☆68☆LUTO PROVOCADO
Arthur
Asistir a tu propio funeral puede tener ventajas.
Ves cuáles fans lloran más por ti, qué redactan los periódicos y el nombre que dejaste para el mundo. Porque los nombres de los herederos de Howlland tienen poder, pero Arthur Kane sin duda es el más grande.
Esto de pasar por muerto no es que fuera algo que hubiese planificado en vista a la guerra presente; pero pensando en los pro, debo decir que resulta la mejor estrategia que podemos usar los Kane. Confieso que deseé estar verdaderamente muerto cuando comprobé que la fuerza natural de mis piernas se había esfumado. Luego en la soledad de mi quemada habitación lo tomé además como una ventaja sobre el enemigo.
Hasta ahora concentrarme en eso es mi único aliciente, junto a las ansias de aplastar a esas escorias de una vez por todas. Tiene que suceder, yo no perdí mis piernas para nada.
Aprieto el balón que tengo entre las manos y respiro hondo, debo calmarme o arrasaré también con todos los objetos de este cuarto. Este cuarto olvidado no sufrió severos daños con el incendio y por el amplio cristal que funciona de pared, es el que mejor visibilidad me brinda al jardín secundario donde se efectuará el falso entierro. Años atrás, cuando jugaba a las escondidas con mis primos, Adrián y yo siempre terminábamos escondiéndonos aquí y se convirtió en un sitio muy especial. No solo porque era imposible que nos encontraran, sino porque se nos iban las horas descubriendo todo lo que mi abuelo Aquila había guardado. Mientras vivía, usaba el cuarto para investigaciones sobre la energía Oserium y sus estudios respecto al universo paralelo. Pero cuando murió, el lugar fue cerrado para siempre.
Hoy, después de tanto tiempo me he atrevido a entrar de nuevo, solo para descubrir que alguien antes que yo había estado aquí. El lugar guarda ese olor nostálgico que te trae bonitas sensaciones además de estar bastante empolvado; sin embargo, justo debajo de la cúpula de cristal se han dejado pistas que evidencian que quien fuera el intruso, estuvo por buen rato. Nunca se había vuelto a poner un pie aquí, lo que me lleva a la conclusión de una sola persona...
Encontré varias cosas en los estantes. Algunos reconocimientos que gané en el colegio de Princeton cuando era pequeño y que mi abuelo enmarcó como los logros más prometedores del mundo. También el balón de básquet que ahora sostengo entre manos. Nos lo regaló a mi hermano y a mí en el 2007, en aquel mítico partido que tuvo lugar en Detroit entre los Cleveland y los Pistons. LeBron James estuvo imparable. Aún recuerdo la excitación de ver al jugador apenas a seis minutos que acabara el partido arrasando en la cancha, anotando veintinueve de los treinta puntos que encestó Cleveland. Por petición de Aquila Kane, LeBron firmó el balón para sus nietos. Y aquí lo reencontré ahora después de catorce años.
A veces extraño demasiado a mi abuelo.
¿Qué diría respecto a la condición en la que he quedado? Tan miserable e impropia de mi clase... Arruinando el linaje con la carga de un lisiado.
Toco el botón del brazo de la silla de ruedas y esta se mueve, acercándome más al cristal mientras permanezco en la oscuridad de la habitación. Miro abajo el gentío que toma vino y se limpia con pañuelos las penas por mi causa. Sé que algunos fingen ante las cámaras para que el funeral quede más dramático. Han venido representantes de AECOM y AIRBUS. Están los líderes de todos los linajes con sus familias y varios se ven realmente afectados. Al final mi tía Adara les comunicó a los contactos que la habían ayudado a conseguir la silla que no sobrepasé la noche, por tanto también estoy muerto para ellos. Han venido todos los O'Brien, incluyendo los que están residiendo en Inglaterra. Jessica permanece con ellos ahogada en llanto. Su cabello rubio está recogido en un moño de varias vueltas y porta un sombrero vintage con una malla oscura que cae del misno cubriéndole parte del rostro. No deja de sonarse la nariz y abrazarse a sí misma proyectando tan penosa imagen que debo confesar, me toca en lo profundo. Jessica era impertinente, pero siempre fue una de las pocas personas que me quiso en realidad.
