☆40☆ DETRÁS DE LAS CASUALIDADES...
Khristen
Corro, corro y parece no haber escapatoria. Me persigue con un hacha y una maquiavélica sonrisa. Todo está oscuro y no veo mis propios pies, mas sigo corriendo. Tropiezo en la huída y la monstruosidad que desesperadamente quiere atraparme se ríe con carcajadas que me infunden más pánico del que tengo. Me levanto deprisa, raspada y llena de sangre. Intento gritar por auxilio pero la garganta no coopera: me he quedado muda. Apresuro la carrera y mi perseguidor hace lo mismo. Pienso que he encontrado una salida cuando me estrello contra la pared de enfrente.
Estoy extenuada, no sé cuanto tiempo resista a esta tortura. El pecho me late desbocado y tomo la dirección izquierda para seguir corriendo. El hacha es lanzada y se encaja en la pared, justo a tres centímetros de mi nariz. Doy la vuelta al otro lado y me detienen del mismo modo, esta vez con un cuchillo. Levanto los ojos a quien ha lanzado los objetos. Es algo horrible y deforme, sin una caracterización definida. Con una cabeza gigante y los hombros en un ancho descomunal. Los pies escamosos se asimilan a los de un reptil y los dos brazos terminan en pezuñas de caballo. Tiene puesta una armadura para esconder su desconcertante apariencia pero aun así, logra infundir un miedo arrollador.
Pego la espalda a la pared sin poder reducir el ritmo de mi respiración. Trago grueso y vuelvo a lamentar no tener poderes. La bestia abre la boca y su voz suena seca, garrasposa, y con un eco inhumano, tal como si cien voces se hubieran unido:
—Te econtraremos Khristen Daynon, estamos ya muy cerca y vamos a matarte.
Entonces saca su última arma, un rayo olímpico pero negro en vez de dorado. Una luz verde perfila el contorno y veo como la punta es enfocada a mi corazón. Cierro los ojos y deseo que mis genes legendarios se activen. Lo deseo con mucho ahínco, lo deseo como nunca antes. Quizás tanta necesidad logre fructificar todo lo que contengo. Escucho otra vez el eco de la risa y un sonido que bate el aire: ha lanzado el rayo.
—☆—
Abro los ojos confusa con un fuerte dolor de cabeza. Miro a todos lados desorientada, una lámpara colgada del techo que proyecta luz amarilla, la cual me es difícil de soportar, me permite ver que estoy en una habitación amplia con paredes blancas. No estoy segura si las mismas estén fijas porque de momentos tambalean y se mueven. Aprieto los ojos y vuelvo abrirlos. La cama es del tipo que usan en los hospitales y un fuerte olor a morfina me aturde más los sentidos. Me miro las extremidades y están completas; no tengo rastro de sangre o raspaduras pero el dolor sigue ahí, en los puntos exactos del golpe. También tengo sed, mucha sed.
Me arde la vista y estoy agotada de la carrera que nunca hice; porque fue una pesadilla... ¿oh no? Cierro los ojos y de repente la figura deforme aparece en mi cerebro. Los abro, otra vez el corazón se acelera. Entonces el eco de su risa resuena por todo el lugar y me tapo los oídos.
《No es real, no es real》
Trago saliva y hago caso omiso a las ganas desesperantes de vomitar que me llegan. Trago más saliva de nuevo.
La única puerta que existe —o eso creo—empieza a ser abierta desde el otro lado e intento incorporarme, pero las piernas me tiemblan como espagueti, no puedo sostenerme. Me vuelvo a sentar con un mareo terrible y cuando un chico muy blanco de mirada recia entra a la habitación la vista vuelve a desenfocárseme.
—Has tardado poco en despertar —dice con su acento ruso.
