☆38☆LOS SECRETOS DEL LINAJE KUMAR

Khristen

Mis pies un poco temblorosos se acercan a la mesa y chocan con un bulto peludo en el suelo. Miro abajo, es una alfombra de un enorme oso disecado con la boca abierta. Trago saliva y me siento al lado de Eskandar, en la silla que un mesero me ha sacado. Cuando todos estamos sentados, un hombrecillo situado en el piso sobre otra alfombra en una esquina lejana, comienza a tocar el laúd¹ que sostiene y la música que produce las cuerdas anestesian y me relajan un poco.

—¿Quién es esta dama? —interroga el sultán a su hijo.

—Es la chica con la que salgo —responde mi compañero mientras otro mesero nos pone un plato a cada uno.

—¿Nos dirás el nombre completo al menos?

Eskandar me mira y comprendo que debo hablar.

—Es Khristen Allen, syid Kumar.

El mismo vuelve analizarme y se queda pensativo.

—Allen no es ningún linaje —recrimina.

—Es porque no me pertenece a ningún linaje —añade su hijo sereno tomando una cuchara.

Empiezan a ponernos sobre la mesa la primera comida y para mi mala suerte es sopa.

—¿Has traído a una de tus diversiones a la cena con tu familia? —habla la que he deducido es su madre.

—No es una de mis diversiones, es la chica que me gusta —espeta él mirándola con desagrado.

¡Pero qué cosas dice Eskandar! No entiendo tanto teatro, nunca hemos cruzado palabra hasta hoy que me llamó al móvil. Mi rostro luce tan perplejo como el de los demás.

El niño sentado al extremo de la mesa se ríe mientras el resto se mantienen serios. Tiene la cara regordeta, se parece a su madre, la tercera esposa del sultán y está jugando con la comida. A su temprana edad ya se puede asegurar que no seguirá la trayectoria de belleza de sus medios hermanos...

—¿Y no nos presentas? —sigue la madre de Eskandar.

—A mi padre no hay pecador en la tierra que no lo conozca —afirma él rodando los ojos—. A Jamal ya la ha visto antes, ¿cierto Khris?

Asiento y pruebo la sopa. Puaj, que cosa tan asquerosa. Reprimo una arcada.

—Ella es mi madre Farihá. —Señala con la cuchara a la de ojos verdes, como yo suponía—. Y ella mi hermana Samira. —Ahora señala a la adolescente que se limita a hacer una leve inclinación de cabeza—. Esa es Alia, de la India, tercera esposa de mi padre y su hijo Nadim —dice concluyente.

No soy la única que advierte que no ha presentado a su medio hermano mayor. Este se aclara la garganta.

—A ti también te conoce medio mundo —se defiende Eskandar.

La takun fazana —se escucha a Farihá en tono de regaño.

La takun fazana: No seas grosero.

Déjalo —interviene el muchacho complaciendo oídos con su voz—, parece que gasta mucha saliva hablando tonterías en su Academia.

El niño gordito vuelve a reírse.

—Soy el Jeque Rayan ibn Ammâr al-Kumarí, príncipe de Persia —entona elegante y pienso que las chicas de mi escuela pública se derretirían.

Bueno después de matarme por ser tan suertuda de estar en la misma mesa que el Sultán de Dubái, el príncipe de Persia y el primer heredero Kumar.

—Mucho gusto —articulo sin mirarlo porque el poder de atracción que ejerce su figura resulta fuerte para cualquiera.

Los meseros nos retiran los platos de sopa y nos traen unos más pequeños y hondos llenos de crema amarilla con hojitas de cilantro por los bordes.

—¿Qué es esto? —susurro para Eskandar

—Hummus, una crema de garbanzos y aceites nutritivos. Cómela, es buena.

—Eso espero la sopa estaba asquerosa, ¿de qué era?

—De cobra, con bilis y sangre incluida.

Se me inflan los cachetes y me llevo una mano a la boca, voy a vomitar.

—Y cuéntenos señorita Allen, ¿cuál es el negocio de su familia?

Oh... no sé que responder al sultán. Eskandar dijo que podía decir lo que me apeteciera pero...

—No es educado dejar esperando al sultán —apremia su segunda esposa.

—Es la hija de una ama de llaves —revela con simpleza el que me ha traído y todos paran de comer.

