. En medio de toda la agonía que estamos viviendo, ellos aún son capaces de sonreír un poco escuchando los cuentos que narra el gerente de casinos sobre casos en los que ha colaborado con la policía mientras toman unas bebidas recostados en los muebles que no se quemaron. Alker tiene ese carisma jovial que enternece a todo el que se tome un minuto para escucharlo.

—Buenas tardes —saludo y él se calla.

Todos me observan con suma atención, definiendo si ya estoy bien o sigo esponjada. Anoche no es que hiciera una despedida simpática.

—Caramelo, qué lindo verte. —Alker como siempre rompiendo el hielo—. Justo estaba contando sobre aquella vez que me vi envuelto en el asalto de los cuatro jefes mafiosos más temidos de New York que habían viajado a Las Vegas para ampliar sus negocios turbios.

—Padre... —Anira entorna los ojos.

—De acuerdo, de acuerdo, eran dos. Pero conste que sus colaboradores eran tan peligrosos como ellos. Me apuntaron con sus M1911 semiautomáticas y yo no tenía escapatoria humana posible —El hombre pone voz de leyenda—. Todo era caos y confusión, y el bullicio que se desató en el casino era capaz de amedrentar a cualquiera. Pero no a mí, porque como buen Kane salí al rescaté de todos los inocentes —Se lleva la mano al pecho en un gesto heróico.

Anira sacude la cabeza mirando al techo y yo contengo una carcajada.

—Entonces en un salto grandioso logré inmovilizar a uno, desviar el disparo al otro y sacar mi arma para dejar quietos a los otros dos. El FBI llegó a los pocos segundos para esposarlos, pero yo hice todo el trabajo pesado —se enorgullece.

—Vaya... —chiflo.

—Lo sé. —Él sonríe suficiente y me guiña un ojo.

—Yo iba a decir que no pienso poner un pie jamás en ninguno de tus casinos.

—¡Pero Caramelito! ¿Dónde está tu espíritu aventurero? —Balancea los puños emocionado.

—Desapareció después de ser secuestrada —bufo y ellos se ríen.

A veces uno debe reírse de las cosas malas que le han sucedido para no quedarse traumado de por vida.

—Quería decirles que estoy muy agradecida respecto a todo lo que han hecho por mí. Le han dado un pause a sus negocios y se han quedado en California para protegerme en medio de esta guerra.

—Es nuestro deber —apunta Asella.

—Y nuestro deseo —añade Alker y me coloca la mano en la espalda—. Yo no me he quedado por obligación Khristen.

—Sí, tu espíritu aventurero —hago alusión a sus palabras y sonrío.

—En parte pero más porque eres una hermosura —Chasquea la lengua y me sonrojo.

Alker y sus cosas... lo voy a extrañar.

—Alioth —le dirijo la palabra—, agradezco también tu generosidad y tu paciencia con mi carácter. Incluso por concederme la petición de permanecer en el apartamento de empleados después que me enterara que era la princesa.

—Lo mío es tuyo.

—Parece como si te estuvieras despidiendo —nota Ábner, siempre perspicaz.

—Oh... claro que no —me apresuro a decir—. Simplemente gusto de ser cordial con quienes me apoyan, y más ahora, sabiendo que hay un traidor entre nosotros.

—Lo vamos a encontrar —jura Ánsell.

—Estoy segura —apoyo reprimiendo las lágrimas—. ¿Dónde está Adrián? —Repaso con la vista dándome cuenta de que falta.

—En Howlland —responde rápido Alissa y me sorprende no verla con ninguna piruleta—. Fue al área de las habitaciones a por unas cosas.

—Pero lleva varias horas allá. —Su madre Adara frunce el ceño.

—Sabes lo raro que es tu hijo —dice Ánssel.

—No es que sea raro —defiende su hermana.

—Claro que sí. —Ánssel le saca la lengua.

—Claro que no. —Alissa imita el gesto—. Lo que pasa Khris es que aquí estamos como invitados y mi hermano tiene sus costumbres. Obviamente la tranquilidad que le brinda la Academia cerrada no la va a tener en Mansión Fortress.

—Entiendo... —Suspiro porque tendré que pedirle a Eddy que me lleve a la Academia—. Debo retirarme, espero que pasen una buena tarde.

—Nos vemos por la noche —recuerda Ábner mirándome sospechoso.

—Claro. —Trato de sonreír y me alejo de ellos.

