☆62☆ATENTADO
Khristen
—¿Quién ha sido el irresponsable que lo ha dejado entrar? —protesta Arthur sin dejar de mirar enojado la escena tras el cristal.
—Se ha metido solo señor —informa Jackson.
—¿Y a mí qué me importa si se ha metido solo? —gruñe Arthur—. ¡Tenían que haberlo sacado!
—Pero señor...
—No hay peros que valgan.
—Es un Kane —expresa Jackson sin perturbarse.
Ya debe estar acostumbrado a los arranques repentinos de su joven amo. Arthur respira hondo, se arregla el traje y se gira a su empleado personal para arreglarle el suyo. Está perfecto, pero el gesto queda como advertencia.
—Tú sabes que los únicos Kane que se obedecen en Mansión Fortress somos yo y mi padre, ¿cierto Jackson?
—Sí señor.
—Que no se vuelva a repetir —Arthur le aprieta el nudo de la corbata de más y luego se aparta.
Se acerca al cuarto especial y deja unos toques en la vidriera. Tanto Adrián como Lilly levantan la cabeza. El cristal revestido no permite que se escuche nada de afuera hacia adentro ni viceversa, pero el claro gesto con los dedos que Arthur le deja a su primo de 'sal ahora mismo antes que entre y te patee el trasero', se entiende a la perfección.
También me acerco y veo como Adrián cierra el libro, saludándome con su entrañable mirada. Se incorpora, le dice algo a Lilly y esta hace una mueca. No obstante él le besa la cabeza respetuoso y ella acepta suspirando lo que sea que le haya pedido. Después va al otro extremo de la blanca habitación, toca la puerta de titanio, y al ser abierta veo que unos seis soldados resguardan el otro lado con fusiles semiautomáticos.
—¿Y eso? —le pregunto a Arthur—, ¿era necesario?
—Lo que contienen los cargadores es sedante —explica—, compuestos con materiales cuyas cargas eléctricas no pueden moverse, causando una baja magnitud de corriente. También se disparan mallas de fibras de madera.
—¿Pero en fusiles? Me parece exagerado que la traten como una criminal.
—En pistolitas que usan los policías que parecen de juguetes no se puede llevar algo tan potente Khristen. Además tu amiga es altamente peligrosa.
Adrián ha bordeado el cuarto y aparece de nuevo ante nuestras vistas.
—¿Se puede saber quién te crees para hacer lo que te da la gana? —regaña Arthur pero el reprendido no se inmuta.
—Ya está lista para hablar contigo —me dice.
—¿Estás seguro? La última vez...
—¿Disculpa? —Sacude las manos Arthur al sentirse ignorado.
—Eso no pasará de nuevo —me asegura Adrián.
—Claro que no, está metida en un dichoso cuarto aislante de poderes —reposta su primo.
—No volverá a gritarte —promete Adrián metiéndose las manos en los bolsillos—, ni lanzar ofensas. Está muy dolida, eso sí, pero luego de los calmantes que le han suministrado y la lectura, definitivamente vuelve a estar más cerca de ser una humana normal.
—Porque qué eres tú, ¿encantador de serpientes? —se mofa Arthur.
—De serpientes... —Adrián sonríe y casi se le forma un corazón en los prominentes labios, siempre rojos como la mejor manzana—. Tal vez si las serpientes lucieran tan delicadas —Empieza a rodearme y me llega el aroma suave de su loción de afeitar—, y de ojos ámbar... Tal vez entonces sería el encantador más certero del mundo...
Uff ¿como que se respira con dificultad, no?
Trago grueso sintiéndome tensa y Adrián lo nota, porque sonríe con más ganas y se aparta. No soy capaz de levantar mis ojos a Arthur cuando los objetos metálicos del área empiezan a tambalearse, cayéndose algunos. Los guardias se ponen nerviosos pero en cuestiones de segundos Arthur se obliga a relajarse y todo se queda en quietud total. Me gustaría disponer de ese control que él tiene.
—Voy a entrar —anuncio para no dilatar más el asunto y bordeo la pared lateral del cuarto hasta doblar en la otra esquina, donde está la puerta.
