☆4☆ UN POCO DE ROJO PUEDE ESTREMECER TODO

Arthur

Termino mi rutina de ejercicios y tomo un baño decente para presentarme al despacho de mi padre. Jonan ha venido para unos detalles relacionados con la Academia Howlland y de seguro el director aprovechará para hablarle de su delirio de meter a la vulgar hija de una sirvienta. Ellas llegarán sobre las cinco así que tengo tiempo más que suficiente. Me deleito escogiendo la ropa, es uno de mis rituales favoritos. Finalmente me decido por un pantalón negro y camisa Armani Exchange. Es Slim Fit, como todas las que uso, con un fondo oscuro y un diseño extravagante de letras entre rojo y blanco.

—Señor —llaman a mi puerta.

—¿Qué pasa? —resoplo echándome colonia sin molestarme en abrirla.

—La señorita O'Brien ha vuelto a preguntar por usted.

Jessica nunca se rinde. La hija menor de Jonan y yo salimos hace años, éramos unos críos, pero ella no ha podido superarlo. Cada vez que tiene la oportunidad viene con su padre a mi casa y no parece importarle que su hermano y yo nos odiemos a muerte. Sin embargo no me nace ser borde con ella porque es una de las pocas personas que conocen todo de mí, crecimos juntos y vamos a la misma Academia. Todo estuviese perfecto si Jess superara sus ridículos sentimientos que no avanzarán a ningún lado.

—Dile que enseguida bajo.

No recibo respuesta como he dictaminado. El despido de la última empleada ha debido ser un buen escarmiento para los demás. Por cierto olvidé confirmar si Aaron cumplió lo que le encargué. Quería preguntarle ayer pero regresó tarde y no tenía ánimos de volver a conectarme con trabajo.

Salgo de mi habitación y recorro la planta de arriba que tiene vista a la sala de estar. Abajo está sentada Jessica, impecable como siempre. Con su cabello rubio oscuro sin una horquetilla, ropa de Chanel y bolso Louis Vuitton. Es una pena que gaste energías conmigo, podría tener el chico que quisiera a sus pies.

—La O'Brien perdiendo su tiempo haciendo estancia en mi sala —bromeo apoyando los codos en el brandal—, tu hermano se horrorizaría.

—¡Arthur! —chilla la rubia feliz—. Baja para que podamos hablar tengo mucho que contarte.

Bajo por las escaleras y dejo que me plante un beso en la mejilla.

—Me encanta tu colonia ¿Te lo he dicho?

—Unas cien veces. —Pongo los ojos en blanco sonriendo—. Bien qué es eso tan fabuloso que no puede esperar.

—Ya sé qué hacer con nuestra inversión. —Junta las manos emocionada.

Hace un año me insistió con el tema que quería abrir un negocio conmigo. Según ella se encargaría de todo y yo solo me tendría que limitar a invertir. Acepté porque si empiezo a tener negocios propios con los O'Brien, prefiero que sea con Jessica y no con Jason.

—Vamos dilo de una vez. —Me acomodo en el sofá.

Ella saca un impreso del salón de Diseño Digital de la Academia. Consta con una especie de construcción sofisticada y unos cuantos apuntes alrededor. Comprendo de qué se trata.

—¿En serio? —Arqueo las cejas.

—Más respeto Arthur estás viendo el futuro Centro Comercial JessArt —anuncia jubilosa.

—¿JessArt? ¿No tienes un nombre más original?

—Es la combinación de nuestros nombres. —Guarda el boceto en el bolso.

—No tienes que incluirme. Además parece que fueras a vender pinceles y óleo en vez de ropa.

—Claro que te incluyo, serás el socio principal. Además la terminación 'Art' es llamativa, todos irán a cotillear de qué se trata.

—Ajá.—Sacudo la cabeza por sus cursilerías y desbloqueo mi celular, me ha llegado un mensaje de mi primo Abner.

Abner es mi socio en el concesionario y al leer lo que acaba de enviarme, me entero que ha logrado el permiso para vender el nuevo Ford Bronco 2021. Sonrío con suficiencia, siempre estuve completamente seguro que lo conseguiríamos. Ambos amamos los autos, las ventas y cumplir nuestras metas. Puede que al graduarme decida crear mi propia marca de automóviles. Es una posibilidad interesante...

