☆60☆QUINTO ELEMENTO

Khristen

¿Se puede sentir el dolor de otra persona aún sin haber experimentado nunca las mismas heridas?

Yo lo hice desde el momento que Forian, mi guardián, mi amigo, me expuso la espalda sobre la mesa. Arthur se había empezado a comportar desde las amenazas de las que tuve que hacer uso y ni siquiera rechistó cuando lo mandé a mantenerse de pie con una palangana mediana de agua caliente que recibía las gasas ensangrentadas que estuve enjuagando para limpiar las heridas del destroyador. Con cada una de ellas, los gemidos que dejaba escapar me destrozaban el alma. ¿Cómo era posible que jóvenes veinteañeros albergacen tanta crueldad? Yo no podía matar ni a una mosca, mucho menos acuchillar a alguien. Forian intentaba ser fuerte, y cuando empecé a recolocarle la piel hecha tiras me sorprendió con la anormal petición: "Córtala". Mi expresión se quedó en una negativa rotunda.

«Los destroyadores se curan más rápido regenerando nueva piel» —había dicho—. «La que se ha chamuscado o maltratado no nos sirve para nada, no vale la pena esperar su curación».

Entonces yo había alcanzado unas tijeras que se guardaban en una de las gavetas del despacho y cortado a sangre fría y sin analgésico la piel desollada que le guindaba. Los dientes me crujían, y estuve repitiéndome que era necesario para sujetar fuerte las tijeras y cortar. Aun así, nada lo volvió más ligero, el acto era repugnante.

Después vino la parte más difícil, pues requirió que mis nervios se vistieran de acero. Hasta Arthur, que tenía un temple duro, le tembló el labio en la situación. Forian me pidió que rompiera la pata derecha de los vaqueros que llevaba puestos, le hicera un torniquete en la pierna, y limpiara la mezcla de sangre y tierra que tenía en la profunda lesión de la misma. Pero no era una lesión solamente, sino que una parte del objeto punzante que habían usado para perforarlo, se había partido y quedado dentro. Sudé a mares cuando me explicó que debía sacarlo con prisa porque sentía que le llegaba al hueso y la infección no tardaría en abarcarlo.

Desde que bajó a buscar agua caliente, Arthur había ordenado que todas las personas despejaran la segunda planta de la mansión. Hubieron algunas quejas, pero no les quedó otra que hacer caso porque así era Arthur Kane, impredecible, ofuscado y no aceptaba un reproche como respuesta. A fin de cuentas, su fama nos vino bien anoche. No podíamos contar con nadie porque el jaleo no ayudaría a Forian. Lo más propicio era actuar en secreto.

Por ello Arthur cerró la habitación dónde estábamos con llave y le colocó a Forian un pañuelo en la boca para ahogar sus gritos.

«No lo pienses, tan solo hazlo» —insistió el destroyador ante mi vacilación y volvió a morder el pañuelo.

Entonces ocurrió uno de los momentos más horribles de toda mi vida. Le empecé a sacar la punta de cuchillo enterrada y su dolor fue tan insoportable, tan desesperado, que el cuello y cara se le tornaron rojos por el suplicio. Los gruñidos toscos que profería a través del pañuelo hicieron que mis manos temblaran a medida que el maldito objeto se iba desencajando.

Y salió.

Puse una gasa para detener el flujo de sangre pero se empapó en microsegundos. Ante mi angustia el líquido rojo seguía saliendo como una llave abierta y me invadieron unas ganas irresistibles de llorar. Miré a Forian buscando orientación, pero el pobre ya había perdido la conciencia. Demasiado sufrimiento físico para una sola noche.

No nos quedó otra a Arthur y a mí que invocar el sagrado Google para encontrar el mejor proceder. Ventajas del siglo veintiuno que sacan del aprieto a dos jóvenes inexpertos con un destroyador desangrándose sin conciencia. Gracias Google.

Desinfesté la herida con alcohol y la vendé varias veces con fuerza para cortar el flujo de sangre.

—"¿Y ahora qué se supone que hagamos?" —se impacientó Arthur.

—"Tienes que bañarlo" —respondí yo.

—"¿Qué? ¡Ni por un millón de dólares!"

—"Está lastimado y el sudor mezclado a la tierra y suciedad empeorará las feas incisiones que tiene por todo el cuerpo. Sino lo haces tú tendré que hacerlo yo, ¿quieres eso?

Ante la idea sus ojos se agrandaron al punto que parecía que se le salían de órbita y su característica venita en la frente de cuando estaba muy enfadado y no podía hacer lo que quería salió a relucir. Refunfuñó varias cosas por lo bajo, pateó el suelo sin muchas ganas y me mandó a abrir la habitación para él controlando el aire, mover la mesa con Forian encima. La llevó hasta uno de los cuartos de invitados y me advirtió que no entrara bajo ningún concepto.