Ha sido difícil, pero solo para mí. Me alegra que la familia esté tan concentrada en los planes de ataque, que no tenga desconfianza como para idear hipótesis sobre mi proceder. Bueno Ábner se ha quedado un poco reflexivo, pero no pasará de ahí. Me adentro a las ruinas de la cocina con rumbo a la escalera. Subo respirando pesado, porque la ocasión anterior que me dirigí a Arthur terminé... terminé destrozada. No, no estoy loca por acudir de nuevo a su encuentro; tal vez un poco sentimental, pero no loca. Simplemente no me perdonaría si no me despido de él.

Puede ser impenetrable como el acero, cruel como ningún otro y vulgar para herir corazones; pero también es el hombre del que inevitablemente estoy enamorada y tengo la inmensa necesidad de verlo, aunque sea por última vez...

Voy pasando por el corredor deseando que la conversación no se convierta en algo tóxico y que más bien sea una tregua eterna. Aunque aquella tarde que el dueño del complejo Kane me llevó a su lugar favorito, el valle, para que hiciéramos una tregua solo consiguió acrecentar la batalla... Es que en realidad, con los dedos saco los momentos que ese fenómeno y yo hemos vivido de forma pacífica. Pero qué hacerle, así somos nosotros y así es nuestro enérgico amor.

Somos un veneno del cual ambos somos el antídoto.

Meditando, he llegado casi a su puerta, pero me detengo en seco por el sonido proveniente del cuarto clausurado donde Adrián y yo conversamos la noche del evento en la Fortaleza. La puerta está entreabierta y el sonido del canto sigue seduciendo mis oídos. Arthur está adentro, sin lugar a duda esa es su magnífica voz. No lo veo, pero me dejo llevar embelesada por el canto afinado, pulcro, celestial. Arthur no cantaba desde... desde el accidente...

El imán invisible me ha arrastrado hasta el umbral que divide el vestíbulo de la habitación, y me quedo para no interrumpirlo con mi inesperada visita.

"When your dreams all fail and the ones we hail are the worst of all"

(Cuando todos tus sueños fallan y los que aclamamos son los peores de todos)

"And the blood's run stale"

(Y la sangre se pudre)

Voy escuchando mientras se me raja el alma con la escena que veo.

El está debajo de la cúpula, y como la misma termina con tres circunferencias de cristales transparentes, los rayos solares traspasan el material e iluminan su cuerpo encima de la silla de ruedas. Desde que aceptó su condición, el primogénito de Alioth pasa las horas aquí y no en su denegrido cuarto. En eso se diferencia de su hermano. Como en su momento le aconteció a Aaron, Arthur está en una situación sumamente angustiosa, pero no busca oscuridad.

Podrá tener oscuros defectos, pero siempre busca el consuelo de la luz.

Y ahí está, sentado mirando por los cristales polarizados que se levantan en el extremo frontal a la Sierra de Santa Mónica, al cielo azul despejado y al horizonte que parece infinito. La escena emana un fulgor lastimoso, y sumada a la canción que entona el muchacho, mi corazón se estruja sin remedio.

"I want to hide the truth
I want to shelter you.
But with the beast inside
There's nowhere we can hide"

(Quiero ocultar la verdad, quiero protegerte. Pero con la bestia en el interior no hay donde podamos escondernos)

No matter what we breed
We still are made of greed
This is my kingdom come
This is my kingdom come

(No importa lo que cultivemos,
aún estamos hechos de codicia.
Esta es la venida de mi reino
Esta es la venida de mi reino)

Arthur está cantando 'Demons', de Imagine Dragons.

Los ojos se me empañan de lágrimas amargas y en breve comienzan a correrme por las mejillas. Llevo una mano a la boca para evitar que se me escape un sollozo y exponga mi posición. Muerdo mis labios sin apartar la mirada de su espalda, que se contrae por la emoción sentida que derrama al elevar esa voz tan sublime que posee. Se rompe en cada nota, se funde con la melodía...

Cierro la puerta ahogando un grito y arrecostándome a la misma me deslizo hacia abajo, hasta quedar tendida en el suelo sin ganas de hacer otra cosa que no sea ir y abrazarlo fuerte.

Me tapo la boca con ambas manos pero no es suficiente, nada es suficiente para detener el llanto de angustia y desesperación que me acontece. No puedo, no puedo con esto... Verlo sufrir y que no me deje ayudarlo, ni a mí ni a nadie. Amarlo y tener que estar a un paso de su boca sin poder besarlo, tan cerca de su piel sin poder tocarlo. Dolores y gemidos han plagado nuestro existir, pesando tanto las penas que terminarán por consumirnos...

