☆41☆ LOS PETROV NO SON INFERIORES A LOS DONOVAN

Khristen

He pasado todo un día en la jaula. Tengo frío y he tenido que orinar en un montículo de rocas en el extremo más alejado de mi prisión así que el olor que aromatiza el ambiente no se parece a mis colonias favoritas. Y menos mal que no me han dado ganas de hacer... em... el dos. Ahí sí ningún aroma me salvaría.

De repente pensar en aromas entrelaza mis pensamientos a Arthur y un estrujoncito de corazón me llega. Sí, lo odio... pero entre odiarlo y odiarlo me tomo un descanso en preguntarme si estará al corriente de mi desaparición. Aunque por la hora, todos en la Fortaleza deben estar al tanto y con órdenes de buscarme. ¿Las habrá dado él, o Alioth? ¿Me estará buscando personalmente o se lo encargaría a Jackson? Medito en lo que me dijo la noche que regresamos de la fiesta en el yate, que él llevaba en la sangre defenderme y etcétera. El trabajo del clan Fayrem es proteger a la realeza con su vida y sus descendientes heredaron esta característica.

Me da tristeza.

Una parte de mí quisiera que Arthur no solo lo hiciera porque es su deber y lleva en la sangre cumplirlo. Sino porque... pues porque desea y anhela hacerlo, porque... porque...

"¿Qué? ¿Que podrías gustarme?"

El recuerdo de sus desgarradoras palabras me proporciona otro estrujón. Su altanería respecto al tema, "Es natural que yo te guste", como si fuera el gran hombre, como si los perfumes y ropas caras pudieran tener otro efecto que no sea impresionar. Como si tomarse el café amargo significara su marca personal. Como si verse inevitablemente bien encima de su lamborghini le garantizase un pase a la luna,. Como si quitarse las gafas mientras peina con los dedos el cabello castaño hacia atrás representara el gesto más irresistible del mundo. Como si dejar al descubierto esos ojos de un gris diferente al de todos los Kane, de un gris inhumano, pudieran conseguir que yo cayera rendida a sus pies...

Fenómeno con complejo Kane —Me golpeo los muslos con las manos cerradas—. Estúpido, ególatra y ambicioso Arthur Kane—farfullo bajo mientras lágrimas caen—. ¿Dónde estás, por qué no apareces cuando se te necesita?

Encojo mis rodillas y las rodeo con los brazos para esconder mi cara entre ellas. No hay nadie que me vea llorar, pero igual es vergonzoso. ¿Quién me diría aquella tarde de domingo cuando llegué por primera vez a la Fortaleza que derramaría alguna lágrima por ese petulante? Ni siquiera sé por qué me atrae.

《Porque él te ha abierto su interior》

Responde mi subconsciente y me burlo. Arthur es una escultura de acero sin fondo. Que se haya mostrado en mínimas ocasiones vulnerable con respecto a lo que me pudiera pasar es un efecto de su descendencia fayremse, ¿por qué es tan difícil meterme eso en la cabeza? Me empezó a gustar una ilusión, la idea que el inaccesible heredero más aclamado de Howlland pudiera tener sentimientos por mí...

《Arthur tiene razón, de verdad eres ridícula》

Me molesto más, porque me doy cuenta lo humillada que quedo por haberme ilusionado con una mentira. Afinco las uñas en la piel de mis piernas y contengo mis lagrimas.

Él no se las merece.

Desconozco que hora es, aunque hace un aproximado de sesenta minutos Fabián me trajo la comida, una pasta azul que según él era receta rusa y remolacha. La pasta estaba dulce y agria dando un gusto malísimo y la remolcha no tenía el punto correcto de cocción. Pero me lo zampé sin rechistar porque el hambre vuelve a cualquiera el peor de los mosntruos, ya lo he dicho. Fabián me dijo que sería una noche importante, que hoy investigarían en mi interior. Sonrió perversamente con el anuncio, y yo visualicé el cuarto blanco y los instrumentos quirúrgicos. Seguro tienen pensado abrirme como un conejillo de indias.

Debo salir de aquí en vez de perder tiempo cuestionando que Arthur sea un bruto sin corazón. Me levanto y limpio la cara para empezar a escudriñar la cerradura de la jaula.

No es nada complejo, el cerrojo se mantiene en su lugar por un resorte y los guardabarros no tienen diseños elegantes, sino lineales. Por tanto, si lograra repetir la forma en un gancho podría abrirla con facilidad. La mala noticia: no tengo un gancho. En todas las películas la prisionera siempre lleva un gancho de pelo, y es aquí donde me recrimino andar siempre despeinada sin hacer especial caso a cuando fue la última vez que mi melena y el señor cepillo tuvieron un encuentro.