De repente distingo a Hugo vestido como no es su costumbre, con un traje satinado y un suéter de cuello de tortuga. Va hasta Jess y la abraza con un afecto impropio de él. Ella se aferra desconsolada y mi amigo no la aparta pasado varios minutos.
Siempre sospeché que estaba enamorado de ella en secreto pero se encargaba de ocultarlo porque la Academia entera sabía que la chica O'Brian se desvivía por mí. No obstante ahora su obstáculo ha desaparecido y tiene vía libre. Las cosas que pasan cuando uno muere...
Voy pasando la vista entre los presentes y entonces, un aguijonazo invisible se clava en mi esternón: Khristen entra en escena. También viste de negro como los demás, pero reluce entre la gente, tanto, que tienen que voltear el rostro a admirarla. Está hermosísima, con esa apetecible piel blanca y sus cabellos de fuego resaltando los ojos dorados. Adrián la acompaña, y por la cercanía de sus cuerpos deduzco que llevan horas juntos. De manera inconsciente toco el bolsillo de mi pantalón y comprimo el objeto que guardo.
Sigo viendo como él le susurra algo al oído y ella saluda a las cámaras. La va guiando por el lugar, presentándola a empresarios y magnates que han venido a expresar sus condolencias. En un momento, a Khris la atrapan periodistas para estorbar con sus maliciosas preguntas y ella sobrelleva la presión como si toda la vida hubiese interactuado con los medios. Mi primo que ha optado por un esmoquin azabache y un estilo de cabello peinado hacia atrás, se queda a una distancia prudencial observándola anestesiado de pies a cabeza. Va recorriendo su figura con un anhelo que conozco muy bien, porque es el mismo que yo llevo semanas sintiendo.
Afinco con intensidad otra vez los dedos en el balón.
Recuerdo perfectamente lo último que sucedió entre Khris y yo, y maldigo cada segundo. Fue horrible, fue imperdonable... Cierro los ojos y trago el nudo de saliva que se me ha atascado en la garganta. La forma en que le hablé, la magnitud del daño... Yo no quería, por todos los clanes yo no quería hacerlo. Pero ella seguía insistiendo en que me recuperara porque quería salvar su fe de que estuviéramos juntos; y eso dejó de existir desde el momento que me partí la columna...
No era mi deseo, pero sí mi deber romperle las expectativas, romperle... romperle el corazón. Es una niña dios, no piensa las cosas importantes que una princesa debe pensar. ¿Cómo someterla a la carga de limitarse a un lisiado? Khristenyara, que debe ser la emperatriz soberana de Irlendia se merece tener a su lado a un fuerte guerrero, no a este despojo humano en el que me he convertido. Sé que en ese momento que hablamos le debí parecer el monstruo más cruel de todos los tiempos, y yo mismo me sentí como uno. Incluso pasó algo inaudito: líquido salado empezó a brotar de mis ojos cuando ella cerró la puerta.
Estuve reviviendo la expresión de su rostro una y otra vez, un rostro quebrantado por la aflicción, incrédulo a las dagas que salían de mi boca. Un rostro que no quería soltar las esperanzas; esperanzas que yo destrocé en mil pedazos. Pisoteé nuestro amor, pisoteé nuestro futuro.
¿Qué? No.
No puede ser.
Estoy... ¿estoy llorando de nuevo?
Llevo las manos a mis mejillas y siento la humedad de las mismas. Mi abuelo decía que llorar es de débiles, y me prohibió que lo hiciera. Crecí afianzado a este principio, ¿por qué no soy capaz de cumplirlo ahora?
《No necesitas respuestas Arthur》
La necesito a ella.
