☆42☆ TANTO MIEDO
Khristen
A veces las cosas que suceden nos sorprenden, para mal o para bien. Otras, no salen como nosotros esperamos. Puedes estar todo un año deseando que llegue cierta fecha para luego decepcionarte porque resulta un completo desastre. O simplemente llevar preparándote para un examen o entrevista importante y darse la fatalidad que por nervios olvides lo memorizado o, a peor desgracia, se suspenda.
En este momento yo estoy en una situación sumamente desesperada. Hace rato, supe qué camino tomar para salir de la mazmorra y ahora parece que nada de lo que intento funciona. Trato de concentrarme pero hay dos problemas: primero no me es posible con una decena de chicos de ojos punzantes aproximándose a mí, y segundo, aún si lograra hacerlo, no sé muy bien que esperar que pase. Estiro al frente las manos abriendo las palmas pero no sale ni un mísero rayito.
Qué mal, tenía esperanza de pulverizarlos.
Se acercan de todas las direcciones, por las escaleras, de los pasillos, de entre las cortinas. Son más de los que pensaba y palidezco de imaginar cuando me atrapen lo que puedan hacerme los Petrov. Abandono el intento de conseguir algo cool con las manos y retrocedo unos pasos hasta que mi espalda toca el filo de la enorme chimenea. Estoy en un callejón sin salida. Calculé todo mal y fui una estúpida al subestimar a Alekxey. Encima el silencio del salón es paradójicamente ensordecedor porque congestiona mi cerebro a tal punto que se me tuercen los pensamientos. Comienzo a sudar frío y cierro los ojos.
Listo, es el fin. Me atraparon...
El corazón me galopa igual que un caballo salvaje. Me envuelve una sensación abrumadora, enigmática... y apacible, ¿apacible?. Aprieto los puños y abro los ojos, porque esa apacibilidad ligada a adrenalina solo significa una cosa. No, no una cosa, sino un ser, uno con aspecto de hombre: un auténtico destroyador.
La chimenea se estremece y ante el asombro de todos, incluyéndome, Forian aterriza de rodillas. Levanta la cabeza lacerando a los chicos con esos ojos intimidantes. Se inclina adelante y se yergue tiznado de hollín, con su imponente figura que refleja que no está nada contento.
—Pero miren quien se ha unido a la fiesta —celebra irónico Alekxey desde el corredor de arriba—. Tienes osadía para meterte aquí, y también estupidez, porque será imposible que salgas —advierte entre cerrando sus ojos oscuros, raspando las últimas palabras con el acento ruso.
—Tus hombres de afuera no están en condiciones ahora mismo y no quiero que estos chicos terminen igual —habla Forian con firmeza y parece estar en un set grabando la escena del héroe seductor—. Te lo diré una vez —agrava el tono—, déjanos ir.
—¿Lucharás contra tus propios primos? Te recuerdo que descienden del mismo clan.
—Yo no desciendo del mismo clan —afirma mi salvador.
Claro que no. Él es del mismísimo clan; no es un mero descendiente, es un ser fuera de esta tierra.
—Pero Alekxey —protesta un griego revolviéndose incómodo en el lugar—, es nuestro entrenador.
—Hasta hoy —responde el heredero Petrov y su tono sombrío infunde acato sí o sí.
Sin más aviso, hace un ademán y los estudiantes de Howlland se abalanzan sobre Forian mientras este contra ataca como un humano cualquiera. Es ágil, habilidoso y fuerte, pero no está usando sus poderes, no está usando sus garras. Ellos son demasiados y la angustia
agria que empieza a corroerme al verlo perder amenaza con derrumbar la esperanza que me queda. Cuando noto que uno de ellos, creo que un italiano, saca una pequeña daga no me aguanto más y le voy arriba, forcejeando por quitársela en tanto Forian está ocupado con cinco chicos.
—¡Khristen! —regaña al ver la locura que me he atrevido hacer.
El italiano que evidentemente tiene más resistencia, me empuja por el pecho y yo saludo el piso con mi trasero. ¡Y vaya si duele! Ayer cuando me caí en la Mansión fue igual, a este paso quedaré plana para toda la vida en pleno desarrollo...
El causante del acto, se gira con la daga hacia mí y a la rapidez de tres parpadeos Forian ya se ha quitado los cinco chicos de arriba, se le ha adelantado al joven Di Marco y me ha subido a su espalda. Pues sí, demasiado rápido, y los demás vuelven a quedarse inmóviles por la perplejidad.
