☆48☆ UNA ESCENA DIGNA DE GTA 5

Khristen

Yo le había dicho a Lilly 'Menuda bala' respecto a la citación de la directora en plena semana libre. Pero la verdadera bala, se acaba de disparar al menor de los Kane al momento que más de cien jóvenes de dieciocho años rodearon el Bugatti gritando como locos, haciendo fotos, llamando por teléfono y texteando en todas las redes que el mismísimo interno de Howlland estaba en Palm Springs. Lo que ocurrió luego fue en cuestiones de segundos. Una decena de autos llegaron al estacionamiento de la secundaria, una masa de personas se aglomeró en las calles. No había por dónde caminar. Se veían carteles con declaraciones eternas de amor, pancartas de claro fanatismo y telas gigantes sostenidas entre tres o cuatro chicas que tenían pintada la frase: "Aaron písame la cara" y "Te raptaremos un día bebé".

Yo demandaría por esa última amenaza.

Antes que la situación empeorara, había tenido que halar a Lilly al interior del Bugatti pues ella quedó petrificada, observando a Aaron como tonta y poco me faltó para ponerle un babero. La senté dándome cuenta que en cuanto aseguré las ventanillas ella se había acercado asiento del chico oliéndolo y tocándole el cabello para comprobar que era real. Aaron se apartó estupefacto tal vez preguntándose porqué no la dejé afuera con el resto de locos.

Lo entendía, Lilly no estaba actuando como una persona cuerda, la pobre estaba en pleno shock. Una cosa era prepararse mentalmente para apreciar de lejitos a Aaron Kane cuando pisara Mansión Fortress y otra muy diferente encontrárselo en la circunstancias actuales. Recapitulando: mi mejor amiga está obsesionada con Aaron.

—Pisa el acelerador de una vez —le digo histérica cuando la gente empieza a treparse en el auto.

—¡Eso quiero! —grita él—. Pero arrollaré alguna persona.

De repente nos sobresaltamos cuando sentimos que están golpeando los cristales con piedras.

—¡Eso no son personas! —vocifero—. Son engendros poseídos. ¡Pisa el acelerador ya!

Aaron no se lo piensa cuando siente el sonido chirrante de algo filoso contra su ventanilla y arranca sin demora para salir echando leches de aquí. Me convenzo más que son mutaciones de zombies al no bastarles la idea que pueden fotografiarse y tocar el auto, les satisface más quedarse trepados al Bugatti tratando de alcanzar al gran ídolo. Es tener a Aaron o morir en el intento.

Me siento como en esa película de Maze Runner donde los protagonistas se quedan estancados debajo de un puente dentro del Jeep y los infestados de la llamarada empiezan arañar el vehículo para enterrarles los dientes. Sip, conmovedor...

—¿Es que tienen pegamento en las manos? —protesto al notar que no se caen.

—No por mucho tiempo —susurra Kane y aumenta la velocidad.

Los fanáticos desquiciados salen volando por todas partes y los que se atrevieron interponerse en el camino, deben de haberse hecho a un lado, porque el sendero se nos despeja para salir de la calle del instituto. Eso, o Aaron ha arrollado a alguien, no sé, todo está pasando muy rápido.

Y la pesadilla no termina. Justo cuando doblamos la esquina, tenemos de cinco a siete autos persiguiéndonos. Mi amigo maldice por lo bajo y acelera todavía más. Me olvido de mis miedos respecto a la velocidad, la situación amerita medidas extremas.

Gira izquierda, luego derecha dos veces y de nuevo izquierda. Se mete en callejuelas estrechas, hace un recorrido en círculos y finalmente sale a la avenida principal. Detiene el auto un momento, los tres estamos sofocados, sudando... como si la carrera la hubiéramos realizado a pie. Tal vez ha sido el éxtasis del trance.

—Waoooo —exclama Lilly—. Eso ha sido alucinante.

—¡¿Qué rayos?! —Respiro agitada. A Aaron le ha vuelto su cara amarga y empieza a conducir otra vez.