Vuelvo a mirar abajo. Jason le está ofreciendo una copa de vino. A pesar que Khristen está dentro del círculo de confidencialidad de los que saben que en realidad no estoy muerto, la presión de la situación ha hecho mella en ella y tiene par de lagrimillas recorriéndole la cara.
—Khristen... —susurro tocando el cristal—. Oh ridícula mía, cuánto quisiera ir y limpiarte esas lágrimas. Besaría cada una de ellas poniéndome en riesgo de ser incinerado.
Pego la frente también al cristal dejando que mis propias lágrimas me empañen los ojos. Quiero ir a ella, de verdad quiero hacerlo. Quiero tenerla entre mis brazos, enrredar mis manos en sus cabellos, embriagarme con el aroma de su cuerpo... Quiero que sea mía y no puedo, no puedo.
¡Estúpido Jasper y estúpida pelea!. ¡Estúpida caída!
¡ESTÚPIDO TODO EL MALDITO UNIVERSO!
Grito de rabia. Grito y tiro el balón a cualquier sitio, logrando que par de libros caigan al suelo.
—¿Destrozarás también este lugar?
La voz ha venido del otro extremo de la habitación. Ronca, un poco arrastrada y con ese toque seductor que las mujeres siempre han amado de Adrián.
—Lárgate —Me limpio la cara antes que pueda verme.
Él suspira y comienza a dar pasos para acercarse.
—Yo no soy ella. A mí puedes decirme todos los oprobios que existen, que no saldré corriendo envuelto en pena.
—Era algo necesario —me escudo.
—Lo sé. —Rodea una maleta grande que me queda al frente y se sienta—. ¿Hace cuánto no entrabas aquí?
—Hace más de lo que tú te has demorado en hacerlo —Él me mira satisfecho—. Vi el receptáculo del incienso quemado —explico.
—Supuse que lo habías visto —dice tomando un avioncito de juguete que hay dentro de una caja.
—¿A qué has venido Adrián?
—¿Te acuerdas cuando nos escondíamos aquí? Yo sí. Éramos buenos amigos en ese tiempo.
—Éramos tan solo dos niños pasando el rato.
—Después te adentraste en tus negocios y empezaste a pasar más tiempo con Ábner.
—Osea que te has escabullido de toda la prensa y las más de trescientas personas que hay abajo para subir y decirme que estás celoso, ¿es eso?
Suelta una risita débil, deja el avioncito en su lugar y me mira.
—Siempre fuiste un ejemplo para mí Arthur, siempre.
Vaya. Inesperado...
—Eres dos años menor, pero yo te tenía como ese personaje admirable que tenía que seguir —confiesa—. Crecimos y mi manera de pensar no se modificó. Continúo pensando que tienes muchísimas cualidades físicas y mentales por encima del noventa y nueve por ciento de la humanidad. También estoy consciente de tus aberrantes defectos, pero eso no quita el respeto que mantengo por ti.
—Pues... gracias —digo sin más un poco perplejo por lo que se ha atrevido admitir.
—Por eso, por es respeto que te tengo, he venido hacerte una pregunta.
Me tenso en la silla. Comienzo a entender el motivo de su aparición. Llevo la mano al bolsillo y agarro el objeto, rozándolo con la punta de los dedos.
—¿Qué quieres saber?
—¿Realmente te diste por vencido?
Trago grueso y chequeo tras el cristal el panorama de abajo. Ahora Khris está junto a Vanessa y parte de mi familia escuchando un discurso bien elaborado que Jonan O'Brien está disertando. Tiene la mirada baja y está sujetando el brazo de su madre.
Sé a lo que se refiere Adrián. No me está preguntando si me he dado por vencido respecto a mis piernas, sino respecto a ella, la mujer que los dos hemos venido amando desde hace un tiempo.
—Deseas mi permiso... —Arqueo las cejas incrédulo sin dejar de mirar por el cristal.
