☆47☆ PALM SPRINGS
Khristen
El dolor forma parte de la vida dicen... Yo lo único que quiero en la vida es que el dolor tenga propósito.
Porque si sufres sin propósito andas sin brújula o sentido en el mundo. Pero si tu dolor tiene un motivo puedes enfocarte en cómo superarlo, al menos conservas una ligera y distante esperanza aunque no sepas cuándo llegará el fin de la aflicción. Pero lo que sí sabes es que existe un fin.
Llega un momento en que la tristeza ya no te hace llorar. Es como una pena silenciosa que te vacía por dentro y se come tus ganas de luchar, como si ya no fueras tú, como si te hubieran robado una parte del alma.
Yo nunca pedí esto, nunca pedí desarrollar sentimientos por Arthur. Es que la simple idea de intercambiar una conversación con él me resultaba insoportable. Pero todo fue variando como el clima de otoño. Me gusta el otoño, el gris de sus días me recuerda a los ojos de Arthur; el color cálido de la vegetación seca se asimila a mi cabello. Incluso en la naturaleza el contraste de ambas tonalidades puede formar algo hermoso como resulta la estación. Pero no en nuestro caso, nosotros solo causamos un gran caos, uno que terminará invariablemente en que él despierte mi poder y yo incinere su expuesto cuerpo.
Revivo la escena y veo el humo de sus manos y cómo las afincó más a mi cara, deseando a toda costa dejarlas en mi piel hasta que el calor fue irresistible y le dejó quemaduras profundas. El suceso también me dejó lesiones, lesiones en el corazón...
—Hija... hija por favor abre la puerta.
Escucho a mi madre rogar desde afuera. Anoche su cara se llenó de lágrimas cuando vio en las condiciones en las que me presenté al apartamento. Solo pronuncié dos palabras: "Lo quemé", y dicho esto me dejé caer en el suelo sollozando. No permití que Vanessa se acercara, ¿y si la lastimaba también a ella? A pesar de su pedido que durmiera en la habitación me negué rotundamente y opté por dormir en el mueble de la pequeña sala. Cuando amaneció, me encerré en el cuarto de baño y me metí en la bañera con agua helada y aquí estoy desde entonces, sin atreverme a salir.
—Mi niña por favor... —vuelve a insistir ella.
—No quiero hacer daño nunca más —gimoteo.
—¿Y piensas quedarte encerrada en el baño para impedirlo? —razona en tono maternal—. No podrás controlarlo sino lo intentas Khristen.
Sorbo los moscos y reconozco que tiene razón, pero me da tanto miedo... Alcanzo una toalla y me pongo de pie para secar mi cuerpo mojado. Recuerdo la visita que le hicimos Forian y yo a Daysi y lo que me contó sobre la energía Oserium al entregarme la caja de acero. Si en verdad usarla activaría todo mi poder, ¿significaría que tendría el control absoluto sobre el mismo? Tal vez... O tal vez pueda ser que me vuelva aún más peligrosa y letal; no en vano ella me advirtió que no era el momento de usarla. Pero, ¿por qué la noche que fui rescatada de la mazmorra de los rusos, Arthur me abrazó y no pasó nada?
¡Oh por Irlendia!, tengo tantas dudas, tanto miedo... Necesito hablar con Daysi, debe tener las respuestas que necesito. Entonces me acuerdo, hoy se suponía que traería a Lilly. Qué malas circunstancias para que mi mejor amiga se aparezca en Mansión Fortress ¿Y si de casualidad la temperatura vuelve a elevárseme y pierdo el control? Debo mantenerla alejada de mí, no quiero que le pase nada. Pero cancelar la invitación no es una alternativa porque cuando le escribí hace dos días al respecto, mandó unos veinte audios de pura felicidad chillando por el honor de pisar la Fortaleza. No puedo ser tan cruel desbaratando su ilusión.
Salgo envuelta en toalla del baño y afuera está mi madre con cara de suma inquietud. Hace por abrazarme pero me aparto.
