☆46☆ VOLCÁN

Khristen


El BMW sigue un mismo ritmo desde hace treinta minutos. Las ventanillas muestran las luces neón pertenecientes a los grandes carteles de Los Ángeles. Estoy agotadísima. ¿La razón? Arthur objetó después de comprar en un restaurante de menor categoría de los pisos de abajo dos ensaladas rápidas, que para ser dueño e inversionista del "Jess'Art" tenía derecho a probar cada departamento del mismo. ¿Y a dónde me llevo el señor? Nada menos que al área de juegos. Y no a montar un aparato, o a que nos entretuviéramos con una consola de Mario Bros, no no...

Me llevó a un circuito automovilístico de Karting.

Arthur tenía que ser. Como mismo había mencionado, una bestia veloz habitaba dentro de su pellejo y por supuesto, a él le encantaba alimentarla.

El circuito era cerrado, de unos mil metros de longitud y unos quince de ancho. Los requisitos eran solo dos, las karts las podían montar conductores profesionales con la licencia de categoría A en Estados Unidos y debían ser mayores de dieciocho años. Yo no cumplía ninguno pero como andaba apadrinada por don "hagan todo lo que yo ordene", pues dejarse ver fue suficiente para que ni me examinaran la cara. Nos dieron unos monos con cascos protectores y me sentía una auténtica corredora de la NASCAR al momento de colocarme detrás del volante.

A ver, tengo mi licencia normal de conducir, esa que se adquiere a los dieciséis años. Mi madre insistió en que la tuviera y me la saqué antes que Lilly. El plan era que lo hiciéramos juntas pero ella reprobó dos veces el práctico. En el tercer intento creo que le dieron la licencia por pena o para salir de sus desesperantes habladurías; es que la pobre se pone muy parlanchina cuando está nerviosa. Sin embargo yo casi nunca manejaba el viejo Vans de mi madre por lo que mi experiencia es casi nula. Pero eso no me impidió subirme a la karts y dar todo de mí. Era lenta comparada con Arthur, evidentemente, y mi giro en las curvas, torpe. En lo que él daba veinte vueltas yo apenas había alcanzado la tercera. Cada vez que pasaba por mi lado sacaba la mano haciendo un gesto con dos dedos.

Significado: soy más rápido.

En resumen, terminé mareada, indispuesta y me volqué una vez, aunque no me pasó nada. Por esta razón lo convencí que me comprara un gran algodón de azúcar rosado. No faltaron sus alegaciones del daño que le hacían estos inventos a la salud pero al final terminó dándome el gusto. Él por supuesto no comió. Pero no pudo evitar tener un trozo de algodón pegajoso en la nariz, ¡ja! Fue una estupenda foto.

Ábner llamó al rato diciendo que había reservado en un restaurante griego en Pasadena y que llegaría puntual con su novia a las seis. Por tanto, nosotros tomamos un baño en la oficina del gerente del Jess'Art y hace media hora que vamos en camino hacia allá. Pensé que tener el día entero a Jackson y a Tom cubriéndonos las espaldas sería una auténtica tortura pero no, resulta que en realidad esa definición la acaban de adquirir los zapatos que traigo puestos. A pesar que mis pies estén reposando, ya no aguanto más tanta estrechez.

—Si comienzas desde joven a arrugar la facciones para cuando tengas treinta lucirás como una pasa —menciona Arthur cambiando la vista a su celular.

—Estos tacones me están matando —sufro con cada palabra.

—¿Y es razón suficiente para provocarte arrugas?

—Por favor —bufo—, tú te pasas la vida protestando como un viejo y tienes la piel más tersa que un bebé —Me quito ambos zapatos y descanso los pies descubiertos sobre la alfombra.

—¿Eso ha sido un cumplido Khristen Daynon? —Mira de reojo.

—Qué va...

—Eso pensé —medio sonríe y sigue en el celular.

Como no tengo más nada que hacer, me asomo a ver que tanto mira. Bueno, es que también soy muy curiosa por naturaleza... La aplicación que tiene abierta es galería del Iphone y está pasando las fotos que nos hicimos: comiendo las ensaladas, en el karting, el delicioso algodón de azúcar... Cuando llega a mi favorita, la que le pegué un trozo en la nariz, selecciona la opción de compartir, la sube a Instagram y...