—¡Arthur! —protesta de repente Jessica para que le preste atención.

—Jess, no hay que pensarlo mucho. —Me levanto y salgo caminando—. Hay millones de Centros Comerciales en Estados Unidos, aprovecha nuestro dinero, que no es poco, en algo más ingenioso.

—Pero esto será diferente, porque las chicas Dubois me han prometido traer mercancía de sus boutiques de Francia. Las brasileñas también pondrán en el Centro sus marcas. Va a ser el mejor, el mejor Arthur lo sé...

Jessica me ha perseguido hasta la puerta cerrada del despacho donde están nuestros padres. Se le escucha tan ilusionada con este proyecto que me siento tentado a complacerla. La verdad no dudo de sus capacidades, como hace su familia. Siempre he pensado que es más inteligente que todos los O'Brien juntos y de ser varón le hubiese quitado el puesto de primogénito a su hermano. Ella tiene mucho potencial, lástima que se conforme con tan poco.

—De acuerdo. —Suspiro—. Invertiré en tu Cent...

—¡Gracias! —Me abraza emocionada—. No te vas arrepentir te lo prometo.

En el momento mi perro aparece con sus malas pulgas y comienza a ladrarle a Jessica de forma exasperante.

—¡Cálmalo! —se asusta ella poniéndose detrás de mí.

—¡Hey, Ulises! —Me acerco a él—. Vamos amigo, supera tu resentimiento con Jess, la llevas viendo casi toda tu vida...

Mi mascota gruñe con fiereza hacia la chica en un gesto que interpreto como "Ni lo sueñes". Ulises es un perro con carácter propio, y no tiene contemplaciones con los desconocidos. En una ocasión que un agente de bienes raíces vino a la Fortaleza por negocios con mi padre, el animal no lo pensó dos veces antes de destrozarle el traje, la mano, y parte de la cara. Desde entonces lo amarro cuando vienen visitas. Jessica se ha aparecido de repente y no me ha dado oportunidad. Nunca he entendido la rabia de Ulises hacia Jessica pero por suerte, es mutua para los demás O'Brien y eso lo tenemos en común.

—Ven muchacho, prometo darte tus galletas favoritas.

Me lo llevo a su caseta que se encuentra detrás del despacho y lo amarro. Ladra contristado y le lleno su bandeja de galletas para perros.

—Envíale los bocetos a Jackson y el presupuesto completo de cada montículo que se construya, quiero estar al tanto de todo —le digo a Jess caminando hacia ella.

—Por supuesto, por supuesto. Tendrás todo lo requerido para mañana en la noche.

Toco la puerta del despacho.

—Ahora sino te importa, debo resolver algo.

—Claro, lo entiendo. Gracias Arthur, eres el mejor chico de la Academia.

—Lo sé. —Le guiño un ojo a modo de despido y veo cómo se marcha hecha una bola de emoción dándole las buenas nuevas por teléfono a alguien.

—¿Arthur? —Alioth abre la puerta.

—Padre. —Entro—. Jonan. —Lo saludo con un gesto de cabeza y me coloco en una esquina al lado de la mesa.

—Arthur, nos has interrumpido.

—Seré breve padre —digo—. Jonan quería discutir los términos respecto a la descabellada idea de mi padre de meter una criada en Howlland —expreso yendo directo al grano.

—Justo estábamos tratando el tema Arthur —dice O'Brien—. Me gustaría saber tu opinión sobre los pros y los contras.

—¿Pros? No hay ninguno —respondo tajante—. Todas las consecuencias son nefastas. Para nuestra reputación, prestigio y bolsillo de los padres que envían a sus hijos. La gente se burlará de nosotros y dejaremos de ser la academia privada número uno en el mundo.

—Tu hijo tiene un buen punto Alioth. —Jonan cruza los brazos.

—Claro que he pensado esto. —Mi padre vuelve a su asiento—. Pero no tiene que saberse y que asista no afectará en nada a Howlland. —Abre las manos como sino tuviese importancia.