—Es que ha sido tipo Marvel de verdad —se emociona en el asiento—. Los desquiciados trepados al auto, nosotros escapando por poco ¡y en un Bugatti de cuatro plazas! Lo que yo decía, total y absolutamente alucinante. Aaron tú has estado espectacular, manejando mejor que cualquier conductor de Rápido y Furioso, sin duda alguna no lo hubiéramos conseguido sin tus dotes.

Habla presa de un frenesí digno de una fanática entregada, cortando los espacios necesarios entre palabra y palabra de forma abrupta y no recogiendo en cambio el debido oxígeno.

—Oye Lilly deberías calmarte...

—¡Es que estoy dentro de un auto Kane! —diciendo esto, saca su teléfono para fotografiar todo.

—¿Qué haces?

—No quiero olvidar en vida esta experiencia —Pone el modo grabar y enfoca en Aaron.

Pongo los ojos en blanco. No tiene caso, es como darle un chocolate a un niño y luego decirle que no se lo coma.

—Es un honor estar aquí ahora mismo.

Lilly aumenta la perspectiva del video para captar un chulo lunar que tiene Hoyuelos detrás de la oreja derecha.

—Es decir, es como un sueño hecho realidad. Puedo preguntarte si... —Baja el teléfono poniéndose nerviosa por lo que sea que va a preguntar—. Bueno, es un poco íntimo pero quería saber, yo y el resto de admiradoras del club si tú...

Aaron enciende el reproductor y sube el volumen en un claro gesto de "Cállate la boca". De acuerdo, un poco grosero viniendo de él pero me pongo en su lugar y no debe ser fácil lidiar con A, una banda de maniáticos y B, una porción de esa banda resumida en la parte trasera de su asiento.

Lilly se ha quedado con la ignorada del siglo y del impacto, acomoda la espalda y se queda muda por diez minutos. Me da un poco de vergüenza ajena así que empiezo a preguntarle del instituto y demás. Nos ponemos al día respecto a cosillas que no conversábamos por Sky. Incluso me entero de un tal Jake, que parece estar rendido a los pies de mi amiga por todos los detalles que le brinda. Para ella resulta mono, pero no siente la mínima atracción. El viaje de regreso se hace ameno teniendo a Lilly a mi lado. Es increíble comprobar como los amigos verdaderos pueden estar separados por kilómetros de distancia y aun así seguir sintiendo esa química como si el tiempo no hubiera transcurrido.

En un momento me da por asomarme al camino y empiezo a ver carteles presentando el nombre de la ciudad, 'Santa Mónica'. Por aquí nos desviamos de Mansión Fortress.

—Aaron, ¿a dónde vamos?

—Haré una parada rápida —es su breve respuesta.

Lo dejo porque anda con ese halo melancólico que lleva poseyendo por días y me concentro en enseñarle a Lilly algunos trabajos de diseño gráfico que he presentado en la Academia. No ha pasado media hora cuando veo que el auto se detiene al otro lado de la calle de una escuela primaria.

—No tardo.

Se baja sin anunciar más nada y tira la puerta. Pasan unos minutos y Lilly y yo nos miramos desconcertadas. Una persona respetuosa, esperaría tranquilamente a que el menor de los Kane volviera de lo que quiera que haya ido hacer a una primaria y transcurriera el trayecto omitiendo el suceso. Pero como yo soy bien, bien curiosa, me desabrocho el cinturón y abro la puerta.

—¿A dónde vas? —pregunta mi amiga.

—Tú quédate y no bajes —le advierto agradeciendo que no sea igual a mí—. Enseguida regreso.

Cierro la puerta y me acerco a la escuela. La edificación está construida en forma de matraz de aforo, media circunferencia en la parte de entrada y el resto como un alargado tubo de ensayo. Aaron sin intuir que lo sigo, entra por la puerta después de hablar con una mujer de unos treinta y tantos, y su figura se me desaparece por segundos. Lo vuelvo a ver en las ventanas que están repartidas en fila a mi derecha y continúo en una distancia prudencial. Finalmente, entra a un salón lleno de niños de seis años y pego mi espalda a la pared anterior a la ventana del mismo para escuchar.

—¡Príncipe Aaron!

Oigo el grito de una niña y me asomo con cuidado para ver. Se trata de una nena rubia muy linda que está abrazándolo con cariño. ¿De dónde ha salido?