—¿Qué están haciendo? —brama Alekxey—. ¡A ellos!
Al mandato, Forian murmura un sencillo "agárrate", y yo me preparo para repetir la recia sensación de la noche que me sacó del Acecho Temible. Y entonces corre. Corre con la ultra velocidad que ya me empieza a ser familiar. Después del episodio en los autos de Arthur y Eskandar respectivamente, puedo darme el lujo de decir: estoy acostumbrada.
Pasamos por la Salida de Emergencia después que Forian tire de la puerta con sus garras. La luna alumbra en su fase de cuarto menguante y la cantidad de estrellas alrededor se ven con estupenda claridad a pesar de las luces artificiales que están dispersas por todo el terreno. Yo más bien veo líneas corridas por la carrera de Forian y comienzo a marearme de mala manera, así que fijo mi vista adelante. Divisar una cerca electrificada hace que cuatro olas de calor revuelquen mi estómago, por lo que me aferro más a la espalda del destroyador, rodeándole el cuello con mis brazos y hundiendo mi cabeza en su hombro.
"No tengas miedo"
Escucho en mi cabeza. No en voz alta, no saliendo de su boca, no. Acaba de conectarse telepáticamente conmigo. ¿Lo más loco? Confío. Siempre he confiado en él, incluso cuando el noventa por ciento de mi raciocinio me pedía que no lo hiciera. Abro los ojos y pasa la cosa más extraordinaria del mundo. La tierra se abre en dos surcos que se profundizan por debajo de la cerca. De ellos, se levantan paredes irregulares creando un ahuecamiento perfecto para nuestros cuerpos, y cuando pasamos del otro lado no lo puedo creer. Sencillamente ha sido tan veloz, tan fuera de lo común, tan desorbitante... Por Irlendia y todos sus mundos sino lo vivo, aseguro que es una broma, una mentira. Pero ha sucedido.
Hay postes con alarmas y un montón de seguridad que le hace competencia a Mansión Fortress. Pero Forian las bordea, eclipsa con columnas de lodo o parte en dos usando las garras. Y todo sin perder la ultra velocidad. De más decir, que cuando se detiene frente al Jaguar verde estacionado a cuatro kilómetros de los terrenos Petrov, mis piernitas están temblando sin haber movido yo un músculo.
—Eso ha sido... —intento hablar pero decido apoyarme al auto, dejando que mi pobre cerebro se acomode a esta dimensión en pausa.
Forian hace lo mismo, doblando el lomo para apoyar las manos en las rodillas. Está sofocado.
—Ha sido alucinante —confieso recuperándome del mareo—. Ha si...
—¿Qué pasa contigo? —me sorprende todavía doblado. Lo miro atónita y sacude la cabeza.
No me ha gritado, pero la forma es totalmente inhabitual en él.
—Solo estoy reconociendo que...
—¡Podían haberte matado! —Ahora si alza el tono de voz y se endereza.
—No había nada que pudiera hacer —me defiendo. No sé por qué se ha puesto así.
—¿Cómo te metes con un tipo que te dobla en estatura y lleva una daga en la mano? —regaña.
—¡Pero tú estabas rodeado! Y ese italiano te...
—Era una estrategia. —Se aprieta el puente de la nariz caminando de un lado a otro y yo arrugo la frente—. Darle ventaja a los enemigos, que se crean que están ganando, resistir un poco para agotarles las fuerzas. Todo era parte de la estrategia Khristen —dice cortante.
—Yo pensé...
—Entreno todos los días a esos chicos en la Academia, ¿crees que no sé sus puntos fuertes así como sus debilidades? —pregunta de forma retórica.
Bajo la luz de la Luna los ojos verdes casi transparentes de Forian han adquirido un brillo propio de una criatura peligrosa. Estoy al tanto que no es un humano y normalmente el hecho me resulta indiferente, yo misma no lo soy. Pero a veces reconozco que el aura secreta, con todos esos misterios que arrastra de su mundo y nadie ha podido desvelar, atemoriza de verdad. Me salva la vida, me protege, pero que es un ser sombrío colindando con lo pernicioso, de eso no cabe duda.
