☆56☆ FAMILIA KANE
Khristen
Las clases del resto de la semana no fueron tan gratas como hubiera preferido sobretodo porque el Caracol se empeñaba en que recitara los principales mandamientos de Irlendia y por otro lado, debía practicar el nado sola ya que todos los estudiantes se negaban a meterse en la misma piscina que un engendro.
Para ayudarme a controlar mis poderes con el elemento tierra, Forian y yo acudíamos al lugar secreto que estaba intrincado al final del Campo de Entrenamiento. La cuestión era que desde mi secuestro en el placete de los Petrov, las cosas con sus primos los descendientes andaban extremadamente tensas. Claro, en la Academia nadie podía levantar contiendas porque el castigo automático era expulsión. Sin contar por supuesto, el alboroto que harían los medios por dos miembros de Howlland en conflicto. Hasta Arthur y Jason llevaban su relación némesis fuera de las cámaras. Por lo tanto, los australianos Sullivan, italianos Di Marco y griegos Diamanti, retenían entre dientes las ganas que los consumían por acabar con Forian.
Luego estaban los alemanes, rumanos y rusos. Ellos eran los principales promotores de volver atraparme. Como Hugo era la oveja negra de su linaje, lo dejaban fuera de todas las estrategias y lo único que él sabía era lo que me atormentaba cada noche: querían matarme. Y el que estuvieran tan tranquilos solo alertaba más mis neuronas, porque significaba que estaban cociendo un macabro plan y en esta ocasión, no fallarían. Cada minuto que pasaba en la Academia trataba que esto no me alterara demasiado y me afianzaba a la protección que me brindaba Forian, a su lado sentía que nada podía pasarme.
Después estaba mi extraña relación de amistad —¿amistad?—, con Arthur Kane. Durante la semana no tuvimos mucho contacto y aunque se ofreció a llevarme par de veces, las constantes llamadas que saturaban su teléfono no dieron margen a que pudiéramos sostener una buena conversación. Tenía ahora un nuevo negocio entre manos porque la AECOM TECHNOLOGY COMPANY, conocida globalmente por tener los mejores profesionales en diseño, ingeniería y construcción, había solicitado sus servicios para un rascacielos lujoso destinado a ser bufete. Las tardes que salió directo de Howlland al trabajo, Haru fue el que me trajo en la limusina que su padre le había dispuesto; el conductor de la misma era un taiwanés que no nos molestaba ni entendía el idioma, así que el trayecto se nos pasaba rápido hablando sobre mis poderes, sus habilidades y música.
Pasar tiempo con Haru era estupendo. Cualquiera pensaría que al ser este tan tímido y retraído las horas de estudio se volvían tediosas pero no; lo cierto era que descubrí lo pillo que podía ser, como cuando yo estaba concentrada en los deberes de geometría y sentía que me aventaban un trocito de papel en la cara. Levantaba la vista en dirección al chico manga y ahí estaba, colorado reprimiendo la risa. O cuando yo leía un texto en voz alta en la materia de literatura y Haru hacía caras tontas y graciosas consiguiendo que perdiera la concentración. Hoy también ha venido a pesar que en la Fortaleza se están haciendo los preparativos para la reunión de los Kane.
Me enteré que esta era una de las pocas reuniones en el año que organizaban los hermanos y aunque era de categoría 'familiar', Arthur y sus primos siempre invitaban algunos amigos íntimos. Para la fecha, los parientes de Aaron sabían la verdad sobre su desaparición, razón extra de peso para viajar las trescientas millas de Nevada a California y alentar un poco a su hermano Alioth. Se llegó a la conclusión, que la única esperanza para encontrar a Aaron era descubrir la persona que se había robado la energía Oserium que Daysi me había cedido. Los Kane ya estaban trabajando en ello, sobretodo Arthur, pero quien fuera el ladrón, era un maldito astuto porque no había dejado ningún tipo de pistas. ¿Quién estaría detrás de todo? y lo más perturbador, ¿por qué actuaba a espaldas de Jasper si ambos querían matarme? ¿Sería el mismo que había encargado el cuadro?
—Khris. —Siento un pedacito de goma en mi brazo—. Te has vuelto a quedar mirando el infinito —nota Haru.
—Lo siento amigo es que... tengo muchas cosas rondándome por la cabeza. Pero te prometo que no pasará más.