—Te he extrañado mucho —confiesa sin soltarlo.

—Yo también Isa. —Él se desprende con suavidad—. Necesito decirte algo, ¿podemos hablar allí? —Señala la esquina apartada que queda justo a un metro de la ventana y yo vuelvo a pegar la espalda a la pared.

—Vale. —Escucho asentir a la niña.

Deduzco que están aproximándose y me contraigo de forma inconsciente.

—Verás Isa... —Con el rabillo del ojo percibo que Aaron se ha arrodillado—. Lo que tengo que decirte es muy difícil...

—Yo también tengo algo que decirte —lo interrumpe feliz.

—¿Ah sí?

—¡Mi papá ha vuelto! —exclama y el rostro de mi amigo no puede estar más pálido—. ¿No es genial? Jugamos con el castillo que me compraste todos los días.

—Sí... genial...

—Deberías venir una tarde y así jugamos todos juntos.

—Isa yo...

—Mi mamá también estará muy contenta que vengas y...

—¡Isabella!

La niña se calla y mi corazón pega un brinco.

—Lo siento... yo... yo no iré de nuevo a tu casa.

—¿Por qué no? Te molestaste con mamá, ¿cierto? La última vez te fuiste molesto.

¡¿Quééé?! Un momento... no, no... no no no mi exaltado cerebro no puede estar imaginando lo qué está imaginando ¡¡¡verdad!!! Aaron y una mujer con hija, osea... ¿tan mal ha estado trabajando mi parte investigadora que me he perdido de algo así? Narices rosadas de cerdito, vaya si es fuerte...

—Escucha Isabella, vine aquí para que podamos despedirnos. No quería desaparecer sin más.

—Pero... —A la niña le falla la voz—. Despedir significa que...

Oh cielos, su tono es tan conmovedor que me compadezco profundamente. Se le nota lo mucho que quiere a Aaron.

—Lo siento de verdad Isa, no puede ser de otra manera.

—¿No te veré nunca más? —pregunta y la siento cargada de lágrimas.

—Claro, tal vez en la tele o en internet. Cuando crezcas te creas una cuenta en Instagram y me escribes ¿vale?

—Vale —Isabella se sorba la nariz—. Quiero crecer pronto entonces.

Escucho a mi amigo suspirar hondo, con pesar, con mucho pesar por lo que está haciendo. Pero si las cosas han sido como mi cerebro me las ha presentado, y la tristeza que le ha acontecido a Aaron es por un final traumático, el proceder más lógico de actuar es decidiendo lo que le ha explicado a la niña.

—Hasta pronto. —Es lo último que le escucho decir.

Me quedó inmóvil en el lugar, perpleja y con la cabeza hecha agua. Wao doble y triple. Pienso en la vez que estaba de certificado por la nariz rota y se escabulló sin explicaciones pidiéndome que le guardara el secreto. Y luego todas las veces que desaparecía de forma escurridiza... ¿eso era lo que hacía?, ¿encontrarse con una mujer? Entonces recuerdo cuando volví a la Fortaleza la noche del Acecho Temible y estaba en total caos. En vez de dar una explicación, Alioth alegó cuando le pregunté que la historia era demasiado larga, pero comprendí que se refería a sus hijos ¿Quiénes sino iban a estar lanzando cosas por el aire a diestra y siniestra? El único dato que me proporcionó con cara angustiada fue: «Digamos que Aaron se hizo oír».

¿Se refería a que antepuso sus sentimientos al deber de ser Kane y por eso Arthur se había peleado con él? Lo más probable.

Sigo pegada a la pared armándome un montón de teorías cuando vuelvo a sobresaltarme al oír mi nombre.

—¿Khristen?

Aaron ha salido de la escuela en dirección a su auto y está mirándome sin creerse lo que ve.

—Puedo explicarlo —es lo primero que se me ocurre.

—Me estabas espiando —medio pregunta, medio afirma.

—¿No? —Entrecierro mis ojos.

—¡Dije que no tardaría y debías quedarte en el auto!

—Bueno se sobre entiende pero técnicamente nunca dijiste que debía quedarme en el auto —Junto mis dos dedos índices.

—¡Khristen! —regaña molesto.