¡¡¡¿¿Ahh???!!! ¡La subió a Instagram!

El top de seguidores lo tiene Aaron pero Arthur no se queda muy atrás eh... Al instante la foto consigue doscientos likes, y la cifra va aumentando a mil, dos mil, cinco mil...

—¡Qué has hecho! —reclamo.

—Hace tiempo no actualizaba mi perfil —responde perezosamente.

—¿Y tenías que actualizarlo justo usando una foto conmigo?

—¿Qué tiene? Me gustó esa foto.

—¿Qué tiene? —repito su frase—. Esto tiene.—Le arrebato el Iphone y me pongo a leer en voz alta los comentarios—: "¡Arthur tiene una nueva novia!"  "¿Quién es ella?" "Arthur por favor revela el nombre de tu chica secreta" "¿Asiste a Howlland?" "¿Por qué no la etiqueta?" "Alguien que me pase su Instagram".

Así es la gente, no debes estresarte.

—Pero...

Apenas puedo hablar de lo atónita que me he quedado, ¿de verdad no le importa?

—Arthur ¿te das cuenta de lo que esto significa?

—¿Qué te has vuelto famosa gracias a mí? —Arquea las cejas.

—¡No idiota! Ahora todos pensarán que te has... —En serio me cuesta decir la palabra—. Que te has comprometido.

Él chasquea la lengua y mira por la ventanilla.

—Entonces te debo un favor, ya me estaba hartando de la cantidad de fanáticos que me saturaban el inbox con dedicatorias de amor, declaraciones de lealtad eterna y payasadas por el estilo —habla con hastío —. Odio todas esas cosas.

—Esto es grave Arthur.

—No seas ridícula —Abro los ojos confundida y él agrega una torcida sonrisa—. Oh cierto, ya lo eres.

—Inmaduro —También sonrío pero no dejo que me vea.

Llegamos a Pasadena en tiempo y el BMW se detiene frente al restaurante nombrado "Olympo"; lo sé, menuda ironía, sobretodo porque solo pueden venir a comer quienes tengan billeteras endiosadas. Los vehículos estacionados en el parking del lugar no se bajan de los trescientos mil dólares. Tom abre la puerta de la derecha y Jackson la de la izquierda. Nos adentramos al local y ellos se quedan en la puerta. Aunque las personas con dinero tienen más modales, no cambia la proeza que ver al heredero Kane en vivo sea un motivo para recordar, por lo que algunos hijos de millonarios de forma discreta se acercan a saludarlo con la mano y las chicas piden autógrafos. Nadie le pregunta respecto a mí por respeto, pero los ojos curiosos demuestran todas las historias que se están inventando en la cabeza. ¿Habrán visto la publicación de Instagram?

—Señor Arthur Kane, señorita —Un camarero de edad media, esbelto y con porte digno nos aborda—, el señor Ábner y su prometida los están esperando en el reservado de Olympo —Señala hacia el Oeste —. Por favor...

Arthur asiente con la cabeza y camina directo al reservado evidenciando que conoce el lugar. Un anexo con puerta de acero nos da paso a un establecimiento con techo de cristal para permitir que los comensales queden extasiados con la noche estrellada. Hay repartidas solo diez mesas de las cuales nueve están vacías. En la ocupada vislumbro al que debe ser Ábner sentado junto a una chica preciosa de cabello color nogal oscuro y ojos claros. Nos acercamos a ellos y llegado a la mesa, ambos se ponen de pie.

—Primo —Ábner comparte un abrazo corto con Arthur—. Y tú debes ser la encantadora Khristen —Me extiende la mano con una cálida sonrisa.

Se la estrecho aceptando el hecho que los Kane tienen que ser descendientes de seres fuera de esta tierra. ¿Acaso no hay uno que luzca como americano normal? No pido uno feo, solo uno común. De los chicos que van al cole, les sale algún grano y la voz se le enturbia por el desarrollo, ¿de esos no fabrican los Kane verdad? Ábner mantiene la herencia familiar de los ojos grises, el cabello castaño, rasgos esculpidos y labios prominentes. Exhibe una barba ligera de las que no tienen intención de espesarse nunca y el compartimento delantero de su coronilla peinado hacia arriba en un tupido molde de cabello.

