☆55☆ CAMPO DE ENTRENAMIENTO 2
Khristen
Afuera definitivamente se respira mejor y mientras atravesamos el campo le cuento a Forian como logré conectar con el agua y la propulsión al estar sumergida en ella. Llegamos al área de mascotas que está distribuida de la siguiente forma:
Al Sur, un mini palacio donde se guardan los animales y un patio para ejercitar a los mismos, al Este, los establos, al Norte un estanque natural con bebederos construidos. Por todo derredor hay árboles frutales y al Noreste, un terreno con obstáculos para realizar deporte ecuestre. Allí veo a lo lejos un jinete que realiza un salto impresionante con su caballo y sigue la carrera en una velocidad digna de envidia. Maneja bien el animal que monta, evidenciándose la compatibilidad del binomio¹ formado. Me quedo mirando cómo lo hace, los rebotes, la limpieza al enfrentarse a los diferentes niveles de obstáculos y el desenlace de su brillante desempeño hasta detenerse en el punto de salida. Otro joven esbelto de cabello castaño vestido de negro, se acerca aplaudiendo. El jinete se saca el casco y el rostro del principal heredero del sultán de Dubai complace la vista. Se ha rebajado el corte, pero luce igual de formidable.
Me acerco a él por una fuerza invisible, también aplaudiendo.
—¡Eso ha estado magnífico! —alabo.
Eskandar se baja del caballo y mantiene agarrada la cuerda con una mano para abrazarme breve con la otra. El elixir exquicito del Dior que está usando se apropia del ambiente.
—Miren nada más quien es importante después de todo —Me besa la frente—. De haberlo sabido antes, hubiese escogido a una de tus amigas para presentarle a mi padre.
—En ese momento al sultán le molestó mucho que me llevaras —consuelo y ambos sonreímos.
—Las noticias corren rápido. Todos los descendientes saben lo que eres y la noche que volaba de Francia a Estados Unidos su majestad me llamó por teléfono invitándonos a una nueva cena.
—Ahora si me quiere de cita de su hijo ¿no? —bufo—. ¿Y qué le contestaste?
—Le colgué.
Volvemos a reír y en esta ocasión el muchacho vestido de negro nos acompaña. Forian no, su sentido del humor es un poco... em... creo que los destroyadores no tienen sentido del humor.
—Por cierto este es Diego —presenta Eskandar—, del linaje Ferreira.
—Mucho gusto.—El mencionado me extiende la mano con amplia sonrisa, su voz es cálida y agradable—. Es un honor conocer personalmente a la princesa.
—También es un gusto. —Devuelvo el saludo al brasileño.
Es alto, de ojos café, peinado moderno y un afeitado poco usual que le deja sombra pronunciada en el terminar de la puntiaguda mandíbula y debajo del labio inferior. Su tez es media, no tostada como la de Abby, por lo que deduzco que son primos y no hermanos. En general es un joven fornido y muy apuesto, como todos los de Howlland. Veo cómo acaricia el hocico del caballo que hace unos instantes montaba Eskandar y percibo la soltura del equino.
—¿Los cuidas tú? —pregunto asomándome al establo.
—Sí, me gusta pasar todo el tiempo que puedo con los caballos. El mozo de cuadra que teníamos en Howlland se partió el tabique montando y desde el accidente yo me encargo de cuidarlos. Pero este en particular es bastante rebelde.
—Es un regalo de mi madre —interviene Eskandar señalando con la cabeza a su caballo—. Como ya sabes, me prohibieron viajar para que me concentre en los estudios y sea un buen Emir. —Rueda los ojos y abre comillas con los dedos al decir esto último—. Ella pensó que tenerlo me alegraría un poco.
—Es hermoso —afirmo viendo como el mismo empieza a oler a Forian.
—Se llama Perseo y es un pura raza árabe, el mejor del mundo.
—Los ingleses lo son, ya lo hemos discutido —dice Diego y hasta ahora me fijo en el lunar que tiene en la mejilla.
—Tal vez sean rápidos, pero les falta resistencia —debate Eskandar—. Los árabes poseen todas las cualidades —alega orgulloso.
—Como tú digas —sonríe el brasileño.
Los tres nos quedamos mirando el intercambio amistoso que Forian y Perseo están llevando a cabo. Al parecer se han caído bien.