—¿Me quieres decir que en realidad no estabas perdiendo? —increpo y a pesar de que guarde silencio su mirada filosa me indica que no—. Pero... pero no usaste tus poderes, ni las garr...
—Khristen —interrumpe con seriedad—, ¿pensaste en algún momento en la posición que mantengo en Howlland? A todos los efectos soy un Súllivan, ¿recuerdas?
Sí, recuerdo la rara historia que circula sobre él la cual nadie se traga. Aaron me la contó. Por propias palabras del destroyador, su madre era una sobrina del actual patriarca Súllivan que escapó cuando era adolescente de Australia. Nadie supo más de ella hasta el día que Forian se apareció en Howlland diciendo que era su hijo. Comprobaron que poseía habilidades y como no tenía a dónde ir, a pesar de haber excedido el límite de edad para estar en la Academia lo dejaron interno. Luego su tío australiano se enteró de la eventualidad y le donó acciones en minas de oro y algunos negocios familiares que le propiciaron una pequeña fortuna para retirarse a un penthouse de Malibú. Claro que esta es la historia falsa, la fachada para ocultar la verdad: que es Legendario y saltó a nuestro planeta con un propósito. Y luego de yo descubrir mi origen ya todo tiene un poco de sentido.
Aunque los demás sospechen, no tienen forma de comprobar teorías sobre Forian y este debe haber mantenido sus poderes ocultos, tan solo mostrando algunas capacidades que cualquier heredero normalmente poseería. Y yo he metido mi gran pata y echado todo a perder.
¿Por qué no me sorprende? Debería tener una medalla por tantas meteduras de patas en tan poco tiempo.
—Lo siento —me disculpo con sinceridad bajando la cabeza—. Después de esto toda la Academia lo sabrá.
Él aprieta un poco los labios y luego suelta un suspiro mirando el horizonte.
—Ya no importa —suelta—, lo que importa es que estás bien y a salvo.
Se acerca a la puerta del Jaguar, la que da al asiento de copiloto y la abre.
—Entra, tenemos que salir de aquí.
No replico y lo hago. Me siento bastante avergonzada a pesar que ha dicho que no le importa. Pero medito en cómo pueden transcurrir las cosas en Howlland y nada de lo que se me ocurre es fácil. Le he buscado un problema del tamaño de...
—No lo dirán —afirmo de repente.
Forian me mira confundido y no termina de cerrar la puerta.
—Si lo dices porque tendrían que revelar lo neurótico que están los gemelos Petrov siento desilusionarte Khristenyara, todos saben de sus experimentos —revela entrando al auto, encendiéndolo—. Ninguno se esfuerza en ocultarlo, además que Alekxey es el mejor en medicina de Howlland.
—Jasper —se escapa de mi boca.
—¿Qué pasa con él? Lo he estado vigilando muy de cerca y no tiene nada entre manos por ahora.
—Forian, Jasper no tiene idea que los Petrov han mandado a capturarme y de enterarse que me pusieron en riesgo tratando de encontrar lo que sea que busquen se pondría furioso nivel astronómico.
—¿Escuchaste algo sobre lo que intentaban averiguar?
—Nada. Al parecer es algo dentro de mi cuerpo pero no sé con exactitud.
—Yo conozco lo que Jasper quiere. —Entorna los ojos.
—¿Qué?, ¿qué quiere de mí?
—Poder —responde con simpleza.
—Si yo no tengo ningún poder. Tú estabas allí cuando Daysi lo dijo, necesito de la energía Oserium para activar todo lo...
—No estás entendiendo.
—Solo repito lo que me hicieron creer ustedes.
—Yo lo pensaba en ese momento —se escuda.
—¿Y que cambió?
—Tú, tú lo cambiaste todo —declara y me estremezco.
Pienso en el laberinto subterráneo y cómo supe encontrar la salida. Fue maravilloso.
—En mis diecisiete años no había realizado nada extraordinario. Excepto ser el escalafón más alto de la escuela pero eso es normal en algún humano de cualquier escuela. —Me encojo de hombros.
—Pero me llamaste —recuerda Forian—, me llamaste fuertemente con el pensamiento, me guiaste a ti.
—Es cierto —reconozco boquiabierta—. Yo deseé que estuvieras ahí, deseé que... que me salvaras otra vez...
—Yo te escuché princesa —me observa con profundidad—. Escuché tus ruegos, sentí tu miedo, tu desesperación...
—¿Cómo puede ser posible?