—Padre... —intento reponer.

—Arthur, vivimos a los pies de unas montañas, alejados por varios kilómetros de todas las escuelas públicas de California. La chica entra a la Academia y no se habla más, yo me encargaré que guarde el secreto de nuestras habilidades. No hagas un alboroto por algo que no te corresponde.

—¡Que no me corresponde! —me irrito—. Soy estudiante en Howlland, el heredero más reconocido de los linajes y encima, el futuro dueño de la Academia. A mí mejor que nadie me corresponde entrometerme en estos asuntos.

—Arthur creo que te has obsesionado un poco con este tema —interviene Jonan—. No es nada glorioso que la registremos, pero tampoco se afectará la rotación de los planetas. He revisado el historial académico de la chica y es excelente. De hecho, es el primer escalafón de Palm Springs.

—¿Y? Hay cientos, miles de estudiantes excelentes en nuestro continente y no por eso los matriculamos en una Academia que evidentemente fue fundada para personas especiales. —Nos señalo—. Personas como nosotros. Pero parece que eso se les ha olvidado.

—No nos hemos olvidado de nada. Estás formando esta perreta por tus delirios de grandeza y querer controlar todo —asevera mi padre y me calla la boca.

Me calla con lo que sabe, más me ofende. El despacho se queda en absoluto silencio y él finge que mira unos papeles que estaban esparcidos sobre la mesa. Jonan tose incómodo y yo me quedo aquí, de pie y perplejo por el golpe bajo que acaban de hacerme. Sacudo mentalmente mi raciocinio y me dirijo a la puerta para largarme, sin nada más que objetar ¿Tiene caso? Sin embargo al abrir el picaporte dejo una verdad irreprochable.

—Mi abuelo no hubiese permitido esto.

Y tiro la puerta al salir.

Sin pensarlo siquiera, recojo una chaqueta, el kit de llaves y me monto en el Lamborghini Veneno blanco. Siempre será mi favorito, por encima de todos los autos sobre la faz de la tierra. Estoy tan mosqueado que hoy necesito literalmente fundirme con el viento, que seamos uno solo. Conduzco a la alarmante velocidad a la que estoy acostumbrado y por inercia llego al único lugar dónde dejo de ser Arthur Kane el empresario, el primogénito, el multimillonario eficiente ante los demás para convertirme en lo que la mayor parte del tiempo trato de ocultar: un descendiente del clan Fayrem, los legendarios guerreros del elemento aire.

Este valle es especial, además, por algo que poquísimas personas conocen. Hace veinte años, el veinticuatro de julio, mi madre me trajo al mundo en un parto sin complicaciones. Mi abuelo insistió que su sobrina y nuera diera a luz al aire libre por sabría él qué retorcidas razones. Aquila nunca me explicó el porqué, mi padre también ha callado al respecto. Pero vivo convencido que estoy estrechamente ligado a este lugar, una conexión potente que va más allá de haber nacido entre sus precipicios.

Estaciono en medio de una colina apartada de avistamiento humano, donde el pasto amarillento y los montículos de tierra blanca son mis únicos testigos. Me desprendo de la chaqueta que llevo encima, me desprendo de todas las restricciones. Y colocado encima de la roca más firme con vista a un valle profundo comienzo mi tornado...

La fuerza que siento salir de mí es abrumadora. El cielo se oscurece, los pájaros corean alterados. Hojas secas, piedras pequeñas y algunos insectos, se insertan a los remolinos que formo con solo extender las manos. Concentro todas mis energías, mi furia, mi desesperación... El viento se vuelve más denso, las nubes se hinchan brindándome ese panorama caótico que tanto disfruto. Y cuando estoy en el punto máximo reteniendo todo el poder que me permite la habilidad, desato los vientos dejando que estrellen los árboles de abajo, partan ramas, sacudan las aguas...

Es... es sencillamente liberador.