Y esa fue la última vez que vi a mi guardián. Lo siguiente que supe de él, fue lo básico que Arthur me informó: que lo había dejado limpio en la cama y había dado órdenes expresas a la servidumbre que no pisaran esa ala de la planta alta por ninguna circunstancia.

Me vine a enterar tarde que los Kane habían abandonado sobre la medianoche la Fortaleza para trasladarse a hoteles cercanos y sus casas estacionales. Los herederos también se habían marchado y cuando caí en mi cama no demoré más de cinco minutos en quedarme rendida. Literal cerré los ojos, aparté las imágenes de un ensangrentado Forian de mi cabeza y perdí la constancia del tiempo y espacio.


—☆—


Ahora que he despertado me vuelven las mismas imágenes y descubro que aunque la noche ha pasado, mi preocupación no. Sigue tan latente desde el impacto de mi guardián en el balcón y lo único que puedo coordinar es cepillarme los dientes, vestirme con lo primero que encuentro y lanzarme de camino a la mansión. Mientras atravieso por la terraza principal me fijo que unos trabajadores con overoles azules están reparando el ventanal con el que se estrelló Forian. Arthur ha debido contratarlos y para esta hora, Alioth debe estar enterado que un destroyador herido reposa en una de sus habitaciones de invitados. No dejo de preguntarme cómo seguirá su pierna y si habrá despertado agonizando de dolor o le habrán suministrado un calmante.

La cocina está como siempre con mucho ajetreo pero no diviso a mi madre por los alrededores. Subo las escaleras en silencio y avanzo hasta el lugar de reposo de Forian. La puerta no está cerrada con llave y me alarmo, anoche Arthur juró cerrarla. No dilato más mi introducción al cuarto y una vez lo hago, entiendo qué ha pasado. Alioth, Arthur y mi madre, están frente a la cama del destroyador que duerme profundamente; tiene vendaje nuevo y ungüento en las heridas. Las benditas manos de mi madre pueden contra cualquier padecimiento.

—La pierna le agarró una infección Khris —la voz le tiembla ligeramente—. Y recibió muchas cuchilladas, si hubiese sido un humano él no... —respira hondo—. Ahora solo queda ver como reacciona y rogar porque no la pierda.

Asiento en silencio mientras recepciono las palabras.

—Tranquila, confío que gracias a tus cuidados mejorará pronto —Alioth le coloca una mano en el hombro y le habla con una familiaridad innecesaria—. Has hecho un gran trabajo Vanessa.

—¿Por qué no nos dijeron nada anoche? —inquiere mi madre mirando también a Arthur.

—Bueno... todo ocurrió tan rápido y... —balbuceo.

—Hicimos lo que teníamos que hacer —responde Arthur conciso y agradezco su firmeza—. En estos momentos no se puede confiar en nadie y ayer la Fortaleza estaba repleta de herederos.

—Ya no importa. Los destroyadores se curan rápido —declara Alioth—. Forian es fuerte, hay que concentrarse en eso.

—¿Y qué va a ser lo siguiente? —El hijo se ríe irónico— ¿Un atentado en pleno Campo de entrenamiento?

—Tenemos que atacar —suelto de repente y todos me miran.

Ya sé que ha sonado impropio de mí, que serían las últimas palabras que alguien esperaría escuchar de mi boca, pero no puedo volver asistir a Howlland y entrenar en el Campo conociendo las circunstancias, con miedo a dormir cada noche por lo que pueda acechar a las sombras.

—Nunca mejor dicho —apoya Arthur— ¿Qué piensas hacer? —le pregunta ahora a su padre.

—¿A qué te refieres? Sabes que Academia Howlland es el foco del mundo, debemos esperar para...

—¿Que a qué me refiero?, ¿esperar? Ya te he contado todo lo que presenció Forian y viste lo que le sucedió por ello. Planean constantemente la manera de matar a Khris, Aaron se ha perdido en sabrán los irlendieses cuál mundo y se nos ha agotado la energía Osérium ¿Acaso hay que repetirte la pregunta? —Arthur habla irritado y por primera vez no me parece que exagere, pues las cosas necesitan medidas radicales—. No puedes entrar el lunes en la Academia fingiendo que nada ha pasado padre, simplemente no puedes.

Alioth se lleva los dedos a las sienes para masajearlas y comprendo lo difícil que le resulta ser el cabeza Kane, representante de Fayrem en la Tierra y director de Academia Howlland. Va hasta el escritorio que hay en la habitación, abre una de las gavetas y saca una botella de brandy y un vaso pequeño.