Es que peinarme me da pereza.

Sí, lo reconozco soy bastante vaga para algunas cosas. El punto es que no soy la típica damisela que cargaría artilugios servibles para este tipo de situaciones así que me queda actuar a lo cavernícola. ¿Cómo pretendo hacerlo? Pues tengo más o menos una idea. No sé si salga bien, pero debo intentarlo, será mi única oportunidad. Me siento pues en una esquina a esperar a Fabián y después de media hora, cuando escucho el eco de sus pasos me incorporo.

—¿Lista? —Una sonrisa ladina y malvada se dibuja en su rostro.

—Por supuesto, no tengo miedo.

—Van a rajarte de arriba abajo y tú no tienes miedo... —Se acaricia la barbilla mientras yo finjo que no me afectan sus palabras—. Interesante —Se encoge de hombros y saca un manojo de llaves unidas en un aro.

Veo con fijación el pequeño instrumento de hierro que también será la llave de mi libertad y organizo mis pensamientos.

—¿Sabes Khristen? Sino tuviéramos que matarte te hubiera escogido como esposa —dice buscando la llave correcta.

—¿Eh? —Mis ideas de fuga se dan un parón —. ¿Esposa?

—Es normal que nuestros padres concerten matrimonio entre los herederos —explica pasando una a una las llaves, como sino hubiera prisa—. Es más fácil que hacerlo nosotros mismos, ¿entiendes?. Además se perpetua nuestra sangre Legendaria.

—¿Se casan entre primos? —Me alarmo.

—Los descendientes del clan Destroyers no, solo nacemos varones. Pero de escoger una descendiente entre las demás, mejor quedarme con la única valiosa que por cierto tiene bastantes agallas. —Selecciona una llave del montón y la acerca al cerrojo.

—Nunca se casan por... —Ahí me quedo, porque puede sonar raro decirlo en voz alta. Después de todo son chicos fuera de lo común en todos, tooodos los sentidos.

—¿Amor? —completa por mí y asiento. Fabián se ríe sacudiendo la cabeza—. Eres bastante ilusa para ser Legendaria. También es divertido que viviendo en Mansión Fortress no lo supieras, los dueños de la Academia arreglaron el matrimonio de sus hijos desde que estos nacieron.

¡¿Ah?!

La puerta se abre y es la señal para poner en marcha mi plan. Pero me he quedado tan impactada por las declaraciones que mi cerebro anda proyectando el casamiento de Jessica O'Brien con Arthur Kane cuando Fabián me hala por el brazo.

—Vamos.

Permito que me conduzca fuera de la jaula porque me abarca un grado de conmoción tan grande que no puedo pensar en otra cosa. ¿Un matrimonio arreglado? ¡¡¿Y yo no sabía nada?!! ¿Por qué Arthur no me dijo, por qué no me dijo Aaron, Alioth, Daysi? ¡¡¡¡Alguien!!! Arthur... ¿Arthur se va a casar?, ¿realmente se va a casar con Jessica, la barbie rubia, y yo he estado todo este tiempo gastando energías en odiarlo?

—¿Te cayó mal la comida? —inquiere Fabián al ver que me he detenido mirando con fijación una roca puntiaguda.

—Yo...

—Vamos, Alekxey no es un tipo paciente.

Y me sacudo. No puedo dejar pasar un segundo más. Con rapidez, y en un movimiento inesperado para mi acompañante, saco la piedra que he guardado antes en el bolsillo del sobretodo y la lanzo a su cabeza. En cualquier otra circunstancias hubiera fallado, la fuerza del muchacho me habría doblegado o simplemente no hubiera tenido la suficiente velocidad para realizar la maniobra. Pero justo ahora, que estoy despechada y roja por la ira, ha sido de lo más fácil visualizar la cabeza de Arthur y atinar con la piedra desde el primer lanzamiento. Fabián cae al suelo retorcido del dolor y yo aprovecho a correr.

Sí, muy a lo cavernícola me ha salido; pero todavía no puedo decir Jake Mate.

Corro por el túnel subterráneo buscando la salida, pero es como un laberinto lleno de pasillos debilmente iluminados con algunas antorchas. Voy tomando las opciones a la marcha, pero no me conducen a ninguna salida. Trato de volver por mis propios pasos y escoger una vía diferente. Al hacerlo me encuentro caminando por un recorrido donde las estalactitas¹ son tan largas que debo agacharme con cuidado para proseguir. Es una zona muy húmeda y me estoy decidiendo por regresar cuando algo capta por entero mi atención.