—Estamos conectados —dice de modo que explicara todo.
—Pero eres un destroyador, y yo la futura... Creo que ya lo sabes, ¿cierto? Tú y Daysi siempre lo han sabido.
Forian aprieta los labios sin dejar de mirar al frente. Noto como la nuez de su cuello baja lentamente, en un acto de tragar grueso.
—¿Cómo te enteraste?
—Leí el Libro Legendario y sé de los bandos en la Guerra Roja —revelo con firmeza— ¿Qué sucedió realmente conmigo, Forian?
Él medita un momento en lo que acaba de escuchar y se queda mirando un punto fijo del timón. Y otra vez, su silencio. A pesar de la expresión de angustia que muestra, me enfado por no obtener las respuestas que necesito. ¿Por qué un cazador nato con explícitas órdenes de matar a la princesa me perdonaría la vida? Pero él sigue brindando silencio y mantiene la mirada perdida en algún detalle de la pizarra del vehículo.
De repente una luz cegadora acompañada del ruidoso claxon de una rastra me lleva a gritar espantada.
—¡Foriaaan!
En milisegundos, el corazón me aumenta los latidos a mil revoluciones y hasta siento el duro impacto que no acontece, porque antes que termine de decir su nombre, ya ha esquivado la rastra y se ha incorporado de nuevo a carril correspondiente en la autopista. El pecho me sube y baja excitado por la presión del momento. Podíamos haber muerto, podíamos estar estampados en la calle como picadillo ahora mismo.
—Debía estar pasado de tragos o...
—¡¡¡Pero qué sucede en tu cabeza!!! —no me contengo— ¿Por qué narices no miras la condenada carretera?
—Cálmate, a ese ritmo te puede dar un paro cardíaco —comenta tranquilamente y me controlo para no apretarle el cuello.
Agrr.
—¿Que me calme? ¡Nos podían haber pasado por encima!
—No iba a permitirlo —sigue hablando sereno—. Te he dicho que no necesito mirar la carr...
—Solo llévame a casa y no apartes los ojos de enfrente —espeto.
No responde nada y me alegro. Porque si llega a decir algo más juro que...
—No sé lo que significa —vuelve abrir la boca.
—¿Qué cosa? —gruño
—"Kakapo". No sé lo que es.
—No, no, nooo un momento —me horrorizo alzando mucho las cejas—. Me habías dicho que no podías leer mi mente. Que podías sentir mis fluidos y acertar con el espesor de mis líquidos corporales y de ahí dar deducciones acertadas. ¡Pero era imposible que pudieras meterte en mis pensamientos!
¡Inaudito! No lo entiendo. Empezando que Kakapo era un término que usábamos Lilly y yo para los ineptos y salvajes de nuestra clase. Una tarde en la que nos habíamos reunido con clara intención de repasar notas pero obviamente como dos mejores amigas hicimos de todo menos estudiar, vimos un documental que hablaba del ave Kakapo y lo estúpida que era. Este animalejo en plena carretera podía atacarlo un depredador y él solo se quedaba ahí, sin reaccionar, esperando...
Claro Forian no es estúpido, al contrario, diría que demasiado suspicaz, también sensato. Pero hace unos segundos estaba bastante enfadada con él por el traumático episodio de la rastra que me he acordado del Kakapo.
—Y no podía —alega—. Pero después que formaste el vínculo telepátio sí puedo... —confiesa un poco apenado.
—¡No! Rompe eso Forian, ¡no puedes hacerlo! Es violación a la privacidad, violación a todos mis derechos como persona —chillo fuera de mí.
—No tengo el poder de romper el vínculo. Sin embargo tú si puedes controlar lo que permites que yo escuche o no.
—¿Y cómo rayos hago eso?
—La princesa daynoniana no soy yo —se limita a decir y aprieta el botón de inicio de su reproductor.
Comienza a sonar una canción de country igual que siempre cuando viajo con él y arrecuesto la cabeza al asiento tratando de no pensar, de dejar la mente en blanco. Estoy cansada y no tengo energías para estar intentando al aire que Forian no se meta en mi cerebro. Cierro los ojos pues, tarareando la canción y voy contando cerditos imaginarios que saltan una cerca...