—¿Es por Aaron?
—P-por Aaron... Y tú cómo...
—Como está enfermo y es altamente contagioso, temes que no pueda salir de su habitación en mucho tiempo, ¿verdad?
—Ah... la enfermedad... sí, sí es eso. —Abro el libro de Aritmética Integral y los cálculos se me riegan en las páginas.
A veces cuando estoy frustrada por algo me da dislexia repentina. Antes pensaba que era producto a un efecto natural de los ojos, ya sabes, como cuando miras sin mirar realmente. Pero ahora que conozco la verdad puede que sea consecuencia de mi naturaleza extraterrestre.
—Si quieres podemos dejar el resto para mañana —sugiere él un poco cohibido.
—Será mejor. —Cierro el libro.
Haru se levanta de la mesa, recogiendo los libros que le pertenecen y la tablet para guardarlos en su maletín. Se coloca el traje con el escudo de la Academia que había colgado detrás de la puerta y se peina el cabello lacio con los dedos.
—Quédate —pido y él me mira asombrado—. Los Kane han invitado algunos de sus amigos y también vendrá la prometida de Ábner, quiero que te quedes como mi invitado —explico.
—¿No habrá problemas?
—Claro que no.
Chequea la hora en su Apple watch.
—Dentro de media hora en la mansión donde me quedo con mis primos se sirve la cena.
—La cena con los Kane está programada hasta dentro de una hora.
—No lo entiendes, es que yo... —Se hala varias veces la corbata nervioso.
—Puedes decirme Haru.
—No puedo pasarme de la hora para cenar. Es mi organismo.
—Dame un momento para cambiarme y dentro de un rato vamos a por unos platos —aseguro sin atreverme a preguntar cuál es ese padecimiento.
Él asiente y cuando estoy por entrar al dormitorio para escoger algo acorde, dos toques concisos en la puerta me lo impiden.
—¿Jackson? —Abro los ojos por lo que él representa, de seguro trae un mensaje de Arthur.
—El señor Arthur Kane me ha enviado a traerle esto. —Levanta una percha con una lona oscura.
—Gracias.
—Hasta pronto. —Se despide y cierro la puerta.
—¿Qué es? —pregunta Haru.
—Otro disfraz de seguro —bufo y entro al dormitorio.
La ropa que Arthur me compró a su gusto permanece colgada en el extremo izquierdo del armario y es suficiente para que olvide comprar nueva en mil años, ¿por qué sigue gastando en más? Saco la pieza de la lona y me quedo maravillada con el precioso vestido Prada que admiran mis ojos. No es moderno y ambicioso como el de París, sino delicado y discreto, como el que usaría la realeza. El color no sabría definirlo, porque es un tono perlado entre gris y acero. Entro en él y al acto la lejanía involuntaria de estos días que ha permanecido sobre Arthur y yo desaparece. Volver a sentir el Hugo Boss sobre la piel es revitalizante.
Rebusco entre la ropa que mi madre trajo para planchar hace par de horas, una camisa que se coló de Aaron para dársela a Haru. Ya él no está para usar sus ropas, pero Alioth insiste en que se laven y se planchen cada cierto tiempo. Creo que mantiene la esperanza que su hijo reaparezca un día de repente por arte legendaria.
Normalmente mi madre las plancha en la mansión pero como prometí ayudarla entre lectura y lectura del japonés, aquí se han quedado. Salgo afuera y se la entrego a Haru.
—¿Una camisa?
—Yo te veo perfecto pero son los Kane, sus reuniones deben ser de etiqueta así que he pensado que esta te quedaría bien, era de Aaron —digo esto último más bajo.
—¿Ya no la va a usar más?
—Em... no... por eso dije que era, porque ya no le gusta.
—Es muy bonita.
—Sí... —se me escapa un suspiro—. Tú cámbiate acá yo iré a cepillarme.
Lo dejo solo y vuelvo a entrar al dormitorio para atender mi cabello. Otra cosa que no es habitual en mí pero hay ocasiones y ocasiones. Lo asombroso del caso es que para no arreglarme nunca se me da muy bien conseguir un digno peinado de tutorial. Antes de cerrar el gaveta, me fijo en la bolsita que guarda la manilla que mi ¿admirador?, ¿acosador?, me regaló. No debería ponérmela, de hecho, no debería tenerla guardada. Pero hace una combinación bonita con el vestido y mis iniciales, KD me dan cierta autoestima.
