☆6☆ ACADEMIA PRIVADA HOWLLAND

Khristen

Si cambiar todo mi mundo para encajar en una mansión de catálogo, soportar un jefe de veinte años exigente con delirios de grandeza y tener que asistir todos los días con niños pijos engreídos no es suficiente ¡Voilá! La vida me tiene más sorpresas desagradables...

Empezando, aún no cumplo los dieciocho pero asistiré al primer grado para los de esa edad. Mi meta era llegar a la Academia en modo incógnito, pero no. Alioth me ha obligado a viajar con sus hijos y hacer la gloriosa entrada. Según él porque no derrochará combustible en dos vehículos que al final van al mismo destino.

Los ricos son más tacaños que los pobres.

Arthur quería irse en su Lamborghini y casi forma un espectáculo cuando su padre lo obligó a tomar la limusina con nosotros. Como soy nueva supuestamente necesito que me guíen por la escuela y Arthur debe encargarse por ser este «su trabajo». El señor Kane es el director y no tiene tiempo para eso.

—¿No tenías algo mejor? —dice él analizándome como siempre, de pies a cabeza.

Estamos esperando en el driveway que Aaron baje y Alioth ya se ha metido dentro de la limusina. Yo y el «Señor Respeto» nos hemos resistido a compartir el mismo espacio cerrado excepto cuando no nos quede más remedio. Además, usa unas lociones corporales que me dan náuseas de lo fuertes que son, necesito ventilación cuando lo tengo cerca.

—Ahórrate tus comentarios —respondo sobre mi atuendo. Se pone tenso y está a punto de decir algo cuando agrego— Señor...

—Sé lo que haces. —Aprieta los dientes.

—Solo cumplo lo estipulado —me burlo—. Llamarte 'señor' fue tu petición personal así que...

—Que sepas que esa sonrisa te durará bien poco cuando llegues a Howlland —dictamina despreocupado.

—Planeo pasar desapercibida.

—¿En serio? —bufa— ¿Con esa ropa?

—No me mires tanto si te causa gracia.

—Yo no te miro...

—Sí lo que tú digas. —Ruedo los ojos—. Lo que diga el señor... —agrego con el tono característico para molestarlo.

—Ya basta —pide irritado.

—Pero usted lo pidió excelencia —recuerdo.

—No soporto los sarcasmos así que escúchame bien chiquilla...

—Khristen.

—Khristen. Hasta ahora he sido paciente contigo pero...

¿Habla en serio?

—... no toleraré tus...

Alguien se aclara la garganta y ambos volteamos la cara, viendo Aaron ya listo. Sé porqué ha demorado, se ha arreglado como si fuera a un parlamento. Él y su hermano tienen serios complejos con la ropa normal. Claro, tonta yo...

Ellos no son normales.

Me costará acostumbrarme a la idea que tienen poderes, habilidades, o lo que sea que hagan. Al menos ha intervenido a tiempo para ahorrarme un discurso superficial.

—¿Podemos entrar tranquilamente al auto? —Indica a la puerta el menor de los Kane.

Arthur entra primero, resoplando por lo bajo y yo me acomodo al otro extremo del asiento. Aaron se sienta a mi lado. El chófer es un hombre bastante apuesto, de treinta y tantos, caucásico. Tampoco entiendo el empeño de los ricos en contratar personal bonito. Los demás también tienen derecho...

Este hombre responde al nombre de Jackson y cuando Alioth se inclina adelante para decirle algo, Arthur no pierde oportunidad en destilar su veneno.

—A lo mejor si te escondes en el área de mascotas nadie se dará cuenta que una nueva estudiante de tu... —Vuelve a lanzar su mirada despectiva—. De tu categoría ridícula invade Howlland.

—Escucha 'Señor' —Aprieto mis puños y los dos Kane me miran—, que sepas que esto me hace tan poca ilusión como a ti pero no queda más remedio que aceptarlo. No eres tan príncipe después de todo... Mejor te tragas tus comentarios de sapo para que podamos viajar tranquilos.