Veo que el mecanismo de apertura es más complicado que la caja de máxima seguridad del banco nacional. Una vez realizado todos los protocolos puedo pasar. Dentro se ha quedado el olor de Adrián y el color blanco de cada rincón logra encandilarme. El cuarto no tiene mucha indumentaria, teniendo además de la puerta extra protegida, otra de madera que conduce a un baño reducido. También hay una mesa con dos banquetas y una cama personal donde está sentada mi amiga. Las paredes son acolchonadas excepto la larga que me queda al frente, que es de cristal. El piso está cubierto con una gruesa alfombra, también blanca, y me quito los zapatos para caminar.
Una vez que estoy frente a Lilly, ocupo la banqueta que está más próxima a ella y me abrazo a mí misma; el aire acondicionado está más fuerte acá adentro.
—¿Cómo te sientes? —aventuro.
—Bien —responde seco.
—Yap... —Empiezo a tamborilear con mis dedos la superficie donde estoy sentada—. Entonces te sientes bien...
—Si por bien se entiende que tu mejor amiga te haya mentido para luego quedar convertida en una monstruosidad sin familia ni hogar pues sí, estoy bien.
—Lilly... —Se me aguan los ojos.
—Olvídalo. —Ella pone cara de asco—. No quiero tus excusas, mucho menos tu lástima.
—Te juro que no tenía mala intención cuando te oculté la verdad, simplemente era demasiado extraordinaria para que la creyeras. ¿De qué forma te iba a explicar que los rumores que existían sobre los herederos eran reales y que yo misma pertenecía a su especie? Nunca me hubieras creído.
—Podías haberlo intentado Khristen, porque las amigas hacen eso. Pero parece que desde que llegaste a la Fortaleza tu concepto de amistad ha cambiado.
—Sabes que siempre serás importante para mí, no interesa lo que varíe a nuestro alrededor, lo que siento por ti no va a cambiar.
—Extraña forma de demostrarlo —espeta ella y toma el libro que Adrián dejó encima de su cama.
Leo el título, "La Ilíada", de Homero.
—Desconocía tus gustos por la mitología griega.
—Yo también —dice sin mucho entusiasmo.
En cada palabra que me dirige se percibe un profundo rencor, y aunque se cumplió el hecho que no me gritara ofensas, su actitud hacia mí hiere más que cien injurias.
—No sabía lo mucho que podía llegarme a gustar hasta que Adrián llegó esta mañana y empezó a introducirme con su serena voz a un mundo de guerra, leyendas y amor. Es fascinante.
—La guerra de Troya no es exactamente una historia fascinante —confieso.
—No lo será para ti, pero ahora que se me han abierto los ojos, esa historia cobra el mayor sentido del mundo. Por ejemplo Aquiles, se creía invencible por la protección de los dioses, ¿y qué obtuvo a cambio de cosechar más fama? Un flechazo en el talón, provocando su muerte.
—No hallo fascinación en la muerte, aunquesea un personaje literario.
—Y ahí es donde te equivocas. Aquiles sabía que los dioses envidiaban a los humanos porque eran mortales, porque cada instante de un mortal puede ser el último. Todo es más hermoso porque hay un final, te obliga apreciar incluso los detalles pequeños porque en un abrir y cerrar de ojos puedes perderlo.
Cierra el libro, se afinca a la cama y se inclina ligeramente hacia delante.
—Mi vida era perfecta hasta que vine a esta horrenda mansión. Tenía el amor de mi familia, administraba el club de fans de los Kane en toda California y hasta estaba pensando darle una oportunidad a ese tal Jack, entendiendo que Aaron era una fantasía de la que nunca iba apropiarme. Pero entonces te acompañé a París y tus oscuros secretos me alcanzaron. Arthur aseguró que eran efectos especiales, pero nunca unos efectos especiales conseguirían arder tanto en la piel.
Sus ojos están mojados de lágrimas y estas se le han acumulado tanto que ya empiezan a desbordarse por el rostro, empapando las mejillas, consiguiendo que se me apriete el corazón.
—Lilly yo...
Ella levanta una mano para que me calle.