Probablemente perdí la cordura hace cinco segundos, cuando me la abroché.
Mejor. A partir de ahora, la llevaré a todos lados. Quiero que el que sea que me la haya mandado a fabricar, se de cuenta que no le tengo miedo. Que la usaré con la cabeza muy en alto sin que sus jueguecitos me quiten el sueño. Además, es de platino, ha debido costar una pasta y si hay algo que he aprendido en la Fortaleza es que la pasta no se desperdicia en cosas innecesarias, pero bien que se aprovecha en gustos exclusivos.
Me animo también a pintarme con un labial de un rojo pálido y me quedo unos segundos mirando mi reflejo completo. Está bien, lo admito, no luce como la vieja Khris pero siendo justa, esa vieja Khris ya no existe. He cambiado y no se trata solo de Arthur, sino de una serie de sucesos que me han hecho ser una persona diferente. Me siento diferente...
Salgo a la sala-cocina y Haru está abotonándose la camisa de Aaron. Me quedo viendo su pecho blanco y escuálido que tiene unas pequeñas marcas en la zona del abdomen, cerca del ombligo. No digo nada al respecto y cuando termina de abotonarse muestro una ancha sonrisa para demostrar mi gusto. La camisa es negra satinada en dorado con unos hilos de oro que la atraviesan de forma vertical. Como su muñeca derecha está llena de pulseritas y manillas además de anillos, en general se ve muy cool.
—Eres el chico manga más guapo de todo Estados Unidos. —Le guiño un ojo y a él se le eleva el rubor en las mejillas.
—Chico manga... —repite rascándose detrás de la cabeza.
—Pues sí, mira nada más esa carita.
Sonríe y aparecen sus hoyuelos. Hoyuelos como los de Aaron, la camisa de Aaron, Aaron mi mejor amigo... Siento los ojos humedecerse y respiro hondo para evitar que alguna lagrimilla traicionera me exponga.
—Venga vamos a la mansión.
—Bonita manilla —nota cuando vamos saliendo.
—Gracias. —Vuelvo a chequear como luce en mi muñeca dándome cuenta que es perfecta para mí.
Cuando salimos de la zona de empleados, vemos en el área de la piscina los trabajadores correteando de un lado a otro para precisar hasta el último detalle. Mi madre ha suspendido sus clases de enfermería para quedarse esta noche a disposición de Alioth y apenas Haru y yo vamos llegando a la terraza cuando veo cuatro autos aminorando la marcha por el driveway. No autos cualquiera, más específicamente Lamborghinis y Bugattis así que lo establezco como ley: los Kane aman la velocidad. Es Eddy el que acude abrirles la puerta.
De repente me pongo nerviosa. No sé por qué, la verdad mis nervios no son como los de Lilly o esos fanáticos enloquecidos. Pero se lo atribuyo al hecho que por primera vez veré a los únicos y últimos descendientes del clan Fayrem, los respetados guerreros reales.
Hay un misterio fascinante en los Kane, uno que te invita a descifrar sus enigmáticos ojos grises.
Haru se ha puesto inquieto y se coloca detrás mío. El primer auto es un Bugatti Veyron negro; del mismo baja una mujer mayor de cabello corto amoldado y un vestido color zafiro que la hace ver imponente. El abrigo de piel le cae por los brazos quedándose en los codos y su expresión seria acompañada de unos ojos grandes, penetrantes y grises es lo que termina de dar el mensaje: es la mayor de los hermanos y sin duda, una mujer de carácter. Detrás de ella, una muchacha de al menos veinticinco años acepta la mano de Eddy y sale fuera del auto. La mejor palabra para describirla es sencillamente: hermosa. El día de la fiesta en el yate, conocí Anira y Alissa, las otras dos sucesoras del linaje y sí, son lindas. Pero su prima las supera en proporciones astronómicas, unas tan altas que siento eso que la gente llama envidia sana.
