☆44☆JESS'ART
Arthur
Me gustan las mañanas tranquilas. Darme un baño aromático, peinarme frente a un gran espejo que refleja la perfección de mi apariencia, tomar mi café amargo a la hora y leer las noticias relevantes en el periódico. Generalmente doy órdenes a Jackson sobre invertir en algún nuevo pero próspero negocio, vendo acciones que me reportaran beneficios en el momento por las batallas financieras que tanto persigo en el mercado de valores, y marcho a la Academia.
Este día sin embargo ha empezado mal, muy mal. Khristen nos contó anoche en la cena que los Petrov trabajaron en colaboración con los australianos, algunos chicos italianos y griegos para capturarla y retenerla en su abominable placete ruso, ubicado unas yardas adentro de Hidden Valley. Mi padre me dijo que no me desesperara, que como buenos descendientes de Fayrem, planeáramos una estrategia. Pero mi sangre guerrera solo clama atacar, atacar y atacar. Pasé la noche desvelado, ideando mil y una formas de acabar con esos desquiciados de una vez. No obstante le haré caso a Alioth y dejaré pasar la conmoción hasta después del fin de semana de moda en Francia.
La semana que antecede a este evento siempre me ha roto mi balanceada rutina. Las mañanas se vuelven tediosa, los empleados más torpes y mis amigos, perezosos. En años anteriores visitaba el Concesionario, iba a carreras de caballos con Diego el brasileño del linaje Ferreira y Robin Dickson y llegado el martes me sacaba un pasaje para Suiza hasta el sábado, que invariablemente volaba a París. La moda es un negocio que siempre me ha interesado, solo que mi vida está tan ocupada que no poseo el tiempo de iniciarme en esa rama. No obstante he dado mi aporte al glamur dejando que me fotografíen revistas como Vogue, Cosmopolitan y Harper's Bazaar. Esta solía ser la rutina antes que cierta chica de cabellos rojos y edad insuficiente para gobernar un universo apareciera en mi vida. Ahora el calendario incluye: vigilar a Khristen, proteger a Khristen, y en caso que se pasen con ella, defender a Khristen.
De lo más divertido y normal...
Seriamente, ya hasta se me está pegando su sarcasmo. Tanta asociación con ella y seguro dentro de un mes me tendrá vistiendo ropa de segunda con animalejos infantiles. Rezo todos los días porque eso no suceda ni en mis sueños. De hecho, el lugar a donde la llevaré hoy extinguirá las remotas posibilidades que suceda. Si Khristen me ha absorbido a su mundo, ¿que impide que yo la salpique un poco del mío? Ya es hora que pruebe los beneficios de tener a los Kane de su lado.
—Llevátela —ordeno a un sirviente que pasa cerca y pongo la taza encima de la mesita de la sala secundaria.
Antes de ir a la Academia tomo el café aquí. Es un anexo de la sala principal, un poco más reservado y tranquilo. Le he decretado a la madre de Khris que no programe limpiezas por las mañanas en estas zonas, me altera ver ese movimiento de trabajo; especialmente cuando amanece aunque también se aplica a cualquier hora del día. No me gusta el ajetreo a mi alrededor, soy un ser de paz que se perturba fácilmente.
El empleado, que resulta ser Eddy, recoge mi taza en silencio y se va a la cocina. Ya sé, él no se encarga de esas cosas pero andaba por ahí y para algo se le paga. Miro mi reloj, faltan todavía unos treinta minutos para salir. Paso la siguiente página del periódico en mi preciado ambiente de calma para continuar con el gráfico de los últimos precios del oro en euros.
—¡¡¡Arthur Kane!!!
Se escucha explotándose mi burbuja de tranquilidad. Por qué... por qué Khristen Daynon tiene que ser una criatura tan ruidosa y caótica... Suspiro hondo y sigo sereno con mi periódico mientras escucho las grandes zancadas por el comedor.
—¡¿Estás loco?! Bueno sí, sé que eres un psicópata controlador y no te importa otra cosa que no sean tus planes perfectos sin contar con los demás, algo por supuesto que no te deja ver más allá de tus narices. ¿Me estás escuchando don maniático? ¡¡¡Porque lo repetiré todo de nuevo!!!
—Shhh... eres tan molesta —articulo haciendo un ademán para que baje la voz.