¿Qué rayos pasa? (Rayos que no sean negros con luminiscencia verde). No entiendo nada, ¿qué ha pasado?, ¿qué es real y que no?. Veo como el ruso que pertenece al linaje Petrov, va hasta una mesa metálica al otro extremo de la habitación y comienza a desdoblar un pañuelo azul. Bisturís, jeringas, pinzas plateadas y demás indumentaria quirúrgica se hacen notar con un brillo espeluznante. Él empieza a silbar y después de unos segundos, a cantar en ruso.
Trato de recordar cómo he llegado aquí pero mi mente parece un laberinto oscuro sin salida. Un momento. Oscuro, oscuridad... ¡Aaron! Aaron quería oscuridad, no ver a nadie. Me echó del cuarto de música, luego recuerdo haber roto un sistema de alarmas y... ¡Me atraparon!
—¿Qué me pusiste? —inquiero con toda la firmeza que soy capaz pero él sigue su tarareo—. ¡Responde!
—Eres una verdadera molestia, me gustaba más la drogada inconsciente —contesta sin detener lo que sea que esté preparando.
Intento levantarme por segunda vez y todo se me desenfoca al extremo; parpadeo y comienzo a ver doble, incluso diviso sombritas danzando en la habitación.
—No te esmeres, será en vano. Pasará otra hora hasta que puedas razonar con claridad.
—¿Con qué porquería me drogaste? —Llevo una mano a mi frente, está tibia y subiendo.
—Escopolamina —declara limpiando unas tijeras de puntas finas.
—¿Qué? Cómo has podido... —trato de chillar pero en realidad sale una súplica.
Esta droga pisotea mi voluntad. Estoy débil y dependiente.
Tengo algún conocimiento para saber de qué se trata. Mi madre es aficionada a la medicina y durante años ha conversado conmigo sobre muchos de los peligros que rondaban por las discotecas de noche y algunas sustancias que podían poner en las bebidas; escopolamina era una de ellas. Te pone en estado de pasividad completa a otra persona, recibes órdenes sin oposición. Causa desorientación, delirio y alucinaciones. En dosis muy altas convulsiones, y tengo muy presente las que me dieron de niña: no es nada agradable.
—Igual no recordarás nada —masculla Petrov y coloca la dos tijeras, ¿o son tres? en la superficie metálica.
Amnesia lacunar, un efecto primordial de la escopolamina. Si el desgraciado me hace absorber una cantidad superior no estuviera sentada ahora en esta blanca habitación con olor a morfina, sino acostadita en un cementerio.
—Podrías haberme matado.
El heredero suspira fuerte, irritado. Se gira de frente y aunque las pupilas me siguen dilatadas puedo ver sus facciones recias, ojos carmelitas y cabellos castaño con gel peinado hacia la derecha.
—¿Te crees que soy estúpido? Te hice inhalar lo necesario. Sé lo que hago, mis antepasados son los mejores químicos de ambos universos y no pretendo matarte aún.
'Aún' vaya consuelo...
—¿Qué vas hacerme? —Trago saliva para humedecer la garganta pero mis glándulas ya no tienen de donde sacar, sigo con mucha sed.
—Para estar drogada sí que te pones pedante —reprocha volviéndose a voltear mientras la puerta es abierta de nuevo.
Es otro Petrov. No, no... es el mismo Petrov. ¿Eh?, ¿otra alucinación? Se queda mirándome como hace unos segundos y va hasta la mesa.
—¿Cuánto ha estado inconsciente? —pregunta al Petrov uno.
—Solo una hora —contesta el otro preparando un líquido en un tubo de ensayo.
—¿Le has hecho las pruebas?
—Todavía.
—La veo débil, mejor esperemos a que espabile.
—¿No has aprendido cómo es? Si espabila será más difícil.
—Siempre podemos amarrarla —sugiere el Petrov dos y realmente deseo que sea producto de mi imaginación—. Se nos agota el tiempo y Jasper se enojara cuando se entere.
No por favor, Jasper no. Intento decirlo pero entre la deshidratación, el mareo y las sudoraciones ni siquiera sé cómo se usa la lengua.