—Khris, ni siquiera estás caliente. No puedes evitar a partir de ahora el contacto conmigo.
—Voy a vestirme —me limito a informar y entro al dormitorio.
Veo en un rincón del armario las bolsas de compras que hice ayer con Arthur y un pinchazo en las tripas me hace respirar con desconsuelo. Me agacho a sacar cada artículo y me sorprendo de encontrar varias ropas que definitivamente yo no escogí. Están las pocas piezas que combinarían con mi aspecto de siempre, pero la gran mayoría son de un estilo refinado, parecido al que Arthur usa. Las tomo entre las manos sintiendo la suavidad de la tela y hundo el rostro en las mismas.
Huelen a él.
Empiezo a deslizarlas por mi cuerpo desnudo y cubrirme con cada una de las cosas que seleccionó a su gusto. Ahora también llevo sobre mí parte de Arthur y un poco de su perfume. Que no podamos darnos afecto no me impedirá sentirlo de otras maneras. La camisa femenina de color blanco tiene mangas anchas sujetadas por un puño que termina en cada muñeca. La primera falda que me he encontrado tiene un estampado de pequeñas florecillas azules. Me calzo con unas zapatillas bajas y trenzo el cabello. Abro entonces la puerta.
—Te he preparado una merienda —anuncia mi madre señalando la mesa—. Esa ropa te queda muy bien.
—Gracias. Arthur, él... Él las compró. —Trago grueso, haciendo acopio de paciencia para desanudar el bulto en mi garganta. No puedo comenzar a llorar de nuevo.
—Arthur tiene un gusto excelente —elogia mi madre y saca una silla de la mesa, invitando a que me siente.
No desayuné, no tenía pensado almorzar aunque ha pasado la hora hace mucho; pero no puedo darle también el disgusto de estar sin comer hasta que me apetezca. Quizás el hambre no me vuelva nunca... quizás se haya evaporado igual que el último vestigio de normalidad de mi persona. Comienzo a introducirme pedacitos de manzana en la boca y el revoloteo de unas alas me hace levantarme de la silla y abrir la ventana. Es Órga. En cuanto lo hago, se me posa al hombro y se acomoda.
—¿Me extrañaste chica? —Paso mi índice por su cabeza.
Es reconfortante, con ella no tengo ningún temor; y por la razón poderosa que aprendí en el Libro Legendario, es el animal legítimo del Clan Daynon y por ende, el que me infunde el justo equilibrio.
Escucho que tocan la puerta y es mi madre la que atiende.
—Buenos tardes Vanessa.
—Buenas tardes Eddy.
—El señor Kane desea ver a la señorita Khristen.
Me quedo inmóvil. Bueno, mi lado externo, porque lo que es el corazón... se me ha acelerado sin remedio.
—¿A-Ahora? —tontamente pregunto desde el lugar donde estoy parada.
—Sí señorita, esta en la Biblioteca y pide que se presente usted de manera urgente.
Parpadeo.
—Enseguida sale —responde Vanessa al ver que mis labios se han quedado pegados.
—Con permiso. —Eddy se retira.
—Ya lo has oído. —Mi madre se cruza de brazos—. Debes ir Khris.
—Sí... debo hacerlo... —acepto sin objeción. No puedo evitarlo para siempre.
Camino hasta la puerta con el búho todavía al hombro y salgo al mini jardín que antecede a la zona de empleados. Órga debe percibir mi ansiedad, porque se mantiene posada en el hombro acomodándome algunos cabellos con el pico, infundiéndome paz. Solo emprende vuelo cuando atraviezo la terraza principal. Entro por la cocina siempre abierta de la mansión, hay algunos empleados en sus debidos quehaceres y los rodeo para no tropezar con ninguno. Subo las escaleras a la segunda planta para buscar la puerta de la Biblioteca. Los Kane tienen una Biblioteca parecida a la que muestra la película de Disney "La Bella y la Bestia". Solo entré una vez a buscar el Libro Legendario pero tengo la imagen calcada en el cerebro. Recorro el vestíbulo de arriba y llego a la puerta correspondiente. Desde mi ángulo no se distingue nada, así que empiezo a caminar entre los estantes de libros. Por el primer pasillo no se ve a nadie, doblo a la izquierda y empiezo el recorrido. Nada. O me han jugado una broma o él se encuentra en el tercer pasillo entre estantes. Espero que sea la última, porque no tengo el humor correcto para enfrentar ninguna broma, puede que hasta incinere la Biblioteca. Cuando giro para entrar al tercer pasillo lo veo.