—☆—
No me di cuenta cuando quedé dormida. El agotamiento físico y mental me había despojado de fuerzas y vine a despertar por una sacudida moderada de mi salvador «Ya llegamos» había dicho mientras los guardias abrían el portón de acero. Noté que cuando pasábamos por el mismo, Forian tenía las ventanillas cerradas por completo, y luego de pasar las bajó con normalidad.
Al destroyador no le gustaba el acero.
La Fortaleza era un caos. El personal estaba de un lado a otro correteando con mapas, teléfonos en mano, y vasos de Starbucks asistiendo a una brigada completa de oficiales con un inconfundible sello del FBI. Vaya, sí que se estaban esmerando con mi búsqueda. Vamos que de ordenarle a un puñado de inspectores de policía que me encontraran, a solicitar los mismos servicios del FBI... doble wao. Y lo más insólito de todo: Arthur Kane estaba en la terraza, mandando y repartiendo amenazas. Andaba como un demente con ojos desorbitados y los mechones de cabellos pegados en la frente del sudor. Vi en otra esquina a Hugo Meyer, el alemán, sujetando por correas a dos perros dóberman. Alioth estaba sentado en las butacas consolando a mi madre que se encontraba sumamente angustiada con las manos entre el cabello y la cabeza gacha.
Tomé unos segundos antes de dejarme ver. Dejé correr el reloj y aquí estoy ahora delante de todos para su total pasmo.
Inspiro y camino por el driveway entre la estupefacción de cada agente para llegar a la terraza. A pesar que no me acostumbro a que las personas se me queden mirando cuando sienten mi prescencia, en esta ocasión lo agradezco. Mi madre es la primera en reaccionar y llorar de felicidad. Los demás solo se quedan ahí, perplejos por realmente estarme viendo. Estoy con el vestido de dormir sucio, el sobretodo roto y los cabellos revueltos, pero eso no detiene a Arthur, que tira unos papeles al piso y camina hacia mí atrapado en una emoción abrumadora. Todos mis miembros se contraen y a medida que se acerca veo las notables ojeras que marcan sus hermosos ojos grises, el semblante decaído y la tensión en la mandíbula, evidencia que lleva horas consternado sin descanso. Ya a escasos metros le lanza una rápida mirada a Forian que no puedo descifrar pero no detiene la marcha, sigue hasta detenerse en un espacio donde puedo sentir su inconstante respiración. La mía debe igualársele porque estoy nerviosa, por tanto, ambos nos sentimos respirar.
Pienso en las alarmas que rompí, todos los gnomos que pateé, el panel de control que incendié y los cables que fui arrancando gustosa. Me avergüenzo horriblemente y no sé qué decirle, no encuentro las palabras correctas. Pudiera estar ahora mismo rajada de arriba abajo en una mesa quirúrgica de los rusos. Él tenía razón, cómo generalmente. Una disculpa no compensará, pero debo empezar por algo.
—Yo lo sient...
Me abraza y se me corta la expresión. Se me corta, se me traba en la garganta. Arthur, el frío e insensible Arthur me está abrazando. Y no un abrazo cualquiera, me aprieta con intensidad como si alguien estuviera haciendo fuerza para arrebatarme de sus manos; como si en cualquier segundo posterior pudieran volver a raptarme; como sino existiera un después.
—Tuve tanto miedo —susurra a mi oído sin aflojar el abrazo—. Tanto miedo Khris, tanto miedo...
El aroma de su potente perfume me embriaga, jamás lo había sentido tan exquicito. Huele a casa, huele a él. Lo abrazo. Dejo que nuestros cuerpos se unan como piezas de un puzzle que encajan a la perfección. El corazón masculino late asustado y aprieto mis brazos en su espalda para confirmarle que ya no tiene por qué temer.
Puede que luego nos gritemos, nos digamos fenómeno y ridícula y hagamos una competencia de indiferencia tentándonos a ver quien gana. Pero ahora somos dos chicos que no quieren soltarse, ahora simplemente no nos importa más nada que no sea el estar vivos, uno junto al otro.
Hermoso fanart de Arthur y Khristen en ese momento tan maravilloso🥺, diseñado por mi querida amiga y compatriota @mazorrita .
Recuerdo cuándo vi por primera vez la imagen. Mi corazón rebosaba de felicidad por algo tan perfecto y bien hecho, por cómo ella logró plasmar digitalmente las emociones de la escena. Su Instagram es la_chica_de_los_fanarts para que vean más de sus obras.
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