Todo lo que ha parloteado, lo ha dicho sin respirar, unas diez palabras por segundo diría yo. Tiene el cabello hecho un desastre, viste un gran pijama rosado de Winnie Pooh y anda calzando una sola pantufla.
La detallo otra vez de arriba abajo porque no me cabe en la cabeza cómo una persona puede dañar a la humanidad haciendo cosas como esas. ¿Por qué en el mundo existen individuos así? La moda debería dictar sentencias altas al respecto.
—¿Te perdiste en un ring de boxeo? —reprocho.
—¿¡Qué!? —Se queda desconcertada unos segundos hasta que cae en cuenta y se mira a sí misma—. ¡Voy a colgar tu cabeza en la pica más grande de toda California! —bate los puños al aire.
—Shhh, shhh, ¿por qué gritas? —Arrugo la frente bajando el periódico—. ¿Será posible no pueda tener un amanecer agradable?
—¿Agradable? Agradable es el porrazo que te acabas de ganar —amenaza con las greñas moviéndoseles según el balanceo de su cuerpo exaltado.
Contengo una carcajada, no puede verse más ridícula.
—Veamos. —Dejo el periódico en la mesa pequeña de enfrente— ¿Se puede saber por qué has irrumpido en la tranquilidad de mi sala con tus pintas de vagabunda gritando groserías?
—¿Te das cuenta como revuelca todo para que quede como mala? —pregunta al techo.
—¿Ahora hablas con un amigo imaginario? —Arqueo una ceja.
—Hablo con el Universos Arthur, con el Universo —espeta cruzándose de brazos sin mirarme.
—Bien... —Hago un gesto de rendición con las manos.
Ser la princesa de Irlendia debe tener efectos colaterales, por ejemplo: estar chiflada. Mejor no me meto ahí.
—Siéntate. —Señalo el mueble continuo al mío—. Hablemos.
Khris refunfuña algo bajo y de mala manera se sienta en el mueble.
—Jackson me despertó —suelta con un puchero.
—Te dije que hoy te llevaría a un lugar.
—¡Son las ocho de la mañana! —chilla.
—¡Shhh! —Vuelvo a regañarla haciebdo un gesto de pausa con las manos para que no alce la voz—. Será posible que grites tanto... —Me aprieto el puente de la nariz inspirando—. Hoy tenemos que hacer varias cosas y en las condiciones que estás... —La miro de arriba abajo por segunda vez—. Nos llevará todo el día.
—No es justo Arthur —repone.
—Yo no soy el que parece que ha asaltado un basurero —toso, esperando que no se ofenda por la innegable verdad.
—No es justo que Jackson me despierte a las ocho de la mañana alegando que "el señor Kane solicita que se presente en la mansión en media hora". Yo tenía planes ¿sabías? Hoy iba a traer a mi mejor amiga a la cual tengo muchas ganas de ver.
—Puedes traerla mañana —expongo recordando algo que mi padre me había comentado al respecto.
—¡No puedes hacer siempre lo que te dé la gana esperando que los otros cumplan al instante!
La miro con expresión de obviedad.
—De acuerdo, si puedes... —se autocorrige mascullando otras cosas que no logro entender—. El caso es que odio cuando lo haces y mucho más cuando por ello me despiertan.
—Me ha quedado clarísimo, te pone violenta.
—¿Me pone violenta? ¡Me pone violenta! —Se levanta—. ¡Tú me sacas de mis casillas!
—Pero eso ya lo sabíamos —le guiño un ojo y ella me lanza un cojín al abdomen.
No aguanto la risa. Se ha sonrojado y cada vez que pasa, actúa gracioso. Por todos los billetes verdes que guardo en el banco, de verdad le gusto muchísimo, es evidente e innegable.
Me muerdo el labio inferior porque la idea se me hace deliciosa: ella también me gusta muchísimo.
—Creído. —Me lanza otro cojín y lo desvío con el pensamiento sin necesidad de usar las manos—. Orgulloso. —Lanza un tercero y lo detengo en pleno vuelo, cayendo el mismo al piso.
—¿Se te olvida que soy telekinético Khristen? —Sonrío—. Estaremos eternamente en el mismo ciclo. Uno en el que yo siempre gano por cierto. —Enseño mi dentadura.
—Eres un... —patalea en el lugar hasta que se cansa—. Voy a cambiarme... —se gira para salir por la terraza.
—No te pongas nada patético. Aunque con tu ropero estoy pidiendo un milagro...