—Ella es mi novia Maya, del linaje Alonso —presenta.

—Mucho gusto —Me saluda también con la mano—. Te he visto por la Academia —Su inglés es perfecto, ni siquiera parece española.

—Sí, tu rostro me es familiar —digo porque es lo mejor que se me ocurre.

Ella y Arthur intercambian breves saludos y luego nos sentamos.

Al principio la conversación no es del toda fluida porque no conecto con ellos, son ajenos a mi modo de vida, y yo al suyo. No he visitado los lugares de los que hablan y no entiendo el chiste de políticos y jabones que hace Ábner. Finjo que me la paso bien y me contento con probar el famoso "Yemistá" del que me hablara una vez Arthur cuando comíamos pizza en la fiesta del yate. La verdad es lo mejor de la noche. Se trata de un preparado típico griego que consiste en un pimentón gigante relleno con tomates, arroz frito y condimentos de cebolla y similares para cocer todo en un increíble sabor. Normalmente no lleva carne pero los Kane lo han pedido bañado en una salsa deliciosa la cual derrite mi paladar que contiene trozos pequeños de carne de vacuno. Oh dios, es casi lo mejor que he probado. Casi porque siempre por encima estará la pizza.

Nada de este planeta será mejor que la pizza.

—¿Te aburres cierto? —me sorprende Maya con voz baja mientras los chicos están en una animada discusión sobre fútbol.

—No... —empiezo a pensar qué decirle—. Es solo que tenía mucha hambre. Arthur me torturó por horas dándome de almuerzo una ensalada.

La española se ríe con mesura y otra vez aprecio lo linda que es. Imagino que Ábner deba estar completamente enamorado.

—Eres tan graciosa —nota—. Yo me aburro siempre que salimos con los amigos de Ábner —confieza—. Es una lástima que no nos conociéramos antes, ¿no lo crees?

—No soy muy sociable en Howlland.

—Tranquila, imagino que debiste pasar mucho los primeros días cuando ellos te tenían como plebeya.

—Oh cierto, tú también... —Mis mejillas se enrojecen.

—Mi familia completa, después que Arthur se lo contara a Ábner mi padre contactó con Alioth porque estaba fuera de sí. ¿Qué una verdadera daynoniana estuviera entre nosotros? Era de leyenda

—¿Y que sucedió? —me alarmo un poco.

—Quedó en shock claro, como el resto de los Alonso. Pero luego agradecimos la oportunidad.

—¿Oportunidad? No entiendo...

—Khris cariño, ¿puedo llamarte así verdad?

Asiento.

—Nuestro linaje proviene al igual que los O'Brien del clan de los consejeros reales, Idryo, los encargados de mantener el orden a favor de Daynon. Para ellos siempre ha sido imprescindible abogar por la seguridad de los daynonianos. Tenerte en la Academia es una oportunidad para probar nuestra destreza como descendientes.

—Me quieres decir que el saber automáticamente que soy Legendaria daynoniana, ¿ya los convierte en mis aliados?

—Yo prefiero amigos Khris —Me coloca su mano encima de la mía—. Estoy segura que nos llevaremos muy bien.

Vuelvo asentir no muy convencida que eso signifiquen cosas buenas.

Era cuestión de tiempo que en Howlland descubrieran también que era la futura emperatriz de Irlendia. Cada vez estaba a menos pasos de tener a Jasper declarando a voces altas la sentencia de mi necesaria muerte. Incluso empezaba a sentir su gélida respiración en mi nuca.

Desde que me mudé de Palm Springs hice un trayecto de cómo actuar. Empezando, no hablaría con nadie, no dejaría que ningunos pijos engreídos me cambiaran y ayudaría a mi madre para reunir un dinero razonable y largarnos de Mansión Fortress. No obstante todo cambió. Me metieron en la Academia, en contra de todas las expectativas conocí personas increíbles y descubrí que era Legendaria. Los planes se me destruyeron y mi actitud de indiferencia cayó, solo quedaba escudarme con la soledad; cosa que no me sería posible mientras unos descendientes de manicomio estuvieran intentando asesinarme veinticuatro siete.