Es un quejido leve. ¿Será otra persona?

Avanzo hasta el sonido con la esperanza que no estoy sola. Tal vez sea alguien que también esté aprisionado y yo pueda liberarlo. Llego al final del túnel que da a un espacio más abierto. Mis pies dan contra un pequeño muro y bajo por los tres escalones de piedra. Todo está oscuro y comienzo a inquietarme. Es ley que deteste la oscuridad además que no tengo idea de lo que se oculta aquí abajo. No obstante, al seguir escuchando el débil quejido, decido regresar para tomar una de las antorchas.

Justo cuando voy por segunda vez a pisar los escalones, el panorama que alumbra el fuego me petrifica. Jaulas, una veintena de ellas, quizás más. Están vacías, carentes de seres vivos. Vivos porque lo que es contrario... de eso si tienen mucho: están llenas de huesos, aquí murieron personas.

Un aterrador escalofrío me hiela las venas.

Trago saliva y me atrevo aventurarme por el lugar. Confío que lo que escucho me guíe a alguien que necesite mi ayuda. Reconozco que tengo miedo, pero si hay una mínima oportunidad de sacar a otro de esta pesadilla, la tomaré. Sigo caminando entre las jaulas con los restos de cadáveres. Los barrotes de hierro están oxidados con corrosión de varias décadas. No ayuda la cuestión que cada vez que me acerco más al fondo, el quejido se va acentuando más y más... y más.

Es un lamento amargo y quebrado, quien lo realiza se está quedando sin fuerzas.

Entonces llego a una pared que impide el paso y lo único que permite pasar al otro lado es una puerta de madera, con acabados de estilo medieval forjados en hierro. Pego mi oído y reconozco la voz del Petrov número dos.

Будь спокоен —Gruñe con ese acento ruso, despiadado y frío—. это всего три пальца, здесь они вам не нужны.

(Estate quieto. Son solo tres dedos, no los necesitas aquí)

No entiendo absolutamente nada de lo que dice, pero el claro mensaje de pánico que mi cerebro procesa me hace temblar. La pobre víctima que de seguro tiene amarrada solloza un poco pero se calla cuando el heredero ruso hace sonar unas tijeras, abriéndolas para cortar tajadas de aire. Me llevo una mano a la boca para ahogar un grito y de forma inconsciente camino atrás.

Tropiezo con unas piedras que había evadido antes, la antorcha se me cae de la mano y el estruendo de mi torpeza se escucha más alto de lo que hubiese deseado.

Comienzo a temblar cuando el cerrojo de la puerta se mueve, temblar de verdad, temblar como nunca antes. Me levanto sin recoger la antorcha y echo a correr. Corro desesperada con el corazón a punto de salírseme por la garganta. Oh como corro por todos los cielos de este y los demás mundos, corro apretando mis pies en un éxtasis tan envolvente que incluso después de minutos y minutos corriendo a todas las direcciones, me detengo cuando estoy segura que nadie me sigue y todavía mis piernas vacilantes no reciben órdenes del cerebro que se dejó detrás el peligro. Mi cuerpo se ha quedado en un estado de alerta imposible de aplacar. Sudo y capturo grandes bocanadas de aire sintiendo una adrenalina atroz quemándome los músculos.

Lo he dejado... he dejado que ese muchacho se quedara allá abajo, siendo torturado. No puedo creer que el terror haya nublado tanto mi juicio que en la primera amenaza eché a correr como una cobarde. No me perdonaré esto.

Miro alrededor y me percato que conozco este sitio, es el pasillo que conduce a la jaula donde me tenían retenida. No importa el sendero que escoja, parece que vaya en círculos terminando en el mismo lugar. Por tanto, inhalo muy profundo para acompasar el ritmo cardíaco con una respiración normal. Luego de lograrlo, decido seguir mi instinto y concentrarme. No vale de nada seguir quejándome por no tener poderes, porque no resolverá ningún problema; aunque sí que ayudarían mucho, ¡rayos!