Está sentado en un silla con brazos acolchados, con su cabello castaño claro similar a la almíbar más selecta cayéndole sobre la frente por la posición de la cabeza: está leyendo un libro. Se me escapa un suspiro de sorpresa ya que no me lo esperaba.
—¿Aaron?
Él alza la cabeza y cierra el libro. Se levanta y lo incorpora en su lugar. No me da tiempo de leer el titulo completo pero las primeras palabras son 'Irlendia y sus... '
—Que bueno que has venido en cuanto te he mandado a llamar —dice un poco seco para su carácter y yo tanteo en si está o no recuperado.
Se voltea por completo y lo analizo de frente. No lleva la vestimenta habitual, desde que lo conozco se esmera al seleccionar sus ropas pero últimamente opta por colocarse cualquier cosa. Los ojos grises con ese toque dócil se han remplazado por unos perdidos e inhóspitos y por ende, la expresión dulce de su rostro ha desaparecido.
—Puedo... ¿ayudarte en algo? —Es lo que se me ocurre.
—Te he mandado a llamar para pedirte perdón —expresa con un semblante neutral pero se ha escuchado sincero.
—¿Perdón, a mí? No lo entiendo Hoyuelos yo...
—Eres Legendaria —continúa y me callo—. Legendaria daynoniana. Yo no lo supe hasta la tarde después que los Petrov te habían raptado.
—Pero no podías hacer nada al respecto —consuelo—, no tienes que pedirme perdón.
—No es por eso que te pido perdón. —Niega con la cabeza.
Se acerca hasta que la distancia no supera el metro. Desde este punto puedo distinguir mejor las ojeras profundas que marcan su bello rostro, ¿cuánto tiempo lleva sin dormir?
—Te pido perdón por no haber estado como amigo, por dejarte sola en los momentos que de seguro más necesitabas hablar —empieza y creo que yo estoy formando un puchero.
¡Es tan tierno!
—Y te pido perdón porque no seré capaz de hacerlo —termina.
¿¿Eh??
Lo miro confundida deteniéndoseme el derroche de ternura que desprendía hacia él.
—¿Qué estás hablando Aaron?
—No soy la misma persona Khristen, nunca volveré a serlo.
—¿Estás diciendo que, lo que sea que te haya sucedido, ha influido tan negativamente en ti para dejar de ser mi amigo?
—No, no por favor no pienses eso —se apresura—. Yo jamás dejaré de ser tu amigo. Me refiero a que estoy consciente cuál es mi trabajo, pero sencillamente no tengo fuerzas para realizarlo.
—Ay Aaron. —Respiro aliviada—. No seas tonto, con el simple hecho de asegurarme que estás ahí, al pendiente, ya es un apoyo infinito.
—¿Estás segura?
—Más de lo que te imaginas.
—Khris...
—¿Mmm?
—¿Puedo abrazarte?
《¡Claro que puedes Aaron! Yo te abrazaría todas las veces que pudiera pero...》
—Lo siento. —Camino hacia atrás con lágrimas en los ojos—. Han pasado cosas y yo... yo... puedo lastimarte.
—¿Qué? ¿Lastimarme?. —Percibo desconcierto en su expresión taciturna—. Khris dime con exactitud qué está pasándote.
—Me están ocurriendo cosas... —empiezo a confesar y me tiembla un poco la voz—. Cuando estaba en la mazmorra de los rusos, pasó algo extraordinario; deseé saber qué túnel elegir para escapar del laberinto subterráneo y... lo supe. Fue como si conectara con el aire y la tierra, como si dichos elementos se combinaran para guiarme al camino correcto.