—¡Púdrete! —grita antes de salir y consigue nuevamente que me carcajee. Esta chica en serio tiene carácter...
Repaso por videollamada las últimas ventas de autos con Ábner. Tengo toda la confianza con él, pero no le cuento las últimas noticias respecto a la daynoniana que se aloja en la Fortaleza. Cuando se enteró que era Legendaria se asombró muchísimo y deseó estar de nuevo en Howlland para disfrutar la cara que pondrían los demás al enterarse también. Sin embargo, el asunto bélico y del trono de Irlendia eso lo mantuve en secreto; y pienso seguir manteniéndolo un poco más de tiempo. Mi abuelo Aquila fue el que se encargó de hacer las copias del Libro Legendario para los herederos, si determinó no añadirles la parte de la profecía fue por algo.
Sin embargo ya han transcurrido años y justo ahora que Khristen asiste a Howlland las cosas se están saliendo de control. Jasper y los Petrov lo saben, su puñado de fanáticos también. Es cuestión de tiempo y circunstancias que el resto de los herederos se enteren. Pero cuando lo hagan, no será por la vía equivocada.
De hecho, estoy planeando algo que dejará a mis enemigos con la boca abierta, una estrategia que no se esperan y como buen estratega esperaré a la ocasión perfecta. Ya tengo casi todo acordado.
Me enfoco entonces en los negocios con mi primo y analizamos los desperfectos que hay en los planos que diseñé como regate para colarme en cierta firma prestigiosa de arquitectura. Luego pasamos a las cuentas mensuales y cuando hemos terminado Ábner resalta mi buen humor.
—¿Has despedazado una compañía que deseabas o algo así?
—¿Por qué lo dices? —Minimizo los documentos dentro del iPad.
—Tienes esa cara... —alega pensativo.
—¿Mi cara de siempre, te refieres?
—Esa cara de cuando ganas en el póker, cuando desmembras una empresa o cuando... un momento —se interrumpe—, conociste a alguien.
—¿Por qué para mis primos todo tiene que ser una mujer? —Me levanto con el teléfono en mano para salir al driveway.
—¿Tal vez porque somos hijos de Alker? —increpa irónico.
—Eso lo explica todo —Alzo las cejas, todos conocemos a mi tío Alker.
—¿Quién es ella? —sonríe.
—¿En qué momento acepté tu absurda teoría?
—Venga Arthur, te conozco mejor que a mis propios hermanos —indica—. Mira, no me tienes que decir quién es, solo dime por qué te gusta, ¿es justo no?
—Bueno pues... —Observo la zona de empleados—. Es terca como ninguna —sonrío—, hermosa al mismo tiempo. Puede estar vistiendo un saco de papas y todavía luciría como una princesa. Su piel de algodón de azúcar, sus labios pequeños, sus cabellos, envidiables... —suspiro—. No deja que nadie le diga lo que tiene que hacer, tiene voluntad y valentía dignas de encomio. Parece fuerte por fuera, pero me he dado cuenta que es demasiado sensible —añado rememorando con pesar la noche que regresamos del yate—. También es inocente como ninguna, se sonroja de la forma más sensual del mundo —Se me pierde la mirada recordando las veces que la he echo sonrojar.
—Arthur —habla Ábner y me hace recordar que estoy en una videollamada.
—Sí dime.
—¿Tu chica no será de cierto clan superior cierto?
Me quedo callado ideando qué contestar pero mi primo no me da tiempo.
—No puedo creerlo —se lleva ambas manos a la zona de la nariz—. ¡Te has enamorado!
Ante la palabra todo el encanto se evapora.
—¿Inhalaste demasiada gasolina? —gruño—. Enamorar yo... —sacudo la cabeza indignado.
—Jamás te había escuchado hablar así de ninguna mujer, ni siquiera cuando salías con Jessica.
Resoplo con los labios y distingo a Khristen atravesando la terraza.
—Tengo que dejarte debo salir a un trabajo —Me aclaro la garganta.
—¿Trabajo? Normalmente los martes vuelas a Suiza hasta el fin de semana de moda en París.
—¿Te pago para que me acoses? —inquiero.
—No me pagas para nada querido primo —dice en tono teatral—. Trabajo para llenarte los bolsillos a ti y a mí de paso. Me gusta pensar que somos socios.