He escuchado hablar mucho de ella en Howlland, se graduó con honores y es una leyenda por haber sido la única chica que rechazó todas las propuestas de matrimonio que le ofrecieron los herederos. Recuerdo bien el nombre, Altaís Kane, hija de la señora que acabo de ver, Asella Kane. Su padre fue un viejo Duque de Sussex, Inglaterra, que aceptó inscribirla así y a nadie le asombró porque Kane es lo máximo de este planeta; cualquier duque, marqués y hasta príncipe de otro linaje daría su vida para que su generación llevara el apellido.
Ambas mujeres se aproximan a la puerta principal y me quedo mirando el grueso cabello castaño de Altaís y los grandes chorongos que mantiene sin ningún tipo de producto, solo ella al natural, haciendo uso de su hermosura inigualable.
Del segundo auto, un Bugatti Divo azulado con efecto espejo en toda su carrocería, baja un hombre apuesto, con un traje de rayas y los dedos llenos de anillos llamativos. No es lo único llamativo en él ya que el corte de cabello entre despreocupado y atendido, la actitud triunfadora y la coquetería de sus movimientos me dice sin palabras de quién se trata, pues no puede ser otro que el famoso Alker Kane, gerente acaudalado de los grandes casinos de Las Vegas, el menor y más libertino de los hermanos. Me fijo en la gruesa cadena que le cuelga del cuello, los dos primeros botones de la camisa blanca abiertos, y la manera atractiva en que masca chicle. Lo sé, raro que reconozca esto, pero si existe alguien en el mundo que puede mascar chicle y verse estupendo ese es Alker Kane. Le hace una seña a Eddy para que se aparte y tira despreocupado la puerta de su objeto de ocho millones de dólares. Entra a la casa pasándose la mano por el cabello castaño almendra y me queda muy claro el concepto de 'alma joven'. No importa la edad que tenga este hombre, todo en su persona demuestra sus claras intenciones de perpetuar los treinta.
Eddy entra al Bugatti que ha dejado mal estacionado, y lo parquea a unos metros para que el Lamborghini Diablo color ocre pueda hacer también su entrada. Este es de esos autos que gritan a los cuatro vientos: "Soy el centro de atención, ¿te queda claro?". Por eso no me sorprendo al ver salir al ya conocido Ánssel Kane, el chico que con solo un vistazo es capaz de hacer temblar a cualquiera, y no de miedo precisamente. Tengo explícito en la memoria el cause de sensaciones que la combinación de todos sus atributos puede causar.
Seguido baja Anira y no pierden tiempo en dirigirse a la puerta. De miradas audaces, facciones rasgadas y ropas vistosas, los dos hermanos se pierden entre las columnas que anteceden a la misma.
Y finalmente, el auto que queda es un Lamborghini Aventador, cuatro plazas con un color plateado que le da el toque impresionante. Me conozco los modelos porque mi vecino de vida tiene en su mega garaje un montón de pósters de los diferentes tipos de Lamborghinis que existen. También en el suyo, lleva siempre revistas que a fuerza de no tener más información que neumáticos, cilindros y marcas para leer, he terminado con un doctorado automovilístico.
La puerta se abre y de ella Eddy saca a una mujer contemporánea con Alioth, de rasgos finos y peinado vintage. Tiene ese porte de las damas antiguas y espera a que baje la que debe ser su hija, Alissa. Recuerdo cuando se presentó junto a sus primos en la piscina de Titanic y me pareció una muñequita de porcelana por sus facciones delicadas. Ahora lleva el cabello suelto y saborea una piruleta. Y entonces se abre la puerta del conductor y veo al que me falta por conocer de los herederos Kane, rompiendo la línea clonada que identifica a la familia. ¿Por qué?
Empezando, su ropa. Lo más distintivo es un sombrero negro de ala ancha combinado con una camisa holgada estilo bucanero de igual color y de mangas largas. Lleva unos skiny jeans oscuros y unas botas de punta estrecha de cuero claro. Colgando del cuello, los audífonos blancos que tienen pintados caras de aliens verdes reproducen algún tipo de música que le gusta mucho, porque aunque desde la distancia no logro escuchar cuál es, los labios prominentes y carnosos de él se mueven parafraseando la canción. El cabello es como una almíbar clara y dulce, igual que el de Aaron, y se le ensortija por las puntas. Su altura es impresionante, porque es más alto que Arthur; intuyo que pocos centímetros le faltan para los dos metros. Sin embargo no es demasiado fuerte, su complexión es delgada pero elegante. Lleva una discreta cadena de plata con un anillo liso del mismo material como dige y antes de encaminarse a la entrada principal, cierra la puerta del auto y lanza una mirada hacia donde estamos Haru y yo. Bueno, más específicamente a mí.