—Le gustas. —Eskandar se acerca a ellos.
—Tiene un alma noble —revela mi protector revolviendo el pelaje entre las orejas—. Aunque he de reconocer que su carácter es bastante duro.
—Ya... —Frunce el ceño el otro por lo raro que se ha oído eso.
Para mí no lo ha sido, en vista de ser un cazador extraordinario sus capacidades le permiten conectar con todos los animales.
—¿Por qué no montas? —me sorprende Diego.
—¿Yo? Mmm... nunca he montado.
—Es fácil, yo te ayudaré. Pero no con Perseo, es demasiado rudo para que sea tu primera vez. Ven conmigo.
Lo sigo a los establos que están pulcros como el baño de cualquier buen hotel, y voy viendo la diversidad de caballos; negros, grises, pintos... Diego se detiene frente a la puertecilla de uno completamente blanco. El caballo lo saluda entre bufidos alegres y él le corresponde.
—Qué tal Conde —Le hace un saludo militar y luego lo acaricia por el cuello—. Eh, tranquilo, quiero que conozcas a alguien —Se gira un poco a mí—. Es Khristenyara Daynon —El caballo relincha—. Exacto Conde, es una princesa y tengo el encargo para ti que le des una vuelta. Sé buen chico con ella ¿de acuerdo? —Le palmea la quijada—. Anda Khris, saluda.
Extiendo la palma de la mano dudosa sin llegar a tocarlo.
—Hola, Conde. —El caballo da un paso adelante permitiéndome tocarle la frente.
Me quedo frotando su pelaje suave e inmaculado sin romper el contacto visual que nos estamos dedicando ambos.
—Está hecho, acaban de hacerse amigos.
—¿Así de rápido?
—Hay algo que debes aprender de los caballos princesa: tú no los escoges, ellos te escogen a ti.
Y dicho esto, abre el pestillo y saca a Conde. Es robusto y musculoso y una vez afuera puedo apreciarlo a plenitud. Diego le coloca una silla de montar y me ayuda a trepar. Después que estoy arriba, él toma la cuerda dirigiéndonos a la salida del establo. Forian y Eskandar sorprendentemente están manteniendo una conversación, aunque me inclino a pensar que más bien dialogan sobre la carrera que realizó el último. El brasileño me guía a un terreno llano, libre de obstáculos y me da la cuerda.
—No me dejes —pido nerviosa.
—Con Conde estás segura, no tengas miedo —alienta—. Solo dile lo que deseas y él lo cumplirá.
—Vale —digo no muy convencida.
Me relajo y le hablo al caballo. No, más bien le suplico, que ande suave. Él obece y cuando voy tomando confianza tiro de las cuerdas para aumentar la velocida. Cabalgar es asombroso, ahora que lo estoy probando lo incluiré en mi rutina de la semana en la Academia.
En resumen, pasé casi dos horas magníficas con Diego y Eskandar, que luego se animaron a montar cada uno en sus caballos y acompañarme a recorrer más allá del estanque. Aventuré hasta los límites de Howlland e incluso divisé el borde de los linderos que separaban el jardín secreto donde había estado con Forian. Les agradecí por el rato inolvidablé y me encaminé a mi siguiente clase, que correspondía en el Salón de música.
—☆—
Forian y yo hemos dejado atrás el Campo de entrenamiento y adentrado a los pasillos de la Academia. Los murmullos me llegan de todas las direcciones, mas los ignoro despreocupadamente. Yo lo sabía, sabía que esto iba a pasar en cuanto se enteraran que era una princesa daynoniana y la verdad, no es para menos. Soy Legendaria, vivo con los Kane, sumando los chismes de internet que apuntan a que salgo con Arthur, y tengo poderes mucho más grandes que cualquier criatura del universo paralelo. También me odiaría si fuera ellos.
—Aquí te dejo —habla Forian cuando nos hemos detenido en la puerta del Salón.
—¿Tampoco te gusta la música?
—Sí me gusta —Se encoje de hombros—. Pero no sé crearla. Los destroyadores somos bastante toscos para las cosas delicadas.
—No es cierto Forian —aseguro—. Desde que te conozco me has tratado como la cosa más delicada del mundo y se te ha dado magnífico.