—Hay que pensar en los medios públicos, todos tienen enfocados a los herederos de Howlland con reflectores. Está la reputación de la Acad...

—¡Me resbala! —brama su hijo— ¿Pero qué pasa contigo? Es Khristen, Alioth, no voy a seguir arriesgándome con ella, no voy a permitir que le vuelvan a poner un dedo encima. ¿Sabes las ganas que le tengo a ese cadáver andante de Jasper?

—Hoy por la noche nos reuniremos los Kane por segunda vez y organizaremos algo razonable —Alioth se bebe seguido dos tragos de brandy. Se le nota en cada músculo lo tenso que está.

—Tienes que cerrar la Academia —presiona Arthur.

—No puedo hacer eso. Nuestro prestigio se quebraría en un santiamén.

—Es la guerra Alioth —acuña el primogénito y la fuerza de sus palabras nos estremecen a todos.

Es tan verídico como que el sol salga por el este y se econda por el oeste. La declaración de guerra estalló desde el momento que me secuestraron y ahora se ha solidificado con el ataque a Forian.

—Hay que hablar con Jonan, es el otro dueño de la Academia, tendremos que inventarnos buenas excusas para cerrar así de repente a mitad del semestre.

—Hagan lo que sea necesario, pero para el Lunes Howlland estará cerrada y yo tendré vía libre de empezar a saldar cuentas.

Arthur tiene marcada la venita en la frente, está contraído por completo y podría salirle humo por las fosas nasales. Lo conozco, y estoy consciente que ha llevado su paciencia a un límite más que estirado. Puede reventar en cualquier momento y cuando eso ocurra... pobre del que esté del lado enemigo.

—Necesitaremos ayuda —razona finalmente el señor Kane—. Convocaré también a los Alonso, O'Brien y...

—No —se niega rotundo el otro—. Quiero las narices de Jason fuera de esto, no confío nada en él.

—Desciende de los idryos, se puede confiar en él —reposta el padre—. No es momento para mantener su absurda enemistad infantil.

—Estoy de acuerdo —agrego yo—. Necesitamos todas las personas posibles de nuestra parte. Jason es un buen aliado y su... —Trago grueso para reconocerlo—. Su hermana también, es inteligente. Ambos son fuertes y decididos, cualidades indispensables si queremos salir victoriosos.

Arthur rueda los ojos y va a servirse también un poco de brandy. ¿Por qué los hombres resolverán su ansiedad con alcohol?

Así están las cosas cuando la irrupción de un nervioso y alterado Eddy reclama nuestra atención. Se queda mirando desconcertado unos instantes a Forian pero vuelve a mirar suplicante a sus jefes para informar lo que sea que ha causado la agitación de su organismo

—¿Qué esto? —protesta Arthur—, ¿quieres ser despedido?

—Estamos en medio de algo importante Eddy —regaña Alioth.

—Lo siento señores míos, pero se trata de un asunto sumamente importante. Necesito pedirle a la señorita Allen, perdón, Daynon, que me acompañe.

—¿Por qué motivo? —pregunta mi madre.

Eddy se revuelve incómodo en el lugar.

—Verán hay una... chica —dice, haciendo comilla con los dedos—, que lleva el tiempo suficiente gritando que necesita hablar con usted. —Me mira al informarlo—. Insiste que se presente porque no se irá hasta que la vea.

—Échale —resuelve Arthur—. Qué decepción Eddy, no puedo creer que hayas desobedecido órdenes expresas por esta nimiedad. ¿Te das cuenta a los ineptos a los que le pagamos padre?

Alioth no responde y en cambio, se sirve más brandy.

—Lo hemos intentado señor, pero es... es... —Traga saliva con dificultad.

—¡Habla ya, me desesperas! —grita Arthur.

—Es como ustedes —concluye el hombre, diría que aterrado.

—¿Como nosotros? —Arthur agrava la voz—. Explícate.

—Posee habilidades especiales —declara Eddy—. Ella puede controlar la electricidad.

—Imposible —debate su interlocutor—. Son cinco elementos y los descendientes de nuestra era solo poseen tres, tierra, aire y agua.

—Los daynonianos por naturaleza pueden controlar la energía —intervengo—, y por ende, la electricidad terrenal.

—Pero ningún daynoniano excepto tú ha cruzado de Irlendia.

—Está Daysi —recuerda mi madre pero algo no encaja.

—¿Cómo dices que era la chica?

—Parece una de esas personas sin hogar. Viste harapos y está sucia. No puedo acertar con su edad, pero tanteo que tiene entre dieciocho o diecinueve años.

—No parece ser Daysi —expresa mi madre.