—El presuntuoso de Jasper... —alza la voz el primero afincando los dedos en las herramientas que sostiene. Cierra los ojos buscando autocontrol —, no se enterará —termina en un tono mucho más bajo—. Seremos rápidos y encontraremos lo que buscamos. Luego se la entregaremos y demostraremos ser más capaces que los ineptos de sus primos.
—Patéticos gemelos Dónovan...
—No menciones ese apellido, me da náuseas.
—No me envíen con Jasper —logro pedir y ambos muchachos me miran.
Son idénticos, evidentemente otros gemelos. ¿Es que el clan de los Oscuros solo dejó descendientes de par en par o qué? Vuelven a enfocarse siguiendo la conversación en ruso y yo me tiro de largo en la cama sin poder ayudarme en ningún sentido. Que ganas malditas de tener un poder... Cierro los ojos y otra vez, pierdo la consciencia.
—☆—
Cuando vuelvo a abrirlos ya no estoy en el mismo sitio, sino en una especie de jaula oscura. Me saco la manta sucia que me tapa y me levanto del suelo. Los barrotes son de hierro y dos antorchas dan la poca iluminación de lo que parece ser una caverna. Solo hay rocas y tuberías con filtraciones. Siento una punzada en la flexura del codo y noto que tengo enlazada una torunda; me han pinchado y sacado sangre.
No recuerdo nada.
Busco respuestas en mi cerebro pero solo existe un vacío flotante. Sin embargo hay una sola cosa que ha logrado salvar: escopolamina y unos gemelos rusos. Debido a mis lagunas no puedo formarme una teoría, así que ahora no me preocupo por eso, lo importante es que no siento los efectos de la droga aunque mis escasos conocimientos sobre medicina me indiquen que tal vez esté en mi sistema varias horas más.
Vuelvo a mirar el interior de la jaula y distingo una jarra de barro; sin pensármelo dos veces me abalanzo sobre ella y me bebo el agua hasta agotarla. El estómago ahora empieza a gruñirme pero no hay comida por ninguna parte. La molestia de mis quejas internas es sustituida ahora por el sonido de unos pasos acercándose. Son sigilosos y precavidos, pero en la caverna hay un eco imposible de aplacar. Me preparo para enfrentarme al Petrov uno, o dos, o a los gemelos si vienen juntos. Sin embargo quien aparece no es ninguno de ellos, y tampoco es ruso.
Me mira y entrecierra un poco los ojos. Mis revoluciones se activan, mandándole un claro mensaje a mis miembros: peligro. Esa mirada... Es parecida a la del único que causa cosas indescifrables y paradójicas, el único que lee mis pensamientos. Además, este chico de enfrente también posee el cabello dorado, los ojos de un verde penetrante y el bronceado típico de los de su linaje, es un Súllivan.
—Ten. —Me extiende un bulto de papel entre los barrotes.
Lo tomo porque huele bien, está caliente y tengo hambre. Lo desenvuelvo más rápido de lo que alguien diría "pío", y veo que es pollo hervido con algunos tomates.
—No había nada mejor —añade el descendiente del clan Destroyers y a estas alturas me importa un rábano hasta sí tiene sal.
Bueno no... un rábano me vendría estupendo con esta comida.
Como desaforada ante su vista y solo después que he terminado, puedo generar la pregunta importante:
—¿Por qué estoy aquí?
El australiano se despeina el cabello en un movimiento inconsciente y ladea la cabeza, quizás sopesando las opciones de respuestas en su mente, analizando cuál de ellas me dará.
—Diré que están haciéndote pruebas.
—Eso ya lo sé, quiero saber el porqué.
—No te hagas la tonta, sabes muy bien que eres Legendaria.
—¿Y?, ¿mi sangre es especial o algo por el estilo?
—¿Y cómo voy a saberlo? —se enfada—. Yo no soy descendiente del clan Xariens para descifrarlo. Sé que eres daynoniana y aún así no tienes poderes, cosa que no es normal y es lo que los rusos y el otro quieren averiguar.