Siento a Khris que ya ha llegado hasta el driveway con unos simples vaqueros de mezclilla y un top verde. Se acerca por mi espalda, así que la posición favorece para que Ábner llegue a verla. Este la saluda y Khris ladea la cabeza, como sino se creyera que es con ella, pero ya que no hay más nadie devuelve el saludo con la mano.
—Déjame hablarle —pide Ábner.
—¿Qué? No, por supuesto que no—repongo.
—Anda ¿de qué tienes miedo?
—No tengo miedo.
—Entonces llámala —reta.
—Khristen ven aquí —alzo la voz rodando los ojos—, Ábner quiere hablar contigo.
Percibo que no desea hacerlo pero no se le ocurre algo decente para objetar, así que se acerca tímida y toma el teléfono.
—Hola —dice educada.
—Hola preciosa, he escuchado mucho de ti ¿sabes?
—Tenemos que irnos —me impaciento—. Ya es tarde.
—Me gustaría que compartiéramos, tú, yo, mi novia, Arthur...
—Yo no... —intenta reponer ella.
—Tranquila, sabemos lo que eres, puedes confiar también en nosotros. Soy un Kane, y mi chica descendiente del clan Idryo, no hay ningún peligro.
Ante la revelación, Khristen me mira con una expresión que no logro de definir. Algo como sorpresa mezclada a irritación.
—No sé es que...
—La pasarás bien, ¿qué dices si cenamos hoy por la noche todos?
La invitación me obliga a intervenir.
—Eh, eh, no hagas planes sin contar conmigo, soy un hombre ocupado —le quito el teléfono a Khristen.
—Pues no vayas —comenta Ábner—. ¿Qué harás entonces Khris? —habla alto para que ella lo escuche.
—¿Quién te dijo que hoy por la noche podemos? —espeto.
—¿Osea que decides por ella? —chifla—. Vaya, son como... ¿una pareja o algo así? —ríe.
—Adiós Ábner.
—Espera que dic...
Y cuelgo, tan simple como la palabra.
—Acabas de colgarle a tu primo. Mmm... y luego andas diciendo que yo soy la grosera. ¿Dónde está el Lamborghini?
—¿Por qué preguntas por el auto que odias? —Me arrimo a ella que camina en reversa evitando mi cercanía.
—Porque teniendo unos veinte es el que siempre usas. —Su espalda choca con una de las columnas que anteceden a la entrada de la mansión.
—¿Ah sí? —Arqueo una ceja apoyando la mano en la columna—. Acepta que al final te está gustando.
—Qué dices —bufa y mira al lado.
—Digo —La tomo por el mentón obligándola a que se encuentre con mis ojos—, que a pesar de tus prejuicios has empezado a tomarle cariño —Voy bajando el tono de voz—. Que a pesar de tus intentos por odiarlo... has visto lo placentero que puede ser dejarte llevar —susurro.
Las mejillas de Khristen han adquirido ese color que tanto me satisface. Sus ojitos ámbar no pueden estar más asustados y apuesto que ese músculo del pecho le late con rapidez. No responde, pero su semblante lo dice todo, su expresión grita un montón de maravillas que recepciona mi cerebro.
Vuelvo a detallar su fina nariz y la estructura que porta de rostro. Luce una verdadera emperatriz cuando no está con los berinches de siempre. Respiro su mismo aire e inhalo su escencia. Algo caliente, como un horno a máxima potencia empieza a quemarme los dedos que sujetan su mentón. ¿Tiene fiebre? Hago caso omiso a este inhabitual detalle y me atrevo incluso a absorber el aroma de sus poros, tan fresco, tan puro, tan exquicito...
—Señor Kane —se aclaran la garganta detrás de mí—. El... el auto que pidió...
Me giro y veo a Jackson parado afuera del BMW rojo vino que ordené preparar desde ayer. La ventana de copiloto empieza a bajar a ejecución de mi guardaespaldas Tom, sentado con un par de gafas. Me saluda con la cabeza y vuelve a mirar al frente.
—Ya estamos listos —le digo a Jackson y este abre la puerta del compartimento trasero.
Le hago una seña a Khris que entra desconcertada.
—Pensé que conducirías tú —confiesa.
—Vamos a un lugar demasiado público. —También entro, sentándome a su lado—. Nunca salgo solo a los lugares públicos, necesito guardaespaldas. Ya te darás cuenta.