Los ojos de mi receptor empiezan a brillar con viveza, esa que se le había desaparecido.
—¿Presentaste habilidades de ambos elementos?
—Y hay más —prosigo—. Anoche... anoche yo... —Cierro los ojos y me abrazo a mí misma reteniendo las lágrimas.
¡Pensé que las había agotado! Ahora resulta que hablar al respecto en voz alta sobre lo más intenso que me ha sucedido las saca de algún almacén de dolor.
—Khris... —Aaron intenta tocarme.
—No. —Me agacho sin dejar de abrazarme—. Puedes terminar quemado, puedes... puedes terminar igual que Arthur.
El menor de los Kane se agacha a mi lado. Está peligrosamente cerca, pero evita tocarme. Siento su mirada en mis cabellos, luego en cada rincón de mi cara.
—Estás pasando por mucho sufrimiento —evidencia y reprimo un sollozo—. Yo sé lo que es el sufrimiento Khris, yo puedo comprenderte.
Levanto mis ojos y lo escudriño.
—¿Sabes cómo ayudarme?
—Lamentablemente no —Apoya su trasero en el suelo y arrecuesta la espalda al estante—. Pero podemos intentarlo juntos.
—Sí... —exhalo esperanzada—, podemos Aaron. Quizás... quizás hasta hallemos una solución.
—Quizás —No suena tan esperanzador como yo.
Nos quedamos unos minutos sin hablar más, disfrutando de lo epicúreo del silencio, ese que tan placentero resulta en momentos como este, donde miles de dudas envenenadas invaden nuestra mente y la inseguridad de cómo resolverlas son dardos calientes que solo el silencio logra menguar.
Mis ojos suben de forma inconsciente al gran reloj de pared que reposa al final de la Biblioteca.
—¡Tres en punto! —Doy un brinco incorporándome.
—¿Qué sucede? —Aaron empieza a levantarse.
—Lilly. —Me llevo una mano a la cabeza—. Le prometí que estaría a esta hora en Palm Springs y eso queda a más de dos horas. —Me golpeo la frente.
—Vamos —apremia dirigiéndose a la puerta.
—Em... ¿vamos? —interrogo.
—Sí. —Gira la cabeza él sin dejar de caminar—. Con el Bugatti estaremos allí en una hora.
—☆—
Mi amigo no se equivocaba. Muchos consideraban el Bugatti el auto distribuido más veloz del mundo. Esto me hizo considerar por qué Arthur prefería el Lamborghini. Entonces me contesté al instante: él no necesita velocidad artificial para que su bestia se desate, noup, le basta a él solito detrás del volante de un coche de ocho millones de dólares que le inspire confianza. Sonreí de manera inconsciente y aunque Aaron se dio cuenta, no dijo nada.
De hecho ha estado desde entonces, todo el viaje callado, no ha puesto música y cada vez que yo he intentado crear una conversación ha dirigido la misma a un punto muerto. He dejado de insistir, aceptando que el nuevo Aaron es más retraído de lo normal, incluso arisco, ¿que diantres le habrá pasado?
Cuando el Bugatti entra a Palm Springs me invade cierta añoranza. Fueron diecisiete años viviendo en este lugar. Mis primeros dientes caídos, mis primeras pijamadas con Lilly, mi primer día de colegio... Antes le he dado la dirección de la casa de mi amiga por lo que el GPS lo guía directo.
—Será solo un momento, ya debe estar lista —le aseguro bajándome.
La casa de Lilly es pomedio, pintada de blanco y con unos ventanales que llegan al suelo. Toco la puerta y me abre su mamá.
—¡Hola Khristen! —Me abraza fuerte. Ya sé de quien heredó su hija los abrazos de oso.
—Señora Stewart —saludo totalmente desconcertada—, un gusto volver a verla.
No ha pasado nada. ¿Será que ahora mismo estoy fría? Intento conectar con mi volcán interno pero este parece dormido.