Aaron reprime una carcajada ante la cara de cartón que se le ha quedado a su hermano y yo agradezco que el señor Kane se vuelva acomodar al asiento en ese momento y evite el sermón sobre 'Respeto y su gran cargo' que lleva rato guardándome Arthur. La rabia vuelve a marcarle las venas de la frente y cierra los ojos buscando serenidad.

—Tendrás que aprender hacer caso omiso de las estupideces de mi hermano —menciona Aaron cuando llevamos quince minutos de viaje.

—Lo intentaré.

Arthur está entretenido en su teléfono, al igual que Alioth así que la conversación baja queda entre nosotros.

—Lo aparenta a su modo, pero en realidad está nervioso por todo lo que está sucediendo.

—Singular manera de demostrarlo...

—Arthur es singular —declara Aaron suspirando—. Siempre lo ha sido ya aprenderás a... sobrellevarlo.

—Trataré de no cruzarme en su camino —digo aunque reconozco que esto es casi imposible.

El viaje dura exactamente treinta minutos. La Academia Privada Howlland se alza en la Sierra de Santa Mónica, cerca de Malibú Spring. Es un lugar apartado en medio de la nada con espacios abiertos y zonas vírgenes nunca antes construidas. Supongo que en vista de lo 'especial' de la institución mientras más escondida mejor. Las fotos se quedan cortas con la descripción visual de este lugar. Es alucinante, sencillamente. Me fastidia reconocerlo, pero decir que está aceptable sería quedarme muy, muy por debajo de la realidad.

El portón principal ostenta arriba el escudo emblemático con una H y una A en el centro (Howlland Academy). Tiene un especie de corona en la punta superior y dos alas de búho a ambos lados. Después que los guardias de seguridad nos dan paso, la limusina atraviesa el estacionamiento repleto de autos carísimos y parquea enfrente de la entrada ancha y espaciosa de la Academia. Está adornada por macetas con pequeños arbustos podados de forma redonda.

Jackson nos abre la puerta y me viene el mismo efecto que al contemplar la Mansión Fortress. Hay un inmenso jardín al otro lado de la carretera que se extiende frente a la edificación con una especie de laberinto de césped. Lo habrán hecho como decoración pero no me apetecería perderme en él de noche. Al oeste se observa un lago e innumerables arreglos de pasto a la izquierda, derecha y dónde se te pierde la vista.

—¿Cuántos jardines tiene? —le pregunto a Aaron señalando el horizonte.

—Es un parque gigante de 180 hectáreas. Ofrece gracias a su composición, su relieve, sus numerosos estanques y la diversidad de sus campos boscosos, una multitud de perspectivas y aspectos muy variados en un riguroso diseño —contesta demostrándome sus aptitudes topográficas.

—Vaya... —atino a decir y comienzo a caminar con los demás directo a la Academia.

Sin duda esta es lo más impresionante, aunque sería más correcto llamarla castillo, tiene toda la estructura de uno. Su estilo arquitectónico clásico es salido de un cuento de hadas, las columnas y paredes son color marfil, con hileras de ladrillos a cada lado de las inmensas ventanas y el techo de un azul de Prusia exquisito. Antes de la entrada principal hay unos veinte o treinta escalones de piedra que dan paso a la puerta con diseño de medio compás en la parte superior y una decorado de dos postes acaracolados.

—Apuesto a que nunca en tu ridícula vida habías visto nada similar —indica serio Arthur y lo ignoro.

Cuando pasamos la puerta admiro el interior que realmente alucinante. El piso es de mármol pulido, con arabescos inteligentes que lo vuelven más lujosos. De momento temo hacerme pis; no por mis pantalones, sino por arruinar la pulcritud del área. El Chandelier extra grande que cuelga en el techo dando paso a la escalera principal le termina de dar ese toque suntuoso. Estoy tan anestesiada contemplando el diseño que noto tarde la multitud de miradas que se han posado sobre mí.