Sip, está muy molesto.

—Lo siento, ¿de acuerdo? Lo siento muchísimo, Hoyuelos. Jamás imaginaría que... Bueno, todo lo que te estaba pasando.

—No debiste haber visto eso, ¡era privado! —Patea el pasto en un gesto idéntico a su hermano.

—Lo sé, lo sé, pero míralo por el lado bueno, ahora puedo ayudarte.

—¡No puedes! ¿Entiendes eso Khristen? Nadie puede ayudarme.

—Te comprendo Aaron, te comprendo más de lo que crees. Sufrir por amor te arranca las mayores energías.

—Qué sabrás tú... —Comienza a caminar y yo lo sigo.

—Sí lo sé —me limito a informarle.

Él entra al auto todavía irritado tirando la puerta y Lilly pega un brinco en su asiento. Yo tomo mi respectivo lugar y el resto de recorrido que queda hasta Westlake Village es más sepulcral que un cementerio. Claro, a otra le resultaría gracioso ver como de vez en vez Lilly le toma fotos silenciosas a Aaron pero yo me siento mal, y no solo por el hecho de haber conseguido que mi amigo me deteste en estos momentos. Enterarme de todo lo que está sufriendo precisamente por amor, por la persona que acapara sus sentimientos, ha removido cosas en mi pobre corazoncito. ¡Yo no puedo tocar a Arthur!, y no ando berreada con media humanidad y un carácter de caca. Creo que Aaron se está mostrando de forma inmadura pero ¿quién soy yo para criticarlo?.

El amor acontece de formas distintas a cada persona, y el dolor se manifiesta de diversas maneras. Al final como siempre he pensado, todos estamos rotos, quedando despojos en vez de seres inteligentes.

La estupidez humana es solo un escudo al verdadero dolor.

Para la hora que llegamos a la Fortaleza, el sol está bajando y los hermosos colores naranja y rojo han tocado hasta el interior de la terraza, bañando el ambiente con ese aspecto cálido a pesar del clima de otoño. Me bajo del auto y le abro la puerta a Lilly. Aaron se queda en su sitio, con el cinturón desabrochado y la mirada fija en el horizonte.

—Oye, lo siento de nuevo —repito—. Cuando te sientas mejor sabes que puedes hablar conmigo.

No responde, no me mira.

—Y para la próxima saldremos con guardaespaldas —Sonrío sacando a colación el evento de hace un rato a ver si me muestra los hoyuelos que tan bien le quedan.

—No habrá más próxima —suspira abriendo la puerta del Bugatti sin siquiera cerrarla y empieza la marcha a la puerta principal.

Por alguna razón Lilly va muy dispuesta a perseguirlo y la detengo por el brazo.

—Nunca tenía que haber salido de estas paredes. —Le escucho decir al pie de las escaleras y luego desaparece por ellas.

Aaron, mi Hoyuelos que ya no sonríe. De esas últimas palabras se ha desprendido tanta aflicción... No tengo idea de cómo sacarlo del bache porque sencillamente yo también estoy metida en uno.

—Tomemos el equipaje Lilly. —La aliento al ver cómo se ha quedado con los ojos clavados en la escalera.

Si espera que él vuelva a bajar está muy equivocada.

—Pensé que me habías jurado que no era como lo demás —dice ayudándome con sus maletas.

—No lo es... —aseguro—. Pero está pasando por un mal momento.

—Bueno ya se le pasará. —Se encoge de hombros—. Hoy ha sido un pésimo día, es eso. —Se alienta a ella misma—. ¿Tienes que guardar el auto o algo?

—Siempre se deja en el driveway, Eddy se encarga de guardarlo.

—Oh vale. —Se asombra abriendo los ojos—. Tienen empleados hasta para que le sorban los mocos. —Ríe.

—Literalmente. —Enarco las cejas—. Vamos Lilly, debes tener hambre.

—La verdad no tanta. —Vuelve a mirar al interior de la casa—. Verlo en persona me llena en todos los sentidos.

—Pero yo sí. —La halo para separarla de la entrada otra vez—. Me cruje el estómago.

—¿Cómo puedes estar tan delgada si te la pasas comiendo todo el rato?