¿El otro? Quién será...
—Y tú solo estás aquí cumpliendo órdenes —trato de molestarlo más.
—No cumplo órdenes de nadie.
He conseguido mi objeto y logrado que su irritación crezca. Conozco a los Súllivan, y si tienen un aspecto dominante es la autosuficiencia. Tengo que aprovecharme de eso para conseguir las respuestas que necesito.
—¿Cómo te llamas? —pregunto.
—¿Por qué debería decirte? —brama receloso.
—Pues porque no recibes órdenes de nadie, ¿cierto? Quiere decir que eres tan importante como los Petrov. Creo que merezco saber el nombre del que ha logrado mantener aquí a una Legendaria.
La molestia de su rostro se evapora y se muestra en cambio complacido.
—Fabián —medio sonríe—. Y no solo he logrado mantenerte aquí, sino contribuí un noventa por ciento a atraparte.
—¿En serio? —exclamo sobreexagerando, esto me interesa—. Vaya has de ser muy inteligente porque colarse en Mansión Fortress no es fácil.
—No, no lo es. —Fabián se rasca la cabeza—. La verdad es un plan que se ha estado preparando desde el intento fallido del Acecho Temible.
—Y seguro tú has sido la mente maestra de la operación —sigo presionando.
—Un poco sí —sonríe con un suspiro corto—. Pero lo mío es más la parte práctica, el teórico se lo dejo a los otros.
—Pensé que el único plan de los descendientes de los oscuros era matarme.
—Ese es Jasper. —Hace una mueca de rechazo—. Y como la mayoría le teme, hacen justo lo que él dictamine. Pero los gemelos Petrov quisieron buscar respuestas y con algunos aliados, planeamos capturarte.
Aliados. Hay más de uno en esto claro. ¿Pero quiénes? Deben ser lo suficiente descarados o estar muy seguros de sí mismos para actuar por detrás de Jasper.
—Pero eso no explica como burlaron la seguridad de la Fortaleza —insisto.
—Fue difícil —reconoce haciendo una mueca—. El primer obstáculo a sacar de en medio era Arthur Kane, así que ataqué su Concesionario de autos.
—¿Tú fuiste el ladrón? —Esto sí no me lo esperaba.
—Ey, ey —levanta las manos en señal de stop—. Para ser un ladrón hay que quedarse con lo que se toma, y yo no necesito robarme ninguna cosa, ¿sabes? Mi familia tiene minas repleta de oro en Australia.
—Claro, claro... perdón —finjo extremo arrepentimiento.
—Solo tomé prestado par de modelos de el año anterior y los guardé a pocos metros del lugar, la idea era mantener a Arthur ocupado y devanándose los sesos buscando al culpable.
—Y lo conseguiste.
—Obviamente —se vanagloria—. Pero no fue suficiente, así que los Petrov tuvieron que rebuscar la agenda de Alioth y asegurar un día que no estuviese en la Mansión para que yo volviese a intervenir en el Concesionario.
—Roba... em... ¿tomaste prestados más autos?
—No, los Kane no son ningunos pardillos. Los muy listos reforzaron la seguridad con un sistema más soberbio que el de la NASA y trampas específicas para los herederos. Se dieron cuenta que sin habilidades de algún elemento, el culpable no habría podido burlar la vigilancia.
—¿Y entonces qué hiciste? Porque debes ser muy bueno en el elemento tierra para haber conseguido por segunda vez la atención de Arthur —agrego para elevarle los humos y me siga soltando todo.
—Solo algunas averías en los conductos de agua y cosillas menores —resopla—. El objetivo no eran sus miserables autos ¡entiendes!
—Entiendo, entiendo...
—Era sacarlo de la Fortaleza la misma noche que Alioth saliera de viaje y lo conseguí. Solo quedaba el menor...
Pienso rápidamente en mi Hoyuelos y lo abatido que estaba. Su aflicción desconcertante, la ausencia de dulzura en todo su ser...