Medio sonríe y se mete las manos en los bolsillos de los vaqueros. Pudiera pasar como un modelo de fitness cuando en realidad es una destroyador cerrado y misterioso. Pobre de las que suspiran a sus espaldas en Howlland, tienen cero posibilidades.
—Nos vemos en un rato.
—Te estaré esperando —promete y cierro la puerta.
Adentro hay repartidos una docena de estudiantes en espacios divididos por paneles de cristal transparentes e intuyo deben bloquear el sonido. Para tener una idea del Salón de música se puede pensar en una sala de conciertos pero gigantesca. Al igual que las categorías del Campo de Entrenamiento, la rama de las artes no se dividen por grado, por tanto las edades son mixtas. Hay una gran variedad de instrumentos de cuerda, viento y percusión. Los maniobran tanto franceses, como hindúes, coreanos y españoles y también diviso dos o tres americanos del linaje Kane. Veo a Maya junto a un muchacho adulto que debe estar cursando el último año de Howlland; ella me hace señas y me acerco. Un señor de edad madura me abre la puerta de vidrio polarizado y me adentro al lugar.
—Buenos días princesa Khristenyara Daynon —anuncia—, es un honor que haya escogido empezar por guitarra.
—Gracias, solo Khris por favor.
La verdad he entrado aquí porque está la única persona de todo el salón que me simpatiza, con el resto me da un poco de miedo. Lo sé, soy Legendaria y puedo fulminarlos si me apetece en un abrir y cerrar de ojos, pero por eso precisamente es que tengo miedo, cuando me pongo nerviosa soy capaz de quitar una vida.
—Puede sentarse junto a nosotros instructor Moreau —dice Maya y el mismo asiente.
Atravieso la fila de asientos hasta el final para sentarme al lado de la prometida de Ábner.
—¿Qué tal Khris? —susurra ella por debajo del habla del instructor que comienza a dar un resumen de lo aprendido en clases anteriores.
—Adaptándome a todo —confieso—, pero ha resultado mejor de lo que imaginaba. Igual creo que habrá par de cosas que me resulten más insoportables que otras.
—Tú solo finge que te la pasas bien y ellos harán el resto. —Escucho que dice con acento español el muchacho que está sentado continuo a Maya.
Me inclino hacia adelante para verlo mejor. Está arrecostado en su silla, mal sentado, con la tira del estuche de guitarra atravesándole el pecho y un par de gafas oscuras y redondas al estilo John Lennon con bordes dorados. El cabello es negro, lacio en general pero ensortijado en los mechones del frente, como si les hubiera aplicado alguna espuma capilar para crear a propósito el efecto. Su complexión es ancha y alta pero sin terminar en lo brusco, más bien transmite la idea de un chico que come a su antojo y un par de flexiones en el gimnasio le bastan para seguir viéndose bien. Lleva una camisa de mangas cortas verde lima y una playera blanca debajo; los jeans están rotos en las rodillas y los accesorios que ostenta le hacen la competencia a los de Eskandar: reloj de oro, una manilla demasiado gruesa para mi gusto y varias cadenas de oro; una de ellas tiene al menos veintidós pulgadas de longitud. Sus botas negras son altas, al estilo rock y en general derrocha altanería.
Qué novedad...
Se baja las gafas un poco para que sus ojos oscuros se encuentren con los míos y se queda de esa forma un buen rato, mordiendo además la goma de un lápiz.
—¿Disculpa? —inquiero esperando una explicación a sus palabras, nunca me había cruzado antes por los pasillos con él.
—Me refiero —dice quitándose de la boca el objeto—, a que eres la princesita ¿no? Puedes darte el lujo de reprobar, al final ellos te pasaran de grado con honores.
¿De dónde ha salido este ser tan descarado?
—Mateo no la molestes —interviene Maya—. Tendrás que disculpar a mi hermano, es un auténtico insolente la mayor parte del tiempo.
Él murmura algo en español sacudiendo la cabeza exasperado pero con un vestigio divertido en el rostro. Entonces Mateo es del linaje Alonso. Nunca lo hubiera creído, a pesar que se da cierto aire a su hermana, tiene un look muy informal. Normalmente los descendientes del clan Idryo son elegantes en su forma de vestir y no tan desparpajados para expresarse.