Hasta el niño se concentra en mí como si me estuviese viendo por primera vez. Reflejan todo tipo de cosas negativas: decepción, vergüenza, desprecio.

El sultán golpea la mesa con fuerza y se me traba el bocado que tengo en la garganta; y eso que es crema...

—¿Te burlas de nosotros? —alza la voz furioso.

—No —contesta su hijo ya con una actitud más defensiva—. Te apareces después que llevo un año completo en Estados Unidos y me exiges con un día de antelación que venga para algo importante y no traiga ninguna ramera. Y es lo que he hecho, no entiendo el enojo.

—No pongas a prueba mi paciencia Eskandar Ahmed. —Se levanta y la música deja de sonar—. No estoy jugando.

—Yo tampoco —Se levanta igual en un claro estado de roña—. No te preocupas por lo que hago el resto del año, no sabes dónde voy de vacaciones, no conoces lo que me gusta o lo que quisiera estudiar. Exiges y determinas siempre como deseas y ¿ahora finges que te importa con quién me relaciono?

Todo esto ha sido a voces altas.

—Eskandar no le faltes el respeto a tu padre —interviene Farihá.

—Esa actitud descarada también la demuestras cuando derrochas todo mi dinero —agrava el sultán.

—Quítamelo, no me importa —se envalentona Eskandar.

—Por favor. —Su madre termina levantándose—. No hagan un escándalo. No esta noche que tienes que darle un anuncio tan importante, mi Syid. —La mujer acaricia el brazo del monarca.

Este suspira hondo castigando con sus ojos café al heredero al trono. Eskandar no se deja doblegar y noto cómo tiene las manos cerradas y los músculos de sus brazos canelas están contraídos. Se rinde primero el más viejo, dejándose caer en la mesa y los otros dos vuelven a sentarse.

—Hoy quería anunciarte tu cambio de cargo —Hace un ademán de despido a los meseros y retiran los platos.

No... la crema estaba buena y tengo hambre...

Eskandar todavía no se convence a sentarse y le dedica una expresión de desconcierto.

—Estoy bien siendo un jeque.

—Celebramos tu nombramiento como Emir de Jebel Ali—sigue su padre y todos los presentes menos yo y la primera esposa muestran perplejidad. Yo porque no sé que significa, ella porque ya lo sabía con anterioridad.

Rayan, el hermoso príncipe Rayan es el más afectado.

—¿Un emir? Pero si apenas cumpliré diecinueve años en enero —Eskandar no procesa bien la noticia.

—Siéntate —ordena su padre y él obedece—. Es un regalo adelantado, no debes rechazarlo. Recuerda que siempre debes decir "Sí".

—Sí... —Asiente desesperanzado—. Solo pensé que quizás Ryan...

—El heredero legítimo eres tú, la prole nacida con mi primera esposa, el que será sultán cuando llegue el momento. Ningún cargo le queda grande a un futuro sultán, ¿queda claro?.

—Sí mi Syid.

—Es hora que encamines esa vida libertina que te llevas dando desde que viniste a América. No más fiestas desenfrenadas, ni trasnochar para no aparecer por clases. Ni amenazas a policías del tránsito o exámenes suspendidos.

Eskandar, ahora pálido, abre los ojos verdes.

—Así es —continúa el sultán—, me he encargado este último mes de averiguar como has desperdiciado el tiempo que llevas fuera de casa y el cuál no has aprovechado correctamente para acostumbrarte a la cultura americana y encajar en Howlland.

—Claro que lo he aprovechado correctamente. —Eskandar dibuja una sonrisa atrevida—. He aprendido que en la cultura americana las mujeres tienen las piernas más largas y nada de pelos en la lengua.

—¡Eskandar! —Su madre se lleva una mano a la boca, avergonzada mientras el sultán destila rabia pura.

—Se acabó niño, se acabaron tus despilfarros mundanales. Como descendientes de Atamar sabes que no podemos consentir el desperdicio. —El sultán aprieta los dientes y veo que todos menos tres están enchapados en oro—. Y también se acabaron tus vueltas por el mundo, desde ahora te concentrarás en el emirato de la ciudad que he dispuesto a tu cargo.

—¡No! —El chico se vuelve a levantar—. No me prohíbas viajar.