—Jamás me interpuse entre ustedes, tú lo sabes. Pero si simplemente te quitas del medio a voluntad, quiero que sepas que no voy a desaprovecharlo.
No respondo nada.
—No quiero esconderme de ti, ni de nadie —añade—. Y ella lo está pasando mal en verdad, necesita un apoyo.
—El buen amigo da su hombro para llorar, pero claro, tú eres muy voluntarioso —bufo y me decido a sostener su mirada por fin—. No solo le darás tu hombro, ¿me equivoco Adrián?
—Yo...
—¿Le has dado algo más? —inquiero— ¿Qué ha pasado exactamente entre ustedes?
—Deja las acusaciones a un lado, no sirve de nada. —Su expresión se recrudece—. Los dos sabemos lo intenso que puede llegar a ser un sentimiento por Khristen.
—Sí. Lo sé al detalle.
Adrián suspira y se toma unos minutos. Lo veo consumido en un estado donde nunca lo había visto. Los ojos se cristalizan en un brillo melancólico. El pecho sube y baja como el pecho de un asmático. Tal vez me estoy excediendo, pero juraría que a pesar de la oscuridad que impide definir particularidades, el color de su piel se ha vuelto más pálido.
—¿Estás enamorado de ella? —interrogo y la voz me sale un poco rajada.
—Sí —declara sin vascilar—. Estoy enamorado; demasiado diría yo... Y ella necesita de mí. Su debilidad se vuelve mi debilidad. Mientras esté rota yo nunca volveré a recomponerme.
Aprieto los puños y me muerdo la lengua. Yo me siento justo así, pero en mi caso, no puedo hacer nada. No puedo...
—Y eso primo, era lo que venía a decirte —concluye y empieza a dar pasos hacia la puerta de salida.
Me quedo por unos instantes rígido en la silla, estancado en la emoción tan dolorosa que me abarca. No me queda ser egoísta, no cuando ella está sufriendo por mi culpa y merece sonreír iluminando al mundo con ese carácter tan despampanante que tiene. ¿No reconocí yo mismo que merecía alguien mejor?, ¿alguien con más facultades de las que carezco por la situación en la que estoy?
—Adrián —llamo antes que cruce el umbral—. Prométeme una cosa. Será mi última voluntad. Ya sabes... técnicamente estás asistiendo a mi entierro.
Ambos sonreímos con el típico pesar de humor negro.
—Lo que sea señor Kane —acepta.
—No dejes que llore —suplico—, no dejes que de sus ojos vuelvan a caer lágrimas más que de felicidad.
—Te lo prometo.
—Cuídala ¿sí?
—Con mi vida.
—En caso de que se vaya a Irlendia tú... —Me aclaro la garganta.
—No te preocupes —interrumpe demostrando que sabe a lo que me refiero—. Ya me voy. —Señala con la cabeza afuera—. Debo asistir a tu entierro.
—Ah, ten —Recuerdo antes que desaparezca por la puerta—. Creo que te gustará darle esto —Saco la manilla del bolsillo y se la lanzo.
Él la atrapa con ambas manos.
—Se le cayó antes de irse corriendo —cuento—. El cierre se había roto.
—Lo veo bien —alega revisándolo.
—Lo he arreglado —revelo—. Ahora que estoy internacionalmente muerto y aquí —expreso dando unas palmadas en la silla—, tengo mucho tiempo libre.
—Gracias —dice con la voz cargada de gratitud.
—Desaparece antes que vomite. —Ruedo los ojos y él sonríe—. Y Adrián...
—¿Sí?
—Esta vez dásela tú mismo.
Asiente guardándosela en el bolsillo de su esmoquin y veo como termina de marcharse.
Una vez que me quedo solo me permito relajar mis músculos, ya no tengo que seguir mostrándome fuerte. Respiro con un pesado abatimiento, uno que me oprime el pecho.