Quiero desviar mis ojos pero me falta voluntad para hacerlo, como generalmente sucede cuando tienes un Kane cerca y por ende, te está observando con intensidad. Los libros de historia se equivocaron con el poder de los fayremses y el legado que dejaron a sus descendientes; no es respecto al elemento aire, sino al control visual, ¡vaya que se les da bien! El muchacho permanece así unos segundos más hasta que sonríe para luego perderse entre las columnas que anteceden a la puerta principal.
—Adrián —declara Haru que ha salido detrás de mí.
—Ya lo sé —confieso.
—Se conocían de antes...
—En mi antigua escuela, los estudiantes solían hacer de su mayor afición seguir a los herederos, más específicamente a los Kane. Había escuchado de él varias veces, lo llamaban el eslabón perdido de los One Directions.
—No fue una pregunta —indica Haru y me vuelvo a verlo—. Lo afirmé por cómo se observaron, ambos.
—Nunca antes habíamos coincidido —aclaro y él se encoge de hombros de manera tímida.
No es habitual que el japonés diga este tipo de cosas, por lo que me quedo pensando en el asunto. ¿Me he cruzado antes con Adrián? No, no porque de haberlo echo no lo hubiera olvidado. No obstante Haru tiene razón en una cosa: es como si nos conociéramos de antes pero no de la manera que me sucedió con Forian... algo extraño acompaña la sensación...
Este chico grita secretos, majestuosidad y rutinas. Todo junto, causando contradicción y magnetismo.
Decido enterrar la cuestión y le hago señas a mi amigo para que avancemos nuevamente a la cocina. En ella se están preparando todo tipo de bocadillos además de un variado banquete. Los cocineros y sus ayudantes cuando me ven detienen la marcha sin saber de qué trata mi intromisión a la cocina. Les hago un ademán para que sigan con lo suyo y tomo dos platos para servir rollitos chinos, unos filetes, algunas setas y puré de patatas.
—¿Dónde está Vanessa? —le pregunto a una subalterna mientras estoy en la tarea.
—El señor Alioth ha pedido que sea ella la que le sirva las bebidas a los Kane, acaban de llegar. Puedo servirle señorita.
—Lo haré yo misma, gracias. —Le alcanzo uno de los platos llenos a Haru—. Vamos chico manga, vayamos a la terraza a comer.
No he terminado de hablar cuando Jackson aparece en la cocina y me hace una reverencia.
—Señorita Daynon.
—Hola Jackson. —Hago un gesto de saludo con la mano. Le he dejado claro a todos los que están al tanto de los secretos irlendieses que no quiero ser tratada de «su Alteza» ni cosas por el estilo.
—El señor Arthur me ha mandado a buscarla para presentarla al resto de su familia.
—Dile a Arthur que voy a comer con mi invitado —Me apresuro a la terraza.
—Señorita...
Jackson se escucha ansioso pero su jefe debe entender que no soy un objeto como sus autos que puede estar exhibiendo a su antojo. Haru tiene hambre y es de muy mal gusto dejarlo comiendo solo después de haberle pedido que se quedara.
Ambos nos sentamos en los cómodos sofás que tienen vista periférica de la piscina, el despacho de Alioth y las montañas de Santa Mónica. Comienzo hacerle unos chistes graciosísimos a mi acompañante que escuché de Hugo y que en su momento me hicieron partirme de la risa. Aunque siendo sincera salidos de mi boca no les encuentro el humor. Hugo Meyer es el crack de los chistes, definitivamente. Es increíble lo bien que la paso a su lado ahora que no me trata como la basura que representa para él la gente común. Estoy por hacer uno de espárragos deshidratados cuando se aclaran la garganta detrás mío y al acto, Haru casi se atraganta con un trozo de filete.
—Ya habías tardado Arthur Kane —ruedo los ojos y me introduzco un trozo de col en la boca.
Claro que ha venido a buscarme. ¡Ja! Que se piense que podrá arrastrarme a donde quiere. Ya le veo la cara de payaso volviendo como un perrito con la cola entre las patas...
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