—El gusto es mío cariño te hemos extrañado mucho, sobretodo Lilly.
—¿Dónde está? Pensé que saldría a la primera.
—Lo hubiese hecho de estar en casa, pero la han citado al instituto como al resto de sus compañeros para una entrega de deberes.
—¿Eso se puede? —pregunto perpleja teniendo presente que la semana de moda es inviolable.
—Pues si se puede o no, lo han hecho. —Se encoje de hombros ella—. Al parecer quieren tenerlos ocupado toda la semana con deberes.
—Vaya... —Alzo las cejas—. Y yo que me quejaba de Howlland.
—¿Cómo te va allí? Mi hija me ha contado un poco.
—Justo como piensan todos, arduo estudio.
—No es problema para ti, eras el primer escalafón aquí en Palm Springs.
—Me resigno —frunzo los labios—. Pues señora Stewart ha sido un placer verla de nuevo, iré al instituto a recoger a Lilly.
—Muy bien Khris. —Alza la vista para apreciar a Aaron en el Bugatti—. ¿Es uno de los...?
—De los Kane, sí. Es el menor.
—No veo bien de lejos pero la vista no me falla lo suficiente como para dejar de reconocer que es muy guapo.
—Lo es. —Sonrío.
—Espera un momento Khris, te alcanzaré las maletas de Lilly para que después de recogerla en la escuela puedan seguir directo a Los Ángeles.
—De acuerdo.
Desaparece escaleras arriba y yo le hago la seña a Aaron de cinco minutos con la palma, se ve impaciente. La señora Stewart reaparece con dos grandes maletas y entre las dos las llevamos al Bugatti. Aaron no se molesta en bajarse y desde su posición aprieta el botón que sube el maletero. Me vuelvo a despedir de ella y entro al asiento de copiloto.
—Em... espero no te moleste pero hay que buscarla al instituto—explico—. No está muy lejos de aquí —me apresuro a indicar.
Él hace un sonido vago con la garganta lo más parecido a un 'mjum' y le pide al GPS que lo guíe al instituto de Palm Springs. Conduce de igual manera, en silencio, y estaciona en la entrada.
—No demoro —aseguro.
Empiezo el recorrido de mi escuela anterior evocando imágenes del pasado. Caminé tantas veces estos pasillos... Ahora están silenciosos por la falta de flujo de estudiantes pero no me es difícil saber donde están. Lilly me había contado que la nueva directora tenía por costumbre cuando quería dar anuncios importantes, reunir a todos en la cancha de baloncesto. Allí es donde voy y al abrir la puerta las miradas de los presentes se recaen en mí. ¿Si estoy acostumbrada? Nunca lo estaré.
—B-Buenas —saludo sin respuesta.
Parecen haber visto un fantasma. Sus caras están atónitas, blancas como papel. Los ojos no pueden abrirse más del pasmo y hasta la nueva directora se coloca los lentes para excudriñarme bien. Comprendo lo que pasa. Me desaparezco por un mes a la Academia más alabada internacionalmente y luego caigo de nuevo por mi anterior instituto, vistiendo ropa de marca disfrutando mi semana libre sin recoger los deberes y estando por todo internet como la chica de Arthur Kane.
Deben odiarme ahora mismo.
—Disculpa, ¿quién eres tú? —inquiere la directora sin comprender la conmoción.
—¡Khris! —chilla repleta de emoción mi mejor amiga dando un brinco.
La directora la regaña con los ojos y ella vuelve a sentarse.
—Hola soy Khristen Day... Allen, antes estudiaba aquí. Solo quería hablar un momento con Lilly Stewart.
La señora debe tener unos cuarenta, aunque se viste como de sesenta. Ya sé porqué a los estudiantes de último curso les han impuesto deberes esta semana: su directora no tiene el ínfimo sentido de la moda. Vale, vale... eso no es lo más importante en la vida, cielos ya pienso como Arthur, me está contagiando sus filosofías vanas.