Los Kane según la historia, provienen de una raza de guerreros, por tanto tengo que acercarme a ellos. Los O'Brien y Alonso son descendientes de los primeros ministros y asesores del universo paralelo, me conviene también estar cerca de ellos. Menos de Jessica, para mí es la excepción. Luego están los descendientes del clan Atamar, que el único que no me resulta indiferente es Eskandar, pues de los demás no me sé ni el nombre. Por cálculos queda la estirpe de los oscuros que mantengo con una gran cruz roja junto a la de los destroyadores; y mi gran duda llega al detenerme a pensar en la prole de los xarianos, los intelectuales de cerebro superior. Fabián Sullivan dijo que además de los rusos había un aliado que le interesaba descubrir porqué no se habían desatado mis poderes. Dicha persona no podía ser más que descendiente de este clan porque, ¿quién tendría la suficiente pericia para organizar un rapto a espaldas de Jasper, colaborar con las investigaciones en el laboratorio y desear más que nada indagar en mi interior? Muy propio del clan Xarians. Por ello, todos los estudiantes relacionados los tendré en la mira. Y en cuanto a la prole de los junos y los lirnes —los brasileños, nigerianos y franceses—, no creo que alguno sea relevante a considerar pero no está de más guardar las sospechas.

No confío ni en mi sombra, frase nunca mejor usada teniendo presente que los Donovan me han atacado dos veces robándose la luz de los alrededores.

La cena terminó en buenos términos, Ábner de verdad se esforzó porque me sintiera a gusto. Corría la voz que su madre era indigna y él nunca la había visto, tal vez por eso se mostraba más condescendiente que el resto de los Kane. Aunque el premio de dulzura personificada se lo llevaba Aaron, sin discusión. Maya invitó a que fuéramos de compras una tarde y solo acepté para no quedar grosera, pero en realidad me bastaba con el día que ya me habían dado. Al regreso nos tomamos una foto los cuatro y Arthur bromeó respecto a qué pasaría en mi sistema nervioso si se hacía pública, pidiendo que se guardara con cien contraseñas para que yo no me infartara. Entonces salió a relucir el post de Instagram de hacía dos horas y Maya informó que hasta el momento sobrepasaba los cinco millones de likes.

Más narices rosadas de cerditos.

Hasta habían noticias especulando quién sería la afortunada de ostentar el apellido Kane del brazo de Arthur. Ábner soltó entre risas que a través de la historia, los chismes simpre tenían algo de verdad y tuve que hacer uso de todo mi aplomo para no dejarlo tuerto.

Es que me sonrojé hasta las axilas...

De vuelta a la Mansión, tenía callos en los pies, los músculos adoloridos y una vergüenza proporcionada por estar en todas los artículos web más visitados del momento. Y solo por un dedazo de Arthur, así de poderoso era su alcance.

—Khris —Me abre él mismo la puerta haciéndole un ademán a los guardaespaldas para que se esfumen con las bolsas de compras.

—Gracias. —Salgo del auto descalza porque ya no tengo que interpretar el papel de dama fina. La noche está muy fría, debería haberme colocado un abrigo.

—Hoy... hoy...

—¿Hoy qué?

—He pasado un buen día.

—Oh, yo también... —apoyo sabiendo que no debo esperar más que esas palabras. Ya de por sí, las que ha dicho son un milagro.

Salgo caminando en dirección a mi apartamento.

—Espera.

La voz grave y atrapante que derretiría un cubo de helado me obliga a detenerme.

—¿Sí? —vuelvo solo la cabeza hacia él, mi cuerpo se mantiene dirigido al sentido contrario.

Mira abajo y el aire despeina su cabello castaño oscuro, cayendo una buena cantidad hacia adelante justo como me gusta. No habla, sus labios permanecen sellados mientras mueve un pie inquieto.

《¿Qué? ¡Qué! Arthur suelta de una buena vez todo lo que quieras decirme, ¡me matarás de la ansiedad!》

—A veces las palabras sobran, Khris.