—Estaba tan perturbada por la desaparición de Aaron que ni siquiera tuve tiempo a pensar todos los agujeros que tenía la coartada de su hermano. Pero tan solo fue llegar a mi casa y que empezara la pesadilla. ¿Has escuchado cuando a las personas que padecen cáncer les llega un momento en que los narcóticos no les alivian el dolor? Sufren con cada latido nuevo, se clavan las uñas hasta rabiar por la aflicción tan grande que no pueden quitar. Ocurre lo mismo cuando has tenido interacción con la energía diabólica a la que por tu culpa fui expuesta. Es horrible Khristen, es insoportable... Empieza por las noches y se acentúa por la madrugada.
—Lo siento tanto... —Las lágrimas también humedecen cada centímetro de mi rostro.
—Y cuando las chispas empiezan a desatarse solas, y no tienes idea de cómo controlarlas... —Aprieta los dientes y me aniquila con la mirada—. Solo..., solo quieres morirte, lo pides a gritos.
—No tenía idea que te doliera tant...
—Oh sí que duele —interrumpe—, arde, escuece, sientes millones de hormigas de fuego recorriéndote el cuerpo. Y no termina. Cuando te sorprenden tus padres y se horrorizan por el fenómeno que se ha apoderado del cuerpo de su hija...
Se detiene un momento, recordando, y luego dibuja una sádica sonrisa.
—... sus exclamaciones de pánico acompañadas de insultos innombrables te empujan a marcharte de casa. Buscas un lugar adecuado para resguardarte del frío, pero en cada zona los vagabundos pelean por quitarte hasta la vieja mochila que te acompaña y no te queda más remedio que pasar las noches en las congeladas calles de California sin saber si al otro día tendrás un trozo de pan que llevarte a la boca. Dime Khristen Allen, ¿te imaginas viviendo todo eso?
No puedo pronunciar palabra, un trozo inmenso de remordimiento se me ha atorado en la garganta y he perdido el conocimiento de cuántas súplicas silenciosas le he dedicado a Lilly a lo largo del relato.
—Ya veo que no —sonríe otra vez—. Has estado muy calentita aquí en la imponente Fortaleza mientras jugabas a los noviecitos con el primogénito Kane. Por eso disfruto cada vez que leo la muerte de Aquiles en La Ilíada —levanta el libro—. Él tuvo la suerte que yo no he tenido; le atinaron a su punto débil y acabaron con lo que parecía una tormentosa eterna existencia.
—Esto no durará para siempre. —Limpio mi cara y trato de sonar esperanzadora—. Vas a salir de este bache Lilly. Con entrenamiento en la Academia y mucho...
—¿Entrenamiento en la Academia? —bufa—. ¿Te crees que tengo ganas de asistir a ese patético lugar lleno de niños multimillonarios y engreídos? A ti podrán haberte obligado a pasar todas las humillaciones que pasaste, pero yo no seré tan estúpida.
—La Lilly que yo conocía saltaría de emoción con la sola idea de pisar Howlland.
—¡Esa Lilly ya no existe! —vocifera poniéndose de pie y las paredes se estremecen.
Es el aislante de poderes entrando en reacción. La electricidad de su organismo a hecho por detonarse, pero el revestido del cuarto se lo ha impedido.
—Tranquila. —También me pongo de pie con las manos al frente—. Podemos arreglarlo.
—¿Ah sí? ¡¿Puedes quitarme esta maldición?! —alza la voz suplicante.
—Podemos ayudar a que lo controles.
—¡No quiero controlarlo, quiero desaparecerlo! —grita y se me quiebra algo ahí en el pecho.
—Lilly escucha...
Las paredes siguen temblando como si fueran de papel y temo que el aislante no sea lo suficientemente fuerte, ella no es tan poderosa, ¿oh sí? Trato de tocarla pero su brazo desprende una corriente que me lanza al otro lado de la habitación. Mi espalda se impacta contra la puerta del baño y me golpeo la cabeza.
—¡Quítamelo por favor! —llora con voz ronca halándose los cabellos—. ¡Quítamelo de una vez!
Empieza a hacerse un ovillo mientras las chispas violetas parecen hacer corte con cada movimiento de ella. Del otro lado de la vidriera, Arthur está golpeando desesperado dicendo cosas que no puedo escuchar, pero por la expresión asustada de su rostro entiendo que está exigiendo que salga inmediatamente. Los hombres que están con él van ansiosos de un lado a otro y un puñado sale por la séptima puerta llevando con ellos armamento pesado.