《Ya basta Arthur, están a punto de enterrarte》
Escucho mi voz y me palmeao la cara. Giro la silla para seguir viendo el montaje de abajo. Unos periodistas están interrogando a mi padre. No escucho lo que dicen pero lo han dejado en una encrucijada porque mira nervioso a todos lados y se alisa el traje cada dos por tres. Mi tía Asella interviene con su férreo carácter mostrando una sonrisa de pocos amigos y los periodistas cortan la grabación. Pudieran haberle estado preguntando muchas cosas, porque en las últimas horas nos hemos tenido que inventar un montón de excusas para explicar que mi hermano anda desaparecido, el porqué la Fortaleza está en las condiciones que está y porqué se cerró la Academia. Confío que todos se apeguen a lo planeado y que la prensa no se las dé de especuladora en esta ocasión. Aunque será difícil, porque ese mundo del reportaje es realmente lucrativo e inmoral.
En estos momentos se anuncia que ha llegado la hora de bajar el féretro y Eddy y Jackson aparecen cargando el supuesto cadáver.
Lo vi cuando lo trajo Bastian, el artista francés que asiste a Howlland. Se le encargó el trabajo bajo muchísima discreción y reconozco que el resultado merece un premio nobel al mejor escultor. Alker incluso palpó el maniquí y se convenció que no era yo porque me tenía delante.
Los empleados se dirigen a la zona legendaria, nombrada así por Aquila cuando falleció su esposa. Se trata de una parcela de tierra libre que está ubicada más allá de los jardines y donde también enterraron a mi madre y mi abuelo respectivamente. La muchedumbre los sigue detrás de mi familia y amigos y en cuestiones de minutos los pierdo de vista.
Ya veré las dedicatorias de todos sobre mi tumba por la tele. Este evento lo están transmitiendo a nivel internacional. Debería darles pena tratándose de la muerte de una persona, pero al esa persona ser Arthur Kane los beneficios de la filmación serán inmensos. Lo que yo dije, un negocio lucrativo e inmoral.
Sin embargo no me apetece mirarlo ahora. Mejor aprovecho y adelanto las maquetas del contrataque pendiente. He tenido tiempo a solas para pensar y sé exactamente cuál será nuestro próximo movimiento. Puedo haberme quedado sin la facultad de caminar, pero mi cerebro brillante no hay Legendario que me lo quite.
—☆—
—¿Cómo no se nos ha ocurrido antes? —Golpea mi tío jubiloso la mesa.
Son cerca de las diez de la noche. El montaje terminó con la retirada del sol y después de asegurarnos que no quedaba absolutamente nadie merodeando por los alrededores, los Kane comimos en la planta alta y pasamos a mi habitación a consultar los papeles que yo había preparado.
—Calma padre, hace unas horas enterramos a tu sobrino —recrimina burlón Ánssel y algunos nos reímos.
—Me parece bastante inteligente, aunque no podemos asegurar que vaya a funcionar cien por ciento —razona Ábner.
—El que no arriesga no gana —toma la palabra Adrián—. Recordemos que es la guerra, nada es cien por ciento seguro.
—Prácticamente estás proponiendo que pactemos con el enemigo —suspira mi padre.
—No —niego con la cabeza—. Estoy proponiendo que los engañemos. Hasta ahora, nos hemos valido de engaños para resolver nuestros problemas. Repito que si les mandamos un mensaje prometiendo un poco de energía Oserium a cambio de la cabeza de Jasper ellos no se negarán.
Algunos de mis parientes parecen estar conformes con el razonamiento. Khris sin embargo se mantiene rígida y con el semblante preocupado. Me fijo en sus muñecas, en ninguna lleva la manilla.
—En caso de que accedan a lo que pides —interviene Altaís—, solo quitaremos un alfil del juego.
—Un alfil importante —recuerda Adrián—. El rey es intocable, un traidor demasiado inteligente que va por delante incluso de sus aliados, los demás peones. Con él tendremos que pensar algo más adelante. Pero Jasper está obsesionado con su sacrificio solamente, no le importa más nada.