Alza el mentón y fija en mí los subyugantes atributos que carga en el rostro. Invariablemente, a la luz del astro nocturno adquieren ese brillo celestial demostrando lo que es: un ente forjado entre estrellas, fortalecido con el vigor de estas y decidido como el acero. Por tanto, una acción le vale más que mil palabras. Deja pisadas firmes atrás, capturando todas las ondas de aire que hay alrededor, fundiéndose con el clima glacial, resplandeciendo con el baño plateado que desprende la Luna. Toma mis dos manos y las va acariciando, subiendo por el dorso de los brazos, haciendo círculos con las palmas al llegar a los hombros. Respira agitado cuando hunde la punta de sus dedos en mi espalda y me estrecha contra él.

Todo colapsa por dentro, todo desaparece por fuera....

Mi temperatura se eleva a los ciento cincuenta grados, porque la piel se me vuelve roja como la lava. Arthur se estremece al hacer contacto pero a muchísimo esfuerzo, no se separa, no se deshace de la sensación titánica que nos abarca. Los ojos se le humedecen simulando la peor de las tormentas en pleno apogeo, y unas lágrimas empiezan a rodarle por sus perfectos pómulos al tiempo que un humo empieza a brotar de sus manos.

Soy yo, lo estoy quemando.

Me suelta sin poder evitarlo y estoy consciente que mi cara también está empapada del peor fluido que puede segregar cualquier ser: el fluido del dolor. Con el alma despedazada, y sin esperanzas, percibo como Arthur corre a la piscina para aliviar el ardor que se le impregna en las manos. Grito desde adentro, sangro resignación por todos los poros. Ha estado a punto de ocurrir algo asombroso, un sello definitivo de todo lo que nos consume. Y no se ha logrado, no se ha logrado por mi culpa, por mi volcán interno que no soy capaz de controlar, por ser daynoniana y no una chica común. Me doblo de rodillas envuelta en punzante pena sin remedio mientras siento como el calor poco a poco disminuye. La figura imponente de ese que hace unos segundos casi pulverizo, llega hasta donde me he echo un ovillo y se agacha sin saber cómo ayudarme.

—¡No te acerques! —sollozo en un tono agudo.

—Khris puedo soportarlo, déjame ayudarte.

—¡No, no puedes! —grito apartándome.

Ya no siento ese vapor colosal escapándose de mi cuerpo, pero la temperatura aún puede dañarlo.

—Khris... —suspira angustiado por no saber que hacer y extiende una mano hinchada con las recientes quemaduras que le he causado.

—No me toques Arthur —las palabras se escurren como un veneno que a mí más que nadie me tortura—. No lo hagas porque aunque aparentes ser de acero eres tan humano como los otros.

Los puños masculinos se contraen y las venas de sus brazos y frente son dolorosamente notables. Mira hacia otro lado apretando los dientes hasta que decide ponerse de pie. Por unos segundos camina de un lado a otro vacilante, llevándose abrumado las manos a la cabeza, agarrándose con fuerza los cabellos. Luego va hasta el auto, el costoso BMW y me consigue un sobresalto con lo que hace:

Empieza a patearlo con rabia mientras grita desesperado. No bastándole, parte una de las ramas largas y gruesas de los arbustos alrededor del driveway y golpea una y otra vez. Descarga toda su ira y frustración hasta cansarse, hasta dejar el coche reducido a chatarra. Mira en mi dirección pero no puede sostener con sus ojos, enrojecidos y húmedos, los míos. Deja caer la rama y se adentra a mansión.

Con trabajoso esfuerzo yo me pongo de pie sin estar segura qué me atribula más, mi propia aflicción o la de Arthur, mi recién descubierto martirio o el hecho que él haya desbaratado un carro de casi dos millones de dólares por no poderme ayudar, tocar, besar...

Me arrastro hacia mi apartamento con el vestido chamuscado y el corazón a punto de desfallecer. No quiero pensar, no quiero sufrir. Pero es innegable olvidar lo que ha sucedido y eso significa una única cosa. Lo que sentimos es tan fuerte, lo que me provoca es tan potente, que siempre que se acerque de esa forma terminaré lesionándolo. Mis lágrimas caen por las cicatrices que ya se van cerrando y lo acepto en silencio:

 Arthur y yo nunca podremos estar juntos.

☆Fanart creado para este capítulo. Pueden ver el proceso de creación parte por parte en la página oficial Libros Jupiter_Crown

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