—¿Ser daynoniana tal vez? —empiezo a carcajear con mi propio chiste dándome cuenta que ella no me sigue.

—¿Dayno qué cuá?

Me detengo en seco ¡Rayos! Mi idiotez cada día me supera. De verdad, deberían darme un premio de los grandes idiotas o algo por el estilo.

—Am... es... es como... un código, sí, eso.

—¿Un código? —pregunta caminando conmigo en dirección a la terraza.

—Palabras que he aprendido en esta zona para cuando...

—Oh-dios-mío.

—¿Lilly? —Me giro a ver porque se ha detenido y tiene cara de haberse tragado un zapato.

—¡Esto es mejor que las fotos! —chilla emocionada.

—Ah sí... la Mansión...

—¡Khris estoy flipando! —Me zarandea por los hombros y luego se adentra a la pérgola al lado de la piscina donde se preparan las barbacoas—. Cada espacio de este lugar es genial.

—¿Podemos ir al apartamento? Tendrás días para recorrer cada centímetro de la Fortaleza.

—¡Y has visto la parte de arriba de la Mansión! —Señala el balcón que conduce a las habitaciones y salones que hay en la segunda planta.

—Sí Lilly lo he visto...

—¿Te has bañado en esta piscina?

—Pues...

—¿Has usado su gimnasio? ¿Has ejercitado con Aaron? Creo que me daría un ataque al corazón si lo hiciera —Se lleva ambas manos al pecho—. O se me descompensaría tanto la presión que tendría que ponerme una pastillita de esas debajo de la lengua.

—La verdad es que...

—¡Y la cancha de tenis! Oh y la de voleibol, será estupendo jugar voleibol con los Kane, ¡dejaría que ganaran siempre! Mmm... aunque no creo que con lo aburrido que es Arthur la use... ¡Ah pero Aaron sí cierto! Mañana le pediré que juguemos y...

—¡Lilly! —pego un grito y ella se calla—. Puedes... —Me aprieto las sienes— ¿puedes dejar la exaltación por un minuto?

—¿Solo un minuto?

—Mira, las cosas no son como tú te imaginas, los chicos no son así de accesibles y sobretodo, debes parar todos esos rollos que te has montado con Aaron, ya te dije que no está pasando por un buen momento.

—Pero dijiste que era justo como me lo había imaginado. Dulce, tierno, cariñoso... —Vuelve a ilusionarse y parece tener cosido dos corazones en los ojos.

—Lilly por favor, cada rincón de este lugar está vigilado por cámaras, así que debes comportarte —digo grave y ella capta el punto.

—Claro. —Baja la cabeza.

Respiro buscando calmarme también.

—Disculpa yo... tampoco estoy pasando un buen momento. Pero estoy muy feliz que estés aquí Lilly, te lo aseguro. Solo trata de bajar un poco las revoluciones.

—Lo sé, puede que me haya pasado un poco. Pero es que Khris, este sitio es increíble, no puedo evitarlo. ¡Y es Aaron, Aaron Kane en persona!

—Lo sé, lo sé, entiendo que te cause ese efecto y... ¿Por qué te has quedado con la boca abierta?

—Khristen. —Se aclaran la garganta detrás de mí y las piernas me empiezan a temblar.

Me vuelvo despacio, sabiendo que el dueño de la voz va a conseguir que mi temperatura corporal se disloque con tan solo dejarse ver. Y ahí está, elegante como acostumbra. Con un traje verde oliva y una camisa oscura debajo. Está peinado con gel, pero se ha dejado algunos mechones para que le caigan en la frente.

—Ho-Hola Arthur —mascullo más bajo de lo que puede cantar un pajarito.

—Quería hablar contigo.

Directo y al grano, con su actitud seria y una ecuanimidad que sorprende. ¿Acaso él no tiene nervios dentro del cuerpo? ¿Cómo no puede notársele ni un vestigio de ansiedad? Es la primera vez que nos vemos después de... Del suceso de la noche anterior.

—Estaba ayudando a Lilly para llevar las maletas al apartamento, en breve íbamos a comer —logro explicar.

—Pediré a Jackson que las lleve. —Da pasos para acercarse a mí sin desviar esos ojos que causan corto circuito en mi sistema—. Ahora quiero que te quedes y hablemos.