—¡Qué le hiciste a Aaron! —grito afincando mis dos manos a los barrotes.
Fabián retrocede confundido, pero sin sobresaltarse.
—Oye cálmate quieres, ¿te gusta o qué?
—¡Respóndeme!
—No hice nada. —Rueda los ojos con hastío—. No tuve qué. Él solito se buscó algo. El chico parecía un zombi desde el día anterior y se la pasaba encerrado dentro de la casa.
Respiro aliviada. Sigo sin saber qué le ocurre pero al menos estoy tranquila al comprobar que está fuera del alcance de estos locos.
—Sigue —le ordeno al rubio y este me mira arqueando una ceja..
—¿Por qué tienes tanto interés en conocer cómo te atrapamos?
—Te dije que la Fortaleza es impenetrable, todo el mundo lo sabe. Además según ustedes voy a morir pronto, ¿qué daño hará que lo sepa?
Fabián se piensa mis palabras y se encoge de hombros aceptándolas. No pienso morir, por supuesto, algo se me ocurrirá para salir de esta. Pero hasta que se presente oportunidad, aprovecharé que tengo al frente la marioneta de los que están moviendo los hilos minuciosamente.
—El mismo Aaron nos facilitó la tarea. Ordenó a todos los sirvientes que dejaran las luces apagadas y no salió en toda la tarde. Por lo que quedaban las cámaras, que me fueron muy fáciles de romper con gusanos de tierra, los guardias en los muros traseros que se fueron a beber con las rusas y...
—Un momento —lo interrumpo—. ¿Las rusas?
—Sí, las primas de los gemelos. Son de piernas largas, carismáticas y extrovertidas. Las vestimos de vendedoras ambulantes y ellas hicieron el resto. ¿Hay que explicártelo todo? —Arquea una ceja.
No, no necesita explicármelo todo. Los guardias deben haber caído rendiditos ante las sonrisas despampanantes de las Petrov y claro que aceptaron tomarse unas bebidas rápidas. Los superiores Kane no estaban, Mansión Fortress tenía un montón de seguridad, y a ninguno se le ocurririó suponer que esa noche precisamente entrarían a la Fortaleza.
Si salgo de esta juro que tendré una seria conversación con Alioth sobre poner rudas mujeres para la custodia. En los hombres no se puede confiar...
—Supongo que en oscuridad, con las cámaras rotas y sin guardias, para par de chicos con habilidades sería pan comido —ratifico.
—Exacto. Solo quedaba el exceso de alarmas que puso Arthur alrededor de tu apartamento y la tarea estaría cumplida.
—Y yo las desactivé —recuerdo quedando como estúpida.
—Gracias, por eso te traje pollo —señala la envoltura de papel vacía.
—Genial —exhalo con el semblante desvaío.
《Sí que eres oportuna Khristen Daynon》
《Ahora no voz Interior》
—Lo demás fue una pequeñez. Te trajimos al placete¹, Alekxey te extrajo sangre y saliva para las pruebas y lo que queda es entregarte a Jasper omitiendo ciertos detalles —anuncia triunfal.
—No te servirá de nada, yo puedo decirle —reto—. Me han puesto en esta jaula como un animal y apenas me han dado un pollo mal cocido. Voy a contárselo todo a Jasper y no le gustará nada enterarse la cantidad de libertades que se han tomado a sus espaldas.
Otra vez: no pienso encontrarme con el siniestro Dónovan. Pero Fabián se merece que lo asuste un poco.
—¿Ah sí? —sonríe con ese peligro típico en los ojos de su linaje— Entonces te cortaré la lengua.
Y se vuelve por donde ha venido sin mirar atrás.
Jake para Khris, pero no Mate, ya verá. Me las cobraré de ese después... Ahora tengo que concentrarme en salir de aquí.
—☆Notas☆—
¹ Placete: Mansión lujosa parecida a un palacio pero más pequeña usada como residencia de la burguesía.
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