—Es un estorbo innecesario que...

—¡¿Estorbo innecesario?!

—Eskandar baja la voz —reprende su madre.

—¡Pues no me da la gana! —grita ahora—. Si me conocieran un poco —alega, señalando a los presentes—, supieran que quitarme viajar es como cortarme el oxígeno. No lo resistiré.

—Podrás hacerlo cuando acomodes tus responsabilidades —discute su padre y no se molesta en levantarse en esta ocasión.

—Ser Emir es un privilegio inaccesible para el noventa y nueve por ciento de las personas de este planeta, deberías mostrarte agradecido —agrega la segunda esposa.

—Pues si para ser Emir tengo que renegar de lo que me gusta, lo único que me despeja de esta realidad repugnante en la que vivo, pueden irse buscando el sustituto —grita enérgico con ademanes firmes.

—Maldigo la hora en que Alá me dió un hijo tan terco como tú —El sultán tiene el rostro rojo de ira.

—Me limpio en eso —rebate Eskandar—. Pena debería darte padre mentar a Dios en tus labios después de profanar sus principios con tus actos.

—¡Askandar, aghliq famak! —súplica su madre en un gesto de auténtico terror.

¡Cierra la boca Eskandar!

Asesinas personas como si fueran animales —no se detiene—. Amedrentas a los que recogen tus trapos sucios, sobornas a los gobernantes que tienen parte en la ONU, no pudiste impedir que tu propia hija se intentara suicidar tres veces —señala a Samira que se mantiene con la cabeza baja—. Tu sexta esposa escapó con sus dos hijos presa del miedo buscando asilo en Europa ¿Cuánto más padre, cuánto más? Estoy harto de todo este estiércol. No quiero títulos que traen secretos podridos, no quiero ten...

—¡Por qué no maduras de una buena vez! —Rayan golpea la mesa en un gesto idéntico al de su padre y se levanta con tanta rabia que la silla se cae.

Ha sido tan inesperado que consigue callar a su medio hermano menor, que se queda sudando con gotas gordas mientras el pecho le sube y le baja agitado.

—Tienes el condenado mundo a tus pies y te sigues quejando. Valora lo que se te ofrece niño estúpido y madura para que entiendas todo lo que significa nuestro linaje.

Si el Rayan callado y sereno provocaba magnetismo, el Rayan alterado con los ojos azules fieros y la mandíbula tensa crea un efecto abrasador. Como un fuego que podría devorar todo a su paso.

El ambiente se vuelve sordo y no reproduce ni el mínimo sonido. De repente, en medio del descontrolado panorama, una risa semántica a burla rompe el silencio.

—Ahora entiendo —persiste en reír Eskandar—. ¿Estás celoso, verdad?

Ryan se endereza y aprieta los puños con fuerza a cada lado de su cuerpo.

—Nunca has podido con la realidad que a pesar de ser el primogénito todos los ensalzamientos —dice haciendo comillas con los dedos en "ensalzamientos"—, siempre han sido para mí, el irresponsable, el inmaduro, el que sí pudo estudiar en Howlland.

Miro rápido el semblante de Ryan y a pesar de mantenerlo duro, con la revelación de la Academia sus labios se han apretado un poco. Oh... no puede ser... ¿El príncipe de Persia no estudió en Howlland?

—¿Te digo algo hermanito? Puedes quedarte con mi cargo de Emir, sé que lo deseas. Puedes quedarte con mi herencia —Saca los dedos para contar—. Con las esposas que me escojan, con mis ciudades, puedes quedarte con todo. Vamos Dinamita.

—¿Eh? —Hasta ahora reacciono.

—Nos largamos de aquí.

Toma mi mano y me lavanta de la silla arrastrándome lejos de la mesa. Camina rápido, eso ya lo sabía, pero en esta ocasión que me está halando por el brazo compruebo que rápido se queda corto. Casi vuela sobre el suelo. Entonces recuerdo que los descendientes del clan Atamar presentan habilidades del elemento tierra pero también alguna que otra del aire, ¿estará usándolas para avanzar de esta manera?

—Eskandar detente —logro decir sintiendo su agarre demasiado fuerte.