En fin, no sigo su rima y me enfoco en lo que está explicando el instructor. La guitarra es un instrumento bastante interesante. Aprendo por ejemplo, que existen once diferentes tipo además de los instrumentos que son parientes directos de ella. El instructor me da una con la intención que recree algunos acordes y para mi perplejidad, el grupo me felicita cuando lo logro. La mayoría son descendientes de idryos y vilfas así que aquí el punto de porqué no son un excremento de cocodrilo y en cambio se muestran simpáticos.
Al terminar la clase y empezar a salir los estudiantes, busco con la mirada a Haru Nakamura entre los violinistas pero no lo encuentro.
—Has estado muy bien —felicita Maya.
—Gracias, tú también —noto.
La verdad no se le da tan mal y sin duda a su hermano se le da mejor, de hecho ha sido el mejor de toda la clase. Le doy un vistazo, está guardando su guitarra mientras una de sus primas le alcanza las partituras encaracolándose un mechón de cabello.
—Oh. —Maya sacude con la mano—. Como comprobaste el experto es Mateo. Yo lo hago para rellenar el horario.
—Pero se te da bien.
—Mis padres quieren que sea doctora por tanto mi enfoque en Howlland es hacia la medicina —explica tratando de sonar neutral.
—¿Y tú?, ¿qué quieres tú?
Abre los ojos por la pregunta, sin duda inesperada para ella y demora unos minutos en contestar.
—Yo quiero hacerlos felices —responde.
Nos quedamos un rato sin tema de conversación hasta que parece recordar algo y saca el móvil.
—¿Me das tu número? Olvidé pedírtelo la noche que cenamos.
—Por supuesto —acepto y se lo dicto.
—Bueno, ya nos veremos el fin de semana en la reunión de la Fortaleza y...
—Un momento, ¿hay una reunión el fin de semana en la Fortaleza?
—Los Kane organizan reuniones familiares en fechas específicas todos los años. Los hermanos que viven en Nevada viajan a California y se quedan par de días en Mansión Fortress.
—Nadie me informó de nada.
—Debe ser porque tanto a Alioth como a Arthur lo han olvidado. Entre lo del episodio en París y el salto de Aaron a Irlendia ellos...
—Maya. —La tomo por los brazos— ¿Cómo sabes lo de Aaron?
Baja la cabeza un poco avergonzada.
—Todos los Kane lo saben y Ábner ha decidido contármelo.
—No puedes decírselo a nadie.
—No pensaba hacerlo.
La suelto, relajándome.
—Lo siento es que esa situación me tiene muy tensa.
—A todos —asegura contristada.
Su hermano se acerca a nosotras y nos forzamos a cambiar el semblante.
—No has sido un completo desastre —bromea arrastrando las eses como si fueran setas —, felicidades.
—Ya ves. —Me cruzo de brazos imitando su tono—. Las princesas servimos para algo más que llevar corona.
—Tal vez te juzgué precipitadamente, me doy cuenta que además de lucir bonita sentada sin hacer nada te gusta serlo también cuando maltratas una guitarra.
—¿Maltrato? —bufo. No pienso darle el gusto de molestarme si es lo que quiere.
—Por favor, tus agudos son deprimentes y la manera que terminas los acordes logra darle un derrame a mis tímpanos.
—Mateo... —susurra Maya y la detengo con la mano.
—Pues apostaría todo a que tú no lo hiciste perfecto la primera vez.
—¿Qué apostarías, una joya? —Ríe agravando de forma inconsciente la jota y se adelanta a salir por la puerta—. Te daré clases cuando quieras princesita, a ver si apruebas esta materia. —Le escucho decir sin que detenga la marcha.
—No le hagas caso, así es mi hermano. Es el dolor de cabeza de nuestra casa.
—Veo que hay uno en cada familia. —Tuerzo los labios—. No hay problema, ya estoy acostumbrada a tratar con pijos arrogantes que creen que son lo mejor.
—Bueno... no lo justifico pero... —Se encoje de hombros—. Olvídalo.
—No, dime —insisto.
—Mateo por debajo de Arthur y Jason tiene el escalafón más alto de toda la Academia —revela y no evito abrir la boca.
¿Quién lo diría? Ni los cerebritos coreanos les ganan. De Arthur se esperaría, del inglés pisándole los talones también; pero ¿de un español con ropas rasgadas al estilo rock? No, nunca.