—De a-acuerdo... —respondo sintiendo ya la fiebre.

Entonces se separa permitiendo que el aire me fluya otra vez y se dirige a mi amiga. Esta se queda de piedra, no que digo de piedra, por su cara pasan todo tipo de sensaciones y juro que si le pongo un termómetro en la cabeza le estalla al segundo. Su cuerpo rígido serviría para cortar una copa o por el estilo.

Arthur se le acerca y comienza hablarle.

—Debes ser Lilly, hola —dialoga pero ella no contesta—. En fin me preguntaba si podrías prestarme a Khris por unos minutos.

Vaya, eso ha sido de leyenda. Si tuviera un papel, le hubiera hecho firmar un acta confirmando que había pronunciado las palabras. A Lilly por supuesto, se le han sonrojado las mejillas y no ha podido más que asentir embobada. Y, ¿eso es... baba?

—Gracias. —Arthur vuelve a ponerse frente a mí y antes de empezar hablar mira a mi amiga un poco irritado.

Ella espabila y se pierde a la zona de empleados para dejarnos solos.

—¿Por qué estás sonriendo de repente? —pregunta arreglándose el traje y me doy cuenta que tiene guantes de cuero.

—Has dicho «gracias» —recalco—. Y le has pedido amablemente un favor a una persona común y corriente.

—Solo ha sido por pura formalidad, como un trámite.

—Claro... —Vuelvo a sonreír—. ¿Qué tal tus manos? —Señalo los guantes un poco angustiada.

—Curando.

Nos quedamos unos instantes mirándonos, diciéndonos todas las cosas que la boca no se atreve a expresar. Él tiene ojeras profundas que desencajan su cara, indicándome que ha pasado la noche tan pésimo como yo. Aunque su rostro sigue demasiado atractivo y su figura general envolvente como de costumbre. Espero que lo que quiera decir sea algo que no esté relacionado con lo sucedido, porque a ninguno le apetecería meter más el dedo en la herida.

—Verás Khris yo... quería informarte algo.

Oups, su tono es amargo.

—¿Qué ocurre?

—Sabes que este fin de semana es el evento de moda especial en París y resulta que los Dubois me han pedido que presente la gala.

—Pero eso es bueno, ¿no?

—No cuando tengo que viajar a Francia mañana a primera hora —comunica y se aprieta algo en mi pecho.

—Ah... qué bien...

—Quería asegurarme que te veré el viernes en la presentación.

—Arthur yo no... tengo pensado ir.

—Vanessa debe ir para encargarse de las cosas de mi padre, ¿por qué tú no?

—Ha venido Lilly y...

—Lo sé, por eso he reservado una habitación doble.

—¿Qué? ¿Has reservado en un hotel para nosotras?

—Y no en cualquiera, sino en "Le Bonheur", me estaré hospedando allí también.

—Pero... p-pero... ¡es un hotel de cien mil dólares por noche!

—Entonces no puedes negarte después que lo haya pagado ¿cierto? —Me guiña un ojo—. Creo que ya te has dado cuenta que compré algunas cosas de más. —Señala la ropa que tengo puesta—. Llévalas, combinarán muy bien con las calles parisinas.

—Arthur... —suspiro—. Siempre te las ingenias para hacer lo que te da la gana —Finjo que me molesto y me cruzo de brazos.

Él junta las manos detrás de la espalda y como es mucho más alto que yo, se inclina un poco para quedar rostro con rostro. Su intenso perfume penetra por mis fosas nasales y me llega al cerebro.

—Pero eso te encanta, ¿verdad ridícula? —Dibuja una sonrisa torcida y se queda en la posición deleitándose con el rojo de mi cara.

Debe estar usando su habilidad de controlar el aire porque todo se comprime. ¿O soy yo? Cuando se siente satisfecho, se separa y entonces vuelvo a recoger una bocanada grande de oxígeno, estaba aguantando la respiración.

—Te veo el viernes —dice volviendo a entrar dentro de la casa y me sacudo mentalmente para emprender el camino a mi apartamento.

Comienzo hacerlo y entonces me percato de algo inaudito: mis dedos están soltando chispas...

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