Por qué... por qué tuvo que pasarle esto al magnánimo Arthur Kane; por qué no tengo la capacidad de controlar el volcán que erupciona cada vez que estamos juntos, por qué mis poderes no sirven para curarlo ahora...

Subo mis rodillas y las abrazo, sin detener el llanto que trato por todos los medios, no sea lo suficientemente fuerte y alcance sus oídos.

Rememoro mi primer día en la Academia Howlland, cómo me cargó en sus brazos y me llevó a su alcoba privada. Repitió la acción aquella noche en su cuarto personal, acariciando mi rostro con una dulzura que no sabía que tenía, acostándome en su cama, tapándome con la manta para que no pasara frío.

Recuerdo nuestro primer abrazo la noche que llegué a la Fortaleza después que los Petrov me retuvieran en las mazmorras. El día que lo escuché reír como jamás pensé que reiría. La noche maravillosa que pasamos en París a pesar de caernos al estanque y ensuciarnos de fango. La cena bajo la luna que me preparó, con las velas y el telescopio; esa noche bailó conmigo bajo la luz de la estrella que nombró para mí.

Los momentos de discusiones, de enfrentamientos, de celos y de pasión. Lo extraño demasiado ¡por todos los clanes!, oh como extraño a mi fenómeno así controlador, celoso, altivo, tan él...

Y entonces cegado por la venganza voló a enfrentar a Jasper. Y cayó, y se lesionó la columna. Sacó a relucir la criatura desolada que guardaba, golpeada por la trajedia y maldecida por la desdicha.

Si pudiera rebobinar el tiempo, si pudiera decirle tantas cosas, si pudiera tan solo sentirlo sin echar chispas... Limpio mi cara nuevamente pero es inútil, mi sufrimiento brota licuado con desesperanza, y a pesar de los inmensos deseos de despedirme, sencillamente no puedo, no puedo porque de cruzar esa puerta me lanzaré a su pecho y lo quemaré vivo mientras le demuestro mi amor...

Toda frágil y marchita, me escurro por el vestíbulo volviendo sobre mis pasos. Bajo las escaleras y salgo a cualquier parte. Deambulo un buen rato, dejo que la brisa de la fresca tarde me seque el rostro.

—¿Señorita Daynon?

Levanto la mirada y veo a Jackson, guapo como siempre y vestido inmaculado. No obstante es evidente por sus ojeras que estos días lo han maltratado.

—Sácame de aquí —suplico.

—¿Le ha ocurrido algo? —Me sujeta por los hombros asustado.

—Solo sácame de aquí Jackson, y llévame a Howlland, llévame con Adrián.

Él asiente, y sin decir más nada sale disparado al garaje.

Una mente juiciosa pondría fin a este ciclo que he creado de llorar por Arthur y rendirme en el remanso de paz que brinda Adrián. Pero solo una última vez... esta será la última vez.

Jackson reaparece con el Mercedes y se baja para abrirme la puerta. No habla en el trayecto excepto para preguntar si deseo escuchar alguna música. Él menciona "música" y ya mi cerebro asocia la palabra con un Arthur roto y quebrado cantando Demons . Vuelvo a llorar. Jackson estupefacto, susurra una disculpa y sigue manejando, mirándome de vez en vez por el retrovisor. Debo parecerle una adolescente con desorden hormonal. Desorden hormonal... eso solía decir Arthur.

Lloro con más fuerza.

Para cuando el auto estaciona en la Academia, me bajo con la simple orden que se marche, dejándolo más pasmado que antes.

—¿Volverá con el señor Adrián Kane?

—Así es Jackson, puedes irte tranquilo —miento.

No regresaré tampoco con él, ya no regresaré...

—¿Quiere que la acompañe a las habitaciones de los herederos?

—No, muchas gracias. —Empiezo a caminar.

—Puede ser peligroso —insiste.

—Sé cuidarme sola por diez minutos Jackson —miento de nuevo.

Estoy tan endeble emocionalmente que hasta los animales del área de mascotas conseguirían hacerme daño. Sigo caminando percibiendo que Jackson se queda fuera del Mercedes observándome. Lo entiendo, le debe parecer raro en extremo mi comportamiento. Pero al tomar el sendero del oeste, desaparezco de su alcance visual.