No. Odio eso...

—Debo ir a la oficina de dirección, confío que te adaptes rápido Khristen —anuncia el señor Kane.

—Sí claro... —suelta Arthur de forma irónica .

—Hijo por favor... —exhala cansado su padre.

—Solo digo lo obvio. —Arthur se encoge de hombros sin darle importancia, y por una vez, yo estoy de acuerdo con él.

No hay manera que me adapte rápido a esto.

Todos los internos comienzan a susurrar por lo bajo y me abrazo a mí misma. Quizás debería considerar la disparatada idea de Arthur de buscar el área de mascotas, ahora parece una opción muy tentadora.

—Enséñale el lugar y no lleguen tarde a clases —sigue el director—. Khristen toma estos folletos, son prospectos de la Academia y tienen apuntes de los salones que te tocan hoy.

—Gracias señor Kane. —Los tomó y comienzo a ojearlos.

Sin decir más, Alioth se pierde por uno de los pasillos y me quedo a merced de sus hijos.

—Veamos. —El primogénito se aprieta el puente de la nariz, como si llevara un tiempo prolongado sometiéndose a un dolor de cabeza intenso— ¿Qué necesitas saber?

—Creo que con los folletos es suficientes —espeto nada convencida.

—Significa que si me marcho tranquilamente a mis asuntos no irás con habladurías a mi padre que te dejé sola sin ayuda —alega cruzándose de brazos.

—No soy una niña, puedes irte —contesto sin mirarlo buscando el baño de chicas en el mapa que me acaban de dar.

—Tranquila —interviene Aaron—, yo te acompañaré Khristen.

—No es necesario —miento con el folleto de Howlland en las manos. El lugar parece todo un país.

—Insisto —pide Aaron.

—De acuerdo —acepto derrotada— ¿Puedes acompañarme al baño? Te prometo que luego me las apañaré sola.

—Te acompañaré también al salón, iremos a la misma clase.

—Bien ya todo está arreglado. —Arthur choca ambas manos entre sí—. Suerte para ti ridícula, vas a necesitarla.

—No más de la que necesito cuando te tengo cerca —digo antes de darle la espalda y empezar a caminar.

No sé qué daño le ha hecho el abecedario para que limite su referencia a mí con «ridícula» todo el tiempo.

Escucho que resopla detrás y por acto de mi subconsciente, le echo un vistazo cuando camina para encontrarse con el grupo de jóvenes que se ríen cerca de una escalera. Tienen cabellos castaños y ojos grises y también visten con ropas de pasarela.

—Aquellos son mis primos —informa el menor de los Kane— ¿Quieres saludar o...?

—Solo deseo ir al baño.

—Claro.

Caminamos en silencio por el interior del castillo y me sorprendo encontrar antiguos retratos de diferentes tamaños de reyes, duques, presidentes y zares dispuestos por las paredes.

—Ancestros de los linajes que han estudiado en Howlland —aclara Aaron.

—Oh...

Mientras avanzamos cada uno de los estudiantes que andan cerca se gira a mirarme con curiosidad. Ya la vestimenta de los Kane no parece salida de lugar, pues en Howlland todos visten igual o más pomposo. Lo que claramente está fuera de lugar son mis jeans de mezclilla y mi blusa ordinaria. Los demás en cambio, parecen salidos de revistas Vogue o Cosmopolitan. Cualquiera al azar podría ser considerado a modelo. Sin imperfecciones en el rostro, sin puntas quemadas en el cabello, sin manchas en la piel; son estilizados y perfectos, son la clara evidencia de todo lo que odio.

Y lo peor, yo debo ser la de ellos.

—No te preocupes, eres la novedad es normal —tranquiliza el chico a mi lado—. Además tu cabello y ojos les recuerdan las leyendas sobre Daynon.