Hemos pasado todo el corredor rojo y marfil y estamos nuevamente en el lobby. El botones americano intenta averiguar el motivo del enfado del árabe, este lo aparta de un empujón y sale por las enormes puertas principales soltándome por fin.

Aquí se encuentran dos o tres montacargas y él ruge con unas frases en su idioma natal y a los segundos uno de ellos le trae el Devel Sixteen. Eskandar abre la puerta de Max y la tira de tal forma, que sino fuese un auto millonario la hubiese roto como papel. Entro también callada y evito hacer alusión a mi miedo por la híper velocidad pues no quiero que la tome conmigo. Aunque en su estado podría volver a llegar al límite de kilómetros por horas y no podría soportarlo. Para mi alivio, lo que hace es golpear con rudeza una y otra vez el volante hasta que se rinde sobre el mismo, quedando el rostro oculto y los brazos encima de la cabeza.

Ignoro si está llorando, aunque el tórax se estremece pareciendo que sí a pesar que no se escuche nada. Hace rato en la terraza comprendí su objetivo al traerme justamente a mí, la hija de la ama de llaves, una plebeya. Y pese a que causó cierto impacto, no consiguió el efecto de jaque mate que quizás el heredero quería conseguir sobre su padre. Pienso en lo triste que debe haber sido crecer en esas condiciones, con los sucios secretos del linaje Kumar persiguiéndolo hasta cualquier rincón de la Tierra donde quisiera escapar, siendo él incapaz de quitarle la mancha a su legado.

Entonces extiendo mi mano por un impulso empático y le palpo la endurecida espalda.

—Ya pasó...

Es lo único que se me ocurre decir.

—No ha pasado, nunca pasará —masculla aún con el rostro pegado al volante y los brazos apoyados también en el objeto.

—Eres un chico fuerte Eskandar. —Le doy unos golpecitos de ánimo.

El silencio se apodera del interior del auto y debajo de mi palma siento como se va normalizando su respiración. Se yergue sobre el asiento de conductor y se recuesta en el espaldar. Dirige los ojos verdes ahora enrojecidos a los míos y abre la boca dejando escapar un suspiro.

—Las pesadillas comenzaron a los cinco años, cuando descubrí en el despacho de mi padre un folder con fotos y documentación del contrabando de Holanda.

Contrabando, Holanda, linaje Meyer...

—¿El sultán y el padre de Hugo? Ellos...

—Han mantenido negocios desde que nosotros éramos pequeños —confiesa—. Para mi comprensión infantil fue muy crudo presenciar tantas mutilaciones y sangre. Nunca pude olvidarlo.

—Eskandar... —Mis ojos se humedecen.

—Desde entonces llegaron las pesadillas, y tantos años después no me abandonan. No importa al lugar que huya, la desgracia de mi apellido siempre me acompaña. Algunos me respetan y admiran por ser el jeque heredero Kumar, pero no falta la muchedumbre que me tilda de homicida, tirano y abusador cuando en mi vida he forzado a una mujer en contra de su voluntad. Y todo esto porque es lo que acostumbran los poderosos de mi cultura.

—Lo siento mucho. —Una lágrima rueda por mi mejilla.

—No es tu problema después de todo. —Se encoje de hombros—. ¿Recuerdas? Te pagué para que vinieras.

—Pretendo devolverte el dinero.

—Puff no por favor —resopla con hastío—. Ni se te ocurra tomarme lástima por lo que has oído porque juro que haré que te corten la lengua y la cabeza y la pongan en una pica alta a la entrada de Dubái.

Los árabes y su machista orgullo...

—Tonto. —Golpeo su hombro, esta vez con más fuerza aunque él ni se inmuta—. Pensaba devolvértelo de todas formas. Lo favores no se pagan, ¿o ya se te olvidó?

—¿Quieres decir que después de romperme los tímpanos cuando encendí a Max, tragarte un poco de sopa asquerosa y presenciar un show de novela entre gente que se odian y pretenden llevarse bien, aún después de todo eso, ¿vas a rechazar diez mil dólares?

—Evita mentar la cifra ¿quieres?

Ambos reímos y noto que su cuerpo ya no se contrae.

—Gracias —le digo y se asombra.

—¿Por qué me agradeces?