—Él no...
—No lo parece, lo sé —acepta ella—, pero es demasiado ambicioso, créeme. Nuestros padres lo presionan cada día para que escoja la carrera de cirujano o pediatra, aunque Mateo ama la música y el fútbol y a pesar de su cerebro, su sueño es destacar en una de esas dos cosas a nivel internacional.
—No lo he visto jugando fútbol, pero como guitarrista sería más que estupendo —me sincero.
—Lo más probable es que lo haga —dice Maya al vacío—. Pretende seguir sus ambiciones sin importarle cómo afectará eso a nuestro linaje. Lo lleva haciendo desde siempre... —termina con tono un poco triste.
Me da pena por Maya, porque su mirada al vacío y expresión triste son sinónimos de recuerdos amargos. De momento reflexiono en todo lo que los herederos en general deben pasar; presionados por sus padres, con la carga inmensa de su linaje, destinados desde bebés a hacer esto o lo otro...
Qué existencia tan desdichada.
Y luego estamos los pobres que nos quejamos porque la fiesta de graduación nos pareció demasiado aburrida.
Lo que pasa es que no nos detenemos a pensar en lo que realmente significa ser hijo de multimillonarios que ya tienen tu vida planeada por ti, que deciden por ti, que siempre te presionarán para que des el máximo sin preguntar qué es lo que realmente quieres.
Sin embargo me quedo callada la boca.
No añado nada porque pienso igual que él. Ya supe del sueño de Arthur destruido, así que me parece muy bien que Mateo no se deje controlar por sus ortodoxos padres. Apartando su actitud de bufón, le aplaudo.
Maya me acompaña a la puerta principal y nos despedimos para que ella asista a Biología. Espero unos minutos a Forian y como no llega me pongo a contar los cuadritos que hay en las lozas pulidas que adornan el pasillo. Lo sé es infantil, pero es un método efectivo para que te pase el tiempo. Cuando voy por la doscientas, mis ojos se encuentran con un traje beige agazapado entre dos columnas pegadas a la pared. Es difícil verlo sino se presta suma atención, pero mantengo una teoría de quién puede ser. Me acerco y él se esconde más.
—Haru sal, ya te vi.
Pasan veinte segundos hasta que decide salir de su rinconcito. Lleva un violín en la mano derecha y el arco en la izquierda. Los mechones lacios le caen entre los ojos redondos como en los dibujos mangas y a pesar que no dice nada me saluda con la expresión.
—¿Qué haces ahí oculto como un ratón asustado?
Se encoge de hombros.
—¿Estabas esperando que se desocupara el Salón de Música verdad?
Asiente.
Miro a cada lado del pasillo y no hay rastro de Forian.
—Vamos te acompaño al Salón, amo como tocas y así me enseñas par de trucos.
—¿De violín?
—¿Por qué no? Eres un experto, no seas tacaño y comparte tu arte.
Sonríe tímido sacando los hoyuelos y me dan ganas de apretarle los cachetes como solían hacer las viejitas de mi barrio. Mi cariño por Haru aumenta ahora que Aaron no está. Sus hoyuelos no son los mismos pero me alivian un poco el dolor de la ausencia.
Lo tomo por el brazo y lo halo en dirección a la puerta del Salón de música.
La siguiente hora es placentera en grados cósmicos. Escuchar la maravilla que crea el japonés con las manos y sobretodo con el alma siempre te traslada de plantea; no a Irlendia, ni al espacio de nuestra galaxia, sino a un lugar único e indescifrable, uno donde solo me puede llevar él con la seducción de su música.
Esta noche, lo invito a asistir a la Fortaleza para que hagamos los deberes juntos y para mi sorpresa acepta. Tal vez esté haciendo mal tratando de suplantarlo por el menor de los Kane, pero su compañía será esencial para no extrañar tanto a mi mejor amigo, no quiero llorar sola otra vez fingiendo ante los demás que soy fuerte cuando la verdad es que me revientan los sesos por la incertidumbre de no saber cómo está.
—☆Notas☆—
•¹Binomio: En el mundo ecuestre se conoce como binomio a la pareja formada entre jinete y caballo.
•¡Vayan a la Guía a ver la ficha de Diego Ferreira y Mateo Alonso! 😃
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