《Muy bien, concéntrate Khris》

Miro los tres túneles que se extienden al frente. Mi primer impulso es tomar el del centro pero me contengo. Continúo aminorando la marcha de los latidos acelerados de mi corazón, realentizo todavía más la forma de respirar. Soy Legendaria daynoniana, debo tener algo... aunquesea mínimo. Todos mis poderes no pueden haber desaparecido así sin más y solo ser devueltos con la energía Saol que me entregó Daysi en la caja de acero. Quizás no pueda mover un dedo y crear chocolate, pero en mis genes corre sangre real ¿no?, sangre de emperatriz , la que está autorizada a sentarse en el trono de Irlendia y gobernar los cinco mundos.

Extiendo mis manos en un gesto horizontal e inconsciente. Al hacerlo, siento un cosquilleo que recorre desde la punta de los dedos hasta los hombros.

《Puedo hacerlo, puedo hacerlo》

Alejo las últimas vivencias perturbadoras. Tengo los quejidos de aflicción de ese pobre clavados en la cabeza, mas hago un esfuerzo intenso por apartarlos. Pienso en la caverna, en cada piedra, cada montículo, cada túnel. Pienso en la tierra y su frescura, en su poder de impartir vida, ya sea plantas o animales. Unas vibraciones mueven mis brazos, me bajan por el abdomen y se extienden a las piernas. Las paredes rocosas empiezan a temblar, o quizás soy yo. No puedo asegurar qué sucede a los alrededores pero estoy muy consciente de lo que abarca mi interior. Revivo ese momento con Forian, cuando caía del balcón y él se lanzó en picada para salvarme. Recrearme con los recuerdos ayuda, invoco en mi mente el poder del destroyador sobre la tierra, también las sensaciones estremecedoras que me provoca, el hogar y la añoranza. El temblor se acentúa ahora en una emoción inexplicable.

Nunca había hecho algo así, y sin embargo se siente tan antiguo, tan cómodo, tan mío...

Abro lo ojos y lo sé: es izquierda.

Sigo por ese camino y ante nuevas opciones de túneles voy escogiendo lo que me indican mis instintos; derecha, derecha, izquierda, centro, otra vez derecha. ¿Cómo lo estoy haciendo? No sabría dar una explicación humanamente creíble, porque lo que actúa en mi cuerpo no es de este mundo, sino de mi auténtico universo, Irlendia. Y por mis estudios en la Academia conozco los elementos que están actuando: aire, por el fenómeno de la ecolocalización que está sucediendo en mí. Tal como los murciélagos usan ondas sonoras en el aire para dirigir su vuelo, el eco en los túneles rebota a mis oídos mediante el viento.

Sabe lo qué busco y me regala las respuestas.

Y por supuesto, el elemento tierra, porque conecto con las profundidades conociendo su desarrollo y ubicación.

Finalmente veo una luz detrás de una reja negra que está a un metro de altura y la felicidad que me abarca es indescriptible: voy a salir de esta perdición. Escalo para abrirla y demasiada claridad hace que parpadee varias veces hasta que mis ojos se acostumbran al nuevo ambiente cuando salgo del otro lado y me quedo confundida por lo que veo.

He oído de la cultura rusa con anterioridad. Conozco su arquitectura típica y sus famosas matriuskas, ¿quién no las conoce? Pero el placete que se alza en cuatro pisos, tan majestuoso en mezcla de colores blancos y dorados, con esculturas de ángeles en las paredes, en un efecto de estar saliendo de ellas, no tiene nada que ver con la horripilante caverna donde me tenían encerrada. Tampoco nadie se atrevería afirmar que en algún lugar subterráneo, los desquiciados gemelos Petrov tendrían una sala de operaciones para experimentar con humanos. No puedo perder más tiempo, debo pensar rápido como escapar. Miro las escaleras más lejanas que dan a corredores en el segundo piso revestidos de bronce y alfombras rojas. Debajo de ellas hay una puerta que dice "Salida de Emergencia". Esa es mi puerta. Corro hasta ella, atravesando el salón principal. Estoy tan cerca cuando un tarareo de una canción rusa me eriza la nuca.

No.

Levanto la cabeza buscando de dónde proviene el sonido y de unas cortinas en el tercer corredor, Alekxey se asoma, apoyando los codos en el muro de mármol muy tranquilo, como si ya supusiera que yo iba actuar tal como he hecho.

—Te voy a dar dos opciones —comienza hablar sacando un peine pequeño del bolsillo frontal de su jersey negro de cuello pekins—. La primera es que vengas conmigo por las buenas. —Se peina hacia el lado el cabello que luce aplastado por el gel.

—¿Y si me rehúso? —enfrento ganado tiempo. Claro que no tiene caso rehusarme pues como mismo está sereno allá arriba peinándose sobre lo perfectamente peinado, están serenos sus secuaces en ángulos estratégicos que no permiten verlos.