—Porque me enseñaste hoy que las apariencias engañan —jugueteo con mis dedos y pienso en Hugo, Abigail, incluso Jessica—. Llegué a Howlland juzgando todo y a todos. Creía que estaba del lado correcto y que los demás eran unos pijos engreídos.

—¿Y ahora?

—Sigo creyendo que son unos pijos engreídos.

Volvemos a reír.

—Sin embargo me doy cuenta que creerse justa en demasía también es un error, y la humildad se te escapa de las manos en cuanto empiezas a creer que la tienes...

Eskandar se rasca la coronilla pensativo y yo sonrío con tristeza mirando al parabrisas.

—...que hay personas que parecen de acero, pero aunque traten de ocultarlo, tienen sentimientos...

—Díselo.

—¿Qué?

—Que le digas al primogénito Kane lo que sientes.

—¿De qué estás hablando? —me mofo nerviosa.

—Te gusta, Dinamita.

Una muda y yo ahora mismo no tendríamos diferencias.

—Y no sé que planetas se alinearon allá arriba, o si se cayó uno de los soles en Irlendia, pero el caso es que tú también le gustas a él.

—No es cierto —me apresuro aclarar. Arthur dejó muy explicado anoche cómo eran las cosas.

—Solo hay que estar en el mismo cubículo de tierra que ustedes para darse cuenta. Además de la tensión y las miradas cargadas de un montón de emociones trancadas, las ondas de aire que se le descontrolan a Arthur son la prueba definitiva. También puedo sentirlas ¿sabes?. Soy del elemento aire.

—Pues te estará fallando la habilidad —especulo—. No sabes lo cruel que puede llegar a ser ese fenómeno cuando se lo propone.

—Engañarse a ustedes mismos solo les traerá disgustos —añade—. Como sea, es algo que solo podrán resolver los dos.

—Sí bueno, ¿quieres encender el motor de esta cosa de una vez?

—Se me olvida el carácter tan fascinante que tienes. —Se ríe y me hala un cabello.

—Así que lo sabes bien, ¿eh?

—Te he estado observando.

—Ni te habías molestado en saludarme antes de hoy, ¿qué fue todo eso de que te gusto? ¿También era parte del teatro?

—No —empina el labio seguro.

—Era innecesario que mintieras al respecto.

—No he mentido, de verdad me gustas. Pero no de la manera que ellos se han querido creer.

—Que túúú les hicistes creer. —Halo mi pelo para que deje de tirar de él.

—He escuchado bastante de la ridícula que saca a Arthur Kane de sus casillas —sonríe.

—Sé que soy el tema favorito de los cotilleos de la Academia. —Me muerdo los labios con cierto pesar.

—En Howlland eres una novedad bastante distinguida, qué esperabas.

—Oye, cuando tú y Ryan se estaban gritando... entendí que él nunca pisó la Academia —rememoro—, ¿por qué?

—Porque a la Academia solo van los descendientes de los Legendarios.

—Lo sé.

—Y él no es un descendiente, por lo tanto, Howlland no es para él.

Narices de cerdos rosadas. Acabo de morir y resucitar ahora mismo.

—Cómo... pero... ¿eh?

—Exacto. No es hijo de mi padre, aunque el sultán le diera su apellido.

¡Waooo! ¿que el príncipe persa no es legítimo? Rip Off ³...

¿Pero en arabia las mujeres no son lapidadas por adulterio?

—Es que Jemal nunca cometió adulterio. Estaba embarazada cuando mi padre se encaprichó con ella y la tomó por esposa. Después... bueno se le pasó.

—¿Y el padre de Ryan?

—Un mal nacido que huyó después de forzar a la mujer. Nunca lo encontraron.

—Oh... por...

Demasiados secretos en un día, ya no tengo cerebro para soportarlos.

—Eskandar llévame a la Fortaleza. —Masajeo mis sienes

—Por supuesto. —Gira las llaves y el motor potente del Devel Sixteen se estremece.


Notas

¹ Laúd: Instrumento musical árabe de cuerda con forma de media pera que posee un mango. Simula una guitarra.

² Emir: Título nobiliario de alto rango usado en jeques (líderes religiosos o políticos) del más alto linaje.

³Rip Off: Es una expresión coloquial en Inglés que indica cuando algo te deja totalmente en shock por no resultar ser como se esperaba: It's a rip off: es una estafa!!!

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