—Exacto —apoyo—. Y así yo tendré mi venganza —saboreo la palabra.
—¿Cómo estás tan seguro que accederán? —nos sorprende Anira.
—Porque he estudiado cada jugada de ese asqueroso traidor, y he llegado a la conclusión que está detrás del poder sobrenatural que viene de Irlendia, no de Khristen. Le ofrecemos una porción de lo que tanto quiere y él hará cualquier cosa para tomarlo.
—De esa manera alargaríamos el problema —habla por fin Khris, pero no se dirije a mí sino a los demás—. ¿Qué pasará luego? Seguiremos en las mismas condiciones con la única diferencia de un muerto sobre nuestras conciencias. Y, ¿qué pasa con Forian? ¿Qué pasa con Lilly?
Se hace silencio.
—Caramelo em... te prometo que pensaremos en eso —intenta mi tío—. Pero lo que Arthur propone es ingenioso. Deshaciéndonos de Jasper tendremos un oponente menos al cual enfrentarnos a la hora del combate; porque llegará Caramelo, el combate cuerpo a cuerpo sucederá de un momento a otro.
Khristen se levanta del asiento, evidentemente preocupada por las personas que acaba de mencionar. Intenta decir algo pero se arrepiente antes que podamos enterarnos de qué se trata. Luce afligida y su mirada se vuelve ausente. Está pasando algo por su cabeza que no nos quiere comunicar. Se cruza de brazos y suspira.
—Es tarde, pido disculpas pero voy a retirarme.
—¿Te sientes bien? —pregunta mi padre.
Ella tarda en responder. Mira hacia el techo y cierra los ojos. La conozco, es su intento porque no le salgan las lágrimas.
—Lo estaré —contesta fingiendo una voz normal—. Mañana... —toma aire— ... mañana terminaremos de decidirlo. Buenas noches —despide y se encamina a la salida.
—Buenas noches —devuelven los presentes.
—Espera, te acompaño. —Adrián se va con ella en dirección a la puerta.
Una punzadita molesta penetra en mi tórax. De acuerdo, yo mismo estuve a favor que él la cuidara pero tampoco tiene que ser tan pedante merodeando siempre a su alrededor...
—Eso fue extraño —nota mi padre.
—Sí, un poco —reconozco apartando de mi mente la escena de Adrián consolando a Khristen.
—Bueno esperaremos a mañana a que la princesa se decida —resopla un tanto indignada Altaís y se levanta—. Me voy a dormir, tu entierro me dejó agotada —me dirije la palabra.
La oigo pero al mismo tiempo estoy cavilando si la proximidad entre mi primo y Khristen se debe a que en realidad ya han compartido... no sé, algunas cosas íntimas como yo supuse esta tarde. Por cierto, él no me respondió. Contraigo mis manos y los objetos alrededor empiezan a moverse.
Bueno, ella no puede dejar que nadie se le acerque porque quien lo hiciese terminaría como un pedrusco de carbón. A no ser que Khris ya pueda controlar cuando quema o no a una persona. Tenía que haberle preguntado eso a Adrián. Después de todo, estoy en una silla de ruedas para vergüenza de mi apellido pero sigo siendo un Kane, tengo derecho a seguir la evolución de la princesa...
—¿Arthur? —Mi tío sacude una mano delante de mí—. Por lo que veo andabas en Jadre.
—¿Qué?
—Aprovecha y llévales mis saludos a nuestros fayremses. Ah, que me manden un souvenir. No sé quizás una espada de esas chulas con hielo permanente que tan famosas se hicieron en la Guerra Roja.
—¡Qué estás diciendo! —protesto por sus estupideces.
—Que llevamos hablándote hace varios minutos y ha sido igual que hablarle al maniquí que te remplazó como cadáver.
—Ah... Bueno yo... estaba sacándole algunas fallas al plan —admito.
—Hasta ahora me parece la mejor idea —alienta él.
—Sí... a mí también me parecía —mascullo entre dientes.