—Absolutamente no —afirmo yo—. De acuerdo, iré a verla.

—Espera por favor. —Alioth parece traído otra vez al mundo de los vivos—. Nada de esto encaja, ¿y si es una trampa?

—Lo más probable, nada de esto me gusta —confiesa Arthur.

—Tendré que averiguarlo —determino.

—Tendremos —corrige Arthur abriendo la puerta—. Iré contigo.

Tal vez la vieja yo se negaría, pero han pasado demasiadas cosas como para andarse de testaruda. Alioth anuncia que va a revisar las cámaras de seguridad por si encuentra algo sospechoso y mi madre decide quedarse para ver la evolución de Forian. Eddy sale con nosotros.

Bajamos las escaleras y caminamos por el driveway para llegar al portón de acero. Es evidente que ha pasado algo gordo, porque los guardias están revestidos con trajes y caretas singulares para aislar la corriente y se mantienen a una distancia prudencial de la caseta que controla el portón así como algunas cámaras e intercomunicadores. No tenemos que acercarnos mucho para contemplar el motivo del espanto de ellos. Desde varios metros puede verse, con estalajes de lunática, a medio vestir y un cabello que parece recién electrocutado.

¿Lo más loco? Nunca en la vida había visto semejante ser humano. He dicho 'humano' para ser benevolente, porque en realidad eso no tiene apariencia de persona.

—Parece inofensiva —escudriña Arthur.

—Le aconsejo que no se acerque señor, es altamente peligrosa. —advierte Tom, el guardaespaldas, acercándose.

—Hablaré con ella —decido—. Quédate aquí Arthur.

—Ni lo sueñes. —Da un paso al frente pero le coloco una mano en el pecho

—Escucha —digo y suspiro—, no valdrá de nada que quedes como un circuito quemado. Recuerda lo que... lo que ocurrió hace unos días. —Hago una breve pausa e inhalo aire, me duele muchísimo mencionarlo—. Déjame hablar con esa... —La miro un momento, permanece sentada con las manos presionando el pavimento y temblando entera—. Con esa chica. Si se descontrola siempre puedo usar el mismo poder para contrarrestar el suyo.

—Pero si ni siquiera controlas tus poderes.

—He mejorado. Estos días he entrenado mucho en Howlland, puedo volver a intentarlo.

—De acuerdo, pero ten mucho cuidado.

—Lo tendré. Muchas gracias por acompañarme hasta acá.

Me vuelvo hacia el portón notando la inestabilidad de todos los guardias. Sin duda la chica les debe haber dado unos cuantos corrientazos, y de los fuertes, para que hombres hechos y derechos con preparación militar estén así de acobardados. Doy la señal y me abren el portón, volviéndolo a cerrar en cuanto estoy fuera. Mis pasos son seguros. Puede sonar insólito, pero de alguna manera no le temo, más bien siento curiosidad. Ya sé, yo y mi insaciable curiosidad...

Me fijo mejor en sus ropas, chamuscadas y sucias y en la actitud demencial de estar cruzada de piernas en plena calle con las palmas de las manos estiradas al frente, como empujando algo hacia abajo. No obstante, no parece alguien que pase hambre o necesidad extrema aunque es evidente que los últimos días no le han sido fructíferos.

—Hola —pruebo decir y el temblor de ella se termina.

Pienso que va a levantarse o al menos alzar la cabeza, los cabellos erizados le cubren toda la cara. Pero no. De su piel empiezan a salir chispas y conozco la sensación tan desesperante que esto provoca. Se ve que no tiene dominio sobre lo que le pasa, porque el temblor vuelve de nuevo, acentuado.

—Khristen Allen —aprieta cada letra de mi nombre entre dientes con un odio atemorizante.

Lo repite de nuevo, esta vez más alto. Y luego una tercera vez, gritando. La voz se me hace un tanto conocida, pero no del todo. Hay algo antinatural en la misma, como una transformación abominable de la que quieres huir, como la peor pesadilla que te pueda atar en un letargo eterno.

Doy dos pasos atrás por acto reflejo, pero me recuerdo que soy valiente (o al menos eso dice Forian) y me obligo a permanecer firme.

—¡Eres una vil mentirosa! —vocifera y las chispas le recorren todo el cuerpo—. Eres egoísta, eres lo peor —Se levanta con ojos cargados de odio.

Entonces puedo ver su rostro violáceo por lo que la está consumiendo, agrietado, lloroso y... familiar... Oh.

Por Irlendia.

Por todos los clanes.

¡Cómo ha pasado esto!

No, no... no puede ser posible.

Me he quedado petrificada, y no sé cómo consigo abrir la boca para decir en voz alta lo que me cuesta creer:

—¿Lilly?

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