—☆—

Para cuando llego a la Fortaleza la limusina que mi padre ha enviado a Palm Springs a recoger a la nueva ama de llaves está parqueada en el driveway. Me aliso el cabello con las manos antes de entrar por la puerta, no quiero que nadie imagine lo que he estado haciendo. Sé que antes he reconocido que nuestra habilidad era poca cosa, pero en realidad estaba generalizando; es poca cosa en todos menos en mí. Creo que me ocurrió a finales de la primavera de mi decimotercer cumpleaños. Mis capacidades crecieron sin siquiera darme cuenta. No sé la razón, pues mi hermano Aaron y yo compartimos la misma genética y él no ha demostrado tanta magnitud en los entrenamientos de campo abierto en la Academia. Simplemente empezó a sucederme igual que los Dónovan. Ellos controlan el aire a la magnitud de crear tormentas.

Cuando estoy al límite de presión, esa es mi forma de desahogarme.

En Howlland jamás he demostrado algo así. Me cuido para igualar mi habilidad con los demás Kane y no sobresalir. No quiero ser malinterpretado, no es que no me guste destacar; de por sí destaco sin necesidad de esforzarme. En los negocios, en apariencia, en mis notas... En todo lo que se espera de mí, destaco. Pero la cuestión relacionada con el clan... es otra cosa. Jamás le he confesado lo siguiente a nadie, pero me siento un fenómeno de la naturaleza. Yo nunca pedí descender de un grupo que para los humanos sería mitológico, nunca pedí tener ancestros legendarios de un universo paralelo lleno de fábulas difíciles de creer.

Pero aquí estoy, con sangre irlendiesa corriendo mis venas, con un linaje que supera las expectativas humanas. He deseado ser simplemente Arthur millones de veces. Un chico americano que destaca por su ingenio, un magnate de los negocios, una figura que seguir....

El resto del mundo me ve de esta manera. Pero en la Academia solo soy un chico afortunado de haber nacido como un Kane del antiguo clan Fayrem. Y todos mis logros se deben a esto y no a mi destreza personal. Daría todo por ser una persona sin poderes. Pero no, este es mi legado y por ende mi condena. Por lo tanto, a veces cuando me harto de todo, voy a mi lugar secreto y creo pequeños tornados capaz de destrozar lo que consigan al paso.

Sigo mi camino y me adentro a la sala principal, no hay rastro de las recién llegadas. Salgo a buscarlas a la terraza imaginando que mi padre de seguro les está enseñando cada parte de Mansión Fortress. No, no es que tenga curiosidad por semejantes plebeyas... Lo que sucede es que necesito puntualizar todos los detalles con la ama de llaves antes que comience la semana. Mañana tengo clases, es tarde y quiero descansar temprano.

Cruzo el umbral de la cocina y distingo al grupo de personas que busco al otro lado de la piscina.

Y entonces la veo.

La chica con el cabello más llamativo que existe. Un rojo peculiar, sedoso y con ondas en las puntas, como la pintura de mi madre. Y este rojo en mi mundo solo significa una cosa, pero no puede ser posible, sería una total locura. Descarto la idea absurda de la mente y me enfoco en su piel, blanca sin imperfecciones y a pesar de la ropa pobre que viste, juro que sobresaldría en cualquier lugar que pise por su porte elegante aún sin esfuerzo. Me acerco más por un instinto extraño que me hala.

—Oh hijo que bien que llegas. Estaba justo explicándole a la señora Allen y su hija los parámetros del oficio pero creo que ese es tu trabajo. Están agotadas por el viaje así que les he pedido que empiecen mañana. Espero que...

Sigue hablando pero yo apenas escucho. Estoy demasiado desconcertado con el par de ojos color ámbar que me miran. Esos ojos no pueden ser reales, el contraste de todos sus atributos es tan exótico que vuelven mis sospechas sobre lo que me niego a reconocer.

El clan Daynon... ella tiene todas las características legítimas del supremo y extinto clan Daynon.

La chica se sube el cierre del abrigo visiblemente incómoda con mi intensa mirada.

—¿Qué, tengo monos en la cara? —refunfuña y es lo que necesito para volver a la realidad.

¿Acaba de tener la osadía de dirigirse a mí despectivamente?

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