—¿Daynon?

—Despreocúpate, solo es un pensamiento fugaz ya que es imposible en nuestros días. Hoy aprenderás muchas cosas Khristen, de momento trata de relajarte un poco.

—Lo dices porque no estás en mi piel; eres uno más de aquí, perteneces a Howlland, yo no.

—En realidad te equivocas.

—Aaron, te agradezco el gesto de tratar que me sienta cómoda pero no tienes que exagerar mentiras que obviamente no voy a creer.

—Lo digo en serio —asegura cabizbajo y su tono melancólico me conmueve.

No seguimos la conversación pero me doy cuenta que luce tan perdido y sin rumbo como yo. Por supuesto, nos dirigimos al baño de chicas y es natural que él conozca la Academia. Pero no me refiero a desorientación física, sino emocional. El desapego que el menor de los Kane refleja hacia su propia escuela consigue que me replantee la opinión inicial que me formé antes de conocerlo. Puede que no sea el típico arrogante. Es un chico reservado, rozando lo tímido; no mira a los demás cuando pasamos de largo y no se molesta en alzar la cabeza. Se auto condiciona como un cero a la izquierda y esto me hace sentir más a gusto a su lado: ya somos dos en igual condición. Aunque mi asocialidad no es por voluntad propia.

Nos detenemos frente a una terraza abierta sin techo que queda en el centro del castillo. Algunos jóvenes están apoyados en columnas de enfrente, otros conversan entre los pasillos, y el resto consulta apuntes en tabletas digitales. Parece que estuvieran filmando una película y cada gesto y sonrisa de ellos fuese ensayada con anterioridad.

—Al frente está el baño de chicas. —explica Aaron señalándo una de las puertas al otro lado de la terraza.

—Gracias, de verdad muchas gracias.

—Esperaré cerca de aquí por si deseas que te acompañe algún lado —ofrece consiguiendo mi sonrisa.

No lo digo en voz alta pero resulta tierno. Es tan, tan diferente a su hermano.

—¿Por qué haces esto?

—¿Mostrarte las instalaciones?

—No, me refiero a... todo. Me ayudas, eres bueno conmigo, no me has rechazado por ser... ya sabes la hija de la ama de llaves.

—¿Y por qué debería de hacerlo?

—¿Tal vez porque eres un Kane? —Enarco las cejas.

—Veo que la fama de mi apellido afecta tu lógica. —Sacude la cabeza sonriendo.

—Tu hermano no apoya ese comentario.

Ante mi ocurrencia los dos reímos, es fácil que las cosas fluyan con Aaron.

—Verás yo... no tengo amigos aquí adentro.

—No lo entiendo, eres un chico estupendo.

—Apenas me conoces.

—Lo poco que conozco es suficiente para afirmarlo, y créeme no pensé decirle eso a nadie de Los Ángeles.

—Entonces nosotros podríamos... ya sabes, si tú quieres...

—¿Ser amigos? —termino por él.

Aaron asiente, otra vez cabizbajo y los mechones de cabello castaño le tapan un poco el rostro.

—Me encantaría.

Levanta la cabeza y la sonrisa complaciente que muestra hace que vuelva a lucir tierno. A veces parece tener menos edad. Los hoyuelos le adornan las mejillas y a cualquiera le entrarían ganas de abrazarlo.

—Gracias Khis.

—De nada Hoyuelos. —Golpeo su hombro en u gesto de ánimo—. Te veo en un rato.

Me dirijo al baño sintiéndome un poco más a gusto ¿Hoyuelos? No sé el porqué lo he dicho pero si ha ocurrido naturalmente es que mi barrera para los niños pijos no aplica a Aaron. Me cae bien, y sí deseo ser su amiga. Después de todo tampoco encajo en esta academia.

Me detengo un momento frente a la puerta y respiro hondo, ahora toca enfrentarme sola a este momento.

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