Ella no dice más nada y se queda apreciando el interior del automóvil. Reconozco que impactaría a cualquiera que no esté acostumbrado a montarse en vehículos así. El tapizado color perla, el confort de los muebles independientes, las pantallas táctiles detrás de los asientos delanteros, las luces violetas en los mecanismos de la carrocería... en fin, todo un lujazo de coche. Esta adquisición la obtuve en un juego contra mi otro primo Ánssel una noche que jugábamos bolos. Siempre me gustaron los modelos i4 de esta marca.
Pido a Tom que encienda la radio y escoja mi canal favorito para ir escuchando buena música hasta el lugar de destino. Las ventanillas del BWM son oscuras polarizadas, pero de adentro para afuera el panorama se ve con muchísima claridad. Khristen va todo el viaje entreteniéndose con las aclamadas calles de Beverly Hills y turistas europeos que han venido a broncearse en las playas cálidas de California. Jackson gira a la izquierda para continuar por Civic Center hasta Beverly Bvd. Finalmente parquea en el estacionamiento del gran complejo Jess'Art y debo admitir que Jessica se ha esmerado con el marketing visual. Solo de verlo me dan ganas de entrar a comprar. Desprende todo lo que me gusta y estoy seguro que clientes con un gran bolsillo sentirán la misma tentación.
Jackson abre la puerta quedándose delante y saliendo yo, Tom se incorpora la velocidad de un cohete a mi espalda. Le indico a Khris que se coloque al lado y después de ponerme unas gafas oscuras comenzamos a caminar. Es por protección, no me gusta que cualquiera fotografíe mis ojos.
Y es solo cuestión de dejarme ver para que la afluencia de los alrededores nos rodee. Pronto estamos atravesando una multitud que murmura extasiada. No se acercan más por los guardaespaldas, pero empiezan a fotografiar con los teléfonos e intercambiar emociones efusivas entre los que resaltan gritos de "Arthur Kane nuestro futuro presidente".
Lucen como auténticos locos. Pero no los culpo, son las reacciones que los tipos como yo causamos en la gente.
Aunque siendo sincero, me asquearía ser presidente de los Estados Unidos. Odio la política.
—Arthur esto... —balbucea la chica a mi lado un poco nerviosa comprendiendo lo que estamos a punto de hacer.
—Tú solo sigue caminando —digo tranquilamente mientras nos adentramos al primer piso.
El interior del centro comercial es lujoso, amplio, y bien construido. Miro cada detalle reparando en lo rápido que todo se consigue con una buena inversión. Por supuesto que Jessica quiso que formara parte del equipo de ingeniería que estaría supervisando pero carecía de tiempo. El trato se limitó solo a mi inversión y nada más.
—¿A dónde desea ir señor? —pregunta Jackson.
Miro a Khris que tiene la cara desencajada por todo lo que está procesando.
—Al área de indumentaria femenina, y con urgencia.
Tanto Tom como Jackson asienten y emprenden la marcha en sus puestos para impedir que las personas se me acerquen. Este último estuvo al pendiente desde el inicio del proyecto de construcción, por eso deduzco que se conoce cada centímetro de Jess'Art.
—No imaginé que me traerías aquí —menciona Khris cuando entramos al elevador.
—Es lógico, un centro comercial no está en tu lista de lugares que visitar antes de morir ¿no?
—Si no decías algo agrio no eras tú. —Rueda los ojos.
—No seas aguafiestas —añado—, solo bromeo.
—Sí, sí, tu humor es medio raro.
—Anda cambia esa cara, en unas horas parecerás una Legendaria de verdad.
—¡Shhh! —reposta más alto de lo que es posible—. ¿Quieres gritárselo también a todo el centro?
—¿También?
—Igual que a tu primo.
—Oh... —Hago un ademán de poca importancia—. Sabe hasta la parte que eres daynoniana y nada más.
—Arthur —dice entre dientes mirando a los guardaespaldas así que me pego más a ella.
—Ellos son de absoluta confianza —aclaro bajo—. Como mi primo, su novia, el resto de los Kane... —El elevador se abre y me separo—. Todo descendiente del clan Fayrem es tu aliado, recuérdalo.
—¿Qué pretendes hacer conmigo si se puede saber?
Esta zona está abarrotada de accesorios preciosos que le vendrán divinos. Zapatos, vestidos, joyas, carteras...
—Hoy Khristenyara Daynon, te voy a convertir en una princesa.
☆NOTAS☆
La ficha de Ábner está publicada en la Guía Elemental, pública afuera en mi perfil.
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