Algo está ocurriendo y no solo tiene que ver con Lilly.
Al momento, la puerta de titanio que bloquea este cuarto empieza abrirse y es Adrián el que entra, me sujeta por el brazo y me ayuda a salir. Los seis soldados se abren paso y cierro los ojos cuando están por dispararle a mi amiga.
—¿Te has golpeado muy fuerte? —Adrián inspecciona mi cabeza.
Pero la turbación que hay entre todos afuera y el estruendo proveniente del cuarto del que acabo de salir no me deja concentrarme en cosa alguna. Escucho quejas masculinas y luego unos cuantos fusiles estrellándose contra el cristal.
—¿Qué van a hacerle? —inquiero con el corazón latiendo a millón dispuesta a volver a entrar.
Pero él me agarra.
—Lo que sea necesario para inhabilitar sus poderes. Escucha ha sucedido un...
—¡Lilly! —llamo cortando las palabras de Adrián al escuchar que ella grita de dolor.
—Calma Khristen. —Él me sujeta más fuerte—. Te prometo que no le sucederá nada malo...
—Suéltame tengo que ayudarla.
—No puedo hacerlo, estás en peligro, lo hago por tu bien.
—Suéltala.
El agarrre se desvanece de forma brusca y quedo libre de un segundo a otro. Miro hacia atrás y veo a Adrián limpiándose sangre de los labios y a Arthur respirando agitado frente a él. La cabeza me da vueltas cuando empiezan a bramarse exigencias. Arthur culpa a Adrián por estar en las nubes y él se defiende que habían suficientes descendientes en la mansión. La jaqueca se me acentúa al comenzar a romperse uno a uno los focos de la sala y no coordino mis pensamientos cuando Adrián arremete contra su primo devolviéndole el puñetazo. En medio de todo el caos que acaba de formarse, nos quedamos sin luz eléctrica y la única fuente es el cuarto aislante, o mejor dicho ex aislante, porque con Lilly no ha funcionado en absoluto. Es mi amiga la que se ha vuelto un foco de metro y medio.
El alarmante alarido de los soldados que están en el interior nos deja a todos los que permanecemos de este lado atónitos y somos incapaces de movernos cuando el sonido va menguando hasta claramente lo que son expiraciones.
No. Ella los ha... los ha electrocutado...
De repente la luminiscencia violeta se apaga y la negrura del ambiente recrudece nuestra tensión.
—¡Khris! —escucho a Arthur.
—¡Aquí estoy! —indico lo más alto que puedo.
Pero la completa oscuridad no deja que vea ni mis propias manos, así que camino a tientas para tratar de encontrar alguno de los Kane. No lo logro, y ya ni siquiera los escucho. Imagino que hasta he dado vueltas en el mismo sitio sin tener el mínimo sentido de orientación. Entonces alguien toma mi brazo y me estremezco.
—Soy yo —dice Jackson—, hemos activado la salida emergente, la puertas principales están bloqueadas y no funcionan con los circuitos de paneles quemados.
—Sácame de aquí Jackson, odio la oscuridad —ruego.
Sin perder más tiempo me traslada del lugar entre los pasillos y a según mis pupilas se agrandan para adaptarse al medio, distingo que lleva puesto en la cabeza una careta especial con gafas verdes. Me guía sin problemas varios metros y en algún punto del trayecto veo una luz que va agrandándose a cada paso que nos acercamos. Finalmente, salimos por el lado Sur del hangar y el bienestar que me produce estar a la claridad del día alivia mis pulmones, que comenzaban a estrujarse por la penumbra y falta de oxígeno.
Unos hombres están suministrándole agua a los dos herederos Kane pero no veo a Lilly por ninguna parte.
Entonces comienza a sonar el intercomunicador que lleva Jackson en el chaleco que se ha puesto encima de la camisa:
—Aquí desde la central contactando, necesitamos el informe de daños del área 04, repito, necesitamos el informe de daños del área 04. Cambio.
—Aquí Jackson desde el área 04, la mayoría estamos bien pero han habido seis bajas —contesta y contengo un sollozo—. Todos los paneles de control se quemaron, el hangar se encuentra sin energía eléctrica y el sujeto se ha escapado. El señor Arthur Kane quiere saber la situación del área 01. Cambio.