Venir a esta área nunca fue necesario para mis estudios, así que no la conozco físicamente. Pero en los folletos de Howlland está plasmado un mapa y hay diversas fotos de las habitaciones, terraza y jardines. Es como un hotel, pero sin lobby y sin recepción. Cuando entro, compruebo lo que ya sabía de los elevadores que están disponibles en el primer piso; escojo uno y marco el último piso. Todos saben que a los Kane les pertenecen las habitaciones con rápido acceso a la azotea. Cuando la puerta del aparato se abre, un pasillo corto se extiende ante mis ojos; consta de cuatro puertas, dos a cada lado, y el vacío en la pared final que conduce a la azotea.

Avanzo hasta la única puerta abierta del espacio, de la que sale un aroma empalagoso de anís y sándalo acompañado del típico humo de incienso quemado. A pesar que está bastante oscura, sigo adelante introduciéndome prácticamente en otro mundo. Mis ojos se van dilatando para apreciar los detalles. Una escasa luz se cuela por las ventanas mal cerradas. Es una habitación inhabitual, como su dueño. Empezando, el papel tapiz se combina entre gris pizarra y verde marino. Las paredes están repletas de libros, clásicos en su mayoría: de Julio Verne, Gastón Leroux, William Shakespeare... Hay artilugios steampunk repartidos como decoración y en medio del lugar, en un apartado alto, está la cama con forma indefinida a la cual se accede mediante una escalera acaracolada. Veo una guitarra en una esquina, y a su lado, una mesa que sostiene papeles garabeteados. Me acerco para observar, presa de la curiosidad. Algunos son partituras y otros poemas. Están corregidos, debajo de algunas frases hay acordes escritos y...

Contengo un gemido al escuchar un ruido.

Ha venido de la única puerta interior del cuarto. Está entreabierta ligeramente y antes he pensado por lógica que se trata del baño, pero ahora no estoy tan segura, un presentimiento extraño comienza abarcarme. La ubicación de la misma es detrás de la encaracolada escalera y me acerco cuidadosa de hacer el menor ruido.

Llego a la misma y observo una porción de lo que esconde y ahí lo distingo de espaldas en un ambiente sombrío que combina tan bien con el enigma que lo envuelve, siempre misterioso, siempre indescifrable. Hay cortinas de seda y alfombras de lino en colores dorado y carmesí. También velas y rosas rojas por los alrededores, en el suelo y en las paredes. Él permanece sentado susurrándole a algo que no consigo ver. Empujo con cautela la puerta y entonces la visión completa me espanta.

Trago saliva.

Cada partícula de mi organismo emprende una marcha acelerada por todo el sistema intravenoso. Arranco a temblar y aunque quiero salir corriendo me he quedado petrificada bajo el marco de la puerta, inmóvil al contemplar el santuario perverso que tiene Adrián para... para mí.

《Por Irlendia》

Es el cuadro, es el condenado cuadro que Bastian Dubois estaba pintando en París, a los pies de la ventana del cuarto que Arthur reservó.

Se me escapa un gemido de susto y entonces él gira la cabeza.

—¡Khristen! —se sorprende, levantándose con una cara de auténtico terror.

Niego con la cabeza y doy pasos hacia atrás.

—No te acerques. —Levanto ambas manos en un gesto inconsciente de lejanía.

—Puedo explicarlo —ignora mi petición y se acerca.

—¡Quédate donde estás!

—¿De verdad me crees capaz de hacerte daño?

—Eres un lunático acosador —grito con ojos más húmedos de lo normal.

—Déjame explicarte por favor.

—¡No! Por todos los mundos, ¡no! —sigo mi marcha en retroceso—. No quiero que vuelvas acercarte a mí.

Y diciendo estoy, echo a correr como si mi vida dependiera de ello.


Notas

Ufff... deben estar tipo ¡¡¿QUÉ?!! ¡¡¿POR QUÉ ERES CRUEL JUPITER?!!

Bueno, dejemos a un lado sus ganas de matarme, y veamos el video que he preparado para ustedes con la canción "Demons" traducida al español y fotitos de Arthur 🥺.

Escribir este capítulo me partió el corazón... por la vida misma!!! Tener a mi fenómeno de ojos grises en este estado deprimido me encoje todos los sentimientos...
👇🏻👇🏻👇🏻👇🏻

[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]

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