—Si te rehúsas —dice suspirando con tedio a la vez que guarda el mini peine—, se retrasarás un poco la investigación y el sujeto quedará dañado pero igual, no te saldrás con la tuya.

—¿El sujeto? ¡No hables de mí como si fuera un ratón de laboratorio.

—¿Ves esa puerta? —Señala la salida de emergencia sin perturbarse por mis gritos—. Afuera hay cuarenta y siete mercenarios que tienen órdenes expresas de apretar el gatillo en cuanto pongas un pie afuera.

Mi boca se entre abre y presiono mis puños. Maldito inteligente...

—¿De verdad no te lo esperabas? Ah mi querida princesa, ¿por quién me tomas? —Sonríe con ironía—. Llevo días, yo y mi hermano Serguei, planeando tu captura. Poco cerebro no tenemos, ¿sabes?

—Es mentira —presiono mis dientes—. No te arriesgarías a ordenar que me disparen, Jasper te mataría.

—¿Te crees que le temo al sombritas? Dime, ¿tengo cara de temerle? —Se cruza los brazos detrás de la espalda y yo evito contestar que no, que efectivamente no tiene cara de miedo—. Que concepto tan equivocado...

—¿Y por qué no quieres que se entere que estoy aquí? —reto mientras pienso si correr a la izquierda o la derecha. Quizás si me agacho descarto la posibilidad que un francotirador que esté dentro me alcance.

—¿Quién te ha dicho eso? —inquiere severo.

No respondo.

—Creo que las amenzas de Fabián de cortarle la lengua a nuestros sujetos se volverán contra él... —menciona pensativo, para sí mismo.

Aunque debería sentirme mal por Fabián, en mi cabeza se conectan otros hilos. "Nuestros sujetos", eso ha dicho. Y teniendo en cuenta la víctima que escuché abajo... significa que no soy la primera ni la única que han llevado a las mazmorras.

Ahí hay cientos de túneles, todo un laberinto que conduce a sabrá Alekxey qué lugares. De repente historias aterradoras saltan sin poder evitarlas. Los instrumentos quirúrgicos en la habitación blanca, las jaulas con huesos secos... ¿qué diantres hacen estos rusos con las personas?; y lo más importante ¿dónde las ponen cuando terminan lo que sea que les hagan?

—Por tanto Khristenyara, te aconsejo que subas obedientemente las escaleras para que podamos descubrir que pasa con tu cuerpo.

Diciéndolo así hasta motivaría a que le haga caso. Tan bueno el Alekxey Petrov... como quiere ayudarme, ja. Vuelvo hacer un análisis visual del salón y no tendré ningún chanse estando en desventaja de conocimiento. Ellos saben dónde estoy y a dónde quiero correr, yo ni siquiera los veo.

—De acuerdo —le digo a Alekxey y me arrecuesto al borde de una estufa elegante con arabescos complicados—. Pero estoy agotada de tanto correr —Me llevo el dorso de la mano en un gesto teatral—, ¿puedes decirle a tus hombres que me carguen por las escaleras? No tengo fuerza de hacerlo yo misma.

El ruso arquea una ceja. Sabe porqué lo he dicho pero está tan seguro que ha ganado que no le importa ya revelar la posición de sus hombres. Hace un ademán y los veo salir de todas partes. Fuertes, bronceados, con ese ligero terminar puntiagudo en la zona superior de las orejas, de ojos verdes y capaces: son descendientes de los destroyadores. Distingo a los Sullivan por supuesto, pero también a los italianos Di Marco y los griegos, Diamanti.

—Traíganla —espeta el descendiente de los oscuros y todos, todos sin excepción comienzan a caminar a mí.

¿En qué estaba pensando? Esto no ha sido buena idea. Cierro los ojos con la intención de volver a invocar el elemento correcto, a lo mejor salgan gusanos de tierra atravesando el piso o alguna cosa cool que me salve el pellejo. Pero no sucede.

Trato de repetir lo que sucedió en el laberinto subterráneo. Pensar en la frescura que moja los suelos con rocío por las mañanas... ah no, eso es del agua. Bien, respiro y pienso en la brisa que recorre entre el campo y... no, no eso es del aire. Aprieto más los ojos pero todo se mezcla. Trato de rescatar el recuerdo de Forian. Forian lanzándose, Forian atrapándome antes del impacto, Forian estrechándome contra su pecho.

—Forian... —ruego en un sollozo, invocando su poder, deseando ser parte del elemento tierra.

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