—Hemos puesto bajo resguardo a la mayoría de los descendientes en la Central 00 porque al área 01 le han prendido fuego. No tenemos el número exacto de bajas pero...
—¡Cómo que a Mansión Fortress le han prendido fuego! —Arthur le arrebata el intercomunicador a Jackson poseído por una perturbación desbordada.
Confieso que también al escuchar esta noticia, unas frías vibraciones han envuelto mis extremidades. Hasta el semblante siempre pacífico, siempre aburrido de Adrián, se transforma quedando un pasmo inesperado.
—Así es señor, ocurrió justo después que hicimos el primer llamado de alarma de ataque.
—¡Pero cómo rayos!
—Al parecer la noche anterior el responsable dejó mini petardos configurados para que se dispararan automáticamente a las diecisiete horas. Las cortinas estaban mojadas con alcohol y una vez hecho contacto con el butano de los petardos, el fuego ha sido incontenible.
—¡De qué sirve presumir de la Fortaleza mejor resguardada del mundo si cada vez que alguien le da la gana entra en ella! —Arthur tira el aparato al suelo y patea en el lugar.
—Debió ser anoche durante la reunión señor —indica Jackson recogiendo el intercomunicador que no para de transmitir interferencias por el impacto que acaba de tener—. Después del secuestro de la señorita Daynon la Fortaleza es impenetrable.
—Fue uno de los herederos —llega a la conclusión Arthur apretándose el puente de la nariz.
¿Cómo es posible? Ayer solo estaban nuestros mejores amigos. Tan solo de pensar que uno de ellos es un traidor consigue que un miedo acompañado de tristeza me afixie.
—Aquí Jackson desde el área 04, cambio —intenta pero la respuesta que recibe es confusa.
—Aquí —ruido—, preparándonos para —ruido—, agua —interferencia—, la mansión. Los Kane, O-Bri... —ruido— ... nso y toda la servidum... —interferencia— están a salvo.
—Al parecer han evacuado a todos y están con las turbinas dirigiendo el agua a la mansión —descodifica Jackson.
Entonces mi mente camina como una locomotora sugiriendo horribles teorías al recordar lo que casi nadie sabía.
—¡Forian! —Me cuelgo del brazo de Arthur—. Forian está allá adentro.
—Seguro mi padre ha pedido que vayan por él —intenta tranquilizarme pero no me es suficiente una simple suposición.
—Aquí Khristen Daynon. —Tomo el intercomunicador—. ¿Han sacado a alguien con aspecto de hombre de casi dos metros, rubio, orejas puntiagudas, con la pierna vendada?
—N... —interferencia— ... ningún homb... —ruido— ... pierna vendada.
—No. No, no puede ser. —Una ola de calor se traga mi habilidad de decir nada más—. No puede ser... —Suelto el aparato como si me quemara la mano.
—Ese guardia es un inútil Khris, no debe haber visto cuando sacaban a Forian. —Arthur me coloca las manos en los hombros pero su labio inferior tiembla aunque él trate de resistirse—. Vamos a ponernos a salvo nosotros.
Pero lo escucho bajo, casi imperceptible. De hecho no sé en qué instante exacto dejé de escuchar, pierdo noción del tiempo, pierdo las ganas de vivir. Los gritos de "Están atacando la Central 00" se me hacen lejanos, como si el universo se hubiera desprendido de mi propia alma y estuviera en un limbo susurrando el nombre de Forian una y otra vez.
Alguien me hala por el brazo y me arrastra a un auto. El movimiento que se ha agilizado a mi alrededor confirma que efectivamente el atentado de fuego no fue lo único que se había planeado contra la Fortaleza. Están atacando la Central donde está mi madre y el resto de los encargados de defenderme. El Sol se opaca por la sombra del combate, los hombres a mi alrededor se gritan técnicas y maniobras a realizar para enfrentar a los terroristas. Las armas se me cruzan en los ojos mientras el auto avanza a sabrán ellos qué rumbo.
Todo se distorsiona a mi alrededor y yo sigo pensando que acaba de estallar la guerra y de esta no voy a poder escaparme.
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