—¿Estás seguro que hablas del mismo plan? —se mete Ábner escudriñando mi rostro.
Es demasiado perspicaz y también me conoce lo suficiente. Es más, apostaría que ahora mismo sabe lo que tengo realmente en la cabeza.
—Quiero dormir. —Desvío la vista—. Váyanse todos.
—Vale, estamos claros que lesionarse la columna no le ha afectado el carácter podrido que tiene —espeta Anira poniéndose de pie—. Me voy al dormitorio de invitados, vamos Alissa.
Mi prima menor se pone de pie y antes que pueda evitarlo me planta un beso en la mejilla.
—Buenas noches gruñón.
Se levantan Adara, Asella y Ánssel despidiéndose de la misma manera. Menos el beso, saben que no me gusta esas cursilerías, la única que se atreve a cada rato es Alissa y creo que es mi culpa porque le regalaba piruletas a escondidas cuando éramos pequeños. Alker me palmea el hombro y mi padre me acaricia la cabeza.
—Me arruinas el peinado —Lo esquivo.
—Hijo. —Él suspira sonriendo—. Vas a dormir.
—Siempre voy peinado a la cama —abogo.
Cada uno termina de salir por la puerta y es Ábner el último que sujeta el picaporte.
—¿No quieres que hablemos antes de que me vaya? —tantea.
—¿En qué idioma 'quiero dormir' significa que la persona desea hablar? —Enarco una ceja—. A lo mejor una nueva variante del Inglés de la que no me he enterado.
—Está bien, te librarás esta noche, pero solo esta.
—Ya vete.
—Hasta mañana primo. —Y al fin cierra la puerta.
Cuando lo hace todo se queda en absoluto silencio y vuelvo a percatarme de la soledad que se alberga en mi corazón destrozado. Hago un esfuerzo controlando el aire a modo de ayuda para acostarme en la cama y me quedo un rato mirando el techo renegrido. No puedo evitar pensar en Khristen, en todo lo que significa esa daynoniana para mí y el trabajo inminente que me queda para sacármela de la cabeza.
Una vez que mis ojos se cierran, las lágrimas se hacen cómplices con mi tristeza para esparcirse sin permiso otra vez.
—☆Nota☆—
Esta canción, esta canción realmente es de Arthur, y no me imagino otro capítulo para agregarla más que en este. "Someone you loved" de Lewis Capaldi. La letra essss👇🏻
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]
Termino este capitulo con una frase que me sobrecoge el corazón y de la que quiero, todos los lectores legendarios se hagan eco:
"Que tu amor sea más grande que tu ego"
Sin más palabras y sin más explicación, conociendo este lado de la verdad, Arthur Kane tal vez resultó ser mucho mejor de lo que habían pensando.
Escribir todo al detalle fue sumamente doloroso. Las lágrimas eran un cauce que avanzaba por mi rostro, mojándolo sin recato. Incluso, hubo un momento que me mi madre se quedó asombrada mirándome, no podía entender cómo yo sufría de tal manera.
"¿Sabes que son personajes de un libro y que no existen, verdad?"
Me preguntó preocupada.
"Lo sé —respondí yo—, ellos no existen, pero lo que yo siento sí. Y me duele, es un momento que me desgarra cada parte del alma. Porque él es frío, es duro, es arrogante; pero con ella se deshizo, porque la ama mamá, la ama de verdad"
Esto se lo expliqué sin que las lágrimas se detuvieran. Y encima, me empezaron a llegar notificaciones de un lector que iba por el capítulo de París, cuando Arthur la rescata de explotar como una bomba de relojería y la lleva a orillas del río que pasa por la torre Eiffel. Y el lector comentó el video de la canción "AM" de 1D, y yo soy tan estúpida, tan masoquistas que en medio de estar escribiendo este capítulo voy y veo por enésima vez el video que adjunté en el cap 51.
Morí.
Nunca en toda mi vida había llorado tanto al escribir.
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