—¿Tú eres Lilly Stewart? —Arquea una ceja mirándola.
Lilly se vuelve a levantar esta vez más contenida.
—Sí directora Grayson.
La mujer le hace un gesto de salida y ella brinca entre los asientos escalonados para encontrarse conmigo. Cierro la puerta y la espero fuera.
—¡Aaaaah Khris! —grita abriendo la puerta.
—Lilly yo...
Me abraza. Me abraza y no tengo tiempo de reaccionar. ¡Me está abrazando! El corazón se acelera, la frente me suda y... no la estoy quemando. No está pasando nada, es como si fuese otra vez... normal.
Justo como cuando su mamá me abrazó y no sucedió nada.
—Te extrañé tanto —Aprieta con más fuerzas —. Sentía eterno el momento que vinieras a recogerme.
Vale, confirmo que es reconfortante no carbonizar a mi mejor amiga pero el oxígeno se me agota.
—Lilly... —articulo con el aire comprimido—, ¿puedes...? —Abro las manos y las muevo.
—Lo siento. —Me suelta y vuelvo a respirar—. ¿Me he pasado cierto? —Sonríe entrecerrando los ojos.
—Diré que después de tanto tiempo extrañaba tus apretones.
Ambas sonreímos. Ella por lo que he dicho, yo por no haberla convertido en carne asada.
—¡Pero mírate! —Me atrapa una mano y hace que dé una vuelta completa—. Estás preciosa.
—Gracias.
—Vivir en la Fortaleza sí que te ha cambiado, hasta hueles a perfume inalcanzable para nosotros los simples mortales.
Río por la ocurrencia y evito confesarle que en realidad el perfume impregnado en mi ropa es del tipo que tanto criticaba. ¿Cómo sonaría si le dijese también lo que estuvo a punto de suceder anoche?
—Y bueno supongo que has pasado antes por mi casa. —Empieza a caminar.
—Tu madre me ha dado las maletas. —Camino a su lado.
—Debo revelarte Khris que cuando me enviaste un mensaje diciendo que se aplazaría la recogida hasta hoy por poco muero de ansiedad.
—No pude hacer nada al respecto amiga. Pero oye, ¡anímate! la pasaremos genial.
—¡Lo sé! —chilla—. He escrito una lista.
—Yo igual, pero la tuya estará mejor.
La verdad yo 'había' escrito una lista. Pero la deseché al comprobar que varias actividades podrían incluir contacto físico. Aunque empiezo a considerar seriamente la realidad que mi volcán solo erupciona con Arthur.
—Estoy demasiado feliz —continúa—. Y todas las chicas tienen una envidia de la más verde. Lo que hubiera pagado porque les vieras las caras cuando se enteraron que te visitaría.
—No debió ser para tanto —sonrío. Mi amiga tiene una gracia natural para contar cosas.
—¡Qué no fue para tanto! —exagera la voz—. Eres una leyenda aquí en Palm Springs. Imagina, la suertuda pobre que tuvo la dicha de irse a vivir con los Kane y encima conseguir que el mayor la llevara a una cita donde comieron algodón de azúcar.
—No fue una cita...
—¡Enorme jaleo has creado en internet!
—Bueno y cuéntame de la nueva directora —cambio de tema—, ¿qué ha sido eso de citarlos para deberes en la semana de moda?
—Alega que como es nuestro último año su deber es prepararnos para el bachillerato.
—Menuda bala.
—Y que lo digas —resopla ella como un caballo.
Hemos llegado hasta el final del pasillo, a la entrada principal y yo sigo por el pasto recortado sin advertir que Lilly se ha quedado detrás. Estoy a punto de abrir la puerta del auto cuando volteo la cabeza y una nube de jóvenes salen enloquecido en mi dirección. No, a mí, sino al Bugatti.
—Maldición —protesta Aaron a mis espaldas golpeando el volante.
Ups, creo que el panorama en breve no será nada parecido a cómodo. Acabo de inducir al heredero de Howlland con más seguidores del planeta a una torturante condena...
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